Cuando me comi a la putita de mi compañera
Inmediatamente le empecé a quitar la blusa y descubrí esos senos hermosos, los lamí y los apreté para sentirlos al máximo, ahí me di cuenta que eso la volvía loca. No dejé de apretarlos ni por un momento, mientras besaba su cuello y su boca.
Fue hace un poco más de dos años, cuando organizamos con los compañeros del trabajo un paseo de integración que para mí resultó muy bien.
En ese momento tenía 30 años y ella tenía 22. Su nombre es, … bueno no les puedo decir el nombre, pero lo que les puedo decir que ella es una pequeña delicia, con grandes senos, redondos y duros. Están coronados por unas magníficas areolas de un color claro y unos pezones perfectos. Ni muy grandes, ni muy pequeños; eso sí, muy sensibles y saben hacer notar cada grado de excitación de su dueña.
Toda su piel es de un blanco perfecto, muy suave. Cabello negro a la altura de los hombros, piernas hermosas que tienen el don de abrirse para mí cada vez que lo deseo. Y no les puedo describir la perfección del conjunto que forman su cintura, caderas y nalgas. Tomarla fuerte de la cintura cuando está de perrito en cuatro patas, esperando que mi pene entre en su vagina y sentir ese culo perfecto encajando en mi pelvis; es una de las más grandes sensaciones de placer que he podido sentir en toda mi vida.
Pero lo mejor de todo es su aroma; no sé si pueda describirlo para acercarlos si quiera un poco a todas las sensaciones que produce en mí. Es un aroma a hembra en celo. Un olor tan delicado y a la vez de una presencia fuerte que sólo se nota si estás muy cerca de ella. Tan cerca como para besarla en el cuello y arrancar un gemido de su boca, apenas audible en un mar de silencio. Pero cuando notas ese olor, no puedes quitar de tu cabeza la idea de aparearte con ella.
Esa mujer que acabo de describir, es la misma que fue al paseo de la oficina hace dos años y pasó desapercibida para muchos, que aunque sabían que tenía lo suyo, estaban ocupados tratando de conquistar a las que se suponía, eran las más bonitas del departamento. ¡ Suerte para mí !.
En el paseo todo transcurrió como siempre de manera normal, llegamos a una finca que habíamos alquilado con anticipación. Nos repartimos en habitaciones de tal manera que quedaran sólo mujeres ó sólo hombres en ellas, para evitar “inconvenientes” ó envidias si somos sinceros.
Estuvimos toda la tarde en la piscina, siempre el grupo hacía la misma actividad para integrarnos, jugamos balón-mano, charlábamos y picábamos uno que otro pasa bocas.
Caída la tarde empezamos a ponernos en ambiente de rumba, unos bebiendo aguardiente y otros whisky mientras charlábamos en la piscina. Pasado un rato el licor empezó a hacer efecto en todos. Los chistes empezaron a subir de tono, él intercambio de miradas y las caricias - sin querer - empezaron a hacerse frecuentes; en fin, un ambiente perfecto para hacer todo lo que alguna vez sólo se pensó.
Decidimos en ese momento ir a bailar a una zona de bares que quedaba cerca de allí y todos fuimos a bañarnos y cambiarnos. Como es de suponer, ya en los cuartos empezamos a hablar de lo bien que estaba cada una de ellas. Yo no hice mucho énfasis en ninguna, pues la verdad no pasaba por mi mente que llegara a pasar algo aquella noche con alguna de mis compañeras por lo pequeño de la finca y la distribución que se había hecho de los cuartos.
Como era de esperarse ellas tardaron el doble de tiempo en estar listas para salir, pero la espera valió la pena. Todas sin excepción llevaban faldas cortas y camisillas que dejaban muy poco… o mejor, todo a la imaginación.
Fuimos al bar y allí pedimos licor para todos, aunque muy pocos querían ya que el viaje y el día en la piscina los había agotado.
El sitio era de lo más común, sillas y mesas a los extremos, dos pistas de baile y eso sí, mucha, mucha gente.
En el sitio hacía un calor infernal, todos sudábamos y muchos salían del sitio a sentir un poco de aire fresco.
En medio de este ambiente empecé a bailar con mis compañeras, pero como ya lo había dicho, en la piscina hubo cruces de miradas que se convirtieron en bailes más sensuales en la pista de baile.
Fue en ese momento cuando comenzó la diversión para mí, mi compañera llevaba una falda más corta que las de las demás que le impedía dar vueltas al bailar por el gran espectáculo que le daba a los presentes. Así que esa fue la excusa perfecta para bailar muy muy juntos a pesar del calor. No perdí oportunidad para que sintiera lo excitado que estaba y cuando el ritmo me ayudaba, pegaba su cuerpo a mi miembro y sentía como su respiración era más agitada.
Otros de mis compañeros estaban en la misma situación, cada quien con cada cual; pero la gran mayoría ya estaba en la mesa víctima del cansancio.
Como soy buen bebedor, entre baile y baile me acercaba a la mesa y tomaba varios tragos antes de volver a la pista. Eso ayudo a que nadie se diera cuenta de lo bien que la estaba pasando mientras bailaba pues me veían más seguido que a los otros, haciendo que las sospechas recayeran en los demás.
