Cuarentena accidentada - IV - Una medicina demasia
Ya he pasado la primera noche con mamá... Y debo decir que ha sido la mejor de toda mi vida. Lo que no esperaba es la medicina que a primera hora tendría que darle a diario; y es que yo pensaba que ya no se fabricaban los supositorios en ningún sitio... ¡Menudo invento! ¡Veremos cómo reacciona mamá!
—¡David…! ¡David…! ¡David!
Súbitamente desperté con la voz de mi madre llamándome junto a mí. —¿Qué pasa…? —dije todavía con la cabeza embotada y sin saber muy bien dónde me encontraba.
—David, cariño…, perdóname, pero tengo que ir al lavabo…
Entonces fue cuando todo vino a mi cabeza golpeándome con fuerza en lo más hondo del pecho —por no decir entre mis piernas, que, entre la trempera de la mañana y los recuerdos de la noche, estaba aquello como un garrote.
—Voy, mamá… —dije con la voz pastosa todavía, a la vez que me levantaba por el lado izquierdo de la cama.
Con los ojos aún entrecerrados, acompañé a Marga hasta el lavabo. Cuando le bajé el pantalón y el tanga, me entraron unas ganas tremendas de hundir mi nariz sobre aquellos pelos bien perfilados y de color negro. Sin embargo, de inmediato fui consciente de lo que hacía y de lo que no debía hacer. Con delicadez, la senté en el váter y empecé a escuchar el fuerte ruido de su orina cayendo dentro de la taza.
—Perdona, hijo, que te haya levantado así, pero es que casi me meo en la cama… —Escuché como me decía.
—No, mamá —respondí automáticamente, pues aún estaba con medio cerebro dormido—, no tienes que pedirme perdón… Ya te he dicho que no debes preocuparte por mí… —me froté los ojos mientras le hablaba, sin dejar de escuchar el ruido de su orina cayendo en la taza—. ¡Aquí, quien necesita ayuda de verdad eres tú!
—¡Ay, hijo mío! —me respondió—. ¡Te quiero más…! Ven y dame un beso antes de limpiarme…
Al agacharme para besarla en la mejilla, desvié un poco mi rostro para que de ese modo mis labios rozaran levemente la comisura de los suyos. Fue una tontería, pero me ayudó a despertar de un modo algo más agradable.
Una vez la hube secado, le pregunté qué tal estaba y cómo había pasado la noche.
—He dormido genial, cielo… —me dijo—, pero me he levantado con un poco de dolor en los brazos. Supongo que debe de tocarme ahora alguna pastilla…
—Es verdad, mamá. Ven, te acompañaré al sofá para que me esperes sentada… Así, me lavaré la cara, haré pis y después miro qué tienes que tomarte, ¿vale?
—¡Sí, cariño! —respondió, mientras me miraba alejarme llena de ternura.
Mientras miraba el papel que había escrito el doctor, tratando de descifrar qué era aquello que había escrito, noté los ojos de mi madre clavados en mí. Con cierto apuro, la observé, y entonces ella me sonrió.
—Estoy muy contenta de tenerte, mi amor… —Yo le sonreí, dejando que mis nervios se relajaran al haber estado tensos, pensando que me había descubierto en mis pérfidas andanzas.
—Anda que yo, mamá… —respondí, casi de un modo automático mientras abría la caja de las pastillas que, en ayunas, debía tomarse. Sin embargo, aquello no eran pastillas.
El rostro de Marga lo dijo todo. No se trataba, digamos, de un medicamento que se tomara por vía oral, sino que se trataba de un supositorio…
—¡Mamá…! —exclamé mientras le mostraba el contenido de aquella caja. La expresión de mi madre, como respuesta, fue todo un poema… No sé cuántos colores pasaron por ella, desde el blanco hasta el rojo, pasando por el morado—. ¿En serio todavía se fabrican…? —le solté, aunque en lo más hondo de mí estaba la mar de contento de que alguien se hubiera inventado aquel diabólico producto alguna vez.
—¡Ay, hijo…! —soltó Marga, con la boca abierta y sin poder cerrarla. Entonces, para mi sorpresa, la asaltó un ataque de risa que comenzó a hacerla llorar… Yo, notando como la sangre se me iba acumulando más y más en la polla, solo fui capaz de sonreír con cara de estúpido.
