Cuando los hijos necesitan ayuda: Quinta parte

Mi hija Beatriz me sorprende regalándome uno de los mejores orgasmos que haya podido tener. Pero no será la única sorpresa, ya que tendré mi primer contacto sexual con mi hija Raquel.

  • Deseo con todo mi ser y con todas mis fuerzas que seas el primer hombre que se corre en mi boca papá.

Me volvió a repetir esas palabras con un susurro sensual mientras me retiraba el bañador y dejaba al aire toda mi dureza.

  • Guau papá, me pone muchísimo cuando compruebo las ganas que tienes de mí. Cierra los ojos por favor.

Y le hice caso, cerré los ojos y sentí como ella se tumbaba sobre mí. Su mano acomodó mi polla entre sus labios vaginales y comenzó a restregarse hacia arriba y hacia abajo. Gemimos mutuamente mientras sentía como mi glande se encajaba, en ocasiones, de forma peligrosa en la entrada de su coñito. Un movimiento en falso y comenzaría a abrirse paso dentro de ella.

De pronto se incorporó y noté como ponía, con su mano, mi polla en vertical. Y sentí calor, calor y humedad. "¿Me está empezando a follar?" y abrí los ojos. Pero pude ver que, mientras me miraba, se la estaba metiendo en la boca suavemente. No era su coñito lo que estaba engullendo mi polla, era su boca. Ella se detuvo y sonrió.

  • Veo que te he hecho dudar papá. Y has incumplido tu palabra abriendo los ojos. Tendré que castigarte en algún momento. Quizá... debería subirme encima de ti y follarte, durante toda la mañana...

Sus palabras se iban deteniendo mientras se metía mi polla en su boca rápidamente, casi hasta la garganta, y la sacaba para continuar hablando. Mis gemidos indicaban el grado de placer que me estaba dando.

  • Quizá... debería follarte hasta que toda tu leche estuviera en mi chochito, hasta que mamá y Raquel entraran por la fuerza y me vieran cabalgándote, con un charco de semen y flujo bajo nosotros...

Sus palabras eran susurros sensuales mientras no paraba de hacer metidas y sacadas en su boca de forma rápida y sensual. Me sorprendió no sentir sus dientes en ningún momento, pero si la suavidad de su lengua y, en alguna ocasión, la de sus amígdalas.

  • Quizá... debería follarte hasta que, de algún modo absurdo e incomprensible, el anticonceptivo que tomo fuese incapaz de soportar tanto semen, que de algún modo se rompieran las leyes de la naturaleza y me dejaras embarazada...

Quise gritar y avisar, pero no pude, me ahogué en mi propio gemido. Pero ella notó como mi polla se tensaba, se ponía más dura y crecía un poco más. Sentí como sus labios se cerraban sobre más de la mitad de mi polla y como su lengua estimulaba mi glande para darme la estocada.

Y me corrí, y lo hice como nunca me había corrido en ninguna otra boca exceptuando en la garganta de mi mujer, ya que aquello era otra cosa, otro nivel, algo diferente. Pero en mamadas puras y duras esto fue el sumum del placer. Y no es que la mamada hubiese sido algo excepcional. Era para nota, desde luego, pero otras mujeres más experimentadas me habían hecho mamadas de este nivel e incluso superior. Ahí el top lo tenía Marta, por experiencia y conocimiento sobre mí, pero mi hija se había acercado peligrosamente a la primera.

La diferencia estuvo en lo psicológico. Mi hija introdujo algo nuevo al juego, introdujo un deseo que iba más allá de la pura sensación. Introdujo la palabra, la imaginación, rompiendo cualquier límite del deseo. Escuchar esas palabras, con esa sensualidad, escuchar su propio deseo fue algo sencillamente brutal.

