Cuando menos te lo esperas

Quería olvidarme de todos mis problemas ese fin de semana y él me ayudó a olvidar casi hasta mi nombre

Apenas podía conducir y tuve que parar antes de llegar al sitio, no podía dejar de llorar.

Aparqué en un rincón y seguí llorando desconsoladamente. ¿Cómo me había dejado embaucar por un tipejo como Alberto? Aun me hago cruces al recordar cómo empezó todo, como poco a poco mi jefe empezó a ganarse mi confianza, como fueron haciéndose más familiares entre nosotros los roces que se fueron convirtiendo en caricias, para terminar en la cama de un hotel caro y frio.

Recordé esa fría y pulcra cama de hotel desecha tras nuestros encuentros, en ella me prometía que iba a dejar a su mujer, en la que lloraba contándome lo infeliz que era con ella.

¡Mentiroso! Mil veces, todo habían sido solo promesas para acostarse conmigo.

Este fin de semana iba a ser especial, íbamos a pasar el fin de semana juntos; en vez de eso acaba de enterarme qué clase de tío era ese que pasaba tanto tiempo entre mis muslos. ese hombre que juraba amarme estaba en su despacho sobando a la nueva… si así los había pillado, ella sentada en su regazo, donde había estado tantas y tantas veces yo, disfrutando de sus manos deslizándose entre mis muslos, buscando mi sexo…

¡Tonta! Me llame mil veces en el ascensor, nunca debí creerle cuando me contó que jamás le había pasado, que era la primera… y la última… -sonrió entre mis lágrimas, que idiota puede llegar a ser una persona-.

Tomé la siguiente salida en la autopista recordando ahora con una gran sonrisa su cara al verme en la puerta, sus manos empujando a la mujer para que se levantara de su regazo e incluso la carrera que se dio persiguiéndome y la charla posterior en el hall de edificio.

-Alberto no hay nada que perdonar, en el fondo todo esto es culpa mía por no ver el gusano que eres.

-Cariño… te quiero no te vayas así.

-No vuelvas a llamarme jamás cariño y no vuelvas a decirme que me quieres jamás.

-¿Que vas hacer?

-Ahora voy a pasar el fin de semana donde iba a pasarlo… y el martes regresaré a mi trabajo. Tienes el fin de semana para olvidar cualquier cosa que pasara entre nosotros, porque cuando vuelva yo te habré olvidado completamente y seré tan solo tu empleada.

No vuelvas jamás a dirigirte a mí para nada que no sea trabajo y cuidado con que encima el haber dejado que me engañaras pudiera volverse en mi contra porque he sido buena, cariñosa, apasionada y paciente, pero no olvides que también puede ser muy mala. No volverás a joderme jamás Alberto; ¡recuérdalo jamás! Ahora vuelve a tu despacho y cuéntale tus penas a esa pobre chica que durante unos meses será tu tabla de salvación… hasta que salga el cerdo que hay en ti y busque otro manjar. Adiós Alberto

Salí de allí estirada y con toda la dignidad que conseguí reunir. La pose me duró hasta que me senté tras el volante y vi detrás la maleta con todas las cosas que había preparado para ese fin de semana.

Llegué a pequeño hotel en medio de la naturaleza.

Me había enamorado del lugar nada más ver las fotos en internet… parecía un gran castillo de piedra en medio de un valle verde rodeado de naturaleza… las habitaciones eran de lo más lujosas hasta con jacuzzi privado en la terracita exterior cubierta de cristal, en medio de ese encantador paraje donde nadie podía verte disfrutar del calor de sus burbujas con tu pareja… solo que yo ya no tenía pareja.

Aun así pensaba disfrutar de todos los servicios de spa que habíamos encargado junto con la habitación.

Mientras me vestía para bajar a cenar sonó el móvil, mire las mil llamadas sin contestar y sonó de nuevo, esta vez un mensaje.

“Elena perdóname, ha sido un desliz. Te quiero a ti, ella no significa nada. No puedes dejarme”

Claro que podía y por supuesto lo haría, llevaba meses sospechando de sus escarceos ya me costaba esperar a que se decidiera a divorciarse… y eso me había abierto los ojos, jamás lo haría, yo sería siempre la otra.

Dejé el móvil en el fondo de mi bolso y baje a cenar.

-¿Es usted la señorita Fernández?

-Sí, ¿porque?

-Acompáñeme

El señor de uniforme me llevó entre las mesas y paró justo al lado de una ocupada por un señor que nos daba la espalda.

