¿Cuanto por tu mujer?
Un hombre adinerado decide regalar a su mejor amigo una noche con la mujer de sus sueños. Una atractiva madura. Para ello le ofrece al marido una suculenta suma.
Hasta entonces mi vida había sido bastante normal. Acababa de cumplir los cuarenta años y hacía unos diez que me había divorciado después de tres años de casado. No hubo terceras personas, no hubo dramas, tan sólo nos fuimos cada uno por su lado
Me llamo Carlos, y mi mejor amigo. Santi, es un antiguo compañero del banco en el que trabajaba. Digo que trabajaba porque hace aproximadamente un año, tuve la suerte que me tocase la un buen pellizco en la lotería, varios millones de euros.
Cuando eso pasó, mi vida dio un cambio radical. Al día siguiente hablé con mi jefe, el director de la sucursal, le expliqué mi suerte y le entregué mi carta de dimisión. En ese mismo momento, preparamos juntos un plan de ahorro que me permitiera obtener unas rentas para vivir holgadamente sin tocar mi dinero. Además obtuve el compromiso del banco de la máxima confidencialidad y que nadie supiera que me había hecho millonario con un juego de azar.
Mi sueldo se multiplicó por veinte sin necesidad de trabajar, ni tocar mis ahorros, lo que me permitía darme cualquier capricho que pudiera soñar. Pensé en cambiar de casa, pero no quería trasladarme a un barrio pijo, por lo que la redecoré.. Tenía un piso enorme por lo que me aportaba lo que necesitaba. Compré otro coche con más prestaciones que mi viejo utilitario y viajé durante unos meses.
Invitaba frecuentemente a Santi a viajar. Otras veces lo hacía con alguna amiga. Tenía de todo. Amigos para salir, amigas para pasar un buen rato en la cama y sobre todo, tiempo libre para disfrutar de la vida.
Estábamos en septiembre y también cerca el cumpleaños de Santi. Pensé hacerle un regalo que no olvidara jamás. Por ello le comenté la posibilidad de irnos una semana a Cuba, lugar que yo no conocía y donde todos decían que un turista tenía muchas posibilidades de ligar con una mujer autóctona.
Quedaba algo más de una semana para su cumpleaños, por lo que ya me decidí a hablar con él y exponerla mis planes.
- Santi. La semana que viene cumples años. Quiero tener un detalle contigo. Hacerte un regalo que no olvides jamás. Había pensado invitarte a un viaje a Cuba con todos los gastos pagados.
- Eres un amigo, Carlos, pero ahora me viene fatal coger una semana de vacaciones. Pero si tengo una fantasía que podrías ayudar a cumplir.
- Si está en mi mano, puedes contar con ello. Cuéntame................
- Veras........... ¿Recuerdas la pareja compuesta por Bruno y Geno? Un matrimonio en que él era encargado de obra en una empresa constructora y ella era delgadita, rubia, con buen tipo.
Tuve que esperar un poco hasta hacer memoria y recordar a la pareja. Por fin los ubiqué.
- Claro. Si. Los recuerdo. Ella era una mujer delgada, pero no me gustaba demasiado, no tenía tetas. Además es mayor, debe tener nuestra edad, ¿no? ¿No prefieres otra más joven?
- A mi si me atrae, y me pone a mil cada vez que la veo o pienso en ella. La conclusión es que me gustaría algo especial con esa mujer. El matrimonio está pasando por una crisis económica importante. Tienen a su hijo estudiando fuera, él no tiene empleo y ella se limita a hacer algún trabajo temporal cuando tiene oportunidad. Estoy seguro que si se le ofrece la oportunidad de ganar un dinero extra, aceptarían encantados. Ya me entiendes........
- No comprendo por qué quieres a una mujer de 40 años cuando podrías tener a una, quince más joven, pero como te he dicho es tu cumpleaños e intentaré cumplir tu deseo.
Pensé como haríamos y tomé la decisión que cuando Bruno fuese por la oficina, Santi me llamase y yo me acercaría a verle para forzar el encuentro.
El lunes siguiente Bruno fue por el banco a intentar mendigar un poco más de plazo para evitar la devolución de los recibos que llegaban. De inmediato recibí la llamada de Bruno.
- Carlos. Tienes aquí preparado lo que me pediste. ¿Puedes venir?
