Cuarenta y cinco días con Laura (Sexta Parte)

Después del primer polvo en condiciones de nuestros protagonistas, empieza el desenfreno sexual entre ambos. Pero siempre hay algo más...

Eran pasada las once cuando desperté; Laura ya no estaba a mi lado.

Desde pequeña, ella siempre había sido muy madrugadora. odiaba levantarse más allá de las nueve; al contrario que yo, que dormía más que un oso en invierno.

Recordaba el montón de sábados que había entrado en mi cuarto dando voces mientras tiraba de las sábanas de mi cama, a la vez que gritaba: ¡Arriba, dormilón!; y encendía la radio que tenía en mi habitación para ponerla a todo volumen, mientras yo refunfuñaba abrazado a la almohada por andar molestándome tan temprano los fines de semana.

Imaginé que estaría enredando por casa mientras hablaba con alguna amiga por teléfono, o habría ido a compra el pan; como siempre hacía después de ducharse, desde que estábamos en el pueblo.

Pero tan a gusto estaba a su lado, que hubiese deseado que mis ojos se hubiesen encontrado con mi hermana durmiendo todavía cuando se abrieron. Ya se encargarían mis labios de darla los buenos días después.

Pero claro, nunca se puede tener lo que uno desea. Aun así me consolé jugueteando con un pelo de su melena, que se había quedado en la almohada, para después recorrer mi nariz por toda la parte del colchón donde Laura había dormido, empapándome de todo el aroma que mi preciosa hermana había dejado esa noche en el.

Mientras lo hacía me sentía como el depravado que olisquea las braguitas de su hermana después de abrir el cajón donde las guarda, mientras se masturba pensando en lo que no puede tener.

Y joder, supongo que lo mío era peor. Mi hermana y yo ya no funcionábamos como tal. Ahora éramos amantes y nos queríamos mucho más que una pareja normal. Mis restricciones morales ya estaban olvidadas, y pensaba entregarme a Laura para el resto de mi vida en cuerpo y alma. Estábamos enamorados, y eso bastaba.

Lo de andar olfateando sábanas era lo normal en esos casos.

"Lo mismo decían los degenerados miembros de la Dinastía de los Habsburgo" -pensó el Hijo puta.

Mientras yo disfrutaba como un perrillo oliendo esa sábana, entró mi hermana por la puerta vestida con su "pijamita" habitual, que quitaba hasta el hipo a un caballo (si los caballos tuviesen hipo, que no lo sé). Siempre admiré como ella soportaba el tremendo frío que hacía en mitad de la jodida provincia de Soria, donde se encontraba nuestro pueblo, con apenas llevar casi nada puesto. Y siendo egoísta, bien que lo agradecía yo.

-Buenos días, peque. ¿Qué tal ha dormido mi hombretón? -preguntó risueña mientras sus manos sujetaban una bandeja con el desayuno.

-Buenos días, Laura. Muy bien, gracias -dije devolviendo la sonrisa-  Pero cuando he despertado y no te he visto a mi lado, te he echado mucho de menos, y me he puesto muy triste… -respondí poniendo morritos, tratando de imitar esos gestos suyos de niñita, que tan loco me volvían.

-Uyy, mi pobre peque… -dijo mientras soltaba la bandeja a los pies de la cama y se acercaba gateando hacia mí como una perrita mimosa- ¿Has echado de menos a tu hermanita todo este ratito? -susurró mientras acariciaba mis labios con los suyos- Perdóname, peque… Pero quería prepararte el desayuno y traértelo a la cama, como hace mamá con papá después de haberse tirado toda la noche follando con él -ya quisiera yo haberme follado a Laura durante toda la noche, pero me tuve que conformar con el impresionante polvo que me echó en el servicio, para después dejarme sólo que la chupase el coño hasta que se quedase dormida- ¿Me perdonas, Dani?... Porfa, porfa, perdóname, peque -dijo poniendo su carita más dulce.

-Ummm, no sé yo -la seguí el juego-. Tendré que pensármelo.

-Pues mientras te lo piensas, yo voy a ir desayunando. Que me ha entrado muchísima hambre.

Volvió a poner esa voz de zorrón que tanto me ponía, y fue bajando la cabeza hasta mi polla, que ya se encontraba más dura que el embrague de un Opel Corsa, y sin perder más el tiempo empezó a mamarme el rabo como una posesa.

-Uff, joder, hermanita. Eres la mejor dando los buenos días a tu peque -suspiré mientras me agarraba a la almohada con las manos, y disfrutaba de sus buenas maneras.

