Cuarenta y cinco días con Laura (Octava Parte)

La venganza nunca es buena compañera de viaje. Y Laura y Dani lo van a comprobar en su propia carne.

¡Virgen del Amor hermoso! Allí estaban las dos cogidas de la mano como si fuesen niñas de trece años; sonriendo felices como si se conociesen de toda la vida.

-Hola, Irene… ¿Vi, vienes a cenar con nosotros, de verdad? -tartamudeé como un idiota pasto de la sorpresa. Joder, esa mediodía me había liado con ella a causa del calentón vinícola que llevaba; tirando por la borda la relación que tenía con mi espectacular hermana, después de que ella hubiese presenciado desde el principio todo mi "affaire" ocasional con esa preciosa jovencita.

-¡Siii, peque? ¿No te parece genial? -preguntó Laura después de besar a Irene en la mejilla, y esta a su vez corresponderle de igual manera (como he dicho… Igual que niñas de trece años).

No sabía ni lo que decir; me había quedado paralizado ante esa situación tan surrealista.

-¿Qué pasa Dani, te ha molestado que Lauri me invite a cenar? -frunció el ceño al ver mi cara de pasmarote. ¿Lauri… En serio?, pensé.

-Ehh… Bueno es que no me lo esperaba, pero claro que me alegro de que cenes con nosotros esta noche - dije titubeante, mientras me incorporaba del sofá recordando las escenitas que había presenciado esa tarde después de los guantazos que me había soltado Laura (y con razón).

Di dos besos a la chica; que menos después de que me faltase poco para metérsela dentro de la casa de su abuelo. Intenté lo mismo con mi hermana, pero ésta en plan "Cobreti" esquivó mis labios sutilmente.

-Te explico, peque… -dijo a la vez que me traspasaba con la mirada por haber intentado besarla- Mientras tu dormías la mona (seguía pinchando), aproveché para salir a la calle y tirar la basura. Y cuando volví me encontré a esta chica tan guapa en la puerta del Tío Antonio -dijo mientras miraba a Irene, alargaba la mano hasta su cara, y apartaba con el dedo un mechón de su pelo rubio que se había quedado cerca del ojo; a la vez que esta se ponía colorada al notar la caricia, y soltaba una sonrisita cómplice tras bajar la mirada- Y como echo tanto de menos hablar de cosas de chicas, pues fui a presentarme… -decía mientras las dos féminas no paraban de mirarse como si se conociesen desde el colegio, y yo pensaba en qué cojones habría pasado entre esas dos cuando mi cuerpo dormitaba en ese sofá- ¿Pero oye, peque… Por qué no me has contado que ya os conocíais? -pregunto falsa pero segura, como la gran actriz que era.

"Cuidadito, cantamañanas… Cuidadito con lo que vas a decir"

-Pu, pues… po, porque no surgió la ocasión, Laura -tartamudeé otra vez, mientras esperaba otro bofetón de mi hermana… Pero ni siquiera me miró.

-Bueno, da igual… Te perdono, peque -me sonrió falsamente- Además, ya no importa. Llevamos toda la tarde hablando y nos hemos hecho grandes amigas… Nos hemos contado un montón de cosas, ¿A que sí, Ire? (¿Ire?... No me jodas).

-Hemos estado charlando hasta ahora, Dani -respondió la chica, mientras pasaba un dedo por el brazo de mi hermana. Que mal me olía esto…- Lauri es genial… Hemos hablado de la música que nos gusta, de pelis, de chicos… -me giñó un ojo. Bueno… Le guiñó un ojo- Tienes una hermana genial… ¿Me la prestas unos meses, Dani?- bromeó mientras era ella ahora la que daba un piquito en la boca a Laura.

"Pero… ¿Qué cojones ha pasado en esa puta calle? ¿Qué pollas habrá hecho tu hermana con ella? No me lo digas… Lo mismo que con nosotros… Se la ha camelado pero bien… ¡Di algo, so panolis!".

-No te la puedo prestar, Irene -sonreí mientras miraba a mi hermana- La necesito a todas horas a mi lado, no sé qué haría sin ella -dije mientras los ojos de Laura se inyectaban en sangre por lo que me había escuchado decir.

Lo tenía claro… Me humillaría lo que hiciese falta; imploraría su perdón; me arrodillaría llorando si es preciso; aguantaría en la tele el puto Sálvame Deluxe todas las tardes si fuese preciso… Pero tenía que hacerle ver que lo que había pasado había sido un gran error; aunque me dejase la vida en el intento.

-¿A que es un cielo mi nueva amiga? ¿No te parece, peque? -preguntó Laura mientras se abrazaban tontorronas- Además, como vosotros dos ya habéis… Bueno ya me entendéis… Uhh -sonrió picarona, a la vez que a mí se me caía la cara de vergüenza- Bueno pareja (me jodió lo de pareja), se hace tarde… Voy a ir haciendo la cena. ¿Veras que rica me sale la pasta, Ire? -le dijo a la joven mientras le devolvía el piquito que ella antes le había dado, para después pasar el pulgar por sus labios lentamente, y terminar dándole un azotito en el culo a la rubia, antes de dirigirse a la cocina.

