Cuarentena

La abstinencia post-parto está matando a Rodrigo. Pero su amigo Gonzalo le dará una... boca, para ayudarlo.

Cuarentena

La mañana del sábado era bastante calurosa, pero a pesar de eso el gimnasio estaba bastante concurrido.

Después de terminar su rutina de abdominales, Gonzalo subió al baño del primer piso en donde generalmente no había nadie. Entró, y efectivamente el lugar estaba desierto. Abrió uno de los grifos del lavabo y después de beber el refrescante e irremplazable líquido se mojó abundantemente el pelo y la cara.

Sintiéndose más fresco cerró la canilla y se dirigió a la fila de mingitorios. Sacó su verga del short, y con esa inmensa sensación de placer que se siente al orinar dejó que su vejiga comenzara a vaciarse.

Casi había terminado cuando sintió unos pasos, y al mirar por el enorme espejo vio que Rodrigo venía subiendo la escalera.

Rodrigo. ¡Cuantas pajas se había hecho en su nombre! Era un tipo alto, de cuerpo fibroso con una buena musculatura. Tenía el pelo negro y ojos verdes, y un mentón cuadrado que le daba un aspecto tremendamente viril. Lo conocía desde hacía un par de años, cuando habían empezado a concurrir al gimnasio el mismo día. Simpatizaron de inmediato, y sin llegar a ser íntimos amigos habían mantenido un vínculo afectivo desde ese primer encuentro. Y también desde aquel entonces, Gonzalo había quedado prendado del muchacho aunque jamás le había insinuado nada porque Rodrigo era casado.

Y desde hacía tres semanas, flamante papá.

Rodrigo entró al baño y decidido se dirigió a la fila de mingitorios. Entonces notó que había alguien allí, pero al reconocer a Gonzalo sonrió aliviado y continuó su marcha ocupando el lugar contiguo. Se bajó apenas el short, y manoteando dentro con dificultad sacó su verga dejando ver una erección impresionante.

Sorprendido, Gonzalo abrió los ojos enormemente. Siempre supuso que su amigo tenía una buena tranca a juzgar por el abultado paquete, pero nunca imaginó que iba a comprobarlo de una manera tan rotunda. El espectáculo lo fascinó, pero cuando notó que su propia polla comenzaba a ponerse rígida la guardó rápidamente en su pantalón.

" ¡Caray amigo, cómo estás! ¿Qué te puso así? " preguntó Gonzalo, tratando de desviar sus ojos de ese tentador pedazo de carne.

Con cierta pena, Rodrigo se apretó el miembro y suspiró.

" Ah, mi amigo! Qué dura es la cuarentena! ".

Gonzalo lo miró extrañado, pero luego recordó la reciente paternidad de Rodrigo y el famoso período de abstinencia post - parto. Sintió compasión por su amigo, e imaginó que duro debía ser para un joven de veinticuatro años estar sin follar durante varias semanas seguidas. La verdad es que a él, que tenía apenas dos años más que Rodrigo, se le haría insoportable.

" ¿Tu mujer no quiere tener sexo aún? ".

" No, fue el médico quien recomendó que esperáramos, y le estamos haciendo caso a rajatabla. Ella lo soporta bastante bien, pero yo estoy como loco. No te imaginas lo que es tenerla al lado en la cama y no poder . . . ya sabes. Quizá lo que diga te parezca aberrante, pero cuando la veo dándole el pecho al niño . . . ¡Dios, como me prendería de la otra teta! Desde hace una semana vivo excitado. Recién vi a estas muchachas nuevas haciendo ejercicios para los abductores, abriendo y cerrando las piernas, y me empalmé en el acto. Y me vine aquí arriba, seguro de que no habría nadie, para bajar esto de alguna manera ".

Mientras hablaba se apretaba y masajeaba la durísima tranca, haciendo que Gonzalo sufriese lo indecible.

" ¿No habrás pensado en . . . ".

" ¿. . . coger con otra? No, nunca " respondió Rodrigo con firmeza. " Pero ya no sé que hacer" .

