Cuando fuimos a la playa
No tenías nada que hacer y viniste por primera vez a la playa conmigo aunque apenas nos conocíamos.
Era ese típico día de verano en el que todo el mundo se ha ido fuera y te encuentras sola y sin nada que hacer. Como hacía buen tiempo decidí ir a la playa a aprovechar el solecito. Por si acaso, escribí en el grupo del whatsapp mis intenciones por si algún cambio de última hora permitía que alguien estuviera disponible.
Únicamente respondiste tú aunque no te conocía demasiado. Hacía poco tiempo que te habías incorporado al grupo siguiendo a algunos amigos comunes que se habían unido a la cuadrilla. Parecía que te encontrabas en la misma situación que yo y como no tenías nada que hacer te apuntaste a acompañarme ya que no me importaba. Quedamos en la misma playa y tras terminar de prepararme fui hacia allí.
Cuando llegué ya estabas esperando en la entrada. Pese a que tan sólo era la segunda o tercera vez que te veía no me costó reconocerte. Tu altura destacaba entre los demás y eras el único que estaba quieto mirando hacia el paseo marítimo en lugar de hacia el mar.
Te saludé desde la distancia y cuando me acerqué nos dimos dos besos aunque para ello tuviste que inclinarte ya que al no llevar tacones era imposible alcanzar tu mejilla. Entramos a la playa charlando de cosas cotidianas y paseamos un poco por la arena hasta encontrar una zona donde no había tanta aglomeración de gente y podíamos colocar las toallas dejando un poco de espacio respecto a las del resto del mundo. Con espacio me refiero al suficiente para poder estar de pie sobre la arena sin pisar la toalla del vecino, probablemente no llegaría a medio metro, pero eso en una playa de ciudad es todo un lujo.
Nada más poner las toallas y dejar las bolsas sobre la arena te quitaste la camiseta, casi como si te molestase. Me fijé en tu torso delgado, cuidado pero sin que se marcaran los músculos y en que pese a que ya tenías algo de color no estabas aún muy moreno. Sin perder tiempo, tras dejar la camiseta en la bolsa te quitaste los pantalones, quedándote con un bañador largo de colores azules. Mientras te sentabas en tu toalla yo me saqué por la cabeza el vestido de flores que llevaba puesto. Veraniego y de una pieza era uno de mis favoritos para llevar a la playa debido a la facilidad y rapidez con la que te lo podías poner y quitar.
Debajo del vestido llevaba un bikini de color rojo intenso. Mi piel, al contrario que la tuya, estaba totalmente bronceada por las horas al sol y su tono contrastaba con el del bañador resaltando aún más el moreno. Noté cómo tu mirada no había perdido detalle de mi cuerpo apareciendo debajo del vestido mientras me lo quitaba. Me di cuenta que era la primera vez que me veías con tan poca ropa y que estabas descubriendo lo que se escondía detrás de las camisetas y vaqueros con los que me habías visto las otras veces.
Me senté en mi toalla y dudé durante unos segundos. En la playa siempre hago topless pero al ser prácticamente la primera vez que nos veíamos igual resultaba extraño que me quedara con las tetas al aire delante de ti. Sin embargo, no me imaginaba pasando el día entero con el bikini puesto y teniendo cuidado de que no se me viera nada cuando lo llevara desanudado, Así que esperando que no te pareciera raro me llevé las manos a la espalda y solté con habilidad el nudo del bikini. Me quité la prenda dejando al descubierto mis grandes pechos completamente morenos y tus ojos no tardaron en posarse sobre ellos para no perder detalle de sus formas y tamaño.
Espero que no te moleste que haga topless –te dije con una sonrisa.
No creo que haya alguien que responda que le molesta –me contestaste entre risas nerviosas.
Noté que en tu bañador se había marcado claramente tu aprobación a lo que estabas viendo. Sin darle importancia busqué la crema protectora que llevaba en el bolso, cogí el bote y colocándolo boca abajo sobre mi pecho lo apreté dejando caer tres chorros de crema sobre mis tetas. En tu mente no pudiste evitar imaginar que esos tres chorros eran de un tipo diferente de crema y que habían salido de un tipo diferente de bote.
