Cuando la belleza engaña 2

Con ayuda pude curarme de la obsesión con Lucrecia, ¿Qué será lo qué ahora siento por Diana? Es recomendable leer la primera parte, para entenderlo bien

Después de ese cruce de palabras con Lucrecia, seguí atendiendo mi trabajo. Llegó la hora del almuerzo. Generalmente me sentaba en una mesa sola esperando si Lucrecia venía a acompañarme, después de lo que había pasado, no tenía ninguna pretensión de que viniera, y tampoco tenía ganas.

Por un momento, me quedé pensando en lo poco que me había importado esa pequeña discusión, ni lo que pudiera estar pensando.

De golpe se me ocurrió que con lo amable que es Natalia, quizá me permitiría estar con ella.

-Natalia, ¿te molesta si me siento a almorzar contigo?

  • Pero no mujer, que me va a molestar, ¿no me digas que no me lo pedías porque te daba apuro?

  • No qué va, eran tonterías de la vieja Camila, sabes que no era por ti. – me correspondió con una sonrisa, no es que eso la hiciera linda, pero la hacía parecer simpática. Pedimos el menú, algo liviano para seguir trabajando.

  • Cami, estás desconocida, perdona que me meta, pero de verdad lo que hiciste hoy me alegró el día, no sé cómo cambiaste tanto.

  • Alguien me curó de lo que creía que era amor, simplemente era una obsesión, una enfermedad, una infección en mi cerebro.

  • Pues no sé qué antibióticos te habrá dado para esa infección, pero la medicina se ve que es muy buena. – me dio la risa

  • Te puedo asegurar que sí, de las mejores medicinas.

  • Sabes, me alegro mucho, me partía el alma verte así sometida, lo peor que quería ayudarte, pero no quería que te enfadaras conmigo, pero bueno, lo que no pude hacer yo, alguien lo hizo.

  • Fue Diana, ¿no la conoces?, es esa mujer tan guapa que cada tanto anda dando vueltas mirando todo.

  • A sí, viene de la casa central, es algo así como una inspectora, parece muy buena persona y muy guapa, no sabía que podía curar mal de amores, pero se la ve muy temperamental, bueno tú ya te habrás dado cuenta. Parece que anda muy bien con las terapias alternativas. – me hizo poner colorada

  • Sí, de verdad que es especial, lástima que anda de un sitio para el otro.

  • Mira si le gustaste, ya se apañará para estar más tiempo por aquí.

Seguimos conversando hasta que llegó la hora de volver al trabajo

Paso casi toda la semana, en el almuerzo con Natalia me llevaba de maravillas. Lucrecia cuando pasaba cerca, a regañadientes me insultaba y me deseaba de lo peor. La verdad que ni yo me entendía, ni siquiera me enfadaba, era como si no existiera y eso la ponía peor. No es que se lo hiciera a propósito, simplemente es que no me importaba

Diana me llamaba día por medio, me tenía controlada, quería saber cómo llevaba el asunto con Lucrecia, me alentaba a seguir así, que no aflojara. Me parece que no me tenía mucha fe, si supiera lo que realmente me pasaba, estaría más confiada. Le pregunté cuándo volvía, que se le estaba yendo el olor a las bragas que me había dejado, se reía y contestaba que pronto.

El viernes a la mañana se acerca el jefe de esa sección. Realmente, aunque Alfredo es el jefe, nosotras estamos en una especie de limbo. Trabajamos en estadísticas y nos llegan los datos de todas las secciones, por eso muy jefe nuestro no era.

Cuando entre estuve un tiempo a las órdenes de él y tuve que aguantar un poco su acoso, me defendí cómo pude y casi estaba por renunciar, cuando me pasaron a trabajar con Natalia, no me volvió a molestar.

Ese día, parece que necesitaba nuestra colaboración.

-Natalia, este sábado y domingo vas a tener que venir a trabajar, hubo un error en ventas y hay que chequear toda la semana de vuelta

  • ¿Y quién tuvo ese error, yo?, que lo arregle quien lo desarregló.

  • Esta es una empresa que trata bien a sus empleados, así que cuando necesita un favor tienen la obligación de hacerlo.

  • Mira Alfredo, si la empresa necesita un favor, que mande alguno que sepa pedirlo, que lo que es tú no tienes idea de cómo hacerlo, te crees el rey de oros y ni siquiera eres mi jefe; en cuanto a la obligación, que me digan de la gerencia a ver si nosotras tenemos que arreglar los errores de un inútil.

  • Natalia, no podemos ir ahora a molestar a la gerencia, aparte que esas horas las vas a cobrar, es buen dinero – nos dijo todo meloso

  • Ya sé que si las trabajamos las vamos a cobrar, y doble que es lo que corresponde, ¿tú que dices Camila, quieres? – le dije que decidiera ella, a mí ese dinero me venía muy bien, le podía mandar un poco más a mis padres, que para ellos los euros eran como mana del cielo.

  • ¿Entonces vienes?

  • Podemos venir, ¿pero no pensaras que vamos a estar aquí nosotras dos solas? por lo menos, un guardia.

  • Pero Natalia, si sigues pidiendo cosas, esto va a salir más caro que un hijo bobo.

  • Alfredo, no quieras ganar galones sobre nuestro trabajo, sabes que la empresa no va a decir nada por eso, más bien que si nos pasa algo la vas a tener gorda. Y si no quieres así, dale a que lo haga el hijo bobo.

  • No sé cómo te aguanto, te aprovechas porque estás en este puesto.

