¿Cuánto falta para llegar al set?

Todo trabajo requiere cierta dosis de ingenio.

-¿Cuánto falta para llegar al set?

-Aproximadamente una hora, señorita- Rogelio tenía por costumbre responder a su interlocutora mirando a través del espejo retrovisor, aunque su mirada fuese solo ocasionalmente devuelta desde el asiento trasero.

-¡Uff…!

-¿Quiere que suba la potencia del aire acondicionado, señorita?

-No. Sólo intente ir más a prisa.

-No quisiera que nos detenga la policía, señorita. La máxima en esta ruta es de ciento veinte kilóme

-¡Me importa una mierda la policía! ¡Sabe perfectamente que puedo arreglarlo con un autógrafo o una sonrisita falsa! ¡Quiero llegar de una puta vez!

-Como usted diga, señorita. Ser famosa tiene ciertas ventajas, supongo.

-No es fácil. La gente, como usted, se pone pesada

-¿Se refiere a la gente mayor, señorita?

-¿Qué edad tiene?

  • Cincuenta y cinco años, señorita.

-¿Y siempre trabajó de lo mismo?

-Siempre fui chofer, como mi padre, señorita.

-No me refería a eso. Quiero decir, ¿siempre trabaja con estrellas, como yo?

-Bueno, pues… He trabajado para gente importante, pero… No lo tome a mal, pero yo la veo a usted como a una niña , señorita.

-¡Una niña! ¡Ja! ¡Qué gracioso!

-No es malo ser una niña a su edad, señorita.

-¡Por favor! Nadie es niña a los diecinueve… Y con mi fama… En su época, quizás

-En mi época alguna mujeres se casaban a su edad, señorita.

-¡Si, sin duda! ¡Y luego pasaban el resto de su vida como gordas fregonas criando niños!-. Con la mirada perdida en la ruta y sin quitarse las gafas, continuó: -Más de un viejo de su edad, me ha ofrecido mucho más de lo que usted gana en un año de trabajo por acostarse conmigo. ¡Y usted me dice niña ! ¡Pobre ingenuo!

-Pues entonces usted debe ser una niña con mucho dinero, señorita.

-¡Oiga! ¿Qué me está queriendo decir? ¡Yo no soy ninguna putita! ¡No se confunda!

-Yo no he dicho eso, señorita. Sólo que usted ha sugerido la posibilidad

-Nunca he aceptado.

-Entonces debe haber sido una gran tentación. Quiero decir… es mucho dinero, señorita.

-¡Je! Nunca es suficiente cuando llega la fama, el éxito… Dígame… ¿Cuánto cree usted que valgo?

-¿Perdón?

-¿Cuál cree que sería el precio justo que alguien debería pagar para tenerme a su placer?

-Es una pregunta difícil de responder, señorita.

-¿Por qué?

-Usted ha dicho que no es una cualquiera y yo lo creo así, señorita.

-¡Vamos! ¡No sea parco! Es sólo un juego… ¿Cuánto pagaría usted por acostarse con una jovencita exitosa de la televisión como yo?

-Nada, señorita.

-Salga de pobre por un momento. Piense como si tuviera mucho dinero y no le importara.

-No pagaría un centavo, señorita.

-¿Cómo? ¡Ah! ¡Entiendo! Tiene preferencia por los hombres

-Me gustan las mujeres, señorita.

-¿Entonces?

-Bueno. No se cómo decirlo… Pagaría por una mujer, no por una niña, señorita.

Hubo diez minutos de incómodo silencio dentro del coche. Ya se acercaba el mediodía y el sol pegaba de lleno en el auto. Ana Paula la había ordenado a su chofer que apague el aire acondicionado. Con las ventanas cerradas, el clima era insoportable.

-Señorita, sería conveniente abrir los cristales

-No. Déjalo así.

Diez minutos más y las perlas de sudor en la frente del chofer y de Ana Paula se transformaron en pesadas gotas.

-¡Detén en auto!

-¿Se siente bien, señorita?

-¡Qué detengas el auto! ¡Que me estoy meando!

Rogelio aparcó sobre la banquina y Ana Paula descendió del vehículo. Caminó sobre el arcén hacía la parte frontal del coche y cuando llegó delante de él, se levantó la falda hasta la cintura y bajo sus bragas hasta los tobillos. Se acomodó en cuclillas y orinó profusamente. Rogelio, testigo obligado de la escena, veía como un chorro fino y amarillento formaba un charco a los pies de la joven estrella. Cuando hubo terminado, Ana Paula giró sobre sus talones y al levantarse lentamente las bragas le ofreció a Rogelio un mini espectáculo de su contorneado y juvenil trasero.

-¿Cuánto falta para llegar al set?

-Unos veinte minutos, señorita. Espero que antes no suframos una deshidratación.

-¿Le ha acalorado la visión de hace un momento?

-Hace treinta y dos grados afuera, es pleno mediodía, estamos sin aire acondicionado y con los cristales cerrados, señorita.

-¿Usted diría que es un culo de niña?

-Pienso que en unos años va ser usted una mujer muy atractiva, señorita.

-¡Váyase a la mierda, anciano! ¡No tiene idea de lo que está diciendo! ¡Seguro que también piensa que soy una monjita virgen!

-No creo que esa sea la forma de hablar de una niña, señorita.