El hombre se giró al sentir nuestra presencia, me quede helada, era el suegro de Alberto. Era el dueño de mi empresa y aunque no ejercía le había visto muchas veces por allí.

-Hola señorita Fernández, tome asiento… por favor. –Intentó ser cortes aunque se veía a la legua que no estaba allí por placer-

-¿Por qué? –Pregunte retándole con la mirada-

-Porque se su historia con mi yerno y me gustaría discutir un par de temas

Me senté aunque de mal gusto, no era dada a dar espectáculos y ya nos miraban varias personas en el salón.

-Esa historia ya no existe

-Lo sé, pero quiero asegurarme que está terminada del todo

-¿Quién le manda?

-Nadie, me enteré por casualidad y quería ofrecerle una salida. ¿Cuánto dinero necesitaría darle para que desapareciera de escena?

-Señor se equivoca, no soy una puta.  –dije levantándome para irme-

El me agarró del codo y me pidió que me quedara, yo miré a ambos lados y me senté de nuevo.

-No quiero dejar mi puesto, me costó mucho llegar, pero puede estar tranquilo no volveré a caer en sus garras.

-Siento lo de antes, quiero que entienda que no la culpo, usted no está casada

-Pero sabía que él lo estaba –dije arrepentida-

Poco a poco fui relajándome y al final le conté a ese hombre como paso todo; en los postres me parecía increíble lo fácil que era hablar con un extraño de cosas tan privadas. El escuchaba atentamente y contestaba a mis dudas pausadamente. Así fue como descubrí que antes que yo hubo al menos tres más. Siempre chicas del mismo trabajo y ante los morros de su mujer, que había perdonado las otras infidelidades. Por eso el padre sospechaba que también perdonaría esta.

-No sé cómo mi hija puede ser tan blanda con él…

-Sabe que teclas tocar…-le dije con rabia al oír de nuevo el teléfono-

-¿Es el verdad? –pregunto al oírlo también-

-Supongo

-Me gusta su determinación, señorita Fernández. Ciertamente me ha sorprendido, es usted diferente

-Elena, me llamo Elena

-Rodrigo –contestó tendiéndome la mano-

Estreché esa mano sintiéndome a gusto con ese hombre, que tendría unos cincuenta y cinco años, estaba tan relajada con el vinito de la cena, la conversación personal y el lugar que empezaba a pensar que era un hombre muy atractivo.

Para cuando terminamos con los postres y el café, ya me molestaba que la noche terminara, por eso cuando me ofreció tomar una copa en el bar acepté.

Allí seguimos hablando. Una hora después salíamos juntos del bar.

De camino a las habitaciones sonó mi teléfono de nuevo, esta vez el simplemente hizo una mueca parecida a una sonrisa.

Nos despedimos en la puerta de mi habitación y al entrar miré el móvil; otro mensaje:

“nena no hagas ninguna tontería, deja que te explique, hablemos sobre lo ocurrido”

Me indignó de nuevo que para él no tuviera importancia y me tratara como una niña con una simple rabieta.

Abrí la puerta que daba a un solárium acristalado donde estaba el jacuzzi, miré a ambos lados y parecía estar en medio de la naturaleza.

Me desnudé allí mismo y me metí en el jacuzzi caliente, programé las burbujas y me sumergí. Enseguida las burbujas relajaron mis músculos y excitaron mi piel… pensé en ese hombre que estaría a unos metros metiéndose en la cama.

Oí un ruido y agudicé el oído… eran unos nudillos golpeando mi puerta, cogí el albornoz y sin secarme lo até a mi cintura y fui a abrir sabiendo quien era.

-Hola Elena, no podía dormir y he pensado que a lo mejor tu tampoco –dijo enseñándome una botella de champan y dos copas- ¿tomamos la última?

Me aparté y entró esperando detrás de mí a que le guiara, le llevé al solárium donde dejó la cubitera y abrió la botella mientras me sentaba en una de las dos sillas que había junto al jacuzzi en una mesita.

Él se sentó en la otra tras servir. Cogí la copa y dejé que el frio y burbujeante líquido bajara por mi garganta haciéndome cosquillas.

Crucé la pierna y el albornoz se abrió, su mirada se dirigió a mi muslo desnudo y sin apartarla dio otro sorbo a su copa.

No intentó ocultar el deseo en su mirada, pero tampoco intentó acercarse, ni hacer nada salvo mirarme con una intensidad que hizo que los pelillos de mi nuca se erizaran.

