Cuarenta y cinco días con Laura (Final)

¿Que pasará al final dentro de esa bañera? ¿Volverán los hermanos a volver a verse por la mañana? Vaya usted a saber...

Un pequeño hilo de sangre empezó a descender lentamente por la parte interna de mi antebrazo hasta terminar cayendo en forma de gota color carmín en el agua de esa bañera; que estaba siendo el primer testigo de la locura y el sin sentido que se habían apoderado de todo mi ser durante esa noche.

Sabía que pronto me desmayaría al ver ese líquido rojo saliendo de mi cuerpo; como siempre hacía al verlo. Pero estaba decidido a continuar. Sabía que si seccionaba perpendicularmente mis venas por la zona de la muñeca unos siete centímetros, siguiendo la línea de los tendones, terminaría con mi sufrimiento de una vez; y de paso libraría a mi preciosa hermana para siempre de mí.

Imagino que pensareis en la locura que estaba a punto de cometer, y tenéis razón. Pero supongo que no sería el primer adolescente de dieciséis años (ni el último) al que superan las circunstancias; y en mi caso, únicamente veía una solución para acabar con todo aquello al fin.

Saqué las tijeras de mi carne, y las abrí mientras cerraba los ojos y apretaba los dientes por el dolor. Lo siguiente sería volver a meter uno de sus filos en la herida, y tirar hacia atrás de él. Perdería el conocimiento, sí… Pero esperaba que cortándome la venas de un único brazo sería suficiente para "cascarla" lentamente, porque no aguantaría sin desmayarme para hacer lo mismo con su homólogo.

Pero mi ángel particular apareció en forma de preciosa mujer, que tras cruzar esa puerta, y quedar aterrorizada por lo que vio, reaccionó de inmediato; mi hermana no iba a permitir que la sinrazón de mi mente acabase con mi vida esa noche.

-¡Dani, nooo! ¡Para, para!- gritó Laura, y corrió hacia la bañera para después tapar con su mano mi muñeca, y quitarme la ensangrentada tijera con la otra; lanzándola contra la pared del baño con toda la fuerza que pudo.

-Lo siento, Laura… Lo siento mucho -empecé a sollozar no por el dolor, si no por intentar seguir pidiendo disculpas a mi hermana por todo lo que la había obligado a hacer.

-¡Pero qué has hecho, peque!... ¿Qué te pensabas hacer, mi vida? -decía llorando y tratando de sacar mi cuerpo del agua; hasta que con mucho esfuerzo lo consiguió finalmente- ¿Qué intentabas demostrarme, Dani? ¿Cómo has podido hacer esto, peque? -repetía las mismas frases besándome una y otra vez, mientras la presión que hacía sobre mi muñeca empezaba a cortar el pequeño flujo de sangre que aun salía de ella, y las lágrimas que derramaban sus ojos se mezclaban con las mías.

-Perdóname Laura… Perdóname, por favor -dije  acariciando su mejilla con la mano que tenía libre, y diez segundos después me desmayé sobre el encharcado suelo de aquel servicio; sabiendo que esa había sido mi última penitencia…

Desperté a eso de las doce de la mañana ya en mi habitación.

La luz que entraba por la ventana, me devolvía a realidad poco a poco.  Recordaba avergonzado lo que había sido capaz de hacer la noche anterior; lo que mi locura embriagada de celos y culpa, estuvo a punto de llevar a cabo. Y lo hubiese conseguido de no haber aparecido mi ángel en ese momento.

Escuchaba voces provenientes del salón. Sin duda eran las de Laura, Irene, y como no… El Tío Antonio. Supuse que mi hermana, después de vendarme mientras yo seguía inconsciente, habría ido a avisar a los vecinos para pedirlos ayuda; aunque solo fuese para devolver el cuerpo de ese enloquecido adolescente a su cuarto.

Pero había otro susurro en la habitación de alguien que sobresalía por encima de los demás; uno que sólo yo percibía. Y que fue el primero en intentar detener mi enajenación a base de insultos; como siempre hacía el cabrón.

"¿Estarás contento con la que has montado, no, peque?... Lo siento mucho, colega … ¡Ni te atrevas a llamarme eso, meapilas, que eres un puto meapilas! ¡No llevo dieciséis años sufriendo dentro de este delgaducho cuerpo, para que vayas tú, e intentes cortarnos las venas con las jodidas tijerillas de tu nuestro padre!... De verdad que lo siento, debí haberte escuchado cuando dejé a Laura … ¡Que te calles la boca de una vez! Y ni se te ocurra volver a nombrar a nuestra hermana si no es para arrodillarte delante de ella e implorarle que vuelva a mirarnos a la cara… ¡Una santa es la pobre… Una santa! Bueno, igual no es Teresa de Calcuta, pero lo mismo da. Si no llega a venir a buscarnos, seguro que ahora estábamos en el infierno; viendo el puto Gran Hermano durante toda la eternidad como castigo. No sé qué decir … ¡Pues no digas nada, soplagaitas!... ¿Pero tú en qué coño pensabas, mendrugo? ¿En matarnos a los dos, y después cargarte a nuestra Laurita del disgusto?... Iba borracho, y se me fue la boca con el puto jueguecito… Y luego vi como ella intentaba hacerme daño con Irene… Pero al final lo sintió más que yo mismo… Y sólo quise… No sé ni lo que quise, la verdad. ¡Pues yo si se lo que quiero seguir haciendo hasta que la casquemos dentro de muchos años, si Dios quiere, joder!... Quiero inflarme a churros los domingos por la mañana; quiero ver si termina de una puta vez la jodida serie de Walking Dead; quiero ver antes de que nos entierren, como el Atlético de Madrid gana la puta Champions de una vez, aunque al paso que va me extraña; quiero pagar una hipoteca durante cuarenta años, y verme jodido para llegar a fin de mes, como la mayoría de los españoles; quiero sentarme en la jodida taza del váter y cagar a gusto durante una hora, sin que nadie me moleste mientras leo un buen libro; y lo más importante… Quiero reír, llorar, disfrutar, y hartarme a follar el resto de nuestra vida, so piojoso. ¿Y sabes con quien quiero hacer eso y todo lo se me ocurra?... Con nuestra hermana; que es lo mejor que vamos a tener en nuestra vida. No cambiaría a esa maravilla de la naturaleza ni por una primitiva con seis aciertos y el reintegro. Y mira que me gusta más el dinero que al presidente del BBVA, pero ni por esas. A si es que aplícate el cuento, llorón… No te preocupes, que haré todo lo posible por recuperarla… A ver si es verdad y empiezas a portarte como nos dijo el Tío Antonio. Eso sí, del Celtas mejor nos olvidamos, que tenemos la garganta muy sensible… ¡Coño, mira quien entra!... Cuidadito, peque, que esta no viene a hacer amigos…"

-Hola, Dani… ¿Qué tal te has despertado en esta preciosa mañana después de intentar suicidarte anoche, ehh? -preguntó la hija de puta de Irene, con voz de niña y ojos de serpiente.

