Cuando los hijos necesitan ayuda: Segunda parte

Tras un intenso día de playa mi mujer, en plena noche, consigue arrancarme un espectacular orgasmo. Ya por la mañana mi hija mayor me intercepta en el pasillo, haciendo que el deseo y la provocación nos haga dar un nuevo paso adelante en nuestra particular aventura.

Elena me cogió de la mano y me llevó lentamente a la cama. Desde atrás pude ver su escultural cuerpo, adornado por un vestido blanco ceñido que acentuaba su espectacular culo, sus piernas y toda mareante curva que bajaba por su espalda y sus caderas hasta morir en ese objeto de deseo de tantos hombres que solo disfrutaba yo.

Llegado un momento se dio la vuelta mordiéndose el labio. La muy cabrona sabe que eso me encanta y me lo lleva haciendo toda la vida. En estos años su pelo largo y rizado ha dado lugar a un pelo corto y liso que ensalza su madurez y su belleza.

Todo lo demás era exactamente igual que siempre. La única pega de su vestido es que acentuaba su déficit, que era su pecho. Lo tenía muy pequeño, pero eso a mí me daba igual. A una mujer se la valora por su conjunto, y Elena era un sobresaliente rozando la matrícula de honor.

Al mirar su cara no pude evitar compararla con nuestra hija Beatriz. Nuestra hija exhibía un rostro absolutamente perfecto, de modelo, y más de una vez le habían ofrecido hacer pinitos en ese mundillo. Pero lo había rechazado, al igual que hizo Elena en su día. Por contra, mi mujer se situaba un pequeño escalón por debajo de ella. Hasta ella misma bromeaba al respecto: “De mi cuerpo me encantan mi cara y mi culo, qué le voy a hacer, igual que me falta pecho debo reconocer lo que me gusta, pero Beatriz es aún más bonita que yo, es increíble. Menos mal que mi culo aún puede competir con el suyo. En cambio Raquel ha sacado todo el pecho que nos ha faltado a las dos. ¿No te parece irónico?”

Me encontraba absorto en mis pensamientos cuando Elena me sacó de ellos.

  • Sé en lo que estás pensando.

  • ¿Ah sí?

  • Sí, en nuestra hija Beatriz.

Me puse nervioso, no pude evitarlo. Recordé de golpe la masturbación mutua en el mar y todo lo que eso podría haber iniciado.

  • Tonto, no te pongas nervioso, que no he pensado nada raro – y rió a carcajada limpia – Me gusta que nos compares porque quiere decir que aún puedo competir con ella. Y me hace feliz por ella porque es nuestra hija y porque no paras de decir que se parece mucho a mí. Me pregunto si tendrá tanta suerte como yo con los hombres…

  • Beatriz tendrá toda la suerte que ella quiera. Súmale lo inteligente que es y tienes el combo perfecto.

Elena comenzó a juguetear con la hebilla de mi cinturón mientras ponía cara de juguetona.

  • Dime Víctor… en un hipotético caso en el que yo no existiese, ella no fuese tu hija, tuvieseis la misma edad y todo eso… ¿Te la follarías?

Me miró a los ojos expectante. No sabía si era una pregunta trampa, pero solo me salía una respuesta.

  • Sin dudarlo, por supuesto que me la follaría.

Elena se mordió el labio mientras me desabrochaba el pantalón y bajaba la bragueta.

  • Lo siento por ella, porque es tu hija, os separa mucha edad, yo existo… y eres mío.

Mientras dejaba caer mi pantalón al suelo se acercó a mi oído para susurrarme: “Te entiendo, si yo fuese lesbiana y no fuese mi hija yo también me la follaría. Me comería su coñito hasta desmayarla a corridas, y me pondría un strap-on con una polla como la tuya para abrir bien esa vagina, cerradita aún porque seguro que ha follado poco…”

Me estaba poniendo a mil. Elena sabía muy bien lo que hacía y estaba jugando conmigo utilizando una fantasía que nunca se cumpliría. Soñaba con un trío con otra mujer en el que ambas interactuaran sexualmente. Siempre se negó. Por dos cosas.

“Una, porque no me llama la atención una mujer. Y dos, puede que soportara ver tu polla metida en otro coño. Lo que no soportaría sería ver a otra mujer disfrutando y corriéndose con ella. E imaginar como te corres dentro de otro coño que no sea el mío me pone de muy mala hostia”. Me sentía un poco mal pensando en la de veces que me había corrido dentro de mi prima Marta en estos últimos 20 años. Antes incluso de desvirgar a Elena y ser novios la cuenta ascendía a alguna centena que otra.