-¿Estabas dándote un baño? –su voz me hipnotizaba y me parecía súper sexi-

-Sí, me encanta.

-Siento haberte privado de ese placer, ahora me siento culpable, si lo prefieres me voy        –dijo con sinceridad-

Su frase me sonó a última oportunidad para escapar de esos ojos que me quemaban, pero ya no tenía escapatoria. Estaba totalmente dispuesta a sucumbir a sus deseos desde hacía… no sé cuánto tiempo, no sé cuándo dejamos de discutir para charlar amigablemente, ni siquiera sé cuándo dejamos de charlas amigablemente para empezar a seducirnos… solo sé que deseaba a ese hombre ahora.

-Quédate –le dije poniéndome en pie-

El bebió y recorrió de nuevo mi cuerpo con su ardiente mirada, desde mis pies desnudos hasta mis ojos. Mientras yo lleve mis manos al cinturón, lo desabroché y abrí el albornoz.

El siguió devorándome sin prisas. Lo abrí y dejé que resbalara por mis hombros… cayó al suelo.

Volvió a clavar sus ojos en los míos. Tras unos segundos de intensidad, me dirigí al jacuzzi despacio mientras él miraba mi culo.

Aun no me había tocado y estaba de lo más excitada… me sumergí en el agua después de decirle:

-¿Te apetece un baño?

No contestó, se levantó, se desnudó y entro detrás de mí, se sentó y apoyó mi espalda en su pecho, sentí su sexo en mis riñones, duro y palpitante.

Suspiró al llevar sus manos a mis pechos que sobresalían del agua y los acarició mientras suspiraba.

-Que suave es tu piel Elena… esto es una maravillosa locura…

Sus dedos buscaron mis pezones y los pellizcó y los frotó excitándolos, endureciéndose estos bajo sus dedos mientras yo ya jadeaba sintiendo sus caricias, las burbujas y su cuerpo caliente detrás del mío, su polla palpitaba…

Eché la cabeza hacia atrás apoyándome en su hombro, bajó la cabeza y me besó por primera vez, sus labios tibios se adueñaron de los míos antes de que su lengua explorara mi boca.

Dos minutos después sus manos amasaban mis tetas mientras sus dientes me mordisqueaban.

Estaba caliente, quería más y más me dio.

Las manos ahora bajaban por mi vientre, se metían en el agua buscando mi sexo, abriéndolo con dos dedos, acariciándome íntimamente sin dejar de morderme.

-Que caliente esta tu coño Elena, ¿sientes mi polla? –Oírle hablar así me puso a mil-

-Si –dije sintiendo como sus dedos se adentraban en mi vagina-

Entraba y salía con dos dedos, añadió un tercero y los movía dentro llevándome al borde del abismo, me precipité al vacío sin red y me corrí. Mientras atrapaba con su boca mis gemidos, sin dejar de mover los dedos en mi interior.

-Si Elena córrete; que placer sentir tú humedad en mis dedos. Me muero por sentirla en mi polla.

No podía más, necesitaba tenerle dentro. Sacó los dedos y girándome me sentó colocando su polla entre ambos, esta rozaba mi pubis.

Colocó una mano en mi nuca y volvió a besarme mientras con su otra mano empujó su polla buscando la entrada, sentí el glande en mi hendidura, en mi entrada… un empujón más y me penetró.

De nuevo su boca atrapó mis suspiros y mis jadeos mientras sus dedos acariciaban mi nuca, yo estaba en el cielo… aunque ahora parecía más el infierno por el calor que sentía en mi interior.

Dejó de acariciar mi nuca y con las dos manos me agarró el trasero acercándome, moviéndome, alejándome… Dios que rico…

-Elena necesito que te corras, quiero sentirlo ahora en mi polla

Apretó más, subió sus caderas, bajé las mías y me corrí de nuevo.

-Me encanta como me  aprietas–dijo lamiendo mis labios-

Cuando cesó mi orgasmo me colocó de rodillas en el asiento.

-Agárrate al borde y sube el culo –dijo poniéndose detrás de mí-

Separo mis piernas más y me penetro, el ataque fue tan asolador que tuve que morderme los labios para no gritar. Una vez dentro empezó a manosear mis nalgas mientras me decía al oído.

-¿Te gusta así Elena, te gusta cómo te poseo?

