Cuando las ganas de follar aprietan
Mi novio es un cabronazo. Y no lo digo en el sentido coloquial del término.
Mi novio es un cabronazo. Y no lo digo en el sentido coloquial del término. Me explicaré....
Me llamo Almudena, tengo 31 años, cabello rubio, ojos claros y cuerpo de curvas generosas, sin exagerar, y desde hace tres años vivo con mi novio, en una ciudad de la costa mediterránea. Nuestra relación, no es la típica de una pareja de novios al uso, al menos en el aspecto sexual, sino que nos gusta tener algunas situaciones un tanto insólitas, y en ese aspecto, hemos pasado por algunas experiencias muy morbosas.
Esto es lo que me pasó hace unas semanas…
Habíamos desayunado hacía unos minutos, y me encontraba fregando los platos en la cocina.
Mi novio, por alguna razón, esa mañana parecía estar más caliente que de ordinario, y no cesaba de rozarme cada vez que pasaba por detrás de mí, acariciándome el culo, pellizcándome un pezón, lamiéndome la nuca… en fin, que me estaba poniendo ya calentita, pues yo no soy inmune a las caricias…
Pero le espeté que se estuviera quieto, que era muy temprano para estar ya así, en fin, que si empezamos el día con un revolcón, a mí me da luego una flojera que no puedo con mi cuerpo el resto del día…
Terminé de fregar los platos, y para disuadirlo, me senté en un sillón de relax que tenemos. Saqué mi teléfono móvil y revisé mis mensajes.
Al poco apareció mi novio de nuevo, y volvió a la carga… desde detrás me cogía los dos pezones, me metía las manos por dentro del escote... yo protestaba, pues como digo, no me apetecía estar todo el día con la flojera.
Pero como no debí ser muy convincente, al cabo de unos minutos, se sacó la polla, y apoyando uno de sus pies sobre uno de los reposabrazos del sillón, me la plantó delante de mi cara. Me quitó el teléfono de las manos, y me lanzó una mirada suplicante.
Ahí ya no pude resistir, pues es que mi novio, cuando se pone pesado, es mejor darle el gusto para que deje de fastidiar… bueno, eso es lo que pensé… pero me equivoqué…
La cuestión es que comencé a hacerle una mamada. Mi intención era desahogarlo simplemente, y que me dejara en paz. Al menos, hasta la noche. Así que se la mamaba con fuerza, para que le diera mucho gusto, y abreviar el trámite. A la vez que lo hacía, y aunque no era mi propósito, yo también me estaba calentando. Pero esperaba ordeñarlo rápidamente, y como dije, despachar el asunto sin más…
Mamaba como una profesional, pero mi novio aguantaba… mi lengua recorrió milímetro a milímetro toda su verga y testículos, pero se resistía el muy condenado. No me explicaba bien, que es lo que le estaba pasando, pues no era normal que aguantase tanto en mis fauces. Recurrí a todos los recursos que conocía, y lo hacía gemir como un condenado, pero no se corría el muy cabrón. Empecé a pensar que la que se iba a correr, de seguir así, era yo.
Tomé su verga por cerca del capullo, y me dispuse a chuparle los testículos. Me introduje uno dentro de la boca, y al mirarle para ver su reacción, vi que me estaba enfocando con la cámara del móvil… ¡Me estaba tomando fotos de la mamada…!
-¿Pero… qué haces, Javi…?
-Pues ya lo ves… te estoy fotografiando esa carita de putita que tienes con la boca llena… -dijo mostrándome la pantalla del teléfono.
Desde luego, no podía parecer más zorra. Mi cara ansiosa de polla, mostraba claramente las ganas que tenía de correrme. Entonces decidí posar a propósito poniendo más cara de putón, si cabe de la que ya tenía, con el fin de hacer que mi novio se corriese pronto. Aunque la verdad, es que yo ya estaba más que caliente, y deseaba correrme también…
Él continuó haciéndome fotos, y yo, cada vez más caliente posaba con cara de viciosa, mientras le comía el rabo con verdadera glotonería durante varios minutos más.
