Cuando el sexo no es suficiente (3)

Depilar a un tío puede ser una de las cosas más morbosas que te puedan pasar. Sobre todo si acabas teniendo su pollazo a un palmo de la boca.

No tengo muy claro lo que me pasa, pero estas últimas semanas cada vez estoy más cachondo, ni siquiera al correrme me dejan de rondar por la cabeza ideas de lo más bestias en las que suele aparecer un buen rabo. El viernes por la mañana, Marta se fue muy temprano a clase de yoga. Cuando ella se largó me estiré en la cama desperezándome y me toqué el rabo por encima del bóxer. Tenía una erección de caballo y estaba tan cachondo que hubiera pagado por comerme una polla en aquel momento. Pero a falta de pan... Rebusqué en una vieja bolsa de deporte escondida en el fondo del armario mis dos trofeos... los calzoncillos que han contenido los dos mejores rabos que he visto en mi vida. Cachondo perdido como estaba empecé a hacerme un pajote tumbado en la cama, intercalando en mi cara ambos calzoncillos... pensando en esas dos pollas que han cambiado mi vida sexual...

De pronto sonó el puto móvil, era Ramón... sin dejar de pelarme la polla contesté. Mi colega pollón quería agradecerme el favorcillo de la noche de su borrachera. Técnicamente estaba más que pagado, pero si alguien quiere compensarte, no vas a llevarle la contraria. Cuando me dijo que ya había encontrado una forma de compensarme por el mal rato, por mi mente pasaron algunas brillantes ideas... aunque todas implicaban que Ramón tuviera que bajarse los pantalones. Pero no, mi colega no iba por ahí, Sandra y él habían decidido invitarnos a pasar un fin de semana en su casa de Andorra. Mi polla se puso todavía más dura al escuchar eso.

-¿Qué me dices, tío?

Con el teléfono en la oreja y los calzoncillos de Ramón en la nariz yo seguía pelándome el rabo. Escucharle tan cerca era casi como tenerle allí. Un finde en Andorra, seguro que podía volver a verle ese pollazo aunque fuera un segundo.

-Ufff... de puta madre, genial... tío... me apetece mucho...

-Tío, tienes voz de sobado... luego no te enterarás de nada. Salimos mañana a las 9 de la mañana, así aprovechamos el fin de semana. Tengo ganas de estar todo el puto día haciendo el perro.. haciendo lo que me salga de los huevos...

-Uff... y yo... joder... –dije muy bajito mientras mi polla se tensaba y empezaba a soltar una monumental corrida.

-Tío, despierta, joder... aún debes estar soñando.

Antes de que sonara el despertador a las 8 de la mañana del sábado pasado, yo ya estaba dándome una ducha. Lo cargamos todo en el coche y nos fuimos a buscar a Sandra y a Ramón que nos esperaban en la puerta de su casa. La ducha me había venido bien para despejarme, pero también para tranquilizarme un poco. Pero ni la ducha, ni el polvazo con mi mujer la noche anterior pudieron evitar que se me pusiera la polla muy dura al ver a Ramón vestido con un chándal negro con una doble raya roja en el lateral. Toda su corpulencia se marcaba bien debajo de aquella tela negra. Cuando se sentó a mi lado en el coche me di cuenta que Ramón es uno de esos cabrones que aunque no tengan el rabo duro marcan un paquetazo de la hostia cuando llevan chándal.

El viaje se me hizo cortísimo a pesar de los más de 300 kilómetros que tuve que hacerme. Mientras mi mujer y la suya hablaban de sus cosas e el asiento de atrás, Ramón y yo hablábamos sobre todo de coches y camiones. A mí los camiones me la sudan bastante, pero los coches son mi segundo vicio. De vez en cuando Ramón se rascaba los huevazos en un gesto de macho dominante que me ponía muy burro. Durante todo el viaje le fui lanzado miradas al paquetazo sin poder controlarme. Cada vez estaba más salido.

Nada entrar en Andorra nos detuvimos en uno de esos hipers enormes para hacer la compra y poder comer. Pero lo que iba a ser una compra rápida, se hizo eterna. Una vez teníamos la comida, Marta y Sandra se volvieron locas mirando ropa, perfumes, secadores, planchas para el pelo... y mil historias más. Ramón y yo estábamos hasta los huevos. Cuando por fin salimos de ahí, prometí que no volvería a pisar una tienda en todo el fin de semana. Aunque nuestras chicas tenían otros planes.