Y mientras digería el orgasmo tan brutal me di cuenta de que seguía inyectando leche en la boca de mi hija. Ella luchaba con todas sus fuerzas por tragar todo. Escuchaba su garganta en grandes tragos, pero fue imposible. Tuvo que abrir la boca y una buena cantidad de semen se derramó sobre mí mientras el último chorro de leche disparaba casi sin fuerza sobre su lengua.

Se lanzó como una posesa a limpiar y tragar todo lo que se había derramado. Su respiración agitada denotaba esfuerzo y excitación a partes iguales. Bufó y suspiró.

  • Madre mía, has vaciado todo lo que tenías en tus preciosos huevos sobre mi boca papá. Me flipa todo de tu polla papá, que vayas depilado, limpio, su tamaño, dureza, lo mucho que te corres... bufff, me callo ya porque si no al final te violo.

Miré el reloj y habían pasado justo unos 15 minutos. Esta vez fui yo el que se lanzó sobre mi hija. Mi brazo rodeó su perfecta cintura y mi mano se aferró a su precioso y perfecto culo. No podía pensar en otra cosa que la perfección, pero como todo ser humano, su imperfección radicaba en su poquito pecho. Suspiré mientras pensaba "mi mujer es una maravilla y mi prima es un pecado mortal, pero mi hija es un monumento a la casi perfección".

Mi otra mano se posó sobre su coñito y fue cruel con él. Tres dedos, con muchas dificultades, se colaron a trompicones en el cerradito coño de mi hija. Al no ser virgen y haber hecho sus pinitos con otros chicos supe que podría hacerlo y conseguí lo que buscaba. Que su chochito sintiese la tensión de un visitante que pone a prueba su capacidad.

No fue un gemido, fue un alarido, pero no de dolor, sino de placer. Estaba tan lubricada que la presión dio paso a un placer aun mayor. Mis dedos se doblaron presionando el punto g mientras separaban a la fuerza sus tensas paredes vaginales. Sentía como su chochito trataba de amoldarse a mis dedos, como palpitaba con cada movimiento.

Y sucedio lo que esperaba. Mi hija se había excitado demasiado durante la mamada monumental que me había hecho. Se corrió, pero no pudo decir nada, un gemido ahogado y sus ojos en blanco dieron lugar a un terremoto en su coñito. Sentí como tres hilos de flujo vaginal bajaban hasta la palma de mi mano, acumulándose allí.

Intenté sacar mis dedos pero no pude. Mi hija no temblaba, se había quedado inerte, pero su chochito se había convertido en un volcán erupcionando. Presionaba tantos mis dedos durante su corrida que los tuve que dejar dentro sin moverlos. Hasta que todo cesó, su coñito se relajó y pude sacar mis chorreantes dedos. Mi hija se dejó caer sobre mí y la abracé.

  • Gracias papá. No se qué será de mí el día que me folles. Me repito cuando te digo que me corro como nunca, pero hoy con la comida de chochito que me has hecho y lo que me acabas de hacer ahora... me has dejado completamente sin fuerzas.

  • Gracias a ti por haberme hecho una mamada muy bestia.

Sentí que sonreía sobre mi hombro.

  • No te voy a preguntar si te ha gustado. Casi me ahogas. Y lo peor es que me ha encantado, asi que vete acostumbrando... aún estoy en edad de crecimiento y necesito tu leche... igual hasta me crecen las tetas - dijo descojonándose y de broma.

  • No lo necesitas.

  • No las quiero. Estoy muy agusto con mi cuerpo papá. Admito que tener la delantera brutal de Raquel debe molar, pero no la necesito... - puso su mano suavemente sobre mi polla - ... mientras que el resto de mi cuerpo sea suficiente para ponerte a mil. Oh, por cierto, sobre lo de embarazarme…

Me eché a reír.

  • Sé que ha sido pura psicología hija – dije para restar importancia – y me ha encantado.

  • Exceptuando eso, todo lo demás lo he dicho en serio – y una pequeña carcajada salió de su boca – aunque tengo que decir que si no fueses mi padre… creo que te haría padre unas cuantas veces.

