Cuando se enfadó...
Ella no había elegido aquella situación que tanto parecía enfurecer a William, se tensó cuando él le gritó, pero terminó excitándose...
Llevaba un mes casada con William cuando mi padre decidió organizar una cacería a la que por supuesto fuimos invitados. Yo no cazaba pero eso no impediría que no disfrutase de los banquetes y las fiestas posteriores, o eso pensaba. Al llegar vi que mi padre había invitado a mucha gente, quizá a demasiada, porque entre los asistentes se encontraba Adam, un hombre al que conocía bien pues habíamos crecido juntos. Quizá por eso mi padre le había invitado, al fin y al cabo había sido su protegido, y él no sabía nada de la historia que él y yo habíamos vivido, ni tampoco sabía cómo al poco de hacer público mi compromiso con William, Adam trató de persuadirme para que me fugara y me casase con él. Es curioso como las personas cambian de parecer y vuelven a desear algo que no querían solo por que otra persona tiene sus atenciones. Yo por supuesto me negué a semejante proposición y no le había visto hasta ese momento. En las recepciones y los banquetes no le evitaba abiertamente, pero si dudaba entre acercarme a un grupo de personas u otro, terminaba por preferir aquel en el que no estaba Adam, simplemente no tenía nada que decirle ni me apetecía estar frente a él, aunque él no parecía querer lo mismo. Al principio pensé que sus acercamientos al grupo o lugar o donde yo estaba eran casuales, pero tras cruzar nuestras miradas un par de veces intuí que se movía buscándome a mí. Rehuí educadamente un par de veces las conversaciones en las que él participaba, hasta que al hacerlo por tercera vez él me siguió y se puso frente a mí cortándome el paso.
-Por favor, hablemos en privado, no te pido nada más- Me rogó Adam.
Suspiré. Le conocía demasiado bien como para saber que no aceptaría un no por respuesta tan fácilmente, y que seguiría persiguiéndome aunque fuera de forma descarada y William lo notase, y eso era lo último que quería. Eché un vistazo a la sala. Si yo no veía a William, el tampoco me vería a mí, así que hice un gesto a Adam para que me siguiera. Él me agarró la mano esperando que le guiara de esa manera, pero de un tirón brusco hice que la soltara. Salimos por una de las puertas laterales del salón que daba a un claustro pequeño pero hermoso, con un jardín y un pozo en el centro.
-¿Que quieres?- Pregunté de manera seca.
-Mira, siento si no te entendí la última vez que hablamos. Si quieres casarte, cumplir con tu deber o jugar a la política, muy bien, pero eso no significa que tengas que amarle ni entregarte únicamente a él. Sabes que yo te quiero y te deseo.
Miré con desconfianza su estúpida sonrisa de suficiencia mientras hablaba, pero no esperaba que al terminar Adam pusiera su mano en mi cabeza, obligándome a acercarme a él para que acto seguido me besase. Puse mis manos en su pecho e hice fuerza para separarme. Antes de que él pudiera replicar, le había dado una bofetada y había salido corriendo de aquel jardín. Recorrí los pasillos enfurecida y subí a la que había sido mi habitación. Si Adam volvía a hacer algo así le colgaría por los pulgares de mi balcón. Oí la puerta abrirse tras de mí, si era él...
-¿Estás sola?
Respiré aliviada, pues era William. Traté de relajar mi rostro y me giré para verle. Se le veía tenso.
-Las habitaciones en las fiestas están desiertas...¿Por qué no iba a estarlo?
Se acercó a mi apretando la mandíbula y sin mirarme a la cara.
-¿Crees que estoy ciego?- Dijo susurrándome al oído- Por lo que sé podrías haber subido perfectamente con Adam.
-¿Y vienes a ver si es cierto?- le respondí alejándome enfadada.
-¡Si no me dieras motivos no lo haría!- gritó agarrándome del brazo - ¿Qué necesidad tienes de hablar con él a escondidas? ¡¿Es que vas a convertirlo en tu amante?!
-William, por favor...- Noté el olor del vino en él y como la presión de su mano era más fuerte
-¡¿Por favor?! Sí, por favor, deja de mentirme, un día me dices entre suspiros que se te romperá el corazón si me alejo de ti, y a los dos días te veo saliendo de una fiesta de la mano de otro hombre ¡Un mes después de nuestra boda! ¿¡Así es como se te rompe el corazón?! ¿¡En manos de otro?!
-¿Y así es como me demuestras tu amor? Haciéndome daño, dudando de mi lealtad... cuando yo jamás he dudado de ti ni te he hecho preguntas incomodas.
