Cuando nos conocimos 2

Subimos al monte para "conocernos" mejor.

Capitulo 2.- La mañana.

Me levanto de la mesa y Me dirijo hacia la puerta de la cafetería; inconscientemente percibo que maría viene rápida tras de Mí. Llega a tiempo de abrirme la puerta, lo hace y Me deja salir delante sin decir ni una sola palabra.

La espero a que acabe de salir y Me dirijo hacia donde he aparcado el coche con ella cogida por la cintura.

Llegamos al vehículo y montamos ambos, ella en el asiento del copiloto, después de haber sujetado la puerta para que Yo subiera.

  • Vamos a ir a una zona que conozco que se llama "La Arboleda".- la digo.- pero como vamos a pasar todo el día primero iremos a un hiper a comprar algo para comer y así quitarnos esa preocupación. Cómo apenas tengo "juguetes" (los tiré todos cuando rompí con la niña anterior) solo he traído unas cordones y cuerdas pero… no hace falta mucho más; Mis manos y Mi cinturón son las mejores "herramientas" que se puede tener.
  • Así es, mi Señor.- Me contesta ella con su dulce voz.- estoy totalmente de acuerdo y estoy deseando comprobar cómo Sus manos recorren y hacen Suyo mi cuerpo como ya lo es mi voluntad

Sonrío, arranco el coche y Me dirijo hacia la autopista mientras charlamos tranquilamente de la forma más natural del mundo, sin agobios.

Primera parada un hiper; compramos pan, una empanada, un cuchillo, jamón, agua y… alguna "cosa" más.

A continuación empezamos a subir por una empinada carretera llena de curvas que nos conduce a una zona que, los fines de semana, suele estar muy frecuentada pero en la que hay muchos recovecos en los que meternos y estar a gusto dado el espléndido día que hace.

Veo que a maría esa carretera no la hace demasiada gracia.

  • Son pocas las curvas fuertes que hay.- la digo y ella contesta a Mi comentario con una gran sonrisa que ilumina dulcemente su cara preciosa.

Llegamos a la parte de arriba y ahí la carretera es prácticamente una gran explanada.

Sigo conduciendo, dejo atrás el antiguo pueblo minero de La Arboleda y Me adentro en la zona posterior.

Llego a un lugar en el que hay para aparcar aunque haya pocos árboles y detengo el coche.

  • Mira podemos subir ahí arriba que estaremos tranquilos y nadie nos dirá nada.
  • Me parece muy bien, mi Señor.

Tomo las bolsas del coche y se las doy a maría; inicio el camino por delante de ella. Dado que no es más que un camino de campo la es difícil avanzar con sus botas con tacones pero mantiene casi, casi Mi ritmo. Hago descender la longitud de Mis pasos de forma imperceptible pero de forma que ella deba seguir esforzándose por continuar a Mi lado pero sin que la resulte imposible el hacerlo.

  • Creo que ahí arriba estaremos muy bien y además… seguro que nos podemos sentar.
  • Pues muy bien, mi Señor.
  • No creo que puedas subir con esas botas, quítatelas.
  • Creo que sí que podría

La miro fijamente a los ojos y la contesto:

  • No creo haber pedido tu opinión, ¿verdad? He dicho que te las quites.
  • Es que yo
  • ¿He pedido tu opinión, niña?
  • No, mi Señor, no lo ha hecho.
  • Pues entonces, haz lo que te he dicho
  • Sí, Señor; lo siento, Señor.
  • Por tu desobediencia te quitarás también las medias e irás delante de Mí Yo llevaré las bolsas.
  • Sí, mi Señor; como Ud. desee.

Se sienta en una piedra y se quita las botas y los pantyes con gesto decidido. Me mira un segundo, agacha su cabecita preciosa y Me ofrece sus pantyes para que Yo los guarde. Los tomo y me los meto al bolsillo.

Se da la vuelta y encara la pequeña subida descalza, con el bolso colgado del hombro derecho, las botas en la mano izquierda y una sonrisa decidida en su cara.

Mientras sube delante de Mi, puedo observar sus piernas y el inicio de su culo desnudo. Llega a una zona intermedia que es plana y que permite que ambos podamos sentarnos.

