Cuando la belleza engaña

Camila está desconcertada. el sexo con Diana la descontrola, siente que ese es su refugio y el placer que le da es fabuloso, lastima que sea solo eso.

Ese fin de semana fue bastante peculiar. Después de esa conversación donde quedo clara la relación que podía haber entre nosotras, todo fue fantástico. Nos fuimos a bañar juntas, como no podía ser de otra manera, terminamos en un round amoroso donde salimos empatadas. Me hizo vestir con una falda de ella, muy bonita pero más discreta. De ahí en más todo fue a mi gusto.

Almorzamos en un sitio muy lindo a la orilla del mar. Le comenté que había una exposición de informática, que tenía ganas de verla. También le gustaban esas cosas, por lo que no puso ninguna objeción.

Pasamos la tarde entretenidas. Compró una Tablet súper moderna, así que aprovechó bien el tiempo. Luego de eso, fuimos a la función teatral que quedó pendiente del día anterior. A pesar que por ser sábado estaba bastante lleno, no se privó de meterme mano con disimulo.

Me daba vergüenza, puse la chaqueta sobre mis piernas para que no se notara, pero me parecía que todo el mundo se enteraba. Apretaba las piernas para que no pudiera meter la mano, pero a pura fuerza me las estaba haciendo abrir. Se acercó a mi oído

-Cami, quédate quieta si no quieres que la gente se entere

  • Si sacas la mano de ahí nadie tiene que enterarse

  • Ah, no seas tonta ¿mira qué remedio?, déjala ahí que ese es su sitio – al fin me tuve que resignar a sus caprichos (no es que me desagrado tanto) A pesar de los nervios, llegué a tener un orgasmo, no muy grande, pero lo suficiente para mojarme todas las bragas. Terminó la función, cuando salimos me dijo de ir a comer algo liviano antes de irnos a dormir.

  • No Diana, vamos al hotel que estoy toda mojada,

  • ¡Te measte! Tan grande y meándose, es cierto, el que sale con niños…

  • No te hagas la boba, bien sabes porque estoy mojada, y es tu culpa.

  • Pero quítate las bragas y ya está, dámelas a mí que las pongo de babero.

  • Bonita ibas a quedar

  • No quedaría muy bonita, pero la comida me iba a saber mejor – al fin me convenció, me las saqué, se las guardo, pero no se las puso de babero. Después de cenar nos fuimos al hotel. Habíamos pasado un día maravilloso y lo terminamos maravillosamente bien, follando como descosidas.

El domingo fue lo mismo, me consintió en todo lo que se me ocurrió, estaba feliz. Me llevaba de la mano como si fuera una criatura. A mí me gustaba, el calor que me trasmitía me hacía sentir tan segura que podía estar siempre así.

Ya casi de noche me llevó a mi departamento. Agarró el bolso y subió conmigo, ya habíamos comido algo antes de venir.

-

¿

No vas invitarme a tomar un té?

  • Claro que te invito, siéntate que te lo preparo. Mientras se calienta el agua, me pongo algo de entrecasa – me cambié enseguida, me puse una bata y fui a la cocina a terminar de preparar el té. Puse las dos tazas en una bandejita.

  • ¿Quieres unas galletas para acompañar?

  • No, si recién acabamos de comer. Ven, siéntate conmigo que tengo algo para ti – sacó del bolso la Tablet que compró el día anterior – toma, esto es por los días tan lindos que me hiciste pasar.

  • ¡No! no la quiero. No soy tu amante para que me tengas que regalar nada.

  • ¿Y quién te dijo que eres mi amante? A mis amantes no les regalo nada.

  • ¿Y entonces porque me tienes que hacer ese regalo?

  • Por varias razones, y entre ellas, porque se me da la gana. No es la principal, te quiero a mi manera, cuando te dije que eras como una hermana menor, un poco es verdad. Yo como tú, no tengo familia, por lo menos cerca. Tú eres algo así, como una hermanita, o una sobrinita. Me gusta mimarte, poder ser un poco responsable de tu vida, que sientas que soy más que una amiga, que soy parte de tu familia. Me pasa igual que a ti, lo que pasa que tú ese cariño lo confundes con amor.

  • Lo que hacemos, no es muy fraternal que digamos.

  • ¡No! no lo es, eso va por añadidura y no lo veo mal. no estaremos enamoradas, pero nos queremos, no seremos pareja, pero nos deseamos, no veo ninguna razón para no hacer lo que estamos deseando.

