Cuarentena con mi padre (IV)

Cuarta parte de la serie de relatos sobre cómo pasan la cuarentena un hijo con su padre en casa.

Recordaros que es necesario leer antes las otras tres partes para entender bien la historia. Agradeceros a todos los que la estáis disfrutando y cualquier cosa, me contactais a través del correo público en mi perfil, sobre todo me gustaría leer opiniones o contactar con aquellos que hayan tenido experiencias similares a estas.

Se acerca la historia al punto actual y la verdad, que nada de esto podría imaginar que pasaría. ¡A disfrutar! ;)

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Os acordáis que dije que aquel beso inocente de mi padre me había relajado pero fue pisar un pie, cerrar la mampara de la ducha, verme frente a él y pensar

¿qué estoy haciendo?

¿esto no es incesto?

¿está mal?

¿qué pensará mi padre?

¿debería poner ahora mismo fin a esto?

Una serie de pensamientos que pasaron como flashes por mi cabeza en cuestión de segundos, pero me di cuenta que ahora mismo, parar justo en ese momento iba a resultar inviable. Lo de esta tarde lo había iniciado yo y gracias a esa paja me había dado cuenta que quizás no era tan tímido, que me había gustado experimentar, que había probado el semen por primera vez…

Una explosión de sensaciones que me dieron dolor de cabeza y que me llevaron a evadirme durante 1 minuto, corriendo el agua encima mía y con la atención de mi padre que…

  • ¡¡JUAN!!
  • Q..qué… ah si si…
  • Que te has quedao embobao’... ¿qué piensas?
  • Na, que me he quedado muy relajado jaja
  • Yo también la verdad, lo necesitaba.
  • ¿Ah si? Pero con mamá…
  • Todo bien, si es lo que vas a preguntar. Lo que pasa que hace ya bastantes días que no hacemos nada porque está muy cansada y se acuesta pronto.
  • Entiendo.

Tenía sentido después de aquella pedazo corrida que había soltado mi padre. Se notaba que iba lleno y que la otra noche después de lo del baño no se había corrido tampoco. Pensar aquello me puso morcillón.

  • Vaya… ¿y ahora en qué piensas? - dijo mi padre cogiendo y soltando durante unos segundos mi rabo.
  • Apuff que vergüenza…
  • ¿¿¿Ahora tienes vergüenza??? Jajajaja, Juanito nos hemos hecho una paja juntos.
  • Si, pero me daba cosa recordarlo… y me ha venido a la mente tu corrida y…
  • Eh, mírame - mi padre me cogió con las dos manos la cabeza y me echó hacia atrás. Le tenía a un par de centímetros de mi cara - no quiero que te ralles ¿vale? No hemos hecho nada malo y nos hemos quedado a gusto, punto.

Tenerle tan cerca, sentir esas manos agarrándome… me daban ganas de pegarle un morreo, pero sentía que eso iba a estar mal. Una cosa era un pico inocente y otra besarle como si fuese una piva que me iba a follar. Pero algo vi… bajé los ojos unos segundos hacia abajo y vi que el rabo de mi padre estaba empezando a crecer considerablemente… ¡a la mierda! Me acerqué y le besé.

No sé si fueron 5 o 10 minutos, pero el tiempo parecía que no pasaba. Nos morreamos, con lengua incluida. Cuerpo con cuerpo, tocándonos, con los rabos empalmados frotándose. Padre e hijo fundiéndose bajo el agua, sin prisas. Aquello parecía sacado de una película romántica, pero no.

El morreo terminó y el primero en decir algo fue mi padre.

  • Juan… esto… - ahora su semblante era más serio - ...no imaginé que llegaríamos a tener esta conexión tan íntima tu y yo… siempre has sido tan apartado que…
  • Lo sé… y perdón.
  • No no no, no tienes nada que perdonar… te entiendo. Por eso no quiero que te ralles.
  • No me esperaba… “esto”... y pienso que está mal, no sé…
  • Espera, vamos a terminar la ducha y seguimos.

Acabábamos de pegarnos un morreo con nuestros rabos empalmados (que ya se habían relajado un poco) y justo nos ponemos a hablar seriamente. Aquello era surrealista, como todo lo que estaba pasando en el mundo ahora mismo.

Terminamos de ducharnos, nos secamos y con nuestras toallas atadas volvimos al comedor. Ahí volvimos a retomar la conversación, aunque ahora me tocaba empezar a mí.

  • Me ha gustado papá - fue decir eso y pillarle desprevenido a mi padre. Tanto fue así que pasó un minuto que se hizo eterno hasta que habló.
  • Ya que nos estamos sincerando, voy a hacer lo mismo Juan.

