Cuando se quiere, se quiere mas
Llega la mañana del sábado después de pasar mi primera noche en el apartamento de Minerva
Cuando se quiere, se quiere mas.
Llega la mañana del sábado después de pasar mi primera noche en el apartamento de Minerva. Apenas pude dormir, la verdad. La tarde de ayer fue muy movidita siendo objeto de abuso por Minerva y sus compañeras de piso. Desde ese día prometí ser un esclavo sexual y obedecer a cualquiera de las tres inquilinas del apartamento durante por lo menos el fin de semana. Con Minerva no va ser la primera vez. Ya en otras ocasiones hemos mantenido esa extraña relación. Desde que hemos intimado, ella siempre se ha aprovechado de mis impulsos sexuales para llevarme a su terreno. No es ninguna ama o dominatriz profesional, ni tampoco pretende serlo. Ella solo se ha dejado llevar por mis revelados secretos para experimentar mi propuesta. Es así como hemos acabado, y fue así como sus dos compañeras de piso han descubierto nuestro secreto.
Hoy solo esta una de las compañeras, Yurena. La otra, Silvia se había ido de madrugada de acampada con su pareja. Minerva duerme plácida en su cama después de una fiesta nocturna abusando de mi ante sus compañeras. Yo me quedé mas o menos durmiendo sobre una esterilla en el suelo, no muy lejos de su cama. Así fue, porque no quiso que durmiera con ella en su cama individual. Pero claro, podría haber dormido en la cama de Silvia aprovechando su ausencia. Y sin embargo ella ya había avisado de que no estaba de acuerdo.
La luz asoma en el escaso espacio que deja las cortinas. Mi cuerpo desnudo recoge agradecido esa calurosa luz. No hace frío a pesar de lo temprano que es. Se adivina un día agradable. Creo que será mejor levantarme. Y es que una erección intensa no deja que me pegue al sueño. Nervioso, confundido miro al rededor de la habitación de Minerva. Y si, allí está envuelta en una suave respiración. Es tan bella...
Duerme casi boca abajo. Una de sus manos casi toca el suelo. El ondulado cabello tapa su rostro o quizás mira al lado contrario. Sobre su espalda se acopla en un arco, una fina sábana que se desvía por sus muslos muy cerca de los gluteos. A partir de ahí se puede ver unas piernas estilizadas y brillantes bajo la escasa luz. Es delicioso ver unos pies con los empines sobre la cama, y esas plantas iluminadas cuales me recuerdan un caramelo de miel.
No se, no me atrevo. Me pregunto si la molestaría mi lengua en esas plantas. Mejor no... No quiero despertarla. Se la ve tan dulce...
Mi mano llega al grueso de mi pene. Se me ocurre que podría ser una buena ocasión para masturbarme. Si... mmm! Creo que es una buena idea. Me imagino que Yurena duerme en la otra habitación. Y en estos momentos no se oye nada mas que algunos coches del exterior, la respiración relajada de Minerva y las sacudidas de mi pene inflamado. Bueno, también se oye la hebilla de la pulsera rockera de Minerva. Esa pulsera me la puso ayer alrededor de la base de mis pelotas y miembro. Y claro...
Pasado un rato:
Me detengo!!!
Creo que oigo ruidos de la habitación de Yurena. ¿Se levanta?. Esto sería estupendo por un lado. Será mejor detener esta solitaria masturbación y esperar a ver que hace esa hermosa chica. Yo ya no puedo dormir mas, y ahora mismo no hago mas que fantasear con andar a gatas por la casa buscando atención.
De repente hay pasos descalzos por el pasillo. Minerva había dejado la puerta abierta anoche, y por ello tan solo era de esperar verla pasar delante mía. Y efectivamente ahí va...
La pasada fue rápida, prácticamente me ignoró. Así que me salgo de la esterilla y gateo para asomarme al exterior de la habitación de Minerva. Pronto compruebo que se mete a la cocina. Miro tras mía, y Minerva sigue durmiendo. ¿Que hago?. ¿Será muy atrevido el ofrecerme a servir a Yurena por mi propia cuenta?.
