Cuando el trabajo llama

Algunas particularidades de mi desempeño laboral...

Hace unos cuantos días atrás, por razones protocolares de la empresa en la cual trabajo, casi de un día para otro, recibí la "sugerencia" de organizar una comida en mi casa para tres o cuatro directivos que necesitaban agasajar a un alto ejecutivo de la regional de la multinacional española de la cual mi empresa es una filial.

Esta es una costumbre que ya lleva tiempo, pero no esperaba que me tocara a mi o en realidad, ni había pensado en ello.

Ahora bien, ¿cuál fue el problema?

Pues, que mi vida en la casa, en la que vivo solo, es la de un crossdresser (así nos llaman ahora, ¿no?) de closet. Pero resulta que mi closet es toda mi casa. Deliro no sólo por las ropas sino por todo lo femenino, por lo cual mi casa es toda una cosita, llena de sedas, terciopelos, gasas, colores, potiches, adornos, en fin, ya pueden ustedes imaginarlo, que dista una enormidad de lo que cualquiera podría esperar encontrar en la casa de un ejecutivo que aunque algo huraño y solitario, es valorado como muy devoto de su trabajo.

Quizás el problema no hubiera sido eliminar lo existente, pero me hubiera quedado el lugar absolutamente desangelado. En vista de ello y no teniendo tampoco demasiadas ganas de perseguirme con el asunto, dejé todo como estaba, salvo la ropa que andaba suelta en casi todos los ambientes y contraté el servicio de catering.

Cuyos empleados naturalmente, no dejaron nada sin observar maliciosamente. Pero bueno, esto no me importó. Aquellos que comparten mis gustos saben tal vez como es la cosa. Uno cuida su armario de las mil formas posibles, pero siempre parecería haber, allá hundido en el alma, una especie de bichito que a menudo, en situaciones similares nos empuja a pensar "¡Bueno, al carajo con tantos cuidados! ¡Sea!".

Mis invitados por supuesto, no bien comenzaron a llegar, no dejaron de observar la ambientación. Con sorpresa mal disimulada, se miraban entre ellos y de reojo a mi, como si pensaran encontrar un letrero en mi frente con alguna explicación.

¿Y que tema creen que apareció de pronto en la conversación?. ¡Acertaron!. ¡Los transexuales, y específicamente las políticas de las empresas con respecto a ellos!. Naturalmente el Gran Ejecutivo recordó lo sucedido hace años en Telefónica de España y todos, en distinta medida aportaron lo suyo. Nuestro Presidente se la vió venir y decidió abrir el paraguas antes de que empezara a llover. Comentó entonces que este país aún no estaba preparado para estas cosas, y que preferiría que si alguien andaba en esas cuestiones, planteara de buena manera su alejamiento de la empresa.

El Gran Ejecutivo por su parte, mientras no dejaba de fijar su mirada en mi, aconsejaba una mayor apertura, porque la sociedad y bla bla bla. Pero mi superior no quería saber nada.

Todo esto no es más que una forma de ponerlos en antecedentes para entender más fácil lo que sigue.

Dos días después de lo relatado, llegó una orden de la Regional con sede en Brasil, que más allá de la abundancia de tecnicismos, establecía que determinados procesos comerciales, hacían necesaria mi presencia en San Pablo, por lo cual se disponía mi viaje a esa ciudad sin más trámite, para el día siguiente.

Era tan poco habitual una disposición de esta naturaleza, que hasta los cadetes de la empresa intentaron ver bajo el agua. Obviamente, a partir de allí y durante todo el resto del día, alguna información sobre lo que había visto en mi casa alguno de los directivos que habían concurrido a la cena, comenzó a esparcirse por todos los pisos. Finalmente, con el argumento de preparar mi traslado, decidí irme a mi casa.

Lo imaginado por todos, estaba también en mi cabeza. No sabía de que se trataba todo, pero tenía la certeza de que guardaba relación con la noche de aquel día y lo que vieron en mi casa.

