Cuando me follé al profesor de Educación Física
"Cuando ya vi que iba a correrme me quité el condón, me senté en la cama y le dije que se subiera para cabalgar mirándome a la cara."
Lo que os cuento en este relato sucedió en un campamento al que fui de excursión con mi instituto. Nos acompañaban los profesores de Educación Física. Eran tres: Mercedes, José y Edu. Este último era un hombre de unos treinta y tantos años. Estaba buenísimo porque iba al gimnasio y tal. En resumen, era el típico tío con tableta y unos bíceps más grandes que su cabeza. En aquel entonces acababa yo de cumplir 18 años.
A este campamento íbamos todos los de mi curso. Nos dividirían a los tíos en unas cabañas y a las tías en otras, con tal de que no follásemos hacían cualquier cosa. En cada cabaña dormiríamos 16 chicos en literas de a dos. Entre nosotros nos llevábamos bastante bien. La verdad es que la experiencia sexual que tuvimos todos en los vestuarios del instituto dos meses antes nos había unido más, pero ya eso lo dejo para otro relato.
Los profesores se dividieron de la siguiente manera: Mercedes se quedaría con las tías, Edu con nosotros, y José se encargaría junto con el personal del campamento de organizar las actividades que haríamos allí. El primer día fue entretenido. Hicimos bastantes cosas relacionadas con el deporte en la naturaleza y tal. Por la noche le pedí permiso a Edu para poder quedarme en la cabaña la mañana siguiente, ya que iban a hacer actividades en el agua con piraguas y tal, y a mí eso no me interesaba en absoluto. Me dijo que sin problema podía quedarme. Yo tenía pensado hacer algo de fitness en la habitación, ya que era lo bastante grande.
Por la mañana me desperté “con la tienda de campaña puesta” (nunca mejor dicho, porque era un campamento). Me bajé los calzoncillos, que era lo único con lo que dormía, y me empecé a pajear en mi litera. Ninguno de mis compañeros le dio mayor importancia ya que éramos como hermanos en realidad. Se empezaron ellos a vestir y a prepararse para salir ya a las actividades, y llegó Edu para pasar lista. No me importó que el profesor entrase en absoluto y seguí a lo mío. Al fin y al cabo él tenía lo mismo que yo entre las piernas.
Y pues mis compañeros se fueron ya para empezar el día en la mierda esa de las piraguas. Mercedes y José serían los que acompañarían a todos, chicos y chicas, mientras que Edu casualmente se quedaría por donde las cabañas (ya podéis imaginar por donde va a cosa, jajaja).
Al quedarnos solos entró para ver si estaba todo en orden en la cabaña y tal mientras yo seguía masturbándome, inmerso en mis pensamientos más guarros. Edu llevaba una camiseta de tirantes, unos shorts de estos de ir a correr y unas zapatillas súper guapas de marca sobre calcetines blancos que le llegaban hasta un poco antes de las rodillas, fetiche mío.
Me preguntó si le molestaba que entrase. Le dije que no, que en absoluto, y el tío entro. Sus pectorales no eran de este mundo, Dios. Puede que a algunos os parezca una falta de respeto pajearse delante de un profesor, pero tenéis que comprender que con Edu teníamos muchísima confianza.
-¿Aprovechando ya la mañana, eh? -me dijo el cabrón.
-Jajaja, sí –respondí.
-Cuando tenía tu edad también me las hacía a todas horas.
Yo estaba ya para correrme por la conversación con ese hombre cuando me di cuenta de que él llevaba un empalme del carajo. Me quedé súper impactado en ese momento. Edu se puso a comprobar que todo en las literas estaba en orden hasta que llegó a la mía.
-¿Puedo subir? –me preguntó.
-Venga, sube.
Entonces subió por las escaleritas de la litera y se sentó al lado mío. Yo no paré de masturbarme en ningún momento.
-Te sugiero que eches un poquito de saliva. Sientes más gusto.