  • Como cuentas las cosas siempre tienes razón, pero ¿a qué viene que me regales la Tablet?

  • Te la regalo porque puedo, y quiero que tengas algo más que las bragas para recordarme cuando te masturbas.

  • La Tablet no tiene tu olor

  • No, creo que tiene algo mejor, después la miras. Yo me tengo que ir, déjame despedir como la gente – me desprendió la bata y me empezó a besar – mejor me despido en tú cama.

Me fue llevando mientras me desprendía el sujetador, sin dejar de besarme me acostó al tiempo que me quitaba las bragas, saltaba de un punto al otro de mi cuerpo besando, chupando, lamiendo hasta que se estacionó entre mis piernas. Ahí volví a sentir como me derretía en un mar de sensaciones que me trasportaban a otra dimensión. Después de sacarme semejante orgasmo, me beso en los labios y me tapó con la sabana.

  • ¿Qué haces? ¿no me digas que después de esto te vas sin dejarme devolverte el favor?

  • Es que me tengo que ir bebé, en quince días vuelvo, aunque sea para verte

  • Pero, es que ni siquiera te tomaste el té

  • Ni me lo voy a tomar, quiero llevar tu sabor en mi boca. Adiós, bonita

Y se largó, sí, se largó dejándome con las ganas de volver a probar ese delicioso coño. Fui tras de ella, pero ya había salido y yo estaba desnuda. Volví a la habitación, allí estaba la Tablet, la prendí, me había dicho que tenía algo mejor. No sé qué podía ser, la había comprado el día anterior. No tenía mucho, solamente las imágenes de toda la sesión de la noche anterior. A pesar de haber estado fija, había material para masturbarme un rato.

Al fin me quedé con una sensación agridulce. Dulce por los momentos maravillosos que había pasado. Agria porque sabía que no eran más que eso, ¡momentos!

A la mañana, estuve a primera hora en casa de Natalia, teníamos bien distribuido el trabajo, me preguntó como lo había pasado, le contesté que bien, y le comenté sobre la exposición de informática (eso le interesaba) y la Tablet que me había regalado Diana. No entré en detalles de intimidades, no me parecía que era tema que le agradara.

Pasamos la semana, y la verdad que teníamos tiempo de sobra, y Nati me preguntó, qué me parecía si nos anotábamos como autónomos, y si salía, tomábamos trabajo de alguna compañía más grande. Lo dejé a su criterio.

Diana me seguía hablando para enterarse como me iba. Se lo agradecía, porque a pesar de saber que solamente podía ser amiga con derecho a roce, los momentos que pasaba con ella, me renovaban.

Le comenté del ofrecimiento de Natalia y me entusiasmo para que lo aceptara

Nati averiguó todo, podíamos hacer una sociedad de hecho, pero íbamos a esperar, hasta que consiguiéramos algo fijo que valiera la pena, eran tramites que se hacían rápido.

Cada vez la admiraba más, la vitalidad, la disposición, el trato tan amable, siempre al tanto para ayudarme y enseñarme. Tenía unos modales que me cautivaban, delicada, tierna, no sabía que adjetivos más ponerle. Claro, eso mientras no agarraba la bolsa a puñetazos y patadas, o cuando discutía con Alfredo. Ahí se le iba toda la suavidad.

Era un gusto verla ejercitarse, tenía un cuerpo que había que echarle. Lástima que la cara la afeaba un poco, está bien que con la simpatía y el carácter que portaba, tampoco que se notara tanto

Pasaron las semanas. Diana volvió varias veces más y me hizo pasar momentos estupendos. Ya sabía de qué iba. No me hacía ilusiones y aprovechaba los momentos con toda la intensidad que podía (que era mucha).

Me aconsejaba que aprovechara la capacidad de Nati, para hacer un emprendimiento con ambiciones de algo importante. Algo iba a salir.

Cuando Diana no estaba la invitaba a Nati a salir al cine, o a donde quisiera, pero no había caso. Una sola vez salimos y cuando le dije de ir a cenar a un restaurant, no hubo caso, me dijo que mejor comíamos en casa y mirábamos alguna otra película.

Entre semana muchas veces me quedaba a dormir. Si estábamos hasta tarde no valía la pena ir hasta mi casa. Después de cenar nos poníamos cómodas y tomábamos un café mientras mirábamos la tele.

