Cuando el alma no se rinde

Es la Primera de sólo 2 partes de una historia llena de amor, ese que no se cansa de amar más allá de la vida misma...

Esta es tal vez la historia más irreal jamás contada, sin embargo, para los protagonistas no hay verdad más real que ésta.

Mi amor… Aquí estoy…  Sólo cierra los ojos… Sigue los latidos de tu corazón y me encontrarás, se oía tu voz como si fuera el susurro del viento…

Te conocí años atrás en la que sería según yo,  tu última morada y mi refugio en tantos ratos de melancolía, la Ciudad Luz.

Traías esos blue jeans que tanto detestaba por lo bien que te quedaban y los cuales habían sido el motivo de cientos peleas por mis absurdos celos. Eras una niña tan bella que, muy a pesar de estar prohibido para mí admirarte… Dios! cómo te miraba mi corazón (aunque  debo  confesar que no sólo te veía mi corazón sino  también cada poro de mi piel… jeje)

A tus apenas 15 años tenías la madurez de una mujer de 30, ya hubiera querido yo ver la vida con tanta objetividad como solías verla tú; cada una de tus decisiones eran sencillamente magistrales yo en cambio a pesar de ser mayor que tú (por 6 meses… pero igual era mayor, eh!), no lograba atinar en ninguna de las decisiones que la vida ponía en mi camino.

Recuerdo las veces en las que nos sentábamos en el balcón de la vieja casona cerca de L’Arc du Triomphe recostadas sobre la hamaca que tu madre había traído en uno de sus tantos viajes para que la nenita estuviera más cómoda. Vienen a mi mente las innumerables noches tratando de contar las estrellas o contándote alguna historia que se me acababa de ocurrir con tal de robarte una sonrisa y finalmente recibir como pago un dulce beso de esos labios que no he dejado de besar en mi mente.

Tu mamá era la segunda mujer más bella sobre el planeta ya que tú eras la primera; ella tenía los cabellos dorados como el sol pero tu cabello rojizo te hacían lucir sencillamente como toda una diosa.

Yo, no es que fuera fea, claro que tenía lo mío, no había persona que no volteara la vista cada vez que yo caminaba cerca, mi cuerpo era casi perfecto de no ser por lo grande de mis pechos, realmente no sé cómo era posible que yo no me fuera de narices cada vez que caminaba… ¿Recuerdas? Solías decirme que la fuerza de gravedad se había rendido frente  a la hermosura de mis pechos. Imagino que, aunque  “casi” los detestaba, eran uno de mis mejores atributos.

Hoy decidí sentarme a escribir una carta más, bueno… un e-mail para estar a tono con la generación de hoy en día. Sé cuánto te gustaban mis tontos poemas y la gran paciencia que tenías de archivarlos todos luego de colocarles lugar, fecha y hora además de la huella de tu labial sobre ellos.

Perdóname amor, siento el correr de una lágrima traidora escapando de mis ojos pero ya sabes, mi corazón a veces grita tu nombre aunque ya no lo puedas oír.

París, 06 de Agosto de 2010. 3am

Cuando Mis Ojos Te Llaman

Silencio! París duerme ahora que el sol asoma…

En el barullo de los latidos, son mis ojos los que escriben estas líneas…

Mi cuerpo descansa luego de que mi alma todo el día con la tuya anidara…

Silencio! París duerme cuando la luna, de la noche se despide.

Humedad! ¿Acaso es una lágrima?...

Lo siento, Amor! ¿Cómo le digo a mis ojos que duerman junto a París?...

Te llevaste el susurro de mis días…

Y me dejaste sólo la melancolía.

Silencio! París duerme pero mis ojos sólo quieren gritar…

JeT’Aime

Ahí va otro desabrido poema más a tu lista de poemas que nunca leerás y en los que como cada día te digo que te amo, que te necesito conmigo, que te extraño casi tanto como me extraño a mí misma. ¿Por qué tuviste que marcharte? ¿Por qué la vida me arrebató lo que más amaba? Sé que Dios tiene sus propios planes pero, ¿dónde encajo yo en todo esto? Han pasado casi 20 años y mi corazón no ha podido reemplazarte.

