Cuando el tiempo se detiene

El otro día tuve un sueño, quizás no lo fue, tal vez fue mi imaginación la que me jugó una mala pasada o sólo tal vez, una realidad paralela. Todo empezó en mi coche, la madrugada se había apoderado del mundo y circulaba deprisa por una autopista... Dedicado a una mujer especial. Animo siempre estaré a tu lado.

"CUANDO EL TIEMPO SE DETIENE"

El otro día tuve un sueño, quizás no lo fue, tal vez fue mi imaginación la que me jugó una mala pasada o sólo tal vez, una realidad paralela. Todo empezó en mi coche, la madrugada se había apoderado del mundo y circulaba deprisa por una autopista, voraz recorría los kilómetros sin saber el motivo. Eran más de las 02:00 y durante el recorrido no me crucé con vehículo alguno, algo que sin percatarme hacía que me inquietara aún más. Pasé delante de un Hotel de carretera, noté que debía parar y frené el coche sin querer en medio de la autopista, hasta que pasadas esas décimas de segundo, reaccioné y seguí la marcha buscando avivado sin saber el motivo un cambio de sentido, me sobresalté con la idea de que viniera por detrás algún coche y provocar un accidente lo que incrementó mi estado de ánimo. Al dar ya la vuelta y entrar en la vía de servicio y leer rápido el letrero con el nombre del hotel, sonreí y los nervios se apaciguaron un poco. Empecé a sospechar que debía tener una cita, pero me hallaba solo, no había un solo coche en el aparcamiento. Sin poder frenar mi sueño, me adentré en la recepción del Hotel y la señorita que me atendió me sonrío de tal forma que me hizo pensar que me conocía, no dije nada, tan sólo me oí a mi mismo mencionar mi nombre completo y darle el dinero de la habitación junto con mi carné. No me extrañé mucho de que hubiera una reserva a mi nombre, ¿Que más daba?, la verdad que soy una persona que en este tipo de situación no se cuestiona las cosas, simplemente las hago.

La habitación me gusto, pero tenía la extraña sensación de conocerla, la sentía mía. ¿Cómo se puede sentir como propia la habitación de un hotel? siendo algo tan impersonal.

No había nadie en ella, cosa que supe después de mirar hasta debajo de la cama, completamente vacía. Sin saber como, me encontré a mi mismo desnudo y en el centro de la misma, observé un paquete grande, lo que era una caja de cartón embalada para transporte. Mi innata curiosidad me hizo abrirla y encontré en su interior, cuerdas, pinzas, consoladores, una fusta y materiales diversos, supuse que para juegos de dominación, algunas de las cosas que había en su interior me sorprendieron, como un arnés con una polla de color carne de unos 20 cm. y muy gorda. Esto hizo que me inquietara pero a la vez me di cuenta que me había excitado, y cuando digo excitado es porque noté esa sensación en la que tu polla se empieza a hinchar sin control y notas cada movimiento, incluso como te roza mientras se pone contra tu voluntad erecta y dura, como cuando la notas abriéndose camino entre tus pantalones pidiendo ser liberada.

Sin darme cuenta me tumbé en la cama y comencé a jugar con unas bolas chinas que había encontrado en mi búsqueda, así como unos anillos de metal que coloqué despacio y atónito en mi polla, ya dura. ¿Qué me está pasando? Me decía a mi mismo, mientras me daba cuenta que no paraba de mirar el reloj que ya no se hallaba en mi muñeca. ¿Por qué me he quitado el reloj? La primera bola se deslizó dentro de mi esfínter y seguidamente la segunda, mientras con la otra mano comencé a masturbarme despacio.

El sobresalto que me llevé cuando sonó mi teléfono fue muy grande. Miré el número que aparecía en la pantalla, pero no puede identificarlo, deslicé y coloqué despacio el móvil en mi oreja mirándolo de reojo.

  • ¿Qué habitación tenemos?- preguntó una voz femenina.

Otro misterio, ¿Quién era ella? Y porqué notaba que la conocía, sin apenas hablar, percibí su estado de ánimo; enfadada, bueno no era enfado, mas bien daba la sensación de haber estado esperando mucho tiempo que llegara este momento, su impaciencia, nervios, deseo, se percibían en su tono de voz.

