Cuando la calentura aprieta (08)

Volviendo a las andadas

Nuevamente volvió la rutina.

Pese a que seguía conectada a chats, no encontraba nada que me llamara la atención. Por lo cual decidí descubrir cosas nuevas en mi soledad. Me decante por el sexo anal.

Claro está, primero le pregunte a mi marido que si porque no probaba a metérmela por el culo. No me sorprendió su reacción, me dijo que eso era una guarrada, que de donde había sacado esa estupidez y cosas de esas. Menos mal que conociéndolo ya se sortearlo y que todo quedo como si hubiera sido una broma. Pero me quedo claro que tendría que probarlo yo sola.

La primera vez que lo intente fue en el salón, yo desnuda, me lubrique mi ano con bastante gel y fui introduciendo poco a poco los dedos, primero uno y luego dos. Aquella vez no llegue a probar el consolador, ya que el sentir ese orificio abierto por mis dedos, tuve una sensación nueva de placer, que junto con la destreza de la otra mano con mi clítoris, no tarde mucho en correrme.

Pasado un par de días, volvía a hacerlo, todo igual que la anterior, esta vez los dedos notaron menos resistencia. Me situé para sentarme en una silla, sujete el consolador, previamente bien lubricado, me senté encima de él y poco a poco fui penetrándome con él. Sentía algo de resistencia pero no pare, sin pensarlo me senté de golpe. Error mío, vi hasta estrellas, nunca había sentido un dolor igual. Me levante rápidamente y me lo saque, seguidamente caí al suelo, retorciéndome de dolor, mientras mi mano apretaba mi culo. Como si con eso parara el dolor. Al ver mi mano vi que incluso me había hecho un poco de sangre, seguramente debido a algún desgarro. Pase unos días fatal, no podía ni sentarme, ir al baño era una tortura también.

Me mentalice que el sexo anal no era lo mío.

Pasaron los meses y no había intentado volver a probar.

Empezado el nuevo año y con mis 43 años ya cumplidos, no había manera de volver a sentir la excitación y el morbo de una nueva infidelidad.

Casi acabando las fiestas de navidad, un día mientras limpiaba mi jardín, mi vecina salió y entablemos conversación, como cualquier día. Ya que eran muchos años de vecinas y le tenía mucho cariño. Leonor era una mujer ya mayor, enviudo muy joven y se quedo sola con su hijo. Cuando nos mudemos a nuestra casa  yo tenía 26 cuando llegue recién casada. Leonor nos ayudo siempre que nos hacía falta. Mis hijos incluso la llamaban Tata Leonor.  Su hijo se fue con 20 años a trabajar a Suiza y desde entonces no lo había vuelto a ver, había venido varias veces a ver a su madre, pero siempre era en verano y coincidía cuando nosotros estábamos de vacaciones.

Leonor me dijo que estaba esperándoles, que le habían llamado del aeropuerto que venían a pasar unos días con ella, ya que tenían unos días libres en su trabajo. Ella estaba ilusionadísima. Me quede  a esperar con ella, pese a haber terminado de limpiar y que hacia un frio de cojones. Ella me pregunto por mis hijos, le dije que se habían ido con mi marido y así pasar el día con mi suegros, ya que ellos viven donde mi marido tiene el taller. Me invito a comer con ellos, ya que estaba preparando una paella riquísima, algo que era cierto, no hay nadie que haga la paella como Leonor. Pasado un rato llego su hijo con su esposa, cuál fue mi sorpresa, al ver que ella era muchísimo más mayor que él. Era incluso más vieja que yo. Por más que los miraba no me cuadraba esa pareja. El se había convertido en un morenazo de treinta y tantos años, guapísimo. Y ella morena, pequeña y bastante arrugada.

Los salude y tras un pequeño rato de charla, me fui a mi casa, no sin antes quedar con ellos para la comida.

Al llegar la hora de la comida, me fui para la casa de mi vecina. Al entrar  Pablo, que era su nombre y su esposa ya estaban sentados a la mesa, dando cuenta de una buena botella de vino tinto. Me dirigí a la cocina por si podía ayudar a Leonor y así chismorrear también de su nuera. No pude evitar preguntarle por la diferencia de edad. Me dijo que se llevaban más de 20 años, lo que la situaba cerca de los 60. Leonor se había resignado, aunque no le hacía mucha gracia, la felicidad de su hijo y el evitar discutir con él, era lo primero.