  • No seas tonto, que si no estuviera aquí sería tu jefa – se pegó media vuelta y se marchó sin decir más nada.

  • Nati, cómo lo tratas

  • Si no sabe pedir las cosas no merece que lo trate mejor.

Me resultaba un poco incomprensible, tan calladita, tan tímida, y de pronto se desenvolvía con una determinación, que ya la quisiera para mí

Seguimos con nuestro trabajo, cuando la veo con la lapicera en la boca, mirando fijamente para la otra punta de la nave. Miro yo también, y la veo a Lucrecia reprochándole a una llorosa Elena vaya a saber qué. No era un espectáculo agradable, pero tampoco era para prestarle tanta atención.

En eso veo como Lucrecia viene hacia nosotras toda cabreada.

-Eh tú, ¿qué tienes que andar mirando lo que yo hago?, o me vigilas porque te mando esta idiota (la idiota era yo) – Natalia la miraba cómo sin entender la situación.

  • Pero ¿qué te pasa? ¿andas en un día difícil?, cámbiate el tampón que alivia.

  • A mí no me hables así porque te parto esa cara de mona – salió de atrás del escritorio furiosa.

  • Creo que tienes más para perder tú – parece que no se esperaba eso de la tímida Natalia, porque pegó la vuelta y se fue mascullando.

  • Te salvas porque no quiero hacer un escándalo – y se fue apurada.

  • Esta mujer está loca, creo que se la toma conmigo porque tú ni caso le haces.

  • Sí, me parece que sí, pero ¿qué hacía que la mirabas tanto?

  • Qué se yo lo que hacía, si no la estaba mirando, estaba pensando.

  • Pues otra vez que pienses, mira para mí que no te voy a cuestionar.

  • Si miro para ti no puedo pensar – lo terminó de decir ruborizada.

  • Ahora échame la culpa de que no te dejo pensar, ¿se puede saber que estabas pensando?

  • Tú tienes ganas de venir este fin de semana.

  • Bueno, ganas no tengo, pero es un buen dinero, para ti a lo mejor no es tanto, pero si se lo mando a mis padres, le iban a dar buen provecho.

  • No si ya sé, lo que te digo es que podemos hacer el trabajo sin venir aquí, ven vamos a hablar con el tarugo ese. – me tomó de la mano para llevarme a la oficina del jefe.

  • Alfredo, no queremos venir a trabajar nosotras solas en este edificio tan grande.

  • ¡Quéee! Si me dijiste que lo ibas a hacer, yo tenía otras empleadas que podían hacerlo, y ya les dije que no.

  • Ah, no digas tonterías, si tuvieras otras ya nos hubieras mandado a la mierda

  • Eso crees tú, pero igual, dijiste que lo iban a hacer. ¿por qué ahora no quieres?, que hago yo.

  • No te dije que no lo íbamos a hacer, te dije que aquí no. nos llevamos las cosas a mi casa, trabajamos tranquilas y se ahorran pagar la vigilancia.

  • Ah, entonces no necesitas cobrar extras – me volvió a tomar de la mano

  • Vamos Camila, que lo haga el, es insoportable – salimos, el detrás

  • No, Natalia, si es un chiste, ¿cómo piensas que no te van a pagar extras?, no se te puede hacer una broma que lo tomas en serio.

  • ¿A sí? Pues te aviso que lo que te ahorras de la seguridad me lo tienes que dar por el gasto de la luz y todo lo demás, que a mí no me regalan nada.

  • Cómo te aprovechas porque ya no tengo tiempo de buscar a nadie.

  • Sí claro, me llevo un ordenador, que no vamos a trabajar las dos con el mío. Yo no decía nada, con el aplomo que tenía parar tratar con el jefe, poco podía opinar, y estaba segura que íbamos a estar más cómodas en su casa.

De ahí en más nos dedicamos a juntar lo que teníamos que llevar, cargamos todo en el coche de ella (yo no tenía) y salimos para su casa

  • Oye, que seguridad para tratarlo; y a mí que me las hizo pasar bien fea.

  • Es un baboso, pero si lo pones en su lugar se tiene que aguantar, tiene más que perder que nosotras.

  • A lo mejor tú estás bien firme, pero lo que es yo, si pierdo este trabajo, las iba a pasar negras.

  • No te preocupes, eres eficiente y responsable, si pierdes este yo te consigo otro – llegamos, la casa era un chalet respetable, entramos a una sala bien decorada, no era una cosa ostentosa pero el buen gusto se notaba en todos los detalles. Fuimos bajando todo y pasamos a otra habitación amplia donde había ordenador, impresora, y todo lo que necesitaba una oficina muy bien montada. Desalojamos una mesa para usar como otro escritorio, y al rato ya estaba todo listo para empezar al otro día.

  • Cami, ¿te parece que prepare algo para cenar?, hoy a la tarde nada de nada.

  • La verdad tengo hambre, pero mejor me voy antes que se me haga más tarde, que me dirás si tengo algún autobús o tengo que tomar un taxi.

  • No mujer, de última te llevo yo, pero si no te espera nadie, si quieres puedes quedarte a dormir y no te tienes que levantar tan temprano.

  • No me espera nadie, pero no tengo ropa para cambiarme

  • Yo te presto, y si quieres al mediodía nos acercamos a tu casa; mira que esto no lo terminamos mañana.

  • Bueno, si no es molestia, me haces un favor. ¿quieres que te ayude en algo?