Su cabeza subía y bajaba sin control, mientras su pelo negro, que ahora estaba recogido en una coleta, se balanceaba a todos lados como si de un látigo se tratase.

Esta no era la misma felación que me había regalado la noche anterior mientras yo apretaba el culo sentado en la taza del váter; ni por asomo. Esta era una mamada salvaje, a lo bestia, como más la gustaba a mi hermana; destrozándome la polla a base de bien.

Sacaba mi rabo sólo para escupir parte de las babas que tenía en su interior sobre él, y volvía a introducírselo hasta la garganta, mientras yo escuchaba el sonido de lo que se estaba cociendo dentro de su boca, acompañado del desagradable, pero excitante ruido de las arcadas que la daban cuando intentaba introducirse mi carne hasta el esófago.

Y claro… Pasó lo que tenía que pasar.

"¿Ves, so moñas?, ¿tenía yo razón cuando te dije que no te vinieses arriba? Nuestra hermanita es demasiada hembra para ti… Pero bueno, al menos vas a durar  casi dos minutos… Date por satisfecho, alma de cántaro"

-¡Me corro, Laura, me corro! -grité, al ver que no podía resistir ni un segundo más lo que me estaba haciendo.

Se la sacó otra vez de la boca dejando un reguero de babas en su salida, y empezó a pajearme con una mano, mientras con la otra cogía una tostada y la colocaba al lado de mi venosa polla, que explotó como nunca antes lo había hecho.

Empezó a escupir mi espeso semen mañanero sobre toda la rebanada de pan, embadurnando de lefa su superficie como si de mantequilla se tratara, mientras mi hermana seguía masturbándome con saña.

Cinco abundantes chorros de esperma salieron de mi interior, dejando totalmente secos mis testículos y mi verga. Pero Laura no cejaba en su empeño, por si alguna gotita se había quedado en mi interior, provocándome otra vez la incómoda situación de la noche anterior, cuando seguía masturbándome como una fiera, mientras yo me retorcía por el dolor que sentía en mi sensible glande después de haber eyaculado.

"Esta hija de puta nos quiere exprimir como a un Limón. Qué forma de succionar, la virgen. Laurita es capaz de encontrar petróleo con la boca en mitad de Almansa si la dejan".

-¡Para, Laura, por favor. Para ya…" -suplique mientras todo mi cuerpo se estremecía por el sufrimiento que su mano le estaba infligiendo a mi destrozado miembro.

Al final se apiadó de mi, y dejó de torturarme de una vez. Rebozó la punta de mi rabo por la tostada, mezclando bien mis fluidos con el pan, y después se lo llevó a la boca para darle un bocado a toda la mezcla.

-Ummm, que rico está el semen de mi peque. Podría alimentarme de él durante toda la vida… Gracias por darme tu leche calentita para desayunar, mi hombrecito -se relamía a la vez que no paraba de comer, mientras sus ojos de tigresa miraban como todos los músculos de mi cara se contraían tratando de recuperarme del sufrimiento.

-Te podrías cortar un poco, Laura. No me gusta que me hagas eso, joder -la reprimí enfadado de verdad.

-¿Qué te pasa, peque…? ¿Es que no querías darme de comer? -puso morritos y empezó a sollozar (todo fingido)- Joopee, tenía mucha hambre… -lloriqueaba como una niña, mientras no paraba de mirarme.

-Déjate de royos, tía. Sabes a lo que me refiero -seguía muy cabreado- Parece que te gusta verme sufrir Laura… ¿Es así o qué?

-Bueno, un poquito sí que me gusta -dijo fríamente mientras sonreía con malicia- Ya te dije que de vez en cuando me gusta el dolor, peque.

"Pero no el nuestro, hija de la gran puta".

-Vale Laura, pues espero que te siente bien la tostada… Voy a ducharme y me voy a ir a por el pan. No quiero seguir hablando del tema.

Cuando me disponía a levantarme, mi hermana me empujó contra la cama, dejándome otra vez tumbado. Se metió dos dedos en la boca, y después los introdujo en lo más hondo de su vagina. Los removió en su interior durante unos segundos, para a continuación sacarlos empapados de sus flujos, y untar como si de mermelada se tratase, la rebanada que quedaba con ellos.

-Aquí te dejo tu desayuno, mi peque llorón -le encantaba seguir metiendo cizaña-. Te lo tienes que comer todo para ponerte muy fuerte, ¿vale? -y me beso en los labios dulcemente.

-Eres una cabrona, hermanita -dije mientras sacaba mi lengua, y ella se retiraba hacia atrás, dejándome con la miel en los labios.