Nos sentemos todos a la mesa, tras unos entremeses, comimos y charlemos. Me fije que la esposa de Pablo no paraba de beber. Al acabar de comer me fije que sobre la mesa se encontraban 3 botellas de vino vacías. Yo solo me había tomado un par de copas, Leonor más  o menos igual y Pablo un poco más. Por lo cual calculo que la suiza se había soplado 2 botellas.

Leonor y yo recogimos la mesa. Les invite a mi casa a tomarnos el café, pero resulta que su nuera se había quedado totalmente dormida. Algo muy normal, pues llevaba una borrachera del quince. Leonor rehusó mi invitación, ya que se disponía a ver una telenovela, le dijo a su hijo que fuera a tomárselo el y ella cuidaría de su esposa.

Al llegar a mi casa, le invite a que se sentara y mientras fui a preparar el café.

Hablemos de todo lo ocurrido en nuestra vida, yo le puse al día de la mía y el de la suya. No tenía hijos, tenía un buen trabajo y ganaba mucho dinero. No pude resistirme y le pregunte por la diferencia de edad con su esposa. El comenzó a reírse, me dijo que me decía la verdad si le prometía no decírselo a su madre. Tras prometérselo me conto que cuando empezó con ella era porque le ponía bastante. Era divorciada, con la edad que yo tengo actualmente más o menos, estaba buena y empezó a tener relaciones sexuales con ella. El solo quería tener diversión con una madura de buen ver, pero resultaba que la tía estaba forrada. Era de familia adinerada, además de que con el divorcio de su marido, había conseguido también mas dinero aun. No me dijo la cantidad que disponía ella, pero me insinuó que hablábamos en millones de euros. El se había casado con ella por dinero, vivía como un rey. Inviernos en estaciones de esquí, veranos en playas paradisiacas, además de venir a ver a su madre. Según me conto, desde que estaba con ella, el no pagaba nada. Todo lo que ganaba lo tenía ahorrado, lo mantenían de todo. Coches de lujo, relojes, teléfonos, todo lo que quería lo tenía.

A cambio de todo eso, el solo tenía que estar con ella. Me dijo que la quería pero que casi como amiga. El sexo ya era una cosa apenas fugaz. Al referirse al sexo, le pregunte que entonces como hacía para aliviarse. El me contesto que aunque vivian en una ciudad, era bastante pequeña, por lo que las infidelidades eran un deporte de alto riesgo. Aprovechaba que viajaba a unos congresos de algo relacionado con su empresa, para contratar los servicios de prostitutas y así apagar su fuego interno. Eso si prostitutas de lujo, me recalco.

Casi sin darnos cuenta, casi paso la tarde, me sentía muy a gusto hablando con él y según me dio a entender el conmigo. De pronto sonó el timbre, era su esposa junto con Leonor, les invite a pasar y les propuse que si querían tomar algo. Leonor me pidió un café y su nuera me dijo que nada, que se encontraba un poco indispuesta. Lógico después de tener 2 botellas de vino aun en su interior. Pasado el rato nos despedimos y se fueron a su casa. Pablo me dijo que había estado muy bien la charla y me invito a repetirla algún día. Le dije que hay tenía su casa para lo que quisiera.

Al quedarme nuevamente sola en mi casa, pensé en si habría alguna posibilidad de acostarme con Pablo. Lo veía difícil, lo primero porque según me había dicho, estarían solo cinco días y durante ese tiempo, yo estaría con mis hijos o mi esposo. Por lo cual lo descarte totalmente.

Así fue, los días pasaban, solamente me cruce con él un par de ocasiones mientras entrabamos o salíamos. Una mañana Leonor llamo a mi puerta. Me dijo que su nuera había dicho de ir a visitar un centro comercial que habían inaugurado no hace mucho y que era prácticamente una ciudad de tiendas. Decline la invitación ya que en esos días aquello seria agobiante y no me gustaban las aglomeraciones. Leonor me dijo que si mis hijos podían acompañarles ya que quería comprarles algo, como regalo de navidad. Ella me los tenía muy consentidos, siempre les compraba lo que ellos querían. Pero no podía decirle nada, ya que los cuidaba como si fueran hijos suyos. Mis hijos aceptaron encantados y se fueron con ella.