No se qué juego se traía entre manos mi hermana, pero a Irene se le erizaban todo el bello del cuerpo cada vez que Laura le dirigía la palabra. Su voz, su ternura, sus gestos mimosos… Esa era la preciosa mujer que había conseguido volverme loco desde que entró aquella noche en mi habitación; pero ahora no era yo su objetivo.

-Madre mía, Dani… ¿Pero tú has visto que hermana tienes, tío? ¿Te has fijado alguna vez en su cuerpo?... Mira que a las tías nos fastidia reconocer que otra chica está más buena que nosotras… -decía la joven mientras se mordía el labio inferior y miraba hacia la puerta por donde había salido mi hermana- Pero es que Laura es un espectáculo para la vista, joder. ¿Te has fijado en el culo que tiene?, ¿y en las tetas?, ¿y en su pelo negro?, ¿y en lo guapísima que es?, y…

"Uy, uy… Me parece que a esta la pones en la boca el chochito de nuestra hermana y se olvida de las pollas para siempre… Ya puede añadir Laurita otro nombre a su interminable lista de admiradores… O admiradoras, en este caso".

-Vale, vale, Irene… Ya sé lo guapa que es Laura, la llevo viendo toda la vida… No me lo tienes que recordar, joder -la corte enfadado, viendo como babeaba mientras no paraba de deshacerse en elogios físicos hacia su nueva amiga.

-Perdona, tío… No quería ofenderte, no te pongas así, Dani -dijo mirándome con cara de disculpa, para después intentar darme un beso que yo rechacé secamente.

-Oye Irene, lo que pasó en la puerta de tu abuelo fue un error… Había bebido mucho, apareciste tu… -no sabía que decirle a esa pobre chica, que me miraba con ojitos de carnero degollado, para no herir sus sentimientos.

-¡Ahh, vale! Olvidado entonces. Es verdad, fue un error… No volverá a pasar -decía nerviosa sin hacerme ni caso, mientras seguía mirando hacia la puerta con ganas de largarse detrás de esa morenaza en la que no paraba de pensar. Sus sentimientos… Una mierda para mí- ¿Pero seguimos siendo amigos, no?- preguntó sin importarle un pimiento mi respuesta.

"Este pendón ni se acuerda de los tres dedos que la metiste en el coño hace un rato… ¡No tiene ganas ni nada de papo la jodida desde que ha visto a nuestra Laurita!... Joder, macho… Yo que tú me andaba con ojo, que me da a mí que al final no follas más en lo que queda de cuarentena. Con nuestra hermanita, ya te digo yo que va a estar complicado… Pero con Miley Cyrus creo que tampoco… Para mí que esta hace a carne y a pescado… Y si me apuras te diría que esta noche no la importaría zamparse una lubina bien joven; con espinas y todo".

-Claro que seguimos siendo ami…

-¡Genial!... Bueno, me voy a ver a Lauri -exclamó sin dejarme terminar de hablar-. No me quiero perder ni un detalle de esa receta que nos va a hacer para cenar -seguro que apuntas todos los ingredientes que lleva el plato; si así le podemos llamar al tipazo de mi hermana, so puta… Pensé, y asentí derrotado- Okay… Pues ahora nos vemos -y salió corriendo hacia la cocina en busca de Laura como alma que lleva el diablo.

No podía aguantarlo más; aquello me superaba. Después de todo lo que había sufrido esa tarde, veía como esa preciosa rubita llena de piercings por todo el cuerpo, se relamía con cada movimiento que veía hacer a mi hermana.

Me tenía que echar un pitillo ya mismo. Cogí el paquete de tabaco, que antes de comenzar mi tormento particular había dejado en el mueble del pasillo, y me fui al patio a fumármelo sin que me viese nadie. No pensaba volver a hacerlo si quería recuperar a mi hermana, pero el nivel de ansiedad sólo podía bajarlo de tres formas: echando un polvo, que por el momento estaba prácticamente descartado; bebiendo vino hasta hartarme, que tampoco lo veía claro ya que todavía me duraba la mosca; o apretándome dos cigarros de un golpe.

Y eso hice… Mientras me relajaba notando como el humo entraba y salía de mis pulmones a cada calada que pegaba, volví a encerrarme como últimamente hacía, en mis turbios y oscuros pensamientos.