Mi amor… Aquí estoy…  Sólo cierra los ojos… Sigue los latidos de tu corazón y me encontrarás, … esa era siempre la me frase que alentaba mi alma cuando me quedaba sin fuerzas. Cada vez que yo me sentía más frágil recordaba el día en el que tú me dijiste en tu lecho de muerte que aunque me estabas dejando, tu alma se quedaba anidando en la mía, que sólo bastaba creer y tú a mi lado siempre estarías.

Tantas promesas nos hicimos…  yo he cumplido todas aún más allá de las veces en las que el amor ha querido tocar nuevamente a mi puerta, sólo he estado contigo y sólo contigo querré estar aunque tu cuerpo nunca más vuelva a tocar.

Mi  Amorcito  Bello! Así solía llamarte aunque tú te afanabas en pedirme que te llamara MaBelle Sophie a lo francés. Hoy recordé como si fuera ayer, el día en el que gracias a Dios nuestros relojes llegaron a tiempo y pudimos conocernos. Era una mañana de lluvia otoñal aquella en la que accidentalmente te atropellé con la bicicleta que Marie me había prestado para que paseara por el centro de París.

Yo tenía ya casi 3 meses en Francia donde había llegado como estudiante de intercambio en una escuela de Grenoble muy cerca de París, bueno en realidad todo en Francia estaba cerca ya que no es un país que podamos decir: wow… que grande!

Marie era lo que podríamos llamar mi compañera y tutora en la escuela, una chica parisina cuyos padres nunca estaban en casa y a los que les encantaba los intercambios culturales pues con cada experiencia su hija se preparaba para la vida en sociedad.

Aunque vivíamos en Grenoble todos los fines de semana los pasábamos en la bellísima casona perteneciente a los abuelos de Marie en el centro de París.

MonDieu!Pardonnez-moi,Mademoiselle! (Discúlpeme, señorita) Te dije en un pobrísimo francés sin imaginar que hablabas un perfecto castellano por los años que pasaste viajando por toda Sudamérica con el Cónsul Le Bénateau, tu padre.

Cruzabas la Place de la Concorde pero lo mojado de la calle me impidió frenar, te choqué con la bici sin percatarme y fuiste a parar a un charco, tus blue jeans lucían como traje de vaca (lleno de manchas de lodo, jajaja)

Me asusté mucho al creer que te había lastimado pero cuando lograste ponerte en pié y comenzaste a reír por lo mal que hablaba el francés o tal vez por mi cara de tonta asustada, yo no pude hacer otra cosa que reír contigo. Qué hermosa eras, el gris de tus ojos junto con tus pequeñas pecas te hacían ver tan dulce y tan bella a la vez, no sé si existe el amor a primera vista pero lo que sí sé es que ese día supe que mi vida no sería nunca más la misma.

Jem’appelleSophieettoi? Te presentaste y preguntaste por mi nombre mientras que yo te respondí simplemente: Laura . Vaya que estaba hecha una tonta, quería decirte tantas cosas, preguntarte donde ibas, que edad tenías, si te volvería a ver pero me quedé sencillamente muda.

Mi amada, Sophie cuánto me conocías sin yo, saberlo. Te despediste simplemente diciendo: AuRevoir, Laura y te fuiste sonriendo.

Mientras recogía mi bicicleta del suelo noté que habías dejado “olvidada” tu agenda en la que tenías anotada tu dirección y teléfono.

A pesar de los 3 laaaaaaaargos meses en Francia mi francés era aún muy pobre ya que siendo una persona tímida, lo último que deseaba hacer era “sociabilizar”. Precisamente por eso me encontraba yo tan alejada de mi Santiago querido, en Chile.

Siendo la única hija mujer dentro de la media docena de hijos que mis padres habían traído al mundo, papá deseaba que estudiara Derecho en La Sorbonne de París y para ir perdiendo un poco la timidez no tuvo mejor idea que enviarme 6 meses al otro lado del mundo y de ese paso mataba 2 pájaros de un sólo tiro.

Lo que papá jamás imaginó fue que mi supuesta timidez en realidad era producto de la fascinación que siempre tuve por las mujeres pero que yo trataba de ocultar por temor a fallarle a mi familia. En París yo no sólo dejaría atrás mi “timidez” sino que conocería el amor vestido en cuerpo de otra mujer, porque eso fue lo que ocurrió, me enamoré sin remedio de Ma Belle, Sophie.