Entonces, recordé con cristalina claridad el rostro del doctor cuando comenzó a anotar cada uno de los medicamentos que había recetado a mi madre, justo después de decirme que tenía que comportarme como un “ auténtico hijo ”… ¿Era una sonrisa? ¡Joooder!
—Mamá —la interrumpí—, menos mal que te lo estás tomando con humor…
—¿Por qué lo dices, David? —inquirió ella.
—Por lo que pone en el prospecto, mamá. —Su silencio me invitó a proseguir—. Tienes que tener el supositorio metido dentro durante media hora para que se disuelva; y durante todo ese tiempo no puedes ir al váter…
—¿Qué? —dijo, algo espantada—. Pero si recuerdo que cuando mi madre me los ponía de pequeña me tenía que tapar el culo con el dedo porque, si no, me iba directa al lavabo…
Yo no sé qué vio mi madre en mi expresión, pero algo tuvo que reconocer, porque, mordiéndose el labio inferior y con los ojos cerrados, empezó a negar con la cabeza al tiempo que decía:
—Por favor… que tu padre nunca sepa esto… —como un pensamiento en voz alta.
—Vamos, mamá… —solté, tratando de animarla—, ¡que ya verás como no será para tanto…!
—¡Ay, hijo mío! —Me miró aterrada—. Te estoy haciendo pasar por cada cosa… Yo no sé cómo no te da cosa mirarme todavía…
—Mamá —me arrodillé junto a ella, como empujado por una poderosa fuerza gravitatoria—, no vuelvas a decir eso, ¿me oyes? No vuelvas a decirlo ni en broma… ¡Yo no quiero estar en otro sitio que no sea este, y tampoco quiero estar con otra persona que no seas tú!, ¿vale?
—¡Te quiero tanto, David…!
—¡Venga, vamos a hacer esto cuanto antes! Y que no vuelva a escucharte diciéndote algo así, ¿vale, mamá?
Dado que el tiempo que íbamos a necesitar era de un mínimo de media hora, decidí llevarla hasta un lugar cómodo que nos permitiera estar tranquilos y que no la fatigara. Así, nos fuimos a su cama.
—A ver, mamá, voy a colocar las almohadas para que te tumbes sobre ellas sin que te moleste la postura y sin que te apoyes sobre las escayolas, ¿vale? —Tomé aire—. Y ahora voy a bajarte el pantalón y el tanga…
Una vez la coloqué en posición, tumbada sobre el colchón con su culo en pompa, me fui al lavabo para lavarme bien las manos. Entonces vi mi móvil allí, y pensé en que me gustaría tener aquello grabado para quién sabe cuándo…
—¿Estás preparada, mamá? —le dije, tras haber colocado mi móvil en una posición privilegiada y haber extraído el supositorio de su envoltorio. Ella asintió, y después dejó ir un débil sí.
Con sosiego, comencé por colocar el supositorio, con la parte no puntiaguda —tal como indicaba el prospecto— sobre su ojete. Noté que ella apretaba su ojete para evitar que el pequeño proyectil la penetrara…
—Mamá —dije—, tienes que relajar tu ojete, si no, no podré metértelo…
Escucharme decir aquellas palabras me la puso más dura de lo que hasta entonces había estado. Y fue en aquel preciso instante cuando me percaté de la situación que estaba viviendo: mi madre, tumbada sobre su cama y desnuda de cintura para abajo, me ofrecía su bonito culo blanco para que yo se lo penetrara con un supositorio, al tiempo que ella era incapaz de hacer nada por si misma… Y eso lo viviría al menos durante dos semanas —que era el tiempo que los gobernantes habían dado de momento al Estado de Alarma—. Decir que mi polla estaba completamente dura no haría honor a la verdad: ¡no quedaba una sola gota de sangre en el resto de mi cuerpo!
—¿Cómo te encuentras, mamá? —le dije mientras se lo movía en torno al ojete.
—Bastante nervio…¡Oh! ¡Oh! ¡Oh…! ¡Ay, David...! ¿Hasta dónde me lo has metido? —gritó, totalmente sorprendida, pues se lo había clavado justo cuando relajó su ano.
—¡Perdona, mamá! —respondí con mi dedo introducido en su ojete para que el supositorio no se escapara—. He pensado que así sería mejor…
—¡Joder, hijo… menuda imagen vas a tener de mí! —soltó, con una entonación que denotaba auténtico malestar—. ¡Bendita madre tienes a la que le has tenido que hacer de todo…!