Dejé el protector apoyado sobre la toalla y comencé a extenderme la crema por los pechos. Pese a que intentabas disimular no pude evitar darme cuenta que no perdías detalle de cómo mis manos recorrían cada centímetro de piel de mis voluminosas tetas, de cómo se movían siguiendo mis movimientos circulares sobre ellas y cómo me las agarraba para extender la crema por los pliegues de la parte inferior de mis pechos. Estoy segura de que para un hombre es morboso ver a una mujer acariciarse con naturalidad las tetas y más si no forma parte de un momento sexual sino de una situación cotidiana del día a día.
Siempre he sido un poco exhibicionista y me estaba excitando ponerte en el compromiso de tenerme por primera vez en topless a tu lado mientras intentabas que no se notara que no apartabas la mirada. Mis pezones ya activados por el masaje que me estaba dando terminaron de reaccionar con esos pensamientos y se endurecieron completamente. Cuando terminé de extender la crema por mi pecho continué con el resto de mi cuerpo, mi vientre, mis brazos, mis piernas… Tu aprovechaste ese momento para darte el protector rápidamente.
Dispuesta a seguir jugando me tumbé boca abajo sobre la toalla y te pedí que me dieras crema en la espalda. Accediste sin dudarlo y tras retirar a un lado mi melena pelirroja te sentaste a mi lado y comenzaste a recorrer mi bronceada piel. Comprobé lo consciente que eras de mis pechos que sobresalían ligeramente por los lados al estar apoyada sobre ellos ya que cuando tus manos se acercaban a esa zona tenías un cuidado excesivo por no rozarlos accidentalmente y mantenías una distancia de seguridad como si hubiera una barrera invisible. Notar esa mezcla de deseo y control para no tocarme fingiendo un descuido hizo que aumentaran mis ganas de seguir jugando y provocándote durante el día.
Cuando terminaste de untarme de crema pasamos un buen rato tomando el sol y charlando esporádicamente. Un rato boca abajo y otro boca arriba íbamos tostándonos el cuerpo de forma uniforme. Pasado el tiempo, cansado de estar solamente tumbado al sol me dijiste que jugáramos un rato a las cartas. Me senté en la toalla frente a ti y empezaste a repartir los naipes. No sé si lo habías pensado cuando me lo propusiste pero de esta forma no tenías ningún problema en contemplar mi cuerpo desnudo sin necesidad de disimular. Yo hacía como que no me daba cuenta que cuando aparentabas estar estudiando las cartas de tu mano en realidad mirabas por encima de ellas directamente a mis tetas. Tetas que por otro lado no se estaban quietas y es que acompañaban con un movimiento cada vez que alargaba la mano y me inclinaba para robar y soltar cartas. No me extraña que te ganara todas las partidas.
Pese a que el tiempo era inmejorable de pronto se levantó una ráfaga de viento y voló algunas de las cartas que teníamos en el mazo. Me estiré a por ellas y cuando por la posición mis tetas quedaron colgando, golpearon sin querer el bote de protector solar tirándolo sobre la arena. Divertida hice un comentario acerca del tamaño de mis melones y que tenían vida propia pero te dio tanta vergüenza hablar conmigo sobre mis tetas y reconocer que te habías fijado en su volumen que se te atragantó la respuesta.
Al volverme a sentar, la ráfaga de viento agitó mi pelo poniéndolo delante de mi cara y metiéndomelo en la boca ya que me había pillado con ella abierta riéndome. Mientras me lo retiraba y colocaba de nuevo bien, intentando cambiar de tema me preguntaste si era pelirroja natural. Por toda respuesta me bajé ligeramente la braguita del bikini dejando a la vista la piel completamente blanca que no había recibido ni un sólo rayo de sol y el comienzo de un triangulito recortado de vello pelirrojo.
¿Tú qué crees? –te pregunté mientras tus ojos casi se salen de sus órbitas al mirar mi pubis descubierto.
Un simple sí hubiera bastado –me dijiste con voz entrecortada.
Pero no hubieras puesto esa cara –me burlé con una carcajada.