  • No, si esto se cocina solo; ven que te muestro la casa – la casa era un caserón aparte de donde estaba el escritorio, tenía tres habitaciones, un comedor grande y una cocina muy bien instalada. Atrás un patio interno y una pequeña pileta donde darse un remojón, todo muy bien cuidado.

  • Esto te debe haber costado un pastón.

  • No tanto, era de mi abuela, la parte de mis tíos se la fui pagando de a poco, a mis padres, todavía se la debo, pero están viviendo en Alemania y no me la quieren cobrar, soy hija única. Después de cómo salí yo se ve que no quisieron tener más. – me dijo con una sonrisa triste.

  • ¿Qué cómo saliste tú?, sabes cuantos quisieran tener una hija cómo tú

  • Uf, ¿no me digas?, vamos a ver la comida que no se queme. – no quiso tocar más el tema y yo tampoco.

Había preparado un guiso casero que le salió riquísimo. Me encantaba la comida casera pero no era buena cocinera.

Después de cenar estuvimos un rato hablando de nuestra vida, no sobresalíamos y ni por penas ni alegrías. Cuando salió el tema de Lucrecia, ahí también salió el tema de mi conversión al lesbianismo, todo dicho con naturalidad. Si bien no estaba orgullosa, tampoco me producía pena, por lo menos después del baño de realidad que me dio Diana.

Natalia lo tomó con la misma naturalidad con que se lo contaba, no mostró curiosidad por la parte sexual, más bien se interesaba por los sentimientos bastante insanos que me provocaba Lucrecia. En este momento podía contarlo como si lo mirara de afuera y me daba cuenta que idiota había sido.

Llegó el momento de acostarnos, al otro día queríamos adelantar bastante para el domingo andar más cómodas.

Quiso que durmiera en la habitación de ella que tenía baño interno, ella dormía en la otra, no quería que anduviera penando si tenía que pasar al baño. Me negué, bastante estaba molestando, y de noche nunca me levantaba.

Al fin, quedé en la de invitados y ella en la suya, en la cama a pesar del cansancio mis pensamientos volaron hasta Diana. Quizá mañana me hable, que estará haciendo, no tenía la pretensión de ser la única, pero por lo menos, cuando estuviera por aquí, que me prestara atención, sé que tenía mucho que agradecerle, pero también creía que lo habíamos pasado lo bastante bien como para repetirlo.

De solo pensarlo me daban ganas de masturbarme, pero no tenía sus bragas que eran mi fetiche para esa tarea, y aparte no quería dejar olores sospechosos en la cama. Pensando en eso me quedé dormida.

Me despertó a la mañana avisándome que ya estaba el desayuno, me levanté un poco avergonzada por no haber puesto la alarma, es que había dormido tan bien, que si no me llama sigo viaje.

Me preguntó qué tal había dormido, le dije que muy bien, y mientras desayunábamos, enseguida empezamos a programar sobre la tarea que teníamos que hacer.

Nos dedicamos a eso, queríamos adelantar todo lo que pudiéramos, para tener algo del domingo para descansar.

Estuvimos con la tarea como hasta las tres de la tarde. A pesar que habíamos desayunado copiosamente, me atacó el hambre. No quería ponerme en evidencia, si ella aguantaba yo no iba a ser menos, hasta que en un momento me preguntó.

-Cami, ¿no tienes hambre?

  • Un poco tengo, pero si quieres seguir, seguimos.

  • Mejor picamos algo ligero, y le damos dos horas más y paramos – comimos unos emparedados, mientras comentábamos lo cómodo que era organizar las horas a nuestro gusto. Luego de eso seguimos hasta las seis. Buena parte del trabajo estaba hecha.

  • Uf… mejor paramos si no queremos embotarnos con tantos números. ¿quieres que hagamos un poco de ejercicio? No sé si te gusta.

  • Sí, gustar me gusta, lo que pasa es que no soy muy constante, ¿tienes algún gimnasio cerca?

  • Más cerca imposible, ven, no es que tenga de todo, pero para desentumecernos alcanza – me llevó a la galería de atrás, ahí tenía tres aparatos para ejercitar las diferentes partes del cuerpo, y una bolsa como de boxeo.

  • Dime tú, lo que me conviene usar para resaltar alguna parte en especial.

  • Usa cualquiera, que tú ya tienes todo resaltado – me quedé mirándola, no sabía si era un piropo o una crítica. Me subí a un escalador mientras ella le daba golpes a la bolsa. Me sorprendió la violencia de los puñetazos y las patadas, cómo si le estuviera pegando a alguien. Me acordé cuando Lucrecia casi se pelea, Puf…mejor que se fue, la iba a llevar tremenda.

  • ¿Siempre haces ejercicio así?

  • No, pero cuando estoy mucho tiempo sentada, me saco el estrés de esta manera, no sabes cómo te ablanda los músculos, ¿quieres probar?

  • Podría, pero estoy segura que me gana la bolsa. – estuvimos una hora con los diferentes aparatos, hasta que paramos para descansar. Luego de eso, quedamos todas sudadas, necesitábamos una buena ducha.

  • Dúchate en el baño de mi habitación así no hay que secar las dos bañeras, te pongo las toallas, y elije unas bragas de ese cajón, y lo que necesites. ¿Será que siempre me iba a marchar con bragas ajenas?, me dio un poco de morbo saber que dónde había estado su almeja, ahora iba a estar la mía.

Terminé de bañarme y salí envuelta en la toalla. Ya la había pillado en dos alusiones, que bien podía haberlas dicho inocentemente o con toda intención. Diana tardaba mucho en volver, y a lo mejor, mi sensor estaba entendiendo cosas que solamente eran producto de mis deseos.