Tenía en mis manos la decisión de llamarte o de ir a buscarte así que pensé que si llamaba probablemente pasaría un rato fatal por no saber bien el idioma entonces la mejor idea era tocar a tu puerta.  Averigüé cuán lejos estaba tu casa y me di con la sorpresa de que estaba en la misma calle en la que se encontraba la casona, en realidad… era la misma dirección!!! Pero, ¿cómo era posible que vivieras en ese lugar y yo jamás haberte visto?

Pues resultaste siendo prima de Marie aunque a diferencia de ella tú vivías únicamente en París solo que los fines de semana te ibas a casa de tus amigas para no tener que ver a la “pesada” de tu prima como siempre la llamabas.

Nunca imaginaste que yo iba a estar tan cerca de ti ni yo sospeché que la cercanía iba a ser tan oportuna para nuestro amor.

Cuando llegué a la casona, Marie estaba discutiendo contigo por lo de siempre: “ponerte su ropa sin permiso”. Tú creías que la ropa de Marie te quedaba mucho mejor que a ella y a veces, sólo te ponías su ropa para hacerle rabiar, aunque en honor a la verdad…  claro que te veías más hermosa que ella!!!

Tú preguntaste quién era yo haciendo de cuenta como si nunca me hubieras visto y yo pues te seguí el juego. Marie estaba enojadísima como de costumbre contigo y sólo te presentó diciendo: Sophie, la hija del hermano de mamá . Yo me quedé sorprendidísima y sólo atiné a decirle: ¿Tu prima?

Tú me diste dos besos y dijiste con una sonrisa en los labios: Enchantée, Laura . Empezaste a hablarme en francés y yo me sentí perdida. Lo estabas haciendo adrede para hacerme sonrojar y yo ya estaba casi tan roja como las rosas al natural. Suficiente! Te grité y tú sólo soltaste la carcajada a tal punto que la propia Marie lo hizo también.

Me sentí muy avergonzada y salí corriendo en dirección a la habitación sin percatarme que aún traía conmigo tu agenda la cual tiré al suelo de la rabia que sentía. Nunca me había sentido tan burlada en toda mi vida. Sé que sólo había sido una tonta broma pero creo que tú me intimidabas más de lo que yo lograba imaginar.

Te diste cuenta de lo mucho que me había afectado y fuiste a la habitación para disculparte pero yo no quería hablarte pues aún me sentía muy apenada. Me miraste y tomando mis manos dijiste: Mabelle Laurie . Nunca mi nombre sonó tan lindo como aquella vez. Yo simplemente me derretí, te sonreí como boba, tenías una manera muy especial de derrumbar todos mis muros.

Viste tu agenda en el suelo y la recogiste. Yo me disculpé esta vez contigo por mi reacción tan infantil pero tú en cambio prometiste jamás volver a bromear así, también ofreciste el darme clases intensivas de francés para que de ese modo mi vida en aquel país fuera más agradable.

Acordamos que desde ese fin de semana tú serías mi guía lo que a Marie no le causó mucha gracia ya que ella era la encargada de hacerlo. Yo no quería causar conflicto entre las primas así que decidimos que Marie sería mi tutora de lunes a jueves dejando los viernes, sábados y domingos para ti.

El viernes iba a ser mi primera clase contigo pero desde el lunes no dejaba de pensar en lo lindo que sería tenerte cerca, me causaba dificultad concentrarme en las clases con Marie quien no dudó en algún momento el reclamarme por mi falta de atención (es que mi cabeza no estaba en Grenoble con ella …  sino en París contigo).

El viernes luego de clases en la escuela el papá de Marie me llevó hasta la casona donde me encontraría contigo, desafortunadamente también encontré a Pierre, tu novio.