-¿Sí? –dije yo haciéndome el tonto.
En ese instante dejo caer saliva suya sobre mi rabo. Estaba claro: todo era una declaración indecente.
-Pues es verdad, mucho mejor así –aseguré yo.
-¿Sabes qué es mejor que una paja? Una buena mamada.
-Pues adelante –le dije yo señalándome la polla.
Acto seguido se metió todo mi rabo en la boca. Me sorprendió mucho que se lo metiese hasta el fondo del tirón. Yo empujaba su cabeza hacia mí hasta que le daban arcadas. Me encanta eso. Su nariz estaba hundida en mi vello púbico. Yo me lo dejo crecer desde el ombligo hasta donde empieza la polla y me depilo el de los huevos y el del nabo.
-¿Cierro la puerta? –me preguntó él sacándose mi rabo de la boca un momento.
-Déjala abierta. Pone más si sabemos que nos pueden pillar en cualquier momento.
-Pues también es verdad.
A continuación se quitó la ropa dejándose solo los calcetines y las zapatillas. Ahora me tocaba a mí bajar a los infiernos. Le hice una mamada de esas que yo me sé. Su polla era grande, oscurita y venosa. Se depilaba como yo pero él se lo dejaba más corto. Le comí los huevos con ganas, la verdad. Eran gorditos y oscuros, haciendo juego con su rabo.
Cuando me cansé de chupar le dije que se pusiese en cuatro, que lo iba a dilatar. Él obedeció y yo me puse con mi misión de mamarle y prepararle el agujero. La brisa que entraba por la puerta abierta era muy apacible. Esta, junto a los gemidos que daba el Edu por mis lameteos, me hacía pensar que estaba en el cielo.
Estando ya su ano dilatado, me dispuse a metérsela a mi profesor. Él me detuvo y me dijo que tenía condones en su cabaña.
-¿Vas a ir ahora? –pregunté yo.
-Vuelvo enseguida.
El muy loco salió desnudo de mi cabaña corriendo hacia la suya, que estaba justo al lado. Yo lo veía por la ventana y no daba crédito. Fue todo muy surrealista. Por suerte o por desgracia no lo vio nadie (o eso creímos). Volvió bastante rápido a decir verdad. Yo la seguía teniendo dura por haber estado viendo ese culo atlético corriendo. Edu tenía lo que se llama un “bubble butt”. Tenía en el cachete izquierdo del culo un tatuaje que decía “Fóllame, papi”. Pues eso hice.
Me puso el condón con la boca y empecé a penetrarlo. Empecé con embestidas cada dos segundos para luego seguir más continuado y suave. Edu jadeaba de dolor. Por lo que luego me contó, era bisexual y no lo había hecho con muchos hombres, por lo que no lo tenía muy abierto todavía.
Lo que ya he contado fue a perrito, luego cambiamos a misionero. Fue ahí cuando nos comimos toda la boca. Hicimos también un 69, y finalmente nos fuimos a la litera de abajo para hacerle un “face fuck”. Su cabeza sobresalía un poco del borde de la cama. Fue muy gracioso porque yo lo veía al revés y mis cojones rebotaban sobre tu nariz.
Cuando ya vi que iba a correrme me quité el condón, me senté en la cama y le dije que se subiera para cabalgar mirándome a la cara. Acabamos con un “cream pie” muy rico. Me limpió con la lengua el rabo y nos besamos ya más calmados. Increíble que todo fue con la puerta abierta y nosotros gimiendo y jadeando en todo momento. Le hice yo una manualidad hasta que él se corrió. Me lo tragué y ya sí que estábamos listos.
Nos vestimos y le pregunté si quería entrenar conmigo después de desayunar. Me dijo que claro que sí y nos fuimos a la cafetería.
Otro día ya os cuento qué pasó entre él y yo al día siguiente, solo que esa vez se unió también José, el otro profesor. Y también os tengo que contar lo de los vestuarios del instituto, así que nos vemos pronto.