Apenas podía asentir con la cabeza mientras el arremetía cada vez más adentro, cada vez más fuerte. Yo jadeaba loca por que siguiera, porque no parara nunca. Y así llegó de nuevo otro orgasmo que me sacudió, mis espasmos apretaban su polla. (Nunca me había corrido tantas veces)

Puso una mano plana en mi espalda y sacando la polla dio un alarido animal mientras notaba un chorro de semen sobre mi trasero, un segundo en mi espalda y de nuevo sobre mi trasero. Rodrigo  gemía y jadeaba con la respiración entrecortada tras su orgasmo.

Nos sumergimos en el agua; luego me ayudó a salir, me secó con una toalla enorme y me llevó de la mano a los pies de la cama, tiró del edredón y me tumbó en el centro, durante unos minutos paso sus dedos por mi hendidura húmeda, hasta que separé las piernas para facilitarle el acceso. Él se arrodillo ante mí y puso su boca sobre mi pubis. Lo mordió. Cuando sintió que vibraba de placer, con sus dedos abrió mis labios vaginales y metió su boca entre mis piernas, jadee. Su boca era impetuosa, y cuando chupó mi clítoris con deleite, solo pude jadear y disfrutar con lo que me hacia ese sorprendente hombre.

Desperté sin saber dónde estaba.

El ruido de la ducha me recordó lo sucedido la noche anterior y tras estirar mis doloridos músculos fui hacia el baño.

El me miró bajo el chorro del agua y extendiendo la mano me invito a entrar.

Nada más acercarme, tiró de mí y pegó mi cuerpo al suyo. Después de frotarnos unos minutos me arrodillé en la ducha y agarrando su polla con mimo empecé a acariciarla ante de llevarla a mi boca, note como él se agarraba a los grifos y jadeaba cada vez que mi lengua paseaba por su capullo antes de introducirlo por completo en mi boca una y otra vez mientras acariciaba sus testículos.

-Elena… tienes que parar de hacer eso.

-No voy a parar, quiero saborearte

Succioné más fuerte y sus manos apretaron mi cabeza mientras sus caderas se apretaban a mí y sus piernas temblaban mientras se ponía rígido antes de vaciarse en mi boca.

Seguí lamiendo hasta la última gota de su semen espeso y caliente. Luego me incorporé y dejé que el frotara y llenara mi cuerpo de espuma.

Nos despedimos un rato después, yo bajé a darme unos tratamientos que tenía programados y al acabar subí a cambiarme para la comida, no sabía que me seguiría deparando el fin de semana pero había empezado sensacional, me sentía pletórica.

Cuando el mismo camarero me volvió a llevar a su mesa.

-Hola Elena ¿qué tal tu mañana de mimos?

-No ha sido mejor que mi noche

Su sonrisa pícara me excitó, su mano en mi rodilla me calentó recordándome las sensaciones de la noche anterior.

Su mano subió lentamente por mis muslos desnudos y llego a mi braga, empujó sus dedos y acercando su boca a mi oído me dijo.

-Estas muy mojada, me vuelves loco Elena.

No apartó la mano ni cuando el camarero trajo los platos, cuando este se retiró sus dedos apartaron mi braguita mientras volvía a acercarse a mi oído.

-Separa las piernas Elena

Lo hice al instante sintiendo como uno de sus dedos me penetraba, miré el plato  para que nadie se diera cuenta, pero cuando añadió un segundo dedo tuve que morder mis labios para no chillar. Empezó a moverlos dentro y fuera de mi sexo mientras sentía una ola de calor recorrer mi cuerpo. Cuando añadió un tercer dedo y me penetró hasta el fondo quedándose quieto estalló un maravilloso orgasmo que recorrió mi cuerpo.

-Muy bien Elena me encanta darte placer. Ahora come.

Pasamos la tarde en la sauna, rozándonos, calentándonos con caricias inocentes.

Me puse un vestido negro hasta los tobillos y cuando paso a recogerme, silbó complacido al verme.

-Estas preciosa Elena, pasaré toda la noche deseando subirte ese vestido para follarte con el puesto, mientras apartó todos los moscones que intenten lo mismo.

-Tienes ventaja, yo solo deseo que seas tú quien me folle.

-Vámonos antes de que me arrepienta.

Al final de la cena creí que volvía a llevarme al bar, pero cogiéndome del brazo me llevó al ascensor. Una vez dentro se apoyó en la pared más lejana de mí.

-Llevo todo el día recordando tus labios recorriendo mi polla y me está volviendo loco el deseo de follarte.

Como la noche anterior me excitaba muchísimo que me hablara así, tan descarnadamente, con esa pasión desnuda…

Entramos en la habitación y nada más cerrar la puerta se acercó un poco.