"Ojo con esta… Que tiene más peligro que un tiburón blanco en las playas de Benidorm en pleno Agosto".

-Ehh, hola Irene… Bien, gracias… -titubeé bajando la cabeza- No sé lo que me pasó por la cabeza después de veros haciendo…

-¿Después de ver qué, Dani? -preguntó la guapa joven, mientras subía una ceja y se sentaba a mi lado apoyando uno de sus prietos muslos muy cerca de mis costillas.

"¿No es ese el mismo vestidito de verano que llevaba Laura puesto el otro día?... Sí que lo es, sí… Cuidadito, peque, cuidadito… Que esta es mas guarra que La Charito; esa que escupía en el aceite a ver si estaba caliente".

-Pu, pues que subí a disculparme con Laura, vi que estabais hablando, y…

-Y luego te quedaste y viste como tu hermana me metía tres dedos hasta las entrañas, ¿no? -dijo sin dejarme terminar la frase- Eres un poco guarrillo, ¿no Dani? -preguntó, y empezó a deslizar una de sus manos entre sus muslos, mientras la otra lo hacía sobre el pantalón de mi pijama; muy cerca de tierra hostil.

"¡Ya te estás deshaciendo de ella ahora mismo... Que esta perra nos vuelve a liar!"

-Ehh, Irene… Creo que será mejor que te marches -dije apartando su mano de mi pierna.

-¿Por qué te enfadas conmigo, Dani?... Ayer por la tarde no pensabas lo mismo, "peque" -susurró poniendo morritos, mientras volvía a poner la zarpa en mi pijama- No me importa que nos vieras… Incluso me pone muy cachonda que lo hicieras -y empezó a acercarse a mi oreja-. No sé si te fijaste, pero me corrí como una perra con lo que me hizo tu hermana… Ummm, joder… Qué buena que está la hija de puta, y que lengua tiene… -susurraba a mi oído a la vez que masajeaba mi muslo- Tu estás un poco delgaducho, pero eres igual de guapo que Lauri… No sé si te has dado cuenta, pero a mí me gustan las chicas tanto o más que los hombres… ¿No te importaría si pruebo su chochito alguna vez, no Dani? -dijo melosa, al mismo tiempo que metía sus dedos bajo el elástico de mi pantalón- Bueno, guapo… Mientras te lo piensas, y aprovechando que mi abuelo y nuestra Laurita están en la cocina y no nos van a ver, voy a seguir donde lo dejamos ayer… Empezando por hacerte la mamada más increíble que hayas visto en tu vida…

No pude aguantar un segundo más sus juegos. Me incorporé, y de un manotazo me la quité de encima; con tanta fuerza que la mandé contra el armario que había en una esquina.

-¡Vete de una vez, Irene! -grité enfadado- Ya sé lo que pasó ayer… Y no voy a buscar ninguna excusa -dije mientras la rubia se llevaba la mano a la espalda, y me lanzaba una sonrisa malévola- Pero eso no volverá a pasar… No te guardo ningún rencor; en cierto modo los dos también te utilizamos de alguna manera… Pero esto se acabó. Puede que haya perdido a mi hermana por mi estupidez, pero te aseguro que no pienso volver a hacerla daño en la vida -exclamé con toda la sinceridad que salió de mi interior.

-¡Prueba superada, Daniel! -gritó levantando los brazos en señal de victoria, y se acercó otra vez a mí.

"Esta tía está peor que cagar para adentro. Creo que esta criatura debería pasarse por un psiquiátrico a ver si puede robar un camión lleno de Prozac, y desayunarse tres o cuatro pastillas con el ColaCao todas las mañanas".

-¿Pru, prueba superada?... ¿A qué te, te refieres? -pregunté tartamudeando.

-Pues mira, te explico -y volvió a sentarse; colocándose el pelo con una mano de forma muy femenina- Después de bajar a un tirillas desvanecido entre los tres por las escaleras y dejarlo en su cama, me he pasado toda la noche consolando a Laura. Ya que la muy inocente se sentía culpable por la estupidez que hiciste ayer… Pero bien entrada la madrugada he conseguido que se calmase al fin -hizo una pausa- Tío, no creo que te merezcas a esa chica… No, no, no -negó tres veces, igual que Pedro hizo con Jesús- Pero oye, los hay con suerte por este mundo, que le vamos a hacer -me guiñó un ojo- Yo también me siento culpable por todo. Me gusta el tonteo no te imaginas cuanto -me lo imagino, pensé-, y creo que no debí calentar tanto el ambiente, aunque pensase que era solo un juego, divirtiéndome viendo como os sacaba de quicio a los dos… Pero tu empezaste a boquear como un niñato; luego Laura y yo terminamos como terminamos; y para colmo, vas e intentas suicidarte. Menudo panorama, ¿no? -pregunta retórica- Y esta mañana, cuando hemos despertado, he pensado en que cuando tuviese un segundo, me quedaría contigo a solas. A ver si verdaderamente eras capaz de soportar el último reto que tenía previsto para ti… ¡Y enhorabuena, Dani! Me has demostrado que mereces que Lauri te de una segunda oportunidad. Además, puedes sentirte orgulloso… Eres el primero que no termina metiéndomela hasta el fondo cuando me pongo así de tontorrona… -dijo riendo la muy puta. Con buenas intenciones, sí, pero guarra como ninguna.

-Me alegro de que no pienses que soy un…

Antes de poder acabar la frase alargó la mano y me agarró por los huevos con toda la fuerza que su bonito cuerpo fue capaz de reunir, haciendo que mi rostro se contrajese por el dolor.

-No te hagas líos, Dani… Aun falta mucho para que deje de pensar que eres una mierda… Pero Laura y yo nos hemos hecho muy buenas amigas, sexo aparte, por supuesto. Y ahora la quiero como a una hermana… Con lo cual, eso te convierte en mi hermano también -sonrió, y me dio un beso después de dejar libres mis pelotas, para a continuación sujetarme por la mandíbula y mirarme con ojos de muñeca-. Pero quiero que tengas una cosa clara… Si no pasas el resto de la vida mereciéndote a tu hermana, pienso venir a por ti… Voy a coger esas tijeras que sacaste del armario, te voy a cortar la polla, y me la voy a comer mientras veo como te desangras… ¿Te ha quedado claro, Daniel? -asentí a la vez que pensaba en el pobrecito que se casase con la hija de Hannibal Lecter- ¡Buen chico! -gritó, me dio un piquito en los labios, y se dirigió hacia la salida dando saltitos como una niña inocente. Pero antes de salir por la puerta se dio la vuelta- Una cosa más… Te dejo el teléfono de Laura aquí, para que llames a tus padres; el tuyo está sin batería. Quieren saber cómo está su hijo después de tener un accidente culinario con un cuchillo -sonrió mirando hacia arriba-. Soy la hostia inventando excusas, ¿a que si?- me lanzó el móvil y se llevó dos dedos a los ojos, dirigiéndolos a mi después- Te vigilo, no lo olvides… Ciao, guapísimo.