Se va a dar la vuelta hacia Mí cuando nota que Mi mano está en su cuello. No se mueve quedando semi-agachada y con las botas cogidas en la mano izquierda; Yo deposito las bolsas en el suelo, la levanto la falda y, sin solución de continuidad, Mi mano izquierda desciende sobre su desnudo trasero en un fuerte azote.

No dice nada; su respuesta es un respingo y un aferrarse con la mano libre a una roca.

Otro azote, potente; otro respingo. Así van cayendo los azotes, cada vez más intensos, hasta que al llegar a la docena la oigo decir:

  • Gracias, mi Señor por utilizar mi culo para Su placer, pero si no Le importa preferiría poder tomar una postura un poco más cómoda.

No contesto y dos azotes más caen, un poco más flojos que los anteriores, mientras pienso que es no solo más entregada sino más dura de lo que esperaba.

  • Puedes dejar las botas, Yo Me sentaré en esa roca y tú te vas a cruzar encima de Mis rodillas. No bajes tu falda.
  • Bien, mi Señor.

Sin más palabras, hace lo que la he dicho. Su bolso se desliza al suelo y las botas quedan apoyadas en la roca donde antes posaba su mano.

Rápida y decidida se dirige hacía Mi que ya estoy sentado en la roca; se cruza encima de Mis rodillas, su falda no se ha deslizado ni un milímetro y Me permite una primera visión completa de ese culo que Me pertenece.

Mi mano, sin vacilaciones, se desliza entre sus muslos los cuales se abren para facilitar Mi reconocimiento. Encuentro un culo y un coño perfectamente depilados, como a Mi Me gustan; ante Mi toque, noto que ella se electriza y que se humedece ligeramente.

En ese momento, Mi mano derecha (ventajas de ser ambidextro) se abate desde atrás sobre los desnudos glúteos mientras Mi voz dice:

  • Cuéntalos y agradécelos
  • Uno, gracias, Señor.- dice con ligero sobresalto
  • Dos, gracias, Señor
  • Tres, gracias, Señor
  • Veinte, gracias, Señor

Mi mano se queda en el aire. No creía que había aplicado tantos y tan seguido y decido parar; además, la azotaina ha sido dada sin que Yo haya aplicado un calentamiento previo pero ella no solo no se ha quejado sino que los movimientos de su cuerpo sobre Mi mano izquierda demuestran que los ha gozado. Me encanta.

Los azotes han sido fuertes y secos; sin respetar ningún orden y cayendo de forma aleatoria en uno y otro glúteo que ha ido tomando un delicioso color colorado.

La mano que ha azotado inicia un acariciador recorrido por los glúteos mientras la que está apoyando en el coño de Mi sumisa inicia una masturbación ligera y profunda que es facilitada por ella con sus movimientos.

Se mueve y los dedos de Mi mano izquierda empiezan a estar húmedos por sus flujos; Mis dedos empiezan a penetrarla con una suave cadencia; primero con uno, luego con dos, más tarde un tercero que hace que la masturbación se haga profunda, intensa.

Un gemido de placer Me permite conocer que la situación está toda bajo Mi control. Sin embargo, sucede lo inesperado.

  • Por favor, mi Señor.- oigo que Me propone.- introduzca Su mano en mi. Fólleme con Su mano, mi Señor, haga de mí Su marioneta tendida y controlada por Usted, de la forma que usted desee.

Me quedo un momento, parado; nunca he practicado un fist-foocking.

  • ¿Estás segura de que entrará?
  • Sí, mi Señor.- contesta con voz firme.- si sale un recién nacido como no va a entrar una mano.

Doblo el cuarto dedo y lo voy introduciendo en su interior; cuando la masturbación se hace muy cadenciosa, el gemido de ella es de goce, gutural y profundo.

Mi mano está empapada y aprovecho esa lubricación natural para doblar el dedo gordo hacia el interior de la palma de Mi mano y apretar buscando que entre toda dentro de la vagina de Mi sumisa.

Ella gime de dolor, lo que hace que pare instantáneamente.

  • Siga, siga, por favor.- Me suplica.- no pare que es peor

Sin decir nada continúo con Mi penetración; los nudillos, gracias a la lubricación natural del coño, traspasan el cuello uterino y Mi mano entra sin ulterior esfuerzo. Cierro Mi mano en un puño en su interior y el gruñido de Mi niña es mitad de dolor mitad de placer.

