Cuando Silvia se entregó a Jack.
Ahora Silvia, la tercera chica del grupo de Mónica, la sirena sometida, y Carolina, la aprendiz de sumisa, comparte su historia. Jack el hombre que le hace despertar su adicción al sexo, su erotismo, convirtiendo a Silvia en una diosa sexual.
Cuando Silvia se entregó a Jack.
Gracias por vuestros comentarios en los relatos de “Mónica, la sirena sometida en la categoría Sado.
Desafortunadamente no he encontrado la primera parte.
Gracias a quien la ha buscado en la categoría y la ha leído.
También gracias por vuestras valoraciones y me encantará leer vuestros comentarios en “El entrenamiento y despertar de Carolina”. Éste era el título original, pero tuve que recortarlo y unir todos los capítulos en un solo relato por el error de la publicación.
Este relato sobre Silvia, está en esta sección porque creo que es la más adecuada.
Podéis comentarme vuestras observaciones ya que me ayudáis a mejorar y saber que categorías o géneros os excitan más.
Silvia, miraba a carolina y Mónica con ternura. La envidia que sentía por el amo que había descrito Mónica había dejado paso a la compasión.
Más relajadas, Silvia compartiría con sus compañeras de baño, su historia y del hombre que le enseñó otra forma de disfrutar y vivir el sexo.
Silvia esperaba en la recepción de la enésima agencia de publicidad que visitaba con la esperanza de ser becaria.
Cinco años de universidad, tener que trabajar por sueldos de mierda, seguir recibiendo pasta de papá y mamá, eran demasiados sacrificios que casi al terminar la carrera, debían dar frutos y tener un trabajo de lo que había estudiado.
A su alrededor había chicos y chicas esperando por ser entrevistados e igual que ella, ser contratados.
Era inevitable ver la que creía que con un escote casi hasta el coño o una falda más corta que su propio intelecto, esperaba conseguir esa tan ansiada oportunidad.
“Creo que éstas tías se han equivocado de entrevista de trabajo. ¡Zorras!, la calle Montera está tres calles más adelante, seguro que con ese currículum de escote y chocho al aire os contratan”. Silvia sentenciaba así a dos chicas sentadas frente a ella que mostraban un generoso escote, impropio de una entrevista de trabajo.
Silvia llevaba su camisa azul celeste con una falda hasta las rodillas, plisada, de color blanco y zapatos color rosa, a juego con el bolso. Debajo su conjunto rosa Victoria Secreta que había comprado la primera vez que estuvo en Nueva York.
Para ella ese conjunto era como un amuleto, la hacía sentir sexi, poderosa, y para una entrevista de trabajo, le venía bien sentirse tan amazona y fem fatal como cuando sale de fiesta.
“¡Menudas zorras están hechas este par de niñatas. Como sea una tía la que nos entreviste, las mandará a tomar por culo y su disfraz de putilla solo les valdrá para llevarse las miradas de los pringados que no les quitan ojo”.
Silvia disimulaba mirando Facebook en el móvil mientras miraba de reojo a su competencia.
La secretaria de quien entrevistaría a todos los candidatos decía el nombre de una de las chicas de escote generoso. Enfundada en un ceñido vestido negro, se levantaba y entraba por la puerta del despacho. Cinco minutos más tarde se veía salir a esa chica con gesto de enfado, clavando las uñas en su bolso para liberar su rabia.
Inmediatamente después la secretaria decía otro nombre y la otra chica de exuberante figura también entraba por la misma puerta. Esta vez, la chica salía más rápido de lo que tardaron en decir su nombre.
Otra chica, más recatada, que fue inadvertida para Silvia en todo momento, fue llamada y a diferencia del resto, estuvo dentro más de 30 minutos. Con los chicos fue exactamente igual, y, por último, Silvia fue nombrada por la secretaria.
En cuanto escuchó su nombre, Silvia se vino arriba y con toda la motivación y seguridad de su ser, se levantó, caminó hasta la puerta y entró al despacho.
