Cuando nos conocimos 3

La comida discurre por sus cauces

Capitulo 3.- La comida.

Se mira las muñecas, los pies descalzos y recorre su cuerpo recubierto exclusivamente con el jersey. Asiente con una mirada de comprensión y de asimilación.

No dice una palabra.

Se dirige hacia las bolsas; extrae de ellas, la comida (pan, jamón, empanada y unas pastas de te); el mantel de papel y las servilletas; la otra botella de agua y el cuchillo un cuchillo. Coge el paquete de pinzas plásticas de colores que hemos comprado y Me mira interrogadoramente.

  • Muy buena idea.- la digo.- tráemelas.

Son unas pinzas bien bonitas, pienso mientras abro el paquete. Vienen 36 pinzas bicolores, de dos colores diferentes combinados.

Miro a Mi linda niña y la digo:

  • Ponte de rodillas y las manos en la nuca.

Se pone en la postura que la he indicado y Me mira a los ojos. Levanto despacio, como con cuidado su jersey; Me levanto y doy la vuelta a su alrededor; suelto el broche del sujetador y, con cuidado, hago que los tirantes se deslicen por sus brazos; primero el derecho, luego el izquierdo recobrando la postura mandada al terminar.

Con sus tetas ya al aire, Me sitúo frente a ella. Tomo una pinza con Mi mano izquierda y con la derecha comienzo a acariciar y a amasar suavemente el pezón derecho hasta que se pone duro. Con cuidado, como a cámara lenta, acerco la pinza abierta al pezón excitado y, sin más prolegómenos, cierro la pinza sobre el mismo, mordiéndolo.

Un pequeño gemido sale de su boca al tiempo que cierra los ojos y agacha la cabeza en un gesto involuntario. Pasado este momento, mantiene su mirada en la Mía; su mirada que, ahora, es suplicante y pide que continúe que no la deje a medias.

Repito la operación en el pezón izquierdo; su reacción es calcada a la anterior. Sin embargo, en esta ocasión no espero a que se la pase y coloco una nueva pinza en la aureola del pezón izquierdo, en paralelo con la colocada como primera.

Se muerde los labios con mayor fuerza y su mirada se vuelve hacia Mi, suplicante; respondo a su súplica con tres pinzas más en esa aureola y cuatro en la del pezón derecho.

  • Gracias, mi Amo.- sale en un hilo de voz rápido de su boca.

Sonrío; es una buena forma de pedirme que pare sin hacerlo. La miro en lo más profundo de sus ojos y contemplo en ellos su deseo, su entrega y su dolor. Ni puedo ni quiero evitarlo; acaricio el óvalo de su cara con ternura y, despacio, con premeditación y alevosía, Me apodero de su boca en un beso largo y profundo que la llega al alma y que hace que se traspase hacia Mi interior apoderándome de ella.

  • Sirve la comida.- la ordeno mientras una sonrisa corona el gesto serio de Mi cara.

Sigue sin decir nada, aún no sé el esfuerzo que representa para ella esta actitud aunque ya Me he dado cuenta que la gusta hablar, no sé aún que es de las que no se calla (a menos que sea voluntariamente) ni debajo del agua.

Se levanta del suelo quitando las manos de su nuca y extiende el mantel; trae las cosas de comer y las extiende en el mismo, al finalizar se arrodilla en el suelo frente a Mí. Veo que la gusta andar descalza sobre la hierba y lo anoto para ulteriores momentos.

Levanta su mirada interrogativa hacia Mí.

  • Ponme un trozo de empanada y dame un bocadillo de jamón york.

Sin cambiar de postura, corta un trozo de la empanada; lo toma en sus manos y Me lo ofrece mientras agacha la cabeza.

Lo tomo y ella Me acerca la botella de agua a Mi lado.

Mientras estoy comiendo la empanada y bebiendo agua, ella prepara el bocadillo que la he pedido. Acaba y espera en la postura que Yo la he dejado a ver si Yo termino el primer trozo de comida que Me ha servido.