Me sorprendí teniendo pensamientos insanos con Natalia, era fea, pero tenía un cuerpo de escándalo. Claro, con los porrazos que le daba a la bolsa como para no tener buen cuerpo. Aparte tenía que reconocer lo amable y trabajadora, buena compañera y buena amiga. Después de lo que vi, mejor tenerla de amiga que de enemiga. No apareció por la habitación, mis fantasías quedaron en eso, me puse una bata que me había dejado.

Me pidió que sirviera algo para tomar mientras esperábamos la comida que había encargado, y se fue a duchar. No tardó mucho, y salió con otra bata puesta que le ceñían el culo de una manera, que hacía olvidarme de la cara.

Llegó la comida, e hicimos buena cuenta de ella. después de una sobremesa amable, donde la que más destapo su vida fui yo, nos acostamos con la intención de levantarnos y terminar con lo pendiente.

La mañana fue una repetición del día anterior, ya casi estábamos terminando, cuando mi móvil empezó a sonar. Era Diana, no quería que Natalia me escuchara.

-Voy un poco afuera así no te molesto, voy a tratar de cortar enseguida así terminamos.

  • Habla lo que se te dé la gana, por lo poco que falta, lo puedo terminar yo.

  • ¿Qué te pasa, no me digas que estás con alguien? – preguntó Diana

  • Pues sí, estoy con Natalia, y en la casa de ella.

  • ¿Con Natalia?, bueno, por lo menos elegiste a alguien que vale la pena.

  • No te piense nada raro, que estamos trabajando, que para lo demás te espero a ti, así que no tardes – después de eso le conté como habíamos terminado haciendo ese trabajo. Me preguntó si estábamos mejor que en la oficina, y poco me costó decirle que sí.

Luego me empezó a contar lo que iba a hacer conmigo para llegar al doctorado de lesbianismo cuando volviera la semana siguiente. Total, que cuando me di cuenta había pasado como una hora. Corté y volví apurada.

  • Uy, qué mal empleada tienes, tú trabajando y yo cotilleando.

  • Tú no eres mi empleada, y en las conversaciones de amor el tiempo vuela.

  • La verdad, no sé si es de amor, me siento bien con ella, pero me parece que de amor, no hay mucho, por lo menos de parte de ella.

  • Si lo hay de parte tuya, vas a ver que va a caer en tus garras

  • Me voy a cortar las uñas para que no se espante. - terminamos riéndonos las dos. Poco más tardamos en acabar con la tarea.

Comimos algo de lo que sobró de la noche pasada y me acercó hasta mi departamento. La invité a subir, pero me dijo que otro día, tenía que arreglar algo en la casa.

Yo también tenía que arreglar algo, pero con lo poco que había estado tampoco había desarreglado mucho. Después que preparé lo necesario para ir al otro día, me di una ducha y me acosté.

Me quedé pensando en Diana, ¿de verdad caería en mis garras cómo decía Natalia? A pesar de los momentos maravillosos que pasé con ella, ¿quería qué cayera en mis garras? Memorice esos momentos y llegué a la conclusión que sí, quería tenerla para mí, sé que iba a ser difícil, pero mientras tratara, la iba a pasar muy bien, si con solo pensarlo ya me estaba excitando, busqué sus bragas que ahora eran mías y me masturbé como una cochina.

Al otro día, llevamos el trabajo y estaba perfecto, aunque creo que no era precisamente Alfredo el que podía criticar el trabajo de Natalia.

Todo seguía rutinariamente, nos llevábamos súper bien y almorzábamos juntas. El miércoles nos llamaron de la oficina de personal. Un delegado de la gerencia nos ofreció si queríamos hacer el mismo trabajo que estábamos haciendo en la oficina, pero en casa, Natalia le dijo que no teníamos inconveniente, mientras siguiéramos en la plantilla, y nos pagara una compensación por los gastos operativos. Me dio un poco de miedo, hasta ahora me recargaba bastante en ella, yo sola en casa no sé cómo andaría.

-Natalia, yo no sé si voy a poder desenvolverme sola, fíjate que hay muchas cosas que te las tengo que preguntar.

  • ¿Y qué cambia?, me las preguntas y ya está.

  • Pero es que voy a estar con el móvil a cada rato.

  • ¿Cómo con el móvil? ¿no quieres venir a mi casa?

  • Ah, ¿trabajar en tu casa?, claro que quiero, si estamos como este fin de semana, ni trabajo parece.

Los días siguientes fuimos preparando todo para arrancar el lunes con el nuevo sistema. Estaba ansiosa, parecía que entrara en un trabajo nuevo, para colmo Diana me llamó para decirme que esa semana no podía venir. Ese sábado trajeron lo que iba a ser mi escritorio, lo había comprado nuevo, para que trabajara cómoda, era un lujo.

  • Cami, a nosotras trabajando aquí, nos puede sobrar tiempo; yo estoy haciendo varios trabajitos para otras empresas, pero no podía agarrar mucho por falta de tiempo. Si quieres ayudarme, podía tomar más encargos y vamos a medias, dijiste que te venía bien el dinero.

  • Y me viene, Le podía mandar un poco más a mis padres, y también comprarme algunas cosillas; pero me parece que a medias, me estás dando demasiado, todavía no se tanto como tú, aparte de los gastos.

