Cuarentena

Yo me quedé solo en la habitación eyaculando en la oscuridad con una pierna en la cama y la otra el suelo.

Tratamos de hacerlo nuevamente un par de días después, pero nada, no se podía entrar en mamá, estaba súper sensible; entonces comenzamos a llevar una vida "normal".

Un día quise hacerle sexo oral, pero tampoco se pudo, mi culpa y calentura iban en aumento.

Yo no dejaba de echarme la culpa, "la destrocé" era lo que me decía la conciencia, también me sentía un "animal", esa maldita culpa me hacía repetir como un mantra: "es mi culpa, perdón mami".

Nuestros días eran: despertarse, bañarse, desayunar, hacer tareas (del colegio o ayudarla en la limpieza), cocinar o pedir comida, limpiar lo que ensuciamos y volver a bañarnos, eso sí, por separado, era mucha tentación tenerla desnuda y no poder hacerle nada.

Volvimos a la rutina de madre e hijo que era lo que más me gusta de mi vieja. Ella me cuida, cocina mis comidas preferidas, me malcría, me llena de amor de madre (qué es muy diferente al amor que me tiene como mujer) en fin, soy su favorito

Después de bañarnos a la siesta nos sentamos en la sala o nos tiramos en su cama a ver series o películas, pero ya no como madre e hijo sino como novios, yo la abrazo y mamá recuesta su cabeza en mi pecho, podemos hablar lo que sea por horas, sinceramente es muy difícil no intentar algo con ella, es muy sexy. Al principio se acostaba desnuda, eso a mí me la ponía super dura, un día me hizo la paja y se la tiró toda en la cara.

Salió hacia el baño y yo me limpie con su ropa, mientras estaba parado secándome la verga con su remera, la ví por la puerta entreabierta comiéndose mi semen, no fue mucho. La cuestión es que mamá estaba cachonda como yo.

Tuvimos que hablar de otros temas, ampliamos nuestras charlas monotemáticas de sexo, por temas generales: pandemia, clima, series, películas, música, sus gustos, mis gustos, en fin que nos terminamos conociendo de otra forma, no como madre e hijo, así la conocía demasiado bien, sino como pareja.

Un día hablamos de sexo oral. A ella no le gusta me dijo:

  • Los hombres son muy brutos

  • Yo no voy a ser "bruto" mamá!

  • A no? Por bruto ahora estamos cómo estamos.

Hubo silencio de mi parte.

  • Bebé, querés aprender algo?

  • Si!? - dije con dudas.

  • Te voy a enseñar a darme sexo oral.

  • Me vas a enseñar a chupartela?

  • Si, eso - dijo algo incómoda.

  • Decílo...

  • Te voy a enseñar a chuparmela. A chuparme la concha - sonreía entre pícara y nerviosa.

Lo intentamos, pero el solo hecho de calentarse ya la dejaba hiper sencible y ni hablar de rozarla.

La clase de cómo chupársela a mi mamá terminó siendo teórica y no práctica, pero presté mucha atención.

Otro día ella me dijo:

  • Amor, seamos siempre sinceros, nunca me gustaron los secretos y el que tenemos es demasiado.

  • Lo sé, tenemos un secreto muy grande y a mí tampoco me gustan los secretos, ni tenerlos, ni guardarlos, ni que los tengan conmigo.

Las siestas de ver tele en la cama las tuvimos que hacer con ropa, ella se vestía con pijamas gruesos de gente vieja, algo para nada sexys, cosa de no provocarme.

Esto nos llevó a conocernos más, a gustarnos más. Hablábamos de todo y en casi todo coincidimos.

Llegué a la conclusión de que era perfecta para mí. Mi meta es hacerla feliz y dejarla satisfecha.

A todo esto nunca me permitió ver cómo se hacía las curaciones.

Del día que se curó pasaron tres días dónde casi no nos veíamos.

Me envió un mensaje yo estaba en la casa del fondo:

"Vení a la cama a ver la tele con mami"

Llegué y me puse cómodo, ella salió del baño en bata, la cual se bajó mostrando los hombros.

  • Hoy es nuestro día.

Tragué saliva y así tirado en la cama me saqué todo lo que tenía.

  • Estás listo para mí?