- La 129 - respondí.

No pasó mucho tiempo cuando oí unos tacones aproximándose a la puerta, seguidos del "toc, toc". Yo ya me había levantado de la cama y estaba inquieto mirando la puerta de pie. Cuando fui a abrir, noté la presión que ejercía un collar de cuero en mi cuello del que colgaba una correa del mismo material que rozaba mi pecho desnudo y llegaba hasta mi aún empalmada polla. Me quedé sorprendido, parado mirándome en el espejo que se hallaba ante mí y sólo un "toc toc" aún más fuerte y enérgico que el anterior me despertó de mi letargo. Me encontraba muy excitado y alterado, tanto por el misterioso encuentro, como por presentarme desnudo y con los "artículos" que me había colocado sin saber muy bien el porqué, me sentía un poco ridículo pero algo me estaba impulsando esta noche, en este sueño que no podía controlar.

Abrí la puerta, estaba guapísima y la reconocí al instante, era la chica de mis fantasías, nos saludamos y le dije lo guapa que estaba, pero su sonrisa cambio de inmediato, su gesto me dio a entender que mi pequeña sorpresa no le agradó o tal vez fue su "enfado" o simplemente quería hacerlo, pero agarró fuerte la correa tirando de ella hacía abajo y me hizo encorvarme casi hasta el punto de ponerme de rodillas, que no hice, porque acto seguido camino deprisa por la habitación llevándome casi arrastras, la tensión de la correa trasmitida a mi cuello me gustaba.

Al llegar a la cama se paró, me miró a los ojos y estampó una torta en mi cara.

  • ¿Quién coño te ha dicho que me esperes así, zorra?

Cuando iba a empezar a balbucear excusas, otra torta más fuerte que la anterior impacto de nuevo en mi rostro, seguida de otra y otra y otra más...

  • ¡Perdón, perdón, lo siento! - Exclamé.

  • ¡Túmbate en la cama!

Hice lo que me ordenó, me colocó boca abajo abierto de piernas. La oía moverse por la habitación y oí como debía estar sacando las cosas de la caja, pero no me atreví a mirar, sabía muy bien que debía estarme quieto o su rabia acabaría haciéndome pagar mis interrupciones, noté enseguida que venía muy "impaciente". Se acercó, se sentó a mi lado y me miró.

  • A ver, enséñame lo que te has puesto, putita mía.

Ese tono me encantaba, por una parte me sentía algo humillado, pero por otra me excitaba. Me di la vuelta y le enseñé la polla medio avergonzado, y eso que aún no sabía nada de las bolas. Comenzó a jugar con las cadenas que unían los dos anillos, el que rodeaba los huevos y el del tronco de la polla, mientras me hacía despacio preguntas o hablaba conmigo. Al rato me dijo;

  • Enséñame lo que hay en la caja.

Para sorpresa mía no había tocado nada de la caja, lo que me hizo comprender que debía haber estado paseando por la habitación, bien para calmarse o bien para pensar que castigo me imponía. Saqué todas las cosas una por una y se las iba mostrando, unas pinzas de metal le llamaron la atención, me ordenó sacarlas de su caja, las cogió, se aparto la blusa, quitando a la vez el sujetador y expuso el pezón. Acto seguido lo mojó con su propia saliva despacio, restregando la yema del dedo que anteriormente había lubricado en su boca y se colocó una de las pinzas dejando caer la cadena que unía ambas pinzas. Me miró pausadamente y exclamó:

  • Estas duelen.

Yo contemplaba atónito la escena, y obedecí cuando me mandó acercarme, sabiendo de antemano que me iba a colocar las pinzas. Pero abrazándose a mí me dijo;

  • Enséñame el resto.