"Estarás contento, hijo de puta… ¿Por qué dices eso?... ¿Qué por qué digo eso? Porque has conseguido que no volvamos ni a oler los agujeros de nuestra hermana en la vida. Ojala y te dé una puta embolia y la palmes en este jodido pueblo, so piojoso… A sí nos evitarías más sufrimiento a ambos. No digas eso, no pienso perder a Laura . ¿Qué no la piensas perder, so mendrugo? Haberlo pensado antes de rebozarte con ese zorrón en la puerta del viejo. Perdona, pero fuiste tú el que me dijiste que fuese a hablar con el Tío Antonio, ¿recuerdas?... ¡Te dije qué fueses a pedir consejo al vejete, no que rebuscases como un degenerado en la vagina de esa tía a ver si encontrabas el Arca de la Alianza, so gorrino!"

Cuando terminé de fumarme los dos cigarros, decidí echarle huevos e ir en su busca, para seguir torturándome viendo posiblemente, como aquellas concubinas diabólicas seguían retozando entre ellas.

Entré en la cocina. Y como esperaba, Laura e Irene estaban bien arrimadas la una a la otra, hablando de vaya usted a saber qué; mientras mi hermana no dejaba de dar vueltas con la paleta a esa salsa de tomate especialidad suya (la preparaba la hostia de buena, todo hay que decirlo).

-Hola chicas, ¿falta mucho para cenar? -pregunté intentando parecer normal, aunque todo mi ser ardía por dentro.

-Hola, Dani… Creo que ya no falta mucho… ¿Has visto lo bien que huele? -hizo una pausa de un microsegundo para mirarme- Lauri es una cocinera sensacional -dijo Irene, para después dar un beso en la mejilla a mi hermana, mientras la agarraba por la cintura.

Laura había elegido para la ocasión un cortito vestido de sport negro de falda alta y tirantes; que se ceñía a su cuerpo como un preservativo en algún afortunado pene. Ni el delantal blanco que se había puesto para no mancharse, podía ocultar su magnífico y bronceado escote. Hasta las deportivas blancas que cubrían sus pies me parecieron sexis (sin ser fetichista). Estaba sencillamente arrebatadora. Aunque siendo sinceros, si se hubiese puesto la bata beige que utilizaba mi abuela para estar en casa, estaría igual de buena.

-¿Ya has vuelto a fumar, no? -dijo mi hermana después de devolver el besito a su aprendiz culinaria.

-Ehh… Bueno… Sí… -titubeé-. Es que no quería molestaros mientras hacíais la cena las dos tan juntitas -respondí alargando la última palabra.

-Por mí puedes fumar hasta que te mueras -me dijo Laura secamente, mientras en la cocina aparecía de repente un incómodo silencio a causa de la sincera frase que salió de su boca.

-Ehh… ¿Puedo probar la salsa, Lauri? -preguntó la rubia intentando hacer desaparecer del ambiente los  cuchillos imaginarios que sobrevolaban mi cabeza.

-¡Claro, guapísima! -susurró mi hermana, para después llevar la punta del cucharón a la boca de Irene.

-Ummm, que buena está -dijo Irene relamiéndose (No creo que se refiriese a la salsa precisamente…).

-Te has manchado, Ire… Espera que te lo limpio -volvió a susurrar mi hermana mientras llevaba un dedo a la cara de la chica, recogía los restos de tomate de sus labios, y se los llevaba a la boca para terminar degustándolos con su lengua mientras ponía su mejor sonrisa a la calenturienta jovencita.

-Voy a ir poniendo la mesa, mientras vosotras seguís a lo vuestro -dije con retintín, a la vez que sacaba un mantel y los cubiertos de un cajón.

-Eso, ves poniendo la mesa… Aquí no pintas nada -dijo mi hermana mientras daba un golpecito con su cadera a la de Irene- A ver si eres tan rápido haciéndolo como con otras cosas.

Touché . Estaba claro a que había venido eso. Nadie mejor que ella sabía el problema que tenía yo con el tema de las eyaculaciones. Pero no pensé que jamás me lo echara en cara de esa forma. Estaba claro que se estaba vengando por lo que pasó, y la muy cabrona era una maestra haciéndolo.  Pensaba aguantar todo lo que me hiciese, pero ese golpe bajo me dolió más que si me hubiesen dado una patada en los huevos.

Salí de allí pitando y me fui al salón, sintiendo como Laura se regodeaba viendo mi cara de enfado, y el coño de Irene rezumaba más líquidos que las alcantarillas de Bilbao en pleno mes de febrero.

La cena transcurrió de la misma forma que lo acontecido en la cocina. Que si prueba tu de mi cuchara; que si vuelvo a limpiarte; que si que rico está todo… Vamos, a su puta bola las dos… ¡Alguien me ve, joder!, pensé mientras daba buena cuenta de una de las dos botellas de vino que había en la mesa.

Pero claro, después de los cafés y los chupitos, eso no se podía quedar tal y como estaba. Irene (involuntariamente, o no), encendió la mecha de lo que irremediablemente tenía que estallar por algún lado.

-¡Chicos!... ¿Jugamos a atrevimiento o verdad? -exclamó la guapa joven llenando de licor los tres vasitos que había sobre la mesa.

