Cuando nadie nos ve
Agarró su cinturón que había dejado a mi lado en la cama, volvió a ponerme bien la venda dejándome de nuevo a oscuras y noté como pasaba el cinturón por mi cuerpo y las dos puntas la enrollaba en sus manos, luego tiró levantándome y llevándome hacia su polla dura
Tras saludar al conserje fui hacia el ascensor oyendo el repiquetear de mis tacones en el mármol del suelo. Pulsé el botón y unos minutos después abría la puerta de aquel apartamento con mi propia llave.
Esta no estaba prendida a nada, ni llavero, ni cinta, nada… solo el frio metal descansaba ahora en mi puño, la apreté con fuerza como si sentir algo en la mano aplacara el calor que recorría mis entrañas… esa sensación que sentía siempre que le esperaba. Era una mezcla de deseo, temor a que no viniera y nervios por la anticipación.
Como ya era costumbre me quité los vaqueros, la camiseta, mi ropa interior y tras doblarla y dejarla en el armario de la entrada junto a mi bolso y mis zapatos, recorrí completamente desnuda el pasillo que me llevaría a la habitación que tan bien conocía.
La temperatura gracias a la calefacción era ideal y los pezones duros eran solo de excitación. Me paré ante la cama y como siempre sobre esta había lo que “él” había elegido para la ocasión.
Sobre la cama solo había un vestido de algodón largo blanco y de tirantes, me lo puse y me miré al espejo. El vestido se pegaba a mi pecho transparentándose los pezones que se veían perfectamente erguidos bajo la tela, la tela se pegaba a mis caderas y luego caía suelto hasta mis pies desnudos. No había ni ropa interior, ni zapatos.
Los almohadones estaban los dos uno sobre el otro y del cabecero colgaban dos esposas de tela con velcro y un pañuelo largo para vendarme los ojos sobre la almohada.
Me tumbé en la cama en el centro, me coloqué el vestido cubriéndome hasta los pies y me vendé los ojos con el pañuelo, a oscuras me até una muñequera y coloqué la otra muñeca cerca de la segunda que por supuesto ya no pude atar.
Diez minutos después oí la puerta y sus pasos lentos y firmes por el pasillo, entró y sin mediar palabra ató la muñequera que me faltaba sin rozar mi piel. Luego le oí andar por la habitación y de nuevo el silencio envolvió la estancia, solo podía oír mi propia respiración a pesar de notar su presencia.
La anticipación me ponía a mil y él no tenía nunca prisas.
Agarró el bajo del vestido y suspiré, pero solo destapó mis pies. Al notar el calor de su mano aferrar mi tobillo solté el aire que no sabía que retenía. Separó mi pierna y noté que ataba mi tobillo a un lateral de la cama, luego hizo lo mismo con el otro inmovilizándome completamente.
-¿Me has echado de menos? –pregunto con voz profunda
-Mucho –contesté melosa
-Voy a comprobarlo –dijo agarrando de nuevo mi vestido.
Lo cogió por el dobladillo y noté como lentamente desnudaba mis piernas, subiéndolo justo hasta mi sexo.
-Me encanta ver tu coño brillante por la excitación. Estas cachonda?
-Si
Tiró de las telas que amarraban mis pies abriéndome aún más y arrodillándose a los pies de la cama, sus manos aferraron mis tobillos y fueron subiendo por mis pantorrillas, llegó a mis muslos incendiando mi piel a su paso. Paso dos dedos de cada mano por mis ingles y yo subí las caderas buscando más.
-Estate quieta, sé que quieres más y te daré mas pero será cuando yo quiera –dijo dándome una palmada fuerte sobre mi pubis perfectamente depilado para la ocasión.
El dolor momentáneo me excitó aún más y suspiré antes de que el volviera a palmear con la mano plana sobre mi sexo con dureza.
Me esforcé por mantenerme completamente quieta, casi inerte. Solo mi pecho subía y bajaba a causa de mi profunda respiración.
Sus manos acariciaron la tela de mi vestido sobre mi pubis y subió por mi torso hasta llegar a mis pechos, cubiertos por la fina tela que no impedía que sintiera el calor de sus caricias.
-Me encanta tenerte así, dispuesta y entregada –dijo acariciando los laterales de mis pechos
Los sentía inflamados e hinchados, y podía notar como los pezones rozaban la tela excitándome aún más a la espera de notar sus dedos bajo la tela, directamente sobre mi piel que ardía ya en deseos de ser acariciada por él.
Sus manos se deslizaron por la tela hasta rozar mis pezones y los pellizcó, los retorció y tiró de ellos hasta que el dolor me hizo gemir de nuevo.