Pasaron apenas unos poco minutos cuando sentí nuevamente el timbre, abrí y allí estaba Pablo. Le pregunte que hacia allí. Me dijo que el pasaba de ir al centro comercial y había dejado a su madre y a su mujer irse solas con mis hijos. Me dijo que si le invitaba a café, le acompañe al salón y nos pusimos sendas tazas de café. Mientras nos lo tomábamos, veíamos la tele casi sin hablar, solo comentábamos alguna cosa de las noticias que salían. Me chocaba esa situación, si la comparábamos con la charla tan amena que tuvimos la tarde del día de su llegada.  El estaba como si su mente estuviera a kilómetros de distancia. Me levante, recogí las tazas y me dirigí a la cocina. Aquella mañana me había vestido con un vestido de punto de manga larga y que me llegaba a medio muslo. El pelo me lo había recogido en un moño un poco estrafalario, pero es que no tenía muchas ganas de peinarme aquel día. Deposite las tazas en el fregadero y me dispuse a lavarlas ya que para tan poca cosa no me gustaba dejarlas allí sucias.

Mientras las fregaba, me asuste al sentir unas manos en la cintura, gire la cabeza y era Pablo, sin mediar palabra comenzó a besarme por el cuello mientras notaba como se pegaba a mi espalda y me apretaba contra él. Otra mujer, en su sano juicio, hubiera rehusado de primeras aquellas intenciones, pero algo dentro de mi me paralizaba. Sentía sus manos recorrer todo mi cuerpo, mis pechos, mi cintura, mi entrepierna, todo por encima del vestido, mientras me excitaba con sus beso. Yo no me quede quieta y empecé a acariciar su bulto, donde ya se notaba una gran erección. Me gire y comencemos a besarnos apasionadamente, el subió mi vestido, aparto las bragas y empezó a pajearme, mientras yo le quitaba la camisa. Le deje solo con los pantalones, el en cambio me subió el vestido y me lo quito, dejándome solamente con las bragas ya que no llevaba sujetador, seguimos magreandonos un buen rato. Le desabroche el pantalón y se lo baje, de dentro salió su polla en todo su esplendor, tenía una erección tremenda. Sin pensarlo me baje y empecé a chupar su polla que estaba pidiendo a gritos mi atención. Me sentía muy excitada y muy sucia, yo de rodillas chupando esa polla mientras le miraba y veía su cara de placer. El me paro, me ayudo a levantarme y acompañándome me subió en la mesa mirando hacia él, me quito las bragas y empezó a comer mi coño, debido a la excitación cada lamida que me daba era como una corriente inmensa de placer, era la primera vez que estaba siendo infiel sin yo buscarlo. No tarde en correrme y él se levanto me atrajo un poco hacia él y sin preámbulo me ensarto de un pollazo, mi coño recibió su polla sin dolor y yo sintiendo mucho placer. Caí en que  no llevaba puesto preservativo, inconscientemente me calle y volví a centrarme en el placer de sus embestidas.  Saco su polla y me levanto de la mesa, de pie me dio la vuelta, me agacho y volvió a penetrarme por detrás, así estuvo un buen rato, yo volví a correrme y el poco tiempo después saco su polla y pude sentir su semen cayendo en mi culo y espalda. Se dejo caer encima mía un rato hasta que ambos recuperemos el aliento. Como comencemos sin apenas hablar, así acabemos. El cogió un poco de papel de cocina y me limpio. Tras vestirnos el me pidió perdón, a lo que le conteste que porque me tenía que pedir perdón. El dijo que había sido una encerrona y que desde el primer día que vino de vacaciones y me vio, se había obsesionado en follarme. Yo le dije que no se preocupara pero que no lo tomara por costumbre. Aunque dentro de mi pedía que se repitiera todos los días. Pocos días mas tarde Pablo y su esposa se marcharon, desde entonces solo se dé el por lo que me cuenta su madre. Pero aquel día no se me borrara de mi mente.