Empezó a hablar y me convertí en un espectador que miraba la TV sin perder ojo de lo que me decía. Me dijo que a él también le había gustado y que era lo más normal del mundo, aunque eso sí, tenía que quedarse entre nosotros. Que un padre y un hijo tienen que conocerse a fondo, que él también cuando era joven como yo un día hizo lo mismo. Ahí me quedé muerto… joder, pensé en mi padre y mi abuelo en su día que harían lo mismo y no me gustó esa imagen, la verdad. No me gustaba imaginarlo en el resto de padres e hijos, así que pensé que por qué iba a estar bien que fuese entre nosotros esto. Dejé que siguiera hablando pero no sin antes preguntarle…

  • ¿Y el beso?
  • Bueno, yo te di un pequeño pico…
  • …¡un pequeño pico con corrida pa!
  • Si, pero era el juego… ¡además tú en la ducha te lanzaste!

No dije nada, tenía razón, y aquello nos había llevado a uno de los morreos más intensos que había tenido nunca.

  • ...y que luego siguiéramos fue fruto del calentón, ya está - dijo mi padre.
  • Si, y tan calentón. No pensaba que fuese de mecha rápida yo jaja
  • Bueno, yo tampoco me quedo satisfecho a la primera - me lo dijo mirándome con cara juguetona.

Se acercó y me volvió a dar otro beso. Así un rato mientras nos deshacíamos con las manos de las toallas. Aquello lo estaba disfrutando, y ahora, de nuevo, no quería parar.

QUERÍA MÁS.

Era tal el calentón que decidí ponerme encima suya, quería sentir ese rabo en otras partes, quería rozarme con él. Me subí. Él sentado y yo encima de frente suya mientras seguíamos morreándonos. Sentí su rabo tieso por mi espalda. Me movía de tal modo que parecía que le estaba haciendo una paja con mi espalda y principio del culo. Puf, aquello era el paraíso. Comencé a gotear. Lo notó y lo cogió con el dedo y volvió a pasarmelo en la boca, que se fundió en otro intenso beso.

  • Papá - entre suspiros míos - te quiero.
  • Yo también Juanito, yo también.
  • ...quiero...más de ti.
  • ¿seguro? - dijo mirándome fijamente a los ojos.
  • S..si…

Me echó a un lado y me quedo sentado.

  • Hijo, solo quiero que lo pasemos bien y disfrutes como yo lo estoy haciendo.
  • Ahora el que te dice que no te ralles soy yo jeje
  • Vale vale - con su sonrisa que me atrapaba.

Acto seguido hice lo que jamás pensé. Me dejé llevar. Me agaché y decidí probar su rabo empezando por sus huevos. Mi padre empezó a jadear. Quería probar todo lo que le colgaba entre sus piernas. Así empecé y seguí lamiendo su rabo hasta que poco a poco empecé a introducirlo en mi boca. La verdad que comerse un rabo no estaba mal y menos siendo el primero el de tu padre, con el que te había creado. Eso me ponía aún más cachondo y ver como lo estaba disfrutando.

Así me tiré un buen rato, no sé cuánto pero ni me importaba. Notaba cómo le salía poco a poco el liquidillo del precum y lo saboreaba, recordando ese gusto de hace un rato.

  • Como sigas así me...cooorro…

Quería sentir cómo se disparaba su leche dentro de mi boca, así que aumenté la mamada que le estaba haciendo y de repente…

  • ...aaaaaaffffffffff… jooooder… - gritó mi padre mientras notaba los trallazos de leche en mi garganta.

Tuve que retirar mi boca. ¿Cómo era posible que echase tanto de nuevo si hace media hora se había corrido?

Mierda. Las 20:15h y mi madre estaría al llegar ya. Joder, se había pasado el tiempo corriendo.

Tenía la boca llena de semen y mi padre estaba exhausto. Enseguida volvió tras de sí, me miró y me dió otro de esos besos que hizo que me corriese sin ni siquiera tocarme. Lo malo, que acababa de echar todo mi leche en la parte de abajo del sillón.

  • Ufff hijo… ha sido… brutal.
  • Si papá… aunque hay que limpiar esto ya que viene má.
  • Ostias, es verdad, corre.

Y tan rápido fue decir que venía mamá que dicho y hecho, ya notábamos cómo iba a abrir la puerta de casa. Mierda, joder, ostia.