—Mamá —la interrumpí—, ¿acaso no habrías hecho tú lo mismo por mí? —Como respuesta, ella calló—. ¡Pues eso!
—¡Ya…! Pero no puedo dejar de pensar que es una situación muy incómoda para ti… y muy humillan…¡Ah, ah, ah…! —se quejó cuando moví mi dedo dentro de ella— …te para mí.
—A ver, mamá… Las cosas han ido así, y es lo que hay. Al fin y al cabo, no hay nada de malo en lo que hacemos, ¿no?
—No, hijo, ¡claro que no! —sentenció—. Pero estoy segura de que habrías preferido poder quedar con tu amiga Ester, que es joven y con buen cuerpo, y no conmigo, que soy tu madre y encima una pureta…
—Pero ¿qué dices, mamá? —al exclamar, mi dedo entro algo más en su culo—. Si eres la mujer más atractiva y sexy que conozc… —Me callé de golpe, pues me di cuenta de que estaba hablando más de la cuenta.
—Si tú lo dices…
Entonces, un silencio se instauró entre nosotros… Yo sabía que ella estaba haciendo enormes esfuerzos porque el supositorio no se le saliera. Yo, por mi parte, los hacía para no separarle el coño con la mano y clavarle mi polla dura y caliente.
—Mamá… —dije—, ¿te puedo hacer una pregunta un poco íntima?
—¡Va… vaya, hijo…! —soltó—. ¡Podrías haber escogido otro momento…!
—Tienes razón, mamá… ¡Perdona!
—¡No, tonto…! Te lo decía en broma —dijo, girando un poco la cabeza para tratar de verme la cara—. Pregunta lo que quieras…
—Bueno… —carraspeé—. Es que lo que te he dicho de si tú no harías lo mismo por mí me ha hecho pensar…
—¿Pensar en qué, hijo…?
—Bueno… Si yo no pudiera usar las manos… ¡Bueno, ya sabes…!
—¿Qué…?
—¡Bueno…! —Mi dedo sintió cómo se apretaba el ojete de Marga en torno a él—. Si necesitas algo más… ¡ya sabes! Si necesitas darte… placer, ahora que papá no está… y tú no puedes…
—¿Me estás diciendo lo que creo que me dices, David…? —dijo mi madre con sorpresa en su voz, aunque no denoté enfado, pero tampoco deleite.
—¡Bueno, mamá…! —dije—. No te enfades… Lo digo porque yo necesito hacerlo al menos una vez al día… y no sabía si tú…
—¡No, hijo…! —me soltó, muy seria—. Yo no tengo tantas necesidades…
—Perdona, mamá… No quería molestarte…
Pero ella no me respondió y se quedó callada durante unos instantes.
—No te preocupes, hijo… —su culo estaba cada vez más tenso—. Yo ya me imaginé que estas cosas podrían pasar, pero ya te digo yo que te lo quites de la cabe… ¡Eh, eh, eh…! —se quejó, al moverle yo el dedo por dentro—. ¡No lo muevas, David, por favor…!
—Perdona, mamá…
—¿Cuánto tiempo llevamos, hijo…? —me preguntó con un hilo de voz.
—Pues… —dije, mientras miraba el despertador que quedaba a mi espalda—, unos diez o quince minutos…
—Bueno… —dijo ella—, prueba a sacar el dedo poco a poco a ver qué tal se ha disuelto el supositorio…
Lo que pasó entonces no consumió más de un minuto de tiempo, y sin embargo yo lo viví con una fuerza y una intensidad sorprendentes.
Con lentitud fui retirando mi dedo medio del ojete de mamá. Para hacerlo, apoyé mi mano izquierda sobre su nalga blanca y redonda, pues se lo había metido hasta el fondo y no deseaba lastimarla… Mientras notaba el roce del interior de su culo en mi dedo, vi como su ano se quedaba un poco dilatado cuando aún no había extraído ni la tercera falange. Aunque ella pretendía ocultarlo, escuché cómo dejaba salir el aire de sus pulmones a través de un jadeo mudo que llegó hasta mí como un placentero ¡Aghhhhh!
«¡Bueno, esto se acaba!», pensé cuando mi uña ya asomaba del interior de su culo abierto.