Le di un cachete sonoro en su precioso culo y la empujé hacia la ducha. Nos duchamos juntos con rapidez y fuimos a ojear como estaba Marta. Tras ver que estaba profundamente dormida corrimos a la playa.

Al llegar Elena nos estuvo preguntando, y con cierto cachondeo soltó un hilarante “menos mal que sois padre e hija, porque con lo que habéis tardado cualquiera hubiera pensado que habéis aprovechado para follar como locos”.

Pude ver como Raquel giraba la cabeza en la toalla y como sentía en mi cuerpo ciertos nervios.

  • Tú lo has dicho madre – dijo Beatriz restando importancia – porque es mi padre, que si no me lo tiraba sin rodeos.

  • Uy, pero qué guarra eres hija – dijo a carcajada limpia Elena – ¡a ver si voy a tener que vigilarte! Pero lo cierto es que tienes razón. Si tuviese un padre así…

Beatriz se encogió de hombros prefiriendo no continuar con la conversación y ahí terminó el tema.

El resto de las vacaciones fueron normales, sin encuentros fortuitos más allá de la recuperación de Elena. El día antes de irnos me cabalgó con saña y fiereza hasta que se corrió por tercera vez. Antes de su cuarto orgasmo se separó de mí y se tumbó en la cama.

  • Córrete dentro de mí por favor.

Coloqué sus piernas en mis hombros y la penetré con fuerza. Mi polla se abrió paso sin dificultad en su chorreante coño hasta que hizo tope. La penetración era tan profunda que conseguía impactar en su cervix uterino.

Y ese era el truco que teníamos. Era una postura que nos encantaba y que provocaba una ligera molestia a Elena si se la enterraba entera. Y jugábamos con eso para parar su orgasmo.

Por tres veces evité que se corriera por cuarta vez hasta que yo no pude más y descargué toda mi leche en su coñito para deleite de los dos. Cuando saqué mi flácida polla de su interior ella se masturbó para mí. Frotó su clítoris con fuerza hasta que se corrió, expulsando buena parte de la mezcla de nuestros fluídos.

Las sonrisas pícaras de mis hijas y de mi prima precedieron a la carga del equipaje y a nuestra partida por la mañana.

Al llegar a casa volvimos a la normalidad. Mis hijas retomaron sus estudios y tanto mi mujer como yo nos incorporamos a nuestros respectivos trabajos.

Tres días después, con Elena de nuevo a tope, repetimos la jugada del último día del hotel, con la diferencia de que me acompañó con su cuarta corrida mientras llenaba su coñito de leche. Fue tan intensa que se quedó dormida mientras el semen salía lentamente de ella.

Puse una toalla debajo de ella y me dirigí al baño para limpiarme, con la sorpresa de que allí me esperaba mi hija Beatriz. Entró conmigo al baño, me agarró una mano y la dirigió a su entrepierna. Sus braguitas estaban empapadas. Me susurró al oído un “Me queda poco papá, por favor ayúdame.”

Mientras metía una mano dentro de sus braguitas para penetrarla con mis dedos, me di cuenta de que iba semidesnuda. Un pequeño top deportivo tapaba sus pequeños pechos y, además de las bragas, solo llevaba unos pequeños calcetines blancos. Tenía un cuerpazo escandaloso.

Sentir la suavidad de su coñito perfectamente depilado era una delicia. Al igual que sentir su chorreante y caliente vagina mientras un dedo se colaba en su interior.

No tardó en correrse mientras ahogaba su gemido en mi hombro. Se subió las bragas y metió su lengua hasta mi garganta. El beso fue corto pero profundo, dejándome con ganas de más. “Gracias papá. Te debo una buena mamada. Me vuelvo a la cama rápidamente, pero primero voy a cambiarme las braguitas.”

