Cuando una menos lo espera...
Dicen que nunca hay que perder la esperanza, porque cuando una menos lo espera llegan las cosas. Y por lo visto no les falta razón.
Durante mucho tiempo había fantaseado con aquello, durante mas de un año había estado esperando aquella oportunidad de sentir en mi piel lo que leía en los relatos de D/s. Me imponía a mi misma castigos y hablaba con gente por mail y en los chat pero sin llegar a encontrar alguien que se ganase de manera suficiente mi confianza como para entregarme como sumisa.
Dicen que nunca hay que perder la esperanza, porque cuando una menos lo espera llegan las cosas. Y por lo visto no les falta razón.
En mi búsqueda conocí a muchos hombres algunos Amos, otros que simplemente se hacían llamar amos. Me documenté e incluso llegué a enamorarme de un chico, que al desaparecer asestó otro duro golpe a mi interés sobre el tema.
Ya había desistido cuando ellos aparecieron en mi vida. Primero ella y luego él, y entonces conocí a mi nuevo yo. En aquellos días descubrí que aunque me lo negase a mi, y se lo negase a todo el mundo, yo era así, había nacido sumisa, y eso era algo innegable.
No se como mi Ama pudo descubrir esa faceta mía, quizá lo vio en mis ojos, en mi forma de ser, en mi forma de hablar, o quizá no haya que ser tan rebuscado y simplemente por un descuido mío lo vio en mi correo electrónico, o en el historial de las paginas pornográficas que con frecuencia visito en internet. Pero el caso es que ella lo sabía.
Éramos compañeras de clase, nunca habíamos tenido mucho trato, pero ese año debíamos hacer un trabajo juntas. Como siempre en este tipo de trabajos estábamos un poco pilladas de fecha así que aunque lo normal era trabajar en ello los días de diario tuvimos que reunirnos un fin de semana.
Así que un sábado tempranito por la mañana me presenté en su casa. Ella vivía con otras dos chicas en el típico piso de estudiantes, pero sus compañeras habían ido a pasar el fin de semana a sus respectivas casas.
Trabajamos duro toda la mañana y a eso de la una me ofreció quedarme a comer, no había motivos para decir que no, ya casi habíamos terminado el trabajo y así podríamos rematarlo esa tarde después de comer.
Comimos tranquilamente, y después nos sentamos en el sofá a tomar café. Hablábamos de forma relajada cuando ella posó su mano sobre mi pierna y comenzó a subirla con mucha seguridad por mi muslo colándola por el espacio que quedaba entre mi falda y mi piel. Se la aparté de un manotazo y le pregunté molesta que era lo que estaba haciendo. En ese momento me sentía confusa y ofuscada, no lo entendía, no la había dado motivos para creer que quería algo con ella, y tampoco había recibido señales de ella para pensar que quisiese algo conmigo. La respuesta a mi pregunta fue un fuerte bofetón en la cara, estoy segura de que me quedaron marcados sus cinco dedos en la mejilla. Con mi cara ardiendo y aun más confusa, yo ya no sabía que hacer, pero ella con una calma total como si no hubiese pasado nada y hablándome como si fuese idiota, me sujetó del pelo y me dijo, ¿crees que a alguien como yo se le escaparía que eres una perra sumisa?
Si mi cara estaba roja por el bofetón en aquel momento se debió poner morada, creía que la cabeza me estallaría de la vergüenza que estaba pasando. Quería bajar la cara y dejar de ver la suya frente a la mía, pero ella seguía sujetándome del pelo. Girando los ojos dirigí mi mirada al suelo, deseando que se abriese bajo mis pies y me tragase. Mis ojos estaban anegados de lágrimas que todavía no habían empezado a brotar, las manos me temblaban de los nervios, y mi rajita se humedecía. En aquel momento no lo pensé pero fue el momento preciso en que se disiparon todas mis dudas a cerca de si me gusta sentirme humillada.
Por supuesto no fui capaz de contestar, después de la pregunta yo ya no estaba en esa habitación, estaba en un universo paralelo, flotando en el ambiente sin saber que hacer ni que pensar. Un nuevo tirón de pelo y un grito exigiendo una respuesta me devolvieron a la realidad. Contesté un simple no, respuesta que por supuesto no fue satisfactoria para la que en esos momentos se empezaba a convertir en mi Ama. Me soltó el pelo para tirarme del sofá donde estábamos sentadas, me empujó y caí al suelo como si fuese un cuerpo muerto, sorprendida, sin saber que hacer, ni que contestar, ni siquiera sabía si debía contestar de nuevo.