El corazón de Gonzalo latía a toda velocidad, y su verga se había endurecido despiadadamente. Una idea había cruzado por su cabeza, y por más que trataba de desecharla el descabellado pensamiento volvía una y otra vez. Tragó duro, y aún sabiendo que lo que iba a intentar podía costarle su amigable relación con Rodrigo comprendió que no tendría otra oportunidad como esa, y decidió arriesgarse.

" Tal vez deberías buscar otra alternativa ".

" Sí! ¡Meneármela como cuando era un adolescente! " dijo Rodrigo riendo.

" No, no me refería a esa alternativa ".

" No . . . no te entiendo ".

" Bueno . . . para qué están los amigos? ".

Durante unos segundos que parecieron eternos Gonzalo miró fijo a los ojos de Rodrigo, explicándole con la mirada lo que no se atrevía a decir con palabras. Después bajó sus ojos hacia la durísima tranca, volvió a mirar a su amigo, y sin decir nada se agachó hasta quedar a la altura de la entrepierna de Rodrigo apoyándose contra un recodo de la pared, y abrió la boca.

" ¡¡¿Qué haces?!! ".

Rodrigo se quedó tieso, sorprendido por la actitud de su amigo y dio un paso atrás. Pero evidentemente la tentadora oferta que le hacían y su irrefrenable deseo de actividad sexual borraron todos sus pruritos, y lentamente se acercó a Gonzalo y le metió en la anhelante boca el grueso y palpitante miembro.

Para Gonzalo, fue la gloria. Con auténtica devoción chupeteó ese mástil que le llenaba completamente las fauces y le cosquilleaba en la garganta, y mientras sus labios se deslizaban arriba y abajo del duro tronco escuchaba a Rodrigo quejarse de gozo. Hubiese querido que ese momento no terminase nunca, y mamar ese trofeo con toda la calma del mundo. Pero no sólo el lugar era inapropiado para ambos, sino que además sabía que su amigo no resistiría mucho el masaje de lengua que le estaba dando después de los largos días de abstinencia que había vivido. Por eso no se sorprendió cuando instantes después Rodrigo anunció su corrida, y en medio de fuertes espasmos comenzó a descargarse en la boca de su amigo.

Uno, dos, tres . . . Gonzalo perdió la cuenta de cuantos trallazos escupió la verga de Rodrigo. Sólo supo que mientras su amigo le sostenía firmemente la cabeza y daba sordos gemidos, su boca se vio inundada por una cantidad impresionante de lefa caliente y espesa. Tragó apresurado, pero no lo suficiente como para impedir que una parte del abundante jugo escurriese por la comisura de su boca.

Cuando por fin dejó de gotear, Rodrigo sacó su polla aún hinchada pero ya más blanda de la boca de Gonzalo.

" Yo . . . no sé que decir " balbuceó un Rodrigo avergonzado, que parecía haber tomado conciencia de lo hecho.

" Entonces no digas nada " dijo Gonzalo sonriendo. Después le revolvió suavemente el pelo a su amigo, y se encaminó hacia la escalera. Antes de empezar a bajar miró a Rodrigo, que seguía clavado en su sitio con los ojos puestos en él, y agregó:

" Te veo el martes ".

Pero Rodrigo no fue al gimnasio ni el martes, ni el jueves.

El sábado siguiente Rodrigo seguía sin aparecer, y Gonzalo comenzó a pensar que había cometido un terrible error. Cumplió con su rutina de ejercicios, y como siempre hacía después de su dura sesión de abdominales, subió al baño del primer piso para refrescarse.

Allí, parado solo frente a la fila de mingitorios con la gruesa polla totalmente endurecida, estaba Rodrigo. Cuando vio a Gonzalo sonrió, y acariciando su agarrotado miembro le dijo:

" Te estaba esperando ".

Y entonces Gonzalo supo que a partir de ese momento, el vínculo que lo unía a Rodrigo sería mucho más estrecho.