Cuando un maduro te seduce (I)

Vuelvo al gimnasio después de año y medio y allí conozco a Fernando un madurito bastante atractivo.

Después de año y medio haciendo ejercicio en casa (de forma muy irregular). Volví a apuntarme a un gimnasio. No estaba en mala forma del todo, las flexiones, los abdominales, las botellas de agua para hacer biceps, me habían ayudado a mantener mi físico.

Yo por naturaleza, soy más bien delgado. Tengo 26 años, soy alto sin parecer sacado de la NBA, rozo el metro ochenta. Castaño, con el pelo corto, degradado, me dejo algo de tupé para darle forma al flequillo. Presumido la verdad, bastante más que mi novia por ejemplo. Así que antes de la vuelta compré también algún chándal, alguna camiseta, unas mallas para los meses más fríos…

Aquel día que volví era noviembre. Hacía fresco en la calle, así que decidí ponerme las mallas, pero con un pantalón corto encima. Sobre todo porque no me gusta ir muy ceñido, más que nada por si das con alguien conocido.

Llegué a la sala de máquinas de cardio y musculación y me la encontré bastante muerta. En parte, sentí alivio porque detesto (y más ahora) las aglomeraciones. Un par de señoras en las cintas de correr, y como 2 o 3 chicos más sobre mi edad bastante corrientes. Lo agradecí, le tengo un poco de rechazo a esos gimnasios donde parece que se van a preparar para ser el nuevo Terminator. Antes de empezar, preferí quitarme el pantalón corto que tenía encima de las mallas, ya que la calefacción estaba bastante alta, y como había poca gente dejé a un lado mi pudor.

Me acerqué a hablar con el que parecía el monitor. Le pedí una tabla de ejercicios, pero como llevaba un tiempo sin hacer deporte más intensamente, me recomendó que hiciera un circuito general de la mayoría de las máquinas y que cuando me fuera haciendo ya me prepararía algo en función de mi objetivo físico.

Comencé calentando en la cinta de correr, cuando llevaba un rato me dio la sensación que había entrado alguien más en la sala. Parecía que estaba hablando y riendo con el monitor.

Cuando me bajé de la cinta. Allí estaba. Quien había llegado era un hombre maduro de unos 50. Era bastante atractivo, a pesar de que no me solía fijar en hombres, y menos de esa edad. Tenía la cara algo cuadrada, con la mandíbula marcada, el pelo con entradas, corto, entrecano, como la barba, la cual tenía cerrada pero recortada. Lo que más impresionaba, eran las dimensiones de aquel hombre. Debía medir casi 2 metros. Y estaba en mejor forma física que cualquiera de los que andábamos por allí. Además de forma muy proporcionada, no como algunos bichos, que son estatuas griegas de torso para arriba, pero que luego tienen piernas de quinceañeros…

Justamente estaba haciendo glúteos en la prensa de piernas, cuando se acercó.

  • Hombre, savia nueva. Ya era hora ver gente nueva por aquí.

  • Sí. - dije entre risas forzadas. Paré un momento el ejercicio para poder responder sin ahogarme, aunque mantuve la postura -un tanto indecente- sin ni siquiera pensarlo.

  • No sabes lo muerto que ha estado esto, Juli ya se está aburriendo de mí. - decía mirando al monitor.

Todo esto me lo decía, mientras yo podía observarlo en un plano contrapicado. Vestía una camiseta de mangas cortas ajustada, que le hacía marcar pezones. También marcaba brazos, aunque no sabía si era por la propia camiseta, si era porque acababa de usar mancuernas o si venía así de serie, porque se le marcaban hasta las venas.

  • Y qué, ya te ha puesto este a hacer culete, no?

  • Sí, bueno, me voy a poner con un poco de todo. Hay que volver a la forma.

  • Bueno, pero veo que ya lo tenías algo trabajado de casa, ¿no? - me guiña y me sonríe, apareciendo un hoyuelo en la mejilla.

  • Bueno, los genes son los genes. Acerté a decir, mientras me ponía un poco colorado.

  • En fin, nene, te voy dejando, que si no, nunca empiezo. Me llamo Fernando, a todo esto. Un placer.

  • Yo Jorge. Igualmente.

Fernando no se fue porque me viera intimidado, de hecho, o no se percató, o no le importaba intimidarme. Y no sé porqué pero, probablemente esto segundo, era lo que buscaba. Yo agradecí que en ese momento siguiera con sus ejercicios, porque mi pene dejó de estar del todo flácido y en mallas no era la mejor situación para tener una erección. Logré calmarme y seguí con mi circuito.

