Cuando la realidad supera a la ficción - Cap. 9
¿Existe una línea entre la realidad y la ficción? ¿Se cruza?
El viaje en colectivo había sido eterno pero, finalmente, estaba en el living, con la excusa del guión, tomando un café y conversando de cosas sin importancia, como si ambas estuvieran eludiendo el motivo de su encuentro.
_Jime, si te parece, borramos las dos juntas el video. Así, nos quedamos tranquilas. ¿Qué te parece? _propuso la anfitriona y tomó su celular.
Ante el gesto de asentimiento, intercambiaron los teléfonos y cada una eliminó el video de la tarde anterior, con una sensación de alivio.
_Bueno, ahora no quedan rastros de nuestra actuación. _afirmó la recién llegada con esa sonrisa angelical y algo aniñada que iluminaba sus bellas facciones.
_Claro. Por eso, nos queda ensayar.
_¿Ensayamos todo de nuevo? ¿O solo el beso? _preguntó, con un hormigueo recorriéndole el cuerpo.
_Yo creo que con el beso estaría bien. A menos que quieras que lo evitemos. _la dueña de casa le devolvió una sonrisa y volvió a dejar su teléfono sobre la mesa ratona.
_No. Me encanta la idea! _la interrumpió Jimena y se ruborizó ante el gesto de sorpresa de su compañera.
_¿Te encanta la idea o el beso?
La pregunta, con un dejo de malicia quedó flotando entre ambas, mientras sus ojos miel y café se encontraban como escudriñándose.
_Bueno..._se sonrojó la invitada. _no estuvo mal. Aunque no sé si me hubiera animado si no hubiéramos tenido que practicarlo para la obra.
_Claro. Aunque no te vi con muchos problemas en el video. _Se rió tonta y juguetonamente Gimena, dándole un chirlo en el antebrazo.
_Ah, bueno!!! Vos tampoco parecías muy desganada, querida! Si no parabas de meterme la lengua! _protestó sonriente, sintiendo que los calores acudían a su mejilla.
_Mirámela, a la mosquita muerta! Vos tampoco estabas pasándolo muy mal cuando me metías le lengua hasta la garganta, Jime! _se mofó la anfitriona y sintió que comenzaba a temblar de pies a cabeza.
Las dos se miraron y rieron, nerviosas, con las mejillas como un tomate.
_Pero vos me tocaste el culo!
_Vos también me manoseaste el culo! Y te digo más... me encantó! _ambas hermosas y sensuales rubias sentían que sus mejillas ardían y se sentían impulsadas por un hambre desconocido.
_¿Querés que probemos?... Digo, la escena. _se corrigió la invitada, cohibida y excitada.
_¿La escena?
Ambas se rieron y, movidas por un impulso, se colocaron con las frentes juntas, sentadas muy pegadas, ambas vestidas con botas de cuero y taco alto, calzas de lycra y una remera negra escotada con bandó para Jimena, mientras que la dueña de casa llevaba una musculosa negra muy ceñida.
_¿Nos levantamos? _preguntó, tímida, Jimena y sus ojos miel echaron chispas.
Gimena le dio un suave beso en los labios por toda respuesta, sin dejar de sonreír y, casi sin despegarlos, susurró un "como quieras".
El ósculo fue devuelto con igual suavidad y calor. A ese le siguió otro, y otro, y otro más y comenzaron una deliciosa y sensual danza atrapando el labio superior de la otra y alternaron la posición, entrecerrando los ojos al principio, para luego entregarse, cuando con una mano abrazaba las caderas de la compañera y con la otra fueron ascendiendo para deslizar la yema de sus dedos por las mejillas.
Cada gemido era respondido por otro y las dos hermosas mujeres se mantuvieron con los ojos cerrados, entregadas por completo al íntimo y revelador momento.
Las manos en la cintura estrecharon aún más el abrazo y el pecho derecho de la anfitriona y el izquierdo de la invitada se presionaron con suavidad, arrancándoles un escalofrío y un suspiro de placer. Gimena la tomó por la nuca y la atrajo aún más hacia su boca, con mucha suavidad y dulzura, que fue replicada y ambas cambiaron la inclinación de sus cabezas para continuar disfrutando de las caricias entre sus labios, a los que aún no habían invitado a sus lenguas.
Las respiraciones comenzaron a acelerarse y cada una creyó advertir los pezones de la otra endureciéndose con cada nuevo roce entre sus bocas. Tras lo que les pareció una eternidad se separaron y jadearon mientras intentaban recuperar el aliento.
_¡Me encantó, Jime! _susurró la dueña de casa, con el rostro encendido y sus ojos café posados en los de su compañera, antes de morderse el labio inferior.
_¡A mí también! ¿Seguimos? _la invitada se sonrojó y se relamió involuntariamente.
Por toda respuesta, la rubia le tomó el rostro con ambas manos y le plantó los labios en nuevo y ardiente beso de pico que fue convirtiéndose en un apasionado beso francés, donde ambas lenguas asomaron con urgencia para enredarse juntas y empujarse de una boca hacia la otra, mientras ambas saboreaban, derritiéndose en caricias, el sabor de sus salivas mezclándose en sus bocas.
El sonido del chupeteo entre sus bocas y los gemidos fueron la música que imperó en el living durante una eternidad que a ellas se les hizo efímera.