"¡Di que no, di que no!... Ese puto juego no lleva a nada bueno… Sigue capeando el temporal como hasta ahora"

-Yo paso, Irene… No me gusta mucho ese juego, la verdad -dije a la vez que daba buena cuenta del chupito.

-Joo, pero yo quiero jugar, chicos… ¡Además ya son las doce y dos minutos! ¡Ya soy mayor de edad!... -exclamó la rubia para después poner morritos-. ¿No vais a querer jugar conmigo en el día de mi cumple? Porfa, porfa… -preguntó poniendo voz de niña, mientras yo imaginaba a qué, y con quién querría jugar Irene esa noche.

-Claro, Ire… Yo jugaré contigo a lo que tú quieras… Por cierto, felicidades, guapa -dijo Laura después de dar un inesperado piquito en la boca a la embobada chica- Si mi hermano no quiere jugar, que se vaya a dormir si le apetece… Total, eso es lo único que sabe hacer bien cuando está en la cama…

"Que hija de la gran puta… ¿La has oído, peque?... Nuestra hermana es peor que Caín".

-Espera, espera, he cambiado de opinión… Podría ser divertido -habló la rabia que sentía acompañada del alcohol- Pero mejor hacemos una cosa. ¿Porqué en vez de mover la botella, no eres tú la que nos preguntas, o nos pones a prueba a los dos?... Mi hermanita y yo ya nos conocemos muy bien, pero seguro que tú estarás deseando saber algo más de nosotros, y ver que límites tenemos, ¿no? -pregunté mientras posaba mi enfado en los azules ojos de Laura.

-¡Genial!... Mucho mejor así… Quiero saber que secretos esconden los hermanitos -esta se huele algo, estoy seguro, pensé- ¿Te parece bien así, Lauri? -preguntó a mi hermana mientras acariciaba dulcemente su mejilla.

-Lo que tú quieras, guapísima… No puedo decir que no a ese piercing que tienes en el labio… Ummm, estás para comerte, Irene -respondió mi hermana acercando su cabeza a la de la rubia amagando que la mordía, para terminar dándola un besazo en la comisura de su boca.

Después de que la ardiente chica recobrase un poco la compostura que había ido perdiendo desde que vio por primera vez a la diosa del sexo que tenía yo por hermana, dio comienzo el puto jueguecito.

Las primeras preguntas y atrevimientos fueron básicamente chorradas inocentes para romper el hielo. Mierdas como: ¿Qué te llevarías a una isla desierta?, ó ¿a que no eres capaz de beberte dos chupitos de golpe? En fin, pijadas de ese tipo cuando lo que quieres de verdad preguntar es: ¿Follarías conmigo?, o ¿a que no te cabe esto en la boca? (Los tíos preguntaríamos eso si tuviésemos valor, las chicas no lo sé…).

Pero Irene pronto se cansó de tanta idiotez; y con un atrevimiento más un par de preguntas, consiguió romper la fina línea invisible que todavía nos unía a mi hermana y a mí.

-A ver Lauri, te toca atrevimiento… Tienes que darte un buen morreo con alguien de esta mesa -soltó sin más la pecaminosa rubia.

Mi hermana cogió su vaso y bebió lo que había en él; pero no tragó. Se levantó de la silla y se arrodilló frente a Irene. Puso sus manos con delicadeza en el cuello de la chica, y fue acercando su cara a la de ella lentamente. Abrió la boca, y después sacó la lengua despacio para metérsela a cámara lenta hasta la campanilla a la feliz cumpleañera; que ya tenía los labios separados desde que vio como esa preciosidad se aproximaba a ella.

Las lenguas de esas dos bellezas se empezaron a devorar la una a la otra con ansia, a la vez que el alcohol que había retenido Laura en su interior, caía sobre sus barbillas cada vez que se separaban ligeramente para lamer sus labios con deseo; y después volver a unirlos, e intercambiar su saliva otra vez en el interior de sus bocas; mientras aparecían intermitentes bultitos en las mejillas de esas dos preciosidades, signo de todo lo que sus lenguas lamían y chupaban con lujuria, tratando de llegar lo más profundo que podían la una contra la otra. Después de dos interminables minutos de jadeos y babas por doquier, mi hermana se retiró; no sin antes morder con delicadeza el labio inferior de Irene, y estirarlo lentamente hacia atrás; separando su boca de la cueva que había invadido con permiso,  y dejando un arco de saliva en su salida; para terminar soltándolo de golpe, haciendo que tal gesto sonase como un latigazo en el interior de mis oídos.

-¡Joooo-deeer! -fue lo único que pudo decir Irene cuando abrió los ojos, y vio como mi hermana se relamía los restos de saliva que habían quedado en sus labios; mientras mi interior se debatía entre la ira y el deseo, al terminar de ver el espectáculo que esos dos pibones me habían ofrecido.

-¿Prueba superada? -preguntó Laura apoyando su mejilla en el hombro de la hipnotizada muchacha, mientras me miraba con ojos de "¡Jódete!".

