Cuarentena Coronavirus 2

Una epidemia obliga al Gobierno a recluir a la población en sus casas. La gente desesperada esta dispuesta a cualquier cosa para conseguir alimentos y un lugar seguro.

Queridos lectores, recomiendo leer la primera parte de “Cuarentena Coronavirus” antes de continuar con este relato.

¿Que tipo de relato vas a leer?:

“Cuarentena Coronavirus” un relato de ciencia ficción, una distopía, presenta una hipotética sociedad futura donde por la deshumanización de la misma consecuencia de una epidemia, sumada a un gobierno totalitario el individualismo se degrada en términos absolutos en favor del pensamiento único y de una sociedad unitaria. En definitiva, un mundo de pesadilla donde nadie debe saltarse las reglas o corre el riesgo de ser aniquilado. Por ello se afirma que la distopía es lo opuesto a la utopía, la sociedad ideal donde todo funciona a las mil maravillas

Aquí planteamos como una crisis sanitaria global podría conducirnos a un mundo de pesadilla, deshumanizado, con una pérdida general de valores. Un único objetivo común a todos los seres humanos mueve sus decisiones y comportamientos, la supervivencia. Para sobrevivir el ser humano es capaz de cualquier cosa, el sexo se convierte en moneda de cambio para conseguir ese objetivo ¿será suficiente?

Resumen de lo publicado en el capítulo anterior:

Zaragoza, verano de 2020, el gobierno ha decretado la reclusión de todas la personas en sus casas por el altísimo riesgo de contagio, la pandemia de Coronavirus está descontrolada a nivel mundial. Se ha impuesto la ley marcial, el ejército tiene orden de disparar a cualquiera que esté fuera de su domicilio sin una autorización especial. Los alimentos frescos se han agotado casi por completo.

La población se alimenta gracias a compuestos nutritivos fabricamos de forma masiva en instalaciones estatales.  El gobierno a troceado el país en zonas de abastecimiento y asistencia, las cuales se dividen a su vez en sectores.  Bajo supervisión y control del ejército grupos de personas denominados “Colaboradores” son los encargados de la entrega de alimentos y productos de primera necesidad.

Nuestro protagonista Malcom, un delincuente de poca monta antes de la crisis, ahora controla un sector importante de la ciudad de Zaragoza con un pequeño ejército de “colaboradores” desde un gran complejo educativo de lujo ahora transformado en su fortín privado. Dispone de grandes reservas de alimentos robados al comienzo de la crisis con los que ha sobornado a militares y autoridades. La connivencia con estos le ha permitido ganar en poder e influencia de una manera fulgurante.

En el complejo donde ha instalado su centro de operaciones vivían unas 200 personas, estudiantes, profesores, personal de servicios. Malcom se ha desprendido de los “prescindibles” el resto viven atemorizados, su vida depende de obedecer ciegamente sus órdenes, cualquier negativa supone la expulsión del centro. Salir de allí   es lo mismo que la muerte, sin recursos, sin alimentos y con la plaga campando por doquier la esperanza de sobrevivir solo es prácticamente nula.

En situaciones extremas cuando la disyuntiva para seguir con vida es aceptar cualquier cosa el ser humano escoge vivir a costa de cualquier sacrificio. El dinero ha perdido su valor, los recursos son la moneda de cambio y cuando no se disponen queda poco para ofrecer. Para sobrevivir solo queda una cosa que ofrecer en esos casos, uno mismo, su dignidad, su cuerpo, ser capaz de satisfacer los deseos de otros y en muchos casos ni eso será suficiente. El mundo ha dejado de ser aquello todos conocíamos hace apenas unos meses.

Malcom ejerce como un auténtico tirano en sus dominios y su forma de actuar lejos de ser reprobada por las Autoridades sirve de ejemplo para otros “salva patrias” siempre dispuestos a salvar el mundo a costa de esclavizar a la sociedad en su beneficio.

CAPÍTULO 2

UNA CASA CUALQUIERA EN EL SECTOR DE MALCOM

Lorena vive con su madre Adriana en un bloque de apartamentos de la ciudad de Zaragoza, estamos en el verano de 2.020. Como el resto de la población del país viven encerradas en su casa desde que el gobierno declaró la cuarentena.

El padre de Lorena falleció en el mes de marzo al comienzo de la epidemia en España. Siempre había sido un hombre previsor, aficionado survivalista se preparaba para una situación hipotética de crisis global ocasionada por una guerra, una catástrofe meteorológica o una pandemia como esta. Ahora Lorena, su hija, ocupaba su tiempo leyendo en el sofá su libro de notas y de recomendaciones para una situación como la que estaban viviendo.  Intentaba encontrar consejos, ideas útiles que les pudiesen servir, desgraciadamente era ya demasiado tarde para  prepararse, esa fase había pasado y su padre la había tenido muy en cuenta. En cualquier caso necesitaba entender, comprender las causas y ver qué cosas podían hacer todavía si era posible. El decálogo de su padre era el siguiente:

1.-Localiza un lugar en casa para almacenar lo necesario que permanezca fresco, seco y protegido de la luz: El trastero, un sótano o una zona del garaje suelen ser las mejores elecciones. Si no tienes esa posibilidad, ya puedes ir sacando la ropa del armario más grande. La elección del espacio es clave, porque en función de su capacidad se hará la compra. Una vez acondicionado, es hora de bajar a hacer la compra. Para este punto su padre había escogido el pequeño trastero que disponían en los sótanos del bloque de apartamentos donde vivían.

2.- El agua La clave. Nunca sobra. Aconseja almacenar al menos tres litros diarios de agua por persona al día. Pero puntualiza que las necesidades individuales varían, dependiendo de la edad, condición física, actividad, dieta y clima. Así, los niños, las madres que están amamantando y las personas enfermas necesitan más. Las temperaturas muy altas pueden duplicar la cantidad necesaria. Cualquier emergencia médica puede requerir agua adicional. ¿Cómo almacenarla? Se recomienda comprar agua embotellada. Guarde el agua embotellada en su envase original y no lo abra hasta que necesite usarla. Atención a la fecha de caducidad. Su padre había almacenado una gran cantidad en el trastero, afortunadamente la red pública de abastecimiento y potabilización seguía funcionando. Habían decidido reservar el agua que tenían  para un caso de emergencia.

3.- Alimentos Evite los alimentos que provocan sed. Elija galletas sin sal, cereales integrales y alimentos enlatados con alto contenido de líquidos. Aprovisiona alimentos enlatados, mezclas secas y otros productos básicos que no requieran refrigeración, cocción, agua o preparación especial. Es posible que tenga muchos de estos alimentos a la mano. Nota: Asegúrese de incluir un abrelatas manual.