  • No te preocupes, ya aprenderás. Y los gastos se los cobro a la empresa, que si nos ofrecieron esto, es porque se ahorran un montón. Lo que sí, podías traer algo de ropa para cuando quieras quedarte como el otro día.

  • Uf…a ver si todavía me mudo, trabajo, gimnasio, ¿qué falta?

  • Falta quien haga la comida, un día tú, otro día yo

  • Pues entonces ya no falta nada.

Terminamos riéndonos, pero no estaba mal pensado. A la tarde me fui a casa. parecía como una nueva etapa y quería asimilarlo.

Me hubiese servido Diana, era tan práctica, que seguro me aconsejaría lo que más me convenía, aunque más que consejos lo que deseaba era una buena sesión de lesbianismo que me sacara la calentura.

No tenía muchas amigas, Lucrecia me las había espantado. Las que conocía no iban para mi lado, así que tuve que volver a mis manualidades.

Cómo estaba, hasta Natalia me vendría bien.

La siguiente semana trabajamos a full. Entre lo de la oficina, y los encargos de otras firmas, casi todos los días me quedé a dormir ahí (había traído ropa para mudarme) y pudimos cumplir con todos.

El jueves me avisó Diana que llegaba a la noche y pasaba a buscarme a casa.

-Nati, ¿te parece si el sábado no vengo, viene Diana y me pidió pasarla con ella?

  • Pero sí mujer, si ya tenemos echo hasta para la semana que viene, anda vete a divertir así vienes más despejada – me pareció verle una mirada tristona.

Llegué a mi departamento medio tarde, me quería arreglar bien sexi, estar bien deseable. Si tenía algo para aprender, que tuviera ganas de enseñarme. No sé a dónde me iba a llevar, pero quería que estuviera orgullosa de mi.

Estaba impaciente, la tarde se iba muriendo y no me llamaba, ya era bastante oscuro cuando escucho el timbre. El corazón me empezó a saltar, atendí.

-Cami, si estás lista baja que te espero - bajé más que corriendo

  • Aquí sube que recién me bajo del avión, tuve una reunión y pillé el último vuelo, la agencia me trajo el coche – me dio un beso frio en la mejilla

  • Pero estás con las maletas, ¿a dónde vamos?

  • Vamos a cenar que tengo hambre, después dejamos las maletas y vamos al teatro – yo también tenía hambre, pero de ella. La notaba distante, el restaurant donde fuimos era lujoso. Pidió la comida y me empezó a preguntar cómo marchaba con la nueva forma de trabajar y esas cosas.

Me tuve que resignar a contarle todo lo que pasó durante esos veinte días, desde Lucrecia para adelante, pensé que me iba a felicitar por cómo me comporté con esta, pero nada, escuchaba atenta, pero era poco lo que decía. La ilusión se me iba yendo al piso. Terminamos de cenar y me dijo que fuéramos a llevar las maletas, después pensaríamos lo que hacíamos. Si fuera por mí no teníamos que pensar nada, hacía quince días que lo tenía pensado.

Llegamos al hotel, y el ordenanza se apresuró a bajar el equipaje y meterlo en el ascensor. No quiso que subiera con nosotras, las tuvimos que entrar entre las dos.

-Me voy a dar un baño y ponerme algo como para estar a tu tipo – no sé qué tipo, yo tenía una falda cortita que sin ser escandalosa sugería bastante.

  • ¿Quieres que te ayude a bañarte?

  • Me sé bañar sola, siéntate ahí y espérame – me contestó secamente, me quedé tiesa. Habíamos conversado tan bien y ahora me salía con esto. No la entendía, le tenía que preguntar que le había parecido mal. Me estaba devanando los sesos cuando salió de la habitación. El ceño fruncido como enfadada, vestida con la chaqueta de un pijama más transparente que el cristal, estaba fabulosa, me agarró de los hombros y me regañó.

  • Pero ¿tú te crees qué te puedes venir así, casi mostrando el culo sabiendo las ganas que te tengo? – me quedé con la boca abierta, ella se ocupó de cerrármela a besos, ¡y cómo besaba! Me volvió el alma al cuerpo, la abracé con fuerza, tendría que lastimarla por lo que me hizo sufrir, pero me acordé que ya me había hecho algo parecido, era juguetona y yo su juguete.

Sin despegar los labios me fue desnudando, se sentó en el sillón conmigo a horcajadas, me amasaba las tetas, recorría mi cuello a besos, me tenía mal

-No es que el romanticismo del sillón no te va, que es mejor la cama.

  • Y vamos a ir a la cama, pero primero vamos a comer algo que mandé que me dejaran preparado, espérame – me hizo bajar y fue en busca de un cuenco lleno fresones con crema, se sentó – ven ponte siéntate que te voy a endulzar la noche. Me volví a sentar en sus rodillas, me encogía un poco para apoyar mis tetas contra las suyas, me puso un fresón en la boca.

  • No te lo comas que lo vamos a hacer a medias – lo sujeté con los dientes y aproximó su boca para morder la otra mitad, los fuimos comiendo así, uno tras otro, mezclábamos con pinceladas de crema sobre el cuello, los senos, para limpiarla después a lametones, estaba en la gloria, quedaba el último cuando me dijo

  • Este me lo voy a comer como lo comen en Vietnam

  • ¿Los vietnamitas comen fresones?

  • Claro que comen fresones y bien ricos, fresones con salsa de almeja, - me tapó la boca con la suya y empezó a pasarme el fresón por la raja, lo hacía suavemente, pero cuando me tocaba el clítoris, era como una descarga de electricidad. ¡qué gusto!