Al entrar y cerrarse la puerta tras de sí, su seguridad se fue al suelo al igual que sus bragas y coño.
Ante ella, estaba el tío más atractivo y seductor que en sus sueños más eróticos, no hubiese sido posible imaginar. Él no había dicho una sola palabra y había conseguido que Silvia se empapase haciendo que su coño fuese una fuente.
Los ojos color miel de Silvia, se perdían en la mirada penetrante y celeste de aquel hombre. Su 1,70 la hacían ver como una muñeca ante el 1,95 de él. Debajo de la camisa se marcaban con masculinidad y a la vez con discreción, los pectorales de ejercicio constante y sus piernas eran como dos troncos de roble a los que Silvia quería cogerse para comenzar a comerle la polla.
“Pero que cerda soy! ¿En qué estoy pensando?”.
Ese escaneo fugaz de la mirada de Silvia sobre el cuerpo del chico, fue solo por un instante, aunque para ella esa contemplación tan erótica duró mucho más.
¿Eres Silvia, la única estudiante de marketing que ha sido lista, y ha venido a la entrevista? – Sí, soy yo, supongo. - ¿Supones?, es decir: ¿No eres Silvia?, ¿no eres de marketing? Por favor, no seas también la decepción del día como el resto. – No, no. No quiero decir eso. Sí soy Silvia, Sí soy de marketing y sí, vengo, pero no a la entrevista, vengo por el puesto de becaria.
Él sonrió y al escuchar eso de Silvia, llamó a su secretaria para pedirle que no le pasase llamadas y que no estaría para nadie, al menos la próxima hora.
“Venga, siéntate, vamos a empezar. Creo que serás la única en todo el día a la que le diré mi nombre y que por lo menos ha estado aquí más de cinco minutos. – No lo creo, otra chica ha estado por lo menos media hora. – ¡Bien!, chica observadora. Sí, es cierto pero esa chica no había estudiado marketing. Las primeras dos tampoco, aunque sabían venderse muy bien. El problema es que yo no soy su cliente. Me llamo Jack, y sí, mi nombre es inglés, mi aspecto es inglés y sí, hablo perfecto español.
“¿Tú eres Jack? ¡Y yo soy tuya!, ¡Joder!”.
Silvia hablaba para sí misma y solo podía pensar en una cosa, tirarse a ese tío.
La entrevista comenzó. Silvia había perdido toda seguridad y confianza. Avanzaba la entrevista y sus titubeos, contradicciones y confianza se habían quedado fuera del despacho.
Jack había tenido una muy buena primera impresión al inicio pero cuando deja de escuchar para centrar su mirada en las tetas de ella, la forma en la que cruza la pierna, la ropa o intentar dibujar el sujetador en su mente, solo intentando seguir las líneas que se marcan por debajo de la camisa, solo podía significar una cosa, Silvia no le interesaba en lo absoluto y en una discoteca o en cualquier fiesta de fin de semana, si la hubiese conocido en esas circunstancias, él solo pensaría en una cosa, tirarse a esa tía.
Después de que Silvia respondía con tartamudez y desmotivada a la última pregunta de Jack, éste paró la entrevista, se levantó de su silla y mirando a los ojos a Silvia le dijo:
“Silvia, encanto, no sé qué ha pasado contigo. Has entrado con mucha seguridad y has pasado de ser una loba de caza, a un caniche miedica y sin valor para mí. En este negocio se necesita actitud y en tu caso, un par de ovarios bien puestos, de lo contrario te comerán viva, o peor aún, querrán comerte toda, ya me entiendes.
Cuando seas una mujer, vuelve y haremos la entrevista de nuevo. Te puedes marchar”.
Como autómata Silvia salía por la puerta. La secretaria la miraba con decepción, puede que ella sí que apostaba por Silvia, en comparación al resto de aspirantes.
La cabeza gacha, la mirada en el suelo y su orgullo desaparecido, Silvia salía por la entrada de la agencia.