La realidad de todo esto, es que no me siento cohibido como para privarme de esta fantasía. Sus compañeras ya han visto todos mis límites. Y desde mi asomo por la puerta siento unas ganas de desafiar los límites de mi vergüenza. Se que soy capaz, así que decido gatear hasta la cocina a pesar de mi desnudez. Tan solo llevo este collar de perro al cuello y la fina pulsera alrededor de mis genitales. Lo sé, es ridículo, pero ante la posibilidad de aliviar esta erección solo, prefiero aventurarme a ver que pasa con mi presencia ante Yurena en la cocina. Desde el pasillo la oigo remover cereales al ritmo de mi corazón sobresaltado de nervios. A penas me dio tiempo de verla pasar tras la puerta cuando yo estaba acostado en la esterilla. Bueno, solo pude ver que una camisa rosa la tapaba apenas. Me supongo que va en braguitas o quizás un mini pantaloncito, no lo se. Es el momento de averiguarlo...
Me asomo por la entrada de la cocina, y allí está. Preciosa, se la ve estupenda a pesar de estar recién levantada. Está de espalda de pié vertiendo unos cereales en su tasa de leche. Una melena negra cae semi ondulado tras su espalda haciendo contraste con el rosa de su camiseta. Mas abajo la camiseta solo le tapa medio culo. Es agradable ver que lleva un fino tanga como braguitas. Su culo esbelto apenas deja ver la linea y la loma de su sexo bajo el tanga. Unas piernas bronceadas brilla a la luz de la ventana, y sus preciosos pies desnudos son el apoyo perfecto para tan hermosa figura.
Nota mi presencia y se vira con su taza en mano...
- Ey!, ¿Que haces ahí?.
Tardo en contestar, pero al final suelto un suspiro con palabras como excusas.
- Nada, solo quería desayunar... Y... me preguntaba si necesitabas algo.
Ella se sienta en la mesa y con una mirada pícara me dice:
¿Te ha dado permiso Minerva para desayunar?.
No.
Respondo enrojecido. La realidad es que lo menos que me importa es desayunar. Yo solo quiero mostrarme ante ella. Quiero besar esos pies, una caricia, una oportunidad de al menos rozar mi erección, cualquier estímulo sexual en estas condiciones. Aquí estoy a gatas, mostrándome desnudo ante una hermosa joven, ¿que mas quiero hacer?.
¿Minerva sigue durmiendo?.
Si, ella aún no se ha levantado.
Yurena sonríe maliciosa...
- ¿Y que haces aquí gateando como un perro?. ¿Quieres que te de la lechita como un cachorro?
No respondo, pero asiento con la cabeza.
Ella se ríe y se levanta hasta la nevera. Coge un bote de leche y lo vierte en un cenicero recién enjuagado sobre el fregadero...
- Parece que no has tenido suficiente ayer...
Dice mientras deja el cenicero de leche en el suelo.
- ¿Que pasa?, ¿Te gusta que te traten como a un perro?.
No respondo y voy en busca del cenicero para lamer la leche. No lo hago por la necesidad de llenar mi barriga, lo hago por divertirla. Es curioso, pero cuanto mas mal me trata, mas excitado estoy. Estoy dispuesto a prolongar el juego de ayer. Cualquier cosa con tal de ser acariciado por mis genitales, o poder tener cualquier gesto sexual con ella.
- Eres patético. No se como Minerva aguanta a una persona así.
Dice mientras vuelve a su mesa y toma sus cereales.
Pronto no dejo ninguna gota de leche y dedico mi mirada a su figura. La miro con admiración con unas ganas enormes de acercarme a la mesa. Eso si, evito mirarla de la cintura para arriba. Ya casi que me conformo con ver esas piernas cruzadas bajo la mesa. Aunque realmente quisiera estar bajo esa mesa para besar esos pies que bailan al aire de forma insinuante.
Pronto ella termina con su taza, y se dispone a levantarse...
- Friega mi taza. Anda, has algo!
Dice con una mirada algo asqueada en el momento que se retira tan derepente de la cocina.
Sus pasos no van de nuevo a la habitación, para mi alegría ella va a saloncito de la tele. Así que rápido me levanto para lavar su taza y el cenicero lo mas rápido posible para seguirla. Estoy decidido, y quiero hacerle compañía en el salón aunque ella se muestre indiferente. Una vez terminado con mi deber, gateo hasta al salón...
- Pero... ¿Tu por aquí otra vez?. ¿Que quieres de mi?.
Me dice desde el sofá con las piernas extendidas al suelo. Esta visión solo hace que se me ocurra...
- ¿Puedo hacerle de posa pies si quieres?
Ella suelta una carcajada que casi despierta a Minerva.