Pasaban los días y no paraba de pensar en el momento en el que Beatriz y yo nos quedáramos a solas, pero olvidé por completo que mi hija Raquel estaba esperando exactamente lo mismo, y fue con ella con quien primero tuve ocasión.

Un día entré en casa pensando que llegaba el primero. Había salido antes del curro y no tenía nada especial que hacer, hasta que vi que de una habitación salía mi hija Raquel en bragas y sujetador.

Siempre tendía a compararla con su hermana Beatriz y salía perdiendo, pero era un poco injusto porque igualmente era un pivón. Y tenía algo distinto, una delantera descomunal cuyo sujetador apenas podía contener. Parecía que se iba a romper en cualquier momento.

Las braguitas de encaje, de color blanco, mostraban sutilmente esa pequeña división que tanto le indignó el día que discutió con su hermana. Su melena caía en cascada hacia atrás mientras sus ojos me miraban con deseo.

  • ¿Te gusta lo que ves papá?

  • Me encanta hija, estás increíble. Pero… ¿ese sujetador no te queda demasiado justo?

Pude ver como se ponía completamente roja.

  • Me lo compré el año pasado y no lo había estrenado. Es que… me han crecido… pero con que aguante hoy…

Se acercó a mí y me besó. Una mano se posó en mi entrepierna para notar su prominente dureza.

  • Ya veo que de verdad te gusta papá… - me susurró mordiéndose el labio.

Una mano buscó su entrepierna y dio un sobresalto. Noté humedad y calor. La miré sonriente.

  • A ti parece que también.

La timidez de Raquel se hizo palpable mientras se ponía colorada como un tomate de nuevo. Supe entonces que los pasos a dar con ella debían ser más precavidos que con su hermana.

Al fin y al cabo ella era virgen, nunca había tenido un orgasmo y sabía lo justo sobre el sexo. Una mano se coló en sus braguitas y pude notar que estaba completamente depilada.

  • Me acabo de depilar para ti… - me dijo avergonzada.

  • Me encanta que lo hagas hecho.

Nos volvimos a besar mientras nos íbamos a su cama. Continuamos comiéndonos la boca durante largo rato, hasta que mi mano volvió a palpar sus braguitas comprobando que estaban mojadas.

Comencé a acariciar su coñito con mis dedos, siempre por fuera de las bragas, arrancándole los primeros gemidos. No se parecían a los que emitían Elena y Beatriz ya que eran más graves y altos. Tomé nota para cuando hubiera alguien en casa.

Continué masturbando su coñito con tranquilidad, frotando suavemente sus cada vez más mojadas braguitas, hasta que sus gemidos comenzaron a encadenarse unos con otros.

  • Uffff, Ooohhhh, Papaaa, qué placer!!! aaahhhhh, uffff….

De pronto sentí que se tensaba y se preocupaba.

  • Papá para por favor.

  • ¿Por qué?

  • Si… siento queee… me voy a hacer pipí…

Negué con la cabeza y sonreí.

  • Cariño, no te vas a hacer pipí, te vas a correr. Hoy vas a correrte por primera vez.

Ella golpeó con la cabeza en el colchón y echó la cabeza hacia atrás con un largo gemido. Froté con más rapidez con mis dedos, aumentando la presión. Ella abría la boca ahogando sus gemidos mientras todo su cuerpo se agitaba. Sus pechos subían y bajaban con fuerza, amenazando aún más, si cabe, al pobre sujetador que parecía incapaz de contenerlos.

El momento se acercaba y ella lo notaba. Incapaz de aguantar el placer casi me gritaba.

  • UUFFFFFFFFFFFFFF, PAPA!! NO LO AGUANTO!!! OOOOHHHHHHHH!!!!

  • Vamos cariño, córrete, disfrútalo.

Y explotó como un volcán.

Sus caderas se levantaron tras un gemido que pareció un grito. Sentí que las braguitas se encharcaban de repente mojando mis dedos. Pude ver como su corrida se salia por los laterales de su braguita. La mancha de humedad previa había dado paso a una mancha seria. Había calado las bragas. Mi hija Raquel también era de las que acompañaba su corrida con una buena cantidad de flujo.