“¡¿Será cabrón el tío?!”, me habla como si fuese… ¡gilipollas! ¿pero de qué va este tío? No me puede hablar de esa forma.
Le esperaré, me da igual que esté aquí hasta las 10 de la noche, ¡se va a enterar!”.
Silvia abrazaba su bolso para sentir protección y fuerza. Estaba decidida a cantarle las 40 a Jack.
Intentando ser discreta para que no pensase la gente que era putilla de acera, esperaba pacientemente a la distancia, prestando atención a la entrada del garaje del edificio donde estaba la agencia.
Desde su posición podía distinguir a cada conductor y el coche. No sabía cuál podría ser el de Jack, pero por su actitud suponía que sería de alta gama y por lo menos, no sería un familiar o monovolumen.
Sobre las 11:00 estaba por desistir, desde las 16:00 estaba allí y sin haber comido o bebido algo, sus fuerzas y otra vez su orgullo, estaban por desaparecer y rendirse definitivamente.
Cuando estaba a punto de girarse para caminar hacia la boca del metro, las luces de un descapotable llamaron su atención.
Un BMW plata, se acercaba lentamente y sin que el conductor pudiese advertirlo, Silvia cruzó la calle, paró frente a él, y con mirada desafiante comenzó a hablarle.
¡¿Eres imbécil o solo me has usado para liberarte de tus frustraciones?! ¡No soy un caniche, gilipollas!, ¡tengo ovarios y los tengo muy grandes, quizás demasiado para ti! – No soy imbécil porque yo no estoy en medio de la calle, chillando y arriesgando mi vida. Apártate y deja que pare el coche y por dios, ¡Deja de hacer el ridículo!
Jack, Sí que paró, pero contra toda coherencia, abrió la puerta del copiloto y le indicó a Silvia que entrase.
“ni de coña voy a montar en tu coche, ¿Quién crees que soy?”
Silvia no bajaba la guardia, al menos no por ahora.
“Vale: Tienes 30 segundos para decirme qué ha pasado esta tarde, por qué estás aún aquí intentando cazarme, y dime algo que evite que te mande a tomar por culo”.
Silvia cogió aire, su pecho se alzaba imponente al igual que sus hombros, detalles que Jack sin duda había notado, y ella, comenzó a hablar.
“¡Estaba nerviosa, era la última de cientos de entrevistas donde solo me he sentido fracasada e incompetente! Tú y tu actitud chulesca, tu arrogancia, tu, tu, tu…, tu…”.
Jack, sonrió con malicia. Él sabía lo que en verdad había ocurrido, pero disfrutaba de la situación y quería escucharlo de sus labios.
Silvia, encanto. - ¡No me llames encanto! – Silvia, guarra. - ¡Pero serás imbécil! – Has dicho que no te llame encanto, guarra es la segunda palabra que ha venido a mi cabeza. Te daré una segunda oportunidad y no habrá una tercera porque quiero ir a casa. Dime por qué estabas tan insegura en la entrevista y esta vez, se sincera, conmigo y contigo misma. – Ya te lo he dicho, ¿qué más quieres que diga?
Jack paró el motor del coche, se había quitado el cinturón de seguridad y sin dejar de mirar fijamente a Silvia, se movía de tal forma que pudiese estar más cerca de ella.
Silvia entre el hueco de la puerta y el asiento, haciendo un sutil ángulo con piernas y cuerpo para ver a la cara a Jack, y no darse con el marco de la luna, se mantenía en guardia, a la defensiva, y lo que haría Jack, la pillaría por sorpresa.
Jack, llevó su mano derecha al pezón izquierdo de Silvia. Tiró de ella para desequilibrarla como si la metiese en el coche tirando de su teta.
“aaaaaaah”. ¿Qué haces gilipollas?”.
Silvia intentó soltarse, pero al hacerlo, apoyó las rodillas en el asiento del copiloto, su cintura y muslos estaban más al alcance de Jack y al soltar su pezón, fue a su entrepierna para comprobar lo que el ya sospechaba.