-Ya lo sé… Pero también sé que tú estás loco por esta cabrona -ladeó la cabeza y me guiño uno de sus preciosos ojos- ¡Y levanta ya, dormilón! -exclamó mientras bajaba de la cama, y salía de la habitación.

-Tienes toda la razón del mundo, Laura… Estoy loco por ti…- susurré a las cuatro paredes de mi cuarto, y empecé a comerme la tostada que mi hermana me había preparado.

Después de ducharme, bajé a la cocina; donde se encontraba mi hermana haciendo la comida. Verla de espaldas, con ese mini pantaloncito que utilizaba para dormir, y que dejaba sus prietas  nalgas prácticamente al aire, mientras removía con el cucharón la sartén, y canturreaba algo por lo bajini a la vez que movía su culo al compás de la melodía, hizo que mi polla empezase a recobrar su vigor al momento.

-Que buena estás, Laura… Me tienes loco, cabrona -le susurré al oído después de abrazarla por detrás, deslizando una de mis manos bajo su camiseta buscando sus firmes y jóvenes pechos.

-Y tu a mí también, peque… ¡Ayy, bruto! -soltó un gritito cuando mis dedos pellizcaron uno de sus pezones, mientras ella empezaba a rebozar su culo contra la bragueta de mis vaqueros- Más despacio, Dani… No querrás que a tu hermanita le salga un moratón en su tetita, ¿no? -dijo con voz aniñada, mientras empezaba a suspirar al notar como mis dedos atravesaban el elástico de su pantaloncito y empezaban a hurgar en lo que debajo de su minúsculo tanga se escondía.

-Que mojadita estás, Laura… -la dije al oído mientras no paraba de besarle el cuello-. Necesito follarte ahora mismo, joder…

-¿Quieres meterle tu cosita a la a nena?... Uff, que bueno… -suspiró con voz ahogada al notar como tres de mis dedos se deshacían formando círculos entre las paredes de su húmeda vagina.

-Si hermanita… Has sido una niña muy mala antes conmigo; me has hecho sufrir mucho, y tienes que compensármelo… -dije mientras sacaba mis dedos de su interior y empezaba a frotarle el clítoris con intensidad.

-Ummm, así, peque… -empezaron a salir ligeros gemiditos de su boca-. Tu nena se ha portado muy mal con su tate… Merece un castigo por haberte hecho tanto daño -susurró, mientras giraba su cabeza y me miraba con ojos suplicantes. Dios que buena que estaba, y como me ponía la muy perra- Hazme lo que quieras, pero necesito que me perdones, ¿vale?...  -metió su pulgar en la boca y agachó la cabeza- Fóllame, Dani… Métemela ya, por favor…

Mortificándome mientras escuchaba su sensual voz, no pude aguantar más y me dispuse a darle el castigo que se merecía, y que tanto estaba buscando, al igual que yo.

Saque mi mano de su tanguita, y lo bajé junto a su pantalón, hasta dejarlos  a la altura de sus tobillos. Desabroché mi cinturón, e hice lo mismo con mis vaqueros y slips. Me escupí en los dedos, y empecé a embadurnar mi glande con la mezcla de mi saliva y los juguitos que de su interior habían quedado en ellos. Agarré mi dura polla con la mano, y después de pasar la punta un par de veces por su húmeda rajita; la coloqué en la entrada de su vagina, y de un fuerte golpe de cadera, la incrusté toda mi hombría en su interior.

La agarré por las nalgas, y llevé su cuerpo a un lado de los fogones sin salirme de ella (quería castigarla, pero no que saliese ardiendo por el aceite), hasta que mi hermana quedó recostada de cintura para arriba con los brazos en uve sobre la encimera.

Volví a sacar mi rabo de su coño, y arremetí de nuevo contra ella con todas las fuerzas que pude una vez más; y luego otra, y otra…

-¡Uff, joder…! ¡Me vas a reventar, cabrón…! ¡Sigue así, dale más fuerte a tu hermanita…! -gritaba cada vez que notaba como mi barra de carne trataba de llegar a su estómago en cada embestida.

Ese era el tipo de sexo que más le gustaba a Laura; fuerte, duro…

Seguí empujando con toda la violencia que mi pelvis era capaz de imprimir en cada penetración, mientras el restallar del choque de mi pubis contra sus prietos glúteos, sonaban por toda la cocina.

