Cuando Quique se descubrió del todo (3)
Descubierta su identidad sexual, Quique vuelve al trabajo y en un viaje inicia una nueva relación con su jefe y con sus clientes...
Cuando llegué a Madrid me esperaba una buena bronca en el trabajo. De un par de días de vacaciones, me había tomado casi una semana entera entre Almería y Torremolinos. Después de que Luis y Agustín me hicieran descubrirme como un marica pasivo, femenino a tope, las noches del Bajoncillo y la orgía en el apartamento de la torre me habían descubierto un placer inesperado, el de exhibirme y comportarme como una puta que tiene que hacer todo lo que les apetezca a los que alquilan tu cuerpo. Ahora tenía que volver a la dura realidad, a la oficina, el trabajo y la ropa normal. Y además no me lo ponían fácil. Trabajo en una empresa de seguros y comparto despacho con mi jefe y otro compañero. Los tres somos de la misma edad y entramos al mismo tiempo en la empresa, pero ellos son muy competitivos, consiguen muy buenos resultados y dicen que yo soy un "blandito", así que ellos, y el director, me tratan como el último mono del equipo. Encima, había alargado mis vacaciones sin permiso y llegaba con un precioso bronceado en plena época de frío.
Lo peor es mi jefe directo, Rafa. Habíamos estudiado juntos desde el colegio, donde el era uno de los más "machotes" y yo el más "nena". Casi al final del bachillerato, Rafa me había tenido una vez desnudo, boca abajo, y me había tocado las nalgas. Yo creía que iba a follarme, y me hubiera dejado. Pero no lo hizo, se apartó y dijo que se marchaba, y desde entonces me trataba siempre con distancia y aspereza. Fuimos juntos a una oferta de trabajo de la empresa de seguros y nos admitieron a los dos, aunque el director se interesó especialmente por mi expediente y mis resultados en la prueba. La verdad es que todo era de diez, y el jefe de personal me dijo que yo tenía todos los números para alcanzar un buen puesto en la empresa.
El mismo día entró también Julio, que enseguida hizo mucha amistad con Rafa. Eran tal para cual, dos tíos muy machos, altos, fuertes, de los que no se echan atrás en una pelea y van todos los días al gimnasio, vestidos siempre muy elegantes, de traje y corbata, y muy viriles de gestos y movimientos. El director quería poner en marcha un nuevo departamento y nos lo encargó a las tres, con el apoyo de una secretaria muy guapa y eficaz, que desde el primer día se convirtió en aliada de Rafa. Aliada y creo que algo más, porque más adelante Rafa se casó con una médico muy guapa, pero no dejó de ser el favorito de Yolanda, la secretaria. Yo era el "rarito" del equipo. Rafa, Julio y Yolanda hacían comentarios y bromas sobre mis pantalones muy ajustados, mis chaquetas muy entalladas a la cintura, mis jerseys y camisas de colores llamativos y sobre todo Rafa decía que yo me movía como una señorita.
Poco a poco, el director había perdido su inicial interés por mi, y cuando llegó la hora de nombrar jefe para el nuevo departamento designó a Rafa, y esté hizo piña con Julio como su segundo de a bordo y con Yolanda. Los tres me trataban de mala manera y ya sólo faltaba que me mandasen a por los cafés, como al botones. Así que es fácil imaginar la acogida que tuve a la vuelta de mi escapada. Yolanda me recriminó que había tenido que dar largas a cinco clientes míos y me advirtió que el director estaba como una pantera. Julio me miró de arriba abajo con sarcasmo y me dijo que el moreno se me iba a poner rojo en cuanto llegase Rafa. Y éste fue implacable: "Joder, ya era hora. Ya me gustaría saber lo que has estado haciendo por ahí mientras desatiendes a tus clientes. Menudo desaguisado tienes en Alicante. Como perdamos esos clientes vas a la puta calle".