  • Avísame cuando te vayas a correr que no quiero desperdiciar nada de salsa.

  • Diana, si me sigues haciendo eso creo que la salsa se va a derramar. – me besaba el cuello, frotaba las tetas contra las mías, yo no podía más, le avisé a los gritos.

  • Me corro, me voy, no puedo más – comencé a moverme desesperada en busca de culminar – yaaa…yaaa…me corro…aaayyy ¿Qué hiciste? - grité

  • Yo nada, ¿Qué te pasa?

  • ¿Cómo nada? Me metiste el fresón en el coño

  • ¿Yo? estás loca, le habrá gustado y se metió solo

  • No te hagas la tonta y quítamelo

  • Ay mujer, no seas escandalosa, ni que no hubiese entrado nunca nada ahí.

  • Mira, si entró, salió, y yo quiero que me lo saques.

  • Pero sí bebé, cálmate, es cómo dices tú; todo lo que entró salió, y esto también va a salir; déjame ver – me metió el dedo – así no, que se va más para adentro. Ya sé, si tienes otro orgasmo, va a salir cómo una escupida.

  • Que sea como sea, pero sácalo, si tengo que ir al hospital a que me lo saquen, me muero de vergüenza.

  • Pero no, que vas a tener que ir, pero cálmate, vas a ver, con unas caricitas en el coñito y unos mimitos en las tetitas lo arregla todo; ¿será que mi bebé no va tener otro orgasmo? – estaba cabreada por eso, pero tenía una facilidad para ponerme cachonda, que segura que otro orgasmo iba a tener. Cerré los ojos, y me dejé ir; ella sabía lo que tenía que hacer, siempre sabía lo que tenía que hacer, era perfecta. La agarré de los pelos para atraerla a mi boca, mezclamos nuestra saliva, nuestro aliento, mientras esa mano mágica, me llevaba al orgasmo que iba a hacer que expulsara ese fresón (que ya no me daba tanto miedo). Me corrí cómo si hiciera tiempo que no lo hubiese hecho. Me corrí, pero el puto fresón quedó como si nada, ni se enteró.

  • Diana, me corrí y no salió, ¿Qué vamos a hacer?

  • Tranquilízate, salió un poquito, va de a poco, con unos cuantos más, seguro que sale.

  • Qué ¿me vas a tener toda la noche fallándome? – me miró seria,

  • Qué, ¿no te gusta?, me hubieses dicho

  • Me gusta, pero prefiero que me folles con la lengua y no con un fresón.

  • Bueno, va con las dos cosas, pero relájate un poco; cuánto más nerviosa te pongas, más va a costar de que salga – me abrazó haciendo que mi cara se pegara a la suya, mientras susurraba - ¿de verdad no me tienes confianza? ¿Te crees que podría hacerte algo malo?, aflójate, y déjate estar que ese va a ser el fresón más rico.

Se frotaba contra mí, me mordía el lóbulo de la oreja, metía la lengua. Me sentía cómo en una nebulosa, la calma se adueñaba de mí, mientras ese calorcito se empezaba a esparcir por todo mi cuerpo.

  • Anda, ponte boca abajo y levanta el culito que quiero ver cómo anda el amiguito – le hice caso, metió un poco el dedo - ¡ves! Ya está cerca de la puerta, Uhm… que fresoncito me voy a comer, solamente falta que te corras otra vez y ya está.

Me abrió las nalgas, y me empezó a pasar la lengua por el ano

  • Diana, ¿Qué haces? por ahí no va a salir el fresón

  • No, pero vas a ver cómo te va a dar el gusto, para que te corras y salga. Siguió lamiéndome mientras con la mano atacaba mi clítoris como sola ella sabía hacer, colaba la lengua por mi vagina.

  • Ya casi lo toco, está ahí, está ahí, ya sale – decía mientras me repasaba a lengüetazos los dos agujeros. No podía creer cómo reaccionaba mi cuerpo a sus manipulaciones. Mordía la almohada de gusto para no gritar, me apretaba los pezones mientras sentía que me derretía de placer hasta desfallecer mientras me corría como una loca.

  • ¡Y no salió!, pero si será cabrón este fresón de mierda, se ve que se siente a gusto donde está. - comentó

  • Diana, no me digas que tengo que ir al hospital porque me muero.

  • Pero no chiquilla, mamá Diana tiene remedio para todo, vas a ver, si no quiere salir a las buenas, va a salir a las malas.

  • ¿A qué le llamas salir a las malas?, mira que el coño es mío y es el único que tengo

  • Ah…no seas boba, sabes que lo quiero tanto como si fuera mío, a ver, descansa un poco, que para grandes problemas, grandes soluciones.

  • Ay, que dios me ampare de tus soluciones grandes, me das miedo

  • Nunca tengas miedo de mí, no te voy a hacer daño, cálmate un poquito que todo va a salir bien. – no sé cómo hacía, pero su voz y sus caricias me sedaban. Estaba tan bien en sus brazos, que parecía que nada malo podía pasarme. Aun en medio de mi inquietud confiaba que lo iba a solucionar.

  • Cariño, vamos a sacarlo, ponte sobre mi boca que voy a hacer que tengas otro orgasmo, y así por la gravedad va a ser más fácil que salga.

  • Gravedad va a ser la tuya si no me lo sacas y tengo que ir al hospital.