"Que alguien llame a los ucranianos y les pregunte que cojones se necesita para hacer una zona de exclusión de treinta kilómetros alrededor de esta loca; igual que hicieron con la Central Nuclear de Chernobyl… Este demonio es peor que la radiactividad; diez minutos a su lado, y date por jodido… Anda, despídete de la niña del exorcista… No sea que se arrepienta, y nos corte el rabo como la japonesa esa hizo con el protagonista de El Imperio de Los Sentidos".

-Adiós Irene, y gracias por todo… -dije, mientras ella me lanzaba un beso con la mano, movía el culo en plan coqueto, y cerraba la puerta. A punto estuve de cagarme en los pantalones… No sabía si sentirme agradecido por que Laura tuviese una amiga así, o acojonarme al pensar de que se había hermanado con un futuro sicario.

Cogí el teléfono de Laura y lo desbloqueé marcando los números de seguridad: tres, dos, seis, cuatro. Lo sabía porque hace años que me lo dijo. La verdad es que tenía pocos secretos para mí. Desde pequeña siempre me decía que los hermanos tienen que saber todo el uno del otro. Y cuando mis padres nos compraron los móviles hace años, lo primero que hizo fue apuntar ese número en un papel, y metérmelo en el bolsillo.

La verdad es que nunca le había dado importancia a esas cuatro cifras, pensé que era un número aleatorio que sería fácil de recordar para ella. Pero mirando la pantalla empecé a sonreír más feliz que un niño el seis de enero, cuando de verdad comprendí que había detrás de ese código.

Creo que ya me era imposible querer más a mi hermana…

Me metí en la agenda, y salió por defecto la carpeta de últimas llamadas.  Y Joder… En la lista no aparecía el nombre de ningún chico en el día anterior. Laura no había tonteado con nadie mientras me ponía de los nervios con sus gestos y su voz sentada en ese sofá; a la vez que yo agudizaba el oído para ver si escuchaba con quien coño estaba hablando.

El hijo puta de mi némesis tenía razón. Laura era la jodida Meryl Streep cuando se lo proponía; y yo un pobre crio celoso… Me sentí más gilipollas que el que intenta cavar en el agua con una pala.

Avergonzado por mis pensamientos, pero feliz al saber que no se habría pajeado ningún maromo escuchando a mi hermana el día anterior por teléfono, marqué el numero de mi madre.

-Ho, hola, hija… ¿Cómo se encuentraaa tu hermanooo? - preguntó un poco rara mi madre.

-No, no… Soy Dani, mama. Te estoy llamando desde el móvil de Laura -aclaré, mientras escuchaba ruidos raros de fondo.

-Per, perdona, hijoooooo -alargaba las palabras de forma muy extraña- ¿Cómo estáaaas, pequeñín?... ¡Ufff, joder! - noté como alejaba el teléfono al gritar.

"Parece que mami está algo nerviosilla, ¿no?... Pregúntale donde está papá, anda".

-Muy bien, mamá… Sólo fue un descuido mientras cortaba la cebolla -mentí para seguir la coartada que Irene había inventado para no preocuparlos- Oye, ¿papá está contigo ahí? -pregunté, aunque me daba a mí que el muy rufián no se encontraba lejos.

-¡Si, si, siii! -gemía mi madre de fondo- Si hijo, tu paaadre está arreglando la tubería del fregadeeero… Sigue, joder… Ummm, que bueno... Cómetelo todo, perrito… -decía María jadeando sin parar.

"¿Arreglando una tubería?,  ¿en serio?... Si la única llave de paso que ha visto papá en su vida ha sido la que tiene el presentador de Bricomanía, no me jodas… Me da a mí que nuestro padre está intentando limpiar los líquidos que salen de otro conducto más carnal…  Pero con la lengua, el muy granuja".

-Pues nada, nada… Os dejo que sigáis arreglando lo que sea -dije con una sonrisa picarona.

-Vale, pequeñín… No pares, no pares… Sigue chupando, así… Ummm…

Y seguí oyendo tras la línea los gemidos de mi madre hasta que papá le quitó el teléfono para despedirse de mí.

-¡Bueno colega, cuidadito con los cuchillos, eh!... Venga, adiós… Vamos para la cama ahora mismo, que les vamos a hacer un hermanito a estos dos hoy mismo… -y dijo de fondo José antes de colgar; sin dejarme ni decirle adiós, mientras escuchaba los pitidos de fin de llamada.

Estaba claro que Marco Antonio y Cleopatra no habían perdido mucho el tiempo durante lo que llevábamos de confinamiento. A follar, a follar, que el mundo se va a acabar, pensé… Bueno, pensaban mis padres.

Mientras dejaba el móvil de mi hermana en la mesilla, volvió a abrirse la puerta.

-Hola, hijo… ¿Cómo se encuentra mi compañero de borracheras? -preguntó el gracioso vejete.

-¡Hola Tío Antonio!... Pase y siéntese usted un rato si quiere -dije sincero.

-No, majo, muchas gracias… Me tengo que ir ya, que tengo que hacer una visita hoy a La Paca -respondió el anciano mientras se acercaba a mí poniendo cara de guarro- Voy a ver si consigo que se deje dar por el culo esta tarde -dijo en voz baja.

-¡No me joda, Tío Antonio! -exclamé tratando de contener la risa- Pues tenga cuidado, que eso puede ser muy doloroso para la pobre mujer… Y con ochenta y siete años que tiene, a ver si la va a dar algo.

-Tontunas, nada más… Esa se está haciendo de rogar como las crías de ahora con sus mozos; remoloneando para sacar de quicio a los rapaces, cuando lo que quieren es rabo a todas horas… Pero a mi esta no me engaña… Por ese culo entra hasta el Talgo que va a Cáceres… Sin dejar un vagón fuera -y continuó mientras yo me descojonaba por dentro- Si te digo la verdad, no sé como la aguanto todavía… Con el montón de abuelas que andan detrás de mí en el Hogar del Pensionista del pueblo… Bueno, aunque pensándolo bien, la verdad es que si que se por qué me tiene empalmado dodo el día la muy lianta -susurró para sí, mientras se llevaba la mano a la barbilla y sonreía vaya usted a saber por qué.

-No me joda, Tío Antonio… ¿Que tiene la Tía Paca para ponerle a usted de esa forma? -pregunté curioso.