Inesperadamente, mi novio se retiró. Bajó su pié del sillón y se guardó como pudo la verga dentro del bóxer, entregándome el teléfono mientras me decía:
- Ahora te vas a marchar al super a hacer la compra. Así cuando vuelvas, estarás bien calentita y remataremos la faena… mientras compras, quiero que pienses en lo que te espera… ¡jajajaja! –dijo mientras se cogía el enorme bulto que se apreciaba bajo la tela del bóxer…
-¡Eres un cabrón, Javi…! ¿Para eso me has calentado…? –dije con cara de enfado fingido…¡Pues te lo advierto…! ¡Como se me cruce uno que valga la pena, me voy a quitar las ganas que me has dejado…! –aseguré con cara convincentemente fingida.
-¡Jajajaja…! ¡No tienes ovarios…! –dijo el plan retador…
Me estaba tocando el amor propio… Me levanté. En mi fuero interno, sabía que no lo haría, pero puse cara decididamente enfadada, y con ademanes un tanto airados me puse un playero muy transparente sobre mi bikini, cogí mis gafas de sol y las llaves del coche, y sin despedirme de Javi, salí dando un pequeño portazo.
Mientras conducía hacia el super, iba pensando en el numerito que acababa de hacerle al cabroncete de mi novio. Así aprendería a no calentarme en balde. Además, no pensaba hacerle caso al menos hasta por la noche… ¡que sufriera todo el día en pago de su cabronada!... eso al menos, era lo que pensaba hacerle…
Pero aquél no era mi día de aciertos…
Entré al recinto del aparcamiento del super, y para mi sorpresa, éste se encontraba lleno de vehículos. ¡Claro…! Entonces caí en la cuenta… era el día uno de Agosto, y ya habían llegado los veraneantes. Di una vuelta al aparcamiento, y me acordé que el super tenía otro aparcamiento en la azotea, que normalmente se hallaba cerrado los restantes meses del año, pues era innecesario. Subí y aparqué en él. Apenas habían media docena de coches en él. Aparqué muy cerca del acceso al montacargas, y bajé a la tienda.
Había mucha gente. La estampa era la acostumbrada en Agosto… Amas de casa de piel aún blanquita con sus playeros, llenando el carro de la compra para aprovisionar la nevera, y algunos hombres acompañando a la señora, con sus pantalones cortos y su piel igualmente pálida.
Como me temía que iba a tardar bastante en salir, me dispuse a relajarme, aprovechando el fresquito de la climatización. Comencé a echar las cosas que tenía que comprar al carro, y cuando casi había terminado, vi un hombre de mediana edad, unos cuarenta años, calculé, pero a diferencia de la tónica general, éste iba solo… además destacaba porque lucía un bronceado sobre su piel, producto de muchas horas bajo el sol playero, sin duda.
Parecía no tener prisa. Miraba a un lado y a otro, como disimulando, Creí que andaba de “caza”. Un ligón en busca de alguna mujer deseosa de una aventura.
Me miró. Me sonrió. Sus blancos dientes contrastaban con la piel bronceada que lucía, haciendo que parecieran aún más blancos. Se sabía guapo. Madurete, pero guapo, sí…
¿Me habría elegido como su presa…? Si yo había llegado caliente al super, la sonrisa del desconocido me electrificó… un espasmo recorrió mi cuerpo, al saberme deseada. Los jugos de mi sexo, llegaron a la braguita de mi bikini.
Remoloneando, traté de situarme delante del ligón. Fui deambulando por los pasillos, ofreciéndole de vez en cuando las curvas de mis piernas hasta los cachetes, al agacharme para examinar algunas ofertas…
Por el rabillo del ojo, pude comprobar que el maduro, estaba “enganchado” a mi culo… y a mis tetas, pues al tratar de alcanzar algo de las estanterías altas, mi playero se empeñaba en que éstas, casi se salieran fuera de la pieza superior de mi bikini.