Asentí con la cabeza. Dejó caer al suelo la bata, ahí estaba, completamente depilada, firme y dura, yo me quise incorporar, pero mamá me lo impidió con su mano en mi pecho mientras pasaba una pierna sobre mí. Se pasó los dedos por la vagina y los llevó a mi boca, su sabor es único.

Se sentó sobre mi pija dura e hinchada y se frotó el clítoris, la vagina y hasta el ano. Me quise prender a su teta, pero mientras me agarraba de la verga me dijo:

  • Mirame.

La ví y también ví cómo se ensartaba conmigo.

  • Mírame te dije - dijo exaltada o más bien exitada - mirame, por favor mírame.

No había entrado ni la mitad que puso los ojos en blanco y empezó a tener su orgasmo. Se dejó caer y se ensartó solita jadeando, gimiendo, temblando, vibrando. La abracé para poder besarla, fue uno de los besos más intensos hasta hoy.

Con las manos en las nalgas entré a levantarla y bajarla, a deslizarla sobre mi pija. Ella me agarró las muñecas y las separó diciendo:

  • La primera vez me sirvió para conocerte...

Empezó a moverse muy sexy.

  • ...para saber qué te gusta...

Mientras esto pasaba yo alucinaba.

  • Hoy espero que aprendas... ahhh algo de mí.

Era increíble, yo creía que coger era entrar y salir, entrar y salir y NO, ella se movía de adelante hacia atrás, a veces de costado como bailando o haciendo círculos, pero todo eso sin levantarse, meneándose con ritmo.

  • Así me gusta a mí. Qué me amen. Qué me dejen hacer. Te gusta como me muevo?

  • Si si, mucho no dejes de hacerlo mami.

Ella se movía más intensamente, se aplastaba sobre mí succionando y  apretando mi verga en su húmedo y caliente interior.

Un rato después, siempre moviéndose de atrás hacia adelante, despegó un poco su cola de mí, siempre con el mismo movimiento, pero ahora entrando y saliendo hasta la mitad contoneándose de forma sexy como una bailarina árabe. Es una diosa, mi amor y admiración crecieron en ese instante.

Respiraba entrecortado, su cabello caía en su rostro y cuando se lo ponía detrás de la oreja y me sonreía más enamorado estaba de mi mamá.

Era muy intenso, ella preguntaba mucho:

  • Te gusta? Te gusta?

"A quién no podría gustarle" pensaba yo.

En un momento se dejó caer clavándome todo en ella solo para besarme y preguntarme:

  • Te gusta?

Mi respuesta fue rodar y quedar sobre ella.

  • Me encanta Eva.

Ella me atenazó con sus piernas moviendo su pelvis.

  • No me cojas como la otra vez, acompañá mis movimientos, seguime, aprendé lo que me gusta y cómo me gusta.

Esto lo decía besándome, jadeando, gimiendo, retorciéndose durante el orgasmo.

Yo me desboqué como caballo salvaje y cuando ella se vino me sentí libre, quería acabar en ella.

'Ahhh' era lo que decía a cada embestida y cada embestida era ahora más intensa y más corta. Yo quería darle fuerte y descargarme.

Ahhh ahhh ahhh ahhh aaaaahhh.

Apoyó sus pies en mi culo para que pare.

  • Uhmmmm eso es lo que no tenés que hacer. Pensar solo en vos y no en mí, no en tu pareja.

Me hizo rodar y quedó frente a mí.

  • Así como lo hacés - esto lo dijo simultáneamente mientras se movía rápido - vas a acabar pronto y me vas a dejar a medias, insatisfecha. Si lo haces como te digo - moviendo lenta y sensualmente sus caderas- vas a durar más, mucho más.

Después paró, se levantó y se prendió un porrito.

  • No sabía que fumabas.

  • Qué me decís siempre de tu papá?

  • Qué es un buen boludo? - contesté/preguntando.

  • Y por lo del divorcio?

  • Qué me querés decir?

  • Qué ahora mismo te pareces a él. Solo buscás tu placer en mi vagina. Si querés aprender a complacerme, te voy a enseñar. Sino se termina acá, prefiero perder a un mal amante a perder a mi hijo.

Casi lloré, dejó mi dignidad ahí por el suelo.

  • Yo, yo - dije tartamudeando - quiero aprender mamá.

  • Querés? - me ofreció el porro.

Me acerqué a agarrarlo y ella se alejó para vestirse con la bata.