La mitad del almacén debe estar compuesto por carbohidratos, por lo que no puede faltar ni la pasta ni el arroz. Cereales. Alimentos con alto contenido calórico, como mantequilla de cacahuate, mermelada, galletas bajas en sodio, barras de cereales y frutos secos. Galletas dulces, caramelos duros. Café instantáneo. Leche en polvo. Las proteínas deben suponer un 25 % del alimento. Almacena carne enlatada y frijoles, excelentes fuentes de proteínas con un sabor duradero. También se recomiendan  barritas de proteínas

Suplementa con comida deshidratada como leche en polvo, huevos en polvo, fruta y verdura seca, o comidas preparadas deshidratadas. Todas ellas son artículos de larga duración ideales para ahorrar espacio. Incluye judías secas en la medida en que lo permita el espacio, ocupan menos que las enlatadas, pero la pega es que tendrás que usar agua para cocinarlas.  Aparta sal, pimienta, polvo de ajo y endulzante como azúcar o un sustituto de éste. Incluye tus especias favoritas. La comida sin sabor puede ser desmoralizante. Incluye aceite de oliva o de girasol y comida con sabor.

La previsión de su padre en este campo había sido decisiva aquellos cuatro meses de penurias, pero poco a poco aquellas reservas iban menguando. Dependían de los suministros estatales para poder sobrevivir.

4.-Pon en una caja las herramientas y utensilios básicos para la preparación de la comida, almacenarlos con los suministros alimenticios de emergencia. Asegúrate de tener un abrelatas, utensilios para comer y una taza. Almacena también una estufa de combustible de gel o de butano, con refuerzos de combustible.

Utensilios de cocina Abridor de latas manual. Blanqueador líquido de uso doméstico para tratar el agua para beber o pastillas potabilizadoras. Papel de aluminio y bolsas de plástico Estufa pequeña, cocina portátil de gas o combustible, debemos tener previstos posibles cortes del suministro eléctrico.

5.- Medicamentos Lista recomendada Aspirina y analgésico sin aspirina. Medicamento contra la diarrea. Antiácido (para trastornos estomacales) antiinflamatorios, crema antiséptica e hilo de suturas. Laxante, Vitaminas, Medicamentos recetados.  Gafas o lentes de contacto adicionales. Un termómetro digital, suero fisiológico, sobres de gel hidroalcohólico, esparadrapos, gasas de algodón, vendas, tijeras, pinzas, yodo…

Desgraciadamente este era el apartado más crítico para ellas dos, Lorena sufría de diabetes tipo 1 y necesitaba un suministro constante de insulina cada día más escasa. Sus reservas se habían agotado y ahora su madre estaba intentando conseguir más.

6.- Artículos sanitarios e higiénicos Bolsas de basura plásticas y resistentes,  Toallitas húmedas, jabón y limpiador para manos. Cubo de plástico, de tamaño mediano, con tapa de cierre hermético. Pasta y cepillo de dientes. Desinfectante y blanqueador de cloro doméstico o cualquier sistema de potabilización de agua. Champú, peine y cepillo. Desodorantes, filtro solar, Papel sanitario Máquina y crema de afeitar, Ungüento para labios, repelente de insectos Soluciones para lentes de contacto, Espejo

7.- Preparados por si toca salir de casa Radio portátil de pilas Linterna y pilas adicionales. Luz de bengala para señales. Fósforos en un recipiente impermeable (o fósforos impermeables)

Llave de cierre, pinzas, pala y otras herramientas. Cinta adhesiva y tijeras. Silbato, Brújula, Guantes de trabajo. Papel, bolígrafos y lápices Agujas e hilo. Una pala pequeña.

8. -Armas o elementos para la defensa personal: Su padre no había podido conseguir armas de fuego pero si disponían de un par de buenos machetes, hachas y un arco deportivo.

9.- Ropa de abrigo: Afortunadamente el clima era relativamente benigno en Zaragoza y disponían de suficientes prendas de abrigo y mantas para el invierno si se prolongaba la crisis.

10.- Trajes o elementos de protección especial para evitar contagios en epidemias o ataques bacteriológicos.  Apenas disponían de unas cuantas mascarillas, gafas y guantes. Elementos totalmente insuficientes para poder arriesgarse a salir a la calle.

Leyendo aquel decálogo de su padre y analizando la situación actual de lo que disponían en casa sus mayores carencias eran los alimentos, cada vez más escasos los suministros estatales, tenían que hacer uso de su reserva que menguaba día a día. Su madre no se lo decía pero la mayor preocupación para ella era el suministro de Insulina para Lorena.  En el suministro estatal del mes no habían recibido, tan solo les dijeron que no había disponibilidad en aquel momento. ¿Y que tenían que hacer? ¿Morirse?

Adriana, la madre de Lorena, había ido a casa de un vecino, Germán propietario de una farmacia ahora totalmente vacía y en ruinas después de los asaltos sufridos los primeros meses por bandas incontroladas.  Confiaba que su vecino hubiese tenido la previsión de guardar en su casa dosis de Insulina y le pudiese proporcionar algunas.

A los 38 años Adriana se había quedado viuda y con una hija de apenas 18 años, encerradas en su casa, temerosas de cualquier ruido, los asaltos en viviendas estaban a la orden del día. Maleantes solos o en pequeños grupos arriesgaban sus vidas saliendo a las calles, especialmente por las noches en busca de suministros básicos que la gente guardaba en sus casas para robarlos. Algunos de estos grupos habían conseguido robar trajes de protección a unidades del ejército y se hacían pasar por ellos.

No te podías fiar de nadie que llamase a la puerta, Adriana lo sabía muy bien mientras llamaba insistentemente a la puerta de su vecino Germán.

-¡Germán, abre por favor! ¡Soy Adriana tu vecina! -gritaba golpeando la puerta.

Al otro lado de la puerta Germán pegado a la puerta observaba por la mirilla. Asustado como todos y con un gran cuchillo de cocina en la mano no se atrevía a quitar el cerrojo de la puerta. Era un hombre que rondaría los 45 años, vivía en aquel piso con su mujer, no tenían hijos. Alto, delgado, con poco pelo, gafas de aumento, nunca había sido un hombre violento pero la vida te hace duro en circunstancias como aquellas y estaba dispuesto a defender su casa de cualquiera que quisiera asaltarla.

-¿Que quieres? Estoy solo, se han llevado a mi mujer al hospital, está contagiada, no puedo abrir -respondió por fin Germán que aún viendo que era su vecina no quería correr ningún riesgo. En aquellos días cualquier persona aparentemente inocente cuando estaba acuciada por el hambre o cualquier urgencia sabía que estaba dispuesta a cualquier cosa.

-¡Germán por favor, abre!, se que tu mujer es diabética también, estoy segura que dispones de insulina de sobra, solo necesito un poco para mi hija, lo suficiente para  aguantar unos días hasta que nos traigan el suministro estatal -suplicaba Adriana aporreando sin cesar la puerta.

Aquellos golpes se estaban empezando a convertir en algo incómodo, el ruido podría escucharlo algún vecino con necesidades parecidas. Germán no quería correr ese riesgo y encontrarse a más de uno golpeando su puerta, optó por abrir y dejó pasar a su vecina.