Cuando me viste llegar le dijiste a Pierre que estarías ocupada todo el día y que te llamara al día siguiente para salir por ahí. Yo sentía que algo me quemaba por dentro, no sabía qué me pasaba pero lo que sí era terriblemente cierto era, que quería que la tierra se abriera y se tragara a Pierre (al menos en mis fantasías, jajaja)

Tú me contaste que él era tu novio de turno, que no habías aún conocido a alguien que fuera capaz de hacerte suspirar o que robara tus pensamientos pero mientras hallabas a ese ser especial tenías que disfrutar.

Todo el día nos la pasamos conversando de mi país, iban a ser cerca de 4 años que tu padre había sido nombrado cónsul de Francia en el Perú, un país ubicado al norte de Chile y en Lima, la capital de dicho país, habías asistido al colegio Franco- Peruano donde tus compañeros de aula te ayudaron a aprender el castellano y aunque tu padre viajaba mucho a Chile, no tuviste la oportunidad de conocer mi país.

Durante todo ese día prometiste que no hablarías en francés pero que al día siguiente sí lo harías y me dijiste que si yo era buena alumna, como premio, me llevarías al club donde solías encontrarte con tus amigos los sábados por la noche.

Pasada la prueba, la noche siguiente me dijiste que saldríamos, que me vistiera muy sexy para conocer a tus amigos. La verdad, yo no era muy amante de ponerme ropas muy llamativas o provocadoras, sabía que era lo suficientemente bonita como para no necesitar de trapo alguno, eso se lo dejaba a las feas… jajaja.

Esa noche decidí ponerme una blusa blanca con un escote discreto como para que se lucieran mis pechos pero sin parecer vulgar, me coloqué unos jeans algo ceñidos y unas botas que adoraba, regalo de mi mamá por mis 15 años. Sabía que mi apariencia podía impresionar a muchos pero lo que no sabía era si podía impresionarte a ti, sin embargo, cuál sería mi sorpresa cuando te vi cruzar la puerta de mi habitación. Tú, lucías radiante, traías una minifalda color café unos zapatos de tacón del mismo color y una blusa crema cuyo escote no le dejaba nada a mi imaginación.

Me dejaste con la boca abierta pero no debía dejar que lo notaras ya que podía incomodarte y eso no me lo podía permitir. El gusto por las mujeres lo descubrí desde que era muy niña pero en casa ese era un tema considerado tabú, mi familia era de mente muy cerrada, en realidad casi toda América latina era de tendencia machista y aunque había escuchado que Europa tenía más apertura de mente, nada me garantizaba que tú compartías mis gustos considerando que tenías muchos novios en tu haber.

Ony va? Pregunté practicando el “vamos” como me habías enseñado en la mañana y te robé una sonrisa. De no ser por mi temor a espantarte, en ese preciso momento te habría robado un beso pero me contuve y nos dirigimos  al club en busca de tus amigos.

Pierre y Jacques nos estaban esperando a la entrada de “La Mer” el club de moda en ese entonces. Te habías puesto de acuerdo con tu novio para que el amigo más interesante accediera a ser mi pareja esa noche. Nos sentamos en una mesa muy cerca de la pista de baile y pediste unos tragos que según tú eran suaves pero que nos animarían lo suficiente como para pasar una noche amena.

Tanto Pierre como Jacques hablaban únicamente francés y aunque yo les entendía medianamente ellos fueron muy amables conmigo al igual que tú que no dejaste de hablarme en castellano. Se notaba que tenías muchos deseos de bailar así que tomando la mano de Pierre te dirigiste a la pista de baile. Jacques no quería que me sintiera incómoda así que me invitó a bailar también. Lo mío fue siempre el canto pero para el baile siempre tuve dos pies izquierdos.

Cuando te fuiste de la mano de Pierre no pude evitar sentir celos de su cercanía así que cuando Jacques me dijo para bailar, aun sabiendo el ridículo que haría, decidí caminar hacia la pista. Santo Dios! Qué bien te movías. Yo siempre había admirado la belleza femenina pero jamás había sentido deseo por tener el cuerpo de una mujer en mis brazos, sin embargo, contigo estaba descubriendo lo que era excitarme con solo tenerte cerca, así como también nuevas formas de disimular lo que sentía, jeje.