Esas noches, reafirmaba lo que veía en los ejercicios físicos. Con el pantalón cortito con que dormía, y una camiseta que le dibujaba esos pechos preciosos, me ponían al filo de esa línea que por la paz no quería traspasar. La apreciaba demasiado como para arriesgarme a hacer una tontería.

Cada vez me tenía más pillada, y hasta me hacia la cabeza creyendo notar que ella también se fijaba en mí.

Cuando Diana tardaba y me encontraba necesitada, ya no miraba la Tablet, me acordaba de Natalia y me hacía unos dedos memorables.

Un día quise probar los celos de Diana, y se me ocurrió decirle

-Oye, ¿sabes que cada vez Natalia me está gustando más? – se me quedó mirando con la boca abierta antes de contestarme.

  • Mujer, por fin te está gustando alguien como la gente, házselo saber – no sabía si mandarla a la mierda o agradecerle el consejo. Lo que sí, con esa contestación me reafirmaba que con ella, era lo que había y nada más.

En las siguientes semanas hizo todos los trámites para anotarnos, pero quedó pendiente de confirmación hasta que consiguiéramos algo que valiera la pena

A la empresa siempre iba yo. En eso ya estaba bien aprendida, y Nati con Alfredo no se llevaba nada bien. Se aproximaba otra de las reuniones de fraternidad laboral (a la que Nati no iba ni atada). Esta vez me avisó que teníamos que concurrir porque el gerente tenía una proposición laboral para nosotras. Él no sabía de qué se trataba, pero no podíamos negarnos.

Cuando le dije a Nati, no le hizo ninguna gracia y no quería ir, pero al fin parecía que iba a ser solamente una propuesta. Podíamos aceptarla o no. Traté de convencerla.

-Oye, si no tienes que tratar con Alfredo, seguro que el gerente va a ser mejor.

  • ¡Ese! Ese es un baboso peor que Alfredo, más inteligente y más baboso

  • ¿Lo conoces?

  • Claro que lo conozco. Me vine de la gerencia para no aguantarlo. Se cree que eres un pedazo de carne esperando para hincarle el diente. – me salió

  • Pues no es nada tonto, sabe dónde está la mejor carne – me dio apuro, pero ya lo había dicho – discúlpalo, no será el primero que te tira los tejos

  • ¡No! si hay un montón que se cree que porque una es fea, ya vive regalada.

  • Nati, no todo el mundo se fija en las apariencias. No serás miss universo, pero tienes un montón de cosas, que puede enamorar a cualquier hombre inteligente, y dijiste que él lo es.

  • Eso ni tú te lo crees

  • Pues si yo fuera hombre, ya estarías diciendo que soy un baboso.

  • Claro, para pasar el rato sin compromisos

  • O para pasar muchos ratos con los compromisos que quisieras. Mira si vamos a hablar, si quieres voy a estar yo también ahí, ¿qué puedes temer?

  • No, si no le tengo miedo; me da grima soportarlo, nada más.

Al fin logré convencerla de ir. Más difícil fue convencerla de ir a comprar ropa para verse elegante, pero también lo conseguí.

El día de la fiesta la convencí de que se dejara maquillar (no es que iba a pintar un cuadro, pero dentro de lo posible, algo iba a mejorar). Cuando terminé, con el vestido que le había hecho comprar, ajustado a su cuerpo le hacían un culo de película, y unos tacos que hacían que sus piernas se vieran más estilizadas, le daban ganas a cualquiera.

Creo que hasta a ella le agradó. Cuando llegamos a la reunión, nos estábamos saludando con los que más trato habíamos tenido, cuando Alfredo nos avisó que el gerente nos estaba esperando en su mesa, fuimos a su encuentro.

La mesa estaba en una punta desde dónde se podía abarcar todo el conjunto. Mientras nos acercábamos, podía ver un señor parado tras la mesa esperándonos con una sonrisa amistosa.

Era de esas personas de edad indefinida, que te podías equivocar bastante, para arriba o para abajo, lo que sí, nadie podía decir que no era apuesto.

-A quién tenemos aquí, pensar que algunos tontos dicen que las chicas lindas no son inteligentes; no las conocen a ustedes. – dijo como saludo

  • Gines, no me digas que nos llamaste para escucharte decir estas tonterías, si lo dices por ella, va, pero conmigo no te cachondees.

  • Natalia, con el buen venir que tienes, y el mejor irte, me pude haber equivocado en decir que eres inteligente.