-Puff,  madre mía Lauri… -dijo Irene mientras se abanicaba con la mano; y vaya usted a saber lo que pasaría bajo ese ceñidito pantalón- Bueno, Dani… Te toca pregunta… A ver… -hizo una pausa y escupió veneno- ¿Con cuantas chicas te has acostado?

La respuesta estaba clara, y no pensaba mentir. Pero esa conversación con el móvil, la encerrona en la que Laura me había metido, los chupitos, y ese morreo propio de cualquier escena lésbica pornográfica, me hicieron perder totalmente el control.

Puede ser que hablase el alcohol, pero la rabia que sentía por dentro ayudaron bastante a la estupidez que iba a decir; y de la que me arrepentiría el resto de lo que me quedase de vida.

-Pues mira, Irene. No te pienso mentir… Total, engañar a los demás es engañarse a sí mismo, a si es que te lo voy a soltar -dije mientras atravesaba a mi hermana con la mirada, y la rubita esperaba expectante mi respuesta- A ver, sólo me he acostado con una chica -cierto-. Posiblemente la mujer más guapa que jamás conoceré -cierto al cuadrado- Y encima va la muy idiota y se enamora -pausa intencionada-. Aunque a mí solo me interesaba su cuerpo, no te voy a engañar. Si te digo la verdad, era la típica tonta de instituto que está súper buena, y que tiene menos cerebro que una ración de gambas al ajillo -sonreí con malicia-. Ya sabes, una de esas a las que todos los tíos se follan con sólo decirla un par de tonterías -seguía a lo mío mientras veía como una lágrima empezaba a salir de los ojos de Laura- Y claro, yo no iba a ser menos que los cachitas a los que le comía bien la polla en algún descampado. Con lo cual, me la seguí camelando a base de idioteces, y la muy payasa me creyó; no iba a ser más tonto que los demás y decirla que lo único que me interesaba de ella eran los agujeros por los que se la metía a todas horas… -ya no podía parar de soltar azufre por la boca, aunque me arrepentía de cada palabra que salía de mi- Y me la seguí zumbando a placer todo lo que pude, mientras la ingenua se contentaba con escuchar de mis labios un montón de mentiras. Sólo me faltó darla bien por el culo hasta hacerla llorar… Eso es de lo único de lo que me arrepiento, si te soy sincero. Y no es porque no me muriese de ganas de hacerlo… Es más, estoy seguro de que se abría abierto bien las nalgas con las manos para facilitármelo aun más si yo se lo hubiese pedido -y continué, buscando hacer más daño en mi hermana-. Ya ni me acuerdo de las veces que me corrí en su boca sin avisarla, aunque se lo que os jode eso a las tías -ahora era Irene la que me miraba con cara de asco- Pero todo tiene su fin… Y el día en el que me cansé de escuchar las cuatro tonterías que la pobre era capaz de articular, dejé de verla… Y  si te he visto no me acuerdo… Compréndeme, no me lo iba a comer yo todo; hay muchas pollas en el colegio que también tienen derecho a meterse dentro de esa pobre ignorante -y solté la carcajada más perversa que un miserable (o sea, yo) podía dar-. Perdón por la risa, pero es que me acuerdo de lo que se dejaba hacer, y joder, me dan ganas de volver a llamarla… Seguro que no tarda ni un segundo en contestarme, la muy inocente -llené otra vez el vaso hasta arriba de licor, y me lo bebí de un trago, después de ver como Laura rompía a llorar, y salía corriendo destrozada en cuerpo y alma hacia su habitación- Bueno, guapa… ¿Alguna pregunta más? -dije mientras apoyaba la espalda en el respaldo de la silla, victorioso por el daño que había hecho a mi pobre hermana sin venir a cuento; sólo por quedar por encima de ella. Como el miserable que se jacta mintiendo delante de los amigos y de las cervezas, sobre las tías a las que se ha tirado; aunque sabe perfectamente que sólo se ha follado a una últimamente… Su mano.

-Pues no, Dani, no tengo más preguntas… Pero si un último atrevimiento, campeón -dijo mirándome con todo el odio que su joven cuerpo pudo reunir, a causa de las sandeces de niñato que habían salido de mi boca, y que tanto dolor habían hecho en la persona más buena que jamás había pasado por mi asquerosa existencia- Cuando me vaya a casa, voy a coger la escopeta de mi abuelo, y la voy a dejar encima de esta mesa… A ver si tienes los cojones de ponerte el cañón en la boca, y apretar el gatillo, hijo de la gran puta -me susurró al oído y salió detrás de mi hermana.

Las palabras de esa chica me devolvieron a la realidad al instante. ¿Pero qué había hecho? ¿Cómo podía haber dicho algo así? ¿Qué clase de monstruo es capaz de hacer tanto daño sólo porque sí? Todas esas preguntas y muchas más hacían que me devanase los sesos; mientras me llevaba las manos a la cara, y empezaba a llorar como el miserable que era.

