Cuando las chicas no vinieron (2)

Continúa la aventura.

CUANDO LAS CHICAS NO VINIERON 2

Al día siguiente salimos a los maizales cual lo  habíamos acordado. Eran las 7 am y el sol despuntaba sobre la colina dejando todavía una estela amplia de sobre sobre el cultivo. El maíz estaba jugoso y grande por lo fértil del suelo. David y yo llevábamos sendos sacos pequeños para recoger maiz para hacer una crema deliciosa que la Sra Alicia nos había prometido. El cultivo quedaba en una explanada lejos de las cabañas en límites con otra finca y cerca pasaba un estrecho brazo del arroyo de aguas cristalinas. David tenia su jean sucio y su camisa de cuadros con mangas largas y un sobrero de ala ancha que lo protegía del sol. Parecía un auténtico campesino. Me gritó “ven a reocoger éstas mazorcas” y yo me acerquè caminando entre las callejuelas que formaba el cultivo tratando de mirarlo entre los matorrales espesos de la plantas de maíz.

El gracioso me estaba invitando al sexo, pues tenía su mazorca negra y flaccída entre su mano derecha orinando en el suelo y con una mirada sensual e insinuante invitando a que empezáramos un jueguito. Verlo orinar me excitaba. Su manguera larga expelía un chorro amarillento y grueso que hacía un pequeño pozo sobre el suelo blando. El miraba en varias direcciones para verificar que no hubiera rastro humano visible. Terminó de orinar sacudiendo su picha blanda con cierta gracia para que desprendiera de su prepucio las gotas de orin auq aún escurrían. Yo estaba ya un poco erecto por tal espectáculo. El se bajó el pantalón hasta  debajo de las rodillas desnudándo sus fuertes muslos de atleta. Su pinga libre ya de sus manos colgaba groseramente y con un gesto procaz me invitó a una mamada. El permaneció de pié justo entre dos matas de maíz que bien nos ocultaban y yo me arrodillé para lamerle el pipí.

Lo tomé entre mi mano para sentir su calor e inicié una paja muy suave solo para experimentar la sensación agradable de sentir como esa verga de mis amores se crecía ante mí. Pronto la piel oscura que recubría su tallo empezó a estirar y el prepucio se retrajo dejándo al descubierto la cabeza de un púpura brillante, entonces la empecé a lamer con mi lengua enjugada de saliva y sentí como ese palo negro se creció en mi boca. El, sudoroso, me tomó por mi cabeza para asirme mas a su sexo. Así que me dispuse a darle una mamada preciosa entre esos matorrales con el sonido de las hojas que se estremecían entre si por la brisa algo fuerte. Yo lo miraba a los ojos mientras metía su pinga en mi boca y el me sonreía con su cabeza cubierta por el sobrero cuyas alas ondeaban por la brisa que lentamente iba secando el sudor. Su verga estaba geneosa y palpitante y hasta tenía un cierto sabor silvestre como a maíz. Cuando me sentí agotado descansaba mi boca dándole mas trabajo a mi mano derecha que no dejaba de pajear la verga que me había devuelto mi razón de ser. Cuando me sentía recuperado volvía a mi trabajo con la boca, pero le pedía a David que embistiera él. Así que el me cogía por la boca con mucha sutileza.

Me sacaba su pinga hasta quedarme solo con la cabeza adentro y luego la embestía hasta poco mas que dos cuartos de su palo, que era lo mas que podía ingresar en mi jeta. Se apoyaba en mi cabeza meitiendo y sacando a bien ritmo su  vegota. Yo estaba muy excitado y la verdad ese ilidio de amor al aire libre rodeado de paisajes tan preciosos me hacía mas sensible. David sacó su verga de mi boca y se pajeó con ligera resolución y celeridad obviamente para correrse. Yo observaba excitado la maniobra justo ante mis narices de cómo su animal se arropaba y se descubría con rapidez por su hábil mano apuntando a mi rostro impávido y enternecido. “En tu cara?”, me preguntó mas con tono de afirmación y yo asentí con mi cabeza. Cinco segundos después su contrajeron todos los músculos de su cuerpo incluyendo los gruesos labios de su boca africana. Su semen, abundante como siempre, se chocó a raudaless contra mis mejillas, mis labios, mi mentón y hasta mi frente. Algo de esa leche entró en mi boca la tragué rememorando los tiempos con mi primo Edgardo.

Con agreste gesto machista, David restregó su verga gruesa por toda mi cara como recogiendo con su tronco la lecha que resbalaba por mi cara y de la cual buena parte había caído al suelo para unirse a los meandros de orin aún húmedos. Luego la puso para que yo se la lamiera y así lo hacía recogiendo con mi lengua el semen untado sobre su salchica quemada. Lo hice hasta que la verga le quedó limpia de semen. Satisfice a mi negro lindo esa mañana sacándole la leche. El quería chuparme a mi, pero nos dimos cuenta de que ya estabamos bastante retrasados con el maíz así que dejamos eso para después. Esperó a que la verga se durmiera y con sigilo la acomodó entre sus testas y se subió el pantalón. Yo me fui al pequeño arroyito me lavé bien la cara aprovechando para  beber un poco de agua. Me dí cuenta que estaba muy excitado pues mi palo aún estaba erecto bajo mis pantalones, pero nada podía hacer por el momento.

Pasamos un día divirtiéndonos con todos en la cabaña, comiendo deliciosos platos autóctonos preparados por Doña Alicia y jugando cartas, asi que no fue hasta la noche en nuestro lecho de amor que pude liberar mis impulsos libidosos. Nos bañamos en la quebrada con los últimos atisbos de sol de las seis de la tarde David, el sr Alfonso, Alfonsito y yo. Esta vez no nos desnudamos por simple pudor, pero Alfonsito lo hizo un poco separado del grupo para enjuagarse y le pude robar algunas breves visiónes de su pichita juvenil delgada, blanca y con exceso de prepucio con la complaciente mirada de David que se daba cuenta de mi fisgoneo. Don Alfonso no se quitó para nada sus calzones que bien justo le quedaban y le dejaban entrever un buen paquete propiedad de Doña Alicia.

Excitado por esa breve sesión de voyeurismo blando bajo el algua fresca de aguas cristalinas me metí a la cama con mi negro que ni se molestó en secarse bien. Desnudos en la cama y con la noche bien entrada nos besamos largamente como enamorados nuevos hasta ponernos a tono. “Quiero que me cojas”, me ordenó. “Pero regalame un ratito de chupada mi vida”, le dije con creciente excitación sentándome con mis piernas abiertas y extendidas sobre el colchón apoyándo mi espalda sobre el madero de la cabecera de “nuestra” cama.  Mi verga estaba yá como un asta lista para ser mamada. El sonrió y se levantó a ensceder las velas dispuestas en el candelabro. De inmediato la atmosfera se tornó romántica y excitante. Su lengua húmeda y juguetona buscó mis huevas que descansaba sobre el colchón y allí empezamos nuestra sensión nocturna de sexo; tal vez la mas exigida de toda la semana. CONTINUARA….

( Les haré entregas mas breves de éste relato hasta terminarlo, dado que desafortunadamente no dispongo de mucho tiempo ni de mucha intimidad para escribir…espero me comprendan. Gracias y un beso a todos )