Pasé con Rafa a ver al director. El problema era serio. A siete importantes empresas alicantinas, todas de mi cartera de clientes, les había tocado renovar sus paquetes de seguros en esos días y no habían recibido a tiempo nuestras ofertas y los ajustes y cambios que venían negociando. Entre Rafa y Julio habían conseguido torear y convencer a cinco de ellas, que habían renovado, pero las otras dos, las más importantes y los contratos de mayor volumen, se habían "rebotado" y amenazaban con cambiar de compañía de seguros. Todo por mi culpa y por estar por ahí, "desaparecido" como repetía Rafa con retintín, durante los días críticos. El director fue tajante: "Enrique, te vas con Rafa para Alicante hoy mismo e intentáis arreglar el asunto. Y quede claro que te la juegas. Rafa va para ayudarte, pero la responsabilidad es tuya. Como no vuelvas con los dos contratos firmados, atente a las consecuencias".
Así que a las ocho de la tarde, con improvisado y rápido equipaje, estaba en el potente BMW de Rafa, en ruta hacia Alicante. Como era tarde, Rafa me ordenó que reservase por teléfono habitación en el parador de Albacete, para cenar y dormir allí y salir temprano para llegar a media mañana a Alicante. En el camino, mientras conducía con rapidez y seguridad, Rafa estuvo menos agrio conmigo, me dijo que él me apoyaba y que procuraría que no perdiese el trabajo, pero que había muchos "rumores" sobre mi vida personal, que a él no le importaban, pero que el director era un tipo muy serio, y etcétera, etcétera... todo un sermón. Yo iba acongojado y un poco asustado de tener que compartir habitación con Rafa, no sólo por la ostensible marca del tanga en mi bronceado, sino también por algunas señales muy visibles de mis andanzas de los últimos días, huellas de "chupetones" en el cuello, los hombros y los pechos, moratones en las nalgas... Si lo veía iba a ser muy difícil de explicar.
A pesar de la velocidad con que Rafa conducía, eran casi las diez de la noche cuando llegamos al parador de Albacete y tras coger la llave en recepción fuimos rápidamente a dejar el equipaje para que nos diera tiempo a llegar a cenar al restaurante antes de que cerrase. Cuando abrí la puerta de la habitación se me cayó el alma a los pies. Por si me faltaba algo, con la precipitación había encargado una habitación doble, sin advertir que era para dos hombres, y una gran cama de matrimonio, incluso con dosel, ocupaba la amplia habitación. Empecé a balbucear excusas, pero Rafa me cortó: "Déjalo, que si nos ponemos ahora a que nos cambien de habitación todavía nos quedamos sin cenar". Me miró con una sonrisa irónica: "Además, compartir cama conmigo sólo es peligroso para las mujeres". Dejamos los maletines, fuimos al restaurante a cenar y luego pasamos al bar a tomar unas copas. Rafa estuvo casi amable conmigo, aunque sin bajar su dureza de trato.
En la barra del dar, en un momento dado, Rafa me repasó de arriba abajo. Volví a inquietarme, porque sabía que todos criticaban mis pantalones tan ajustados, que marcaban el "paquete" y hundían la costura entre mis nalgas. Yo iba sin corbata para el viaje, y la camisa quedaba entreabierta, con el cuello y otro par de botones desabrochados. Rafa contempló con interés mi pecho bronceado y sin un solo pelo y me di cuenta que se fijaba en un significativo enrojecimiento del cuello. "La verdad es que si me gustaran los tíos tienes un buen revolcón. Ese pecho depilado es bien sugerente, y tienes trasero y piernas de mujer. Bueno, ya los tenías en el colegio, todos lo comentábamos". Se echó a reír. Sin que yo pudiera evitarlo, mis pezones se habían puesto duros y se marcaban en la fina tela de la camisa. "Te pones cachonda en cuanto te mira un hombre ¿eh, zorra? Seguro que ya tienes el culo hecho gaseosa", me dijo, mientras llevaba una mano hacia mi cuello y abría un poco más la camisa, dejando los "chupetones" a la vista. "Joder, desde luego no te has aburrido estos días. ¿Cuántos tíos te han follado mientras los demás hacíamos tu trabajo, zorra?".
Estábamos solos en el bar. Me cogió una mano e hizo que la pusiera sobre su paquete. Me estremecí al notar un pene grande y largo, casi duro. ¡Rafa se había puesto salido conmigo! Estaba claro que quería completar lo que no se atrevió en los años de colegio. "Venga, vamos a la habitación, vamos a dar juego a esa cama que nos has preparado para esta noche".