De inmediato recorrí las dos calles que me separaba de mi antiguo trabajo. Saludé a mi amigo y me presentó a Bruno, al que ya conocía desde mis tiempos de empleado. De inmediato empezamos a hablar y él a lamentarse por la situación económica tan crítica que sufría y que estaba afectando a su familia tan gravemente.
Fui amable y pregunté por su mujer, que ahora, tenía unos días de trabajo, hasta el final de la semana, pero que con ello, apenas le daban para subsistir. Le invité a tomar algo en un bar de la zona. Dejé que se fuera confiando y decidí invitarle a comer en el mejor restaurante de la ciudad, todo ello regado con un buen vino de quien él, fue el que dio buena cuenta de la botella.
Sin remedio salió a colación el motivo por el que había dejado el banco, a lo que contesté que mis negocios paralelos me habían ido muy bien y por ello había prescindido de un trabajo fijo y estable.
- Lo que daría yo por tener un trabajo estable y un sueldo a final de mes como el que tú tenías allí.
Me pidió que si me enteraba de un empleo para él o para su mujer se lo dijera de inmediato. Para ese momento, ambos nos habíamos dado ya los teléfonos y una vez terminada la copiosa comida, invité a Bruno a tomar unos gin tonics en un pub próximo. El siguiente objetivo era sacar el tema del sexo y poder abordar nuestro objetivo sin espantarle.
No tuve dificultad y se confesó conmigo. Cuando las cosas le marcharon bien, tenía varias amigas especiales. Había sido un mujeriego, pero ahora su mente estaba centrada en llevar el sustento a casa. Por eso, cuando vi que estaba maduro para recibir la proposición que iba a hacerle, solté lo que llevaba en mente.
- Te voy a contar algo. Santi es mi mejor amigo y el viernes próximo es su cumpleaños. Su deseo es tener una mujer que le haga un streptease privado, sólo para él. Le gustaría que esa mujer no sea una profesional, si no una madura, decente, que no haya hecho eso jamás.
- Supongo que con dinero podrás encontrar a alguien así.
- Me gustaría que fuese tu esposa. Os pagaría 2.000 euros por tan sólo desnudarse.
Bruno clavó su mirada en mí. Pensé que me iba a agredir, pero tan sólo quedó serio. Hubo un silencio, terminó su copa y salió del local. Comenté a Santi lo que debía hacer al día siguiente. Le llamaría y le diría que de momento no podrían darle más crédito y debería hacer un ingreso de 2 ó 3.000 euros para poder seguir atendiendo sus recibos. El objetivo era agobiarle un poco más y asegurarnos que su mujer recibiría nuestra propuesta.
El miércoles por la tarde recibí la llamada de Bruno. Santi estaba a mi lado. Descolgué el teléfono.
- Carlos. He hablado con Geno sobre la propuesta que me hiciste el lunes. Estamos un poco apurados. Si te parece, aceptaríamos si nos das 3.000 euros.
- ¿3.000? Eso es mucho. – Contesté regateando. – Si te pago eso, deberá tocarse. introducirse un vibrador y dejar que Santi la acaricie un poco. Sólo pasarle las manos por los pechos y por la entrepierna.
Se produjo un silencio, para decirme que me llamaría en cinco minutos. Sin duda lo iba a hablar con su esposa. Enseguida volvió a llamar para preguntarme dónde quedaríamos. Sería en mi casa y le daría el dinero en efectivo y en ese momento.
Por fin llegó el viernes por la noche. Quedamos a las once y media de la noche, por lo que Santi y yo nos fuimos a cenar y a tomar una copa antes que llegasen nuestros invitados.
Aunque todo estaba preparado, media hora antes estábamos allí, para ultimar todos los detalles. El matrimonio se presentó a la hora acordada. Geno, vestía una falda corta y una camiseta blanca. Nos dimos la mano con Bruno y un beso a ella.
Les ofrecí tomar algo. Ambos eligieron un whisky con hielo, lo mismo que estábamos tomando nosotros. Tenía una música ambiental suave. Les entregué las bebidas, un sobre con el dinero pactado que contó la mujer y dejé la botella de un espléndido Chivas sobre la mesa.