-¡Imbécil! ¡A ver si esto le despierta un poco la sesera!

Regelio oteó por el espejo retrovisor y vió como Ana Paula se volvía a levantar la falda y tiraba hacia abajo el elástico de sus bragas hasta quitárselas.

-¡Tome esto!- Desde atrás apareció volando la prenda íntima que aterrizó sobre el regazo del chofer.- ¡Cójalas!

-¿Qué quiere que haga con ellas, señorita?

-¡No sea tonto, por dios! ¿No nota nada extraño?

-Bueno, pues… están húmedas.

-¿Húmedas? ¡Empapadas! ¡Huélalas bien si es usted un hombre!

-¿Perdón?

-¡Que se las lleve a la puta nariz y que aspire como un hombre!

-Me parece, señorita, que ser famosa no le da derecho a

-Usted es un simple chofer y yo hago lo me vega en gana.

Rogelio lo hizo. Se llevó la prenda mojada al morro e inhaló.

-Y bien… ¿Qué puede decirme ahora? ¿A que sabe mi sexo?

-Bueno… Pues… un poco a sudor y un poco a orina

-¡Huele a MUJER, idiota! ¡Detenga el auto!

-Pero ya estamos por

-¡Detenga el auto!

Rogelio lo hizo y detuvo el automóvil una vez más al costado del camino. Ana Paula bajó por la puerta trasera y se introdujo en el lugar del acompañante.

-¡Voy a demostrarle que no soy una niña!

-Pero señorita, no sé porqué se empeña en

-¡Cierre la boca!

Ana Paula le abrió la cremallera del pantalón y con una destreza pocas veces vista por el chofer, extrajo la herramienta de Rogelio.

-¡Cuando termine quiero que me diga cuantas niñas le han comido la polla como yo lo voy a hacer ahora, anciano!

-¡Pero, señorita! ¡Qué se propone!

Ya era tarde para discusiones. La reconocida y joven actriz había engullido de un bocado toda la tranca del veterano chofer sin molestarse en sacarse las gafas de sol. Subía y bajaba sobre el mástil con rabia, con ansiedad adolescente. Con la mano derecha le masajeaba los huevos y con la izquierda sostenía el miembro por su base. El calor era insoportable, asfixiante. Cuando Rogelio comenzó a jadear le faltaba realmente el aire. Ana Paula se atragantaba con la carne del chofer que crecía y latía dentro de su boca cada vez con más fuerzas.

-Ah, ah… señorita… deténgase por favor… uffff… se lo ruego, señorita…. ¡Ah ah ah ah…! ¡me vengo! ¡Señoritaaaaaaaaaaaaaaaa!

La boca de Ana Paula se había transformado en una bomba de vacío. El poder de succión de la joven era notable. Rogelio no recordaba haber tenido nunca una corrida tan profusa. La sensación no era la de una simple eyaculación, sentía que le estaban extrayendo el esperma. Después del último espasmo, de la última gota, ella se quitó cuidadosamente el miembro de la boca y trepó hasta el cuello del incrédulo chofer. Cuando llegó a la altura de su oreja, con un exagerado sonido de garganta se tragó todo de una sola vez

-Ahhhhhh… ¿Y..? ¿Qué piensa ahora? ¿Muy puta para ser niña, no cree, anciano?- Dijo en un susurro- Ahora póngase en marcha que quiero llegar ya.

Unos minutos más tarde:

-¿Cuánto falta para llegar al set?

-Es justo allí, señorita.

-No quiero que mencione una solo palabra de lo que ha sucedido aquí, ¿Entendido?

-Si, señorita.

-¡Su servilismo apesta!

-Lo siento, señorita. Son mis costumbres. Ya hemos llegado.

-Bueno, aquí me bajo.

Ana Paula desapareció de la vista de Rogelio sin molestarse en saludar. El chofer aguardó unos instantes sin descender del vehículo hasta la llegada de Paco, el productor, quien era el responsable de asignarle los traslados.

-¿Cómo estás Rogelio? ¿Cómo ha estado el viaje?

-Muy bien. Sin contratiempos, señor Paco.

-Ana Paula puede ser insoportable cuando quiere. Está realmente subida al caballo.

-Así es este ambiente, señor. Hay que tomarlo con filosofía… Ah! Tenía usted razón respecto de esa joven

-¿Razón? ¿De qué?

-Con eso de que odia que la traten como niña, señor.

-Ah! Como tu dices, Rogelio, hay que tenerles paciencia. Lamentablemente nosotros vivimos de su fama.

-¿Qué hago ahora señor? ¿Espero?

-No. ¿Conoces a María Eugenia Pizarro Ahumada?

-Si. Bueno, de verla en la tele, señor. ¿La jovencita rubia de ojos almendrados?

-Ella misma. Tienes que llevarla de vuelta a la productora, ¿Puedes salir ya mismo?

-Claro, señor Paco. Sólo tengo una pregunta

-Dime, Rogelio.

-¿Puede darme algún dato de ella, señor?

-De Maria Eugenia… mmmm… creo que es bastante acomplejada con su estatura

-Muchas gracias, señor… Ya pensaré algo con ello.

-¿Perdón?

-No. Nada. No tiene importancia.

SexNonVerba dixit // febrero, 2010