Corriendo mi padre se metió al baño recogiendo toda la ropa, incluida la mía. Yo me dirigí a mi cuarto. Pillé lo primero que encontré de estar por casa en el armario. Parecía que salía de una clase de cardio, estaba chorreando de sudor entre los nervios y la intensidad de lo ocurrido. Ahora mismo pensaba en mi padre, que esperaba que estuviese bien dentro del baño y se hubiese vestido. Un poco más y nos llega a pillar mi madre así y no hubiese sido capaz de imaginar lo que habría pasado…

Noté a mi madre ya preguntando por Albert (que era como se llamaba mi padre, por si no lo había mencionado antes). Escuché como mi padre abría la puerta del baño y seguidamente como empezaban a hablar. Yo necesitaba calmarme unos minutos más, no podía salir así tan alterado y mirar a mi padre tan normal hasta que…

...no me lo puedo creer…

...la corrida mía del sillón…

Con las prisas se nos había olvidado limpiar el semen que había caído en el sillón. Menos mal que había sido en la parte más baja y no estaba muy a la vista. Con suerte, si mi madre lo viese no creo que pensase que fuese algo extraño, aunque siendo blanco y espeso, muy tonto no hay que ser. Tenía que salir y limpiarlo fuese como fuese. Venga, con dos cojones.

Salí de mi cuarto y al llegar al salón vi como mi madre y mi padre entraban a la cocina. Creo que traía compra por las bolsas que vi en el descansillo. Bien, eso me daría tiempo a limpiarlo. Cuando llegué y vi el manchurrón flipé un poco… si que había echado yo, si - dije. Una vez habiendo disimulado un poco y echando saliva a falta de gel en ese momento, salí de ahí para volver a mi cuarto pero antes vi que mi ropa estaba en el baño. Eran las últimas pruebas de que habría pasado algo.

Ahora ya sí, encerrado en mi habitación, encima de la cama se me vino el mundo encima. Otra vez esas dudas, ahora más intensas… estaba claro que después de correrse vienen las culpas y más después de hacerlo dos veces casi seguidas en una tarde. Lo que no se me iba de la cabeza era el cómo me había tragado la polla de mi padre, el cómo había llegado hasta ese punto de excitación… ¿y si era maricón? Era lo que menos me importaba en ese momento la verdad. Lo que me preocupaba era qué iba a pasar a partir de ahora. ¿Cada vez que estuviese cachondo iba a lanzarme a mi padre como hoy? ¿Qué pensaría él? Aunque por la conversación que tuvimos en el sillón, parecía no importarle nada de esto, además se ser algo normal en su juventud, pero yo no lo tenía tan claro. Me dolía la cabeza de tanto pensar, necesitaba que este día pasase.

Día siguiente [9:00am].

Me levanté antes de que sonase la alarma. Había dormido un poco mal. Anoche durante la cena y demás, la cosa fue normal. Intenté evitar la mirada de mi padre y hablar con él. Tampoco me dijo nada. Pero necesitaba hablar. Ni siquiera me había levantado cachondo.

  • Venga Juan, no le des más vueltas. Vamos a volver a la normalidad… - dije en voz alta.

Cuando me estaba levantando recordé que mi madre hoy curraba de mañana y que por tanto iba a estar con mi padre solo durante toda la mañana. Vaya, no sé si era bueno o malo eso. Vamos a descubrirlo.

Salgo hacia el baño y escucho a mi padre hablar con alguien y también a ese “alguien”, ¿quién coño sería? Me asomo y está haciendo una videollamada pero lo más curioso es que la estaba haciendo sin camiseta. ¿What? Qué confianzas.

Me vió y dijo…

  • ¡¡Juan Juan!! Ven un momento - dijo mi padre haciéndome señas de ir a dónde estaba.

Antes de que mi padre me presentase a aquel individuo virtualmente, reconocí que su cara me sonaba.

  • Juanito, este es Marcos, mi amigo y compañero entrenador del gym. Marcos, este es mi hijito jeje - me lo dijo abrazándome de la cintura. - ¿Has visto qué tiarrón se ha vuelto?

Vale, ya recordaba. Le había visto en algunas fotos que me había enseñado alguna vez y el tío, vamos a reconocerlo, era otro macho en toda regla, aunque como 7 años menos o así tendría. En lo que me estaba fijando era que el Marcos este también iba de lo más vistoso, con una de tirantes que le dejaba casi medio pecho al descubierto. Seguían hablando, presentándome, dije alguna cosas… todo normal hasta que Marcos se aventuró a decir la siguiente frase “¿y qué Albert, le estás entrenando bien o qué? jajaja”. Cuando dijo eso, mi padre bajó su mano (que hasta ahora no me la había quitado de la cintura) hasta rozarme el culo…

No quería pensar mal, pero una persona más en este asunto y encima otro hombre, me podía volver loco… y cachondo.