La cama crujió y el abandonó su puesto, anduvo unos pasos y el colchón se hundió entre mis pies, su mano aferró uno y moviendo la cinta que sujetaba mis tobillos flexionó una pierna y luego la otra, apoyando mis pies sobre la misma tela del vestido que quedaba bajo mi cuerpo. Recogió un poco más la parte de arriba descubriendo así bien mi sexo, que sabia y notaba mojado.
Note las yemas de sus dedos en mi raja y tragué saliva intentando permanecer inmóvil a pesar del calor que invadía mis entrañas mientras sus dedos ahora recorrían mi raja. Se me escapó un gemido…
-¡Calla! –ordenó con voz queda
Apreté los puños sujetos al cabecero como si eso me ayudara a soportar el placer sin demostrarlo y cuando creí tenerlo bajo control dos de sus dedos me penetraron sin previo aviso, llenando mi vagina. Joder casi doy un alarido, pero conseguí ahogarlo en mi garganta, a sabiendas que pararía si gemía.
-Muy bien nena, así me gusta -dijo moviendo sus dedos en mi interior.
Podía oír el chapoteo de estos en mi cada vez más anegado sexo. Los llevaba al fondo, juntos los curvaba y salía a la mitad, luego los empujaba de nuevo, paraba y los separaba abriéndome bien, volviéndome loca. Así durante un buen rato intenté frenar lo inevitable, poco a poco fui ascendiendo o bajando al infierno más bien por el calor que cada vez era menos soportable y de repente sin poderlo frenar me corrí en silencio como una loca, mordiendo mis labios e intentando frenar mis caderas.
-Eres una autentica golfa pequeña, sabía que terminarías corriéndote. –sacó sus dedos
Noté como se levantaba de la cama y temí que me dejara así como castigo a mi desobediencia, pero nada más lejos de la realidad pensé al sentir su lengua en mi sexo. Lamió con esta plana de arriba abajo sin profundizar un par de veces, luego separó los labios de mi vulva y paso la lengua con más fuerza por cada recoveco de mi sexo, levanté las caderas sin importarme el castigo, solo podía pensar en satisfacer el cosquilleo y el nuevo deseo que su boca despertaba.
No dijo nada y siguió lamiendo, chupando, succionando y hasta mordisqueando mis labios hasta llevarme de nuevo al borde del delirio.
-Dame más zorra, córrete en mi boca –me apremio
Aún no había recuperado el ruello del bestial orgasmo que su boca acababa de regalarme cuando oí como desabrochaba las muñequeras del cabezal sin haberme dado cuenta en qué momento se había levantado de la cama.
Pasó algo entre la muñequera y mi muñeca y ató ambas, juntando así mis manos, inmovilizándolas, desato mis pies dejando las cintas atadas a mis tobillos y me dio la vuelta poniéndome boca abajo en la cama sin apenas esfuerzo, esta vez cruzada.
Metió los dos almohadones bajo mi tripa, poniéndome así casi como una perrita y subió de nuevo el vestido, descubriendo ahora mi culo.
Al momento su mano plana acarició mi trasero con suavidad, con una sola mano iba de un cachete a otro.
-Tu piel es tan suave…
Mientras pensaba en que su voz cuando me hablaba así, era lo más excitante que había oído jamás dejo de acariciarme.
Con la cinta que había unido mis muñecas me ató a un lateral de la cama y luego atando mis tobillos juntos los ató también al otro lateral opuesto, quedando así completamente a su merced
-¿Estas cachonda zorra? Si sigo va a dolerte, ¿quieres que siga?
-Si… por favor –añadí, entregada.
Sin darme tiempo a cambiar de opinión su mano me golpeó, plana, con fuerza, dejando un escozor y calor en mi piel, me aferre a la tela que ataba mis muñecas a la cama y espere el siguiente. Su mano palmeaba mi piel, sus dedos amasaban mi carne y mi coño se encharcaba en cada azote, cada vez subía un poco más la intensidad, gimoteaba dolorida en cada azote y su respiración profunda me decía que estaba tan excitado como yo.
-¿Te gusta azotarme? –pedí entre gemidos
-No imaginas como me pone ver tu culo rojo, oír tus quejidos y saber que tu coño se moja a pesar del dolor o por el precisamente, eso me enloquece. –dijo pasando los dedos de la mano que no azotaba por mi raja.
Tras unos azotes más, me subió un poco la venda que cubría mis ojos.
-No te gires, solo puedes mirar hacia abajo –dijo cogiendo algo que había a mi lado en la cama.