-Mas bien lo que no tiene, hijo… Ya me contaras cuando te la chupen sin dientes, claval… -me dijo al oído, para después empezar a reírnos sin parar los dos de las cosas que contaba. Era un puto crack, el cabrón- Bueno, jovenzuelo… Aquí te quedas. Voy a ver si me lavo un poco la huevera… Que me tiene que oler a guarro quemado ya.

-Muy bien Tío Antonio… Pues muchas gracias por ayudar a mi hermana anoche con… -volví a sentirme avergonzado por haber montado ese jodido numerito- Siento que tuviese que verme en esas circunstancias -dije agachando la cabeza.

-Mira Dani… Yo nací en el treinta y cinco del siglo pasado… Y aunque era un niño cuando se mataban hermanos contra hermanos en la Guerra Civil, me comí enterita la Postguerra… He visto lo que son capaces los hombres de hacerse los unos a los otros… Eso sí que eran problemas de verdad, no las payasadas que tenéis en la cabeza los chavales ahora -me miró serio por primera vez en la vida- Pero si vuelvo a enterarme de que intentas algo parecido, te corro a garrotazos hasta el siguiente pueblo, ¿te has enterado? -dijo mientras se colocaba la boina y se dirigía a la salida.

-No se preocupe, Tío Antonio… No volverá a pasar, se lo aseguro -respondí tratando de contener las lágrimas al escuchar las palabras aquel hombre.

-Más te vale, zascandil… Más te vale -dijo y miró hacia un lado- En fin, me marcho… ¡Oye!, pásate mañana por la puerta de casa. Hay otra botella de vino esperándote mientras me haces compañía un rato y te cuento como me ha ido con La Paca -dijo guiñándome un ojo, para dos segundos después escuchar la voz de mi hermana.

-Creo que ya hemos tenido suficiente vino y tabaco por un tiempo, ¿no Tío Antonio?... A ver si mañana me lo va a devolver usted a casa como antes de ayer… -venía diciendo Laura por el pasillo. Hasta que llegó al lado del abuelo, y me regaló una sonrisa picarona.

-Claro, claro, hija… No se me ocurriría negarle nada a una cara tan bonita como la tuya -dijo el santurrón vejete, y dio un beso a Laura- Madre mía, pero que rica que estás, Laurita… Puff, si tuviese setenta años menos no te escapabas ni con el ejército de por medio… Ven aquí que te de un abrazo, cosa guapa…

La verdad es que ya no me molestaba ver al abuelo abrazar a Laura mientras se le escapaba alguna mano; mientras ella trataba de que las zarpas del salido viejo no traspasaran su cintura más de lo debido.

Si os digo la verdad, estaban los dos para comérselos, en serio. Laura porque estaba buenísima, y el Tío Antonio porque… En fin, porque era el Tío Antonio.

Al final no hizo falta llamar a la Guardia Civil para sacar al vejete de casa; ese día tenía otras cosas en la cabeza, aparte del tipazo de mi hermana.

-Madre mía Dani… La pieza que ha tenido que ser el Tío Antonio de joven -dijo mi hermana riendo mientras resoplaba, y se tumbaba conmigo en la cama; para abrazarme a continuación y dejar su cabeza reposando en mi pecho.

-Si tu supieses… -sonreí mientras hablaba y acariciaba su largo pelo negro con los dedos.

Parecía que hubiésemos vuelto a la misma situación de noches anteriores, que ahora me parecían lejanas, después de todo lo que la jornada anterior había ocurrido; cuando los dos dormíamos abrazados olvidando todo lo que se interponía entre nosotros.

-¿Cómo te encuentras, peque? ¿Te duele mucho la herida? -preguntó mientras cogía mi muñeca lastimada con la mano y besaba la venda que llevaba sobre ella.

"Ya estás empezando a disculparte con nuestra hermana, perro sarnoso… O te juro que nos provoco un coágulo en el cerebro ahora mismo como no espabiles".

-Laura, yo… Siento muchísimo haberte hablado anoche así. No tengo excusa, ni espero que me perdones. Pero quiero que sepas que no era yo el que hablaba. Era la rabia que sentía por dentro por haberte hecho tanto daño, y que sólo buscaba protegerse intentando ponerse a la defensiva…

No sabía ni cómo expresar lo que sentía en ese momento. Pero ella seguía acariciando mi piel como si nada hubiese pasado.

-No pasa nada, peque… Ayer los dos dijimos e hicimos cosas de las que nos arrepentiremos siempre, pero ya no quiero volver a pensar en todo eso… Ya lo hice bastante anoche, después de que te bajásemos a la habitación, mientras no paraba de desahogarme hablando con Irene; al pensar en lo que hice con ella, y que pudo ocasionar que te perdiera para siempre -susurró, a la vez que yo notaba como una fría lágrima caía sobre la camiseta que llevaba.

-Laura, no sé lo que me llevó a cometer esa estupidez… Pero te aseguro que verte a ti y a esa chica juntas no fue lo que me hizo clavarme esas tijeras, eso te lo aseguro. Ya sé que fue una locura… Pero dentro de ella, sólo pensaba en que yo había sido el culpable de todo; y que merecía lo que me pasara después por todo el daño que te había hecho.

Se hizo un silencio en el cuarto mientras los dos volvíamos a recordar el día anterior paso por paso. Hasta que mi hermana dijo algo que no olvidaré nunca.

-Si te hubiese encontrado muerto en esa maldita bañera a la mañana siguiente, me habría cortado las venas yo también, peque.

Se incorporó llorando y los dos nos abrazamos como nunca antes lo habíamos hecho; mientras las lágrimas que salían de los ojos de ambos, sellaban la paz para nunca volver a romperla en los que nos quedara de vida.

Y así volvimos a quedarnos dormidos mi hermana y yo esa mañana, descansando al fin después de tanto sufrimiento.

Desperté cuando ya era de noche. Di un beso en el hombro a Laura, y arropé su precioso cuerpo con la sabana. Para después salir del cuarto haciendo el menor ruido posible, tratando de no despertar a mi hermana.

Cogí un cigarro y me fui al patio a fumármelo. Sabía que estaba cogiendo demasiado vicio, pero bueno… Ese sería el último, pensé (como siempre se dice el día uno de Enero).

Y mientras veía como el humo se perdía entre el aire que empezaba a soplar en ese anochecer, se me ocurrió que sería un detalle llevarle la cena a la cama a mi hermana.

Fui corriendo al servicio y me lave los dientes con saña; no quería que Laurita notase el sabor del tabaco en mi boca.

Cuando termine, cogí uno de los helados de chocolate que tanto la gustaban y lo abrí, dejándolo encima de un platito; para que fuese descongelándose mientras volvía a la habitación.