"Eres la basura más grande que he visto, peque. En la vida pensé que fueses capaz de hacer tanto daño a nuestra hermana sólo con unas palabras… Eres bueno, cabrón… Puedes sentirte orgulloso de lo que acabas de hacer, machote. Has conseguido machacar a Laura… Ya te has quedado por encima de ella; y sin mover un músculo… Sólo con tu piquito de oro, porque lo que es con la polla ni te acercas… Me avergüenzo de nosotros… Bueno, de ti. Y mira que yo soy hijo de puta, y doy por el culo en todo momento… Pero con tu relato de cobarde, que se aprovecha de alguien que le quiere tanto que no sería capaz de contestarle por educación, has confirmado lo que ya sabía desde que nacimos… Que eres un puto mierda… Ni te imaginas el asco que me das".

Los pensamientos que me atormentaban en mi cabeza, diciéndome las verdades como puños que Laura me tendría que haberme escupido por su boca, nada más terminar de escuchar mi ruin monólogo de perdedor, hicieron que sacase de mi interior la poca hombría que me quedaba, y fuese en busca de mi hermana para pedirle todos los perdones que fuesen necesarios, aunque sabía que ya iba a ser imposible dar marcha atrás.

Subí las escaleras decidido a arrancarme el corazón delante de Laura si fuese preciso; para tratar de enmendar mi error como fuese. Pero al ir acercándome a la habitación, y escuchar el llanto de mi hermana y las palabras de consuelo que Irene trataba de hacerla llegar, no pude hacer otra cosa que asomar la cabeza avergonzado; sabiendo que ahora poco podía decir yo en esa situación.

-No llores más, cariño… Dani no hablaba en serio, estoy segura -susurró Irene tiernamente a mi hermana mientras la acariciaba el pelo.

Algo me decía que esa preciosa rubia tenía el mismo radar en la cabeza que el cabrón de su abuelo. Al principio se había quedado prendada de Laura con solo verla; y el tonteo que esta se traía con ella sólo para darme celos, la habían puesto más caliente que el tubo de escape de un Barreiros. Pero durante el transcurso de la noche, fue activándose en ella ese sexto sentido que tienen las mujeres; y fue dándose cuenta de que entre nosotros había algo mucho más que una relación entre hermanos.

-¿Crees que soy guapa, Irene? -la preguntó Laura mientras se limpiaba las lágrimas y ponía sus manos sobre la cara de la sorprendida joven.

-Ehh, claro… Eres la chica más guapa que he visto, por más que me fastidie decirlo -respondió Irene a la vez que retiraba con el dedo un mechón del pelo de mi hermana de su rostro.

Se hizo un silencio entre ellas, mientras se miraban profundamente a los ojos.

-Bésame, Irene -dijeron el deseo y la rabia que ya se habían apoderado de esa preciosa morena.

-Pe, pero Laura… No creo que debamos hacerlo… Te vas a arrepentir… -tartamudeó sin saber que decir la guapa joven.

-Tu sólo bésame, por favor -susurró mi hermana mientras acercaba su cara a la de ella, y después ambas se ponían de rodillas sobre la cama.

Irene no pudo contenerse más ante esa diosa que la suplicaba un poco de cariño. Separó los labios y sacó la lengua, para llevarla con lujuria al interior de la boca de mi hermana. Dando comienzo al beso más salvaje que jamás había podido ver en la vida.

Sus bocas empezaron a comerse la una a la otra con un ansia voraz, destrozándose los labios en cada chupeteo descontrolado. Sólo se separaban unos segundos para ir quitándose la ropa en cada mínima parada.

Laura fue la primera en subir aprisa la camiseta de la delgada jovencita, que empezó a bajarse el pantalón de la misma forma hasta dejarlo a la altura de sus rodillas, para después deshacerse de su sujetador con relleno y dejar a la vista unas pequeñas pero preciosas tetitas; que eran abanderadas por grandes aureolas de color fucsia y unos pezones que ya estaban endurecidos por el roce de la tela.

Laura agarró su vestido negro de una sola pieza desde la falda, y tiró hacia arriba de él, dejando su espectacular cuerpo desnudo delante de su acompañante.

Las dos chicas se dieron una tregua, sólo para terminar de quitarse cada una la ropa que se interponía entre ellas; y después de mirar unos segundos sus desnudos cuerpos, volvieron a besarse con la misma intensidad que al principio; devorándose con las lenguas, mientras las babas que salían de sus bocas iban formando lentamente una camisa de saliva en sus pechos.

Sus manos trababan de ser las primeras en acariciar cada poro de la piel de su contrincante, mientras los jadeos que salían de su interior, inundaban toda la habitación a su paso.

Mi hermana empujó con suavidad a Irene contra el colchón, dejándola tumbada de espaldas con los brazos abiertos y la mirada fija en esa escultural mujer de piel morena y larga melena, que posaba sus azules ojos en su delicado cuerpo.