Las bragas de Silvia estaban empapadas. Los dedos de Jack no solo percibían la humedad del puente de la ropa, también se mojaban con la viscosidad de los jugos de Silvia.
“aaaaaah”.
Silvia no pudo evitarlo, sentir los dedos de Jack, le habían provocado una descarga en el coño, que no esperaba, y fue su perdición.
Silvia, encanto, por favor, se buena y dime qué ha pasado en la entrevista. –Me, Me…, me excité al verte. ¿joder, qué me has gustado desde que entré por la puerta!, ¡qué solo quería echarte un polvo sobre la mesa! – y dices que no te llame guarra.
Silvia se apoyaba del salpicadero y del asiento mientras los dedos de Jack surcaban los labios del coño y jugaban con las bragas de Silvia.
Esto es lo que haremos. Tendrás una segunda oportunidad, ahora mismo. Agradece a tu coño, es quien me ha convencido. A partir de ahora, y solo si tú quieres, harás lo que yo diga, vendrás conmigo y si me gusta lo que harás, entonces, puede que me lo piense mejor. - ¡Qué cabrón eres! – sabes que me tienes chorreando y toda cachonda perdida y por eso me sometes. – Yo no te estoy haciendo nada que no quieras. – Es que lo quiero, lo quiero ¡ya! – entonces, venga, córrete ahora, córrete con mis dedos en tu coño. – Aaaaaah, aaaah, aaaaaaaaaaaaah! ¡Cabrón, me corro!
Silvia se corrió. Jack pudo sentir como sus dedos se empapaban y la fuente que era ahora el chocho de Silvia mojaba la falda, los muslos y se perdía en el asfalto.
Jack besaba a Silvia mientras pellizcaba sus labios, el clítoris y secaba sus dedos en la camisa de Silvia.
¡Pero como me has puesto! – Lo mismo que tú esta tarde. – sí, te la he puesto dura? – no sabes cuánto. – creía que las dos zorras que entrevistaste antes que yo ya te habían calentado. – No, yo tengo estilo y buen gusto putita. No me gustan las tías que se abren de piernas a las primeras de cambio. Me gustan las que van de divas o son divas como tú. Me gustan las que no saben que, dentro de ellas, vive un putón verbenero que está esperando a su chulo que lo haga despertar y hacer salir a esa zorra que lleváis dentro. - ¿Me estás diciendo que serás mi chulo? – Quieres que lo sea?
Silvia entró en el coche, Jack desplegó la capota y cerró la puerta del copiloto.
Puso el motor en marcha, y Silvia abriendo la bragueta de Jack y chupando su polla, respondía a su pregunta.
“¡Para putita, que me voy a correr, y como sigas mamando así, nos la vamos a pegar!”
Jack se estremecía mientras conducía como un poseso para llegar rápido a un motel de carretera a las afueras de Madrid. Silvia no había parado de chupársela hasta que él se lo había indicado. Ella lo hacía muy bien y eso podría provocar un accidente si hubiese llegado hasta el final.
Con total anonimato, ellos habían entrado al garaje. Nadie les observaba, nadie les esperaba. El sitio era el ideal para las aventuras nocturnas de Jack. Sin recepción, sin esperas molestas, Jack había preparado todo con un simple mensaje de texto. Del garaje a la habitación. Lo mejor de todo, es que Silvia no lo sabía por lo que todo lo que vendría a continuación la llevaría al colapso total.
El coche paraba. Silvia sin haber soltado la polla de Jack con los dientes, volvió a su tarea sin que le dijesen absolutamente nada.
Del motor del BMW, Jack ahora se deleitaba el oído con el excitante sonido de la boca de Silvia succionando, chupando, lamiendo, degustando su polla que se mantenía tiesa, caliente y a punto de estallar en esa dulce boca color cereza.
“Becaria de marketing sí que eres, pero como chupa pollas eres nivel experto. Me encanta como mueves la lengua sobre el agujero del capullo y como te la tragas cuando hago esto”.