Giro el puño y ella se aferra a Mi pierna mientras su cabeza se apoya con fuerza en Mi muslo.

Otro giro y un levantamiento de Su cabeza.

Levanto el puño dentro de ella y Me responde poniendo sus pies de puntillas.

  • En pie.- la digo.
  • Con cuidado, por favor, mi Dueño, que ahora puede hacerme mucho daño.

Bajo la presión de Mi mano sobre su vagina y se levanta con Mi puño aún en su interior. Abro Mis piernas para que se coloque enfrente de Mí con sus piernas en un arco de unos 20º.

Cuando está en esa posición respondo elevando Mi puño en su interior. Se pone de puntillas mientras que una de sus manos se apoya en Mi hombro y la otra lo hace en la mano que la sirve de apoyo.

  • Si quisiera ahora te podría levantar del suelo
  • Así es mi Señor, pero mejor que no lo haga, ¿no cree?

Sin contestarla, coloco Mi mano derecha debajo de su sobaco izquierdo y, con cierta facilidad, tiro para arriba mientras Me pongo en pie. Su gemido es de sorpresa, dolor e… inmenso placer.

En el aire hago que Mi puño gire de nuevo en su interior, contesta con un movimiento inesperado, que hace que la tenga que sujetar con mayor fuerza, y con un gemido mitad doloroso mitad placentero seguido de una respiración entrecortada.

Levanto Mi mirada hacia su cara y la veo perlada de sudor, mordiéndose ligeramente el labio inferior pero disfrutando intensamente del momento.

La bajo despacio, con infinito cuidado. Las plantas de sus pies apoyan ya de forma absoluta en el suelo cuando Mi mano sale sin avisar para volver a entrar bruscamente.

No lo esperaba y ella reacciona de manera involuntaria meciéndose sobre Mi mano. La sensación es increíble; efectivamente, tal y como ella Me había solicitado, en este momento parece una marioneta; una muñeca de trapo en Mis manos entregada a Mi capricho y a su goce sin poder hacer nada que no sea Mi voluntad.

  • Túmbate poco a poco.- la ordeno.

Me mira, pone ambas manos apoyadas en Mis hombros mientras Yo la sujeto con Mi mano derecha por la cintura y empiezo por colocarme de rodillas. ella baja sus piernas y las coloca a ambos lados de Mi cuerpo; inclino Mi tronco hacia adelante y ella echa su cuerpo hacia atrás hasta que queda totalmente apoyado en la hierba que cubre el suelo entre las rocas.

Ahí está delante de Mí, con todo su cuerpo abierto a Mi placer; Mi mano saliendo de su coño y su cuerpo extendido para Mi goce.

Sin detenerme en mientes, levanto su jersey y dejo el sujetador al descubierto; bajo las copas del mismo y acaricio las tetas de Mi perrita preciosa; las acaricio, las sopeso y las pellizco, especialmente, en los pezones de tal forma que se endurecen y denotan el placer que está sintiendo.

Mientras con una mano Me ocupo de las tetas, con la otra sigo hurgando en el interior de su coño. No llevo la cuenta de los orgasmos que ha podido tener pero el goce que estoy sintiendo por el Dominio ejercido bien vale estos orgasmos y muchos más.

Sin cuidado, vuelvo a sacar y meter Mi mano de su interior, mientras Mi vista está puesta en la expresión de placer que refleja su cara mientras exhala pequeños gemidos de goce intenso.

Una y otra vez prosigo con Mi mete-saca ella sigue gozando cuando, en uno de los giros de Mi puño en su interior, sus ojos quedan en blanco y un gemido profundo, gutural, de intenso placer sale de lo más profundo de su interior.

Paro; se repone y Me mira.

Sonríe

  • Gracias, mi Amo.- Me dice.- gracias, muchas gracias. Hacía mucho que no me sentía tan bien.

No la contesto; Mi respuesta es la sonrisa que ilumina Mi cara de oreja a oreja.

Con cuidado empiezo a extraer Mi mano de su interior. Estiro la misma dentro de ella y tiro con suavidad pues ya apenas está lubricada.