  • Siéntate y come.- la ordeno.
  • Gracias, mi Señor.- Me contesta al tiempo que apoya su culo desnudo en la hierba.

Se empieza a preparar otro bocadillo para ella mientras Yo sigo comiendo la empanada. Intentando pillarla por sorpresa empiezo a dar mordiscos más grandes en la misma. Sin embargo, cuando acabo, su cabeza se agacha y sus manos tienden el bocadillo hacia su Dueño, dejando el que estaba preparando para ella a medias.

Me sonrío y Me digo que he conseguido una rara adquisición; una sumisa que está atenta a su Amo por encima del más nimio de los detalles y desde el primer momento.

  • ¿Qué tal va tu coño???.- la pregunta cuando empieza a comer su bocadillo.
  • Muy bien, mi Señor.- Me contesta sonriendo.- Como puede ver ya no me sangra y, además, puedo decirle que el picor ha desparecido del todo.
  • Me alegro de ello.

Sigue una conversación distendida sobre lo bien que está yendo la comida y sobre lo bueno que está todo; sobre lo poco que bebe ella y sobre todo lo que bebo y como Yo; sobre nuestra situación vital y lo bien que lo estamos pasando en este momento.

De repente, sin previo aviso, Mi mano izquierda recorre la distancia que nos separa y empieza a acariciar las pinzas que adornan sus tetas.

A un pequeño suspiro le sigue un gemido apenas audible; sus ojos se ponen en blanco y su cara adquiere un rictus de felicidad y placer inesperado.

Me levanto de Mi sitio y Me acerco a ella.

  • Creo que es el momento de cambiar de manjar.- la digo mientras desabrocho la cintura de Mi pantalón.

El bocadillo de ella queda olvidado sobre el mantel mientras su boca se dirige rauda a complacerme.

Empieza una mamada intensa mientras Mis manos siguen acariciando sus tecas; acariciando y martirizando podríamos decir pero la mezcla de entrega y sentimiento hacen que el dolor se diluya en el placer de darse y ser guiada.

La dejo que marque el ritmo de la felación al tiempo que, con Mi mano derecha, juego con su pelo y recorro la columna vertebral de Mi linda perrita.

Noto que estoy cerca de correrme y, a pesar de las ganas que tengo de hacerlo, detengo la mamada de Mi niña.

Levanto su cara y la veo desilusionada. Mi gesto se pone serio y su rictus pesaroso al darse cuenta de que se ha dejado llevar por sus ganas por encima de las Mías.

Considero que merece un pequeño correctivo y así se lo indico. Cierro Mi pantalón y abrocho Mi cinturón; hago que se coloque a cuatro patas y con las piernas bien abiertas sobre la hierba y alternativamente, primero con la mano izquierda y luego con la derecha caen 18 azotes con cada mano sobre sus nalgas y coño.

La azotaina ha sido dura, fuerte, Me fijo en que ambas manos se han enrojecido ligeramente; es un castigo y como tal Me lo tomo. Ha dolido pues es justo que doliera; a ambos, un castigo representa un fallo de ambos pues se ha hecho algo mal por no indicarlo de forma correcta y por no hacer lo que se debe. No busca procurarnos placer a ninguno de los dos y así ha resultado. Es más, la cara de maría indica que ha sido mayor del que esperaba pero que entiende que es justo y necesario.

No está en su mano el discutir u oponerse a Mis decisiones y así lo sabe; así ha quedado patente y explicado mejor que si se lo hubiera repetido media docena de veces.

  • Nuevamente Le doy las gracias, Señor, por dedicar Su esfuerzo a educarme y corregirme.- Me dice cuando la mando sentarse para acabar de comer.

Se sienta en la hierba, Me mira y Me sonríe.

  • ¿Puedo decir algo, mi Señor???
  • Claro niña Mía.
  • Está Ud., cumpliendo todas mis expectativas e incluso más. En un ratito que llevamos me está demostrando que es capaz de controlarme y controlarse; en verdad tengo que agradecerle que haya decidido aceptarme para que Le sirva.

