Cuando la realidad supera a la ficción - Cap. 5
Momentos reveladores en el ensayo de las bellas actrices
Jimena no podía dormir esa noche. Al llegar a casa se dio una ducha larga y reparadora y preparó la cena para su marido y su hija mientras disfrutaba de una copa de vino tinto. Se sentía extraña. Como si hubiera querido prolongar esa escena. "Ojalá no nos hubieran interrumpido". Pensó. Pero, inmediatamente, sacudió la cabeza para disipar tales ideas. Después de todo, era una obra en la que actuarían. Tenía que ser profesional. No debía dejar que el personaje se adueñara de sus emociones, sino todo lo contrario.
Durante la cena familiar conversaron sobre trivialidades y pudo olvidarse del tema. Pero, al acostarse, su marido se durmió casi en el acto y la dejó sola con la televisión como única confidente. Los momentos en el ensayo regresaron más vividos que antes. Podía revivir cada detalle del beso. Intento apartarla de su mente, pero le tomó un buen rato y hasta sintió hervir su sangre con furia cuando recordó las burlas de Gladys.
Lo que no sabía era que a Gimena le estaba ocurriendo algo similar.
Finalmente, había llegado el sábado y Jimena tendría el día para sí misma. Le gustaba la idea de poder ir de compras tranquila, o juntarse a tomar un café con las amigas pero, por otra parte, le aterraba quedarse sola con sus pensamientos. Su hija, como toda adolescente, saldría a bailar y se quedaría a dormir en lo de su mejor amiga. Su marido tendría una tarde de fútbol, con la consabida reunión de cervezas posterior. Tendría que pensar algo para estar ocupada.
Mientras caminaba por el shopping y miraba vidrieras, el celular le vibró. Era Susana, en el grupo de whatsapp, para recordarles que practicaran las escenas ya que el miércoles harían un ensayo general integrando cada parte. Apenas leerlo, el corazón le dio un salto. Miró hacia todos lados, temiendo que alguien la viera y se paró junto a una columna para buscar el número de su compañera. Tardó algunos segundos pero lo encontró. Y las dudas volvieron a asaltarla. No quería quedar como una ansiosa. Además... seguramente a ella no le pasaría lo mismo. Y, a decir verdad, ¿quería juntarse a ensayar? Su mente debatía evaluando los pros y los contras cuando un mensaje de voz la trajo de nuevo a la realidad. Era Gimena. El pulso se le aceleró y se puso los auriculares para enterarse qué decía.
Tras un par de intercambios, hablaron por teléfono y conversaron de trivialidades, como si intentaran evitar el incómodo tema. Hasta que Gimena le preguntó si podían juntarse esa tarde, ya que estaría libre. El corazón de Jimena volvió a saltar y a acelerarse y sintió que la respiración se le aceleraba levemente. Tragó saliva y respondió con un hilo de voz. Cada una medía sus palabras, con cierto temor y, atolondradamente, quedaron en encontrarse a la tarde en casa de Jimena, en la zona residencial, en las afueras de la ciudad.
Jimena llegó hacia la casa de su compañera, como habían quedado, enfundada en botas de cuero negro, con taco aguja, unas calzas de lycra y una remera musculosa blanca, con un cinturón a juego con las botas y una camperita deportiva gris con capucha. Sus rubios cabellos caían sobre los hombros en prolijos bucles y su hermosa y angelical sonrisa tardó en dibujarse. Estaba espléndida. Como siempre.
"Ya vine hasta acá. No me voy a ir como una adolescente asustada. Además... somos dos mujeres adultas, que vamos a estar ensayando para un trabajo. No tengo nada que temer. Esto es artístico y profesional". Se decía a sí misma una y otra vez hasta que finalmente, presionó el timbre.
Dos campanadas anunciaron su llegada y pudo escuchar unos pasos que taconeaban al acercarse. La puerta se abrió lenta y cálidamente y apareció el rostro de Gimena, radiante, con una sonrisa tan amplia como la suya misma, vestida casi igual que ella, solo que llevaba una musculosa negra.
_Hola Jime. _se saludaron con un beso en la mejilla y ambas tuvieron un leve estremecimiento. _ Pasá, ponéte cómoda. ¿Querés colgar la campera?