Jacques era todo un caballero además de ser guapísimo e inteligente, realmente bailaba muy bien y definitivamente luego de 2 segundos se dio cuenta de que yo era pésima para la danza así que se acercó y me susurró que sólo me dejara llevar por él y que de ese modo todo iba a estar bien. Yo le hice caso, lo último que deseaba era salir de la pista de baile y darle a Pierre la oportunidad de estar a solas contigo, los celos me devoraban.

Cuando volvimos a la mesa comencé a beber casi como vikingo, tú me decías que lo hiciera de a pocos que de lo contrario me iba a marear pero eso era lo que más deseaba, quería perder la noción de ti y de ese modo recuperar mi cordura. Luego de un tiempo le pediste a Pierre que nos llevara de regreso porque al parecer yo no estaba en condiciones de mantenerme en pie. Jacques nos llevó en su auto; Pierre iba de copiloto mientras tú tomabas mi mano para pedirme que no me durmiera en el auto puesto que ya íbamos a llegar.

La tibieza y suavidad de tus manos me transportaron a un mundo mágico en donde sólo estábamos tú y yo, recosté mi cabeza sobre tu hombro y me quedé dormida. No supe cómo llegué hasta la habitación ni tampoco quién me puso la ropa de dormir en realidad poco me importaron esos detalles ya que al girar el rostro te vi recostada a mi lado.

Qué bello era tu rostro, cuántas ganas tenía de tocarte, de besarte pero era más el temor de despertarte así que sólo me abandoné al sueño. Cuando amaneció y desperté ya no estabas en mi cama, sólo había una nota sobre la almohada que decía:

MaBelle Laurie

Mercibeaucoup. Dormir avec toiétésimplemente… Magnifique!

Sophie

(Mi bella Laura. Muchas Gracias. Dormir contigo fue simplemente magnífico, Sophie)

No pude evitar leer tu nota una y otra vez. ¿Sería acaso que yo te gustaba como tú a mí? Cuánto daría porque fuera real pero no quería ilusionarme inútilmente así que me di un baño y salí a disculparme contigo por haber arruinado tu noche en el club.

Al llegar a tu habitación te vi metida en la cama, parecías un ángel, lo ondulado de tus cabellos rojizos te hacían verte como si volaras en el país de los sueños, yo no quería ser quién te despertara de tan mágico hechizo así que sólo me senté en un rinconcito de la cama a contemplarte.

No sé en qué momento me quedé dormida pero al despertar vi tu rostro pegado al mío. Tus ojos aún permanecían cerrados y tus labios a muy pocos centímetros de los míos. No sé cómo me armé de valor y rocé suavemente tus labios. Sentí que empezabas a despertar así que pretendí estar aún dormida. Tu mano acarició ligeramente mis cabellos lacios y muy suavemente dijiste: Ma belle Laurie, je nesaispasmaisjecroixque moncœurt’appelle. (Mi bella Laura, no sé pero creo que mi corazón te llama).

No entendí lo que dijiste pero traté de recordar tus palabras para luego enterarme de lo que no te atreviste a decir en castellano.

Hice como que despertaba y te saludé, te dije lo apenada que estaba por haberte arruinado la noche pero tú no me dejaste continuar, me dijiste que te la habías pasado genial en el club pero lo que en verdad más disfrutaste fue el dormir a mi lado. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Tenía acaso una esperanza de ser correspondida? Necesitaba saberlo pero tenía miedo de arruinarlo todo así que sólo atiné a decir : La noche hubiera sido más linda si tan sólo hubiera estado completamente despierta, ojalá alguna vez lo podamos hacer.

Hiciste que me sentara sobre la cama y tomándome las manos una vez más me dijiste: no sé qué me pasa contigo, Laura, pero desde que te conocí no logro sacarte de mis pensamientos, esto no es normal, eres una mujer como yo pero creo que… no me hacían falta más palabras. Acerqué mis labios a los tuyos y nos fundimos en el beso más tierno que jamás había dado.

Ninguno de los chicos con los que me había besado antes lograron que sintiera toda la emoción que tú con sólo rozar mis labios, me habías hecho sentir. ¡Detente! Me gritaste mientras te apartabas bruscamente de mí. Me echaste de tu habitación diciendo que jamás ibas a permitir que me volviera a acercar a ti.