-Hazme lo que quieras, Laura -dijo mientras cerraba los párpados y se abandonaba a la noche.

Mi hermana sacó la lengua y empezó a lamer con lascivia la cara de la chica. Embadurnando el rostro de la joven con los fluidos que de su boca salían. Para después volver a besar y morder sus labios con desenfreno, hasta dejarlos hinchados de tanto castigo.

Paró un instante, en el que Irene volvió a respirar, y se lanzó a devorar sus tetitas de la misma forma. Las amasó con sus manos haciendo que su blanca textura pronto se volviese rosada a causa de la dureza con la que las maltrataba.

-Así, así, cariño… Cómetelas como quieras -gemía la rubita mientras tapaba su cara con sus antebrazos.

Laura agarró sus senos por la base, y empezó a chuparlos con lascivia; tragándose la saliva que había en ellos del morreo anterior. Estiraba sus pezones hacia arriba con los dientes, hasta llegar a hacer daño a Irene, que no paraba de gemir por el placer y el dolor.

-No puedo más Laura, cómeme el coño, por favor -dijo mirando suplicante a la loba que estaba devorando sus tetas, y que hasta hace media hora era mi hermana.

Nunca había visto así a Laura. Esa no era ella… Yo sabía lo que la gustaba ese tipo de sexo, pero aquello era distinto. Alguien mandaba en su interior, y la tenía bajo su absoluto control.

-¿Quieres que te lo coma, Irene? ¿Quieres que te folle con mis deditos? -susurró al oído de la joven, dando un descanso a sus enrojecidos pechitos.

-Si, Laura… Cómemelo… Fóllame como quieras, pero hazlo ya, por favor -suplicó la rubia, mientras abría la boca, y mi hermana aprovechaba para escupir lentamente en el interior de ella, y después volver a meterle la lengua hasta la garganta a la preciosa niña.

Se incorporó unos segundos, y azotó las ya castigadas mamas de Irene una y otra vez, hasta que terminó por retorcer sus pezoncitos con saña, arrancando un grito de las profundidades de la chica; que no pudo reprimir que una lágrima saliese de sus ojos, aunque no dijo nada.

-Te voy a joder bien, pequeña… ¿Estás preparada? -dijo mientras seguía pellizcando sus pechos.

-Si… Si… Hazlo ya, Laura… ¡Hazlo ya!

Y tras escuchar su lamento, algo con la cara de mi hermana, abrió los prietos muslos de Irene, y se lanzó a comerla el coño con desesperación.

Empezó dando largos lengüetazos por toda su rosada rajita, empapándola bien con su saliva; y luego se lanzó a chupetear su clítoris de igual manera que antes lo había hecho con sus pezones. Lo succionó y lo mordió con sus labios, hasta dejarlo bien hinchado; para después separar los pliegues de su sexo con las yemas, y embadurnar de babas con su boca, la carne interna de su palpitante coño; mientras su lengua lamia sin control una y otra vez, el húmedo chochito de la preciosa Irene.

Laura se separó un instante, limpiando su barbilla de todos los fluidos que no había podido tragar, y de golpe introdujo tres dedos en lo más profundo del coño de la chica, que tensó todos los músculos de su cuerpo al notar la dureza de aquella invasión.

-Laura… Espera, por favor… No tan fuerte, cariño -suplicó Irene sudando por la tensión que mi hermana estaba sometiendo a su carne.

-¿Los quieres dentro, o no? -preguntaba mientras empezaba a hacer círculos en las paredes de la vagina de la pobre chica, que ya se retorcía por el placer- ¿Quieres que te folle duro, Irene? -no era mi hermana la que estaba hablando.

-Los quiero, Laura… Los quiero dentro… Métemelos como quieras -susurró para sí presa de la dominación a la que estaba siendo sometida.

Y eso fue todo lo que mi hermana necesitó para empezar a perforar las entrañas de Irene con toda la fuerza que pudo.

Sacó otra vez la mano, volvió a devorar con su lengua todo su sexo empapándolo más de lo que estaba, e introdujo sus dedos de nuevo, pero esta vez para no sacarlos hasta terminar con Irene.

Los metía una y otra vez a tal velocidad que los chapoteos del coño de la joven no tardaron en aparecer.

-¡Sigue, sigue!... ¡No pares, Laura!... ¡Más fuerte!

Y siguió machacando la húmeda vagina de la pobre chica con toda la rapidez que su brazo la permitía, mientras con el otro agarraba un de sus nalgas, tratando de controlar la cadera de Irene, que no paraba de moverse de un lado a otro.

-¡Más!... ¡Más!... ¡Qué rico! ¡Sí, sí, sí! -gritaba la jovencita mientras de su boca no paraban de salir babas- Me voy a correr, Laura… Me voy a correr… -chillaba nerviosa Irene.

Y Laura siguió y siguió incansable follando con sus dedos el coño de la rubia, mientras se mordía la lengua con rabia, y gotas de sudor salían de su frente mezclándose con los fluidos que chorreaban a borbotones del interior de la chica.