Era un mango como un plumero, abajo como una especie de pala flexible de cuero. Me había destapado los ojos solo para que viera con lo que iba a azotarme, para que supiera antes lo que me esperaba.
Paseó el cuero frio por mi piel caliente tras sus azotes y de repentes lo blandió y descargó sobre mi culo, solté un grito cuando me azoto más duro que su mano. Una vez, dos veces y acarició la zona.
-Tranquila, relájate pequeña… -dijo acariciándome para relajarme
Dos nuevos azotes con esa cosa en el otro lado, joder como dolía, pensé cada vez que esa cosas se estrellaba en mi culito mientras yo seguía gimoteando.
Unos azotes y paró, lo dejó a mi lado en la cama y al momento sus dedos volvieron a penetrarme con dureza, esta vez tres de sus dedos me follaban el coñito sin piedad mientras con la otra mano acariciaba mi dolorido culo azotado, entraba y salía, los movía en mi interior, sin pausa.
-Así nena quiero oír como te corres, moja bien mis dedos zorra –dijo entrando y saliendo frenéticamente mientras me pellizcaba el trasero. Un minuto y estallé de nuevo retorciéndome.
Se apartó y oí como se desnudaba, sacó el cinturón de su pantalón y lo tiró a mi lado en la cama, luego separó sus piernas y noté su sexo sobre mi culo, su polla estaba dura y caliente mientras la paseaba por mi piel ardiente.
Oía su pesada respiración, quería que me follara, le necesitaba dentro, follándome duro. Pero el nunca tenia prisas, siempre hacia que lo deseara tanto como respirar.
Unos minutos después agarró su cinturón que había dejado a mi lado en la cama, volvió a ponerme bien la venda dejándome de nuevo a oscuras y noté como pasaba el cinturón por mi cuerpo y las dos puntas la enrollaba en sus manos, luego tiró levantándome y llevándome hacia su polla dura, para que con un solo movimiento de caderas su polla se deslizara como estaba haciendo en mi interior. Despacio, fue llenándome hasta dejarme sin respiración con la ayuda del cinturón casi sobre mi pubis, tiraba de este sin tocarme a mí y así el único contacto que teníamos era el de nuestros sexos, solo su polla me tocaba, me llenaba, me enloquecía despacio de placer.
Intentaba no gemir, pero a medida que sus arremetidas se hacían más rápidas y profundas apenas podía contener los gemidos, apretaba con mi vagina ese tronco caliente que palpitaba en mi interior.
-Que estrechita estas con los pies atados, es una gozada follarme tu coño así –dijo dando un seco tirón del cinturón que me elevaba.
Aferraba la tela que ataba mis muñecas a cada arremetida, me mordía los labios y sacudidas de placer recorrían mi cuerpo a cada envite.
Me follaba fuerte, bien adentro, con dureza, como a ambos nos gustaba, agarró el cinturón ambas puntas con una mano, mientras con la otra tiraba de la cinta que ataba mis ojos y de repente paro, yo lloriqueé desesperada por que siguiera y el respiraba con dificultad.
Salió de mi interior y sin desatarme me coloco de lado, casi en posición fetal y arrodillándose en el hueco detrás de mis muslos volvió a metérmela arrancándome un gemido de placer.
Agarró uno de los tirantes de mi vestido y debió cortarlo con algo, luego el otro y bajó el vestido a mi cintura descubriendo mis pechos, al momento sus manos los amasaron, estrujaron, pellizcaron y sin parar de follarme. Tiró con dureza de mis pezones y con la otra mano amasaba mis muslos aferrándome, llevándome hacia su sexo…no puede resistirme corriéndome de nuevo.
Salió deprisa de mi interior nada más correrme, intuía que estaba al límite.
Me colocó de nuevo boca arriba cruzada en la cama y mientras intentaba volver a respirar con normalidad tras el orgasmo, dijo:
-Chúpame los huevos zorra –dijo abriendo sus piernas y colocando sus huevos en mi boca.
Lamí y succioné metiéndolos en mi boca, mojándolos, moviéndolos con mi lengua y entonces él se arqueó hacia adelante y su mano apretó mi vulva y la pellizcó con fuerza.
-Chupa zorra –dijo apretando mi carne que aun temblaba.
Palmeó con la mano plana mi sexo y me retorcí de ¿dolor…placer??? Gemía con sus huevos en mi boca cuando su otra mano tiró de mi venda, para que viera como se masturbaba, como esta recorría su polla dura con furia mientras seguía azotando mi coñito. Los dos jadeábamos al límite y entonces metió tres dedos en mi vagina, presiono con la palma de la mano mi clítoris y yo chupe aullando mientras de su polla salía un potente chorro de semen que caía sobre mis tetas, caliente, espeso… mientras nos corríamos al unísono.