_Bueno, gracias. ¡Qué linda que es tu casa! _se maravilló la recién llegada contemplando el amplio living y advirtiendo una mesita ratona junto a un mullido sillón de tres cuerpos.
_¿Querés tomar algo? ¿Té, café, mate, una gaseosa?
_Un café estaría bien, Gime. _sonrió y la anfitriona desapareció en la cocina mientras la invitaba a tomar asiento.
La recién llegada reparó en las hojas abrochadas que descansaban sobre la mesita ratona y se sentó a hojearlas. Eran impresiones del guión que debían repasar y tenían algunas anotaciones. Se relamió los labios y miró furtivamente hacia la cocina para comprobar que estuviera sola. Empezó a leer los comentarios que había anotado su compañera y se sorprendió, porque ella misma hubiera hecho los mismos cambios. Se detuvo en una parte en especial, que decía "¿En serio vamos a hablarnos como si estuviéramos en una telenovela?".
En eso, la dueña de casa regresó con una bandeja con dos tazas de café, una azucarera y unos chocolates. Jimena sonrió y sintió que un escalofrío la recorría cuando su rubia compañera se sentó junto a ella con naturalidad.
_¿Viste? Los diálogos parecen de película de los años 30. _se rió mientras revolvía su café.
_Si. Un desastre. Me gustaron las acotaciones que pusiste.
_Si, obvio. En los ensayos, todo bien. Pero imaginate cuando estrenemos. ¡Se nos van a reir en la cara! _comentó Jimena, divertida.
_¡No solo eso! ¡Imaginate a la tarada de Gladys, con sus comentarios de mala leche!
De esa manera, comenzaron una charla que fue rompiendo el hielo y las aflojó un poco. Conversaron sobre lo ocurrido en el baño con la conflictiva compañera y algunos comentarios que fueron recibiendo.
Agradecieron que no estaban permitidos los celulares ni cámaras en los ensayos, porque si no, a los pocos segundos todo el mundo se hubiera enterado de lo ocurrido.
_Y no me hace mucha gracia. Fijate que mi marido me remarca que no quiere que haga desnudos, ni tenga escenas de sexo.
_Y... no. A mí me pasa lo mismo.
_Imaginate, Jime, si se entera que nos dimos un beso sobre el escenario.
_¡Se pondría como loco! ¿Es tan celoso como el mío?
_¡Jajaja! ¡Nada que ver! ¡Se pondría como loco y pediría más! Hace tiempo que me viene molestando con que hagamos un trío, porque quiere verme con otra mina. _confesó la anfitriona y sorbió su café.
_¿Nunca habías estado con otra mujer? _preguntó tímidamente la rubia de remera blanca mientras jugaba con la cucharita en su taza.
_No. Ni tampoco se me pasó por la cabeza. ¿Y vos? _replicó intrigada, mientras la escudriñaba con la mirada.
_¡Ni loca! Además... técnicamente, no estuvimos con otra mina... Fue una escena en un ensayo. _la incómoda respuesta impuso un leve silencio y algo de tensión.
_Es verdad. ¡Qué boluda! _se rió Gimena y le dio una palmada juguetona en la mano, que fue debidamente devuelta.
Minutos más tarde, repasaban las líneas con las modificaciones propuestas y les pareció que el texto mejoraba, eso sí. Como si ambas quisieran evitarlo, interrumpían la escena antes del momento tan temido.
Después de casi una hora de práctica, decidieron hacer un descanso y tomar algo fresco. Intercambiaron risas y anécdotas y se dieron cuenta de cuántas cosas tenían en común, incluyendo las edades, y rebeldías, de sus hijas. También de la música y los libros que leían. Estaban riendo, distendidas, cuando sonó el celular de Gimena. Era su marido, para preguntarle si hacía falta que comprara algo al regresar y que estaría en casa en dos horas, aproximadamente.
Esto las regresó al trabajo y, tanto una como la otra, propusieron trabajar la escena ya de pie, dejando el cómodo sofá.
Regresaron al living y dejaron el guión a mano para poder consultarlo en caso de dudas y recrearon la escena desde el principio, con la nueva versión que habían ideado.
_¿Qué hacemos Jime, cortamos acá? _preguntó la anfitriona mirándola a los ojos, con cierto resquemor.
_Como quieras. No sé..._respondió encogiéndose de hombros, visiblemente incómoda.