Siempre pensé que me estaría bien empleado encontrarla un día con otro hombre en la cama. Y se lo perdonaría de muy buen gusto. Pero mis divagaciones pronto desaparecieron en cuanto sentí su suave mano comenzando a masturbarme.

  • Sabía que te pondrías a mil. Se te ha puesto más dura que de costumbre. Y no te culpo, porque estoy irritada, si no yo también estaría chorreando. Menudos padres que somos, poniendo a nuestra hija de ejemplo…

  • Poniendo al cuerpo de nuestra hija de ejemplo. Es diferente. Recuerda, imaginábamos que no era nuestra hija...

Elena volvió a morderse el labio mientras aceleraba la masturbación.

  • Es verdad… bien, ha llegado el momento de tu recompensa. Pensaba hacerte una mamada larga, pero la tienes tan dura y estás tan cachondo que creo que estás listo para lo que te voy a hacer…

Temblé, y justo cuando mi polla comenzaba a desaparecer en su boca sentí su calor, sentí su lengua tratando de rodearla, y cuando mi glande entró en contacto con sus amígdalas gemí y la detuve.

  • Espera cariño.

  • ¿Qué ocurre? ¿Te he rozado con los dientes? - Elena parecía preocupada

  • Llevas muchos años sin rozarme con los dientes – reí y negué– siento que esto no está bien. Sí, disfrutaré y me correré como en el mejor de nuestros polvos, pero no puedo evitar pensar en lo que vendrá después. En lo mal que lo vas a pasar…

Un dedo detuvo el movimiento de mis labios. Elena se incorporó y me sonrió.

  • Bobo, no pienses en eso, me apetece mucho. ¿Crees que no me gustó sentir como reventabas directamente en mi esófago? Nunca me he arrepentido de aquello. Solo siento no habértelo podido hacer más veces.

  • Está bien, dejaré que me lo hagas, pero con dos condiciones.

  • Espero que no sea follarnos a nuestra hija o que yo me la folle. Te mato si es así. - Se echó a reír al hacer la broma fácil tras nuestra conversación.

  • No – y reí con ella – yo decidiré lo que haremos en las siguientes dos noches en las que tu coñito pueda disfrutar.

Elena se puso pensativa y, tras unos largos segundos, asintió.

  • La próxima vez te comeré el coño como a ti te gusta. Lento, despacito, alargando las cuatro corridas que eres capaz de aguantar.

  • Pero estaremos en las mismas. Estarás una semana jodido del cuello y de la espalda, y mi visita al paraíso de tres o cuatro horas no merecerá la pena. Además, no me la podrás meter porque me tendrás reventada.

  • Me da igual. Hoy vas a hacer un sacrificio y yo seré el próximo en hacerlo.

  • Está bien. ¿Y la segunda?

  • La siguiente nos dedicaremos enteramente a follar. Haremos los preliminares justos para darlo todo.

Elena asintió mientras volvía a masturbarme con mayor ritmo.

  • Ya basta de tanta charla. Prepárate.

Cerré los ojos justo a tiempo para sentir como mi polla avanzaba lentamente por su boca. Me estremecí al sentir el contacto con sus amígdalas. Y no pude evitar gemir de placer y temblar al notar como mi glande se abría paso hacia la garganta.

Era lo más parecido a follarme el coño de Elena. La suavidad, la lubricación, el calor… sumado a una presión mayor y al morbo del momento hacían de la experiencia algo sencillamente brutal.

Cuando todo mi glande estaba incrustado en la garganta sentí que su boca hacía tope y su barbilla presionaba mis huevos. Abrí los ojos y vi sus ojos rojos, su boca abierta hasta el límite, su cara enrojecida y los primeros lagrimones caer por sus mejillas.

El placer que sentía con las contracciones de su garganta era indescriptible. Se la sacó de golpe, arrancándome otro gemido brutal y dejándome al borde del orgasmo. Elena comenzó a toser mientras se obligaba a calmarse.

  • Cariño, casi me corro, solo tendrás que hacerlo una vez – le dije con la respiración muy agitada.

Elena levantó el pulgar y volvió a prepararse. Su cara era un poema. Roja como un tomate, los ojos llorosos, la barbilla llena de saliva…

Finalmente cogió aire y enroscó la lengua sobre el glande a la par que éste iba desapareciendo dentro de la boca. Lo que hizo a continuación me tomó completamente por sorpresa.