Ese momento fue el más erótico de toda mi vida. Tenía a un belleza de dieciocho años con el cuerpo más deseable del planeta, y totalmente sumisa, aguantando sobre el mármol como una campeona, el destrozo que mi polla estaba haciendo en las paredes de su prieta vagina, tratando de llegar hasta su matriz con cada brutal latigazo de mi cadera.

De mi frente empezaron a caer goterones de sudor que empaparon al momento toda la espalda de mi pobre hermana, que gemía y chillaba como una loca, mientras "su peque" descargaba toda su rabia contra su precioso cuerpo.

Pero tanta lujuria fue demasiado para mi, y mi desenfreno terminó al cabo de un par de minutos, aunque yo los disfruté como si fuesen horas.

"¿Otra vez, velocista…? Qué vergüenza de Homo Sapiens… ¡Jesús, llévame pronto, por Dios te lo pido!".

-¡Toma, joder!, ¡toma!, ¡tooooomaaaaa!

Grité como un cerdo mientras me corría como un poseso en lo más profundo de su coño, a la vez que clavaba mis uñas en sus nalgas tratando de incrustarme todo lo que podía en su interior, mientras mi polla descargaba toda la leche que mis testículos habían acumulado desde la mamada que mi hermana me había dado al despertar.

Y así permanecí durante más de cinco minutos (más del doble de lo que había durado la cópula), hasta que dejaron de sonar en mis oídos los latidos de mi corazón, y mis huevos quedaron mas vacios que una iglesia a la hora del Vermut.

Pude escuchar algo parecido al ruido que hace una botella al ser descorchada, cuando me salí de ella de golpe, viendo como de la vagina de mi hermana salían grumos de semen que resbalaban por el interior de sus muslos.

Sin moverse de esa posición, alargó su brazo hasta alcanzar los restos de mi corrida, para recogerlos con la mano, y llevárselos a la boca.

Eche mi brazo hacia atrás, y la solté un tremendo azote en el culo, que imagino tubo que dolerle bastante, por el saltito que dieron sus piernas al sentir el impacto, y el grito que pegó. Pero seguía sin moverse del sitio. Había adoptado el rol de sumisa para mí, y no pensaba cambiar de postura hasta que yo se lo dijese.

-Ya puedes seguir haciendo la comida, Laura. Me voy a por el pan… -Le susurré al oído para darle un beso en la mejilla después, mientras ella seguía lamiendo sus deditos con los ojos cerrados.

Volví a subirme los pantalones y abrocharme el cinturón. Me di la vuelta y me dispuse a marcharme.

-Gracias, peque… Aquí te espero, no tardes -fue lo último que pude escuchar antes de abandonar la cocina.

Saliendo de la panadería saque de mi bolsillo el paquete de tabaco que escondía celosamente en mis pantalones. Fumar de vez en cuando era uno de mis pequeños vicios que pocas personas conocían; y por descontado, Laura no era una de ellas. Me habría matado si me viese con un pitillo en la boca. A veces me decía que era muy penoso morirse de cáncer de pulmón, y perder tantos años de vida por la adicción a la nicotina. Su lema era: Come lo que te apetezca, pero sin pasarte; Haz deporte sin que llegue a darte un ataque al corazón; Disfruta de todos los placeres que te puede dar tu cuerpo (la versión para las guarras de sus amigas era la de "hártate a follar pero sólo con una persona si es posible"); y nunca, nunca, pruebes el tabaco.

Supongo que tenía razón, pero yo en ese momento necesitaba tranquilizarme y poner en orden mi cabeza; a si es que encendí un cigarro y le di una profunda calada, dejando que el humo acompañase a mis pensamientos en el camino de vuelta a casa.

" ¿No vamos a hablar de lo que ha pasado? No sé a qué te refieres… Lo sabes perfectamente, Mr Minuto y Medio . Ha sido por el calentón del momento… ¿Perdona, como dices?... Ya sabes… La cocina, el calor, Laura en esa posición dejándose reventar… ¡No me jodas, zascandil! Para reventar a nuestra hermanita hacen falta tres horas seguidas de pollazos sin parar ni un segundo. Pero ella ha disfrutado… Ha fingido que disfrutaba, pedazo de gilipollas. ¿Tú has visto el vicio que tiene nuestra hermana? Joder, si es peor que una puta actriz porno. Con cuatro minutos, incluidos los preliminares, Laurita no tienen ni para empezar. Pero nos quiere con locura, y sería incapaz de decirnos nada al respecto por si nos hace daño. Ya lo sé, ya lo sé… Pero es que no puedo estar dentro de ella; sintiendo su calor; disfrutando de la suerte que tengo por poder follarme a una diosa; y aguantar más de dos minutos sin correrme… ¿Ves? Eso está mucho mejor. Lo primero es reconocer el problema que hay, y después tomar la decisión correcta para solucionarlo . ¡Habló la voz de Saber y Ganar! ¿Y cómo cojones voy a hacer eso, si solo con verla ya me salen las gotitas por el rabo? No lo sé, yo tengo la misma experiencia que tú. Pero hay alguien que igual te puede ayudar . ¿Sí? , ¿y quién es esa persona?... Lo tenemos sentado hay delante . ¿El jodido Tío Antonio? No fastidies… Daniel, Daniel… Que poco sabes de la vida. Ese hombre tiene más tiros pegados que toda La Legión en Irak. ¿Conoces ese refrán que dice: Más sabe el diablo por viejo, que por diablo? Pues tira a hablar con la voz de la razón, harto-sopa "