Cuando llegué, encendí la luz. Dejé el plato en la mesilla y desarropé a mi hermana; dejando su moreno y perfecto cuerpo al aire, sólo protegido de mí por su cortito pijamita de siempre. Aunque por poco tiempo…

-Buenas noches Laura… Ya es hora de despertar, dormilona -dije mientras empezaba a besarle tiernamente por el cuello.

-Buenas noches, peque… -respondió después de abrir los ojos y saludarme de la misma forma que yo lo estaba haciendo.

-He traído la cena a mi niña… Para que vea lo que pienso en ella -susurré a su oído, a la vez que cogía por el palito el helado y se lo llevaba a la boca.

-Ummm, que rico… Gracias, peque… Como sabe mi hermanito lo que me gusta para cenar -dijo mimosa, para después empezar a lamer el polo lentamente; asegurándose de que yo veía como lo hacía.

-¿Es que no piensas compartirlo con tu peque, Laura? -respondí mientras me apartaba y me desnudaba, observando como esa diosa chupaba el chocolate y me miraba con ojitos de niña buena.

-Claro que sí… ¿Como piensas que podría dejar a mi hermanito sin cenar, ehh?

Dejó el helado en el platito, y se quitó la poca ropa que llevaba. Lo volvió a coger, y lo fue pasando por su precioso cuerpo desnudo; embadurnándose de chocolate por toda la piel; desde la cara hasta el interior de sus muslos.

"Virgen Santísima… Lo que puede hacer un polo de cincuenta céntimos sobre un pibonaco como nuestra hermana… ¡Ataca tigre, ataca!"

-Ya sabía yo que mi hermanita no me iba a dejar sin probarla esta noche- suspiré en su oreja y empecé a lamer sus labios muy despacio.

-Ummm, que bueno… Puedes comerme todo lo que quieras, peque -dijo con esa voz que tanto me ponía, mientras empezaba a suspirar, y yo seguía con mi cena.

Después de abandonar su boca con mucho esfuerzo, fui bajando con mi lengua por su cuello, recogiendo todo lo que había en él a su paso, hasta llegar a sus maravillosos pechos. Los lamí con ansia cebándome en sus duros pezones; mientras mis manos juntaban sus tetas, y los primeros gemidos de Laura empezaban a salir de su interior.

-Asi, asi, peque… No te dejes nada… Ummm… Qué bien lo haces, cariño… Sigue comiéndotelo todo, no pares… -decía a la vez que me acariciaba la espalda con los dedos.

Y eso hice… Seguí chupando cada parte de sus mamas con lascivia, hasta que las dejé limpias de chocolate y brillantes por mi saliva.

Cuando me sacié, seguí bajando lentamente por su abdomen, besándolo con dulzura; al igual que su pubis. Pasando de largo de su sexo, pero haciendo que sintiese mi aliento en el (de la misma forma que lo hice la noche que me corrí como un mirlo. Sabía lo que la gustaba eso, y no había olvidado la lección). Separé sus piernas con las manos, y seguí hasta llegar al interior de sus muslos; lamiendo como un perro hambriento todo los restos del helado que habían quedado en ellos.

"A tomar por culo el polo… Como nos hemos puesto, por Dios".

-Que rica estás, Laura… Podría estar así toda la vida, pequeña -dije relamiéndome.

-¡Uyy!, si te has dejado un poquito aquí -miró hacia abajo y señaló su coñito con el dedo- ¿Es que no quieres acabártelo todo, peque?, ¿ya no quieres más? -dijo fingiendo lloriquear, a la vez que abría y cerraba los ojos varias veces.

-Perdona, guapísima… Es que pensaba dejarme lo más rico para el final… Pero no te preocupes, que ahora mismo me lo como -dije sonriéndola y guiñando un ojo.

-Eso espero, peque… No te dejes nada, nada, nada…

Abrí bien sus muslos, y me lancé a devorar su rasurado coñito sin esperar ni un segundo más.

Di lengüetazos por toda su vulva, lamiendo cada pliegue de sus labios; y chupeteé y succioné su clítoris hasta que conseguí abultarlo como nunca antes lo había visto.

Bebí como un niño, todos los sabrosos juguitos que salían del interior de Laura, mientras ella no paraba de gemir y gemir. Hasta que me agarró del pelo y detuvo de raíz mi empacho.

-Puff, joder… Espera, peque… Que yo también tengo hambre, Dani -dijo jadeante y nerviosa, mientras se incorporaba, me tumbaba en el colchón, se sentaba a horcajadas sobre mi cara. Para después agarrar mi duro pene por la base, y metérselo en la boda de un golpe.

Empezó a sacarlo lentamente después de la primera atragantada, para acto seguido comenzar a chupármela de forma frenética; embadurnando de babas mis huevos a causa de toda la saliva que no podía retener entre sus labios. Sólo se la sacaba de la boca para chupetear mis testículos a la vez que seguía pajeándome. Para luego volver a meterse mi polla hasta la garganta, y seguir con la espectacular mamada que me estaba dando.

Pero yo no me quedé atrás, y mientras sujetaba sus caderas con fuerza, seguí devorando su chorreante sexo a base de bien; succionando de nuevo su clítoris, mordiéndolo, lamiendo todo su coño como al principio; a la vez que dos de mis dedos penetraban su vagina con fuerza, salpicando de fluidos mi barbilla cada vez que entraban y salían de su humedad.

Pero era tanto él deseó y las ganas que nos teníamos, que pronto hicieron que no pudiésemos aguantar mucho mas el primer asalto.

-Me voy a correr, Laura… No puedo más… - dije después de apartar la cara durante tres segundos, y volver a comerme su coño con ansia.

-Y yo, peque… ¡Y yo también, jodeeeerrr! -gritó enloquecida, y al volver a hundir en su boca mi palpitante polla hasta rozar con ella su laringe, nos corrimos los dos a la vez como nunca antes lo habíamos hecho.

Agarré su pelo y empujé su cabeza hacia mi pubis, tratando de que mi rabo llegase hasta el fondo de su garganta a la vez que descargaba toda mi espesa leche en ella. Laura se atragantaba y tosía, pero resistió el ahogo como una campeona, consiguiendo tragar hasta la última gota de semen que salió de mis testículos; del mismo modo que yo hacía con todos los jugos y salpicaduras de orín que salieron de sus dos agujeros, tratando de no asfixiarme mientras ella apretaba su pelvis contra mi cara, para que no dejara ni rastro de los líquidos que había producido su cuerpo por el orgasmo tan grande que había tenido.

Cuando terminamos de sacar brillo a nuestros sexos, volvimos a incorporarnos de nuevo; quedándonos de rodillas sobre el colchón, mientras volvíamos a abrazarnos. Nuestras lenguas y labios se chupaban mutuamente en el beso más lascivo y apasionado que nos habíamos dado jamás; saboreando en el interior de nuestras bocas, todo lo que de nuestros cuerpos salió.