—¡NO, NO! ¡NOOOOOOOOOOOOO! ¡MÉTEMELO, RÁPIDO! ¡MÉTELOOOO…! —No tuve tiempo ni de pensar qué hacía; de golpe, penetré el ojete de mi madre con el dedo que acababa de sacarle. Se lo introduje con tanto ímpetu, que este entró mucho más hondo de lo que había entrado antes—. ¡AH, AH! ¡AH…! ¡SÁCALO, SÁCALO! ¡SÁCALO, COÑO…! ¡AH…! —gritó mi madre al sentir que acababa de follarle el culo con mi dedo. Entonces, lo saqué rápidamente.
»¡NO, coño…! ¡Vuelve a meterlo, joder, que se me va a salir todo…! —Me volvió a ordenar con desesperación—. Entonces, volví a clavárselo sin reparar en hacérselo con cuidado.
»¡Aaaaaaahhhh…! —Aquello más me pareció un jadeo que una queja—. ¡No tanto, hijo…! ¡Sácalo, por favor…! —Y de nuevo volví a sacarle el dedo del ojete, el cual se mostraba totalmente abierto antes mis ojos, con ella acostada e indefensa.
»¡No lo saques del todo, bobo, que me voy a cagar encima…! —gritó, desesperada… El hecho de que me llamara bobo resultó muy molesto para mí, por lo que, sin pararme a pensar en lo que hacía, empecé a meterle y sacarle el dedo del ojete, follándoselo al tiempo que la escuchaba jadear—.Ah, ah, ah… joder… no… David… por favor, no… ¡Ah…! Para… para… por fa… vor te lo suplico, David…, deja de hacerme eso, joder… ¡Ah, ah, ah…! ¡Hijo, no… por favor… no lo hagas… para ya…!
—¿Pero no me has dicho que lo saque y lo meta? —pregunté, haciéndome el tonto—. ¡A ver! Qué quieres: ¿lo dejo dentro o lo saco, mamá…? —me hice como el que no entendía ni sabía que debía hacer mientras seguía con el mete-saca, follándole el ojete a mamá.
—Hijo… Déjalo dentro sin sacar… lo por fa… favor… o vas a hacer que… ¡AHHHH!
—¿Qué pasa, mamá…?
—¡Para de follarme el culo, hijo, POR FAVOR…! ¡AH, AH, AH! ¡PARA YA…! ¡Ah, ah, ah! ¡Por favor…!
—¡Ay, mamá…! —le solté con la voz más inocente que pude, como si no hubiera sido consciente de lo que había estado haciendo—. ¡Perdona! —Y entonces me detuve con el dedo dentro de ella…
—¡Joder, David…! ¡Me has follado el culo! —dijo con la voz entrecortada, y respirando agitadamente—. ¿Puede saber…se por qué lo has hecho…?
—Perdona, mamá… Es que me he puesto nervioso y no sabía lo que hacía… Había entendido que querías que hiciera eso y…
—Joder, hijo… Pues ten cuidado, leches… ¡Uffff…! ¡Me escuece el ojete una barbaridad…!
—¿Quieres que saque el dedo…? —pregunté con inocencia.
—¡NO! —soltó, recuperando la intensidad de su voz—. ¡Déjalo donde está, anda, pero no lo muevas más…! —Entonces, tras decir aquello, se dejó caer sin fuerzas sobre la cama.
Con disimulo, miré hacia su coño y vi que, aun con sus labios exteriores algo cerrados, parecía fluirle un pequeño hilo de flujo. Decidí girar la mano —como si quisiera acomodarla—, de tal modo que mi pulgar le rozó su precioso chocho.
—¡Aaaahhh…! ¡David, por favor…! —gimió mi madre, sin fuerzas para oponerse a mucho más cuando mi dedo meñique pasó por su raja, abriéndosela levemente, para comprobar que, en efecto, mi madre se había excitado con mi mete-saca.
—Perdona, mamá —respondí—, es que tenía la mano mal colocada…
—Ya, ya… —soltó, comenzando a reírse un poco—. ¡Menudo canalla estás tú hecho, cielo…! —Yo me quedé a cuadros—. Pero esto no puede ser, ¿eh? Espero que lo tengas claro, mi amor…
—¿Ser el qué?