La casa de Ramón y Sandra estaba en un sitio cojonudo, justo al cruzar la frontera entre España y Andorra, en Sant Julià de Lòria. Subiendo por una empinada carretera de montaña llegamos a un grupo de casas de piedra y techos con tejados a dos aguas. La vista del pueblo y del resto del valle era espectacular. Además, después de la última nevada caída en el Pirineo, el paisaje era de postal. Entre todos preparamos una buena comilona y encendimos la chimenea para ambientar un poquito el salón.

Después de comer Ramón y yo nos tiramos uno en cada sofá del salón, mirando la tele y hablando de tonterías. Marta y Sandra empezaron a quejarse de que no habían hecho 300 kilómetros para estar encerradas. Ramón proponía descansar un poco y luego bajar a cenar a Andorra la Vella e ir a bañarnos al centro termal de Caldea. Pero la propuesta no les parecía suficiente, querían ir de tiendas. Así que decidieron ir solas a comprar.

-Pues mejor, así vamos más tranquilas y miramos lo que queremos –dijo mi mujer.

-Genial... pero cari, tendréis que ir a buscar leña porque no hay casi

-Tenemos calefacción –respondió Ramón con pereza.

-Ya, pero apetece tener encendida la chimenea –Sandra se acercó a Ramón y le dio un tierno beso en los labios-. Podrías ir a buscar ramas rotas por el bosque… ¿no?

-Joder, vale… ahora iré-

-No te enfades hombre, Salva te ayuda.

-Claro tío... –respondí.

Cuando ellas se fueron, salimos de casa y nos metimos en un sendero entre los árboles que empezaba al otro lado de la calle. Ramón caminaba delante de mí, y aunque intentaba centrarme, no podía dejar de mirar el culazo de mi amigo enfundado en ese ajustado chándal negro.

-Tío aquí hay ramas... ésta está apunto de romperse... –le dije.

Ramón, tan chulo como de costumbre, dio un manotazo a una gran rama de pino que estaba a punto de partirse y la arrancó de cuajo. La tiró al suelo y la pisó por uno de sus extremos, con su manaza levantó el otro extremo para partirla. El cabrón quiso demostrar que estaba hecho un toro así que hizo tanta presión que cuando la rama se partió por la mitad, rebotó en su pierna por el extremo por el que acababa de partirse. El golpe fue tan bestia que la rama agujereó su chándal.

-Joderrrr.... hostia me he hecho daño.

-Es que eres un animal tío, cómo se te ocurre partir esta pedazo de rama con la pierna.

-Joder, creo que me he hecho un tajo...

Ramón se tocó la pierna por el agujero que se le había hecho en el chándal y sacó los dedos manchados de sangre. Con la misma mala hostia con la que había partido la rama, tiró del elástico del chándal y se bajó los pantalones.

-Vaya corte me he hecho, puta rama...

Aunque debería haber mirado primero la herida, mi vista se clavó instintivamente en su paquetazo embutido en unos slips grises bastante estrechos que ajustaban mal por los lados y dejaban a la vista un poco de los huevazos de mi colega rodeados de vello negro.

-¡Eh! ¿Te impresiona la sangre o qué? Te has quedado agilipollado.

-No, no... es que te has hecho un buen corte... –dije mirando aquel arañazo de un palmo de largo que en el muslo derecho de Ramón.

-No es profundo, es un arañazo, pero escuece...

-Va, no me seas nena... bajamos a casa y te lo curas, pero será mejor que te depiles la pierna porque con ese pelazo se te curará muy mal.

-Joder, qué coñazo...

Ramón se subió los pantalones y le ayudé a volver hasta casa. Bajando por aquel caminillo del demonio mi amigo se sujetaba con fuerza a mi hombro. Estábamos muy pegados, si el paseo hubiera durado un poco más, me podría haber corrido sólo con el roce de su cuerpo y su olor a tío, limpio, pero a tío. Mi polla estaba tan dura que me dolía de estar apretada en los vaqueros.

Ya en casa entramos en el baño que había en la primera planta y Ramón se sentó en la taza del váter.

-Duele tío... bueno, escuece...

-Va hombre, que no es nada –busqué en el armario del baño y saqué yodo, gasas y un esparadrapo-. ¿Con qué te vas a depilar la pierna?