Charlamos unos minutos en los que se quejaban de lo mal que le iban las cosas y el por qué habían aceptado aquel trato. Geno nos pidió la máxima confidencialidad ya que no quería que esto que iba a pasar se supiera en el barrio. Le dimos nuestra palabra y ella dio por terminado los preliminares.
- Hacemos esto por nuestro hijo. Se ha quedado en casa sorprendido por que saliésemos dada nuestra situación. En fin..... Cuanto antes empecemos, antes terminaremos. No es agradable para nosotros, así que acabemos cuanto antes.
Nunca me había parecido Geno una mujer fascinante. A veces iba con faldas cortas y sus piernas eran bonitas, pero aún teniendo poco pecho, en esos momentos me parecía muy atractiva y no pude evitar excitarme al ver como poco a poco iba levantando su falda y nos llegaba a enseñar su pequeño tanga blanco.
Dejó su falda levantada, a la altura de sus cachetes. Sin duda, para una mujer de su edad, el cuerpo era estupendo y empezaba a dar la razón a Santi, que mucho más observador que yo, se había dado cuenta del buen cuerpo que tenía Geno.
Sin tardar demasiado, sacó la camiseta por la cabeza, quedando también a la vista su sujetador. Como ya suponía, apenas se apreciaban su senos por delante. No era una mujer voluptuosa.
Observé a Bruno, que no se movía del sillón, observando a su mujer desde más atrás que nosotros, con una mirada tranquila, asumiendo la situación.
Desabrochó el sujetador. No quería que fuese tan rápido así que le hice una pregunta para ralentizar las acciones. Apretó el sujetador contra su pecho antes de contestarme.
- Lo haces con mucha soltura. ¿Has actuado en algún club de streptease alguna vez?
- ¿Cómo puedes pensar eso de mi? Soy tremendamente sosa para bailar, además de una mujer decente. Como os he dicho, hago esto por mi hijo David. Para mi es un drama tener que hacer esto.
Sacó el sujetador. Tapó sus pechos de manera instintiva, pero se dio cuenta del motivo por el que estaba allí y lo que estaba cobrando por ello y bajó sus manos.
Realmente no había mucho que tapar puesto que eran muy pequeños. Mirábamos sus pequeñas tetas y el tanga que transparentaba una fila de vello púbico negro, que hacía ver que la mujer era morena de nacimiento. No era rubia natural.
Empezó a jugar con su braga. Santi le pidió que se girase para ver su trasero que tan sólo estaba cubierto por una fina línea de tela.
Se le notaba cierta prisa a Geno por terminar cuanto antes, justo lo contrario que nosotros, que deseábamos que se prolongase lo máximo posible. No queríamos que terminase.
Le pedimos que fuera más activa, que se moviese un poco más. Por ello se levantó de su silla y se sentó en un pequeño mueble situado al lado y empezó a deslizar sus bragas con destreza y lentamente, evitando que viésemos su sexo.
Había delsizado el tanga hasta la mitad de los muslos. Santi se levantó y la acompañó de nuevo a la silla. Se tapó inconscientemente. Ya, de nuevo en la silla terminó de bajar sus bragas. Subió sus piernas sin taparse y pudimos ver por primera vez su vagina.
Miré a Bruno. Se había bebido todo el vaso y procedí a rellenarlo. Volvió a beber. Lo hizo con ansia, sin duda apesadumbrado por la situación, pero sabiendo que era voluntario y que estaba siendo un acto muy bien pagado.
- Geno. Enséñanos tu coñito. Separa los labios, métete el dedo. Haznos disfrutar. Carlos ha pagado un buen dinero por esta noche. Sé generosa.
Se giró y empezó a abrir su vagina para dar gusto a quien cumplía años. Me di cuenta en ese momento que llevaba varios anillos en la mano, pero sobre todo me gustó que tuviese el de casada puesto en aquella situación. Era algo tremendamente morboso, al menos para mi. Se lo hice saber a Santi, en voz baja, pero llegó a oídos de Bruno, que de inmediato le pidió a su mujer que se los quitase.
La mujer continuó tocándose. Nos mostró su completa desnudez y pudimos contemplar su sexo, con un vello bien cuidado de dos dedos de ancho.
Se acarició sus pequeños pechos, abrió sus labios y se movió para que pudiésemos ver con todo detalle lo que habíamos pagado.