Siempre que pedía algo o ella intuía lo que yo quería me sorprendía así, le encantaba hacerlo, no darme lo que quería en ese momento, esa imprevisible reacción, esa sensación de no saber en ningún momento lo que me podía decir, mandar o hacer, por mucho que la conociera y la captara igual que ella a mí, me fascinaba, era parte de nuestro juego, aunque a la vez, me inquietaba y a veces me sacaba de mis "casillas", pero bueno yo también conseguía sorprenderla y sacarla de quicio de vez en cuando. Seguí enseñándole las cosas de la caja y cuando no me lo esperaba, me agarró fuerte del pelo me tiró en la cama, se subió encima de mí y noté clavarse su boca en mi cuello, poco a poco su mandíbula se cerró, el dolor se fue intensificando paulatínamente y mi boca se abrió para suplicar, pero sabía que era igual, mordería el tiempo que quisiera, ignorando mis quejas.

Pero a ese "bocado" siguió otro aún más fuerte en la nuca, muy rápido e intenso, el dolor se agudizó mucho más rápido que el anterior y mis quejas no se hicieron esperar y mucho menos mis súplicas. Pero mantuvo su mandíbula apretada y fue tan intenso que me hizo estarme quieto, notando como se recreaba en su "tierno" mordisco, sin pensar repetí nuestra contraseña, seguida de unos cuantos "por favor", pero como desde hacía un tiempo ya no hacía mucho caso, sabía por si misma hasta donde quería yo o podía llegar ella y aún así a veces, traspasaba algunos de nuestros límites.

La presión disminuyó poco a poco y me soltó. La miré de soslayo y se acercó de nuevo al mismo punto, sin querer aparte el cuello justo cuando empezaba a besarme la "herida de guerra". Fue una reacción de miedo supongo.

  • ¡Joder! ¿por qué te apartas?- Repitió varias veces.

Esta vez las tortas golpearon mi cabeza una y otra vez, mientras me llama zorra, puta, etc....La notaba mucho más "atacada" que de costumbre. Otra vez las mismas súplicas; perdón, por favor, etc... pero es que no conseguía decir otra cosa. Me advirtió que me estuviera quieto, muy quieto y el tono hizo que me lo tomara en serio.

Su boca se cerró en el otro extremo de la nuca muy rápido y con fuerza, esta vez solté un grito pidiendo perdón, pero hizo caso omiso, el dolor se concentró de tal manera que me hizo sin querer abrir los brazos en cruz sobre la cama como símbolo de sumisión a la vez que me quedé paralizado, hasta que de golpe se levanto y me dejó en la cama, ella se puso a andar por la habitación resoplando, parecía una leona enjaulada, sabía perfectamente lo que significaba; estaba "altamente alterada", sin ser mi intención, me reí por la escena, y eso que el dolor se mantenía vivo en mi nuca como advertencia. La escena duro un tiempo y poco a poco por primera vez me dio miedo y me guardé para mí y otra ocasión mi supuesta rebeldía, estaba así para poder controlarse, para no hacerme más daño del que debía, era su forma de autocontrolarse.

Me arrodillé en la cama y la miré, nunca he tenido prohibición de mirarla a los ojos, cosa que nos encanta, no es una relación "típica", ni siquiera nos consideramos Ama-sumiso, no hay compromisos, no hay reglas, sólo juegos, pero me sentía más dominado que en todos mis largos años de búsquedas y encuentros como sumiso.

Ella me miró, y un poco más calmada en apariencia se aproximó despacio, me pidió que me diera la vuelta enseñándole el culo. Había metido de nuevo la pata, sabía que cuando lo descubriera algo pasaría.

  • ¿Que coño tienes en el culo?

Comenzó a tirar de la lazada que colgaba. Noté las bolas moverse y como la primera quería escapar de su escondite. Salió de golpe y noté como tiraba y daba vueltas. La volvió a coger y la metió fuerte haciéndome daño y de nuevo involuntariamente me aparté.

Me pidió en ese momento que sacara el látigo nuevo y me puse nervioso al instante. Busqué en el interior de la caja y saqué otra a su vez más pequeña que contenía un látigo de nueve colas de cuero negro. Su sonrisa pícara de niña mala que acaba de encontrar su juguete preferido, me hizo gracia, disfrutábamos con esto, lo miró y lo dejó a su lado. A la vez que me llamó hizo un gesto con su mano indicándome que me acercará y de soslayo la vi coger las pinzas de metal.

¿Que te pasa?, vamos dilo, venga.- Me instigó sonriendo mientras entendía lo que reflejaban mis ojos de niño bueno que no ha roto un plato en su vida.