A Germán siempre le había gustado su vecina, era una mujer muy atractiva, alta, rubia, de larga melena de pelo liso que le alcanzaba la cintura, delgada, generoso pecho, caderas anchas, ojos azules, boca grande de labios gruesos y marcados.  A los 38 años seguía muy apetecible parecía la barbie de siempre. Había sido la directora de una oficina bancaria durante muchos años, Germán fue cliente suyo hasta el inicio de la epidemia que le obligó a cerrar la farmacia ahora saqueada y en ruinas. Siempre la había visto maquillada, labios pintados rojo intenso,  bien vestida, elegante, con sus tacones, ahora la veía al otro lado de la puerta vestida con un miserable chándal, sin maquillaje ni pintura en sus labios, con unas zapatillas de andar por casa. No parecía ni la sombra de la mujer que había sido hacía apenas unos meses.

-¡Por favor, tienes que ayudarme Germán! No tengo nada de insulina, la vida de Lorena está en peligro, por favor -rogaba Adriana nada más que su vecino abrió la puerta y entró en su casa.

-¡Lo siento Adriana! Necesito la que tengo para cuando se recupere mi mujer -respondió tajante Germán. Los dos sabían perfectamente que la inmensa mayoría de las personas que se llevaban contagiadas nunca regresaban.

-¡Por favor Germán! los dos sabemos que eso será muy difícil que ocurra. Tengo algo de comida en conserva, seguro que podemos llegar a un acuerdo, cualquier cosa que tenga en casa que te sea de utilidad, pídeme lo que quieras, solo me importa la vida de mi hija -suplicaba Adriana en un estado de desesperación que no podía disimular.

Lo cierto era que a Germán no le sobraba la comida, unas latas o unos botes de conservas le vendrían muy bien.  Desde luego no pensaba decirle a su vecina que disponía de una gran cantidad de insulina, fue de lo primero que se abasteció al cerrar la farmacia conocedor de la dependencia que tenía su mujer de aquel tratamiento. La forma que tenía de sacarle más partido a su insulina era intercambiar dosis a dosis. De esa forma se  podría garantizar comida hasta que su vecina agotase sus existencias.

- ¡Esta bien Adriana!, te daré una dosis por dos botes de conserva -

-¿Una dosis? con eso solo tengo para una emergencia... posiblemente mañana tendría que volver a pedirte otra dosis. Dos botes de conserva se cotizan mucho más, míralo en internet, verás el valor que tienen hoy en día. No es un trato justo Germán - decía Adriana con la respiración agitada.

-Bueno, pues nada. Es lo único que  ahora te puedo ofrecer, quizás encuentres otro vecino que tenga o tengas suerte y Lorena no la necesite hasta que llegue el suministro estatal -respondió tajante Germán, sabía perfectamente que ningún otro vecino del edificio tomaba insulina, la tenía en sus manos.

-Está bien, está bien, acepto. Te traeré dos botes de conserva por esa dosis, no puedo arriesgarme a poner en peligro la vida de Lorena. -dijo Adriana

-¿Sabes Adriana? Me estoy acordando de una vez que fui a pedirte una póliza de crédito a tu despacho para la farmacia. Me ofreciste un interés abusivo, cuando volví al día siguiente a formalizarla me dijiste que los intereses habían subido, en 24 horas tuve que tragar y aceptar tus imposiciones. Nunca olvidaré aquel día, me sentí humillado, atracado, me hiciste pasar por el aro, no porque fuese yo sino porque tú en aquel momento tenías la sartén por el mango, ¿te acuerdas? -preguntó Germán

-Si me acuerdo, ¿que tiene que ver eso con lo que estamos hablando Germán? -preguntó Adriana que no entendía a que venía aquello

-Viene a que ahora soy yo quien tiene la sartén por el mango. Vete a tu casa, coge los dos botes de conserva y mentalízate para ser muy amable conmigo, vas a tener que ser muy cariñosa si quieres llevarte esa insulina.

-¿Pero qué dices? ¡Estás loco! ¡Eres un cerdo! ¿Cómo te atreves a sugerirme algo así? -decía Adriana visiblemente alterada, en aquellos meses de encierro en casa no se había visto en disyuntiva de aceptar propuestas de aquel tipo pero sabía perfectamente que aquello era desgraciadamente muy habitual, demasiado.

-Bla, bla, bla… ya sabes lo que quiero. No vuelvas a llamar a mi puerta si no estás dispuesta a lo que te pido y si llamas de nuevo no vengas vestida como una pordiosera. Si vuelves a llamar y quieres que te abra ponte uno de esos vestidos elegantes que te gustaba lucir en tu despacho.   Algo que sea bien sugerente, que tenga un aire de zorra de lujo, seguro que me entiendes. Ahh y bien maquillada, labios pintados de aquel rojo pasión que llevabas en tu oficina, buenos tacones... ¡curratelo si lo quieres! y ahora ¡Fuera de mi casa puta! - gritó Germán abriendo la puerta de casa y echándola fuera a empujones.

Adriana volvió a casa sollozando, vio a Lorena en el salón pero no le dijo nada, se metió directamente en su cuarto. Intentaba comprender cómo las personas habían perdido sus valores de aquel modo, la sociedad se estaba deshumanizando a un ritmo vertiginoso.  Intentó conciliar el sueño, olvidar aquella pesadilla pero era incapaz de hacerlo.

Lorena viendo que su madre no salía de su cuarto se levantó al rato y llamó a la puerta -¿Mamá, estas bien? ¿Has conseguido la insulina? Me tomé la medición y la tengo un poco alta - preguntaba Lorena desde el otro lado de la puerta de su dormitorio.

-Si hija, estoy bien. Germán me la dará a cambio de un par de botes de conserva. Ahora bajaré al trastero a buscarlos, ¿por qué no te acuestas un rato? más tarde cuando la traiga te la pongo -respondió Adriana desde el otro lado de la puerta.

-Está bien mamá, me acuesto un rato, estaré en mi cuarto. -dijo Lorena desde el otro lado.

Adriana tragó saliva, se levantó de la cama, abrió el armario y buscó uno de sus elegantes vestidos veraniegos, hacía meses que no se ponía ropa elegante.  Escogió uno estampado abotonado por delante, le pareció sexy, era corto pero sin ser exagerado, le alcanzaba a la altura de medio muslo, No tenía minifaldas ni ropa especialmente provocativa, para trabajar le gustaba vestir elegante pero sin llamar excesivamente la atención. Escogió una combinación de braguita y sujetador blancos bastante normales, bueno quizás no tan normales usaba siempre sujetadores de aros con refuerzos, su  generosa talla 100 de pecho habría sido perfecta para su gusto pero sus pechos demasiado caídos necesitaban aquel andamio que lo colocara y mantuviera en su sitio. Con aquel tipo de sostenes su busto se mantenía firme, desafiante y llamaba la atención con cualquier cosa que se pusiera. Cuando se lo quitaba sus dos tetas grandes en forma de pera caían colgando en exceso, como fruta madura.