Geno se movía y se levantaba, situándose cada vez en un lugar distinto de la casa. Fue en ese momento cuando decidí darle el vibrador.
La acompañé a la habitación. Sólo me siguió Santi, ya que Bruno prefirió quedarse en el salón, dando buena cuenta de la botella de whisky. Al ver que estaba ya casi vacía, me di cuenta que había rellenado varias veces su vaso. Demostrando ser un buen anfitrión traje más hielo y otra botella.
Puse en marcha el vibrador. La mujer se tumbó sobre las sábanas, separó las piernas e introdujo el artefacto en la vagina. Tan sólo dos o tres centímetros. Aguantó estoicamente ya que su rostro mostraba que el movimiento que generaba en sus entrañas no le era indiferente.
Dejó el aparato y se levantó para decirme que había cumplido su parte del trato y había finalizado el espectáculo. Tuve que recordarle que el subir de 2 a 3.000 euros era a condición de poder tocarla.
No rechistó. Se sentó en una silla y ambos dirigimos nuestras manos a su sexo. Ella recriminó mi actitud indicando que sólo él podría hacerlo. La condición era que tocase Santi, no yo.
Después de ello se tumbó en la cama y Santi pasó sus dedos por su entrepierna, tocando su sexo y acariciando sus pechos.
Mi amigo quedaba con ganas de más. Al terminar deberíamos ir a algún local de preciosas mujeres. Geno se levantó y tomó un albornoz que le había dejado para cuando terminase su exhibición erótica.
Con el albornoz ya puesto pensé que algo se terminaba esa noche. Ella había tomado su ropa para dirigirse al baño y cambiarse en la intimidad, ya lejos de las miradas que tan gustosamente le habíamos destinado
Fue en ese momento cuando se me ocurrió una idea. Ofrecerles una cantidad mayor para que Geno fuese nuestra esa noche. De Santi y mía. Si algo me sobraba era dinero y tenerla era un capricho para todos.
- Bruno, Geno....... Me gustaría ofreceros otro trato.
- Por 3.000 euros ya habéis tenido bastante – Respondió malhumorado el marido.
- Por 3.000 si, pero si os doy 9.000 más, podrías quedarte con nosotros un par de horas.
- La habéis visto en pelotas y le habéis tocado el coño. Nos marchamos ya. Geno¡¡¡ Vístete¡¡¡
Vi que ella dudaba y se acercó a hablar con Bruno. Evidentemente no era plato de gusto para ellos el que fuésemos a tener relaciones con una mujer casada y delante del marido. La oí decir que era una cantidad importante y que no sabían cuando volverían a tener trabajo alguno de los dos. Era importante que David, su hijo, pudiera seguir yendo al mismo colegio privado y que las facturas se fueran pagando.
Vimos como Bruno bajó la cabeza, aceptando lo que Geno decía y reconociendo que llevaba razón. Ese dinero les vendría muy bien para poder mantener, sobre todo, el bienestar de su hijo y evitar que le expulsasen del colegio por falta de pago.
Para ayudar a una rápida decisión, tomé 9.000 euros en efectivo y los puse encima de la mesa. La pareja se miró y después dirigieron sus ojos al dinero.
- A la mierda. Haz lo que debas – Respondió con rabia Bruno dirigiéndose a su mujer.
- Sólo pongo una condición. – Contestó ella. – Nada de sexo anal.
- Sólo oral y vaginal. – Contesté.
Al igual que se había puesto el albornoz se lo quitó. Le acompañé ala habitación, donde totalmente desnuda se tiró sobre la cama esperando que le pidiésemos lo que debía hacer.
Volví a observala, ahora más lentamente que antes y saboreando lo que iba a disfrutar en breves momentos. Seguía pensando que apenas tenía pecho pero su cuerpo estaba perfectamente cuidado y mi miembro estaba excitado alcanzando el máximo exponente.
Animé a Santi a desnudarse. Su regalo se iba a prolongar algo más que un simple streptease de una mujer deseada para él. No tuve que repetírselo y se tumbó junto a ella que seguía tumbada sobre la cama.
Comenzó a jugar con su cuerpo. Tocó sus pechos, acariciando y pellizcando sus pezones, que de inmediato se pusieron erectos. Contempló su sexo de cerca y de inmediato su boca se acercó a él. Su lengua lo saboreó recorriendo su fina raja de arriba hacia abajo. Sin duda, este regalo de cumpleaños no lo iba a olvidar jamás y lo mejor era que yo tampoco lo haría.