Me quedé callado y eso hizo que me cruzara la cara de un bofetón, siempre le molesta cuando no contesto, pero me gusta desafiarla a veces. Me colocó una de las pinzas despacio y luego la otra, antes ya de que empezara a jugar con la cadena empecé a notar el dolor y contra mi voluntad mi polla de nuevo se puso dura, cada vez más dura. Ambos reímos, aunque yo mezclando la risa con suspiros de "uffff". Yo sabía que le sorprendía en cierta manera o bien le gustaba encontrar mis puntos débiles, y vi que de reojo miró divertida como mi polla crecía.

La luz se apagó y me quedé a ciegas, tampoco escuchaba nada, estaba solo de nuevo, no olía ya su perfume y no la sentía a mi lado, ¿Qué está pasando? me pregunté a mí mismo. De repente como si hubiera vuelto la imagen de la televesión después de un apagón, aparecio ante mí, me tiró del collar para que de nuevo me tumbara y nada más empezar a colocarme, algo golpeó mi costado rodeándolo y causándome un dolor intenso, era el látigo nuevo, me estremecí y noté quemazón en las costillas. No sé si por que me moví o por las dichosas bolas, en que hora las usaría, pensé. Comenzó a flagelarme por todo el cuerpo, era un látigo "pesado" no se notaba ligero al golpear como otros. Su miedo a dejarme marcas me salvó como en otras ocasiones, pero aún así golpeó una vez tras otra bastante fuerte y fue inevitable que alguna quedara perenne, yo lo supe al notar como el látigo recorría mi torso e impactaba con velocidad, pues ese toque que "pica" indica que ha dejado su huella. Cuando se cansó, se levantó y la vi coger las velas gordas, prenderlas y dejarlas en la mesilla de noche, sabía también lo que significa, la cera se va acumulando caliente mientras se derrite despacio y se hace una laguna en el interior de la vela. Tarde o temprano esa laguna caería por alguna parte de mi cuerpo, y en chorros calientes se extendería por dónde ella quisiera.

Abrí los ojos despacio esperando que mi sueño no terminara, la tenue luz de las velas caldeaba e iluminaba "nuestra" habitación. Me hallaba a sus pies encima de la cama y comencé quitándole las sandalias, para poder besar y lamer a continuación sus pies y recorrer sus piernas con mi boca. Después de un buen rato adorando sus extremidades, comenzamos a besarnos en la boca intercalando mordiscos y lametones. Entre besos y abrazos me dijo que la desvistiera. Una vez hecho y doblada su ropa volví a la cama a su encuentro. Seguí ávido recorriendo con mi boca su cuerpo, deleitándome con su excitación. Su boca, cuello, pechos, cintura, sexo y pies fueron lamidos y besados mientras ella me empujaba a seguir o me tiraba del pelo para mantenerme en alguna de esas partes.

Cuando ya estábamos muy "calientes", se levantó de la cama y cogió una cuerda de la caja con la que me ato los pies. Por la forma de atar aunque parezca un "listillo" supe cual era su cometido y la verdad, me tensé inmediatamente. Comenzó por los dedos gordos de los pies, rodeándolos y cruzando la cuerda llevó ambos cabos a los tobillos, que unió dando vueltas. Acto seguido empuñó la fusta. ¡Como le gusta!...pensé.

  • No te muevas, me advirtió.

Movimientos certeros y continuos muy rápidos golpearon mi planta del pie derecho, hasta que el dolor fue tan intenso que doble las piernas para apartar mi dolorido pie. No había terminado de volver a poner en su sitio el objeto de su deseo, cuando esta vez en el otro pie descargó una serie igual de rápida e intensa hasta que no pude remediar volver a retirarlos.

  • ¿Te estás quieto de una vez o empiezo de nuevo?

  • Vale, vale por favor me estoy quieto, de verdad.

  • Pon los pies, venga. ¿Me quieres dar los pies?- Exclamó al ver mis dudas.

  • Te estás pasando. Reproché, pero como siempre cedí.