Soltó el aire cuando la tenía dentro de su boca, volvió a cogerlo y de un tirón se la incrustó en la garganta. Temblé y gemí, gemí y temblé, de placer y de miedo, de miedo y de placer a la vez. Escuchaba el gorgojeo de su garganta, sus nauseas, escuchaba el goteo de sus lágrimas en el suelo, pero mi orgasmo no llegaba.

Estaba ahí, a punto, pero me había pillado tan de improvisto que el placer había superado el umbral del orgasmo. Iba a ser muy potente. Y estaba ahí, comenzando a salir cuando Elena iniciaba su retirada.

Mis dos manos sujetaron instintivamente su cabeza y volvieron a andar lo desandado. Mi polla avanzó de nuevo hasta el final y fue el fin. No pude evitar gritar.

  • Cariño, me corro ya, Aaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!

El cuerpo de Elena temblaba con cada sacudida de mi polla. El primer chorro fue potente y largo, directo al esófago. Ella ya no aguantaba más. Por instinto ella intentó sacarla y yo le dejé, pero el segundo y el tercer chorro salieron casi seguidos. Antes de seguir sentí como tragó, empujando toda esa leche hacia el estómago.

Mi polla palpitaba con violencia. El cuarto chorro impactó directamente en las amígdalas, el quinto aún se disparó hasta el fondo de su boca. Los últimos impactaron en la cara mientras ella intentaba coger aire y tragar al mismo tiempo.

Su cara era un cuadro. Lagrimones caían sin cesar entre bocanadas de aire. A veces tosía completamente roja mientras restos de semen se deslizaban por la barbilla y caían al suelo.

Un último gemido por mi parte finalizó un tremendo orgasmo. Había tenido una corrida como hacía tiempo que no la tenía. Y fue justo cuando Elena comenzó a vomitar.

Ocurrió lo mismo que en nuestra luna de miel. Se revolvió demasiado por la dureza de la mamada. Vomitó con mucha fuerza mientras seguía intentando respirar y quedó tendida en el suelo mientras continuaba dando arcadas.

Tras recobrar un poco el control, la cogí en brazos y me la llevé al baño. La senté mientras la bañera se llenaba de agua caliente. Ella me miró compungida y trató de preguntarme.

  • ¿T… te ha guftado cadiño?

  • Shhh, no hables. He tenido una corrida brutal. Yo me encargo de todo lo demás. Gracias.

Y le di un beso en la frente. Siguió con nauseas y arcadas un largo rato, pero ya había vomitado absolutamente todo.

Lo siguiente fue un baño reparador y mi ayuda hasta llegar a la cama. Elena tenía la particularidad de que se encontraba fatal después de vomitar, fuese cual fuese el motivo.

La noche avanzó y dormimos, hasta que sonó el despertador. Habíamos quedado para ir a la playa, pero Elena se encontraba mal.

  • Cariño, hoy me temo que haré vida en la cama, necesito recuperarme.

  • Lo siento.

  • Pues yo no, anda tonto, han debido escuchar tu grito en todo el hotel. Menuda manera de correrte. Lo de la luna de miel fue un anuncio comparado con esto. Me hace feliz que por una vez no sea a mí a la que me oyen gritar de placer.

  • Muchas gracias cariño. Te vas a enterar el próximo día.

  • Lo estoy deseando – y se mordió el labio. Me volvía loco cuando lo hacía -. Ahora disfruta con las niñas en la playa. Espero estar bien para acompañaros en la cena.

Minutos más tarde me duché y salí de la habitación. Allí me esperaba mi hija Beatriz con una sonrisa de oreja a oreja. Llevaba un pantalón corto ajustado que realzaba sus piernas y su entrepierna. Apenas se podía vislumbrar su rajita a través de ella. Un improvisado moño acompañaba su escultural cara y una camiseta de manga corta permitía notar sus pequeños pechos, contrastando con su delgadez, su vientre plano a la vista y unas curvas apoteósicas que las firmaría cualquier modelo de Victoria Secret.

  • Buenos días papá. - Y bajando el tono de voz – Ya veo que te gusta como voy vestida. ¿Me equivoco?

  • Estás impresionante hija.

Beatriz sonrió

  • Supongo que mamá está indispuesta después de la supermamada que te habrá hecho esta noche. Nunca te había oido gritar así de placer papá. Tienes que contarme los detalles mientras bajamos a desayunar, nos están esperando.

-¿Cuántas veces te corriste?

Mi hija se detuvo justo cuando agarró mi brazo. Se puso muy roja.