-Buenos días, Tío Antonio. ¿Qué hace usted aquí sentado, si no se puede salir a la calle? -pregunté al salido vegete cuando llegué a su lado.

-¡Hombre, chaval! Pues aquí echando un "chatito". Además, no creo que mi yerno (El Guardia Civil del que me habló), ni los del cuartel, vengan para llevarme al calabozo -rió mientras se apretaba el vaso de vino de un trago- Pero oye, ¿qué tal está tu hermana? -preguntó lascivo, mientras le brillaban los ojillos.

-Pues bien… Se ha quedado en casa haciendo la comida, mientras yo iba a por el pan -respondí.

-Me alegro, hijo… Me alegro de que esté tan bien… -imagino a lo que se referiría el cabrón con lo de "tan bien"-. Es que me preocupo mucho por ella, ¿sabes?... La veo tan joven, y tan guapa, y con ese pelo negro tan largo, y esa piel tan morenita, y esas piernas tan prietas, y esos pechi…

-¡Ya está bien, Tío Antonio. Que estoy aquí delante, no me joda! -le recriminé, viendo que el muy ruin empezaba a ver a Laura desnuda en su perversa mente, mientras tiraba la colilla del cigarro al suelo.

-Perdona, hijo. A veces se me va la cabeza cuando pienso en una mujer bonita… -de eso no hay duda, pensé-. Oye, chaval, ¿Por qué no te echas un vinito conmigo, y hablamos un rato?... Es vino bueno, hecho por mí; autentico de "Pitarra" -me ofreció el abuelete llenando el vaso y ofreciéndomelo con toda su buena voluntad (O no, a saber…).

-No, no, gracias Tío Antonio… Es que me estará esperando mi hermana, y además, yo no suelo beber… Me pongo muy modorro luego… Sólo he venido para hacerle una pregunta…

-¡Déjate de tonterías ni hostias!... A tu edad yo ya venía a gatas a casa después de apretarme una Arroba de vino yo solo… ¡Échate un trago conmigo, copón!, que a tu hermana no la va a pasar nada por esperar un rato -ordenó el vejete, mientras yo cogía el vaso y me bebía el vino de un viaje, a la vez que me observaba sonriendo- ¿A que está bueno el cabrón? -asentí viendo como el anciano llenaba otra vez el vasito- Si es que la juventud no sabéis ni lo que bebéis… Tanta Coca Cola ni tanta puta mierda… Un litro de vino sí que calienta el cuerpo de verdad… -dijo el Tío Antonio mientras llenaba otra vez el vaso, y claro, yo me lo bebía por no hacerle el feo (por eso y porque el cabrón del vino entraba de puta madre)- Bueno, a ver… ¿Qué me querías decir?… Escupe por esa boca.

Me arme de valor, ya que la pregunta no era fácil. Pero la felicidad y el placer de mi hermana dependían de los sabios consejos de ese hombre. A si es que, envalentonado por el magnífico brebaje de pueblo, y la esperanza de poder convertirme en una máquina en lo que a sexo se refiere gracias a la sabiduría del Tío Antonio, solté por la boca todas las inquietudes que me trastornaban, mientras el viejo no paraba de llenar el vaso una y otra vez.

-Pues mire usted… Yo es que tengo un amigo, que cada vez que se acuesta con su novia pues… -traté de maquillar al protagonista, o sea, yo-. A ver… Que tiene un pequeño problema para aguantar… -titubeaba mientras seguía dándole a la uva- Me refiero a que al poco de estar haciendo el amor con ella… Pues… En fin, que termina muy pronto.