Entonces despacito y con calma dejando bien preparado para la ocasión, colocó una almohada debajo de mis tobillos para que ambos pies quedaran más expuestos y que algunos de sus golpes no se perdieran en la cama. Yo resoplé y no paraba de mirarla implorando con los ojos. De nuevo, alternando esta vez los golpes en los pies, dio una serie larga e igual de veloz. Mi cuerpo se doblaba por todos lados, quería salir huyendo pero mantuve firme las piernas, supongo que ayudado también por la tensión pude bloquear las rodillas para no apartar mis extremidades. Esta escena se repitió entre risas y excitación de ella. Por mucho que trate de disimular, lo veo cuando yo me repongo y le miro a los ojos, se excita por verme a mí en esa tesitura, por sus sensaciones, por mis caras de sí pero no y a su vez me trasmitía sus deseos, su excitación, es algo que desde fuera puede parecer complejo pero desde nuestra perspectiva es muy simple. Cuando ya no aguantaba ni un azote más y estaba a punto de claudicar, me preguntó:

  • ¿Que te pasa cielito?- mientras se sentaba a mi vera en tono sarcástico.

Esquivé la mirada y giré el rostro hacía el otro lado. Hoy tal vez por como se sentía, por su estado de ánimo, me estaba poniendo a prueba sin saberlo. Yo tenía una mezcla de entrega, excitación, sumisión y rebeldía, incluso ahora en estos instantes de odio. Sin comprender como pude pronunciar esas palabras, exclamé:

  • ¡Que te jodan, zorra hija de puta!- Fue más el tono duro, con sentimiento y rabia contenida por todas las "perrerías" que las palabras en sí, el que provocó el desastre.

  • ¿A sí? esas tenemos, vale, vale. ¿No quieres que siga, quieres que te deje en paz?

  • No por favor, sigue- supliqué.

-Paso, que te den zorra, pídeselo a otra.

Nada más notar su tono de voz, me arrepentí de lo que había hecho, pero no dije nada, en cambio una risa histérica medio controlada mezclada con un balbuceo patético se apoderó de mí. Ahora en cambio cerré los ojos deseando conseguir dar marcha atrás y borrar mis palabras, pero no pude "manipular" el tiempo en mi favor.

Me desató los pies y se sentó dejándome en la cama. Me mantuve callado un rato esperando, pero no hacía nada, sólo mirarme. Me aventuré arrastrándome por la cama hasta ella, con ternura y cuidado mirándola temiendo su reacción, empecé a besar su punto débil. Recibí una patada apartándome, y al segundo intento se abalanzó a mi pie y me mordió el dedo gordo, clavando sus dientes de tal forma que pensé que había llegado al hueso, me doblé de dolor y me quedé quieto apartado de ella. Pasado un rato esperando que se hubiera calmado y pensando que sería ella la que viniera a ver si se había sobrepasado, me saqué las bolas y volví a mover ficha. Pero antes de que llegara agarró la fusta y empezó a golpearme sin medida, ahora por quitármelas metí la pata, pero siempre he sabido que le encanta desconcertarme. No sé como caí al suelo, pero estaba de rodillas con la cabeza agachada mordiendo las sábanas mientras ella cabreada iba de un lado a otro, mordía para contenerme o tal vez por ser tan estúpido, más de una vez me había dicho, no la desafíes, hoy no, compórtate, pero nada yo erre que erre. De vez en cuando se acercaba, me daba una patada y se iba, yo me mantenía inmóvil esperando su clemencia que hoy se debía haber ido de paseo. Otra vez volvía y patada al canto mientras exclamaba;

  • Si es que, si es que...madre mía.

En una de sus acometidas me cogió del collar y se acercó a mí, ella no vio que cerré los ojos muy fuerte esperando aguantar lo que parecía inminente sin moverme, ya no se me ocurría desafiarla, apartarme, reírme. Me sentía completamente suyo, doblegado a sus pies, no sabía ni el tiempo que había transcurrido, ni la hora que era, nada, todo lo que se hallaba fuera de nuestro entorno había desaparecido para mí, sólo quería estar en un sitio; en esa habitación junto a ella.

Noté su aliento en mi nuca, cerca, me susurró:

  • Te libras por que no puedo dejarte marcas, que sino...- Supe que no era una amenaza, era una reflexión suya, un deseo que se le hacía casi incontrolable.