  • Cinco veces papá. Nunca me había corrido tantas veces. Pero escucharte gritar de placer mientras te corres y rememorar como nos masturbamos mutuamente… me puso como nunca.

Sonreí feliz por mi hija. Y ella entendió por qué.

  • Me encuentro perfectamente papá. Me sentí saciada porque nunca me había corrido más de dos veces seguidas, pero mi… - bajando muchísimo la voz - chochito se encuentra perfectamente – casi en susurro – Esta mañana me he masturbado un poco para probar y he notado placer, así que no tengo el problema de mamá.

Nos abrazamos. Estaba muy contento por ella. Para Elena era un pequeño infierno, y para mí también, pero lo sobrellevábamos. Supongo que también gracias a mi prima Marta, que me saciaba cuando Elena no podía hacerlo.

  • Me alegro mucho Beatriz.

  • Y yo también papá, así podremos repetir lo de la boya hoy…

  • ¿Quiéres repetir?

  • ¿Tú no? - Beatriz de detuvo de nuevo mientras me miraba enigmáticamente con sus potentes ojos verdosos – Dime que no lo deseas con todas tus fuerzas como yo y no lo volveré a mencionar.

Justo nos metimos en el ascensor y me quedé en silencio esperando a que se cerraran las puertas. Sentí la impaciencia de Beatriz mientras me miraba con cierto nerviosismo. Me reconoció tiempo después que estaba aterrorizada porque sentía que había ido demasiado rápido o que podía haber llegado demasiado lejos.

Cuando las puertas se cerraron me giré ante ella y coloqué mis manos en su culo. “Tan espectacular y firme como el de su madre. Un poco más duro quizá” pensé para mis adentros.

Nuestras bocas se juntaron y nuestras lenguas se entrelazaron. Los besos de Beatriz eran por mucho los mejores que me habían dado nunca. Suavidad, calidez, sensualidad y una higiene bucal perfecta invitaban a comer esa boca durante horas. Su dominio de la lengua me hacía pensar en lo que sería capaz de hacer en otros menesteres.

Pronto mi erección se hizo evidente mientras entraba en contacto con la entrepierna de mi hija.

  • Guau papá. ¿Ya estás así? Y yo que pensaba provocarte diciéndote que no llevo braguitas.

  • ¿En serio?

Palpé su entrepierna sorprendido y pude notar como solo la tela del pantalón corto separaba su piel de la mía. Cuando mis dedos palparon el contorno del coñito de Beatriz, élla suspiró de placer.

  • Detente papá. Si me pones muy cachonda comenzaré a lubricar, mi pantalón se llenará de flujo vaginal y se me notará. ¿Quiéres que todo el mundo piense que voy cachonda por ahí? - y soltó una leve risita

Se separó de mí completamente roja y mordiéndose el labio con fuerza.

  • Lo siento cielo, pero todo tu cuerpo invita a encender el mayor de los fuegos para apagarlo después.

  • Papá, tendremos que esperar a la boya. Te mentiría si te dijese que no deseo parar el ascensor y bajarme el pantalón para… - y me hizo un gesto de un dedo simulando un mete y saca con el agujero formado por la otra mano – pero…

  • No quieres que sea un simple polvo, y yo tampoco cariño. Sé lo que sientes porque es lo mismo que siento y deseo yo. Paso a paso cielo. Yo también deseo follar contigo, pero – Me pegué a ella, arrancándola un jadeo, empotrándola contra la esquina del ascensor y colocando mi polla directamente sobre su entrepierna - … primero deseo que mis dedos te conozcan bien...

Otro jadeo de Beatriz me hizo envalentonarme.

  • … y luego mi boca. Antes de follarte mi lengua te habrá saboreado muchas veces. Te habrás derretido sobre mi boca muchas veces.

Jadeamos juntos mientras mis caderas iniciaban un vaivén frotando mi erección sobre su rajita. Fue ella la que continuó.

  • Y te habrás corrido tantas veces en mi boca que me habrás hecho adicta a tu leche. Solo entonces estaré lista para que te corras dentro de mi coñito papá. Ufffff.

Mi hija se apartó de mí de un leve empujón y mandó al ascensor de nuevo para arriba.

  • Papá, tenemos que arreglar esto antes de bajar a desayunar. - Y me señaló a su entrepierna. - Yo no puedo bajar sin correrme y sin cambiarme de ropa.

Una mancha de humedad era visible justo en su coñito. Estaba empapada. Y mi erección era terrible.