Desde ese fin de semana yo evité venir a París y aunque Marie siempre me invitaba yo le decía que prefería quedarme en Grenoble practicando los temas que íbamos aprendiendo durante la semana. Aún me quedaban casi 2 meses para volver a Chile así que traté de no pensar en ti pero no lo lograba… TODO me hacía pensarte. Marcaba en el calendario cada día para ver cuantos días faltaban para poner el océano de por medio entre nosotras.

Un viernes, cuando faltaban casi 3 semanas para volver, los papás de Marie me invitaron a Inglaterra ya que la familia iba a celebrar las bodas de un primo suyo que se había enamorado de una joven inglesa. Yo rechacé la invitación porque lo que menos deseaba era encontrarme contigo pero para variar… tú tenías otros planes.

Dijiste en tu casa que no podías asistir a la boda porque tenías que hacer un proyecto grupal y debías quedarte en casa de una de tus compañeras. Obviamente yo desconocía completamente lo que estabas tramando.

Esa noche yo estaba un poco temerosa ya que era la primera vez desde que había llegado a Francia, en la que dormiría en una casa completamente sola. Me fui a la cama temprano y prendí el televisor para sentirme acompañada cuando de pronto escuché el timbre sonar. Corrí a ver quién era y mi sorpresa fue enorme al verte parada en el umbral de la puerta.

No sabía si abrirte o hacer cómo si no hubiera nadie en casa pero pudo más el deseo de verte aun sabiendo los malos ratos que recibiría de ti. Sin demora te abrí la puerta y retrocedí para darte espacio a que entraras con libertad. Por tu parte, me miraste y agachando la mirada me dijiste: Lo siento, Laura. No sabes cuánto te he extrañado.

Te acercaste a mí pero yo volví a retroceder. Sabía que de lo que dijera en ese momento dependería mi vida así que preferí no decir nada mientras pensaba. Tú decidiste romper el silencio.

Ma belle Laurie no sé qué decir, es más, no entiendo qué es lo que me ocurre pero estoy completamente segura de que necesito… de pronto te quedaste en silencio.

Yo estaba preparada para recibir insultos de tu parte por el beso que te di pero no me preparé para oír tu silencio, me estaba matando el no saber lo que pasaba por tu cabeza. De pronto te acercaste nuevamente a mí y sin más preámbulo me besaste. Tu beso fue torpe, casi violento pero a la vez cálido. Sentí como mis piernas temblaban, no podía creer lo que estaba pasando, no quería pensar en nada, sólo deseaba que el tiempo se detuviera y que ese beso fuera eterno.

Sentí como si hubieran pasado muchos minutos cuando despegaste tus labios de los míos, me sentía tan bien mientras acariciaba tu boca con la mía que al separarnos se creó una sensación de vacío. Mi corazón latía a mil por hora y creo que el tuyo latía igual.

Tomaste mis manos y  con la voz temblorosa me dijiste: ¿puedo besarte de nuevo? Necesito hacerlo… ¡no me lo niegues por favor! No ha habido una sola noche en la que no haya soñado que te besaba nuevamente, no logro sacarte de mis pensamientos, creo que me he enamorado de ti y no sé cómo manejarlo.

Me dejaste sencillamente muda, tú esperabas que te besara y yo no podía aún creer que me dijeras que me querías. Agachaste la mirada y me dijiste que sentías mucho el que yo no correspondiera a tus sentimientos y te acercaste a la puerta para irte. En ese momento recién reaccioné y grité: Je t’aime.

Tú volteaste a verme y yo corrí hacia ti y tomando tus mejillas en mis manos… te besé. Nuestras bocas se acariciaron una vez más, sólo que esta vez nuestros cuerpos también querían hacerlo. Tanto tú como yo jamás habíamos tenido sexo con nadie pero esa noche sabíamos bien que ambas nos entregaríamos sin reparo alguno.

Mi boca acariciaba tus labios y mis manos ansiosas por conocerte emprendieron el camino por tu espalda. Yo sentía cómo poco a poco ibas rompiendo la resistencia y cedías ante mis caricias, en realidad yo no sabía bien qué hacer pero lo que sentía por ti me superaba, deseaba besarte, tocarte, demostrarte con cada roce de mi cuerpo todo lo que mi corazón estaba gritando.