-¡Me corro, me corro, me corro! ¡Me coorrooooo! -gritó desesperada, mientras su cuerpo se tensaba y explotaba en el mejor orgasmo que nadie había sido capaz de hacerla sentir. Y creo que nadie más lo consiguió desde entonces.

Laura sacó sus dedos, y tragó con gula todos los fluidos que de la vagina de la temblorosa chica salieron

-Así, así, Laurita… Bébetelo todo, por favor -gemía Irene mientras sus músculos no paraban de moverse, y sujetaba con sus manos la cabeza de Laura.

Cuando el ente que se había apoderado de mi hermana terminó de beber toda la corrida de la guapa chica, siguió lamiendo todo el contorno de su sexo, hasta dejarlo brillante con su experta lengua. Y terminar besando cada parte de ese palpitante coño que había devorado con lujuria.

-Bésame, Laura… Bésame, por favor -suplicó Irene sollozando por el orgasmo que mi hermana le había regalado, mientras incorporaba su cuerpo con esfuerzo del colchón y la abrazaba.

Pero Laura no la besó, ni respondió a su abrazo. Sólo empezó a llorar desconsoladamente sin saber por qué.

-Laura, que te pasa, cariño… ¿Estás bien? -preguntó mientras se separaba de ella sorprendida.

-¿Qué he hecho, Dios mío? ¿Qué es lo que he hecho? -sollozaba mi pobre niña tapando la vergüenza que su rostro reflejaba.

-Ya está, Laura… Ya está -decía la buena de Irene sin saber que mal había podido hacer con esa guapa chica que tanto placer la había dado.

Yo sí que sabía lo que la pasaba… Laura había perdido tanto el control sobre si misma que había traspasado con creces lo que toda su feminidad la decía. Había mantenido relaciones con otra mujer en contra de sus creencias. Daba igual que Irene no hubiese tocado su precioso sexo, ella si lo había hecho con el de la joven; y ahora había vuelto a la realidad. Solo por vengarse del daño que mis palabras la hicieron, había mancillado su integridad como mujer, y ya no había vuelta atrás.

Y todo por mi culpa. Todo por mi maldita culpa. Pero eso no se podía quedar así… Iba a pagar por ello; y pensaba hacerlo esa misma noche.

Volví al salón, y esperé sentado durante una hora, hasta que Irene bajó por las escaleras; y después de pasar por mi lado mirándome con cara de asco a su paso, cruzó el pasillo de salida y volvió a su casa.

No puedo ni imaginar lo que pensaría de mi, pero su gesto lo decía todo. Mi hermana se había desahogado con ella en lo que yo estuve allí abajo. Ahora sí que lo sabía todo; e imagino que también se sentía culpable en parte por lo que había pasado… Pero bueno, ya habría tiempo para que lo arreglaran entre ellas. Irene era buena chica, y sería una buena amiga cuando Laura más la necesitase.

Me eché el último cigarro y subí a hablar con mi precioso ángel.

-Laura, quiero decirte una cosa -dije sin traspasar la puerta.

-Vete, por favor… -respondió, mientras no podía parar de llorar.

-Vale, Laura, ya me voy… Pero no llores más por favor. Escúchame… Tú no has tenido la culpa de nada. La que había en esa habitación no eras tú; era sólo algo que había dentro de ti, y que el mierda de tu hermano sacó a la luz -giró su cabeza hacia mí y se limpió con los dedos los ojos- Ya no puedo volver atrás y cambiar lo que hice. Pero te prometo que nunca más vas a volver a sufrir por mi culpa. Sólo quiero que sepas que te quiero más que a nada en este mundo, y que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Laura.

-Peque, yo…

-No digas nada, hermanita. Duerme, y no vuelvas a pensar en mi… Porque no merezco ni una lágrima más tuya… Hasta mañana, Laurita.

Terminé diciendo y cerré la puerta con cuidado.

"Qué coño vas a hacer, puto loco".

Fui al servicio y llené la bañera de agua hasta arriba.

"Deja lo que estás pensando, jodido lunático".

Me desnudé y abrí el mueble del lavabo.

"Peque, no sigas… ¡No sigas, puto gilipollas!".

Cogí las pequeñas tijeras que tenía mi padre para arreglarse la barba, y me metí dentro del agua.

"No lo hagas, Dani… ¡No lo hagas, hijo de puta!".

-Lo siento, Laura… Y perdóname -dije para mi, a la vez que las lagrimas corrían por mis ojos, y clavaba la punta del mental entre los tendones de mi muñeca.

Continuara… O no.


Gracias por leerme y por los comentarios de capítulos anteriores. Espero que os haya gustado este, aunque bueno, me ha quedado un poco "extremista"… Pero los que me conocéis, ya sabéis que si no meto un dramón en algún momento en la historia, reviento como el Lute.

Un abrazo, y cuidaros mucho.