Me fijo que en Mi muñeca se observa la aparición de un hilo de sangre. Me calmo y miro con cuidado. Tiro de Mi mano con la mayor suavidad que puedo pues no deseo hacerla daño, pero cuesta que salga.

Al salir la misma Me asusto; está recubierta por sangre; no de forma completa pero sí que he manchado casi toda la mano. ella Me mira y dice:

  • ¿Qué sucede, mi Amo???
  • Que tengo la mano cubierta de sangre.- contesto mientras la levanto y se la enseño. ella contesta sin preocupación.
  • No se preocupe que no siento dolor. Eso es alguna venilla que ha explotado con el mete-saca. Pero en el bolso tengo toallitas para limpiarle y Positón ungüento para darme y, de esta forma, evitar la infección y parar la hemorragia.

La miro y no digo nada. Realmente Me encanta con su calma, con su saber estar que incluye su servicio a Mi y el como hace las cosas.

ella se levanta y va hacia su bolso, extrae en primer lugar las toallitas y Me mira con intención de limpiarme la mano.

  • Ni se te ocurra, aplícate lo primero el Positón y luego ya Me limpiarás.- la paro en seco
  • Sí, mi Señor.- contesta con una sonrisa amplia.- me gusta mucho como se preocupa por mí.

Se levanta la falda por delante y se da el ungüento en el coño, tanto en los labios vaginales como en el cuello uterino delante de Mí, demostrando que no tiene vergüenza en Mi presencia.

Se limpia la mano de la medicina con una toallita húmeda y, cogiendo otra, viene hacia Mí y Me limpia la mano de la sangre con cuidado, deteniéndose en cada detalle, en cada dedo y en cada falange.

Cuando está bien limpia, la indico que Me dé una toalla para que la limpie en la entrepierna que también la tiene manchada de sangre. Me la proporciona con una sonrisa y se abre de piernas apoyándose en Mis hombros para que tenga mejor acceso.

Sin más, la limpio bien la sangre y ella pega algún pequeño respingo cuando el detergente toca con alguna zona irritada.

  • Date la vuelta y pon las manos en la nuca.- la ordeno.

Lo hace sin vacilar y Mi mano va cayendo alternativamente en uno y otro glúteo calentándolos y devolviéndoles el precioso color colorado con el que habían empezado en este lugar que hemos encontrado.

Son 36 azotes los que caen; esta vez sí, in crescendo, empezando con menor fuerza para ir calentando la zona y que el placer sea mucho mayor que el dolor aportado.

Acabo la azotaina y Me levanto del suelo. Me pongo detrás de ella y la masajeó los pechos mientras la pellizco los pezones con un ligero nivel de ensañamiento.

ella se apoya en Mi y Yo azoto sus tetas desde atrás, primero la una y luego la otra; con la mano, de forma alternativa.

No pierde la compostura aunque sus pezones se empitonan mirando hacia el cielo.

La hago girar, la pongo frente a Mí y la beso. La beso con un beso posesivo en el que Mi lengua recorre toda su cavidad bucal y la llena de Mí.

Salgo de su boca, la contemplo y la digo:

  • Bueno, creo que ya hemos hecho bastante ejercicio por esta mañana, ¿no te parece?
  • Cómo Usted diga, mi Dueño
  • Vamos a extender el mantel que hemos comprado y las servilletas y nos ponemos a comer enseguida.
  • yo no tengo mucha hambre, mi Señor.- Me contesta.- pero lo que sí que estoy es muerta de sed.
  • Bien para eso hemos comprado un par de botellas de agua. Abre una y luego pásamela.

La abre, Me la pasa y doy un largo trago y se la devuelvo para que beba ella. Bebe y la cierra dejándola en el suelo.

La miro y digo, al tiempo que saco un pequeño cordón.

  • Vale ahora pondrás las cosas y comeremos; pero… no pensarás que será tan fácil, ¿no??.- la digo mientras la enseño la cuerdecita.

Tomo el cordón en Mis manos y la hago acercarse.

Ato un extremo a una muñeca y el otro a la otra, dejando entre ambos una separación de un palmo aproximadamente y la coloco la ropa con una sonrisa.

  • Venga, prepara la comida.