Dejé que se recompusiera y que recuperara la respiración. Noté como se notaba las braguitas y se sorprendía.

  • Ahora tengo ganas de hacer pipí de verdad, pero esto… así que esto es correrse. Guau, ha sido increíble. Ahora entiendo que Beatriz ande en celo todo el día.

Nos reímos y nos besamos durante largo rato.

  • Gracias papá. Oye… ¿vas a provocarme cuatro orgasmos?

  • No hija, eso mejor otro día. Tenemos tiempo de sobra, degusta la experiencia de hoy y ya comprobaremos si tienes el problema de tu madre.

  • Está bien – asintió complaciente – pero ahora quiero ver como te corres tú.

Sus manos fueron hábiles desabrochando mi pantalón y dejando mi dura polla a la vista. Sus ojos brillaban mientras sus manos comenzaban a frotarla y a palparla con suavidad. Era la primera vez que iba a masturbar a un chico.

Comenzó a subir y a bajar la piel con suavidad mientras adquiría ritmo. Mis gemidos indicaban claramente que me estaba gustando, pero decidió ir más allá.

  • Espera papá, quiero que te corras en un sitio muy especial. Dices que mis tetas te encantan ¿verdad?

  • Sí hija, son increíbles.

  • Pues córrete en ellas. Suéltame la leche encima.

Me había corrido muchas veces sobre los preciosos y grandes pechos de Marta, pero este era otro nivel. Y debió notarlo. Mi polla se puso más dura si cabe. Correrme en los enormes pechos de Raquel iba a ser algo increíble.

Mi hija se desabrochó el sujetador y al verlas casi me corro en el acto. Eran enormes, de aureolas y pezones pequeños, y desafiaban las leyes de la gravedad de forma increíble.

Mi mano agarró uno de sus pechos intentando abarcarlo sin éxito. Necesitaría las dos para poder hacerlo. La suavidad de su piel subió otro punto a mi excitación y ella debió notarlo.

Aumentó la velocidad de la masturbación y apuntó directamente hacia sus pechos. Un gemido gutural dio paso a la sensación de un orgasmo potente, de sentir como tu propia polla adquiere vida propia mientras palpita.

Eso pilló por sorpresa a mi hija, ya que el primer chorro de espesa leche impactó en su pecho izquierdo, pero mi polla se vuelve muy pulsátil, así que el segundo chorro le impactó en la cara. Rápidamente volvió a sujetarla y a dirigirla a sus enormes pechos, donde me vacíe chorro tras chorro.

  • Guau papá, qué potencia. Menuda forma de correrte.

Con una mano comenzó a restregarse la corrida por sus dos pechos. Y, dubitativa, cogió con dos dedos un poco de semen y se lo introdujo en la boca.

  • Pensaba que me iba a dar asco – añadió – pero esto lo que da es más vicio.

Una sonrisa pícara adornó su bonita cara.

  • Como primera toma de contacto ha sido brutal hija. Nunca me había corrido sobre unas tetas tan grandes e increibles.

  • ¿De verdas te gustan tanto?

  • Son las mejores que he visto y tocado con diferencia.

Mi hija me abrazó y me besó.

  • Muchas gracias papá. Me has hecho muy feliz. Sé que aún nos quedan muchas cosas por hacer y quiero disfrutar todos y cada uno de nuestros encuentros pero…. Deseo con muchas ganas el día en el que te entregue mi virginidad.

  • Como tú has dicho cielo… disfrutemos el camino. Todo llegará – y le di un beso en la frente antes de levantarme y dirigirme hacia el baño.

Y vaya si disfrutamos el camino… pero estas y otras historias las contaré si me lo pedís en los comentarios o a través de mi correo electrónico: relatoslionking@gmail.com