- Quiero pedirte algo, Geno. Ponte de nuevo tu anillo de casada. El resto me da lo mismo, pero me da especial morbo que lo lleves puesto ese.
Sin darle demasiada importancia, tomó sus abalorios y se puso en la mano derecha la alianza que mostraba que era una mujer casada. Desnuda, dispuesta a hacer todo lo que le pidiésemos y su marido mirando como ella trabajaba, y ganaba el sustento para que a su familia no le faltase de nada durante los siguientes meses.
Vi que Santi estaba entusiasmado con su nuevo juguete y de la manera en que se iba desarrollando todo. Por ello, se sentó en el sillón y la llamó.
- Ven. Acércate a mi. Colócate encima de mi polla. Quiero follarte.
Se acercó y se colocó enfrente de Santi pero este le indicó cómo quería hacerlo.
- Colócate de espaldas a mi. Mirando a tu marido. Que vea como se follan a su mujer.
Bruno llevó sus manos a la cabeza y se cubrió la cara. Sin duda era humillante para él lo que su mujer iba a hacer, pero por otro lado, el dinero que había recibido era importante, tanto que probablemente muchos matrimonios habrían aceptado que la mujer mantuviera una relación sexual como en la película “Una proposición indecente”. La única diferencia es que este caso él estaba presente, observando con detalle lo que hacía su esposa.
Geno se sentó sobre el miembro de mi amigo. No tuvo dificultad en entrar, probablemente con los lametones anteriores había lubricado su vagina, o tal vez..........., sólo tal vez, no lo lo estuviera pasando nada mal. En cualquier caso, se mostraba complaciente y dispuesta a hacer todo lo que le pedíamos.
Empezó a moverla sin dificultad dada la delgadez de la esposa. Santi se levantó con ella, que apoyó su brazo en el cuello para evitar caerse mientras continuaba penetrándola. Sus pequeños pechos vibraban con el movimiento y parecían más grandes ahora.
- Santi. Llévala a la cama. Estarás más cómodo allí
- Aunque sea mi regalo, también debes disfrutar tú de ella. Eres quien ha pagado y también tienes derecho.
- No te preocupes, lo haré. Pero hoy eres el rey. Sigue disfrutando¡¡¡¡¡
Nos fuimos a la habitación. De nuevo Bruno decidió quedarse junto a la botella de whisky, ahogando sus penas y sometiendo su frustración a la bebida.
Geno se tumbó sobre la cama y mi amigo continuó con la penetración. Estando allí, vi que no se encontraba para nada incómoda, sobre todo ahora, que su marido se había quedado en el salón y se encontraba a solas con nosotros.
No pude contenerme. Mientras Santi continuaba disfrutando penetrando su vagina, le pellizqué los pechos. Su única reacción fue mover la cabeza, acomodarla, hundirla en la almohada y separar aún más sus piernas para facilitar las acciones de mi compañero.
Santi se agitaba. Empezó a dar fuertes embestidas a la esposa que empezaba a dar pequeños gemidos ante las bravas embestidas del hombre.
- Vamos Geno. Eres preciosa. Hazme disfrutar como tú sabes. Eres una mujer increíble. – Exclamó en voz alta – Supongo que tanto por su excitación, como para que lo escuchase Bruno.
Era imposible que Bruno no oyese gemir a su mujer y sobre todo los obscenos comentarios de mi amigo a quien su esposa estaba volviendo loco. En ese momento supe que había llegado al orgasmo. Ella quedó abierta de piernas y con el semen chorreando por su entrepierna.
Saqué un paquete de toallitas húmedas, de esas que venden impregnadas de perfume y se las entregué. Sin ningún reparo, cogió varias y limpió sus partes íntimas, todo ello, con la mayor naturalidad.
Para mi el dinero no significaba nada. Podríamos haber ido a un local con preciosas señoritas en el que hubiéramos estado con una mujer más joven y más atractiva, pero que sin duda no habría sido igual ni por asomo y nuestra satisfacción habría estado lejos de la que disfrutábamos con Geno.
Sabía que era la noche de Santi, pero ahora yo quería tener mi momento de gozo con aquella morbosa mujer.