Se miró en el espejo y se pellizco con dos dedos la carne de la cintura, no había rastro de grasa, en aquellos últimos meses había adelgazado seis o siete kilos. La dieta obligada pasaba factura. Se terminó de vestir, enfundo unos zapatos blancos de fino tacón y comenzó a maquillarse. Hacía meses que el color no iluminaba su cara, lo cierto era que con aquellos labios rebozados de carmín rojo intenso parecía otra.  Se armó de valor y salió de nuevo de casa, contó hasta tres como para darse la oportunidad de arrepentirse de lo que iba hacer, no había marcha atrás, llamó al timbre y esperó.

Germán desde su casa la observaba por la mirilla de la puerta, no quería correr para abrir la puerta, era mejor que Adriana se cociese en su propio jugo de la ansiedad  y nervios que seguro ahora recorrían su cuerpo. No se equivocaba, Adriana estaba angustiada, temerosa de que ahora su vecino no quisiera abrir la puerta, estaba segura que su vecina la estaría observando por la mirilla de la puerta. Bajó la mirada hacia su precioso vestido estampado, escote en pico discreto que se cerraba con el primer botón,  hasta cuatro en total que terminaban a la altura de la cintura, soltó el primer botón, luego el segundo, el vestido se abrió ahora si generosamente dejando a la vista casi la totalidad del sujetador blanco con refuerzos. Aquello ya era una clara invitación de que estaba allí dispuesta a lo que fuese necesario.

Se escuchó el girar de la llave tras la puerta, el deslizar de la cadena de seguridad y se abrió la puerta. Germán se quedo en el centro de la puerta, sin moverse sin dejarla pasar, llevaba un batín largo anudado a la cintura y se la quedó mirando fijamente.

-Te dije que vinieses vestida como una zorra de lujo y tienes pinta de pija burguesa, ¡no pienso dejarte pasar así a mi casa! - dijo Germán buscando descaradamente humillar a su vecina.

Aquel edificio de seis alturas tenía cuatro apartamentos por planta, 24 viviendas en total. Germán tenía el apartamento contiguo al de Adriana, frente a sus apartamentos había otros dos en el mismo rellano. La gente encerrada todo el día en sus casas pasaba muchos ratos observando los rellanos por las mirillas de sus puertas, atento a cualquier extraño que pudiese colarse en el edificio. Hacía tiempo que no habían tenido sustos de ese tipo pero todos sabían que ocurría con demasiada frecuencia.

-¡Germán por favor! yo no tengo ropa de esa que dices, me pediste un vestido de los que llevaba en la oficina y este me pareció muy sugerente. -decía Adriana con la respiración agitada y visiblemente nerviosa.

-¡Quítatelo!, ¡Que te lo quites joder!, ¡Te he dicho que en mi casa no entras con ese vestido! ¿Sugerente dice?, sabrás tu lo que es sugerente - dijo Germán subiendo el tono como esperando que alguien escuchase sus palabras.

-¡Germán por favor, no grites! Deja que pase y me lo quito en tu casa aquí fuera puede vernos alguien, ¡por favor Germán, por favor! - suplicaba Adriana

Adriana no se equivocaba, cuatro metros tras ella,  a su espalda, en una de las puertas del rellano, el viejo Antonio que rondaría los sesenta no se perdía detalle de la escena pegado a su puerta y observando la escena por su mirilla.

-¡Que te quites el vestido de una puta vez zorra! -grito de nuevo Germán metiendo la mano en el bolsillo derecho del batín y sacando la dosis de insulina - ¿lo quieres? ¡Gánatelo puta!

Adriana dejó los botes de conserva en el suelo junto a sus pies y bajó los tirantes del vestido, lo dejó caer al suelo.  Se quedó solo con la ropa interior de pie en el rellano, bajando la cabeza avergonzada. El viejo Antonio al ver aquello comenzó a masturbarse agazapado a su puerta, el ojo casi se le salía por la mirilla viendo a su vecina de enfrente en ropa interior en el rellano. -Mmm muy bien Germán haz que se quite todo esa puta- decía para sí mientras se pajeaba compulsivamente, sin imaginar que aquello era justo lo que tenía en mente su vecino Germán.

-¡Eso está mejor! ¡Ahora el sostén y las bragas! ¡Espabila puta! ¿Lo quieres? - volvió a preguntar Germán mostrando de nuevo la insulina.

Ahora Adriana no lo dudó mas, sin pensarlo soltó el cierre de la espalda del sujetador y se bajó las bragas para quitarlas. Sus pechos ahora desnudos y caídos se mostraban por completo al igual que su sexo poblado de vello rubio que dejaba ver unos grandes labios vaginales sonrosados.  Temblando de vergüenza seguía de pie en el rellano sin que Germán le ofreciera pasar a su casa, al contrario se abrió el batín y le mostró una verga no muy grande pero totalmente empalmado.

-¡Arrodíllate y ponte a chupar! cuando me saques la leche te daré tu mierda de insulina y podrás irte. -dijo Germán ahora sin elevar la voz.

Adriana resignada obedeció, se arrodillo y comenzó a practicarle una felación en el rellano. Se esforzaba en hacerlo bien y rápido, en su cabeza solo había una cosa, terminar cuanto antes y volver a su casa.

-¡Muy bien puta, así, así, chúpamela bien!, ¡Sigue mamando y escúchame bien, no pienso repetirlo! Mañana si vuelves a por más te vas a vestir de puta de verdad, coge una de tus faldas y la cortas con la tijera justo a la altura del coño, ni un centímetro más larga, luego coges una camiseta que te quede bien justa o que sea de tu hija y la cortas también justo a la altura de los pezones,  quiero que te hagas un top con ella. Sin bragas ni sostén y con los zapatos de tacón más alto que tengas. Si no vienes exactamente como te digo te follaré aquí mismo a cuatro patas como una perra. Recuérdalo, no te quedes corta con la tijera, si no me gusta te joderé en el rellano cada día hasta que lo hagas bien. - decía Germán recreándose en sus palabras.

Adriana escuchaba aterrada las palabras de su vecino mientras se esforzaba en mamar con más ganas para hacer que se corriera cuanto antes, afortunadamente no tardó en hacerlo. Una larga corrida de leche pastosa que llenó su boca y Germán le obligó a tragar. Después el hombre con toda la frialdad del mundo cogió los tarros de conservas del suelo y le dio la dosis de insulina. Sin esperar a que se vistiera se metió en su casa dejándola en el suelo abatida.

-¡Mañana justo a esta hora si quieres otra dosis ¡Y mas te vale venir como quiero o pienso avisar a los vecinos para que te vean joder como a las perras! -dijo Germán mientras cerraba su puerta.

Desde aquel día Adriana se convirtió en un juguete en manos de su vecino, la obligaba a exhibirse más que vestirse y la usaba como quería, la hacía masturbarse para él, obligada a penetrarse con todo tipo de objetos cada vez más grandes, Diez días después su coño y su ano estaban terriblemente doloridos y dilatados, le costaba sentarse por el dolor de su culo. Cada vez las sesiones duraban más tiempo hasta que Germán se cansaba de ella y la mandaba a su casa. El no era un gran follador, era mas de hacer que ella le pajease con sus tetas, se la mamara o de masturbarse largo rato mirándola mientras ella era obligada a masturbarse en todo tipo de posturas cada vez mas obscenas.