  • Vestite y vamos a cocina.

Tenía mucho miedo, temblaba casi. No a que me regañe, más bien a que termine conmigo. Ella se fue a preparar café, yo me vestí y fuí al baño a tranquilizarme dándome animo frente al espejo.

Ya con los cafés en la mesa me dijo:

  • Si fuésemos un matrimonio ya te estaría pidiendo el divorcio.

Qué avergonzado me sentí.

  • La primera vez en la casita fué increíble y muy especial, lo que pasó después acá en la casa fue terrible, pero 'algo' lo disfruté porque me sentía plena.

La miré con tristeza.

  • No te digo esto para que te pongas así. Te lo digo para que te pongas las pilas bebé, o querés que busque afuera lo que en casa no me dan?

Eso último lo dijo señalando detrás de sus hombros con el pulgar en dirección a la casa de los padres del pendejo que se quería coger.

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Fue la conversación de mi vida. Hablamos la noche entera agarrados de las manos; de como se siente ella, de como me siento yo y de como nos sentimos estando juntos. De mi hermana, siempre dije que ella también siente algo por mamá. De amor. De deseo. De comida. De todo.

Antes del amanecer me armé un último porrito. Mamá tocó mi mano.

  • Prendete eso y vamos a la sala, hablemos de sexo - agregando luego - Si lo vamos a hacer hagámoslo bien mi amor.

Me lo prendí y sentados en el sofá me dió una clase detallada de mí, hablando de mi cuerpo y todo lo que le gusta de él. Después me dió la lección más importante de mi vida, una lección sobre ella misma, me habló de lo que le gusta de su cuerpo y lo que no.

Yo no entendía como podía verse al espejo y no gustarse tanto como a mí me gusta.

Me contó de cada parte de su cuerpo y como estimularlo, dónde besar, dónde lamer, dónde chupar, dónde agarrar, dónde apretar, dónde darle masaje y cómo, también dónde combinarlas.

  • Tenés que ser generoso con la mujer que te acompaña.

Seguimos hablando de qué le gusta que le digan, de cómo tratarla con amor y deseo y cuando cambiar a deseo y pasión, de cómo besarla. De cómo ella quiere que sea nuestra próxima relación anal.

Hicimos un acuerdo de cómo dividir el día y nuestra relación para no aburrirnos ni perdernos el respeto, así lo hicimos:

En la mañana soy su hijo, la ayudo y hago mis tareas, vida normal de madre e hijo. Lo que no impide que si pinta coger cojamos. Es decir que si los dos estamos morbosos y queremos podemos hacerlo.

La siesta es para 'retozar' juntos, para hacer de novios, hablando, viendo series y películas, tocándonos, mirándonos, jugando al gato y al ratón, al quiero y no quiero.

Y finalmente la noche, donde todo puede pasar, siendo pareja, compañeros de la vida, viendo las noticias, cocinando si hay hambre, cogiendo si hay ganas, hablando de la vida, en fin siendo la pareja que somos.

Puso énfasis en el baño, ahí se puede hacer de todo, pero "el uso del inodoro es completamente privado sin excepción" - dijo. Sobre la cocina dijo "es mi lugar aquí solo somos madre e hijo", pero luego agrego: "con excepciones".

Después organizó horarios para hacer ejercicios y mantenernos en forma y distraídos. Típico de mamá: me da un regaño, una lección y encima me organiza la semana, cómo la Amo!

  • Eso sí - me dijo muy seria - no me vas a encontrar siempre receptiva, porque de lo contrario estaría día y noche abierta de piernas o con el culo empinado.

Estaba amaneciendo.

  • Ya es tarde - dijo mirando el amanecer - es de mañana - dijo resignada.

  • Tarde para qué, si no hay nada para hacer. Estamos en cuarentena mamá - dije riendo.

  • Andate a tu cama.

Me fui, cerré la puerta, me saqué la ropa, la pateé bajo la cama y me acosté.

Mamá llegó a su cama sin encender la luz, se sacó la bata y se acostó.

  • Es de mañana mi amor, andate a tu cama.

  • Todavía es de noche, al menos para mí - dije animándola.

  • Para mí también.

  • Creíste que no iba a hacer nada después de la noche que pasamos - le dije abrazándola y besándola.