- ¿Pero que te has creído que soy?. A mi ese juego de ama y esclavo no me va. ¿Por que no te vas con Minerva o esperas a que ella se despierte?
Yurena enciende el televisor con el mando.
- Perdona, no era mi intención molestarte. ¿Puedo al menos quedarme aquí?
Digo apenado.
Como quieras... Pero desnudo como estás, que no se te ocurra sentarte en los sillones.
Descuida.
Gateo hasta estar cerca de Yurena y me quedo en mis rodillas con las manos atrás mirando la tele. Yurena que me ve en esta posición, mira como mis genitales se muestran libres.
- ¿Estas empalmado?. Joder, como es posible que estés tan excitado loco!.
Dice sin contener mas carcajadas.
- No quiero ofenderla, solo es una ofrenda por su compañía.
Respondo apenado.
- Aya tu!. Pero no pienses que voy a jugar con ella como ayer.
Dice Yurena dirigiendo su mirada a la televisión.
Mi pene palpita al aire y me plateo tocarme. No se que hacer. Lo cierto es que tengo una agradable vista de sus piernas extendidas el suelo. Esto ya se está convirtiendo en una tortura. Dios!, voy a tener que volver a la habitación con Minerva, y aprovechar que duerme para masturbarme. A Yurena no la veo con ganas de marcha... No se que hacer...
Yurena se percata de no veo la tele. Se da cuenta de que mis ojos vagan sobre sus piernas.
- ¿Te gusta mis piernas?
Me sorprende, y de un sobresalto se puede decir de que se me escapa un SI!.
- Ya se lo que quieres. Quieres besarme los pies...
Se ríe Yurena.
Yo estoy seguro de que solo se está burlando, y no me va dejar besarlos.
- Vamos! ¿Quieres besarme los pies?. No te quedes ahí, venga!
No me lo puedo creer. ¿Me va dejar hacerlo?. Decidido voy hasta el empeine del pie izquierdo, y lo beso antes de que sea solo una burla. Doy un beso, doy otro, y no... No los quita. Parece que va enserio. Dios mío!, me está dejando hacerlo!. Besos y mas besos sobre ambos empeines. Besos también en sus deditos, los tobillos, y vuelvo a sus empeines. Saco mi lengua para deslizarlo desde el dedo gordo hasta el tobillo. Y así repetidas veces. Pronto busco mi pene y comienzo a tocarme....
Derepente recoge ambos pies de mi alcance...
¿Pero que haces?... Lo que me faltaba ahora. No me jodas de que te ibas a masturbar. Joder, yo solo quiero relajarme un poco. No que un baboso como tu se masturbe delante mía.
Perdona, no me tocaré mas.
Me disculpo colocándome de rodillas.
Yurena se queda mirando semejante erección, y por un momento se muerde los labios. Esa visión me llega al alma.
- Que pasada... Tiene gotas saliendo de tu glande. ¿No te da vergüenza? .
Me miro, y si, es evidente que derramo flujos.
Yurena estira su pie derecho y toca con sus deditos el inflamado glande. Por su mente parece venirle una idea maliciosa por la manera de mirarme. Yo sin embargo... Mmmm! Suspiro...
- ¿Quieres follarme la pierna como un perrito?
Su pregunta me sorprendió, y con los ojos llorosos de alegría le digo...
Siiiiii!
Me he acordado de un perrito que tuve. El jodido se me subía a la pierna cuando estaba en celo. ¿Quieres hacer tu lo mismo?.
Si, por favor...
No me jodas!, ¿De verdad que crees que eres capaz de eyacular así?.
Si... No sería la primera vez.
Venga ya!, ¿Con Minerva has eyaculado así?
Yurena suelta otra carcajada.
- A ver, tu mismo. ¿Como lo harías?
Yurena vuelve a extender sus piernas y observa atenta...
Mi rostro se queda a la altura de sus rodillas y muslo. Me acomodo de tal manera de que mi pene palpe sus canillas e incluso su empeine. Es complicado, pero hago lo mejor que puedo. Quizás ella estando de pie sería mas fácil. Pero yo, por la cuanta que me trae, me aplico en todo lo que puedo sin perturbar su cómoda postura.
Ella en cuanto nota mi húmedo glande se ríe mas y mas. Llega un momento que se da cuenta de que esto puede ir para largo, y decide hacer zaping con el mando en busca de algo entretenido en la tv.