La miro, la sonrío y meneo la cabeza; sé que a veces doy la sensación de ser menos Dominante de lo que soy y que Mis castigos no suelen ser excesivos pero… también sé que Mi visión es clara y recta; que Mi sentimiento y Mi obrar rara vez se desvían del camino que Me he marcado.

  • ¿No desea comer nada más?
  • Sí, ponme un poco de ese pastel que hemos comprado; sin embargo no deseo mancharme las manos; así que acabarás de comer tu bocadillo; beberás un trago de agua; y luego Me lo irás dando mientras hablamos puesta aquí de rodillas a Mi lado.

Dicho y hecho. Ni en su gesto ni en su boca hay una discusión a Mis decisiones.

Se come el bocadillo; toma la botella de agua y da un trago corto; coge el cuchillo, abre el envoltorio de la tarta y parte un trozo; se levanta de donde está y se dirige a Mi lado; se coloca de rodillas tocando con su cuerpo Mi pierna izquierda.

La miro, sonrío y, con mimo, desato sus muñecas, guardándome el cordón en el bolsillo; su mirada Me dirige una muda pregunta a la que no respondo.

Con cuidado, mirando que Yo no Me manche, va desgranando con sus dedos la tarta de nata que va dándome a la boca en pequeños trozos. Hablamos tranquilamente de trivialidades en el entretanto como si la situación fuera lo más normal del mundo; así conocemos cada uno un poco más de la vida y las experiencias que hemos tenido a bien recorrer.

Se acaba el trozo de tarta y ella tiene los dedos pringados de nata y restos.

  • Límpiate los dedos en las tetas, Mi niña.- la ordeno con voz firme, mientras retiro las pinzas que adornan sus pezones.

Dicho y hecho; manteniendo la misma actitud que ha tomado desde que se inició la comida de silencio sumiso absoluto (solo roto por un pequeño gemido al retirar las pinzas y a pesar del cuidado que he puesto para evitar que el golpe de reentrada de la circulación sea muy doloroso), se limpia los dedos y deja los restos de nata en sus tetas expuestas; con cuidado, suponiendo que es lo que su Amo puede desear, presta especial atención a limpiárselos en los pezones y aureolas.

Sin Yo pedírselo, cruza sus manos en su espalda lo que hace que las tetas se yergan aún más y que los pezones manchados parezcan dos pequeños montículos hinchados dedicados a Mi placer y goce.

Sin más palabras, la asgo del pelo y hago que se levante del suelo. No protesta y no retrocede; se deja llevar y permite sin reticencia que acerque sus pezones a Mis labios.

Una vez en el lugar que Yo deseo, dedico Mi atención a chuparlos, absorberlos y mordisquearlos con fruición; noto como crecen en Mi boca, como se desarrollan, como el cuerpo de Mi sumisa responde a Mi posesión de forma excitada y completa.

Bruscamente pero, a la vez, con infinito cuidado tomo su pezón derecho entre Mis labios, lo absorbo y… lo muerdo marcándolo. ella exhala un pequeño grito de dolor.

Repito la operación con el pezón izquierdo y Mi mano izquierda se dirige hacia su entrepierna iniciando una íntima masturbación mientras la derecha mantiene la presa sobre su pelo. Repito la operación de forma tranquila y cuidadosa; mordisqueo sus pezones mientras Mi mano se desliza entre sus muslos y acaricia su clítoris y su coño.

Mi mano izquierda está empapada por sus jugos y Mi excitación es evidente.

Retiro Mi mano de su chocho y ella responde con un pequeño quejido de protesta; no la hago caso y la hago que se arrodille nuevamente. Con cuidado, procurando no mancharme el pantalón, lo desabrocho y bajo Mi bragueta; sus ojos brillan de placer cuando levanto su mirada para verlos.

Sin contenerme, Me apodero de su boca, la beso con exigencia, con ansia y Mi lengua recorre su interior, su paladar y se enrosca con su lengua en un nuevo reconocimiento de que todo su ser Me pertenece ya.