Situé a Geno encima de la cama, con sus piernas abiertas y empecé a acariciar su sexo por detrás. Olía al perfume de las toallitas y estaba muy mojado. Santi se colocó delante de ella y de repente vi como daba un grito de placer y su cara fue a parar al pecho de mi amigo, llegando a morderle y agitando su respiración.
Estaba nervioso y la puse de pie. Seguí situado a su espalda y busqué su sexo con mi miembro. De inmediato lo introduje sin ninguna dificultad..
Santi se había sentado a contemplar como me lo hacía con Geno. Sin embargo, ella, al verle sentado se dirigió hacia él y se tumbó a su lado. Su mano agarró el pene de mi amigo. Quedé sorprendido al ver como ella también lo estaba disfrutando.
Su pene estaba flácido fruto de la experiencia de unos minutos atrás. Empezó a masajearlo, intentando que se reanimase. Su mano no conseguía su propósito, así que decidió emplear su boca y se lengua.
Lo que había empezado como un pequeño juego para que Santi continuara participando se convirtió en una felación en toda regla. Había remontado y de nuevo su pene estaba totalmente erecto.
Nunca había participado en un trío, ni en una orgía con él, pero no podía dejar de reconocer que su miembro era enorme, bastante más grande que el mío, lo que sin duda llamaba la atención de la mujer.
Yo continuaba con lo mío, aunque ella se centraba en Santi, lo que me alegraba enormemente, al ser su cumpleaños y permitir que fuera probablemente el día más especial de su vida. No obstante me sorprendía la implicación de la mujer en aquella pequeña orgía.
Geno empezaba a llevar la iniciativa. Se movía de un lado a otro y nos colocaba a Santi y a mi a su antojo. Por mi parte, estaba centrado en introducirle mi miembro hasta las entrañas.
La ardiente esposa también se empezó a excitar sobremanera. Dejó de momento el miembro de Santi para dedicarse a recibir lo que en ese momento era mi prioridad. Quería correrme dentro de ella.
Se tumbó en la cama y le abrí las piernas al máximo. Ella tiró sus brazos hacia atrás y disfrutó de la penetración, dejándose llevar y disfrutando, al igual que yo, el momento.
Quedé tumbado en la cama, extenuado una vez que había impregnado su sexo de mi semen. No llegó a limpiarse y de inmediato volvió a regalar a Santi con una gran felación.
Geno seguía manejándomos a su antojo, ahora ya en su propio beneficio. A mi me había dejado baldado pero me pidió que acariciara su sexo mientras terminaba con Santi.
La mujer gemía. En ese momento miré a la puerta y vi a su marido, que pálido por la escena, observando a su mujer mientras gozaba una situación que debía haber sido vergonzante para ambos, pero que sólo lo era para él. Se dio la vuelta y volvió de nuevo al salón.
La boca de Geno se llenó de semen a la vez que su rostro se relajaba por la masturbación que le había realizado. Ella también había llegado a su orgasmo.
Todos quedamos tumbados en el suelo. Al final fue ella quien primero se levantó y me pidió permiso para darse una ducha antes de marcharse.
Le acompañé a ella, abriendo el grifo para que el agua estuviera tibia.
Me quedé mirando el cuerpo. No le dio ninguna importancia y me miraba sin decir nada, con total naturalidad. Tomó la alcachofa de la ducha y empezó a mojar su cuerpo.
Santi también se acercó. Terminó de ducharse y quedó desnuda y mojada, enfrente de nosotros, sin cubrirse. Sin duda se sentía cómoda y le gustaba exhibirse ante dos extraños con quien había mantenido sexo minutos antes y que sin duda había disfrutado, además de llevarse una cantidad importante de dinero que resolvería sus problemas a corto plazo.
Volví a traerle el albornoz y salimos del baño. Momentos después salió vestida igual de guapa que había entrado en mi casa, con la minifalda azul marino y la camiseta blanca.
Era viernes, las tres de la mañana, pero sobre todo el cumpleaños de mi mejor amigo, así que una vez que se marchó el matrimonio salimos de nuevo a tomarnos una copa, charlar y comentar los detalles de lo que había pasado aquella noche.
Quien desee este relato con fotos puede pedírmelo al correo pedroescritor@hotmail.com