"Desnúdate" dijo con su voz relajada pero muy imperativa. Ni siquiera lo dudé como una autómata empecé a quitarme la ropa primero la camiseta, después bajé la falda y me quité las botas, para sacar a continuación las medias. La ropa interior la dejé para el final. Dudaba sobre si quitármela o no, me daba bastante vergüenza así que por primera vez desde que me vi descubierta, volví a mirar a mi Ama para con un asentimiento de su cabeza empezar a quitar mi sujetador y después mis bragas.
Así que allí estaba yo, de pies delante de ella, desnuda, sentía un poco de frío y mis pezones estaban duros. Estaba mojada por la excitación que me provocaba sentirme así de humillada. Ella se levantó me agarro del brazo y me llevó hasta la mesa donde habíamos estado trabajando, me indicó que me sentase en la silla y que terminase el trabajo yo sola mientras ella hacía "sus cosas". Yo no daba crédito, ¿para eso me había obligado a desnudarme? Me dio el plazo de una hora, después recogió mi ropa del suelo y con ella salió por la puerta cerrándola con llave tras de si.
Yo no sabía que hacer no podía ni pensar, ni nada, estaba exhausta, seguía roja como un tomate. Y nunca en mi vida había hecho algo desnuda, excepto por supuesto las cosas que necesariamente se hacen desnuda. Me había dado el plazo de una hora, con un tono amenazante, estaba claro que yo pensaba seguir con aquella locura adelante, así que decidí ponerme a trabajar. Pero era imposible, no podía concentrarme. Lo intentaba terminar, solo faltaban las conclusiones, pero ¿Qué conclusiones iba a sacar yo en aquel estado de confusión y excitación? Lo intenté pero no conseguía centrarme y la hora se pasó como si hubiesen pasado 5 minutos.
Ella volvió a entrar y al ver los pocos resultados de mi trabajo me dijo que estaba decepcionada, que no entendía que había estado haciendo durante ese rato. Me sujetó fuertemente el brazo que parecía que lo iba a partir y haciendo que me levantase. Entonces empezó a manosear mi cuerpo, yo no sabia donde mirar ni que hacer. Ella pasaba sus manos por mis nalgas, mi tripa, mis pechos, se entretuvo en los pezones pellizcándolos con fuerza. Mientras yo, presa de una gran excitación empecé a notar como mis flujos empezaban a ser exagerados y recorrían la cara interna de mis muslos resbalando pegajosos.
Su mano pasó por mi entrepierna y al notar tanta humedad me susurró al oído lo guarra que soy. Después me siguió diciendo que no estaba bien mi desobediencia que me tendría que enseñar a obedecerla. Acto seguido se sentó y con suavidad me obligó a recostarme sobre sus rodillas quedando mi culo totalmente expuesto. Su mano acarició mi rajita, y un dedo tímido se internó en él. Después paró, en el fondo yo sabía lo que iba a pasar, pero eso no evitó que me sobresaltase al primer azote. No se cuantos azotes cayeron sobre mis nalgas, los primeros con la mano picaban, después pasó a utilizar una zapatilla de las de andar por casa y empecé a notar mi culo muy caliente tanto como mi cara reflejo de lo vergonzoso que era verme en aquella situación tan humillante. Pero después de unos cuantos empecé a sentir dolor. Pero aquel era un dolor especial, por mucho que me doliese, estaba excitada de alguna forma lo disfrutaba y de hecho fui incapaz de emitir ni una sola queja por aquellos azotes. Ella lo notaba, notaba como yo estaba disfrutando. Cuando paró empezó a manosear mi rajita de nuevo, pero de una forma mas ruda, pellizcaba mis labios y los estiraba, metió varios dedos de golpe en mi, e incluso metió la punta de uno en mi culito, donde jamás había entrado nunca nada. Al poco rato paró me separó de ella y quedé arrodillada a sus pies, entonces me tendió la mano que había metido en mi impregnada de mis jugos y me la metió en la boca. La primera sensación fue asco, pero acabé lamiéndola con deseo.