  • Anda, no seas mala, que tampoco tan mal no te la pasas – me callé la boca, después de todo, algo de razón llevaba. Comenzó dándome lengua en el clítoris y recorriendo toda la raja, la metía en mi vulva, y parecía que tenía dos fresones en vez de uno, me tiró un poco para adelante para repasarme la puerta de atrás, no sé qué le veía de útil, pero bueno, igual que me gustaba, si no salía, los polvos que me estaba haciendo echar no eran para despreciar. Todo iba bien, hasta que siento un dedo metérseme en el culo.

  • Diana. ¿Qué haces? Quita ese dedo de ahí que me duele, ¿ahora también me quieres romper el culo?

  • No seas llorona, es un dedo nada más, mira si fueras a tener familia

  • Si la fuera a tener familia no la iba a tener por ahí

  • Bueno, ¿quieres que te saque el fresón o no?

  • Claro que quiero que me lo saques

  • Pues entonces aguanta un poco.

Metía y sacaba el dedo, no sé qué conseguiría con eso, pero tampoco conocía otra forma. El dedo ya no me resultaba tan incómodo, y con la lengua me repasaba todos los bajos.

Parecía mentira, pero me estaba poniendo cachonda. Se juntaba todo, el trabajo lingüístico que me estaba haciendo y ese dedo que cada vez parecía que estaba más cariñoso. Comencé a gemir de gusto, desde ahí abajo me pegó el grito.

-Cami, avísame cuando te vayas a correr que así lo engancho – y ya estaba que me iba, sentía una opresión en toda la parte de la vagina, como si estuviera por explotar algo, y ese dedo que ahora era una pasada, cada vez me gustaba más

  • Creo, creo que me voy a correr ya, pero tú sigue – sentí cómo doblaba un poco el dedo, creo que estaba empujando el fresón, me daba un gusto tremendo – me corro mamita, me corro.

  • Sí, córrete, que ya lo enganché con las uñas a este hijo de puta, ya sale – al mismo tiempo que sentí que salió, escuche un plop como si descorchara una botella y fue como si me vaciara con el coño apoyado en la boca de Diana. Fue el orgasmo más largo de mi vida, no sé cómo no la ahogué.

Quedé destruida, me tiré boca abajo (para arriba no podía, tenía un dedo en el culo)

-Diana, ¿no me digas que tenemos que hacer todo de nuevo para que puedas sacar el dedo? – estaba arrodillada en la cama, comiéndose el fresón

  • No bebé, aunque para decirte la verdad, está tan a gusto ahí.

  • Bah, si quieres déjalo, ya estoy que no siento nada – se acostó a mi lado.

  • Mi amor, estás muy cansadita, pero vas a ver que dentro de un rato, te vas a sentir como nueva. Ah, te digo que la receta vietnamita es riquísima.

  • Yo no la probé, pide que traigan otro fresón, a ver cómo sabe con la salsa de tu almeja.

  • No va a poder ser, estos los había encargado yo, no tienen más.

  • Pues si no tienen fresas, tendrán otra fruta

  • Pero esa no es una receta, cualquier fruta no va con esa salsa.

  • En Venezuela tenemos una receta bastante parecida, y esa fruta la podía usar contigo, anda, pídela.

  • ¿Qué fruta es? – preguntó con desconfianza

  • Una sandía, seguro que no necesitas tantos orgasmos para que salga

  • Serías capaz de hacerme eso, tan poco me quieres – tenía una facilidad para desarmarme. Aun, así como estaba me dieron ganas de mimarla.

  • Sabes que no te haría nada malo, pero mira lo que me hiciste tú, ¿te parece?

  • Pensé que iba a salir más fácil, y que te iba a gustar mucho la forma de sacarlo.

  • La forma de sacarlo no me disgustó, pero es que me tuviste muy preocupada

  • Pero mira, con la forma que usamos la última vez, salió fácil, ya sabemos para la próxima.

  • ¿Cómo la próxima? ¿te crees que mi coño es una frutera? No hay próxima.

  • Me voy a tener que contentarme en comértelo así, y bueno, así será.

  • No te quejes, hoy comiste todo lo que se te dio la gana, yo nada de nada.

  • No será porque no tenga ganas de darte, pero estas muy cansadita ¿verdad?

  • No tanto como para renunciar a verte como te corres, me encanta – ahora fui yo la que comencé con los besos, pasaba por toda su cara, su cuello, iba bajando hasta llegar a sus senos, mordía con los labios sus pezones, sentía como se estremecía, miré su cara, con los ojos cerrados respiraba agitada, fui llevando la mano a su entrepierna, estaba mojada, súper mojada.

No sé si se había corrido o se aguantaba para disfrutar más como me había dicho. Pasaba los dedos por su montoncito, mientras iba girando para besar ese ombliguito que me volvía loca (todo de ella me volvía loca), escalé ese monte que me separaba de mi tesoro hasta que me adueñé de ese pimpollo que tanto deseaba. Mis dedos bajaban por su canal buscando el pozo de mis deseos. Estaba un poco cruzada, con los codos le enganché las piernas para abrirla más, se giró un poco para quedar su cara pegada a las mías, me besaba el muslo por la parte de afuera, no me importaba, yo de ella quería la parte de adentro, y no los muslos precisamente.

Si es que se había aguantado, quería que dejara de aguantarse, la quería beber entera y lo iba a hacer. De pronto siento como me levanta una pierna para meter la cabeza entre medio.