Saqué mi móvil con intención de disimular. Me acordé de las fotos, y fui a la galería de fotos del teléfono, comenzando el visionado automático. Noté su presencia detrás de mí. Los vellos de mi nuca comenzaban a erizarse. No me di la vuelta en ningún momento, pero sabía que él estaba justo detrás de mi hombro derecho. Las fotos iban pasando de forma pausada y lenta…
¡Qué morbo estaba sintiendo…!
Deliberadamente, separé un poco el teléfono de mi cara, para facilitarle el visionado…
Sentía un placentero hormigueo en mi coño y en mi culo, al saberme espiada por aquél maduro, y mi temperatura subió algunos grados más…
Cuando se terminó la serie de fotos, se acercó a mi oreja, y de forma disimulada, con voz suave, me dijo:
¡Quién fuera él…mmmm!
Me recorrió un nuevo espasmo por todo el cuerpo. Traté de hacerme la sorprendida, y guardé el teléfono, a la vez que simulé forzar una sonrisa al ligón desconocido…
Creí haberme divertido bastante, además de haberme excitado…
Ahora me iría a casa, y se lo contaría a mi novio, que de seguro que la historia le pondría como un burro…
Así que me dirigí a las cajas. Pero el ligón no se daba por vencido. Me siguió y se situó tras de mí en la cola para pagar. Casi sentía su aliento en la nuca. Disimuladamente, empezó a susurrarme palabras al oído…
-¡Cómo le habrás hecho disfrutar…! –dijo quedamente.
La situación se estaba escapando de mi control… Me giré y le volví a sonreír, aparentando una cortesía. Pero el ligón creía tener la pieza segura e insistía…
-Yo te habría llenado, no sólo la boquita… tengo material para llenarte todos los agujeritos…
Ya no sabía que hacer… No quería tener que montar un número para sacarme al ligón de encima. Por otra parte, su comportamiento me parecía normal… después de haberle calentado… ¿qué podía esperar…?
Pero empecé a pensar que iba a tener que darle algo más que los buenos días al ligón… ¡la culpa era de mi novio, que me calentó y me dejó a dos velas…!
Como media docena de lindezas tuve que escuchar aún, antes de llegar a pagar… y cada una de ellas, hacía que me calentara más y más. Aquel ligón, sabía lo que se hacía… tuve que apretar mis piernas entre sí, pues temí que escurrieran por ellas mis fluidos vaginales.
Cuando por fin pagué, quise despedirme con otra simple sonrisa del ligón, y me encaminé al montacargas. En lo que tardó en bajar el mismo, el ligón me alcanzo, y los dos esperamos la llegada de la cabina a la planta baja. Entramos. Sabía que sería abordada en ese momento. Lo esperaba con impaciencia y nerviosismo. Se acercó por detrás y me rodeó con sus brazos apresando con sus manos mis pechos, mientras su boca mordía mi nuca. Instintivamente, me giré y busqué su boca desesperadamente. Nos besamos. Nuestras lenguas se comunicaron en cuestión de segundos mil y una sensaciones. Besaba como los ángeles el ligón…
El montacargas se detuvo en la planta de la azotea. Creí que eso sería todo…salimos de la cabina, y me dispuse a abrir y cargar la compra en el coche. El ligón, en un gesto que creí de caballerosidad, me ayudó a cargarla. Fui a dejar el carrito en su sitio, y cuando me volví él estaba esperándome con la puerta de un todoterreno color negro y lunas tintadas, abierta invitándome a entrar. Me quedé sorprendida por un momento. ¡Aquél ligón lo tenía todo previsto…!
Ya me imaginé lo que quería. Pulsé el botón de cierre del mando a distancia de mi coche, y subí por la puerta trasera del todoterreno. Las lunas tintadas no permitían ver absolutamente nada desde el exterior. El habitáculo trasero del todoterreno era espacioso. El ligón puso el seguro de las puertas, y me quitó la ropa en un santiamén, ayudándome a sacarme el playero, y soltando los lazos de mi bikini.
Mientras nos besamos en la boca, pude apreciar el bulto que bajo su bragueta se había formado. Bajé la cremallera, y él soltó el botón de la cintura.
-¡Dios mío…! –exclamé al ver el calibre que se gastaba el ligón.