Soltando la braguita y ocultando de nuevo mis encantos te propuse ir un rato al agua. El viento aunque suave no paraba y en las toallas se nos iban a volar todo el rato las cartas y nos llenaríamos de arena. Corrí hacia el agua dejándote atrás y pudiste ver cómo la gente giraba la cabeza para observar cómo botaban mis pechos libres a la carrera. Me seguiste hasta alcanzarme en la orilla y nos metimos poco a poco mientras nos aclimatábamos al contraste de temperatura. Cuando ya nos cubría lo suficiente empezamos a nadar, yo me tumbé tranquilamente de espaldas de forma que las puntas de mis tetas sobresalían como si fueran dos bollas. Tú permanecías a mi alrededor alejándote con un par de brazadas y regresando enseguida. En una de las ocasiones en las que me diste la espalda aproveché tu distracción para sumergirme y hacerte una aguadilla.
A partir de ese momento el juego cambió a una guerra constante de agarrones, empujones, aguadillas y cosquillas. El roce de nuestros cuerpos era constante y pese a que en todo momento fuiste un caballero y no aprovechaste la excusa para agarrarme las tetas ni acariciarlas con las manos, pudiste sentirlas con el resto de tu cuerpo. En más de una ocasión mis pezones se clavaron contra tu espalda y tu brazo se apretó contra la totalidad de mi pecho.
Cansados del esfuerzo volvimos hasta donde hacíamos pie. Uno frente al otro, tú de cara al mar y yo mirando a la playa. El agua te cubría hasta justo por encima de la cintura mientras que a mi me llegaba unos cuantos centímetros más arriba. Sin previo aviso estiré mi mano sumergida en el agua y la coloqué sobre tu bañador notando tu duro miembro debajo. Me miraste sorprendido pero te hice un gesto de que no dijeras nada. Con la excitación acumulada durante todo el día y las veces que había sentido tu polla endurecida golpeando mi cuerpo durante nuestros juegos acuáticos, necesitaba comprobar cómo era exactamente.
Mi mano recorrió tu pene en toda su longitud. La fina tela del bañador no era ningún problema y te la pude agarrar sin impedimentos y tocar de arriba abajo. Pese a que ya la tenías bastante dura mis caricias hicieron que te creciera un poquito más. Sin que te pudieras resistir te bajé el bañador y liberé tu polla para comenzar a masturbarte sin pausa. Aunque no se veía nada de lo que te estaba haciendo ya que permanecía todo oculto bajo el agua algunos de los bañistas adivinaron sin problemas lo que pasaba por los movimientos rítmicos de mi brazo y nos miraban con una mezcla de envidia y reprobación.
Mientras mi mano no dejaba de pajearte tú me mirabas con una mezcla de placer y vergüenza. Aunque no cabía ninguna duda de que estabas disfrutando de lo que te hacía, te daba bastante corte que la gente pudiera verte. Ni siquiera te atreviste a tocarme las peras sabiendo que por lo que te estaba haciendo no me importaría que me las sobaras. Pensé en cogerte la muñeca con la mano libre y obligarte a poner tu mano sobre mi teta para que la agarraras y acariciaras delante de todos. Sin embargo, preferí dejarte la decisión a ti y ver si te decidías a hacerlo aunque te estuvieran viendo. Por desgracia la vergüenza te pudo y no aprovechaste la ocasión de tocarme.
Continué durante un rato acariciando tu polla, deslizando rítmicamente tu piel con mi mano y sintiendo todo su grosor con mi puño. Cuando noté que se contraía tu miembro lo levanté para que la punta sobresaliera del agua y cuando comenzaron los espasmos los chorros de leche volaron sin dificultad contra mi cuerpo. Pese a la vergüenza debió de gustarte todo lo que te había hecho ya que eyaculaste varias veces y me llenaste de semen todo mi vientre y la parte inferior de mis tetas.
Solté tu polla que se sumergió mientras se iba ablandando tras el esfuerzo y te dejé jadeando con la mirada perdida hacia el mar probablemente sin creerte aún del todo lo que había pasado. Sin limpiarme tu pegajoso líquido que se deslizaba por mi cuerpo volví hacia la arena y me tumbé en la toalla. Por el camino noté las miradas fijas de los bañistas que nos habían estado observando probablemente intentando asegurarse si de verdad aquello que llevaba pegado era lo que se imaginaban. Cuando te recuperaste y atreviste a volver me encontraste boca arriba con tu semen aún sobre mi cuerpo y esperando que tuvieras ganas de seguir jugando a la vista de toda la playa.