-Dame una cuchilla que hay en ese cajón...

Ramón se quitó las zapatillas deportivas y se bajó los pantalones. Cuando me giré con la cuchilla en la mano, mi colega estaba espatarrado sentado sobre la taza del váter. Aquel paquetazo me estaba volviendo loco, me moría de ganas de volver a ver su polla. Pero tenía que controlarme.

-Joder, no puedo así... me hago daño –dijo Ramón mientras intentaba quitarse el vello entorno a la herida-. ¿Me ayudas tío? Si lo haces desde abajo será más fácil...

-Tío, eres peor que un niño.

Aunque por fuera me quejaba, por dentro me moría de ganas de arrodillarme entre las piernas de Ramón. Su paquete ahora estaba a dos palmos de mi cara. Cogí la cuchilla y le rasuré el muslo alrededor de la herida. La verdad es que aquella zona depilada contrastaba con el resto de sus piernas que estaban cubiertas de vello oscuro.

-¿Te la curas tú?

-Hombre, lo estás haciendo muy bien... –dijo con una sonrisa burlona-. Va tío, cúrame tú, que esto escuece mucho...

-A ver si te crees que soy tu enfermera, tío –mi boca decía una cosa, pero mis manos ya estaban cogiendo el yodo y las gasas para curarle la herida.

-Hombre, si la otra noche me arropaste y todo... jejeje...

-Jejeje... que cabrón eres, se supone que este fin de semana era para pagarme el favor, no para tener que cuidarte todavía más.

-Pero si se te da de puta madre... jajajaja –apreté fuerte la gasa en su herida-. ¡Joder! No seas cabrón, tío...

-Ala... ya está, ya está curado el arañazo de la nena Ramoncita....

-Jejejeje... si fuera la nena Ramoncita mis padres no me habrían colgado esto entre las piernas –el muy cabrón se apretó el pollón por encima de los calzoncillos. Su rabo apuntaba morcillón hacia la derecha y se marcaba por debajo de la tela. El bultazo le llegaba casi a la cadera. Mi amigo se estaba animando con tanto roce.

-Pues de poco te servirá ahora... estás un poco ridículo con un trozo de pierna sin pelo y el resto lleno de pelo... –le piqué.

-Joder, es verdad... queda fatal... y encima se me ve cuando lleve la equipación del fútbol... –Ramón parecía estar pensando.

-¿Qué?

Mi colega se levantó de golpe y su paquetazo quedó por un instante a dos centímetros de mi cara. Se acercó al mueble del baño y se agachó. Su culazo se veía espectacular apretado en esos calzoncillos. Cuando se giró llevaba en la mano una de esas maquinillas eléctricas para depilar el vello corporal masculino.

-La compré hace siglos, así que creo que la voy a estrenar...

-¿Te vas a depilar?

-Sí, tío... esto es un estropicio, me voy a depilar las piernas y el pecho... así de paso cambio un poco... seguro que a Sandra le molará... y a las putas también... jajajaja.

-Jejeje... estás loco, tío.

Ramón se quitó la camiseta y se quedó sólo con aquellos slips grises. Él seguía de pie y yo me senté en el borde de la bañera. Tenía la polla a tope con aquel ejemplar de macho ibérico delante, así que me lancé...

-Genial, tío... te vas a hacer unos calzoncillos de pelo.

-¿Cómo?

-Pues que si no te los quitas no te vas a poder depilar las ingles, tío.

-Joder, es verdad...

Ramón tiró de los calzoncillos y se los quitó. Su pollazo colgaba en estado de semierección. Mi amigo tiró de la piel que cubría el capullo para colocarse bien la polla. En aquel momento debería haberme levantado y salido del baño, pero estaba inmovilizado... mi cuerpo no respondía.

Enchufó la maquina y empezó a rasurarse las piernas. Estaba justo en frente de mí, con una pierna apoyada en la tazada del váter. Su polla se zarandeaba cada vez que Ramón se movía. Sé que estaba hablando, que me iba diciendo cosas, y recuerdo que yo asentía... pero no tengo ni idea de lo que me estaba diciendo.

-Vaya... pues no queda mal... –dijo Ramón mirándose en el espejo con las piernas y el pecho depilados. La zona de la polla y el culo contrastaban con el resto.

-Te ves raro...

-¿Raro?