  • Gines, no seas baboso, los dos sabemos de lo que va. Dime para que nos llamaste y deja eso para las niñitas que puedas encandilar

  • Oye, no trates así al señor gerente, ten más respeto – protestó Alfredo

  • ¡Y tú qué te metes! ¿o el señor gerente es tan tonto que necesita que otro tonto como tú lo defienda? – se puso colorado, hasta yo me puse colorada.

  • La ve, la ve, así me trata siempre, y ahora le falta el respeto a usted

  • Bueno Alfredo, ella es así y ya no se puede hacer nada.

  • ¿No me digas que me hiciste venir para montar esta escena?

  • Si así fuera, tú tienes bastante la culpa – el momento se estaba poniendo denso, Natalia estaba furiosa y lo hacía notar: el gerente tenía una semisonrisa que seguramente la hacía poner de los nervios: Alfredo parecía un perro, que no sabía si tenía que ladrar o morder, y a quien, yo ni idea de lo que tenía que hacer, los miraba como si fuera una película.

  • ¡Gines! Se tres idiomas aparte del castellano, y si me hiciste venir para esto, estoy segura que no me van a alcanzar para mandarte a la mierda.

Alfredo se dio cuenta que ese era el momento que tenía que ladrar

  • Como te atreves a hablarle así al señor gerente, tendríamos que llamar a seguridad para que te eche a patadas.

  • Porque no me vienes a echar tú – le contestó furiosa

  • Calma, calma, haya paz. No te llamé para hacerte una escena, aunque me parece que la escena la montaste tú. Pero bueno, dejemos eso. Tenemos un ofrecimiento para ustedes, espero que te des cuenta lo mucho que te conviene. El asunto es si te animas a llevar la auditoría de compras de las sucursales que tenemos aquí en España. Es bastante parecido a lo que haces.

  • Sí, es parecido, pero sabes que entre las dos no podemos hacer eso.

  • Eso es una cuestión tuya, tú nos facturas por el trabajo, nosotros no necesitamos más que eso, y vas a ser independiente para moverte a gusto.

  • Espera un poco. Independiente vamos a ser en este trabajo nuevo, pero para las estadísticas, seguimos siendo dependientes.

  • Pero Natalia, porque les vamos a tener que pagar de dos formas diferentes, pareciera que no nos tienes confianza.

  • ¿Cómo que pareciera? Es que no te tengo confianza, ¿o te crees que no sé de quién viene?

  • No sabes de quien viene, y aun que viniera de parte mía, yo no te iba a engañar, te soy honesto – lo miró con curiosidad

  • Sí claro, esto no viene de parte tuya, tiene que venir de más arriba, sobre que no me quieres engañar, uhm…A lo mejor me equivoco, pero si lo hacemos, preferimos estar en la plantilla por las dudas.

-Pero ¿cómo puedes dudar de la honestidad del señor gerente?  – nuevamente se quejó Alfredo.

  • Ay…no lo puedes mandar a algún sitio, es insoportable.

  • Bueno, no es tan malo. Tú también te pasas. Alfredo porque no te vas a buscar unas cervezas bien frías, ponlas para que se enfríen bien, y quédate a cuidarlas para que no las agarre otro – se fue colorado de vergüenza, por más que se lo dijo amablemente, cualquiera se daba cuenta que lo estaba echando.

  • Ya está, ahora podemos hablar tranquilos. Si arreglamos los honorarios te lo podemos hacer, pero no me mandes todas las sucursales al mismo tiempo, déjanos que vayamos enseñando a alguien.

  • Sí, no hay problema, pero si te parece les podemos hacer un contrato por cierto tiempo, así también se aseguran ustedes.

Después de eso todo fue más amable, hasta pude hablar un poco yo.

El gerente era bastante tratable, pero las miradas que le dedicaba a las tetas de Natalia, eran de pura lujuria. Ya me daba ganas de mandarlo a la mierda yo. Nos terminamos de poner de acuerdo cuando llegaron las cervezas. Nati no quiso saber nada de quedarse.

  • ¿No te tomas una cerveza para festejar el trato?