Yo a lo mío. Mis pelotas parecen rodar por su empeine. Necesito abrazarme a sus piernas, pero me es imposible ya que debo mantener el equilibrio con las manos al suelo. Es mi cadera la que trabaja de forma exagerada. Los movimientos decididos hacen que pueda resbalar mi sexo por las camillas y tobillo. De arriba a bajo, repetidos movimientos casi imposibles, pero mi devoción no tiene límites. Este movimiento me hace sudar, y puede que parezca algo asqueroso a su vista. Pero yo me siento en el cielo.
Yurena me ignora totalmente. Ella solo deja sus piernas sueltas con los talones al suelo, y ya ni siquiera se ríe. Yo me supongo de que debe notar flujos como brochazos en forma de pene por su pies y piernas. Esto no parece importarle y deja que yo goce del momento. Es como si realmente le diera pena. Sabedora de que siempre me ha parecido atractiva, y de que mis impulsos sexuales se reduce a esto, me deja frotar de arriba a bajo mi pene babeante y deseoso de escupir todo mi ser. Seguro que no tardaré...
Una mano desinteresada pero dulce, acaricia mi cabello...
- Buen chico... ¿Me vas a dejar mucho semen en las piernas? .
Me dice con una irónica ternura.
- Mmmm! Si....
Apenas puedo responder con tan fuerte e intensa respiración. Gimo y acelero los movimientos de mi cadera...
Intenta que no salpiques en el suelo. En la piel no me importa, igual es buena para la piel, no lo se. Pero si vas a dejar esa repugnante baba, te agradecería que te las tragaras como hiciste ayer.
No se preocupe, Yurena.
Sigo follando en sus piernas, y me acuerdo de ese acontecimiento de ayer. En Realidad el acontecimiento fue agónico. Recuerdo que después de tantos juegos en las cuales yo hacía de perrito obediente, los azotes ocasionales, mandatos atrevidos para ridiculizarme y algunas caricias en mis genitales para volverme loco, llegó el momento que por orden de Minerva, tuve que masturbarme delante de ellas hasta sacudir los últimos orgasmos. Fue divertido hasta que a Silvia se le ocurrió la idea de hacérmelo tragar. Recuerdo que estaba muy enfadada por que le había salpicado en su franela. Tuve que lamer hasta el suelo ese día.
Me hago un poco mas atrás buscando el punto mas excitante. Es en su empeine donde quiero rozarme. Aprovecho una apertura entre los dos pies juntos, y meto mi miembro para hundirme en ellos. Ella me lo pone mas fácil y se deja abriendo un poco mas sus pies. Luego atrapa mi dureza dando algunos giros. Yo ya no puedo prolongar mas esto... En el momento que estoy apunto, saco mi pene de la apertura. La longitud de mi pene es como un camino cálido de semen apunto de brotar . Ouggg! Justo a tiempo mi pene tira los primeros salpicones cuales caen perfectos sobre los dos empeines. Rendido mi rostro choca en sus muslos, y me dejo rozar por el resto de la longitud de sus piernas, derramando los siguientes disparos de semen. Calculo que se los derramo con perfección sobre su canilla, tobillos y pies. Espero no derramar nada en el suelo, pero la realidad es que no tengo fuerzas para controlar esto. Siento desmayarme...
- Que asco!
Grita empujándome con las piernas.
- Como me has dejado! ¿Ahora que?.
No tengo fuerzas para contestarle y me lanzo despacio a lamer las diferentes salpicadas de semen por toda su pierna, desde sus rodilla hasta sus dedos.
Ahora si que no me quita ojo. A diferencia de antes, Yurena se fija para comprobar de que hago bien el trabajo y no le dejo ni gota. Pero al rato se levanta...
Anda déjalo!, voy a darme una ducha de todos modos. ¿Por que no te vas con tu amiga Minerva?.
Gracias por dejarme eyacular,
¿Gracias?, Joder eres patético. Anda vete a meneártela en la habitación de tu ama o amiga Minerva. Jejeje...
Yurena se retira del salón y yo quedo aún con una erección desconcertada. No me puedo creer que aún no haya saciado mi sed de eyacular. Es como si me hubiera quedado a medias. No lo entiendo. Bastante semen me he tragado de sus bonitas piernas. ¿Que más me falta?
Nada, será mejor ir a ver si Minerva se despierta. Quizás sea una buena idea masturbarme mientras la observo dormir. ¿Ustedes lectores, que harían?.