La separo de Mi boca y dirijo su atención a Mi polla erguida. Sin necesidad de decirla nada se dirige a atenderla; la lame, la chupa y la introduce en su boca, mientras Mi mano derecha sigue en su cabeza.

Repentinamente, hago que deje de tener ella el control y empiezo a follarme su boca; ella acepta la situación y convierte sus labios en el portal agradable de un agujero que Me pertenece de forma total.

Noto que Me voy a correr y sigo manteniendo la tensión sobre su boca y lengua; Me parece percibir que ella también se da cuenta de que Mi leche se va a derramar en su interior y no solo no dice nada sino que incrementa (incluso por encima de Mi ritmo) el vaivén de su cabeza sobre Mi pene.

Me corro casi en silencio, con un gemido bajo que suele acompañar a Mi eyaculación.

Me relajo, sonrío y la miro; por la expresión de su cara intuyo que aún guarda Mi leche en su boca. Sé, por las conversaciones que hemos tenido, que tragársela la suele dar arcadas; la miro fijamente y digo:

  • No hagas nada hasta que no te lo ordene expresamente. ¿Si Yo te ordenara tragarte ahora Mi corrida lo harías???

Me mira seria pero consciente de que su respuesta es importante para Mí y, sin dejar la seriedad ni la entrega que presiden su expresión, asiente con serenidad con la cabeza.

  • Toma, coge este pañuelo Mío y puedes echarlo ahí y limpiarte a gusto. Luego te enjuagas la boca y te la lavas con agua.- la indico con una amplia sonrisa.

Coge Mi pañuelo con su mano y derrama el líquido que contiene su boca en él. Empieza a limpiarse la comisura de los labios con un gesto entre el asco al elemento líquido y el placer de servirme con dedicación y profundidad

  • Cuando acabes, daremos por terminada la comida; recogerás esto, nos vestiremos como si fuéramos personas normales e iremos al pueblo a tomar un café.- continúo
  • Sí, mi Amo.- contesta con una amplia sonrisa.

Se limpia y se enjuaga tal y como la he indicado; es evidente que mantenemos la comunicación gestual con pocas palabras; viene hacia Mí, se arrodilla ante Mí y arregla Mi ropa cerrando Mi pantalón y Mi bragueta; se levanta, toma su sujetador, Me mira y asiento con la cabeza, se lo coloca; mira a su alrededor, toma su falda y sus botas y sigue mirando, Yo meto la mano en Mi bolsillo, saco su tanga y niego con la cabeza; con una pequeña sombra sobre sus ojos, se pone la falda y las botas pero sin quejarse ni decir una palabra que se pueda interpretar como que está en contra de Mi decisión.

Me acerco a ella, tomo un pequeño bolígrafo un poco ancho que llevo en Mi bolsa y, sin más explicación, lo incrusto en lo más profundo de su coño con un movimiento brusco.

  • Llévalo en ti y que no se te caiga, ¿de acuerdo??
  • Sí, mi Señor; será un placer hacer el esfuerzo pues es bastante fino,
  • Sí que lo es, sí pero si se te cae delante de la gente a ver como lo explicas; y si, por lo que sea, estamos en un sitio no civilizado… te vas a llevar una azotaina que la de antes te va a parecer una tanda de caricias.
  • No, mi Señor, no se preocupe.- contesta con una sonrisa pícara.- que no deseo que se haga daño en Sus delicadas manos.

Sin poderme contener sonrío y dejo que Mi mano izquierda vuele con fuerza.

  • Aiiiiiich.- chilla ella por la sorpresa.
  • Como ves, Mi perrita… las manos no Me duelen fácilmente.

Me mira y se ríe con una media carcajada; recoge las bolsas mientras la sonrisa impera sobre su cara (a pesar del esfuerzo de llevar los muslos apretados) y nos vamos para el coche ella detrás de Mi, no vaya a resbalar, caerse y hacerse daño.