Estuve bastante rato para ser el primer día. Juli me estuvo indicando algunos ejercicios y aconsejándome. Acabé bastante sudado, así que en cuanto acabé fui a los vestuarios a darme una ducha rápida y así volvía limpio a casa.

Dejé toda mi ropa en mi taquilla, y fui únicamente con la toalla a modo de taparrabos, las chanclas y el neceser. En el neceser dejé unos calzoncillos, así me sentía más seguro al salir.

Cerré el grifo y me enfundé los boxers. Eran verdes con rallas blancas y me estaban algo ajustados porque los pedí por internet sin haberme fijado bien en la talla.

Salí y me encontré allí a Fernando, mi provocador de erecciones. Justo cuando se quitaba su camiseta. De esa tela, salió un pecho bien formado, peludo, con algunas canas. Nunca he visto un pecho tan ejercitado que no fuera de algún famoso. He estado con tías donde había mucho menos que agarrar. Me quedé también observando de nuevo su brazos, no sabría decir su tamaño, pero igual uno de los suyos eran como el doble de mis dos brazos juntos. El trapecio también lo tenía bastante trabajado. Le daba un aspecto bastante masculino que te hacía envidiarlo. Por piernas tenía dos columnas romanas… pero lo que intentaba no mirar era que… solo iba vestido con unos slips blancos que rellenaba bastante bien sin ninguna erección. Desde lejos vi como se le dibujaba el capullo. Fui acercándome a él porque estaba cerca de mi taquilla.

a

  • Vaya, pensaba que te habías ido. Has aguantado bastante el primer día, eh.

  • Sí, estoy molido. Necesitaba ya una ducha.

  • Ya veo, ya.

Empecé a vestirme y a coger mis cosas para ir vistiéndome cuando Fernando vuelve a referirse a mí.

  • Esos gayumbos pronto no te los podrás poner.

  • Eh.

  • Que esos gayumbos…

  • No, si te he escuchado, pero por qué lo dices…?

  • Hombre, cuando lleves unas sesiones de glúteos con Juli ahí ya no cabes.

-reí nervioso, no sabía hasta dónde quería llegar ese hombre.

  • A ver, ya de por si, es que eres un poco culo poni. - rió de forma burlona.

  • Qué cabrón. - reí de forma nerviosa con él.

  • Es broma, eh. Ya le gustaría a mucha gente tener tu culo.

Seguí buscando entre mi taquilla, y cogí mi móvil y miré las notificaciones, ya que no sabía donde meterme.

  • Me dejas tu móvil?

  • Ah, para qué?

  • En casa tengo una serie de mancuernas que están cogiendo polvo. Son de poco peso, y ya no me sirven. Pero para alguien que está empezando les puede valer. Te dejo mi móvil y luego te mando fotos por si te interesan.

  • Ah, bueno, claro, claro toma.

En ese momento por un momento pensé que lo mismo había malpensado con Fernando en todo ese rato. Quizá solo quería ser agradable, gracioso y tenía una forma peculiar de hacerlo.

  • Voy a darle un toque a mi móvil, ¿vale? Así luego te las envío y ya si te interesan me dices.

En ese momento coge su albornoz, se baja los calzoncillos, hasta quitárselos. Deja ver una polla en estado morcillón como mínimo, aunque prefiero no prestarle demasiada atención.

Me guiña, se despide y se dirige a las duchas.

Yo en ese momento me terminé de vestir y me fui. No sé si pretendía que lo siguiera, o simplemente lo hizo regodeándose. El caso es que huí.

A las horas, estando ya en mi piso, acurrucado con mi novia en el sofá recibo varios WhatsApps y reviso quien es el que me escribe. Los mensajes que me llegan son de “Mi macho <3”.

Se me sube el corazón a la garganta. Por suerte solo yo soy quien ve la pantalla, me levanto y me llevo el móvil al baño. Recibo varias fotos. En todas ellas hay mancuernas, pero siempre le acompaña una señora polla con cojonazos.

Después de las fotos le acompaña un mensaje: “Si quieres, puedes probarla en tu segundo día de entrenamiento”.

En ese momento, me siento en el váter, me bajo los pantalones y los gayumbos. Y empiezo a masturbarme intensamente. Me pongo a revisar una a una las fotos. Ahogo mis gemidos hasta eyacular observando esa polla.

No le contesto. Pero sé que terminará follándome.