No duró nada el enigma, ya que llegado a San Pablo, en el mismo aeropuerto me estaba esperando una bella jovencita que dijo ser una de las secretarias del señor Antonio, el Delegado Regional de la Multinacional, quien me informó que me conduciría a mi alojamiento, que resultó ser nada menos que la residencia particular del tal Antonio.

Allí nos atendió otra señora, tal vez una especie de ama de llaves, que me pidió que la llamara Irma y que me guió a la que sería mi habitación, anunciándome que podía prepararme para la cena, ya que en un rato llegarían el señor Antonio y sus invitados.

Abrí mi valija, comencé a sacar mi ropa, que en realidad no era mucha, apenas un par de trajes, unas camisas y pocas cosas más, ya que había supuesto mi estancia muy corta, teniendo en cuenta que como ejecutivo informático, no tenía la menor idea sobre cuales ocurrencias comerciales del Delegado podrían tener que ver conmigo. Más bien pensaba en "el gato encerrado" que suponía todo aquello, y a cada momento se afianzaba mi idea de que en cuanto dicho gato se liberara, mi regreso inmediato a Montevideo sería cosa hecha.

¡Menuda sorpresa me llevé cuando al ir a colgar mis trajes encontré el amplísimo placard invadido por prendas femeninas de todo tipo!. No pude evitar la tentación de curiosear con detenimiento todo aquello y debo confesar que sentí una muy bella excitación y una inevitable envidia por la dueña del contenido de ese placard.

¡Ni qué hablar de los cajones, llenos de hermosísima lencería como no creía que yo pudiera llegar a tener algún día!. Resistí el impulso de sacar de allí cualquiera de esas prendas y más aún me costó vencer las ganas de ponerme alguna.

Me vestí nomás con mi anodino traje y me dirigí hacia donde suponía que podía estar la sala o el lugar en el que nos reuniríamos. Irma me miró llegar y descubrí extrañeza en su mirada, pero se guardó cualquier comentario. En ese momento llegó el señor Antonio, acompañado de tres señoritas a cual más bella y despampanante y además, pude darme cuenta, rica y sensualmente vestidas.

Antonio me saludó, (También note cierta curiosidad en su mirada), y me presentó a Rita, Jenna y Jocelyn, quienes me saludaron con efusivos besos y alguna que otra caricia.

Mientras servía unas copas, Antonio se dirigió a mi:

¡Oye, que has resultado una remilgada!

¿

Señor?- Atiné a contestar, totalmente confundido por el trato.

¿

Cómo debo llamarte?

Mi nombre es Martín.

─¡

Oye Martín, por si no te has dado cuenta, me refiero a tu otro nombre, el que usas en la intimidad de tu casa, cuando te conviertes en la bella niña que imagino!

Señor, yo

─¡

Termínala con el señor! ¿quieres?. Y dime, ¿Por qué no has aprovechado para hacer tu gusto? ¿Acaso Irma no te dijo que toda la habitación es tuya?

Señor, prefiero no entender a que se está refiriendo.

Mira preciosa- Ahora su tono tenía algo amenazador.

Que desde el momento en que pisé tu casa supe de que ibas, y se me metió en la cabeza que me gustabas. ¿Para qué crees que te hice venir?. Mira, a ver…. Bueno, mira Martina, vamos a hacer algo. Vamos a postergar la comida, mientras las chicas te acompañan a tu habitación y ven que pueden hacer contigo. ¿Qué te parece?

Señor, le ruego me disculpe, pero querría retirarme. Yo

En ese momento, Rita y Jocelyn me tomaron cada una de un brazo, suave, pero con firmeza y de hecho me obligaron a regresar con ellas a la habitación. Advertí atemorizado, que Jenna venía detrás nuestro… ¡con una fusta en su mano!.

