Cuando no me vés (1)
Me llamo David, y he conseguido hacerme invisible. Creánme, voy a aprovecharlo
¡¡Ya está!!
Después de tantos intentos, por fin lo había conseguido, la invisibilidad. La idea me vino al leer la famosa historia de aquel hombre que se vuelve invisible, y consigue con ello grandes ventajas materiales.
Con mis conocimientos de química del instituto, estoy en último año, por fin había logrado crear un producto que me puede volver invisible. Y claro, para no cometer el error de la novela, sinteticé un líquido que me pudiese volver visible.
Esta pócima me hacía pues, invisible a los ojos de todos los demás, sin embargo, no debía de llevar ropa ni nada puesto, pues se verían.
Así fue como por primera vez, y después de haberlo probado con mi mascota, me inyecté el mejunje, y me dispuse a aprovechar esta nueva ventaja.
En el instituto soy el típico tío invisible, sin ningún juego de palabras… O sea, no soy ni feo ni guapo, pero las chicas de mi clase solo se fijan en mí cuando necesitan alguna ayuda con la física, las mates o cualquier otra materia.
Vamos, que no me comía un rosco.
Pero eso iba a cambiar.
Calenturoso como estaba en este Junio, en el que las clases estaban a punto de terminar, decidí probar el filtro de invisibilidad esa misma tarde después de la clase de deporte, en la que nos tocaba ir a la piscina. Por fin iba a poder realizar una de mis mayores fantasías, entrar en el vestuario de las chicas…
Después de nadar un rato, el profe nos hizo salir, y nos dirigimos hacia los vestuarios, me meto en el baño, y sin que nadie se dé cuenta, saco de la mochila el famoso producto milagroso.
Por fin era invisible, me quité el traje de baño, y me dirigí en pelotilla picada hacia la puerta del vestuario femenino. Esperé a que entrase Marina, una de las chicas de mi clase, y la seguí antes de que se cerrase la puerta.
El espectáculo que me esperaba superaba con creces mis expectativas. Las diecisiete chicas de mi clase estában allí, a medio cambiar. Entre ellas había de todo, delgadas, gordas, morenas, rubias, algunas con grandes pechos, y otras pequeños, culos de todas las formas y tamaños…
Qué quieren, se me puso dura enseguida. Poniéndome a un lado, me dediqué a observar los cuerpos de algunas de mis compañeras, con las que tantas veces había soñado. La verdad, es que había un puñado de ellas que están de muy buen ver, Sofía y sus enormes tetas bien firmes, Andrea y su culito bien redondo que daban ganas de tocar, Marina que me había abierto la puerta y que tenía un cuerpo rellenito pero bien sabroso… Todas ellas merecen un buen polvo, la verdad.
Pero si hay dos que superaban a todas las demás en mi panteón particular, esas eran Lorena y Sara. Las dos eran muy diferentes, pero ambas me hacían empinar el mástil más alto que el de cualquier barco en plena mar. Allí está Lorena, la chica con la que todos soñábamos, que era objeto de nuestros comentarios más jocosos, y que por las noches nos acompañaba en nuestro onanismo pueril. Rubia con ojos azules, tenía unas tetas medianas, bien sujetas que podía ver a un palmo de mí en estos momentos. Si sus tetas eran perfectas coronadas por pequeñas aureolas rosadas, su trasero era de infarto. Mirándola, se me puso aún más dura si cabe. Empecé a tocarme suavemente, con el calentón que llevaba, me iba a correr en diez segundos, si no tenía cuidado.
Al lado de Lorena, hablando con ella, estaba su amiga Sara, que se estaba quitando el traje de baño. Sara no era quizás tan monumental como Lorena, mas bajita, unos pechitos mas discretos, un culo algo más discreto… Pero siempre me había gustado esa chica, su piel morena, su largo cabello, sus ojos verdes, y algo en su expresión, que me ponía a cien. Ahora que la veía a tan solo un metro de mí, pude comprobar que estaba aún mas buena de lo que pensaba. Sus tetas eran ciertamente pequeñas, pero preciosas, bien sujetas y con unos pezoncitos que daban ganas de morder.
Dirigí pues mi polla dura a más no poder hacia Sara, que se agachaba dejándome ver su culo de lo más apetecible. Con mi invisibilidad, se me ocurrieron decenas de cosas que hacer, pero no quería arriesgar demasiado, rodeado de tanta gente. Decidí entonces que de momento me iba a masturbar delante suyo sin que ellas pudiesen verme, y me correría dentro de la mochila de Sarita. Después de cinco minutos de darle al asunto no pude más, y antes de que cerrase su mochila, me corrí dentro.
“Vaya sorpresa se va a llevar.”- pensé
Una vez acabado, me dirigí rápido a nuestro vestuario, y después de volverme visible y cambiarme, fui hacia la salida. Había cogido algo de retraso, así que salí a toda prisa. Vi a Lorena y Sara que hablaban mientras se dirigían a la parada de autobús, pues habíamos acabado las clases. Fue entonces cuando oí algo que iba a mejorar mis planes para este fin de semana:
“- No te olvides de que esta noche vienes a dormir a mi casa, me apetece que pasemos una noche entre chicas: una peli, algo de beber… será divertido – le dijo Lorena a Sara
“- No te preocupes, allí estaré, y así podremos hablar de la fiesta que da Rubén mañana, me muero por ir”- le contestó Sara
“- Sí, claro porque estará David.”- dijo Lorena con una risa
Me imaginé que hablaban de David Esteban, el chico de mi clase que compartía nombre conmigo y que estaba cuadrado.
Bueno, en fin, que me parece que esta noche ya tenía plan, ir a casa de Lorena, y seguir con mis travesuras…