Jack como si tuviese un cachorro, acariciaba la melena de Silvia que descansaba sobre sus piernas. Sus manos con firmeza, se apoyaron en la nuca de Silvia y con maldad la empujó para que tragase toda su polla, y deleitarse con el sonido de las desesperantes arcadas de Silvia.
Después un gemido de Jack, un empuje final de sus caderas para enterrar del todo su polla en la garganta de ella, y el chorro potente, continuo, caliente y asfixiante que soltaba en directo al esófago de su nuevo juguete lamedor.
“¡mmmmmmmmm, MMMMMMMMMMM!”.
Silvia era todo lo que podía decir. Intentaba sin éxito soltarse golpeando los muslos de Jack con sus puños, pero su fuerza no era suficiente. Además, su propio placer la traicionaba ya que en el instante mismo en el que sintió como la cabeza de la polla de Jack se hinchaba en su garganta, su coño también se excitaba y un orgasmo involuntario la hacía ceder.
“Traga perrita mía, traga todo, no manches el asiento con mi leche, ya has manchado tu asiento con tus jugos de perra en celo y tendrás que limpiarlo con la lengua si es necesario, pero ahora traga hasta la última gota”.
Jack la humillaba diciendo esto y sin dejar de mirar sus ojos verdes que suplicantes le pedían que parase y que la dejase respirar. Jack era experto en estas situaciones y sabía de la resistencia de las chicas que se la chupaban, así que disfrutó unos segundos más del calor de la boca de Silvia, las contracciones de su garganta presionando el glande, y como succionaba las últimas gotas de leche.
Soltó la cabeza de Silvia. Lágrimas, saliva, tos, era lo que Silvia expresaba y sentía, sin contar la humillación y enfado por haberse corrido en una situación tan denigrante para ella.
“¡Eres un cabronazo!, ¡no era necesario hacer lo que has hecho! – Lo sé, no era necesario, pero ambos lo hemos disfrutado. ¿A caso no crees que me he dado cuenta de que te has corrido mientras yo soltaba todo en tu boca? - ¿Pero ¿qué dices?, ¡eres un cerdo! – Es cierto, cuando comencé a correrme en tu garganta, dejaste de resistirte y al contraerse tu coño por el orgasmo, como reflejo, tu garganta dejó de presionar, de cerrarse ante mi polla, te has relajado y entró del todo. Si lo piensas, tu solo has sentido como fluía mi leche en tu garganta, y lo caliente que estaba. El sabor dulce, un poco pastoso y delicioso de lo que te has tragado, lo has percibido justo ahora, cuando comencé a sacar mi polla de tu boca”.
Silvia en silencio, recordó ese momento.
¡Es la primera vez que me corro con una polla en la boca!, Soy una cerda!”.
Jack la miraba como si supiese lo que estaba pensando, y sí, sabía perfectamente lo que pensaba Silvia solo con mirarla a los ojos.
Sí, creo que es la primera vez que haces garganta profunda, la primera vez que lo tragas todo, y lo mejor para ti, la primera vez que te corres mamando una polla. Sí encanto, ¡estás echa un zorrón! Le has comido la polla a un desconocido, en un garaje, a saber, si alguien estaba mirando, nunca lo sabremos, y te has corrido. Así que, dime Silvia, encanto, ¿qué eres? – U, u, un… - Encanto, acéptalo y dímelo a la cara. – ¡Soy un zorrón! ¡Soy un putón! – jajajaja, Lo sé y la noche solo acaba de comenzar.
Silvia cogió arrojo a saber de dónde y con el rímel corrido, lágrimas y sabor a leche en sus labios, cogió a Jack por los hombros, le besó con intensidad y llevó la mano de él hasta su coño.
Jack estaba impresionado. Silvia había demostrado ovarios y, sobre todo, actitud de fuerza después de una situación denigrante para otro tipo de chica, pero para Silvia, esto era poco para hacerla caer. Jack lo sabía, ella era la mujer que estaba esperando.
Continuará.