-¿¡Haciéndote daño!?- Gritó mientras soltaba mi brazo y me daba la espalda.
Yo me apoyé en la pared y cerré los ojos tratando de relajarme, William estaba enfadado sin motivo porque yo jamás le traicionaría con Adam pese a nuestra historia pasada. Nunca le había visto así y eso que al parecer solo había visto que Adam me había agarrado la mano y no lo sucedido en el jardín. Noté como se acercaba a mí y antes de poder mirarle o decirle nada noté una fría hoja metálica sobre mi cuello. Abrí los ojos aterrada, él estaba frente a mí, con su mano en un puñal y el puñal en mi cuello.
-¿Quieres saber que hace daño?- Me susurró mientras apretaba más el filo contra mi cuello.
Yo estaba paralizada. Quería llorar, gritar, pedirle que parara, pero no podía. El despego el filo de mi piel, cambiándolo por la punta, que comenzó a mover lentamente por mi cuello, subiendo y bajando. No me hacía daño, pero si se decidía a clavarla...
-¿Lo notas? Es frío, es peligroso... y aún así, puede proporcionar una caricia agradable. Daño es vivir constantemente con esta sensación, la sensación de necesitar su tacto aunque temes que acabe matándote.
Me miraba lleno de ira, mientras continuaba jugando con el puñal en mi cuello. Yo solo era capaz de mantenerle la mirada, ni si quiera entendía lo que me estaba diciendo.
-¿Cuánto tiempo tardará el puñal en hacerte daño?- dijo deteniendo el movimiento del arma y volviendo a apretar el filo contra mí- ¿Cuanto tardarás tu en hacerme daño?
-No quiero hacerte daño- logré decir con voz queda mientras una lágrima silenciosa y tan asustada como yo broto de mis ojos.
-Ni yo a ti... ¿Me crees?
Asentí lentamente con la cabeza por miedo a moverme demasiado y cortarme.
- Nadie en tu lugar pensaría lo mismo.
¿Eso significaba que si quería hacerme daño? ¿Había bebido demasiado? ¿Le había llevado yo hasta tal limite? ¿Era un sádico y no lo había visto hasta entonces? Noté como pego su cara a la mía y comenzó a acariciar suavemente mi cuello con su nariz y labios. Mientras con una mano seguía manteniendo el puñal en mi cuello, la otra se deslizó por mi brazo y hombro, bajando en tirante de mi vestido. Las caricias con sus labios también bajaron hacia el mismo hombro. Yo estaba tan asustada y confundida que no sabía lo que estaba sintiendo... pero si sabía una cosa.
-Si esto es lo que quieres, no necesitas el puñal.
-Lo sé- Susurró sin parar de acariciarme.
Yo me estremecí al notar el aire de su respuesta en mi piel. El aflojó la presión del puñal y deslizo su hoja por mi otro hombro. Allí, con un movimiento limpio, corto el otro tirante de mi vestido. Su mano libre bajó hasta agarrar mi vestido a la altura de la cadera. Tiró de él con fuerza, y el vestido acabo roto a mis pies. Noté como cambiaba el filo del puñal por la punta, y como esta iba hacia mi cuello de nuevo. Allí se paró unos instantes y comenzó a bajar, pasando entre mis pechos, esquivando mi ombligo. La despegó antes de llegar a mi sexo, pero antes de que pudiera suspirar de alivio presionó con la hoja del puñal mi entrepierna. Yo me sobresalté al notar el frío del arma. Su otra mano me sujetó por la barbilla, moviéndome la cabeza para que le mirase. Tenía miedo de hacerlo y descubrir ira o sadismo en su rostro, pero no fue así. Sus ojos trataban de esconder inútilmente el reflejo de la confusión mientras trataban de ver a través de los míos. Tras mirarle yo no tenía miedo, ni estaba enfadada; estaba nerviosa y, a mi pesar, algo excitada.
Él alejo el puñal de mí y lo dejo caer al suelo. Me agarro la cara con ambas manos y apoyo su frente en la mía. Mientras notaba su agitada respiración en mi rostro, traté de convencerme de que tenía que gritarle, que no podía hacerme lo que me había hecho... Pero no era capaz. Había sido demasiado intenso. Él lo era. Me sentía hechizada por sus labios, su tacto, su aliento, el fuego de sus ojos... Él nublaba más mi juicio que cualquier arma apuntándome.
-Yo...- Comenzó a decir con voz nerviosa- No sé que he hecho, perdóname. Solo...
Lleve mi mano suavemente a su boca. No tenía que decir nada. Pegué mi cuerpo desnudo al suyo. Noté como trataba de reprimir la excitación. Me cogió suavemente de los brazos y me aparto.