Corrimos a su habitación sin hacer mucho ruido y comenzamos a besarnos mientras nos desnudábamos. Todo hacía presagiar un polvo antológico, pero ambos teníamos claro que iba a ser una masturbación mutua, pero también antológica.

Por fin pude ver a mi hija desnuda. Tenía un poco más de pecho que Elena. Su coñito estaba totalmente depilado, era precioso. Y su cuerpo era demasiado increíble como para simplemente comérselo.

  • Papá, me encanta tu mirada de deseo. Me hace muy feliz ver que tienes tanto deseo como yo por ti. Joder, tu polla está durísima y apuntándome, es preciosa. Cuando follemos tendrás que tener un poco de cuidado hasta que me amolde a ella.

No dije ni una sola palabra, tan solo deslicé un dedo por su rajita de abajo hacia arriba para mojar su levemente abultado y pequeño clítoris. Un gemido y sus ojos apuntando al techo hacían presagiar que estaba demasiado pasada de vueltas.

  • Uffff, estoy demasiado cachonda papá, siento que o me corro ya o te juro por dios que te tumbo en la cama y te cabalgo hasta que me desmaye. Y tienes que evitar eso último papá, por favor, ufffffffffff.

Dos dedos entraron con suavidad por su coñito mientras ella abría la boca y la apoyaba en mi hombro. Unos gemidos apagados siguieron al jugueteo de mis dedos dentro de su vagina.

Sentí como comenzaba a derretirse. Mis dedos se arqueaban en su chochito, haciendo presión en la parte superior de su vagina, y provocando que sintiese como su flujo vaginal comenzaba a ser abundante.

  • Papá!!! Me corro ya!!! Me corro ya joder!!! Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!

Su coñito temblaba por dentro igual que su cuerpo por fuera. Estaba siendo un orgasmo intenso. Su flujo vaginal descendía por mi mano y comenzaba a gotear hacia el suelo. Gemidos ahogados intercalaban las contracciones vaginales y los temblores. Estaba siendo una corrida duradera fruto de la acumulación de tanta excitación.

  • Uffff, qué bueno papá, ha sido mejor que la corrida que me provocaste en la boya. Te toca a ti. Tiene que ser rápido o sospecharán.

Beatriz llevó su mano a su coñito, empapándola bien, y recogió también todo el flujo vaginal que había en mi mano. Mojó bien su mano derecha y la llevó a mi miembro. Bajó la piel y mojó toda mi polla con su flujo vaginal.

A continuación su mano comenzó a masturbarme, con especial cuidado cuando pasaba por el glande completamente al descubierto.

Era la primera vez que alguien me masturbaba utilizando lubricante, y además utilizando flujo vaginal como tal. Mi excitación era demasiado bestia. El morbo, la suave mano de mi hija, la sensación de calor y humedad sabiendo que era el fruto de su propia corrida y la cara de deseo de Beatriz me catapultaron a un maravilloso orgasmo.

  • Beatriz, me… me voy a correr ya, no puede ser, apenas has empezado y no puedo más uffff, me corro yaaaaaaaaaaahhhgggggg

Cuando vi que se arrodillaba y abría la boca ante mi polla creí morirme de placer. El primer chorro impactó en su labio superior, el segundo cayó en su lengua, y el tercero se fue al fondo de su garganta. No hubo más porque aún estaba seco de la brutal corrida de anoche.

Ella saboreó y tragó diligentemente mientras me sonreía con esa escultural belleza capaz de tumbar imperios.

  • Guau papá, qué pena que mamá te exprimió bien anoche. Y qué rico sabes. Así da gusto empezar a desayunar. Ahora corramos a la ducha, yo me pongo unas braguitas, un pantalón limpio y bajamos.

Y así lo hicimos. Por el camino le conté la mamada que me había hecho su madre. Beatriz preguntó mucho por los detalles y por cómo me sentía. Me preguntó también como de intenso fue mi orgasmo y si me corrí en mucha cantidad.

Cuando aparecimos en la cafetería mi prima Marta nos llamó a lo lejos.

  • ¡Eh! ¡Dormilones, venid para acá!

Beatriz y yo nos miramos y dirigimos nuestros pasos hacia la mesa. Pero justo antes de llegar me susurró:

“Gracias por otra corrida bestial papá. No creas que te vas a librar de la boya hoy y… además… - mientras me guiñaba un ojo – en el futuro me encantaría probar a hacerte esa supermamada que te ha hecho mamá.”

El día fue aún mucho más interesante de lo que había sido la mañana. Pero esta y otras historias las contaré en otro momento si me lo solicitáis en los comentarios o por email: relatoslionking@gmail.com