_Como querer hacerlo, no quiero. Es un poco incómoda. Pero allá vamos a tener que repasarlo un par de veces. Y no puedo desaprovechar esta oportunidad. _se sinceró la rubia.
_No podemos. Es verdad. Bueno, después de todo, es parte del guión. No es como si nosotras quisiéramos hacerlo. ¿Verdad? _Jimena sonrió torpemente, como buscando corroboración.
_Tal cual. Además, es un beso. No vamos a dejar a nuestros maridos ni pasarnos al otro bando por eso, ¿no? Además, no tuvimos una cena pero, al menos, compartimos un café.
Ambas rieron y sintieron que la tensión que habían experimentado se disipaba levemente.
Recuperaron las posiciones de inicio y retomaron el diálogo del guión. Cada una aportaba su cuota de dramatismo a la escena. A medida que aumentaban el volumen y el tono de las palabras se fueron acercando hasta quedar frente a frente, con sus pechos casi tocándose bajo las remeras.
La pausa dramática les permitió mirarse a los ojos e intercambiar una sonrisa, sabiendo lo que vendría.
_¡Vos te fuiste!
_¿Yo me fui? ¡Vos no me atendiste el teléfono y no me buscaste!
_¿Que no te busqué! ¡Hice lo...
Siguiendo el guión, Gimena se inclinó y silenció su protesta con un beso de pico, que fue respondido de igual manera. Jimena abrió los ojos sorprendida, al principio, para luego relajarse y volver a meterse en el papel.
Sus sensuales labios se acariciaron por espacio de eternos segundos, electrizándolas y haciendo que las pulsaciones de ambas se elevaran. Tanto una como la otra temblaban levemente y, entregadas a sus papeles, fueron separando los labios levemente mientras se acercaban aún más, presionando sus cuerpos con suavidad. Gimena inclinó la cabeza y abrió la boca levemente para mejorar la intensidad. Jimena hizo lo propio y ambas saborearon la humedad en la boca de la otra, dejando escapar un leve gemido. Movidas por instinto, se tomaron por la cintura, en una suerte de tímido abrazo, para prolongar el beso, que las estaba afectando y estremeciendo.
Jimena se estremeció al sentir la punta de la lengua de su compañera contra la suya propia, dentro de su boca. Jadeó quedamente y la empujó de regreso, arrancándole un gemido. Ambas se estrujaron en un abrazo que comprimió levemente sus firmes pechos y unió sus vientres.
Las manos comenzaron a acariciar las espaldas, como si tuvieran vida propia, mientras las lenguas iniciaban su sensual y húmeda danza, juntas, pasando de una boca a la otra, con los labios sellados, acariciándose mutuamente.
Las dos hermosas mujeres de rubios cabellos permanecieron besándose como si el tiempo se hubiera detenido, mientras sus manos volaban suavemente por sus espaldas y las lenguas hacían lo propio en sus bocas fundidas, durante un par de minutos, en los que la intensidad fue aumentando y sus cuerpos reaccionando a cada estímulo hasta que, la falta de aire, las obligó a separar sus ardientes y cálidos labios.
_Wow... Jime... creo que nos pasamos un poco. _se rió la anfitriona mientras se abanicaba con una mano al tiempo que en sus mejillas se advertía un leve rubor.
_Si... como nos pasó en el ensayo. _se rió su compañera, de igual manera, con el carmín tiñendo su encantador rostro.
_Tendríamos que cronometrarlo, para no hacerlo tan largo.
_¿Te parece? ¿No sería mejor filmarlo, para ver nuestras posturas corporales y si transmitimos algo?
_No sé. Acordate que Susana dijo que nada de cámaras. _advirtió Gimena, mientras se cruzaba de brazos, levemente cohibida.
_Sí, es verdad. No lo había pensado.
_Aunque... podemos filmarnos, verlo juntas acá y borrarlo, para que no quede registro.
_Me parece estupendo.
Así lo hicieron y colocaron el celular de la dueña de casa en posición, listo para registrar la escena.
Así lo hicieron y el momento que antes temían, ahora lo ansiaban. Los diálogos fueron dichos con una leve y casi imperceptible urgencia, antes de pasar al beso, que se prolongó durante algunos minutos, con ambas rubias estrujándose en el abrazo y gimiendo quedamente en los labios de su compañera.