Ni mis fantasías más calientes, me habían preparado para lo que estaba sucediendo. Llevo ya largo tiempo jugando a fantasear con mis relatos en esta página, pero en verdad mi vida vestido de mujer fue siempre un placer solitario, salvo cuando compartí mis inclinaciones con mi ex mujer. Y aunque muchas veces me hice preguntas a mi mismo, no tenía demasiadas certezas sobre mi sexualidad, salvo la que derivaba de mis hechos travestistas. Por otra parte, nunca había vivido la situación de sentir atracción por un hombre, de manera que los sucesos de esa noche eran vividos por mi con algo de excitación, es cierto, pero también con bastante repulsión.

Pero no tuve demasiado tiempo para pensar en esto. No bien entramos en la habitación, Jenna cerró la puerta y antes que pudiera sospecharlo, dos tremendos fustazos cruzaron mis nalgas. Las otras dos chicas me había soltado ahora, y un tercer latigazo, esta vez en las piernas, me derrumbó al piso. Desde allí pude ver con asombro que las tres se estaban desnudando, y no tardé en comprender la realidad. ¡Las tres bellas jóvenes, no eran otra cosa que travestis. Totalmente desnudas, sus vergas lucían sin tapujo alguno.

Las tres me rodearon y se apoderaron de mi sin mayores esfuerzos. Con violencia me pusieron boca abajo, y horrorizado sentí que una de ellas se montaba sobre mi y por primera vez en mi vida, una pija se apoyaba, agresiva, sobre mis nalgas, ya que a ese momento mi ropa había sido totalmente desgarrada y estaba yo también totalmente desnudo.

No pude evitar un alarido, cuando la pija de la que estaba sobre mi, presionaba por introducirse en mi ano. Otra de las travestis, creo que Rita, me metió una bombacha en la boca y pude sentir asqueado un gusto y olor ácidos en la boca, aunque nada pude hacer.

No podìa moverme y sintiendo que me desgarraba el dolor, otro empujón de la que me estaba violando, me metió más adentro su pija. Casi sin solución de continuidad, otro brutal movimiento me introdujo completamente la pija en el culo, ya que pude sentir los huevos del travesti presionando sobre mis nalgas. Las lágrimas saltaban de mis ojos, de dolor, pero también de vergüenza e impotencia. Un horror nuevo por completo nacía en mi y sentí que no podía controlar de modo alguno el temblor casi convulsivo de mi cuerpo.

Perdí la noción del tiempo y de los sucesos. El dolor subía desde atrás y se expandía por todo mi cuerpo mientras la verga entraba y salía de mi con frenética violencia, hasta que luego de una crispación sentí que el líquido caliente me inundaba y luego, mientras lo sentía correr por mis nalgas, fue el turno de Jocelyn y más tarde también Rita hizo lo suyo. Creía que ya mi sufrimiento no podía ser mayor, pero la verga de Rita era sencillamente monstruosa y lo comprobé penosamente porque luego de cogerme, me metió su pija en mi boca en la que se masturbó hasta ahogarme con los borbotones de leche.

Jenna dio por terminada esta parte de la tortura. Me arrastraron al baño y me sumergieron en la bañera. Rita me ordenó bañarme y así lo hice, con la vana esperanza de que el agua arrastrara mi sufrimiento y mi asco.

Cuando terminé, las tres estaban ya vestidas esperando en la habitación, nuevamente con sus cautivadoras sonrisas como si todo lo sucedido sólo hubiera sido una pesadilla mía. Me fueron alcanzando ropa que yo, definitivamente consciente de la precariedad de mi situación me puse obedientemente.

En otras circunstancias habría gozado de verdad mientras me vestía. La ropa que estaba utilizando era realmente un sueño y no pude evitar abandonarme a las conocidas sensaciones mientras subía las medias por mis piernas y las prendía al portaligas. Me puse el corpiño y ya para ese instante todo lo anterior parecía muy, muy lejano. Estaba ahora viviendo de nuevo en el mundo que se abría cada vez que la ropa de mujer vestía mi cuerpo.