-Empiezo a cansarme de tú, me aburres, me cuesta que me la pongas dura -dijo Germán cuando habían pasado diez días del comienzo de sus abusos.

-¡Germán por favor, sabes que necesito la dosis diaria para mi hija!, Hago todo lo que quieres, haré lo que me pidas pero necesito esa insulina, por favor Germán, por favor - repetía Adriana temiendo que se cansara de ella.

Apenas le quedaban botes de conserva para seguir dándole los dos diarios a su vecino.  Su hija Lorena cada día estaba más extrañada por el mucho tiempo que su madre pasaba en casa de Germán sin respuestas convincentes.

Germán comenzó entonces a hablar con alguno de sus vecinos y ofrecer los servicios sexuales de Adriana a cambio de casi cualquier cosa que le dieran. Disfrutaba viendo como la follaban delante de él mientras se masturbaba compulsivamente diciéndoles lo que quería ver, pronto no fue uno sino varios a la vez. Su juego preferido era verla penetrada por tres vergas a la vez que llenaban todos sus agujeros al mismo tiempo. Adriana se había convertido en la puta de su vecino y este la prostituía para toda la comunidad de vecinos. Los botes de conserva se acabaron ya solo tenía su cuerpo para ofrecerle a Germán ¿tendría suficiente? ¿Qué más querría Germán?

Se acercaba el ´día del reparto de suministros estatales, la única esperanza de Adriana era que aquellos hombres de Malcom “sus colaboradores” trajeran el suministro de insulina que tan desesperadamente necesitaban su hija y ella. ¿Lo traerían? ¿Qué sería de ellas de no ser así?

LA REUNIÓN

Mientras en el bloque de viviendas de Adriana ocurrirán aquellas peripecias, el responsable de los suministros de su sector, Malcom estaba reunido en su despacho con dos personas, un militar el Sr. M y un civil el Sr. C , las dos mayores autoridades reconocidas en la región. Los dos prefieren mantener el anonimato de aquella visita, oficialmente ninguno reconocerá haber estado allí.

El Sr. M. toma la palabra - ¡Magníficas instalaciones Malcom! eres la envidia de muchas personas y un ejemplo para muchos otros entre los que me incluyo. Todo lo que hablemos hoy será extraoficial pero necesitamos conocer hasta que punto podemos contar contigo -

-Por supuesto señores. Soy consciente de que vivimos momentos delicados. Creo que he dado muestras más que suficientes de mi lealtad, compromiso y efectividad de mis métodos. Pueden contar con mi total discreción. ¿Puedo ofrecerles algo de beber o comer? Si les parece pediré que les traigan algunas delicadezas, creo que cada día es más difícil encontrarlas fuera de aquí -dijo Malcom levantando el auricular del comunicador para pedir que sus auxiliares trajeran el agapé que él había ordenado previamente.

Los dos hombres asintieron encantados por aquel ofrecimiento, nadie disponía en la zona de los  recursos que Malcom guardaba a buen recaudo. Alimentos en cantidad, tan escasos en aquellos momentos y delicatesen de todo tipo muy apreciadas por la dificultad de encontrarlas.

Pocos minutos después las dos ayudantes de Malcom, María y Matilde entraban con sendos carritos auxiliares repletos de exquisiteces para comer y beber. Los tres hombres se las quedaron mirando, especialmente los dos invitados que se les caía la baba de envidia al ver semejantes hembras al servicio de su anfitrión.  Aquellas dos profesoras del centro ahora reconvertidas en las putas privadas de Malcom estaban especialmente atractivas. Las dos treintañeras, María de gran melena rubia, alta delgada y pechos exageradamente grandes contrastaba con Marisa morena, de similar altura, delgada, pecho generoso pero mucho más pequeño en comparación con su compañera pero con  una figura espectacular, piernas largas y un culazo que quitaba el hipo.

-¡Vaya sorpresa!, ¡vas mejorando Malcom!, la última vez que nos vimos no tenías estas ayudantes. Recuerdo que tu hombre de confianza nos sirvió las bebidas. ¡Menudo cambio! ¡Me encantan los uniformes! ¿De dónde los has sacado? -preguntó el Sr. M sin dejar de mirar a las dos mujeres que se habían quedado de pie junto a los carritos  a un lado de la sala, esperaban que Malcom les indicase el momento de servir.

María y Matilde llevaban sendos vestidos rojos cortos idénticos, de finos tirantes a los hombros, sin mangas, un tejido elástico que se ceñía a sus cuerpos como un guante, Un generoso escote en forma de barco dejaba bien a la vista sus pechos que en el caso de María parecía que en cualquier momento saldrían botando aquellas dos pelotas que se bamboleaban sin control. Extremadamente cortos apenas alcanzaban para cubrir las nalgas de las dos mujeres. Dejaban a la vista por completo las medias negras que enfundaban las piernas de las dos y el liguero que las sostenía y se metía bajo el vestido. Zapatos negros de tacón de aguja de 10 cm.

Sin embargo lo que más llamaba la atención de aquellos vestidos eran las dos cremalleras metálicas que llevaban una delante desde el comienzo del escote hasta el final de la falda y otra detrás en el centro de  la espalda, de la nuca hasta el final del vestido. Los vestidos podrían quitarse de modo muy sencillo bajando o subiendo cualquiera de aquellas dos cremalleras que daba la sensación de poderse deslizar en los dos sentidos.

-Jajaja, me alegra que les gusten. Encontré unos almacenes repletos de este mismo modelo de vestido dispuestos para la exportación, los había en un montón de tallas. Decidí adoptarlos como uniforme oficial de todas las mujeres del complejo. Bueno, siendo sinceros de todas no, algunas se pongan lo que se pongan no hay nada que hacer y les escogí una bata blanca como las que llevaba el personal de limpieza. A estas las llamamos Clase B, mis hombres las usan a su libre albedrío, cuando quieren y como quieren. Me sirven para tenerlos contentos y evitar tentaciones con las demás, las Clase A. - explicó Malcom mientras hacía una señal a las dos que acercaron sus carritos a los hombres para ofrecerles de comer y beber

El Sr. M miraba a Matilde desde que la vio entrar en aquella sala, le sonaba su cara, estaba convencido de conocerla - ¿de dónde has sacado a estas dos? ¡Menudas hembras! - preguntó al mismo tiempo que acariciaba con su mano el culo de Marisa.

Marisa le estaba sirviendo una copa de cava para acompañar los montaditos de salmón y caviar que había escogido el hombre. Se dejaba acariciar sin el más mínimo gesto de rechazo, muy al contrarío, separó un poco más las piernas al notar que la mano se deslizaba por sus nalgas buscando meterse debajo del vestido.

-Las putas bien vestidas ganan mucho, ¿verdad?, Si las hubieran visto hace unos días no las habrían reconocido. Las dos eran profesoras del centro, María la rubia creo que de filosofía y Matilde la morena si no recuerdo mal de historia. Voy a llamar a una persona que nos aclarara las dudas - Malcom descolgó el auricular para hablar con otro de sus ayudantes.  Álvaro profesor de economía, esposo de María, la rubia tetona era ahora el encargado por Malcom para llevar su administración.- cuando termines los datos que estas preparando quiero que me avises Álvaro, los necesitaré en cualquier momento así que date prisa- urgió Malcom a su nuevo ayudante.