-Sí, tío... te ves... con más volumen.

-¿Más gordo?

-No, tío... más cachas... –Ramón sonrío orgulloso. La verdad es que con todo aquel vello fuera, el pectoral y las piernas de mi colega lucían mucho más. A pesar de no tener pelo, su piel morena le daba un aspecto cojonudo a ese cuerpazo-. Te has dejado vello en la parte de atrás de las piernas...

-Joder, es que no me veo...

-¿Te ayudo?

-Joder sí... que putada no poder verse la parte de atrás.

-Hombre, como no gires la cabeza como la niña del exorcista...

Cogí la maquina y me arrodillé detrás de Ramón, me estaba muriendo de ganas de volver a meter la lengua en aquel culazo aún peludo. Le repasé el vello que se había dejado en las piernas y sin darme cuenta fui subiendo hasta llegar a su culazo... tragué saliva.

-¿Sigo tío? –Mi voz sonó muy rara.

-¿Tengo mucho pelo por fuera?

-Bastante...

-Pues sigue tío... que quede todo parejo, ya que estamos puestos.

Con toda la calma del mundo empecé a pasarle la máquina por las nalgas, desde fuera hacia adentro, pero sin llegar a esa raja que me obsesionaba. Poco a poco el culazo de mi amigo fue quedándose sin pelo. Ahora aun parecía más duro, con esas dos hendiduras laterales que tienen los culos fibrados de un buen tío.

-¿Qué tal? –pregunté.

Joder, se me ve un culazo... jejeje... mola esta sensación de no tener pelo, estás mazo suave –Ramón se abrió el culo con las manos y se miró de reojo en el espejo-. Sería la hostia que fuera completo... –esta vez su voz fue la que sonó extraña, como si las palabras temblaran un poco.

-Si quieres sigo...

-¿No te importa?

-Bueno, me da igual... –mentí.

-De puta madre tío... ¿cómo me pongo?

-No sé, apóyate en la pica...

-Ramón se apoyó en el lavabo y yo volví a arrodillarme detrás de él. Tenía su culazo a un palmo de la cara. Lo intenté hacer todo de la forma más "profesional" posible, le separé un poco las nalgas con una mano y descubrí aquella raja peluda tan morbosa... no podía dejar de mirarla, tardé varios segundos en meter la maquinilla...

-Creo que lo tienes muy largo aquí, tío... debería recortártelo primero con las tijeras...

-Vale... pero con cuidado tío...

Cogí las tijeras y le volví a abrí un poco el culo. Con una mano no podría separarle bien el culo, mi amigo se dio por enterado, se inclinó un poco más y se abrió el culo con las dos manos. Mi polla estaba a reventar, aquella escena me parecía surrealista. Le estaba recortando los pelos del culo a mi mejor amigo... y me estaba encantando. Como no podía hacerlo bien usando sólo la tijera, sin pensarlo dos veces empecé a ayudarme con mis dedos. Que mi amigo hubiera accedido a que le depilase el culo tenía significar algo... Me agaché un poco para seguir cortando y entonces vi ese par de huevazos y su pollazo, el muy cabrón tenía el rabazo morcillón. Dejé las tijeras y volví a pasarle la máquina, mis dedos recorrieron toda su raja levantado aquel vello tan masculino. Incluso cuando ya estaba totalmente depilado y su culazo lucía espectacular, seguí pasando mis dedos por el centro de su culo, rozando en varias ocasiones el agujero. Justo antes de apagar la maquinilla, detuve mis dedos en su agujero un par de segundos más...

-Uhmm... –aquel macho cabrón suspiraba como un gato cachondo con las yemas de mis dedos rozándole el esfínter.

-Creo que ya está...

-A ver...

Ramón se giró para poder verse el culo en el espejo. Con su movimiento su pollazo se zarandeó y se quedó a pocos centímetros de mi boca. Sin duda Ramón estaba cachondo porque aquel pollazo había ganado tamaño y estaba completamente descapullado.

-Lo has hecho de puta madre tío... Sandra lo va a flipar...

-Va, pues ahora te acabas tú lo que te queda... –le dije señalando su entrepierna.

-Joder, Salva, hazlo tú... me da mucho palo depilarme los huevos, seguro que me hago un corte y me desgracio...

-Tío, no te flipes, acaba tú... –sabía que tenía que negarme.