Me dieron a elegir y opté por un vestido largo, muy ceñido, aunque una larga abertura en el costado facilitaba mis movimientos. Rita fue quien me maquilló y Jocelyn eligió la bijou. Terminamos y me invitaron a que me mirara al espejo. Lo que vi me excitó de tal manera que me hubiera gustado quedarme allí, tocándome y moviéndome como lo hacía cuando estaba en mi casa. Pero Jenna, ahora con una suavidad que desmentía la violencia de que era capaz según había demostrado, me apuró:

Vamos linda. Antonio se impacientará.

La seguí y el sonido de mis tacos en el parquet ahogó los de Rita y Jocelyn caminando detrás mío.

Cuando llegamos al salón me detuve congelado por la sorpresa: Antonio, con los pantalones caídos en sus tobillos estaba siendo montado por la "secretaria" que me había ido a buscar al aeropuerto, que en ese preciso instante acababa en el palpitante culo del Delegado Regional de la Empresa.

Antonio se levantó y me miró con la mayor naturalidad del mundo.

─¡

Bien, bien, no me equivoqué en mi primer golpe de vista. Realmente haces una chica preciosa, y ¿sabes que?. ¡Tu rebeldía o tus remilgos te hacen aún más tentadora!. ¡Me estoy augurando una muy linda noche contigo!

Comprendí el significado de sus palabras, pero no sé si la conciencia de lo inevitable de mi situación o las sensaciones que me producía estar vestido como lo estaba, me facilitaron restarle importancia o resignarme con sorprendente facilidad.

Pero mis pensamientos, sensaciones y conductas aún me tenían reservadas sorpresas mayores. Mucho más tarde, ya satisfecho nuestro apetito con los exquisitos platos que nos sirvieron, y en mi caso algo mareado por el alcohol, acepté con la mayor naturalidad las caricias que empezó a prodigarme Antonio y más tarde, cuando besando apasionadamente a Rita, sentí que mi jefe era el que se metía dentro mío, comprendí que ya las terribles sensaciones de antes eran cosa pasada, y me plegué de buen grado a los movimientos que Rita me indicaba con sus manos ávidas para ayudar al placer de Antonio.

Luego fui yo mismo, quien aún con la pija de Antonio pujando en mi culo, tomé la de Jenna y me la llevé a la boca. Cuando lo hice me di cuenta que Jocelyn estaba cogiendo a Antonio y no pude contener un quejido de placer al sentir como ella, Antonio y yo, siempre guiado por Rita, acoplábamos el ritmo de nuestros cuerpos. Tanto y tan morbosamente erótico resultaba aquello que Suzanne, la "secretaria" se masturbaba con sorprendente deleite y finalmente acababa en mi cara que al mismo tiempo recibía los calientes chorros de Jenna que no pude retener en mi boca.

Un rato después éramos sólo una mezcla de cuerpos y miembros anudados de todas las maneras posibles y distintas pijas satisfacían mi apetito tanto oral como el de mi culo que ya parecía estar preparado para recibir muchas más y por todo el tiempo posible.

Ya casi de madrugada, el sueño y el cansancio habían hecho desertar a casi todos, pero Jenna y yo aún continuábamos con nuestros juegos. Ella chupaba mi pija y yo la de ella; nuestros cuerpos se retorcían y rodaban por la alfombra y luego, ya llenas nuestras bocas con el jugo que nos prodigamos, los intercambiamos en un largo, larguísimo beso. Antonio quiso intentar una vez más con mi culo pero su verga ya no respondió. La tentación de imponerme a su agotamiento fue instantánea y me puse a chuparla y besarla hasta que luego de un largo rato conseguí ordeñar las últimas gotas de leche con que Antonio podía obsequiarme aquella noche.

En la tarde del día siguiente, cargado con tres valijas repletas de ropa elegida por mi en la habitación, obsequiada por Antonio junto con unos cuantos dólares y mientras recibía la recomendación de olvidar aquella noche y la orden de volver a mi trabajo al día siguiente, me despedí de las cuatro chicas, con la tal vez vana promesa de un nuevo encuentro.

Que no fue un sueño lo reafirma el hermoso vestido que llevo puesto en este momento, justo mientras termino de escribir esto.