Nada más entrar en la habitación Rafa me ordenó que me desnudara. Lo hice y mi excitación subió muchos grados mientras recorría todo mi cuerpo con una mirada que iba pasando de la curiosidad al interés y se hacía lasciva. Lentamente fui girando mi cuerpo para que me viera por detrás. Sus grandes manos agarraron mis nalgas y las apretaron con fuerza, luego las separaron y mi agujero quedó bien exhibido. "Usas tanga en vez de bañador. Menuda golfa guarra estás hecha". Esa forma de dirigirse a mí en femenino me ponía aún más cachonda. A esas alturas yo estaba ya a mil y Rafa seguía vestido. De pronto me hizo darme la vuelta, se bajó la cremallera del pantalón y sacó fuera su pene y sus huevos. ¡Caray! El pene estaba ya tieso y era más largo y sobre todo más grueso de lo que yo había imaginado al cogérselo por encima del pantalón.
Me dejé caer de rodillas, tomé el pene y los huevos de Rafa con las manos y empecé a lamer con la lengua el glande. Deslicé hacia atrás la piel y empecé a deslizar mi lengua alrededor del pene y desde la punta hacia atrás. Al terminar el pene seguí lamiendo lentamente los huevos, que se habían puesto muy duros. Unas gotitas de líquido seminal aparecieron en el glande y las recogí con la lengua. Abriendo bien la boca podía rodear el grueso miembro de Rafa, ya totalmente erecto. Lo hice y deslicé los labios por el pene mientras éste se introducía en mi boca y llegaba a mi garganta. La respiración de Rafa se hizo más fuerte y agitada. Una de sus manos cogió mi cabeza y atrajo mi cara hacia su peludo pubis. La otra mano bajo por mi pecho y empezó a estrujarme los pezones, primero uno, luego otro, de nuevo el primero. Empezó a sacar y meter la polla, como si estuviera follando un coño. Después de varios minutos, cogió mi cabeza con las dos manos y aplastó materialmente mi cara contra su pubis, noté que unos centímetros de su polla entraban en mi garganta y casi al mismo tiempo, el miembro empezó a estremecerse y los chorros de semen entraron directamente en mi garganta. Lo sacó un poco y siguió corriéndose en mi boca, luego lo sacó del todo y dos últimos chorros cayeron sobre mi cara.
Quedé jadeante ante sus pies, con la cara embadurnada de semen y su sabor en mi boca. Luego, sin que Rafa me dijera nada, empecé a limpiarle todo el pene con la lengua. "Joder, es la mejor mamada que me han hecho en años, lo haces mejor que una mujer, zorra", me dijo mientras recuperaba poco a poco la respiración. Yo seguía a sus pies, arrodillado sumisamente, con las nalgas reposando sobre mis pies, sintiendo un excitante ardor entre los muslos, vibrándome el vientre y con los pezones hinchados y tiesos, mientras, a mis lamidas de lengua, el pene de Rafa volvía a ponerse duro. "Bueno, vamos a la cama, quiero ver si eres igual de mujer al follarte. Quiero verte a cuatro patas, con el culo bien levantado".
"Sí, haré todo lo que me mandes, soy tu puta, trátame como a una puta", le contesté. Tembloroso, fui a la cama. Me puse a cuatro patas como Rafa quería, con la cara apoyada en la almohada, los muslos abiertos para mostrar mejor mi anhelante agujero y las nalgas todo lo en pompa que pude. Rafa se puso detrás de mí, abrió mis nalgas y hurgó un poco con los dedos en mi agujero. Yo volvía a estar excitado a tope. Le pedí que cogiera de mi neceser un frasco de crema. Lo trajo y sin cambiar mi posición vertí crema en mis dedos y la repartí bien por mi agujero. Noté que el glande del pene de Rafa se apoyaba en mi agujero y procuré relajarme para facilitar la penetración. Las manos de Rafa agarraron mis caderas y con un fuerte movimiento me penetró. El grueso cilindro de carne entró sin dificultades hasta el fondo y los huevos de Rafa golpearon mis nalgas, mientras un hilillo de líquido seminal empezó a brotar de mi pequeño pene, que también se había puesto duro.