-Me acabas de depilar el agujero del culo... –su tono era de lo más cachondo-, no me digas que ahora te va a dar asco depilarme los huevos...

-Me vas a deber una, cabronazo... estas cosas te las tiene que hacer tu mujer...

-Qué va, ellas no sienten dolor cuando se depilan y piensan que a nosotros no nos duele... no veas que daño me hace la hija de puta cuando me quita los cuatro pelos de la espalda...

Antes de que Ramón acabara la frase yo había empezado a rasurarle las ingles. Él se apartaba ese par de huevazos peludos con la mano mientras miraba con atención mis movimientos.

-Tío, sujétatela... así te depilo este trozo...

-¿El qué?

-Qué va a ser coño... la polla...

Ramón sonrió y se apartó el rabo hacia un lado. El muy cabrón no podía ser más torpe apartando su rabazo. No me dejaba casi espacio par depilarle bien..

-Joder tío... te voy a capar a este paso...

-No sé cómo quieres que la ponga tío... no tengo la culpa de calzar una de este calibre...

Ramón se apretó el pollazo a un palmo de mi cara, desde ahí me llegaba un olor cojonudo a rabo y a macho, mi colega se había duchado hacía muy poco, pero ese olor a polla tan característico se lo estaba poniendo muy difícil a mi autocontrol, mucho...

-Quita... –le dije apartando su mano, su pollazo se zarandeo un par de veces hasta que mi manó lo atrapó. Aquel pedazo de carne caliente y suave ha sido lo más agradable que he tocado en mi vida hasta ahora. Sin soltar la maquinilla, lo sospesé con mi mano libre notando el peso de ese pollazo.

Con toda la calma del mundo terminé de depilare los huevos, las ingles y el contorno del rabo. A medida que avanzaba, mi mano iba colocando ese pollazo para dejarme espacio libre, así que poco a poco la bestia de mi amigo fue tomando forma hasta ponerse completamente dura. Yo no me podía creer que volviera a tener entre mis manos aquel pollazo. Por primera vez lo veía totalmente duro, unos 20 o 22 centímetros de carne dura.

-Joder... –dije mirando asombrado aquel pollazo.

-Lo siento tío.... jejeje...

-No pasa nada, tío, es normal... pero...

-¿Pero qué?

-Nada joder... –hice una pausa sin saber muy bien si debía decirlo-, la tienes enorme tío...

-Jejeje... qué dices, es normal...

-Qué va... tienes un pollazo...

-Jejeje... –Ramón sonrío orgulloso, puso una mano aquel nabazo y recorrió todo el tronco como si se estuviera haciendo una paja muy despacio.- Me escuece un poco la piel...

-Ya bueno, es normal... es por la depilación... ¿tienes crema hidratante?

-En ese armario creo que hay...

Estiré mi brazo y saqué de un armario que había junto a la bañera un bote de leche corporal. Me temblaban las piernas, no sé si de los nervios o de estar tanto tiempo agachado. Encima estaba tan nervioso que tenía una extraña sensación de frío, estaba a punto de ponerme a tiritar... pero además de nervioso, estaba fuera de control, así que me eché crema en las manos, las froté y empecé a esparcirla por las piernas de Ramón. Le miré un segundo, sus ojos estaban clavados en mí y en la cara tenía una media sonrisa de lo más malvada... su gesto de cierta autoridad aún me ponía más cachondo. Cuando terminé con la parte delantera de sus patazas, le empujé suavemente para que se diese la vuelta. Seguí masajeándole las piernas hasta llegar a su culo... sin cortarme un pelo le extendí la crema hidratante por todas las nalgas y me detuve... mi ritmo respiratorio era totalmente anormal...

-Te falta la raja del culo... –no me lo pidió, podría decirse que me lo ordenó... en otro momento le hubiera mandado a la mierda, pero en aquel momento, arrastrarme me parecía lo más cachondo del mundo.

Mis dedos llenos de crema se metieron en el centro de su culo recorriendo su raja de arriba abajo... roce varias veces su agujero, pero ni de coña me atreví a intentar nada más, no quería que se acabase aquel momento. Sin decirme nada, cuando se hubo cansado de mis caricias en su culo, mi amigo se giró y me plantó en los morros su rabazo tieso.

-Me escuecen mucho los cojones tío...