  • No mira, mejor me voy, creo que ya miraste bastante, no te puedes quejar

  • Para mirar eso nunca es bastante, por lo menos dame un beso de despedida. No quiso dárselo, apenas le dio la mano

  • No hace falta creo que con un apretón de manos basta

  • Como eres, que sea un apretón entonces, y tú ¿tampoco? – no tenía problema en darle un beso en la mejilla y se lo di – sigue al lado de ella que vas a aprender mucho, es una gran mujer, lastima lo acomplejada, a ver si al lado tuyo se le van los complejos.

Al despedirme vi como miraba a Nati, me di cuenta que ese hombre, no solo la deseaba, la admiraba y quizá también la quería.

Salí corriendo para alcanzarla

-Eh, qué ¿me vas a dejar aquí?

  • Qué ¿no te quieres quedar a la fiesta?

  • No, ¿qué te parece si vamos a tu casa y hablamos un poco de esto?

  • Bueno, vamos, si quieres compramos algo para merendar – eso hicimos, llegamos a casa, pusimos todo sobre la mesa y nos sentamos en el sillón a conversar. Tenía curiosidad para saber qué había pasado entre estos dos.

  • Así que tenemos justo lo que estábamos buscando, que manera de tratarlo

  • La manera que se merece, me acosó lo que se le dio la gana, hasta que me tuve que ir de la gerencia.

  • Será pesado, pero dime ¿por qué no quisiste facturarle todo y quedar libres?

  • Porque si hacíamos eso quedábamos en sus manos. Te dan todo y el día que te lo sacan te quedas sin nada. Todavía no sé si lo que busca es vengarse porque no le di lo que quiso.

  • Nati, más allá que te tenga ganas, a mí me pareció un tipo honesto

  • Nadie puede ser honesto diciendo que soy una chica linda

  • Pues con la cosa de tu buen venir, y mejor irse, no te sacó lo ojos o de las tetas o del culo, así que muy mal no te debe haber visto

  • Eso es todo falsedad, había mejores tetas y culos de los que yo tengo.

  • ¿No me digas? Me hubieses dicho donde, sabes que a mí eso me va

  • Dónde; los había; nada más mira Lucrecia, estaba con una mini que un poco más se le veía el tanga.

  • Paf…lo único que faltaba, que te gustara Lucrecia

  • Y qué, ¿no te gustaba a ti? Por qué no me iba a gustar a mí

  • Porqué a mí me gustaba porque era idiota, pero ese no es tu caso, aparte que ella tiene todo comprado a medida, es de plástico.

  • Bueno, pero igual había alguna mejor que yo

  • Esta bien, te creo, pero dime quien era que otra vez me fijo.

  • Tú eras, o te crees que no me doy cuenta cuando hacemos ejercicio, o porque te crees que Diana salió a tu rescate, ¿de buena que es?

  • Pero…me estás dando a entender que me miras no como amiga sino con otras intenciones.

  • Yo, yo…no lo tomes a mal, es…que, eres…como eres, no puedo evitar mirarte, pero si no quieres, no te miro más.

  • Claro, no me miras más ¿y lo que piensas qué? Vaya a saber las cosas que estás pensando cuando hacemos ejercicio – la pobre estaba toda cohibida

  • No te enfades, que no te voy a pensar más

  • No Natalia, para que nos vamos a engañar, no podemos seguir juntas de esta manera. – se puso pálida

  • No Cami, no te vayas, mira el contrato que conseguimos.

  • Eso lo puedes hacer tu sola o contratando a otra chica, no me voy a quedar por un contrato.

  • Pero es que no quiero otra chica, quiero que esto lo sigamos haciendo juntas como lo pensamos, yo no te voy a molestar, voy a tratar de no mirarte, no te voy a decir más nada.

  • ¡Claro! Tú cómoda, tu no me vas a decir nada, total, la lesbiana soy yo, tú tranquila esperando que yo haga todo, no te canses – me miraba con miedo y desconcertada - ¿pues sabes lo que voy a hacer yo? te voy a romper esos labios a besos – me miraba con un susto que me hacía dudar si estaba haciendo lo correcto. No me importó, me monté sobre sus rodillas y le comí la boca con ansias, no se atrevía ni a respirar, me separé.

  • Ya sé, no te gustó. Bueno mala suerte, a mí sí me gustó, pero si a ti no ¿qué le voy a hacer? Perdona no te beso más – traté de levantarme, pero me sujetó. Me miró asombrada y me contestó

  • Sí, sí…, a mí también me gustó, por favor déjame besarte a mí, - ahora fue ella la que buscó mis labios, parecía que le salía fuego por la boca, yo feliz. Después de un morreo épico, se separó con lágrimas en los ojos – por favor Cami, no te burles porque me muero – yo ya no me conformaba con unos besos. Estaba para más.

