Cuando vives en el monte

Nuria tiene que ir a hacer recados a un bar cerca de su casa. Vive en el monte, camina pasando cerca de la casa de sus vecinos a los cuales descubre como usan a una parejita y se une a sus juegos

CUANDO VIVES EN EL MONTE

Nuria vivía con sus padres en una carretera en plena montaña, a medio camino de la cima. Las casas más cercanas era una justo frente a la de sus padres. Ella solo volvía a casa en verano en las vacaciones de la Universidad. En esa casa no vivía nadie hasta la primavera pasada que una pareja madura la había comprado. En la última visita por las vacaciones de primavera sus padres se los presentó. Un hombre alto de pelo corto blanco y barba muy cuidada, muy musculado y con la mirada fría como el acero. La mujer muy bella con el pelo extremadamente corto con unos ojos grises y también una mirada que te atravesaba. Daban muy buen rollo y tenían mucha calidez en el trato, pero sus miradas hacían que se empequeñeciera ante ellos. Nuria sentía cuando les trató esas vacaciones que cuando hablaba con ellos se excitaba muchísimo y se quedaba como embobada mirándolos.

Más arriba había un par de casas del mismo propietario. En una de ellas había un bar que servía también de ultramarinos y que vendía todos los días del año. Su padre había bajado con su madre a hacer la compra y le había ordenado que llevase al dueño de los ultramarinos una bolsa con hortalizas de las que su padre cultivaba en la huerta.

Salió de casa cerrando la puerta con llave y tomó por la carretera que subía a la cima. A doscientos metros se tendría que desviar a la izquierda para rodear la ladera antes de llegar al bar. Al pasar por la casa de la pareja oyó como pequeños ruidos como de impacto a los que sucedían pequeños quejidos. Le pareció raro, pero le pudo su curiosidad. Entró por la puerta del cercado y rodeó la casa buscando el origen de los ruidos.

Cuando dio la vuelta miró dentro del pajar que era de donde provenían los ruidos y vio como una chica de aproximadamente su edad atada a una viga del techo era azotada por la mujer del matrimonio con un látigo de aproximadamente tres metros. Su mano instintivamente fue a su cintura y entró dentro de sus shorts y su tanga buscando su sexo que empezaba a humedecerse y no precisamente por el sudor.

Había empezado a acariciarse lentamente cuando alguien tapó su boca y le susurró al oído:

No grites cuando te suelte pero que haces tú aquí, No te han enseñado que no se entra en propiedades ajenas. Esto es privado y esa chica te dirá que está disfrutando.

La destapó la boca y Nuria no chilló, sino que se quedó hipnotizada viendo la escena donde la chica era azotada. La mujer soltó a la sumisa y ésta se dirigió donde Nuria que no salía de su asombro y completamente desnuda como estaba la abrazó y la dijo al oído: Soy sumisa y he encontrado a mis Amos hace poco y estamos encantados. He venido con mi novio que también es sumiso.

Nuria giró su cabeza y vio al otro lado un chico sentado desnudo con algo metálico que tapaba su polla. La sumisa llevaba la cabeza tapada por una máscara y con la emoción y la tela, Nuria no reconoció su voz. Casualmente era la hija de los dueños del bar donde ella iba y con la que ella había descubierto un placer que pocas veces había sentido. Lo supo cuando la chica se quitó la máscara.

Nuria estaba completamente descolocada. La escena le había hecho mojarse como pocas veces y reconocía que esa pareja de Dominantes siempre le habían hecho sentir una gran sensación de inferioridad, pero también de protección y amistad. Luego la otra chica era una de sus mejores amigas, hace unos meses en una de sus visitas y aprovechando que sus padres no estaban, en el granero donde se guardaba la hierba para las vacas, la otra chica la besó y acabaron jugando sobre la hierba.

No sé qué he de hacer, pero haré lo que ustedes digan----- dijo de forma atropellada.

No esperábamos menos de ti. -------- respondió la Ama.

La Ama había cogido a la otra chica y atado a una silla con las piernas separadas. Por otra parte, el Amo había cogido al chico y dirigido a una pequeña mesa y tumbándole de forma que su mirada quedase fija en su chica. Por otra parte, la Ama colocó a Nuria a gatas entre las piernas de la otra sumisa y la ordenó que lamiera el coño de la chica. De esta forma, su culo y coño quedó expuesto.

La Ama cogió un flogger en que los filamentos eran cadenas y no cuero y comenzó a darla pequeños azotes poco a poco, elevando ritmo e intensidad. A la chica atada en la silla le colocó unas piezas que aprisionaban sus pezones y luego unió a un TENS para que le emitiera unas pequeñas descargas que hizo que disfrutara enormemente entre las descargas y los lametones de Nuria.

Por su parte, el Amo desvistió de cintura para arriba al novio de la chica. Luego cogió un cutter afilado y de un solo toque y sin dudar rajó la costura de los pantalones para luego descubrir que había sido obediente y llevaba unos suspensorios. Se untó bien la polla con lubricante. Le babeaba el rabo y lo acercó al agujerito cuando embistió. Miguel que era el sumiso contrajo el rostro con dolor, un dolor que se transformó en placer. El Amo embestía a la vez que le daba azotes con la mano abierta en las nalgas.

La imagen excitaba a su novia que abrió completamente sus piernas y relajándose se dejó llevar a un largo y profundo orgasmo. Nuria agachada bajo ella recibió la embestida de la Ama con un gran strapon que la abrió en dos y la folló hasta correrse las dos chicas. En el otro lado el Amo masturbó a Miguel hasta que el chico eyaculó haciendo que con la excitación él también lo hiciera.

Ahora con todos habiendo disfrutado hablaron entre los cinco. Nuria fue a los recados que debía hacer y a la vuelta y tras haber dejado las cosas en casa llamó a sus padres indicándoles que dormiría en casa de su amiga (la hija de la del bar) pero no era así. En cuanto volvió a la casa de la pareja fue introducida con los otros dos en una mazmorra construida bajo la planta baja. Amplia pero no demasiado, completamente desnuda. El suelo de la mazmorra caía hacia un lado donde había un agujero que era para evacuar sus orines si no podían aguantar. Si fueran aguas mayores serían sacados y llevados a un baño, pero ahí pasarían la noche.

Es un relato imaginario, pero si queréis, me encantaría que me escribáis a:

Picante100@hotmail.com