Al parecer tú no eras indiferente a mis caricias, al contrario, sin darme cuenta ya habías introducido tus manos por debajo de la chaqueta de mi pijama, tus manos acariciaban ahora mi espalda… Santo Dios qué bien se sentía!

Yo deseaba seguir tu ejemplo pero tenía temor de incomodarte o de que se rompiera la magia de ese momento así que muy suavemente desabotoné los botones inferiores de tu blusa e introduje mis manos para acariciar la suavidad de tu espalda… ¡qué sensación!

Tú fuiste más audaz, ya que sin yo esperarlo, soltaste el broche que sujetaba mi brassière y dejaste mis pechos en libertad, al menos eso pensé ya que sin pedir permiso te adueñaste de ellos. Me sentía sencillamente en la gloria, jamás nadie había tocado mi cuerpo y tú en ese momento, estabas tomando lo que yo sin decirlo con palabras te suplicaba en cada gemido que me robabas.

Un par de botones me separaban de la desnudez de tus pechos así que para qué dejar todo a mi imaginación, me deshice de tu blusa y de tu bra tan pronto como pude y navegué en tu piel que ahora me pertenecía. Al igual que yo, a ti tampoco nadie te había tocado por eso es que ambas sabíamos lo valiosa y mágica que era ésta… nuestra entrega.

Yo sentía como el calor de mi cuerpo se iba haciendo cada vez más intenso, nunca antes sentí el latir de mi sexo y mucho menos humedecerse… me estaba perdiendo en un mar de sensaciones nuevas, cada una más deliciosa que la otra.

Ma Belle Sophie, susurré en tu oído y eso bastó para dar riendas sueltas a todo lo que sentíamos. Te besé y abrazándote te conduje hasta mi cama, una vez en ella te despojé de absolutamente toda la ropa que era un estorbo tremendo, obviamente fue una competencia por ver quién desvestía a su presa primero, jeje.

Me entregué a ti y te entregaste a mí, jamás mi vida fue más feliz como aquella noche en la que descubrí el amor en ti. Nada en este mundo podría robarme ese momento, nadie podría borrarlo jamás.

Ese fin de semana fue nuestro, no hubo instante en el que nos separáramos, casi ni comimos, nos bañamos juntas, dormimos juntas, y lo más importante… no dejamos de hacer el amor. Lamentablemente, el fin de semana llegó a su fin y tú debías volver a casa. Me abrazaste fuerte y prometiste hablarme cada día … promesa que cumpliste completamente. Cada una de tus llamadas me elevaba hasta el cielo mismo pero al colgar sentía como si se me apagara el mundo.

Conté cada uno de los días en Grenoble hasta volverte a ver el viernes. Obviamente nadie debía darse cuenta de nuestro amor así que tratamos de disimular en todo momento pero cada que teníamos oportunidad nos robábamos besitos o nos tocábamos por debajo de la mesa. Yo rogaba porque ya anocheciera y estar entre tus brazos nuevamente pero aún no sabía cómo lo conseguiría ya que estábamos en habitaciones separadas.

Tú ya tenías todo planeado y yo en la completa ignorancia, para variar, jajaja. Dijiste durante la cena que tenías que ver unos documentales sobre Sudamérica para un proyecto de la escuela así que hiciste instalar la tele y el reproductor de videos en tu habitación, hiciste que te prepararan algo para picar y dejaste dicho que no nos interrumpieran. Vaya que tenías todo bien pensado.

Esa noche hicimos el amor y nos regalamos mil tequieros pero al amanecer te recordé que ese sería el último fin de semana ya que en 5 días terminaba el programa de intercambio y debía volver a mi país. Tus ojos se llenaron de lágrimas y te dormiste en mis brazos. Cuando desperté tú ya no estabas en la habitación, tampoco estabas en la casa. Traté de buscarte pero  no te hallé.

Te mantuviste en silencio durante todo el resto del fin de semana, ya no hubieron más besos ni tequieros a escondidas, te mantuviste distante y por más que te pregunté una y otra vez, no dijiste nada hasta que luego de tanto insistir me dijiste que estabas tratando de asimilar que me perderías para siempre. Eso hizo que se me partiera el alma.