Mientras Malcom les decía esto el Sr C al ver a su compañero manoseando con descaro a Marisa debajo del vestido se animó para hacer lo mismo con María que seguía de pie junto a él. -Imagino que no te importará que disfrute un poco de esta puta. Esas tetas que tiene me la han puesto dura nada más verla -dijo el Sr. C dirigiéndose a Malcom que le miraba con una gran sonrisa de satisfacción al ver el éxito que habían tenido “sus putas”.

-Claro hombre, sírvase, están para eso. Pueden usarlas como les apetezca. -respondió Malcom, tenerlos complacidos era una de las claves de su éxito.

-¡Ven aquí guapa, arrodíllate, sácate las tetas y ponte a chupar!, siempre me relaja una buena mamada. Por mí  podemos seguir con la reunión mientras esta zorra me la come y pone a trabajar sus tetas, no hay problema -dijo el Sr. C  al tiempo que abría su bragueta para sacarse la verga que ya tenía una buena empalmada.

María bajo la cremallera del vestido, de arriba abajo, quedó abierta por completo como si llevase una bata. Desnuda por completo debajo del vestido salvo aquel liguero en la cintura que sujetaba las medias negras manteniéndolas altas en la parte superior de los muslos.  A la vista quedaron aquellas dos tetazas naturales un poco caídas por el peso, acampanadas, el sexo completamente rasurado de grandes labios vaginales que enmarcaban una vagina grande, abierta, dilatada, daba la sensación que aquel coño era follado con demasiada frecuencia.

-¡Si de chaval hubiese tenido una zorra como tú de profesora me habría matado a pajas! ¡Venga! ¿A qué esperas? ¡Pon a trabajar esas tetas y chúpala al mismo tiempo! -decía ansioso el Sr. C. al verla completamente desnuda delante de él.

Su compañero el Sr. M al ver aquella escena sacó la mano de debajo del vestido de Matilde, llevaba unos instantes tocando aquel coño peludo bajo la ropa. Ahora quería verlo y por qué no imitar también  a su compañero.

-¡Espabila! ¿No ves a tu compañera? ¡Haz lo mismo! -ordenó a Matilde al tiempo que se sacaba la verga como su compañero

Matilde se bajo la cremallera, a la vista quedaron un par de tetas no excesivamente grandes pero si muy firmes de grandes areolas oscuras y pezones muy marcados. Un coño poblado con una gran cantidad de vello negro como el de su cabeza totalmente expuesto.

-¡Joder, ya sea de que te conozco! ¡Tu marido era militar!, falleció en un accidente, creo que era capitán si mal no recuerdo  ¿es así? -dijo el Sr. M. antes de que a Marisa le diese tiempo para arrodillarse. - sí, señor -respondió ella con tono de voz un poco triste, no le gustaba verse reconocida en aquellas circunstancias.

-¡Vaya, vaya, que vueltas da la vida!, Tu suegro es general en Madrid, un poco blanco por lo que sé, uno de esos que tenemos que apartar pronto, molestan mas ayudan. Ahora que hago memoria recuerdo que algún compañero de tu marido me dijo alguna vez que nuestro capitán  tenía una mujer que estaba muy buena, desde luego no se equivocaban MM. ¡Ven aquí! veamos lo que sabe hacer la viuda Mmm -ordenó el Sr. M viendo como Marisa se arrodillaba entre sus piernas y comenzaba a mamar.  El hombre sacó una cajita con tapones de cera que hizo ponerse a las dos mujeres. No querían correr ningún riesgo, una indiscreción de lo que allí se iba a tratar podía echar al traste sus planes.

Una mezcla de vergüenza y asco removían las tripas de Marisa al ver cómo aquel hombre, militar de alta graduación por el uniforme de campaña que llevaba y ella conocía bien, abusaba de ella. Alguien  que podría haberla ayudado se limitada a vejarla sin ningún tipo de remordimiento delante de los demás.

-! Mmm la viuda mama de categoría!  Seguro que conoces algunos compañeros de tu marido, dime los nombres de los mandos que conozcas quiero saber qué tipo de relaciones tenía tu marido -ordenó el Sr, M. haciendo que Matilde cesase en su felación por un momento.

Matilde pensando que aquello no le podía afectar a ella para nada dada su situación actual comenzó a decir nombres de algunos compañeros de su difunto esposo. Los que ella creía que él tenía más relación y que alguna vez habían estado en su casa o quedado juntos para algún acto social.

-Te sorprendería saber lo mucho que han progresado en estos últimos meses algunos de los que nombras.  Seguro que más de uno de esos te echaría unos buenos polvos patrióticos, Jajaja - se burló el Sr. M. pero en su cabeza mientras lo decía se iba forjando una idea.

-Se me ocurre una cosa Malcom, tengo a varios oficiales femeninos en el calabozo, gente desleal más preocupada de cosas como los Derechos Humanos que de atender  sus obligaciones con la patria. Un lugar como este para reeducar a personas como estas podría ser muy interesante para nosotros. Conozco muchos mandos que estarían  interesados en visitarlas aquí para ver como progresan. Este lugar es mucho más discreto que los calabozos del cuartel ¿Te interesa? Seguro que ese tipo de visitas te proporcionará avituallamiento adicional sin coste. ¿Qué opinas? -preguntó el Sr. M

Malcom se sonreía, aquella era la forma que tenían de hacer negocios gente como aquella. El estaba acostumbrado a solucionar muchos trapos sucios que para los otros era incómodo lavar directamente.  Era consciente que su complejo era el lugar ideal para recluir a personas incómodas del género femenino destinadas a satisfacer los más bajos instintos de ciertos personajes con mucho poder.

-¡Hablemos claro señores!, ¿Me están proponiendo abiertamente que convierta una parte de mis instalaciones en una especie de burdel de lujo para personas de su confianza con ciertos privilegios? ¿Es eso? -preguntó Malcom

-Digamos que burdel no sería la palabra, nosotros preferimos llamarlo “centro de reeducación”. Usted mejor nadie sabe que para contentar a ciertas personas las mujeres pueden ser un producto muy valioso -respondió el Sr. M.

Ese tipo de propuestas son de las que me gustan, me encanta que cuenten conmigo para esas cosas, son mi especialidad.  - respondió Malcom, dejando claro que estaba dispuesto a colaborar con ellos haciendo lo que hiciese falta.

-Pueden ser las primeras de muchas, nos interesa deshacernos de algunas personas incómodas, políticos, periodistas, presentadoras de televisión, famosillas de medio pelo o de mucho pelo depende el caso, Jajaja.  Gente poco afín en general, tenemos listas preparadas esperando recibir la orden. De los hombres nos encargamos nosotros pero para muchas de las mujeres este podría ser un lugar perfecto, lógicamente las que merezcan la pena, pero hay muchas del mundo de la farándula que creemos estarían muy bien cotizadas al igual que algunas de las políticas jóvenes y cargos públicos del antiguo régimen. -explico ahora el Sr. C que estaba disfrutando de una larga mamada de María que se esforzaba en contentarle haciendo todo lo que sabía con sus tetas y su boca.