  • Va a ser mejor que me siga burlando en tu dormitorio – la agarré de la mano y la llevé a rastras, apenas pasar la puerta volví a pegarme a sus labios, mientras buceaba dentro de su boca con mi lengua.

Le iba levantando el vestido al mismo tiempo que delineaba ese culito precioso con mis manos, fui subiéndolo hasta que tuve que separarme para sacárselo por la cabeza, quedó en interiores, pero eso también sobraba.

Le desprendí el sujetador, y dos pitones saltaron a mi encuentro. Me los metí en la boca, no podía dejarlos así, indefensos, chupaba con ansiedad. Solamente mi boca estaba en contacto con ella, mientras me estaba desnudando desesperada.

Natalia solamente gemía, estaba como petrificada temblando, le tuve que decir que me soltara el sujetador, fregaba mis tetas contra las suyas mientras besaba su cuello, fui bajando mi mano por su abdomen hasta hacerla colar bajo las bragas. Cuando llegué a su almeja se estremeció por completo, mis dedos se mojaron en ese caldo que enseguida pensaba beberme.

Le bajé las bragas para sentarla en la cama, se las fui sacando al tiempo que también sacaba las mías.

Se quedó acostada con los ojos cerrados. Le abrí las piernas y me zambullí, era un mar de líquidos, no me dio miedo ahogarme, quería respirarla, beberla hasta que no quedara nada, que todo eso fuera para mí.

Era la primera vez que yo era la protagonista, siempre fui pasiva haciendo lo que me pedían; esta vez no, la estaba follando y la sentía retorciéndose de gusto, gozando porque la hacía gozar yo, sus gemidos eran música para mi libido

  • Cami, mi amor, te amo, te amo, mi vida, me voy a correr, sabes me voy a correr cariño, me corro siiiiii, te quieeeerooo – y tuvo un orgasmo que me llenó de orgullo.

Quedó como adormecida, yo me sentí poderosa, ¡Yo!, la pusilánime, la que siempre bailaba con la música que ponía otra, hoy fui yo la que tocaba, la que pude subir al cielo a la mujer que amaba.

Trepé por su cuerpo, besé esas colinas deliciosas en mi recorrido hasta llegar a sus labios, las lágrimas le corrían por las mejillas.

  • Nati, ¿qué pasa mi amor? ¿te hice daño, no te gustó?

  • ¿Cómo no me va a gustar? Es lo más maravilloso que sentí en mi vida

  • Y entonces ¿por qué lloras? ¿cuál es el problema?

  • Es qué, yo quisiera que fuera siempre así, que yo también pudiera hacer que tú sintieras lo mismo que me hiciste sentir a mí. – me dijo tímidamente

  • Mi amor, yo también quiero que me hagas lo mismo que te hice yo ¿no lo vas a hacer? – me miró con los ojos desorbitados

  • ¡Sí!, claro que lo voy a hacer, déjame, déjame – la timidez se le fue enseguida, me besó, me lamió, me dejó baba por todos lados y yo en la gloria, con la calentura que tenía la baba se evaporaba al instante, se estacionó en mis tetas y tuve que empujarla hacia abajo, ya no aguantaba más, apenas llegó que la cueva se inundó, pero se dio maña para desagotarla.

  • Nati, ven aquí mi vida, después sigues – se puso a mi lado y me encerró en un abrazo de oso – calma mi amor, si no me voy a escapar, estoy demasiado bien a tu lado.

  • Es que no sabes lo que eres para mí

  • Debo ser parecido a lo que tú eres para mí.

  • No Cami, a ti te quiere todo el mundo, puedes elegir, no como yo

  • A ti te quiero yo, ¿no te alcanza?

  • Claro que me alcanza, cómo no me va alcanzar si tú eres todo lo que quiero, ahora mismo quisiera besarte, volver a sentir cuando te corres en mi boca, beber toda tu esencia, ser la dueña de tu placer, ¿me dejas?

  • Cariño, esta es una cosa de dos, tanto pides tanto das, ¿Quieres? – se quedó sin entender, le tuve que poner el coño en la boca para que se diera cuenta, y fui por el suyo. Quedamos agotadas pero felices.

¿Abrá encontrado por fin el amor Camila, o será otro espejismo?