-Quiero que me folles, peque -susurró a mi oreja, para después lamerla con la punta de su lengua.

-Claro Laura… Eso pienso hacer… Sólo dame cinco minutos y…

Me mordió el lóbulo y sujetó mi cara con las manos, para después posar sus ojos de tigresa en los míos; mientras yo trataba de recuperar la respiración.

-¿Es que no lo entiendes, peque?... Quiero que me folles ahora mismo, joder… Me da igual que la tengas muy sensible después de correrte… Te jodes… Pero quiero mi polla -enfatizó lo de "mi polla"- dentro del coño ya… ¿Lo comprendes? -dijo con voz autoritaria, y mirada desafiante; para después tumbarse en la cama y abrirse de piernas, mientras acariciaba sus pechos y se mordía el labio inferior.

"Cualquiera desobedece al General Patton… ¡Vamos Rocky, segundo asalto; que Apollo Creed nos está esperando…".

-A sus órdenes mi guapísima dueña…

Agarré mi rabo, que no había perdido ni un ápice de su dureza (que bueno era ser tan joven para eso, ¿a que sí?), y coloqué mi sensible glande en la entrada de su vagina; y de una fuerte estocada, lo introduje en el fondo de su coño.

-Uff, joder… ¡Ese es mi hombre! ¡Reviéntame por dentro, cabrón! -gritó Laura mientras clavaba sus uñas en mis glúteos.

Yo era más de lo que se entiende por hacer el amor tranquilamente. Pero mi Laura se volvía loca con el sexo salvaje, al igual que le pasaba a mi madre. Cosas de la genética, supongo… Pero no iba a privarla de su deseo; ni en ese momento, ni durante el resto de nuestras vidas.

La saqué de golpe, y volví a metérsela del mismo modo; haciéndola chillar por la violencia del choque. Y empecé a follármela con toda la intensidad que pude, mientras apretaba los dientes tratando de aguantar el dolor que salía de mi palpitante bálano.

-¡Así, joder, así! ¡Fóllame bien fuerte, peque! ¡Quiero sentir tu polla dentro de mí! -gritaba enloquecida, mientras no paraba de gemir y resoplar al mismo tiempo.

-¿Así te gusta, hermanita?, ¿te gusta que tu peque te folle bien duro, ehh? -decía entre jadeos y arrancando a sudar.

El dolor que aguanté como un campeón durante un par de minutos, empezó a transformarse otra vez en placer, mientras no paraba de penetrarla con toda la intensidad que podía; metiendo la lengua en su boca, y respondiendo ella de igual manera, a la vez que abrazaba mi cuello e intercambiábamos saliva comiéndonos el uno al otro.

-Ummm, que rico, peque… No pares, no pares… Dame más, cariño… Dame más, mi amor… -me susurraba al oído, notando como su aliento chocaba intermitente contra mi tímpano.

Levanté el torso, pasé mis brazos bajo sus piernas agarrándola por la parte superior de sus muslos, y empecé a follármela de nuevo en esa posición. Ella agarro sus pechos por la base y los llevó hacia la boca, para después devorarse los pezones con gula, mientras mi cadera no paraba de ensañarse con el interior de sus muslos.

Los gemidos de ambos inundaban la habitación. Y podía observar que el calor que salía de nuestros cuerpos, empezaba a formar vaho en el cristal de la lámpara que había sobre la mesilla de noche. A la vez que miraba con lujuria la cara desencajada de mi hermana y agachaba la cabeza intermitentemente; deleitándome con la visión de cómo mi polla, que estaba más dura e hincada que nunca, invadía una y otra vez el rasurado coño de mi querida Laura.

-No puedo más, Laura… Me voy a correr… ¡Me corro Laura!

Cuando estaba casi a punto de explotar mi hermana salió de mi interior con un ágil movimiento; se puso de rodillas frente a mí y agarró con fuerza mi rabo, estrangulándolo con toda la intensidad que sus finos deditos pudieron.

-Espera peque… Todavía no… Todavía no -imploraba Laura susurrando a mi oído, mientras la presión de su mano en mi verga cortaba de raíz la semilla que salía de mis huevos

"¿Pero cómo coño quiere que no nos corramos, joder… Aguanta peque, aguanta Forrest… Aprieta el culo para adentro, como dijo el sabio"

-Vale, hermanita… Ya está… Ya esta… -dije triunfante y tembloroso, al haber conseguido cortar los treinta barriles de Brent que se morían por salir de mi uretra. Bueno… Laurita fue la que cerró la llave de paso. Qué gran fontanera hubiese sido.

-¡Ese es mi niño…! ¡Ese es mi peque…! ¡Este es mi hombre! - exclamó jadeante, a la vez que recogía con su lengua el sudor de empapaba mi cara entre frase y frase.

Cuando tuvo controlada la situación, me empujó con furia hacia atrás; dejándome de espaldas en el colchón. Volvió a coger mi polla por la base, y empezó a mamarla con desenfreno una vez más; saboreando glotona los jugos que ella misma había producido, y cerciorándose de que mi falo volvía a coger la dureza que dos minutos antes había tenido cuando se disponía a rellenar las entrañas de mi hermana con su dulce veneno.

-Ahora no quiero que te muevas, peque -dijo mientras se levantaba, y colocaba sus pies entre mis piernas, quedándose unos segundos en esa posición. Mis ojos ya no veían el espectacular cuerpo de mi hermana que resplandecía ante mí a causa del sudor que desprendía, no señor. Ante mi mirada se mostraba esplendoroso el jodido Coloso de Rodas en forma de ardiente mujer.

Empezó a flexionar sus rodillas, y fue bajando poco a poco hasta quedarse en cuclillas. Volvió a coger mi polla, y la deslizó varias veces entre sus encharcados labios vaginales; dejando mi hinchado glande más lubricado aun de lo que ya se encontraba. Me miró fijamente, y lo colocó en la entrada de su ano.

-Laura, para, cariño… Eso te va a doler muchísimo… -dije realmente preocupado (aunque en el fondo me moría para que no cambiase de decisión), y agarré sus muslos tratando de detenerla.

-Déjame hacerlo, peque… Necesito hacerlo, Dani… Quiero que seas tú el primero y el único que me llene por ahí -susurró, y empezó a dejar caer su peso sobre mi barra de acero, mientras apretaba los dientes y una lágrima brotaba de sus preciosos ojos

Me partía el corazón verla auto infligirse tanto dolor, pero mi polla decía lo contrario; quería traspasar ese agujero y profundizar hasta el fondo de su trasero.