-¿Políticos? ¿Periodistas? ¿Artistas? ¿Gente del mundo de la televisión? Sinceramente todo esto suena a una purga en toda regla, tengo la sensación que hay algo que no me están contando, ¿me equivoco? -preguntó Malcom, su instinto le decía que se estaba preparando algo gordo.

-Querido amigo hay cosas que de momento es mejor no hablar. Tan solo puede decirle que este podrido sistema democrático tiene los días contados. El mundo y este país especialmente necesitan una mano firme que lo dirija sin vacilar. La epidemia nos brinda la oportunidad de realizar los cambios necesarios sin llamar demasiado la atención, la gente está desesperada y hará lo que sea por garantizar su seguridad, su vida, por mantener una ilusión. Es el momento perfecto para desprendernos de todo aquel que suponga una carga, una molestia. El mundo siempre se ha dividido en lobos y corderos, nosotros tres somos de los lobos, queremos un numeroso rebaño de corderos, pero no de todos los corderos, solo los que den buena carne, buena leche, los demás no nos interesan. - explicaba el militar orgulloso y convencido de aquellos ideales que se asemejan mucho a los periodos más negros de la historia humana,  parecían ser fanáticos seguidores de ideales próximos a Hitler, Stalin, o dictaduras del corte de Corea del Norte.

Fuera quien fuese su referente estaban decididos a instaurar un régimen totalitario. Malcom era un hombre práctico, no le interesaba la política, su motivación era el poder y la riqueza, los recursos en aquellos tiempos eran más preciados que dinero. Para conseguir aquellos recursos tan preciados necesitaba colaborar con aquellos hombres, desde luego no sería él quien pusiera problemas.

-Parece un plan ambicioso, no creo que tenga sitio aquí para tanta gente -respondió Malcom. Si lo que estaban insinuando iba en serio su complejo sería insuficiente para acoger todas aquellas personas.

-¡Tranquilo, ya nos hemos ocupado de eso!, Hemos desalojado unos cuantos  bloques grandes de apartamentos que hay aquí al lado. Lindando con estas instalaciones. Calculamos que dispondremos de espacio para unas 300 personas.  Y podemos comunicar los nuevos edificios por medio de un túnel bajo tierra con estas instalaciones. Lógicamente de aceptar nuestra propuesta supondrá una ampliación considerable del abastecimiento que le corresponde a su sector. -respondió el Sr. M.

-¡Vaya, parece que ya lo tienen todo pensado!, 300 son muchas putas de un plumazo, para gestionarlas necesitaré más recursos, mas personal, tendría que pensarlo. Si acepto quiero carta libre con ellas, posiblemente necesitaré desprenderme de algunas, serían una minoría pero imprescindible para dar ejemplo a las demás. Yo no me ando con contemplaciones, mis métodos son muy personales pero muy efectivos. Más tarde lo podrán comprobar viendo  las que tengo actualmente en estas instalaciones. -dijo Malcom haciéndose de rogar un poco y al mismo tiempo orgulloso de lo conseguido con las estudiantes de la residencia y su pequeña selección  de mujeres del sector que controlaba.

-No hay problema, podrá  hacer con ellas lo que quiera, no nos interesan los métodos sino los resultados. Solo tiene que tener en cuenta que en este caso todas ellas serán personas conocidas, algunas muy famosas, o con un pasado de responsabilidades importante en la política, la administración, los medios, etc.  No van a ser putillas de barrio ni amas de casa que se dejan joder por una ración de comida para sus hijos. La mayoría serán mujeres orgullosas, con carácter, no creo que sean tan fáciles de domar como las que está acostumbrado. -respondió el Sr M

-Jajaja, esa parte déjenmela a mí, es mi trabajo. Cada grupo o persona que me traigan tendrá un período de 30 días de adaptación y aprendizaje de sus nuevas ocupaciones. Pasado ese tiempo ustedes mismos podrán comprobar si su “reeducación” es satisfactoria.  Yo les garantizo que las que superen ese mes estarán dispuestas para hacer todo lo que se les pida, sin ninguna molesta limitación, se lo aseguro. -respondió convencido Malcom

-¡Perfecto! Me encanta escuchar eso de su boca, nunca nos ha decepcionado, ¡No lo haga ahora! - dijo el militar.

-¡No pienso hacerlo!, puedo encargarme de eso pero a cambio  quiero duplicar el tamaño de mi sector. Y también quiero supervisar el resto de los sectores de la ciudad, no quiero ningún problema si decido traer a mi sector personas asignadas a otros.  Necesito aumentar “mi personal” si aumentan mis cometidos. -respondió Malcom que parecía tener muy pensado lo que quería para sacarle el máximo provecho a la negociación.

-Está bien, le daremos lo que pide, no se pase de listo con nosotros. Como dice el refrán “la avaricia rompe el saco”, tenga cuidado Malcom.- respondió serio el militar.

La frialdad con la que hablaban de aquellos temas ponía los pelos de punta. María y Matilde no se atrevían a levantar la cabeza ni un segundo, ninguna de las dos quería poner en riesgo sus vidas, las dos mamaban verga lo mejor que sabían.  No podían escuchar nada con aquellos tapones en los oídos, las manos de los hombres en sus cabezas marcaban el ritmo de las felaciones.

-Hay algo mas, el verdadero motivo que hoy nos trajo aquí es otro.  Algo que sabemos muy pocas personas en este país y queremos hacerle partícipe - dijo serio el Sr. C

-Ustedes dirán, saben que pueden contar conmigo para lo que necesiten - respondió Malcom.

-Bien, lo que le hemos comentado no es más que una pequeña parte de un plan más ambicioso.  Este maldito virus se ha instalado en las células de todos nosotros, ya forma parte de nuestro cuerpo, queramos o no es así. Afortunadamente sólo algunas personas desarrollan la enfermedad de no estar expuestos a la contaminación del aire. El futuro de nuestra especie no puede depender de vivir en el exterior con trajes especiales de protección o de seguir encerrados como ratas dependiendo de los purificadores de aire instalados en cada vivienda. -explicaba sin prisas el Sr. C. como si fuese un maestro de escuela.

-Yo no soy científico, no sé cómo puedo colaborar en esas investigaciones. -respondió Malcom que no entendía que diablos esperaban de él.

-Verá Malcom, tenemos un centro de investigación en esta ciudad que ha desarrollado un tratamiento para los fetos humanos. Podemos conseguir que los futuros niños sean inmunes al virus. Hemos comprobado que el tratamiento no afecta solo al feto, también modifica la composición de la leche materna de la madre de una forma maravillosa, adquiere la cualidad de poder sanar las células infectadas por el virus de cualquier persona que la tome durante un cierto período de tiempo  y en la cantidad adecuada -explicaba encantado el Sr. C ante la cara de estupor de Malcom que seguía sin entender que pintaba él en aquellas investigaciones.

