Cuando la realidad supera a la ficción - Cap. 8
El torbellino de sensaciones parece no detenerse.
Esa noche, antes de ir a dormir Jimena estaba muy conmocionada por lo ocurrido durante la tarde. Por eso, luego de cenar con su marido, se quedó un poco desvelada haciendo zapping sin poder encontrar alguna película de su agrado.
¿Qué le estaba pasando? Ella amaba a su marido. No era lesbiana, ni nunca la habían atraído las mujeres. Y sin embargo, había disfrutado la práctica del beso con Gimena y hasta hubiera deseado continuar un poco más. De sólo recordarlo hizo que sus rosados pezones se endurecieran levemente y un hormigueo la recorriera por dentro. Se levantó, sin despertar a su marido y fue hacia el sofá en el living para navegar un poco en internet y buscar algo con qué entretenerse. Se había servido un café cuando el celular le vibró con un mensaje. Lo atendió para ver si había ocurrido algo con su hija, pero el corazón le dio un vuelco al comprobar que era un mensaje de Gimena que decía "Mirá esto. Creo que los vamos a volver locos".
La sangre se le congeló cuando recibió el video que su compañera de teatro le enviaba. Se colocó los auriculares y se asomó por la puerta del dormitorio para comprobar que su marido dormía.
Al dar play, su cuerpo reaccionó con un inmenso escalofrío que la recorrió de pies a cabeza y no pudo evitar pasarse la lengua por los labios al sentir la respiración que se le aceleraba.
Sus ojos estaban abiertos desmesuradamente, sin perder detalle. Le parecía mentira que las dos hermosas mujeres que se estaban besando y acariciando con inconfundible descaro fueran ella y Gimena. Fueron los tres minutos más largos de la semana, y a la vez los más cortos. Tal es así, que tuvo que verlo por segunda vez.
"¿Lo viste?" preguntó la mujer de ojos café.
"Sí. ¿No lo habíamos borrado?" preguntó horrorizada ante la posibilidad de viralizarlo.
"Sí. El primero lo habíamos borrado. Pero este, llegó mi marido y tuvimos que suspender y acomodarnos. Medio que me olvidé. Mala mía" se disculpó, y agregó varios emoticones.
"No hay drama. ¿Pero lo querés conservar?"
"´¿Te puedo llamar? ¿Podés hablar?".
Jimena salió disparada hacia la cocina y cerró la puerta para poder hablar tranquila. Se sentó en el taburete frente al desayunador y contempló la pantalla a la espera del llamado. El tiempo pareció detenerse y se preguntó si la rubia había cambiado de opinión. Tras un larguísimo minuto, se levantó y ya estaba por abrir la cocina cuando el teléfono comenzó a vibrar.
_¿No habíamos dicho de borrarlo? ¿O te arrepentiste? _preguntó tímidamente, con un dejo de enojo.
_Si. Y voy a borrarlo. Pero quería que también tuvieras la misma posibilidad que tuve de verlo para poder mejorar nuestra escena. Después, hacé lo que quieras. Yo lo voy a borrar, no quiero líos. _la voz sonó seria y segura.
_Pero... ¿vos querías guardarlo? _se extrañó Jimena, sintiendo que el hormigueo regresaba.
_Mirá, preferiría aprovechar y ensayar de nuevo. El lunes es feriado, mi marido va a llevar a mi hija a un pijama party... sí. Está grande, pero van a bailar y después se reúnen en casa de una de las chicas. Y él se va a quedar a comer una pizza y jugar a la play con los amigos. Así que, voy a estar sola toda la tarde.
El corazón volvió a darle un brinco y se tapó la boca, movida por un instinto. El cuerpo comenzó a temblarle y supo que necesitaba volver a sentir sus labios fundidos.
_Jime... ¿Estas ahí? ¿Hola? _la voz sonaba con un dejo de urgencia.
_Perdón, Gime... me pareció que llegaba mi hija. Yo también tengo la tarde libre. _mintió y se pasó la lengua por los labios.
_¿Te parece bien venirte vos, o preferís que vaya yo?
_Preferiría ir, porque mi marido va a querer ver el partido y no vamos a poder estar tranquilas. _admitió la mujer de ojos color miel.
_Perfecto. Te espero a la tardecita. Un beso. En la mejilla. _se rió, juguetonamente.
_¡Qué tonta! Otro para vos. También en la mejilla. _Le devolvió el guante y también se despidió con una risilla.
Cuando terminó la llamada, abrió la heladera y se sirvió una copa de vino. El pulso se le había acelerado y el hormigueo le había vuelto. Volvió a comprobar que su marido dormía y contempló el video por última vez, antes de guardarlo en una tarjeta de memoria y ocultarla en el cajón de sus prendas íntimas.
Le costó dormirse y se sintió como una adolescente en espera de una cita.