Lo intentó varias veces sin conseguirlo. Pero mi Laura era dura como los Navy Seals, y no pensaba cejar en su empeño hasta que consiguió introducir mi glande en su culo. Paró unos segundos mientras resoplaba cual embarazada al llegar una contracción, y con decisión y aplomo, reanudó su misión; descendiendo poco a poco por cada centímetro de mi carne; aguantando la tortura que mi rabo le estaba provocando. Hasta que de un apretón final, logró introducir toda su extensión en el fondo de su recto.

-Ya está, peque… Ya está… -dijo orgullosa del mismo modo que yo lo hice minutos atrás, para después volver a besarnos con lascivia, celebrando el fin de la virginidad de su oscuro agujero.

No dije nada. ¿Qué coño iba a decir? Mi hermana se había empalado analmente a sí misma. Yo ni siquiera me había movido. Todo el merito era suyo.

Volvió a incorporar su torso y puso las palmas de sus manos sobre mi pecho. Volvió a resoplar, y levantó sus glúteos de nuevo lentamente sacando mi polla de su interior, hasta dejar únicamente la punta dentro, consiguiendo poco a poco que su ano se acostumbrase a ese nuevo amigo que la acompañaría para el resto de sus días. Paró de nuevo un momento, y volvió a bajar otra vez poco a poco, hasta que mi rabo quedó de nuevo incrustado en su interior.

"Cómo algún día la perdamos por tu culpa, te capo, cabrón"

-¿Estás bien, mi vida? -pregunté sincero, al pensar lo que habría sufrido mi hermana con eso (poneros en su lugar, cabrones. ¿A que cuando cagáis granito y os parte por la mitad no es agradable? ¿A qué no?).

-Mejor que nunca, peque… Ahora me toca a mí, tu sólo disfruta, hombretón -dijo a la vez que abría las fosas nasales y levantaba la cabeza cerrando los ojos, para después empezar a sodomizarse lentamente ella misma.

El gusto que yo sentía viendo como mi polla entraba y salía del culo de Laura era indescriptible. Sus uñas se clavaban en mi piel más y más, a medida que ella incrementaba el movimiento de su cuerpo, y el dolor inicial daba paso a los primeros gemidos de placer.

-Ummm, que rico peque… Qué bien se siente tu polla en mi culito, cariño.

-Joder hermanita, que bien lo haces, cabrona.

Lo que al principio eran lentas invasiones con el fin de dilatar poco a poco su ano, pronto se convirtieron en brutales penetraciones que mi polla infligía en su culo en cada movimiento de subida y bajada; mientras los gemidos del principio daban paso a los gritos que inundaban toda la estancia saliendo de su boca, a la vez que yo estrujaba sus firmes tetas con las manos.

-¡Así, joder, así! ¿Te gusta mi culo, cabrón? ¿Te gusta? -preguntaba gritando descontrolada- ¡Dame tú!, ¡dame tu, ahora!

No pude aguantar más. Y como mi dueña que era, acepté marcialmente su orden y di paso al contraataque. La agarré de las caderas, y levanté su figura hacia arriba, sacando mi carne de su interior. Me puse de rodillas y la di la vuelta. Volví a cogerla de la cintura, y levanté su culo dejándolo en pompa hacia mí. Escupí en mi mano y rebocé bien de saliva todo el capullo. Lo volví a dirigir  a la entrada de su ano, y de una fuerte embestida enterré mi polla otra vez en el fondo de sus entrañas, empezando a destrozar el culo de Laura de nuevo; pero esta vez era yo el que llevaba la voz cantante.

Abrí la mano y empecé a azotar con fuerza sus nalgas, a la vez que enterraba una y otra vez mi rabo en enrojecido agujero.

-¡Más fuerte, peque! ¡Más fuerte, cabrón! -gritaba como loca, mientras sus dedos se aferraban a las sábanas intentado soportar el castigo al que su culo estaba siendo sometido.

-¿Así te gusta, ehh? ¿Te gusta que te parta por la mitad, zorra? -decía enloquecido mientras seguía taladrándola sin piedad.

-¡Dame más!, ¡dame más!, ¡reviéntame, hijo de puta!

Los gritos que pegaba, unidos a los insultos que salían de lo más profundo de su garganta, hicieron que de un empujón aplastase mi cuerpo contra el suyo, dejándola totalmente tumbada boca abajo en el colchón. Agarré sus jóvenes tetas por debajo, y empecé a mover mi pelvis con toda la fuerza y rapidez que pude, destrozando su hinchado ano más aún de lo que estaba; mientras los chirridos del metal de la cama, se unían a los alaridos de mi preciosa hermana en una sinfonía de desenfreno.

Mi polla estaba que iba a reventar. Entraba y salía de sus tripas violentamente, a la vez que la cara de mi hermana empapaba de babas la almohada a cada brutal penetración que su culo recibía. Pero no quería terminar así. Laura merecía ganar esa batalla.

Salí de su interior y me volví a poner de rodillas, mientras ella giraba la cabeza hacia mí, limpiaba sus lágrimas con el dorso de su mano, y me dedicaba una sonrisa de alivio; agradeciendo mi decisión y sabiendo lo que yo deseaba que hiciese.

Volvió a incorporarse, y se puso a horcajadas sobre mis muslos. Volvió a coger mi pene, y le lo introdujo otra vez en su vagina. Me abrazó por el cuello, y empezó a mover sus caderas frenéticamente de adelante hacia atrás. Una y otra vez. Con toda la fuerza que su pelvis conseguía imprimir.

Yo no paraba de jadear mientras ella seguía metiéndose mi polla hasta el fondo de su matriz, a la vez que es sudor de nuestros cuerpos embadurnaba toda nuestra piel, y Laura ahogaba sus gemidos mordiendo mi hombro hasta hacerlo sangrar.

-Me corro laura… Ya no aguanto más…

-Y yo, peque… Y yo… Aguanta un poco más, cariño… Aguanta un poco más, mi amor.

"Hoy vas a triunfar cabrón… Como Enrique Ponce en la feria de Mayo… ¡Ese es mi peque, joder!".

-No puedo Laura… Me corro… ¡Me cooorroooo! -grité sin poder retener un segundo la carga de mis testículos.

-Me corro, peque… ¡Me cooorroooo, joder! - gritó mi Laura a la vez, mientras mi abrazaba más fuerte si cabe y hundía sus uñas en mi espalda.

Explotamos los dos al unísono. Como una pareja de patinaje artístico cuando escucha el último compás de la música sabiendo que la puntuación que les darán los jueces será de diez en todas las categorías.

Aferré mis brazos a su espalda tratando de controlar las sacudidas que nuestros cuerpos daban, a la vez que de mi polla salían varios grumos de espeso semen que inundaban su coño como nunca antes lo habían hecho, mientras ella temblaba y empapaba de viscosos flujos a su invasor  terminando por mearse encima de mis muslos sin poder controlar su vejiga; como siempre la pasaba al correrse tan violentamente.