Eran ya más de las tres de la mañana cuando decidieron que regresáramos a descansar a la casa, lo que en realidad no me gusto pues estaba en pleno baile; con ella dándome la espalda y yo muy pegado a ella bailando un reggaetón suavemente.
Estuve andando todo el camino de regreso pensando lo bien que la hubiera pasado si sólo estuviéramos los dos, pero no tenía más remedio que aceptar la realidad y volver con todos a la casa, aunque no sentía nada de cansancio y el licor apenas empezaba a embriagarme.
Llegamos a la casa y muchos decidieron acostarse inmediatamente, así que cada quien para su cuarto. Un grupo de unos seis decidimos tomar otra cerveza antes de hacerlo, entre ellos estaba mi compañera.
Uno a uno fueron a la cama a medida que acababan su cerveza, mi compañera fue una de ellas. Sólo quedábamos dos y decidí tomar otra cerveza, mi compañero no quería más y se fue a la cama.
En el momento en que abría la nevera, escuche la voz de mi compañero diciéndole a alguien que sólo quedaba yo por acostarme, y que si quería que me acompañara un rato. No tenía idea a quien se lo había dicho pero igual pensé que era una buena idea para terminar esa última cerveza.
Al volver a la sala, la encontré a ella. Seguía con aquella falda corta y estaba sentada en el sofá, dejando el espacio suficiente para que yo me sentara al lado.
La miré, sonreímos le ofrecí una cerveza y la rechazo. Le pregunté porque había vuelto y me dijo que todavía tenía mucho calor y el cuarto estaba aún más caliente que la sala en donde estábamos.
Eso me gusto, pero me preocupé pues cabía la posibilidad de que alguien estuviera despierto y pudiera escucharnos si llegara a pasar algo. Lo último que quería era problemas en el trabajo pues llevaba realmente poco tiempo allí al igual que ella. Así que decidí sentarme pero no en el sofá, sino en la silla que quedaba al lado. Manteniendo cierta distancia entre los dos.
Cuando me senté me dijo: siéntate a mi lado, yo no muerdo.
Le respondí mirándola a los ojos: Yo sí, y si no te vas a acostar en este momento, no respondo por lo que te pueda pasar.
Me miro y no musito palabra alguna. En sus ojos vi indecisión pero también una gran lujuria. Creo que en gran parte porque no esperaba esa respuesta. Así que sin pensarlo dos veces me levanté de la silla, la tomé de la mano y la guíe por unas escaleras que conducían al segundo piso de la sala, en donde había una pequeña habitación que solamente tenía una mesa de billar.
Al llegar arriba me giré, la bese y la acerqué a la mesa de billar. No perdí un segundo y toque ese hermoso culo, metiendo mi mano bajo esa falda y sintiendo ese pequeño hilo que dejaba al contacto toda esa hermosa piel que hoy me sigue volviendo loco.
Con mi otra mano empecé a tocar esos enormes senos, y en realidad son enormes. Sentí como sus pezones se endurecían cada vez más. Decidí quitarme la camiseta polo que llevaba para darle más confianza y excitarla aún más, pues ya la había visto detallando en la piscina mi abdomen y mi pecho, que en realidad es atlético y le encanta.
Inmediatamente le empecé a quitar la blusa y descubrí esos senos hermosos, los lamí y los apreté para sentirlos al máximo, ahí me di cuenta que eso la volvía loca. No dejé de apretarlos ni por un momento, mientras besaba su cuello y su boca. Ya no aguantaba más. El olor de su cuerpo me tenía loco y quería penetrarla ya, así que me agache despacio y mientras besaba su cuerpo al bajar, pasaba mis manos fuertemente por el costado de sus senos, haciéndola vibrar con cada beso, primero el pecho, el estómago, el ombligo y el paraíso.
Metí mis manos por su falda, tocando todo su trasero y con los dedos deslicé esa tanga hacia sus rodillas. No la baje toda para hacerla hervir en deseo. Mientras tanto empecé a lamer su sexo, teniendo mucho cuidado de no dejar un solo espacio sin que sintiera el roce y la humedad de mi lengua. Y mientras recorría toda la extensión de sus labios detallaba el aroma de sus fluidos, delicioso!. En para ese momento estaba completamente húmeda y podía hacer lo que quisiera con ella. Metí mi dedo anular para comprobarlo y se estremeció al sentirlo adentro, apretó fuerte sus piernas lo que me indicó que posiblemente estaba en medio de un orgasmo, corto pero delicioso.