-Esto no está bien- dijo avergonzado
-No está bien si no terminas lo que has empezado.
Sentía dentro un deseo que no podía controlar. Me estaba quemando. Necesitaba desesperadamente que me tomase, que me agarrase con fuerza, aunque me hiciese daño. Puede que lo que había pasado no estuviera bien, pero era demasiado tarde, había sido la chispa que había encendido el fuego. No podía ser tan malo si ambos nos habíamos excitado.
Me acerqué de nuevo a él, y aunque sus manos todavía estaban en mis brazos, no me lo impidieron. Me pegue de nuevo a él notando su respiración descontrolada mientras comencé a besarle lentamente las comisuras de los labios. Finalmente el cedió al deseo, empujándome hacia la pared mientras me besaba con la misma fuerza con la que me había abrazado. Mis brazos se apresuraron a desabrocharle la camisa, necesitaba sentir su piel. En cuanto acabé él se separó momentáneamente para quitársela, tirándola al suelo mientras yo continuaba desabrochándole los pantalones. Para cuando volvió a pegarse a mí, a aprisionarme contra la pared, yo podía notar toda su piel y su excitación. Volvimos a besarnos de manera furiosa mientras William deslizaba su mano entre mis piernas. Me acarició con contención, pasando sus dedos suavemente por mi sexo, comprobando su humedad y rápidamente paso su mano a mi pierna, alzándola. Su boca ahogo el grito que se formó en la mía cuando su sexo entró de golpe en mí. Le abracé por los hombros, clavándole mis uñas en la espalda mientras él me embestía rápidamente sin dejar de besarme y morderme los labios. En seguida llegué al clímax y en cuanto William notó que yo había terminado se separó y me bajo la pierna. Ni si quiera me dio tiempo a mirarle rogando por más, puesto que él me sujetó por las muñecas y golpeó mis piernas por detrás con la suya, haciéndome perder el equilibrio sin caer, pues él me estaba agarrando. Me separó bastante de la pared y me soltó cuando mis rodillas tocaron el suelo. El se arrodillo detrás mía y empujó mi espalda haciéndome caer hacia adelante y apoyarme sobre mis manos. Puso sus manos en mis caderas y comenzó a penetrarme suavemente. Yo cerré los ojos y me mordí el labio tratando de no gritar mientras él aumentaba el ritmo. No sabía si era por la excitación y el temor que había sentido esa noche, o porque en esa postura su cuerpo chocaba contra mi sexo, aumentando así mi placer, pero nuevamente no tardé en llegar al orgasmo sin apenas poder contener mis gemidos. William se pegó a mí, pasando su brazo por mi pecho y ayudándome a incorporarme sobre mis rodillas, aún con el dentro de mí. Comenzó a moverse lentamente mientras con una mano me sujetaba y apretaba el pecho y con la otra comenzó a acariciar mi sexo. Jadee suavemente, sintiéndome al borde del desmayo. No solo notaba el miembro de William en mí y sus manos deshaciéndome en caricias, si no todo su pecho pegado a mi espalda y sus gemidos y jadeos en mi cuello. Giré la cabeza para mirarle y él me devolvió la mirada más turbadora que había visto nunca. Su cara estaba húmeda, sonrojada, y sus ojos parecían querer hacerme con la mirada lo que su cuerpo me estaba haciendo. Pronto noté como aceleraba el ritmo y jadeaba más intensamente. Yo volví el cuello a mi posición original, tratando de retener el orgasmo un poco más. Él estaba a punto, podía notarlo y yo también. William me mordió el cuello con furia mientras llegaba al clímax y yo no pude aguantarlo más y grité a causa de mi orgasmo, el suyo y el mordisco.
En cuanto terminé sentí que me caía hacia delante, pero William me sujeto firmemente y me ayudo a tumbarme en el suelo, haciendo él lo mismo a mi lado. Yo trataba desesperadamente de recuperar el aliento cuando sin quererlo comencé a temblar a causa de todo lo que había sentido. William me atrajo hacia sí y me abrazo con fuerza. Noté que su respiración estaba igual de agitada que la mía.
Nunca podría tener un amante. Nunca nadie lo había hecho de la manera en la que William lo hacía conmigo, y aún así, no se lo consentiría a nadie. Pero él... Él era lo que más había temido en un marido...era mi dueño, aunque por fortuna solo lo fuera en la cama. Nunca podía haber imaginado que tras el caballero atento se escondía un amante decidido y habilidoso. Me daba igual si eran habilidades innatas o si se había acostado con todas las mujeres del mundo para hacerlo de la manera en la que lo hacía, siempre que a partir de ahora yo fuera la única.