Durante un buen rato, Rafa estuvo sacando y metiendo la polla en mi culo, mientras sus manos daban fuertes azotes a mis nalgas, ya ardientes. Le pedí que hiciera un descanso y que me azotase las nalgas con su cinturón de cuero. Sorprendido, Rafa fue a por el cinturón y yo puse las nalgas todo lo en pompa que pude. "Castígame, por favor, déjame las nalgas bien cruzadas a correazos", le supliqué. La polla tiesa y dilatada al máximo de Rafa decía bien a las claras que le gustaba la situación. De pronto, empezó a descargar correazos en mis nalgas, con tanta fuerza que tuve las rayas rojas marcadas durante varios días. Yo gemía, me estremecía de dolor, pero le pedía más y más. En un momento dado, bajo el efecto de los cintarazos, mis huevos alcanzaron un tremendo orgasmo y mis chorros de semen salieron con fuerza y se vertieron en la cama. Rafa se quedó mirándome, jadeando y un poco asombrado de que me hubiera corrido al ser azotado. Rafa tenía la polla tan tiesa y gorda que parecía que iba a explotar.
"Date la vuelta", me ordenó. Lo hice y me puse boca arriba, con las piernas bien abiertas. Rafa levantó mis piernas y me penetró salvajemente. Durante un buen rato me folló en esa posición, mientras mordisqueaba mis pechos y chupaba mis pezones. De pronto se detuvo con toda su polla dentro de mí y alzándose un poco me contempló. "Desde luego que eres una puta. Vas a ser mi puta siempre que me apetezca, guarra", me dijo, y me dio dos fuertes bofetones. Noté que la cara me ardía, mientras el volvía a follarme con nuevos bríos. Tardó todavía un buen rato, antes de correrse de nuevo en mi interior. Se dejó caer sobre mí, exhausto, y en pocos minutos nos quedamos dormidos. Cuando me desperté, entraba la luz por los ventanales, yo estaba boca abajo y Rafa me estaba penetrando otra vez. Se corrió enseguida, se apartó, me dio unos azotes cariñosos en las nalgas y se fue a la ducha.
Nos duchamos, nos vestimos y bajamos a desayunar. Rafa estaba de buen humor y me comentó que los chicos, en el colegio, siempre decían que yo tenía un buen polvo, y que había que follarme, y que acabaría de transexual. Le dije la verdad, que siempre estaba esperando a que alguno me lo hiciera, y que me quedé muy frustrado la vez que él me puso boca abajo, me tocó las nalgas y luego no hizo nada. Y le conté lo que me había sucedido los últimos días, todos los detalles de Almería y Torremolinos, y que ese viaje me había descubierto del todo mis gustos sexuales. "Bueno, y esta noche ha sido fantástica. Lo he pasado mejor que con nadie, Rafa". "¿Te gusta vestirte de mujer, como un travesti?", me preguntó. "Sí, mucho ¿quieres que lo haga para ti?".
Me miró largamente. "La verdad es que con tu cintura, tu trasero y tus piernas, la ropa sexy de tía te tiene quedar muy bien. Incluso tus pechos, con un sostén de esos de relleno, puede hacer unas tetitas graciosas. No, no es para mí, estoy pensando en el trabajo. Me consta que a Jaime, el responsable de seguros de la mayor empresa que podemos perder por tu culpa, le gustan los travestis y cuando va a Madrid siempre aprovecha para tirarse alguno. Tu puedes hacerle unos buenos servicios gratis. Yo le digo, como cosa mía, que eres un maricón travesti, y que si quiere que te ponga a tiro. Si se lo pasa bien seguro que recuperas el cliente, aunque tengas que hacerle un trabajito cada vez que vaya por Madrid". Yo le miraba sorprendido. Se echó a reír. "Oye, no seas estrecho, que tu cuerpo de zorra es lo mejor que tenemos para salvar la crisis. ¿No les ponemos putas a los que les gustan las mujeres? ¿Pues qué mejor puta que tu para éste, que le gusta follar travestis?".
Noté la excitación y los familiares estremecimientos de los últimos días. Asentí: "Bueno, lo que tu digas, explícame como lo hacemos y cómo tengo que comportarme". Rafa sonrió satisfecho. "Así me gusta, me parece que te voy a sacar más partido a partir de ahora, putita zorra". Poco después, mientras conducía hacia Alicante, Rafa me fue dando instrucciones de lo que tenía que hacer para, como él decía, cuadrar a Jaime. "Antes de ir a verle tenemos que pasar a comprarte lencería y unas cositas", añadió.