Me levanté y me quite la pantaloneta que tenía, veía en su cara las ganas que tenía de sentir mi verga adentro suyo, así que la levanté e hice que quedara sentada al borde de la mesa de billar. Baje completamente sus tangas y las quite, ella quedo vestida solamente con la falda. Metí de un sólo golpe mi pene. Entro suavemente y ella dejo salir un gemido de satisfacción. La folle como quise, le apretaba con las manos el culo y lo atraía hacía mi al tiempo que movía con fuerza mi cadera para penetrarla y meterle todo mi pene. Ella agradecía cada embestida con una cara de placer inimaginable, con los labios entre abiertos y la mirada perdida, poniendo sus ojos en blanco y haciendo gestos que no se pueden diferenciar entre placer y dolor. Cuando me aseguré de que hubiera tenido un orgasmo, la alcé de las nalgas y la penetré de pie, ella se sostenía con sus brazos alrededor de mi cuello y podía ver el dulce ritmo de sus senos al acompañar cada penetración que le hacía. Sentí como corrían cada vez más sus fluidos por mi verga y caían en gotas al piso. Eso me excitaba más y la penetraba con más fuerza, levantándola con mis manos en sus nalgas y dejándola caer para que fuera su propio peso el que embistiera mi pene y lo sintiera mucho más adentro.
Sintió otro orgasmo, sentí que sus brazos se soltaban de mi cuello y la dejé de pie frente a mí, indefensa, sin fuerza en las piernas por el orgasmo que acababa de tener. La besé y metí mi dedo de nuevo en su vágina. No quería que se cerrara. Todavía quería aprovecharme del cuerpo hermoso de esa puta tan rica que tenía, y que no sabía si podría volver a usar.
Hice que se arrodillara y puse mi pene en su boca. Sin palabras. Nunca me habían dado una mamada tan deliciosa en la vida. Me sentí en la gloria. No podía controlarme, me temblaban las piernas y sentía que me iba a venir en su boca, pero no quería hacerlo todavía. Quería penetrarla aún más.
Sentía que su lengua rozaba mi glande dentro de su boca, lo hacía lento pero firme, sabía el punto exacto que tenía que magrear para enloquecer a cualquier hombre. Pero en ese momento el afortunado era yo. Tuve que poner todo de mi para no venirme y lo conseguí. Saqué mi pene de su boca (lo que no le gustó mucho) e hice que se pusiera en cuatro. Que espectáculo, y que culo. Firme, con forma de durazno, no muy grande… lo suficiente para enloquecerme...
Lamí mi mano completa y la pase por lo largo de su vágina. La sentí caliente y jugosa. Y la penetre fuerte. Le encanto. Se movía desenfrenadamente y luchábamos para no hacer ruido y despertar a los que estaban en sus cuartos. Cada vez la embestía con más fuerza y ella más se agitaba. Me di cuenta que frente a mi tenía a una gran puta multi orgásmica que iba a aprovechar al máximo.
Manoseaba sus tetas y la penetraba, la tomaba del cabello fuerte y se enloquecía, hacía un ruido que era una mezcla de gemido y rugido como si estuviera despertando un animal de su interior. Cuando no tenía mis manos en sus tetas, ella las tenía, frotaba sus pezones y los apretaba con todas sus fuerzas cada vez que sentía un orgasmo.
No pude resistirme más y mientras la penetraba vi como se dilataba por la excitación su ano, así que espere a que llegara de nuevo y metí sin aviso mi pene en su culo, lentamente pero decidido. No le di oportunidad de negarse. Para cuando sintió ese dolor ya estaba yo en mi primera embestida, tomándola fuerte de la cintura para que no escapara. Tenía que aprovechar pues no sabía si algún día iba a gozar nuevamente de las delicias de esa puta. La embestí una y otra vez, ya no me importaba ella, sólo quería usarla, quería que me hiciera tener una gran eyaculación y lo conseguí. Empecé a sentir el temblor en mis piernas, la fuerza que se acumulaba en mis nalgas y en mis testículos. Y me empecé a venir dentro de su culo, sentí que le ardió pues se me escapo un poco y se alejo, por lo que termine acabando en su espalda y en su trasero.
Sentía como el sudor corría por todo mi cuerpo y caían gotas de mi frente a su espalda.
Que orgasmo tuve, celestial, apoteósico. Me sostuve de su cadera y quede allí escuchando sólo la respiración conjugada de los dos. Jadeos y silencio. Jadeos y silencio. Levanté la mirada y por una ventana en frente de mi vi como era ya de día. Le di una pequeña palmada en las nalgas, giro y se sentó. La bese mucho y la abracé. No porque el amor me hubiera invadido, sino por el gran placer que había tenido de conocer a una mujer tan mujer como ella.
Le dije: guau, deliciosa.
Ella sonrío y con voz ahogada me dijo: nunca imagine que fuera tan rico.
Con una seña le dije que nos vistiéramos y fuéramos a cada habitación, así lo hicimos, bajamos sin hacer ruido. No hubo despedida. Yo me quedé en la sala, tomando otra cerveza, recuperando el aliento y repasando todo lo que habíamos hecho. Al terminar me acosté en el sofá. Al cabo de una ó dos horas me despertaron. Nadie supo nada. Nadie sospecho nada. Paso el día y el resto del paseo con total normalidad. Apenas cruzábamos mirada. No quisimos hablar del tema. Regresamos a la ciudad y a los pocos días en la oficina se presentó la oportunidad de hablar nuevamente.
Lo que sucedió después será parte de otra historia…..