-No te muevas por favor.

Se arrodilló ante mí y metiendo la mano bajo mi vestido sin subirlo bajó mis bragas y me las quito. Luego se incorporó y lentamente subió mi vestido mirando mis piernas, mis muslos, mi pubis…

-Agárralo –dijo tras subirlo a mi cintura-

Metió sus manos entre mis piernas y mientras bajó a lamer mis labios, empezó lentamente a masturbarme, sus dedos separaron los labios de mi vagina y pronto me penetraron como en la comida.

-Estas siempre tan mojada Elena…

Se arrodilló ante mí y acerco sus labios, sacó su lengua y la pasó por mi hendidura, en esa postura no podía lamerla toda pero verle de rodillas entre mí me excitaba muchísimo. Agarré el vestido con una mano mientras con la otra tiraba de su pelo apretando mis caderas a su cara. El me agarró de los glúteos y consiguió meter lo suficiente su lengua como para golpear mi clítoris varias veces hasta que me corrí allí mismo.

Luego me llevo a la cama y desde atrás me desnudó mientras acariciaba mis pechos y besaba mi nuca, mis hombros y subía por mi cuello con su lengua.

-Ponte de rodillas Elena, me has provocado todo el día y voy a follarte como tu cuerpo lleva pidiéndome todo el día.

Obedecí y cuando estaba de rodillas me empujo hasta que caí hacia adelante, mis manos se apoyaron al colchón y el siguió besando mi nuca, mi espalda y mi trasero. Separó mis glúteos con sus manos y sentí su lengua en mi ano. Agarré las sabanas con fuerzas cuando sentí el placer de esa lengua húmeda allí, lamiéndome con devoción. Jamás había sentido nada parecido y todo mi cuerpo estaba en tensión cuando el agarrando su polla y tras pasearla por mi hendidura penetró en mi vagina.

Gemí al sentirme llena, note sus testículos golpear por la profundidad de la penetración. Me encantaba que me follara así.

Empezó a moverse y yo le seguí con mis caderas hasta que al borde de un nuevo orgasmo sentí una presión en mi ano, un dolorcillo raro y un empujón más y su dedo me había penetrado por detrás. No dejaba de mover su polla rozando las paredes de mi vagina y así olvide ese dedo que dilataba mi culito dolorido camuflando ese dolor con el placer que me estaba proporcionando. Poco a poca las sensaciones se difuminaron y ya solo sabía que no quería que parara.

-¿Te gusta Elena?

-Sí, mucho

-Pues mueve las caderas, fóllate mi polla para que yo pueda follarme tu culito.

Moví las caderas sintiéndolo, añadió un segundo dedo y la sensación se incrementó, primero escozor pero poco a poco de nuevo el placer me invadió. Arañaba el colchón desesperara por llegar al límite… y llegué de nuevo entre jadeos mientras el sacaba lentamente los tres dedos que abrían mi ano, sacó la polla de mi vagina y con esta lubricada de mis jugos la llevó donde sus dedos, empujando lentamente su cabeza gorda quería entrar. Intenté relajarme a pesar del dolor mientras el poco a poco fue metiéndomela, tranquilo, muy despacio me penetró completamente, sentí dolor, escozor y algo no conocido.

Se quedó quieto unos segundo y poco a poco empezó a moverse, salía un poco y entraba de nuevo… jadeaba fuerte, sudaba y sabía que estaba al borde.

-Elena que rico, que placer follarte así.

Siguió moviéndose y poco a poco cedió el dolor y esa rara sensación se apodero de mí, empezando a sentir un placer enorme.

-Acaríciate para mi Elena, enséñame como te masturbas mientras te follo preciosa.

Lo hice, friccioné mi clítoris oyendo sus jadeos, sus gemidos…

-Elena no aguanto más… así mi niña córrete conmigo

Clavo sus dedos en mi cintura y su cuerpo se tensó.

Empecé a correrme cuando sentí un potente chorro de semen en mis entrañas.

Caímos rendidos en la cama con las respiraciones entrecortadas y superaros por el placer de nuestros orgasmos apoteósicos.

-Elena ¿dónde nos lleva esto?

-No lo sé, no quiero pensarlo… solo quiero sentirlo… ya pensaremos el lunes.

-Tienes razón mi niña, descansemos un poco –dijo con una sonrisa en los labios-

Ya pensaríamos el lunes, ahora teníamos aun un placentero día antes de volver a la realidad de nuestras vidas.