  • Diana, mi amor, ya no tengo más nada que darte

  • Ocúpate de lo que estás haciendo, que siempre queda algo en alguna parte. Me empezó a lamer el culo, no creo que fuera a sacarme un orgasmo así, pero la verdad, me gustaba mucho, si me gustaba a mí también le debía gustar a ella, no la lamí, pero así cómo estaba ofrecida, le zampé un dedo por el sitio incorrecto, y dos por donde tenían que ir.

Soltó un gruñido, pero no de pena, por lo que me pareció que subir la cantidad le iba a hacer más bien que mal, debía ser cierto porque los saltos que daba buscando los dedos, no eran síntoma de molestia.

Me aferró con las uñas de las nalgas, queriendo forzar mi esfínter con la lengua. No sé si lo consiguió. Empezó a soltar sus jugos como una regadera (se ve que se había aguantado mucho) y terminé dándole más importancia a lo que pasaba por mi boca que por mi culo.

Quedamos adormecidas. Me acurruqué entre sus brazos, me sentía tan segura que solamente eso me sumía en un estado de placer embriagante, creo que ni en el vientre de mi madre me sentí tan bien. Con esa sensación me dormí.

No sé quién se despertó primero, estaba tan bien que no quería moverme.

Al fin sus manos acariciando mi cara, me obligaron a dar señales de vida.

-

¿

Cómo durmió mi bebita?

  • Mal, no me dejaste dormir con tus ronquidos.

  • Uy…, ¿así que ronco?, no vas a poder quedarte más conmigo.

  • Puedo aguantar, no quiero dejarte sola

  • Que buena que eres, eres mi solcito

  • Por qué lo dices ¿por qué te caliento nada más?

  • No digas eso que cuando estoy contigo, me iluminas el día.

  • Eres muy poética, pero realmente ¿qué soy para ti?

  • Qué eres para mí, caramba, vaya pregunta; eres la muchachita con la que más a gusto me siento, la que más me gusta besar, acariciar, mimar, que te puedo decir, estoy a tu lado y me da ganas de protegerte, consentirte, como si fueras mi bebé o mi hermanita pequeña, no sé.

  • Tienes un sentido de la familia, un tanto incestuoso, ¿a tu hermana pequeña le haces igual que a mí?

  • No tengo hermana, ni pequeña ni grande. Era una manera de explicarte lo que siento por ti

  • Te entiendo ¿cómo mujer nada? – le pregunté apenada – apenas soy con la que más a gusto te sientes.

  • Ay Cami, no me digas que ya te sientes enamorada. Ya ves lo que soy, y sabes lo que hago, estoy un día aquí y al otro vaya a saber dónde. Si me vas a reprochar porque ande con otras mujeres, te voy a hacer recordar como estabas tú. Si te digo que eres con quien más a gusto estoy, es porque es cierto, pero no estás en todas partes y yo sigo viviendo esté donde esté.

  • Supongo que tienes razón. Soy una tonta, es que te quiero tanto que no me di cuenta que apenas soy una de tus aventuras.

  • Camila, no me vengas con esas posturas romanticonas de teleteatro. No eres una de mis aventuras. Me acerqué a ti porque vi lo mal que lo estabas pasando, te quise ayudar. Bueno, lo hice a mi modo y tan mal no salió. Es que eres tan tierna, tan querible, que me da ganas de protegerte, aconsejarte, pero fíjate que casi podría ser tu madre, ¿Qué futuro puedes esperar a mi lado?, piénsalo.

  • Lo pienso, y eres tú la que tiene que decírmelo.

  • Pero es que no es así, no te puedes pasar la vida siendo el furgón de cola, ahora todavía eres jovencita, pero si te acostumbras a que los demás decidan por ti, nunca vas a terminar de hacerte mujer.

  • Te molesto ¿verdad? –  le pregunté compungida, me atrajo contra su pecho

  • No boba, no me molestas, no te estoy reprochando. Te quiero dar a entender que no puedes esperar que siempre esté alguien arreglando tu vida, corres el riesgo que te la desarreglen para siempre. Te llega a agarrar una como la bruja de Lucrecia y estás perdida. ¡Vamos! si tú puedes, vas a ver qué vas a encontrar una mujer de verdad, y te vas a dar cuenta todo lo que tienes para dar, y lo capaz que eres.

  • Tú eres una mujer de verdad, pero no te gusto, me ves como una niña.

  • Te veo como lo que eres al lado mío. Una niña lejos de su familia, necesitada de cariño, y qué cuando alguien te lo da, lo confundes con amor, cuando estés enamorada te vas a reír de lo que estás pensando ahora.

  • No digas eso, yo te quiero y te voy a seguir queriendo.

  • Yo también te quiero, pero no con el cariño que tú te crees, para mí siempre vas a ser mi bebé, mi gatita mimosa, que ronronea apoyada en mi pecho buscando ternura, y cuando la necesites la vas a tener.

  • Así qué dices que voy a encontrar el amor de mi vida, no estoy tan segura, cuando creo que lo encontré, resulta que no es. Quizá lo que pasa, es que soy tonta y no sé buscarlo.

  • No eres tonta, simplemente te falta aprender que no todo es como parece. ¿Te acuerdas cuándo te traje esa caja de bombones tan ricos? La caja era muy linda, pero le sacabas los bombones la llenabas de mierda, seguía siendo linda, pero era una caja de mierda. Quizá lo que tengas que hacer es no fijarte tanto en la caja, los bombones están y siguen siendo ricos, y eso es lo que importa. Tienes que buscarlos, a lo mejor están más cerca de lo que piensas.

Espero que esta continuación sea de vuestro agrado, gracias por leer