Siguió moviendo sus caderas lentamente, mientras empezaba a llorar de felicidad, y yo la acompañaba del mismo modo, notando como nuestros fluidos se mezclaban en su interior. Hasta que después de un par de minutos en los que nuestros sexos quedaron totalmente vacios y saciados, se detuvo, y me miró con sus azules y brillantes ojos, a la vez que sorbía la nariz.

-No te imaginas lo que te quiero, peque -susurró entre lágrimas.

-Y yo lo que te quiero a ti, Laura -dije del mismo modo, y volvimos a besarnos tiernamente, mientras nuestros cuerpos se fundían en el más cálido abrazo que un hombre y una mujer se dieron alguna vez.

Después de ducharnos juntos, cenamos algo rápido mientras nos decíamos tonterías y metíamos trocitos de pan en la boca el uno al otro (en plan yo te quiero más, que no, que no… Que yo mas a ti), y volvimos a la cama (después de cambiar las sabanas); tumbándonos abrazados el uno al otro.

-Se lo tenemos que decir a papá y a mamá, peque -dijo mi hermana recostada sobre mi pecho, mientras jugaba con su dedo en mi brazo.

"Algo tendremos que contarles, digo yo… No será fácil que entiendan que sus hijos se follan entre ellos, pero… Cosas más difíciles se han visto".

-Lo sé, Laura… -respondí después de besar su húmeda melena.

-Y me gustaría que cuando terminásemos los estudios nos viniésemos a vivir al pueblo los dos, Dani… Si te parece bien, claro -levantó la cabeza y me miró sonriendo.

-Me encantaría vivir aquí contigo, cariño -no podía decir que no a esa penetrante mirada que tan loco me tenía.

-¡Genial! -gritó alegre como una niña, y volvió a apoyar su cabeza otra vez en mi pecho- Ahh, y una cosita más, peque… -hizo una pausa- Cari, tenemos que hablar tu y yo muy seriamente del tabaco.

"Eso si que no, peque… Por encima de nuestro cadáver".

-Lo sé, Laura… Lo sé… -dije resignado. ¿Qué otra cosa podía hacer?

"¡No me jodas!... ¿En serio, calzonazos?... ¡Iros los dos a tomar por el culo!".

-Gracias peque… ¿Lo hacemos otra vez? -preguntó mimosa.

-Las veces que tú quieras, Laura… Las veces que tú quieras, mi vida -sonreí, y dimos comienzo al tercer asalto de esa noche. Y a los demás que llegarían después…

Año 2030… Al fin.

Y así terminó esa noche, y todas las siguientes hasta que finalizó la cuarentena, y mis padres (muy a su pesar) volvieron a por nosotros dando por concluido nuestro lujurioso confinamiento.

Les ocultamos nuestra relación durante algún tiempo, pero al final Laura (que muchas veces os he dicho que no tenia pelos en la lengua) tomó la iniciativa y se lo soltó todo de golpe. No dijo: "Papá, mamá… Peque y yo somos pareja, y follamos desde hace meses…". Pero casi.

Y si os digo la verdad, se lo tomaron bastante bien. Aunque conociendo a mis padres, tampoco esperaba otra cosa. Digamos que la palabra incesto, tampoco les resultaba muy desagradable al fin y al cabo.

Supongo que en el fondo mi madre se alegraba de que su niño no acabase con alguna despendolada que no le cuidase como ella lo había hecho, y mi padre pensaría que mejor que a su niñita se la follase su hijo antes que algún cabrón que la utilizase como al papel higiénico. Para usar y tirar, vamos…

Con nuestros conocidos la cosa fue distinta. Cuando empezaron a ver que nuestra relación no era precisamente la que debería haber entre hermanos, pronto nos colocaron la "Letra Escarlata" a los dos en la espalda, y al poco nos apartaron de ellos como si de leprosos se tratase.

Pero no nos importó, y a mis degenerados pero maravillosos padres tampoco. Nos teníamos el uno al otro, ¿Qué más podíamos necesitar?

Terminamos nuestros estudios, y al cabo de un par de años decidimos que ya era hora de regresar al lugar que tanto echábamos de menos.

Volvimos al pueblo, y con la ayuda de nuestros padres, compramos la panadería que tantas veces habíamos visitado durante la cuarentena.

Nos costó arrancar al principio, pero cuando uno tiene a su alma gemela al lado, y ganas de empezar una nueva vida el uno al lado del otro, conseguimos hacer nuestro sueño realidad, y todo empezó a ir tal y como lo habíamos planeado.

El Tío Antonio seguía como siempre… Salido como el pico de una mesa. Y más desde que tenía a Laura como vecina permanente. E Irene alternaba relación amorosa entre el Alcaldesa del pueblo y su marido. Ya os lo conté… Hacía a carne y a pescado.

Ni que decir tiene que los cuatro éramos inseparables. Igual nos daba que el gracioso vejete nos sacase casi setenta años a los tres. Durante el confinamiento habíamos vivido tanto juntos, que al final el abuelo y la nieta (mejor dejamos a qué se dedicaba para otra ocasión) pasaron a formar parte de nuestra familia.

Y prácticamente eso es todo. Supongo que resulta extraño entender algo así para el resto de los mortales. Pero como dice Laura: La vida es demasiado corta para andar desperdiciándola. Y las historias al fin y al cabo, siempre son muchísimo mejores que la realidad.

Hasta siempre, amigos míos. Y recordad: Ante la duda, ¡Folla!

FIN


Nota para los lectores

Con esto doy por finalizada la historia entre los dos hermanos. He procurado que todos los protagonistas tuviesen su momento de gloria en este último relato. Pensé  en añadir algunos capítulos más, en los que se me había pasado por la cabeza dejar embarazada a Laura, o que hubiese algún trío entre los protagonistas, o que peque salvase a su hermana del atropello de un tractor quedando lisiado de por vida… Es broma.

¿Podría haber estado mejor? Posiblemente… Pero creo que alargar más el relato de lo que tenía pensado en un principio, no hubiese llevado a ningún lado.

Espero no haberos decepcionado mucho con la resolución de la serie, y sólo deciros que lo que básicamente quise al escribir esta historia, fue el intenta sacaros una sonrisa con las tonterías que se me iban ocurriendo.

No os imagináis lo que he agradecido vuestros comentarios durante todos los capítulos, y viendo como está el panorama, eso era lo que me hacía seguir escribiendo después de salir del trabajo.

Deseo de corazón que vosotros y vuestra gente os encontréis bien, y estéis pasando este momento tan jodido de la mejor forma posible. Y recordar que tarde o temprano, al final todo pasa en esta vida.

Cuidaros mucho, y un abrazo muy fuerte a todos.

Seth.