Cuando te enamoras de alguien por sus zapatos (IV)

Las cosas parecen que empiezan a mejorar. ¿Le venderá María algún zapato usado?

Al día siguiente quedé con Marta para tomar algo, y de paso para venderme algunos de sus zapatos usados. Habíamos quedado en que me vendería sus manoletinas negras y unas botines, sin tacón, de color marrón por 20€. Ambos estaban destrozados, y bien sucios.

Y así fue, allí estuvo ella con una bolsa dónde estaban los dos pares. Ya sólo al abrir la bolsa y oler el olor, mi pene se empalmó. Le di los 20€, y fuimos a tomar algo, allí tuvimos una grata conversación.

— ¿Y desde cuando tienes ese fetiche?

— me preguntó.

— Bueno todo empezó desde que era pequeño, tendría 6 años o así. Mi hermana tenía una amiga que solía traer a menudo a casa, a mi me gustaba mucho, y un buen día ella estaba sentada en el sofá y yo me senté en sus pies, llevaba unos zapatos con muy poco tacón, pero muy bonitos. Entonces me abracé a sus piernas y me sentí muy agusto, desde ahí empezó mi fetiche que yo recuerde. De hecho recuerdo que después de eso, estuvieron un día jugando a tinieblas y ella dejó sus zapatos en el salón, y yo no tenía otra forma de poder tener roce con ella más que con sus zapatos, y los besé, los toqué, los acaricié, los lamí...

— ¡Oh, vaya!

— La noté sorprendida

— Jamás pensé que un fetiche se puede coger así.

— Sí, se supone que se coge cuando eres pequeño y tu mente no relaciona todavía bien la sexualidad, esa es la teoría que más me gusta a mí.

— La verdad es que es curioso. ¿Sabes qué? El día que te corriste en mis zapatos, me pareció una aberración. Pero creo que estoy empezando a cogerle el gusto a eso de las desviaciones sexuales, hay un montón de cosas raras que le excita a la gente.

— Me alegro, aunque sigo estando arrepentido por lo que hice.

— No te preocupes más por eso, ya te perdoné. Además, piensa que ha servido para tener a alguien con quién hablar de esto. ¿Te apetecería quedar mañana en tu casa para ver una peli?

— ¡Claro!

— contesté con entusiasmo, quizás con demasiado. Pero no podía ocultar mi alegría.

Lo que estaba claro es que yo tenía una tarea pendiente cuando llegué a casa. Me tumbé en la cama, y saqué de la bolsa los dos pares. No os podíais imaginar el olor tan rico que desprendían. Sobre todo me excitaba mucho saber que eran zapatos de Marta, eso es genial. Me metí uno de los botines por debajo del pantalón, y lo dejé en el pene. Mi miembro en seguida se puso erguido al notar el cuero de los botines. Luego cogí una de las manoletinas, las observé bien un rato, tenían la zona de la suela del talón un poco rota, las suelas estaban muy sucias, y tenían muy bien olor. No lo dudé, saqué mi lengua y la pasé por la sucia suela. Quizás podáis pensar que la suciedad de la suela sabe mal, pero no lo notas, realmente se te queda más el sabor del material de la suela. La chupé hasta que se quedó la suela limpísima, estaba muy excitado. Luego pasé mi lengua por el resto de la manoletina, dios, ¡estaba riquísima! Luego saqué el otro botín de la bolsa, y repetí el mismo paso. Esto tenía más que chupar, limpié las suelas igual, y luego me metí la punta del botín en la boca, todo lo que pudo entrar, y lo dejé ahí. Me coloqué las dos manoletinas en las manos, cuales guantes en la mano, me saqué el pene y empecé a masturbarlo con las manoletinas. Es una sensación estupenda, digna del paraíso. Mientras me masturbaba, pasaba la lengua por la punta del botín que tenía dentro de la boca, y disfrutaba de su sabor. Hasta que me corrí, de hecho estaba disfrutando tanto, que no pude echarlo en algun sitio preparado, sino que salió el semen disparado por todos los lados. Manché la cama, las manoletinas, y me calló también en el cuerpo. Pero bueno, lo limpié y listo.

Ahora tenía en mente otra cosa, la quedada con María en mi casa. Ojalá me deje estar a sus pies...

~Continuará.