Su verga superaba con creces la de mi novio… ¡y aún estaba en estado de semierección…! Bendije mi suerte…¡Por fin me iba a quitar las ganas…y de qué forma!.
Agaché mi cabeza, y metí en mi boca el enorme capullo. Exhaló un gemido ahogado cuando su capullo recibió mi primera caricia lingual. Lo lamí, lo succioné, lo mamé, lo recorrí arriba y abajo, sin descuidar sus grandes y depilados testículos que colgaban en sus bolsas… en fin, una gozada de mamada la que le di.
Me retiró, aunque yo habría seguido horas mamando aquella verga, hasta haberle vaciado toda la leche de sus pelotas. Pero el ligón parecía seguir un guión. Seguramente algunas docenas de mujeres habían sufrido el mismo tratamiento antes que yo. Me tomó los pechos con sus manos, y acercó su boca. Un suave masaje con su lengua, me arrancó algunos gemidos muy sentidos por mi parte.
Después me hizo abrirme de piernas, y relamiéndose, se aplicó a recorrer mis labios mayores y menores, mi clítoris fue apresado por sus labios, y alternando todas estas caricias, fue introduciendo su lengua dentro de mi coñito, que a esas alturas era un torrente de líquidos imparable, sin olvidar hurgar con su puntiaguda lengua en mi orificio anal, arrancándome grititos ahogados de mi garganta. El ligón era un experto, sin duda…
Se puso boca arriba. Su polla era un obelisco… Me asusté un poco, tengo que reconocerlo, pues estando a toda presión, la visión era impactante. No voy a mentir si digo que sobrepasaba ampliamente los veinte centímetros de larga y casi cinco de diámetro. Además la curva de su arqueo era perfecta. Ligeramente arqueada hacia atrás, sin desviaciones a los laterales, y coronada por un capullo gordo, terso y brillante. Una preciosidad de verga en pleno esplendor… acompañada de dos gordas pelotas en sus bolsas, que colgaban como dos brevas maduras.
Sólo pensar que me la iba a calzar en breves instantes, me daba calambres en el estómago…bueno, y en otros sitios, también.
Me acaballé sobre ella, mientras él me sujetaba para guiarme en la clavada. Con mucho cuidado, la fui engullendo dentro de mí, mientras de mi boca salían sólo gemidos de gozo… Me sujeté a los hombros del ligón, mientras él controlaba la profundidad de su clavada. Sabía hacerlo muy bien, pues en ningún momento me hizo daño. Su polla ya se perdía en lo más recóndito de mi vagina, y aún quedaban algunos centímetros fuera…
Pero era mi propósito engullirle toda, aunque tuviera que esperar a dilatar mi profundidad vaginal…Finalmente pude ver que toda aquella polla era mía…me empezó a bombear arriba y abajo…sus manos me izaban sobre su mástil, para hacerme bajar de nuevo de forma vertiginosa hasta la base… yo acompañaba sus vaivenes con gemidos espontáneos, que no podía evitar. Menos mal que el aparcamiento seguía estando con sólo dos coches… el mío, y el suyo.
Por fin, inevitablemente llegó el orgasmo a nuestros cuerpos, para saciar nuestros deseos, y colmarnos de placer. Decir que me llenó con litros de semen, sería una exageración, claro, pero nunca había recibido tal dosis de semen, como el ligón me obsequió. Cuando comenzábamos a recuperar el resuello, me descabalgó, y me tendí sobre el asiento contiguo, hasta que pudimos recuperar el ritmo de nuestro pulso y respiración.
Me agradeció mi disposición, y hasta me dio su número de teléfono, por si me apetecía repetir, pero eso sí, en una cama y tranquilamente…
Lo pensé… seguramente valdría la pena probarlo.
Nos despedimos, y regresé a casa.
Mi novio me estaba esperando… seguramente esperaba que me abalanzara sobre él, y me lo zampara como una fiera… pero eso no ocurrió así.
Simplemente le dije:
-¿Sabes…? ¡No vuelvas a decirme que no tengo ovarios…!