Yo estaba fuera de mi, ni siquiera pensaba en como podía estar disfrutando tanto, sin tener ninguna duda sobre lo que estaba haciendo, simplemente obedecía y me dejaba llevar. Después de los azotes que tanto había disfrutado me ordenó seguirla.
En el pasillo había un espejo grande donde pude ver mis nalgas encarnadas, resultado de aquellos jugosos azotes, me gustó, me pareció bonito ver mi culo como el de una niña pequeña que acaba de recibir una buena regañina.
Llegamos hasta una puerta que yo acertadamente supuse era la de su dormitorio. La abrió y me indicó con la cabeza que entrase, no esperaba para nada lo que encontré allí. Había un chico desnudo, a cuatro patas, atado por una correa de perro a una de las patas de la cama. Instintivamente intenté cubrir mi desnudez, aunque con mis manos tampoco podía tapar mucho. Mi Ama me recriminó esa actitud pudorosa aprovechando para recordarme lo guarra y cerda que soy. Para después decirme que si no se usar las manos para algo útil tendría que cortármelas, lógicamente eso no lo hizo, pero cogió de encima de una cómoda un par de pañuelos para atarme los brazos a la espalda, cada muñeca con el codo opuesto, de esa manera quedaban completamente inmovilizados.
El chico me miraba como si no hubiese visto una mujer desnuda en su vida, de una forma profunda con ansia y deseo. Y allí estaba yo muerta de vergüenza con las visibles huellas de mis azotes esperando a ver que iba a ser lo siguiente. Después de desnudarse, mi Ama me obligó a reclinarme sobre una mesa, con todo mi torso encima de la misma y las piernas colgando, después abrió mis piernas y ató cada una a una pata de la mesa. Desde mi posición no podía verla. Pero oía como abría cajones y sacaba cosas. Después noté un líquido frío sobre mi ano y un dedo esparciéndolo. El mismo dedo empezó a intentar entrar en mi, cuando entró la sensación fue extraña pero agradable, sin embargo a los pocos instantes fueron dos dedos los que quería entrar y eso empezó a ser molesto. Después del segundo yo pensaba que llegaría el tercero pero fue algo duro ý frío lo que empezó a intentar colarse dentro de mi. A los pocos segundos empecé a sentir dolor, y este no me gustaba tanto como el de los azotes, pero ni una sola queja salió de mi boca, yo apretaba los dientes con fuerza. Poco a poco mientras las lágrimas caían por mis mejillas aquella cosa fue entrando en mi, despacito pero firme. Yo creía que no iba a terminarse nunca, aquello entraba y entraba sin parar, o por lo menos esa era mi impresión. Finalmente cuando yo ya no podía aguantar ni un centímetro mas dentro de mi sin gritar, llegó a un tope, una zona mas estrecha, que supongo estaba pensada para que no pudiese salir.
Con aquello en mi culo llenándome y partiéndome por la mitad mi Ama me desató de la mesa y me obligó a caminar hasta la cama. Con los brazos a la espalda y aquello dentro de mi caminaba torpemente y me sentía tan ridícula, como supongo se me veía desde fuera. Junto a la cama delante del chico nos paramos y le indicó a él que me lamiese. Entonces el empezó a lamer desde mi clítoris hasta aquel consolador al que yo empezaba a acostumbrarme. No habían pasado ni tres minutos cuando a punto de estallar en un orgasmo ella separó al chico de mi, me sujetó fuerte del pelo, se sentó en la cama, abrió las piernas y obligándome a arrodillarme me llevó la cabeza hasta su coño, ni pensé en el asco que me daba ni nada por el estilo, me lancé a lamérselo como si de mi plato favorito se tratase, mientras saboreaba su maravillosa esencia empezó a pellizcar mis pechos, y en pocos segundos noté unas manos sobre mis nalgas, seguidas de una polla tratando de entrar en mi rajita, por supuesto el chico no tuvo ninguna dificultad para introducirla dentro de mi. Tenía aquel bicho de plástico perforando mi culo, y una polla de buen tamaño también dentro de mi, y empecé a recordar todo lo que había pasado, el conjunto de sensaciones me llevaron a un orgasmo como nunca había tenido antes y nunca he vuelto a tener.
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