Ummm mmmm ahhh aaaaahhh ohhh gemía, entregada y caliente.

  • Te voy a demostrar que te escuché.

  • Si amor, demostramelo.

Era una locura, yo estaba sobre ella, besándola, acariciando su cuerpo, lamiendo, chupándole todo, frotándola con todo mi ser, teniendo el mayor contacto posible de nuestros cuerpos.

Después ella me dominaba, se ponía sobre mí, frotaba sus tetas de un lado al otro sobre mi pecho o se deslizaba sobre mi hasta poner sus pezones en mi boca y luego deslizarse nuevamente hacia abajo, una vez en mis labios no quería volver a soltarlo.

A todo esto yo la apretaba del culo para que sienta mi erección, estábamos cada uno con una pierna en la entrepierna del otro, así que podíamos sentir el calor y la humedad del otro.

Cuando me daba los pezones yo les hacía de todo, primero subía la rodilla que tenía entre las piernas de mamá, así ella no podía deslizarse hacia abajo y me daba más tiempo con sus pechos, los apretaba, los acariciaba, los lamía, los chupaba, los estiraba, los babeaba, les pasaba toda la cara.

En esos momentos la calentura era máxima, mientras yo saboreaba sus pechos, labios y cuello, ella, mi mamá se masturbaba con la pierna que tenía levantada. Acabó en mi pierna.

En todo el acto nos decíamos cosas que ni entendíamos por lo agitada que teníamos la respiración.

Entre besos y manos que iban y venían me dijo:

  • eso fue maravilloso.

Estaba acomodándome separando sus piernas cuando me empuja y se sube sobre mí.

  • Ahora busquemos el equilibrio entre lo que te gusta y lo que a mí me gusta.

Me lo decía desde arriba con las piernas abiertas cerca de mi pija la cual masturbaba con los pezones cerca de mi cara y la mirada lujuriosa de una mujer cachonda.

Ni se terminó de "empijar" que ya estaba sube y baja desesperadamente, tenía razón si seguía así no duraría nada, por eso tomé el control y rodamos hasta quedar yo encima de ella; cambié el ritmo, pero no la intensidad; me iba hasta el fondo moviendo la cintura en un vaivén continúo con mucho contacto.

Ahí con un ejemplo práctico entendí lo de ser generoso con tu pareja, ella actuaba como yo y yo tratando de llevar las riendas para durar al máximo.

Traté de usar toda la información que me dió.

Todo era muy caliente, en un momento era quién dominaba la situación y en otro el dominado; le imprimía toda la pasión a cada movimiento, a cada beso, a cada estímulo para que sienta mi deseo.

Una vez que sintió que sólo buscaba durar más para darle más placer comencé a sentirla mucho más predispuesta a todo.

Descubrí algo único, porque lo descubrí solito: 'complacé a tu pareja y ella te va a complacer a vos', me complace complacerla y ella complacida busca complacerme para quedar a mano, lo cual se entiende como un doble beneficio para mí.

Lo hicimos de misionero, con las piernas en los hombros, de rodillas entre sus piernas con las manos en las tetas, de frente, de costado, ella arriba, de frente y de espaldas, de cuatro, boca abajo, con una almohada para levantar la culo, en cuatro empujando con las nalgas sentada sobre mí y yo con una mano en cada pecho.

Estando ya compenetrados éramos una fábrica de placer mutuo y ahí pasó.

La cama de la habitación es alta, mamá estaba de espaldas a mi, con un pie en el suelo y de rodillas en la cama con la otra pierna, yo detrás estaba moviendo la pelvis cortito, dentro y fuera, empujando bien adentro para que me sienta, con la mano izquierda en uno y otro pecho, estrujándolos, jugando con los pezones subiendo y bajando de las tetas a las caderas.

Entrando, saliendo, entrando, saliendo. Ella gimiendo y yo besando, chupando y lamiendo su cuello gimiendo, jadeando, bufando de placer.

Con la otra mano que iba de su clítoris exitándolo a sus hermosas caderas de dónde me aferraba y seguía deslizándome dentro de ella cada vez más rápido, cada vez más a punto.

De la nada mamá despega mis manos de las caderas, grita el nombre de mi hermana y sale corriendo de la habitación.

Yo me quedé solo en la habitación eyaculando en la oscuridad con una pierna en la cama y la otra el suelo.