No hizo falta nada más. Me puse más crema en las manos y empecé a sobarle aquel par de huevos. Sin vello aún se veían más gordos. Me recreé como si no hubiera prisa, sobándole los huevos con suavidad pero con muchas ganas, rodeando su cipote tieso pero sin tocarlo. El pollazo de Ramón estaba que reventaba y las primeras gotas de lubricante asomaban en su capullazo oscuro.

-Ésta no necesita crema, se hidrata sola... –soltó el cabrón con una sonrisa en la boca.

-¿La polla también te escuece? –No sé cómo pude preguntar aquella puta gilipollez.

-Sí, tío... jejeje –sonrío con chulería.

Ni crema ni hostias... mis dedos se pasearon por todo su capullazo y empezaron a extender el precum por todo aquel tronco de carne. Ramón se sacudió cuando notó mis manos trabajándole el cipote. Mientras con una mano se la meneaba con ganas, con la otra iba alternando sus cojonazos y su glande mojado. El muy cabrón lubricaba mucho y el olor de su precum empezó a volverme loco. Aceleré el ritmo del pajote durante unos minutos. Su pollazo estaba a reventar, muy duro... me flipó tanto aquella imagen que detuve el pajote, tiré fuerte de la piel de su rabo hacia abajo y me quedé como un gilipollas mirando aquel pollazo. Ramón no tenía nada que envidiarle a Abdou.

-Qué mariconazo eres... –Me miró fijamente-. Dilo tío...

-¿El que? –murmuré sin dejar de mirar su pollazo.

-Dilo... –repitió. Le miré y me aguantó la mirada.

-La tienes enorme, cabrón... –su sonrisa le llegaba de oreja a oreja.

Cuando me disponía a seguir pelando aquel pollazo húmedo escuché el ruido de un coche llegando. Miré fijamente a Ramón, desde donde estaba él podía ver la calle por la ventana del baño.

-Son ellas...

-Joder, tío... me piro al salón... –dije mientras hice el gesto de levantarme del suelo.

-Y una puta mierda... estoy que reviento... –Ramón se sentó en al taza del váter y tiró de mi muñeca para arrodillarme delante de él.

-¡Estas loco, tío!

-Estoy cachondo... mucho... –Ramón me miró el paquete, mi polla se marcaba totalmente bajo los pantalones, levantó su pie descalzo y lo puso encima de mi rabo-, y tú también cabrón...

No pude evitarlo, viéndole ahí espatarrado en la taza del váter, con sus huevazos apoyados en la tapa y su nabo tieso que le llegaba mucho más arriba de su obligo... con una mano apreté fuerte su pie descalzo empujándolo contra mi polla y con la otra agarré aquel rabazo y empecé a pajeárselo a saco. Ramón aguantaba como podía sus gemidos. Como si fuera un acto reflejo me acerqué a la punta de ese nabazo y le di un buen lametazo sin dejar de pajearlo. Su sabor a meada y a polla me volvió loco. Ya nada importaba, a esas alturas Ramón debía pensar que era un mariconazo comerrabos. Cuando las llaves giraron en la puerta, el rabazo de mi colega se tensó y empezó a lanzar trallazos de lefa muy blanca y muy espesa que le fueron llenando el pecho y el abdomen. Ni siquiera cuando su leche dejó de salir, pude soltar su polla cubierta de lefa.

Ramon pareció recuperar la conciencia después de llenarlo todo de leche. Se levantó liberando su rabazo de mi mano y se limpió como pudo aquella megacorrida con sus propios calzoncillos.

-Desvístete... –me dijo mientras se mojaba la cabeza y el pecho en la pila-. Quítate la ropa y métete en la ducha, les diré que te estás duchando... y que yo me acabo de duchar y depilar...

-Vale... –murmuré mientras empezaba a desvestirme.

Ramón se anudó una toalla a la cintura y salió del baño. A lo lejos escuché a Sandra riendo y diciéndole que estaba muy guapo así, que ya era hora. Me pregunté qué cara debía estar poniendo mi mujer. Ramón soltó algo así como que lo mejor estaba bajo la toalla y se oyó una fuerte carcajada. Entonces los vi... sus calzoncillos llenos de lefa, los cogí justo antes de meterme en la bañera y abrir el grifo del agua caliente. Mientras me pajeaba saboreando su lefada, no podía quitarme de la cabeza la idea de volver a ordeñarle.