-¡No me ponga esa cara Malcom!, parece mentira que no lo vea. Necesitamos producir  esa leche materna en cantidad. Nuestra prioridad ahora mismo es conseguir mujeres jóvenes fértiles que puedan    quedar embarazadas y que reciban el nuevo tratamiento experimental. La edad de la madre influye mucho en la calidad del producto final, más joven más calidad  Creemos que sus instalaciones y esas mas de cien mujeres que dispone aquí son justo lo que necesitamos en estos momentos.

Malcom le miraba con la boca abierta, no se terminaba de creer aquello, ¿sería una broma? ¿Se estaban burlando de él? - ¿Me están proponiendo crear  en mis instalaciones una granja de cría de seres humanos y ordeño de leche materna como si fuesen vacas? - preguntó Malcom incapaz de creerse aquella locura.

-Si, sería una forma de definirlo. Necesitamos esa granja y la necesitamos con urgencia, todos sabemos que el proceso de cría necesitará inevitablemente de su tiempo reglamentario, pero para eso hay que dejarlas preñadas cuanto antes. - explicaba el Sr. C como quien habla de montar una granja de conejos o de vacas en este caso.

-¿Y que plantean para conseguirlo? ¿Inseminación artificial? -preguntó Malcom

-Quizás en algunos casos sea necesario, no lo descartamos. Pero,  ¿por qué malgastar recursos?, lo que nos sobran son voluntarios. Hemos hecho una selección entre las tropas destacadas en esta región, atendiendo a su perfil genético, historial clínico, etc. Disponemos ya de los sementales necesarios para poner en marcha el proyecto. -explicó el Sr. C, dando a entender que todo había sido contemplado. Aquello no parecía ser la locura de un momento, era un plan minuciosamente estudiado y planificado.

En aquel momento sonó el comunicador de la mesa de Malcom, era Álvaro, su ayudante. -señor ya tengo el dossier completo que me solicitó y todos los informes. ¿Lo quiere ya? - preguntó Álvaro

-¡Si, pasa, lo estaba esperando! - ordenó Malcom

Instantes después Álvaro entró en el despacho con una gran carpeta bajo su brazo. Fue directo hacia la mesa de su jefe, una fugaz mirada a los dos hombres sentados frente a Malcom y se dio cuenta al instante que su mujer María y Matilde, su compañera,  estaban arrodilladas mamando la verga de aquellos dos hombres. En aquellos últimos días no era ni mucho menos la primera vez que tenía que ver una situación parecida.

-Señores aquí tienen la información que me solicitaron con relación a las chicas de la residencia. Tienen una ficha personal detallada, origen y vínculos familiares  en la región, historial médico, hábitos, comportamiento, actitud, experiencia sexual, todo tipo de detalles físicos, fotografías, etc. Todas están dentro de los límites de edad  que me solicitaron, completamente sanas y en perfecto estado para procrear. Les adjunto también la información en soporte digital. -explicó Malcom

-¿Me permite verlo? -solicitó el Sr. C al tiempo que con sus manos presionaba sobre la cabeza de María para que tragase por completo su verga.

-¡Por supuesto!, Ten Álvaro, entrégaselo  al señor. -ordenó Malcom, al instante Álvaro le pasaba el grueso dossier al Sr. C,  Se quedó de pie junto a él para recogerlo cuando terminase de revisarlo, mientras tanto observaba impasible como su mujer arrodillada delante de aquel hombre no cesaba  en su felación.

-¡Excelente trabajo! casi tan bueno como esta puta mamando, es realmente buena comiendo polla. Creo que le voy a dar un premio por hacerlo tan bien, ¡abre la boca, rubia! ¡Voy a darte el desayuno!

-Están felicitando a tu mujer, Álvaro. ¡Dale las gracias al señor! - ordenó Malcom que disfrutaba humillando al pobre cornudo

Álvaro tragó saliva, con los días se había acostumbrado a vivir con aquel nudo en la garganta cada vez que Malcom le humillaba haciendo que viese como cualquiera disfrutaba de su mujer en su presencia. -Gracias señor, mi mujer se esfuerza en mejorar cada día, estamos a su disposición para todo lo que le apetezca- dijo Álvaro demostrando que aquella frase la tenía bien aprendida y la repetía con cierta frecuencia.

-Jajaja ¡vaya sorpresa!, ¡menudo cabronazo estas hecho Malcom! Hay que ser pervertido para obligar al marido a ver estas cosas Jajaja. Me parece bien, seguro que es instructivo para el cornudo. ¡No te tragues la leche puta! ¡Levántate y cómele la boca a tu marido, seguro que quieres compartir tu premio con él! -ordenó el Sr. C,  que previamente había retirado los tapones de cera de sus oídos.  María se levantaba al instante y con la corrida sobre su lengua comenzaba a besar a su marido compartiendo el esperma.

-La verdad es que inicialmente pensé en prescindir de Álvaro, pero cada día me sorprende con algo. Es un excelente mamporrero y muy bueno lamiendo, se encarga de preparar los agujeros de su mujer cuando le pido, los limpia después, incluso a descubierto que disfruta comiendo pollas, no lo hace tan bien como la zorra de María pero tiene potencial Jajaja - rió burlonamente Malcom

-Estoy muy interesado en ver ese rebaño de jovencitas. ¿Podríamos verlas ahora? - preguntó el Sr. M.  Que seguía sin soltar a Matilde de entre sus piernas.

-¡Por supuesto, no hay problema!, Si quiere que Matilde termine luego lo que ha empezado la puede disfrutar con calma. Como usted prefiera. Dijo antes que nuestra viuda alegre tiene un suegro general ¿no es así? -preguntó Malcom mirando al Sr C que asintió con la cabeza.

-Le haré un regalo de buena voluntad para celebrar nuestro acuerdo. Algo que puede ayudarle en su relación con ese general un poco problemático. Nuestra viuda alegre tiene una debilidad, le pierden los jovencitos. ¿Qué diría el general si se entera que sus queridos nietos, que tengo en mi poder, se follan a diario a su madrastra? - comentó Malcom

-¡Vaya con la viuda!, Creo que debería cedérmela unos días para llevarla al cuartel, tengo muchos reclutas jóvenes que estarán encantados de pasar el rato con ella. Si tiene pruebas de lo que me dice con sus hijastros me ayudaría mucho con ese tema - respondió el Sr. M.

-¡No hay problema, será un placer satisfacer sus deseos! ¿Les parece que vayamos a revisar “nuestro ganado”? Estoy seguro que les complacerá ver su buena calidad, están listas para aparearse y darnos una buena cosecha de niños sanos.  Por cierto necesito me proporcionen una buena cantidad de extractores de leche materna si queremos ordeñar bien a nuestras hembras de cría . -dijo Malcom

-No se preocupe, tendrá todo lo que necesita, nuestra “granja” es ahora un proyecto prioritario -respondió el Sr. M.

CONTINUARÁ

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MaríaRuizRed