—Ya lo sabes muy bien, David… —Y volvió a reír—. Si tu padre supiera algo de esto… ¡Madre mía, pobrecillo…! —diciendo esto, parecía que estaba hablando con ella misma, más que conmigo.
»David —dijo entonces de golpe, mientras yo estaba dedicándome a mirarle el coño, y disfrutar de la vista que tenía mientras me rozaba con la otra mano a su espalda—, ahora que estamos en una situación así… tan íntima…
—¿Cómo íntima? —pregunté yo.
—A ver, hijo… ¡No te hagas el tonto, que de tonto no tienes nada…! Más bien lo contrario… —Me reí discretamente al saberme descubierto y ver que no se tomaba tan mal el hecho de que la hubiera penetrado con mi dedo por el culo—. Dime, ¿ha estado con alguna chica? ¿Qué me dices de Ester…? ¿Sabes que el próximo curso la voy a tener en clase?
—¡Mamá…! —Me puse un poco colocaro—. Ya te he dicho que no me mola…
—Bueno… Pues si no es ella…, será otra, ¿no? —insistió.
—Sí… bueno…
—¿De veras? —se giró y casi me pilló con la mano sobre mi paquete—. ¿Quién es? ¿La conozco? ¡venga… es injusto que yo esté así y que tú no seas capaz ni de decirme quién te gusta!
—Bueno… No sé si me gusta o no, mamá… —Ella puso una extraña expresión en su rostro, mezcla del morbo y de saber que iba a descubrir algo que ansiaba conocer desde hacía mucho—. Se trata de Lucía…
—¿Lucía? —Su mirada expresó la decepción—. ¿Qué Lucía…?
—Lucía Pérez…
—¿LUCÍA PEREZ…? —gritó, con una expresión de excitación tremenda—, ¿la profesora de historia…? ¿En serio…?
—¡Joder, mamá, no te pongas así! ¿Qué pasa?
—¿Que qué pasa? Pasa que me saca 10 años…, ¿lo sabías? —Yo asentí, y ella pareció sorprenderse aún más—. ¿Y no te importa…? ¿No te importaría estar con una mujer con muchos más años que tú?
—No… ¡Claro que no, mamá! ¿Por qué debería importarme?
—Bueno… No sé… porque…
En aquel instante, empezó a sonar el teléfono de mi madre; mi abuela la estaba llamando.
—¡Ay, hijo…! —dijo, algo alterada, como si la hubieran arrancado de profundos sueños—, suena mi móvil. ¿Podrías descolgarlo y ponerlo con el manos libres, por favor?
—¿Hija? —sonó la voz de mi abuela desde el aparato, el cual había acercado a mi madre con la mano que me quedaba libre—. ¿Cómo estás? ¿Qué tal lo lleváis?
—¡Hola, mamá! —respondió mi madre con alegría extrema, como si temiera que podían descubrir lo que estaba pasando en casa—. Estamos muy bien, ¿y vosotros?
—¡Muy bien, hija! Aquí estamos tu hermana, tu sobrino y yo. ¿Diego se ha ido al final a cuidar a sus padres?
—Sí. Nos hemos quedado aquí David y yo…
Mientras mi madre mantenía aquella conversación, comencé a notar que su voz llegaba a mí cada vez más lejana y débil… Mis pensamientos comenzaron a centrarse en su cuerpo desnudo, en su culo y en el dedo que se encontraba dentro de su ojete.
—Lo siento, mamá… —me escuché decir mientras mi madre mantenía una conversación acerca de lo que podría alargarse el estado de alarma, al tiempo que comenzaba a moverle el dedo dentro de tu ojete y le introducía el anular y el meñique dentro de su vagina, mientras le acariciaba el clítoris con los dedos de la otra mano.
—¡Aaahhhh! —jadeó mi madre.
—¿Qué te pasa, hija…? —se escuchó la voz de mi abuela al otro lado, algo asustada.
—Na… da, mamá… —soltó, nerviosa—. Que creía que se me caía el móvil. —Mientras decía eso, sus pies empezaron a subir, y su cuerpo comenzó a moverse sobre la cama, como el de una culebra, tratando de que yo la liberase.
—Lo siento, mamá… —le susurré sin parar de tocarla, masturbándola.
—¿Estás ahí, hija…? ¿Estás ahí…? —se oía la voz de mi abuela.