Desató primero mis pies, masajeando las rojeces de mis tobillos, luego desligo mis muñecas también masajeándolas para que la sangre volviera a fluir con normalidad y me coloqué bien en la cama, quitándome los girones en los que había convertido el vestido, cogió unas toallitas húmedas y limpió su semen de mis pechos y mi vientre. Luego se tumbó a mi lado y me abrazó por detrás.
-Descansa un poco pequeña –dijo con voz lánguida y cansada
Desperté y fuera ya era de noche, su lengua lamia mi piel, sus dientes se clavaban en mi carne y sus labios… que rico lo hacía todo.
Me giré y besé su boca con devoción y él se dejó besar, luego devoró mi boca tomando el control de nuevo de mi deseo. Sus manos aferraron mi culo aun dolorido y me pegó a su miembro.
-Ponla dura preciosa; necesito volver a follarte antes de irme –dijo con sinceridad
Bajé a lamer su sexo, lo chupé, succioné su glande y lo dejé llenar mi boca hasta que su mano en mi nuca me instaba a más. Seguí acariciando sus pelotas, mientras su polla palpitaba en mi boca.
-Fóllame niña
No me lo pensé dos veces, me puse de pie en la cama, puse un pie a cada lado de su cuerpo y baje clavándome en esa estaca que deseaba más que nada.
Me la metí hasta el fondo y empecé a cabalgarle, hasta el fondo, profundamente, despacio pero con ese punto de dureza que ambos nos gustaban.
Ninguno de los dos apartaba la mirada, ahora si podía y quería disfrutar viendo el deseo en sus ojos, sin palabras, en silencio porque hay silencios que lo dicen todo y palabras vacías que no dicen nada. Disfrutábamos de cada intenso minuto en el que nos pertenecíamos el uno al otro sin ninguna barrera. Rodábamos en la cama, ahora volvía a bombear sobre mi cuerpo, al momento volvía a ser la amazona que le cabalgaba…
-Quiero más. ¿Te pones boca abajo? –dijo serio
-Sabes que siempre estoy dispuesta a dártelo todo, incluso cuando no pides nada…
-Eso me enloquece pequeña… junto con mil cosas más que podría asociar contigo, solo contigo.
Le miré sin hablar de nuevo y me di la vuelta, él se arrodilló detrás de mí y besó mi cuello, mi nuca, mordió mis hombros. Lamió mi espalda y llegó a mi trasero, lo abrió y siguió lamiéndome, mojándome, relajándome, metiendo su lengua en mi ano mientras metía sus dedos en mi vagina, yo me retorcía de placer. Al momento su lengua lamia ahora mi sexo y sus dedos penetraban y abrían mi culo. Sacó sus dedos y llevó su glande que empujada por dos dedos entro con dificultad, yo enterré mi cara en la almohada mientras entraba, me abría, me sodomizaba… sus dedos jugaban entre los pliegues de mi vulva, buscaron mi botoncito y fue a por él, me llevó al borde del precipicio mientras jadeaba moviéndose en mi culo, entrando y saliendo, respirando con más dificultad a cada arremetida, apreté su polla con mi esfínter y él empujó hasta el fondo, vaciándose en mi interior corriéndose y haciendo que yo también me corriera.
Nos duchamos y volvimos a la cama.
Desperté sola en la cama, ya de día. No había ruidos, sabía que él ya se había ido y sentí la soledad dentro de mí, ese espacio vacío que dejaba cuando se iba. Pero sabía que no podía permitirme caer en el riesgo de necesitarle más, porque no podía tenerle.
Arreglé la cama recordando que la última vez me había ido yo primero y le había tocado a él la tarea de volver todo a la normalidad, pensando en porque precisamente el… en el fondo sabia la respuesta y es que en el fondo lo que debería alejarnos era parte de lo que nos acercaba, éramos fanáticos de lo prohibido.
Me fui de allí sabiendo que volvería a verle muchas veces en los siguientes días, era inevitable, hablarle, a compartir con el momentos que no serían como los que acabábamos de vivir, no serían momentos de esos en los que nos olvidábamos de todo salvo esa necesidad de poseernos…
Porque en realidad somos una aventura injusta del destino, que nos puso la miel en los labios para recordarnos que no podíamos probarla y aunque somos la obsesión y la locura cuando estamos a solas, ambos sabemos que nuestros besos deben pertenecer a otras bocas y aun así no podemos evitar sentir la pasión que nos arrolla cuando nadie nos ve…