Su boca se cerró exactamente en el mismo punto de antes, dónde termina el pelo y comienza la nuca, dónde no se ve si queda marca tapada por el cuero cabelludo, había encontrado su "sitio". Mordió con rabia, sin contenerse casi ni un ápice, tanto que pensaba que me iba a hacer sangrar. Grité de dolor y pronuncié su nombre esperando una compasión que no iba a llegar. Suspiraba cuando soltó, se atacaba por momentos.

Miró mi polla, había llegado el momento de follarme, pero esta se había asustado, su cara fue un poema.

  • ¡¡¡Encima no te pongo, puta!!!. Me escupió en la cara, restregándomelo.

Cogió las pinzas y me las puso con una clara intención, pero ni aún así consiguió que mi sexo reaccionara esta vez, no sabía el tiempo, pero sí que ya llevábamos unas cuantas horas jugando. Me expreso su deseo de follar, de sentirse llena en ese momento y me dejo lamer su coño que encontré totalmente empapado, no paraba de contorsionarse, de agarrarme del pelo, de incrustar mi boca en su coño, mientras yo deseaba que mi puta polla que iba a su ritmo hoy se empalmara. Noté como se estremecía, como jadeaba en señal de triunfo, pero no iba ser suficiente.

  • Dame la polla del arnés.

Ni siquiera dude, corrí como me ordenó y se la entregué, durante un rato lamí sus piernas, sus pies, mientras veía como se introducía hasta los huevos el pollón de látex, su boca se abría continuamente en señal de excitación. Me acerqué en varias ocasiones pero me soltó sendos manotazos sin abrir los ojos siquiera. Metido hasta dentro el consolador, comenzó de nuevo a contorsionarse, tenía los ojos cerrados y yo me quedé inmóvil viendo como se terminaba de correr, estremeciéndose a mi lado, viendo como temblaba de gusto ya agazapada en posición fetal, mantenía los ojos cerrados haciendo suyo ese momento al igual que yo, que no dejé de mirarla. Me acerqué y la besé una y otra vez mientras ella comenzó a abrazarme y devolverme los besos. Pasamos un rato tumbados, bebimos agua y nos acurrucamos, bueno mas bien yo en ella, me sentía muy bien, sin nervios, sin prisas, sin pensar, vacío pero lleno a la vez, me sentía feliz de compartir estos momentos con ella, justo en ese momento deseé que el sueño no terminara nunca.

Comenzó a activarse de nuevo, su pequeño momento de paz comenzó a evaporarse y me ordenó tumbarme bocarriba. Se acercó a la mesilla, mi gesto de resignación la hizo reír y yo no pude evitar empezar también a reír, los dos sabíamos que en verdad quería que lo hiciera. Se puso de rodillas a mi lado con ambas velas en las manos y comenzó a derramar la cera caliente, los chorros impactaron en mi pecho, tripa, sexo, piernas y como no, en los pies, despacio dibujo su particular picasso en todo mi cuerpo con esmero y yo inmóvil, fui fiel reflejo de un tapiz inanimado. Luego jugó a darme tirones quitándome los pegotes de cera ya fría y dura y me fue privando de su obra. De pronto soltó las velas tan precipitadamente que me encontré a mi mismo extrañado de si pasaba algo, me puso a cuatro patas encima de la cama con mucha prisa y noté un fuerte tirón del collar que rodeaba mi cuello indicándome que debía moverme, ahora sí me llevo a cuatro patas esta vez hasta el baño, arrastrándome, tirando con mucha fuerza. Yo me moví rápido detrás de ella, por un momento pensé en algo, pero no en lo que pasó. A oscuras abrió la mampara de la ducha y me puso en el centro dejándome en la misma posición que venía. Noté sus piernas y como se sentaba a caballo en mi espalda, mi cabeza se mantenía agachada, casi tocando el suelo, era completamente suyo, estaba nervioso, alterado, mi respiración se había acelerado y me encontré a mi mismo pensando qué iba a ocurrir, expectante. De repente noté un chorro caliente recorrer mis caderas, poco a poco le siguieron muchos pequeños riachuelos que recorrieron toda mi espalda, cintura y cuello. Cerré los ojos, supongo que para hacer mío ese momento y sentir aún más. Algún chorro resbaló hasta mi cuello y por ambos lados empezó a caer su pis haciendo pequeñas cataratas. ¡Me estaba meando! noté mi polla empalmarse al momento y mi mente se liberó. Estaba empapado pero me sentía extrañamente feliz, había hablado esto con ella en otras ocasiones y quería que lo hiciera, pero ella siempre va a su bola y hasta hoy había pasado del tema. Agaché aún más la cabeza hasta que toqué el suelo y sin comprender porqué, saqué la lengua. Justo entonces tiro de mí, me levantó y me colocó debajo de la alcachofa de la ducha. Yo di las gracias con una sonrisa por este regalo, me miro y dijo.