—Síiiiii… Sí, mamá…
—Cariño… Estás muy rara… ¿Has hecho compras suficientes para no tener que salir durante estos días?
—Sí, ma… má… Sí… —En ese instante, dejó de oponerse a mis movimientos—. ¿Quieres contarme lo que… estáis haciendo allí…? Es que estoy un po… co afónica…
Al ver que ya no se rindió, decidí dejar de acariciar su clítoris para, tras colocarme entre sus piernas, viendo que ella se dejaba hacer, escuchando a mi abuela hablar como un loro mientras ella solo contestaba «sí» o «ajá», bajarme un poco el pantalón y el bóxer lo suficiente como para dejar salir mi polla enorme y dura, como empujada por un resorte, al exterior. Entonces, llevé la punta de mi polla hasta su coño. Tras frotarla en él, mi madre se giró hacia mí, y con los ojos abiertos como platos, empezó a negar con la cabeza y a mostrar una expresión de auténtico temor…
Con todas las ganas del mundo, y sin sacar el dedo del ojete de mi madre, empujé mi polla para que se introdujera dentro de su coño. Como si se tratara de un cuchillo tomando una pequeña porción de mantequilla, sentí como todo mi rabo penetraba el chocho de mamá. Ella, con los ojos cerrados y presa del placer, solo pudo abrir la boca, dejando ir el aire de sus pulmones si osar decir una sola palabra por temor a que mi abuela se percatara del algo. Entonces, moviéndome rítmicamente, al tiempo que mi dedo entraba y salía de su precioso ojete, empecé a follármela sin piedad y gozando por completo de aquella inesperada situación.
—¿Me oyes, hija…? —Sentí la voz de mi abuela hablando por el móvil.
—¡Sí… sí… sí… ma… má…! —respondió Marga, expuesta a mí y dejando que me la follara a placer.
—Estás muy rara, cariño… ¿Quieres que hablemos después?
—Sí… mamá… Despu… és ha.. blamos…
En ese instante, cogí el móvil de mi madre y se lo apagué sin dejar de follármela como un poseído.
—¡David, coño, por favor…! Para joder, que soy tu madre… ¿Es que no lo ves?... ¡Uffffff!
—Ya lo sé, mamá… Pero es que no me he podido resistir… Por favor, perdóname —le dije sin bajar un ápice el ritmo de mi follada.
—¡Joder, hijo, ya lo veo…! —jadeó—. Menuda polla… es el doble que la de papá… ¡Ahhh! Vamos, que estoy a punto de correrme, cielo… ¡Vamos…! ¡Va…! ¡Ahhhh… ahhhhh! Vamos… Me corro, hijo, me corro… ¡ME CORRO!
El culo de mi madre se levantó levemente, permitiéndome clavársela hasta el fondo con todas mis fuerzas…
—¡AHHHHH! ¡DAVID… ME CORRO… AHHHHH! —Aquel grito, desde luego, no pasó desapercibido para los vecinos que hubieran podido estar distraídos a aquella hora de la mañana en su casa.
—Yo también mamá… Yo también, mamá… Me voy a correr…
—Hazlo fuera, hijo, hazlo fuera… por favor, hijo… Hazlo fuera, que me vas a preñar… ¡Hazlo fuera…! ¡HAZLO FUER…AHHHHHHHH!
Aunque lo intenté, noté que la primera descarga de leche caía dentro de su coño, caliente y con fuerza, provocando en ella un fuerte gemido… Sin embargo, sacando polla y dedo de coño y culo, respectivamente, y agarrando fuertemente sus caderas, empecé a correrme sobre su espalda, logrando que las descargas llegaran incluso a la parte trasera de su cabeza, manchando aquella melena rizada de color negro de blanca y pegajosa leche.
—¡Joder, hijo mío…! ¿Estás loco o qué? Acabas de follarme… ¡Que soy tu madre, coño…! Que esto no está bien… ¡Que soy tu madre y me has follado como si fuera una vulgar puta…!
—Lo siento, mamá, lo siento… —le dije mientras veía salir el chorrillo de semen de su coño mojado y abierto—. No he podido evitarlo…
—Por favor… No volvamos a hacerlo, David; esto no está bien… Si tu padre se enterase de esto… ¡pobrecillo…! Si supiera que ha sido su propio hijo el que me ha pegado la mejor follada de mi vida…