-¡Virgen del Espino! Acabáramos… ¡Pobre criatura! -exclamó mientras se partía la polla- A ver si lo he entendido… Es que los de pueblo somos un poco paletos con tanta palabreja y tanta tontuna… Lo que me estás contando es que cada vez que metes la picha dentro de la almeja de tu hermana te corres como las abubillas, ¿o no tiene este viejo razón? -preguntó el hijo puta del abuelete con malicia. Hay que reconocer que el jodido era un detector de mentiras con boina.

-¡No, por Dios! ¿Cómo dice usted eso, Tío Antonio?... Laura y yo somos hermanos… No podríamos hacer algo así…

-¿Pero tú te crees que yo me he caído de una higuera,  so cenutrio? -dijo serio-. ¿Te crees que algún mozo podría resistirse a meterse entre las piernas de esa preciosidad, por muy hermana suya que sea? ¡Vamos, no me jodas!... Si mi Jacinta (su hermana) no se hubiese metido a monja a los quince años, para tirarse haciendo magdalenas toda su puta vida en Las Carmelitas, se la habría metido hasta por la oreja si me hubiese dejado… -dijo el viejo, mientras se mordía la lengua y yo trataba de contener la risa. La verdad es que era gracioso el cabrón. Pervertido también, es verdad, pero muy "salao".

-La madre que me parió, Tío Antonio… Esta hecho usted un águila, la virgen -dije, admirado ante ese pozo de sabiduría.

-¡Pues eso lo solucionamos ahora mismo, chaval! -exclamó mientras sacaba una cajetilla de tabaco del pantalón de pana- Toma un "Celtas", anda…- y me ofreció un cigarro del paquete de Celtas Cortos que llevaba (los que tengáis mi edad sabréis a que marca me refiero. Nuestros abuelos fumaban eso, o Bisonte).

-No, no, gracias. Yo sólo fumo Novel… Y muy de vez en cuando -respondí un poco mareado ya por el alcohol.

-¡Déjate de Novel, ni mariconadas de esas! ¡Fuma como los hombres de verdad, cantamañanas!

Tenía razón… Había que aprender del más grande, y eso significaba que si me tenía que fumar ese cigarro lo haría. Cogí el pitillo y me lo encendí. De la primera calada casi me ahogo, nunca había probado algo tan fuerte. El Tío Antonio tenía razón; aquello era sólo para hombres bien duros, solo me faltaba echarme bien de Brummel por todo el cuerpo y listo.

-Cuente, cuente usted. Deme algún consejo, por Dios. Que Laura es mucha mujer para mí y al final se va a cansar de un flojeras como yo -sollocé, mientras me echaba otro chato de vino y seguía fumando.

-Pues mira, chaval… Lo primero ya lo estás haciendo muy bien, porque veo que te gusta la "Pitarra" cosa mala, ¿Ehh, mangarrián? -sonrió al ver cómo le daba a la botella- Con la barriga harta de vino, tienes garantizados quince minutejos. Lo segundo es apretar el culo para dentro todo lo que puedas, como si te estuvieses aguantando un "cuesco" o la meada; ya tenemos diez minutos más. Y lo último, y más importante, aunque teniendo debajo a Laurita va a ser muy complicado, tienes que pensar en algo muy desagradable. Algo muy asqueroso y feo. Un bicho muy repugnante y lleno de verrugas por toda la cara… -hizo una pausa y me dio otro cigarro, que cogí sin pensármelo, mientras escuchaba absorto sus sabios consejos- Y si consigues esto último, tienes asegurada la hora y media de folleteo… Te lo digo yo, que he tenido berrando en el catre a la mitad de las mozas de este pueblo, y a la otra mitad no por falta de ganas, si no porque me esperaba la escopeta del marido después, que si no… -susurró mientras empezaba a divagar otra vez.

-No será para tanto, Tío Antonio… No se venga usted arriba -dije mientras soltaba el vaso y cogía la botella directamente.

-¡Válgame el señor! ¿Pero estás dudando de mí, so zopenco! -gritó enfadado- El rabo de este viejo vale más que una cuadrilla de chinos trabajando de sol a sol… Y con la azada, ya quisieran muchos tractores… Vete si no y le preguntas a "la Paca"… Que te cuente los chillidos que pega mientras la monto durante tres horas seguidas… ¡Vete a preguntarla, anda! -dijo indignado.

-¡No me joda…! ¿La Tía Paca?, ¿La que vive dos calles más abajo?... Pero si esa mujer tiene ochenta y siete años, Tío Antonio -pregunté sorprendido.