  • ¿La quieres caliente amorcito?

  • ¡Joder! -sonreí- vale.- Contesté con aire de aprobación sin remedio. ¿Para qué pregunta si va a hacer lo que le de la gana?, pensé.

Ella leyó mi pensamiento y me dio un beso después de devolverme la sonrisa en señal de complicidad.  El agua fría cayó sobre mí y noté sus manos empujarme dentro de la ducha para que no me apartara. Pero no me iba a quitar, hoy no, ya no. El agua fría dio paso al agua hirviendo a la que me tenía acostumbrado. Nos duchamos, nos besamos, el deseo se apoderó de nosotros y ambos nos corrimos compartiendo esos momentos en silencio y a oscuras en el baño. Por fin conseguimos parar el tiempo, ese que siempre juega en nuestra contra. Su pelo, su rostro, su cuerpo, ese momento, pero sobre todo las sensaciones que ambos estábamos sintiendo, que trasmitíamos, se clavaron en mi interior y sé que en el de ella.

Pasado un rato en la ducha, extenuados nos tumbamos en la cama y miré el reloj, eran la 07:10 de la mañana, el ocaso de la noche había llegado, la realidad amanecía, nos teníamos que ir. Nos vestimos sin decir nada, yo estaba roto, ambos lo estábamos, pero queríamos seguir. Ojalá pudiéramos quedarnos dormidos juntos, nos despedimos en la habitación, en recepción, en la salida, en el coche y aun cuando ya estábamos cada uno en el interior de nuestro vehículo volvimos a hacerlo.

Me fui de allí directo a casa con el amanecer cegándome, pero lleno de recuerdos y sensaciones. El mundo despertaba para nosotros. De camino quise llamarla, gritarle lo feliz que era, decirle todo lo que sentía a su lado, sonó en mi radio nuestra canción y sonreí.

La luz del día entra en mi habitación, me despierto cansado, poco a poco entre mis sábanas me voy desperezando, de repente tengo esa sensación que se tiene cuando te despiertas sabiendo que has soñado algo que te ha hecho sentir bien, pero no sabes el qué. Me quedo quieto tumbado y me viene a la cabeza el sueño, veo fragmentos, imágenes, incluso puedo sentirla a mi lado. No te vayas me digo, vuelve me grito por dentro. Me siento y cierro los ojos, tengo que recordar, tengo que sentir de nuevo, pero el sueño se va poco a poco y ella va desvaneciéndose en mi mente. No soy capaz de retenerla y eso me angustia sin darme cuenta, me desespero y mi buen humor cambia por completo, sin percártarme de ello. Pero al fin y al cabo los sueños son eso, sueños. Así que me levanto, voy al baño malhumorado y me miro al espejo, intentando verla de nuevo, me siento triste sin saber porqué. Abro el grifo y dejo correr el agua, ya fría al tocarla pienso en ella y la escena de la ducha me invade la cabeza, mojo mis manos y acumulo el agua en las palmas, con algo de tristeza me lavo la cara, me mojo el pelo y me encuentro a mi mismo en el espejo mirándome en él sonriendo, de nuevo paso la mano por mi nuca notando ese dolor aún intenso, justo en la base del cráneo donde acaba el pelo. Todo brota en mi mente y de nuevo en mi baño me quedo a oscuras y el tiempo se detiene.

Un relato de Madrid. (10-07-08)