-¡Y una loba en la cama que es! ¡Me deja seco cada vez que voy a verla! ¡Ya quisieran muchas crías de dieciocho años saber lo que sabe la muy guarrona!... Ay, chaval… No te queda a ti mili ni nada… Gallina vieja hace buen caldo, so piojoso…

"¿Que te dije?... Este hombre sabe más que la Wikipedia "

-Perdone usted Tío Antonio, no quería ofenderle… Pero oiga, una última pregunta… ¿En qué pensaba usted para no correrse tan rápido?, es que no se me ocurre algo tan asqueroso y lleno de verrugas como dijo antes -pregunté atento a su respuesta, mientras daba otro trago a la botella.

-Pues a mi si… Piensa en mi mujer, que dios la guarde en su gloria, y bien lejos si es posible… Eso hacía yo…

Ya no pude aguantar más y me descojoné allí mismo con él. Los dos nos echamos a reír mientras seguíamos hablando un rato más. La verdad es que me había olvidado de Laura durante ese tiempo. Me lo estaba pasando de puta madre con el vejete, aparte de quedarme con tan impagables consejos, claro está.

Serían cerca de las dos cuando mire el reloj. Entre las horas que eran ya, y la castaña de vino que llevaba, sabía que mi hermana me mataría cuando llegase a casa. Me disponía a despedirme del Tío Antonio, pero al ver lo que salió por la puerta de su casa, hizo que me lo pensase dos veces antes.

-Hola abuelito… Creo que ya es hora de que entres en casa, ¿no? -dijo la guapa jovencita que apareció tras la cortina, mientras me guiñaba un ojo.

-Hola Irene, hija… Perdona cielo, es que me he liado con el jovenzuelo este y se me ha ido el santo al cielo -dijo mientras se levantaba, y la daba dos besos a su nieta; a la vez que la rozaba el culo con la mano. Era de esperar en el salido abuelete- Mira cariño, este es Dani, el nieto de la Tía Rosa. Ha venido a pasar la cuarentena al pueblo con su preciosa hermana… -ya estaba otra vez liado con Laura, el muy rufián- Chaval, esta es Irene, mi nieta. Viene todo los días a traerme la compra y a asegurarse de que no "meriendo en vaso"… -la chica me miró sonriendo y levantó la mano- Bueno jovenzuelos, aquí os dejo para que os conozcáis. Yo voy a ver si consigo echar una meada de una jodida vez… Puta próstata -dijo y se despidió de mi, mientras yo le daba las gracias por todo, y no quitaba el ojo de encima a su nieta.

-Encantado de conocerte, Irene -dije más feliz que un Testigo de Jehová en una fábrica de timbres, a causa del vino, y de la niña que tenía delante.

-Igualmente, Dani -dijo y se lanzó a darme dos besos, uno de ellos muy cerca de los labios.

Irene era una auténtica preciosidad. No era ni por asomo tan sumamente espectacular como Laura, pero era una jovencita muy atractiva. Su media melena rubia con destellos en rojo, sus pequeños pechos que se escondían tras una camiseta de un grupo de Rock, y esos jeans ajustados que marcaban su prieto culo, hacían de ella una "Lolita" súper apetecible para cualquier hombre. Llevaba varios pendientes, un piercing en la nariz, y un arito en el labio. Era un pelín más bajita que mi hermana, pero aunque estaba algo más delgadita, se notaba que su cuerpo estaba bastante tonificado. Todo lo anterior, más unos ojazos marrones, le daban un aire muy, pero que muy sensual… Y no era el vino el que hablaba, o quizá sí.

Estuvimos hablando un rato; la chica era muy simpática y extrovertida. Durante toda la conversación me enteré de que al día siguiente cumplía los dieciocho años, y que estaba harta de vivir en el pueblo, y que quería ser ginecóloga (no podía querer ser otra cosa, naturalmente), y royos así… Pero lo que me estaba poniendo malo eran los toqueteos que se traía con mi cuerpo, cada vez que fingía que la había hecho gracia alguna chorrada que yo decía.

-Oye Dani, ¿tienes novia? -preguntó coqueta mientras metía la mano en el bolsillo de mi pantalón y sacaba el tabaco para después encenderse un cigarro.

"Cuidado con lo que vas a decir, que nos está esperando Laura en casa… No la vayas a joder… Vete ya de aquí, so gilipollas"

-Ehh, no… Bueno tengo una amiga, pero no es nada serio -dije embobado y más caliente que una novia a causa del agradable mareo y los coqueteos de esa joven tan descarada.

-Mejor… Porque eres muy guapo, ¿sabes? -susurro a mi oído, y después me puso el cigarro en la boca sin soltarlo de sus dedos.

"No sigas, borrego. El vino te está haciendo caer en su trampa. Esta guarra nos quiere liar, y tenemos a un pibón en casa esperándonos para comerla entera"

-Gracias, Irene… Tú también eres preciosa -dije mirándola fijamente y dando una calada al cigarro que había puesto en mis labios, para después llevárselo a los suyos y repetir lo que yo había hecho.

-¿De verdad te gusto, Dani? -preguntó con voz de niña, mientras pasaba su dedo por mi pecho, jugueteando con las letras de mi camiseta.

"Vas a entrar hasta la cocina… No se puede ser más tonto… Te vas a arrepentir de pegarte ese atracón a vino… Nosotros no somos así… Laura nos espera"

-Bu, bueno… Eres una chica muy…

No llegué a terminar la frase cuando Irene me agarro por el cuello y me dio un sensual beso en los labios, al que yo respondí no con mucha pasión.

-Que bueno estas, y que bien sabes, cabrón -dijo para después bajarme la bragueta, y meter disimuladamente su mano entre los pantalones y empezar a frotar la tela de los calzoncillos que ya denotaban la dureza de mi polla.

Y ese fue el detonante… Ese "Que bien sabes", que tantas veces me había dicho Laura después de devorarnos el uno al otro, y la borrachera que llevaba encima, hizo que se me nublase el buen juicio y ya no viese la cara de Irene delante, sino el rostro de mi preciosa hermana pidiéndome más.

Agarré a la calentorra jovencita por el cuello y la metí la lengua hasta el fondo de la boca, mientras mi mano repetía la misma "operación braguetera" de Irene, y se adentraba en su interior; pero esta vez separando con mis hábiles dedos su tanga y metiendo dos dedos en el interior de esa extraña, pero ya húmeda vagina; que me había sido desconocida, apenas un minuto antes.

La chica al notar mi intrusión, empezó se despegó de mis labios y empezó a gemir mientras no dejaba de mirarme-

-Ummm, joder que bueno… Así, así… Méteme otro dedo.

Y eso hice… La metí el tercero y empecé a removerlos en su interior, mientras que con el pulgar frotaba su clítoris, provocando en aquella chica, con la cara de mi hermana a mis ojos, espasmos por mi magistral acometida. Con la polla era más rápido que Clint Eastwood en La Muerte tenía un Precio, pero con la mano me estaba convirtiendo en un maestro en sacar orgasmos del coño de las tías… Bueno de sólo dos tías…

Mientras yo la pajeaba y ella frotaba mi duro rabo a través de mi boxer, volvimos a comernos la boca como demonios; dejando un reguero de saliva por nuestra cara, a causa de la guerra que estaban disputando los labios y las lenguas de ambos bandos.

Había perdido totalmente el control. Ya no era el chico vergonzoso de hacía apenas unos días; sólo había hecho falta medio litro de vino y una chica guapa con ganas de guerra, para abandonarme a mis bajos instintos.

Irene sacó su mano de mi pantalón y me agarró por la cintura mientras me obligaba a sentarme en la silla de su abuelo, y después se acomodaba a horcajadas encima de mí, abriendo las piernas y moviéndose de adelante hacia atrás, rebozando su culo contra el bulto que había en mis vaqueros; fingiendo que me estaba cabalgando como una yegua en celo. Saqué mis dedos en su interior, para facilitarla su dulce movimiento de caderas, y agarre con fuerza de los glúteos, ayudándola en esa imitación de follada.

Los dos intentábamos jadear, cada vez que nuestras bocas se separaban; pero no se daban tiempo la una a la otra ni para eso. Los gemidos se tendrían que ahogar en nuestro interior, mientras las babas de ambos empapaban nuestras camisetas.

Nuestros cuerpos pensaban dar un paso más allá, embriagados por la lujuria del momento, hasta que giré la vista un segundo y ahí se acabó todo.

Dos puertas más allá de donde nos encontrábamos Irene y yo, a apenas seis metros de distancia, se encontraba Laura de pie; con la mirada fija en mí, la cara llena de lágrimas, y con la certeza de que la había partido el corazón por la mitad.

-¡Eres un hijo de puta! -gritó con la voz rota por el llanto, y se metió en casa corriendo.

"Te dije que la ibas a cagar… ¿Cómo se puede ser tan gilipollas, peque?... La has jodido pero hasta el fondo, pobre infeliz".

Continuará…


Gracias por seguir la historia, y por los comentarios de capítulos anteriores. Un abrazo a todos y cuidaos mucho.