Marie y toda su familia estaban muy tristes ya que en estos 6 meses se encariñaron mucho conmigo así como yo con ellos. La única persona que estuvo distante fuiste tú, mi querida Sophie quien desde el fin de semana no me llamó ni una sola vez. ¿Por qué me dejaste sin ti ahora que más te necesitaba?

La noche antes de mi vuelo a Santiago debía estar en París ya que el avión salía a las 9 de la mañana y aunque deseaba con todas mis fuerzas estar contigo esa noche, también sabía que tú huirías de mí. Al llegar a la casona me instalé en la habitación y sobre la almohada hallé una nota tuya que decía: Sólo cierra los ojos… Sigue los latidos de tu corazón y me encontrarás.

Pero ¿qué era lo que querías decirme con esa nota? ¿Sería acaso que querías que te buscara? Corrí hasta tu habitación y no estabas ahí, te busqué por toda la casa y no te encontré, pensé y pensé y nada! Me sentía aturdida, angustiada así que tomé la bicicleta de Marie y salía tomar aire, anduve por varias calles hasta que decidí ir al lugar donde te vi por primera vez, La Place de la Concorde. Mientras montaba la bici sentía como mi corazón se aceleraba ante la proximidad de tan mágico lugar. Mis pensamientos giraban en torno a ti y todo lo que habíamos vivido en tan poco tiempo.

Esa noche ya no era otoño y tampoco llovía pero el lugar estaba exactamente igual a como lo guardé en mi memoria, sólo faltabas tú, la mujer que había robado mi corazón y hasta mi propia voluntad. Me senté a un lado de la fuente de Hittorff y me quedé mirando al cielo. Pensaba en las estrellas que nunca más vería contigo cuando de pronto sentí que mi espalda se mojaba. No se te ocurrió mejor idea que tirarme agua de la fuente para hacerme notar tu presencia.

Mi corazón saltaba de alegría yo sólo deseaba abrazarte, besarte pero el estar al aire libre me sentí cohibida, tú te acercaste a mí y dándome dos besos en la mejilla te sentaste a mi lado. Jamás te dejaré, nuestras vidas ahora son una y aunque tenga que desafiar a la misma muerte seré tuya y tú mía. Tus palabras me llenaron de dicha, sabía que aunque el mundo entero estuviera entre nosotras nunca dejaríamos de amarnos.

Caminamos juntas hasta la casona y nos despedimos con un beso en la mejilla y aunque todos dormían tú no quisiste ser imprudente. Debía levantarme muy temprano para estar 2 horas antes del vuelo en el aeropuerto pero no podía pegar el ojo, tenía tu carita grabada en mis pensamientos y no podía evitar que las lágrimas escaparan sin control.

Cuando amaneció entraste a mi habitación y dándome un beso en los labios me dijiste: Lo conseguí, monamour. Me entregaste un sobre ya abierto en el que claramente se leía: La señorita Laura López de nacionalidad chilena ha sido aceptada en el programa de Bachillerato Internacional en el  Lycée Condorcet, uno de los más prestigiosos centros de estudios en Francia.

Tú habías conseguido que yo estudiara 2 años en París con una beca completa en ese Lycée. Incluso te habías tomado la molestia de hablar con mi familia quienes encantados de la vida aceptaron sabiendo que no les costaría ni un solo centavo y sobretodo que luego tendría la oportunidad de estudiar en La Sorbonne de París tal y como mi padre había soñado.

Tu padre, tu cómplice,  fue el que movió sus influencias para que me dieran esa gran ayuda. Tú le sugeriste que yo debía tener tu apoyo y que por tanto era mejor rentar un departamento para las dos muy cerca del liceo para dedicarnos exclusivamente a estudiar con miras a la universidad. Tu padre rentó un mini departamento en una casona muy similar a la que tu familia tenía. La vista era hermosa sobre todo en las noches.

Nos instalamos esa misma semana, considerando que no teníamos muchas cosas, la mudanza fue veloz. La primera noche juntas en nuestro rinconcito de cielo fue sencillamente mágica y ya que no teníamos clases a la mañana siguiente decidimos ver el amanecer luego de hacer el amor. Nada en este mundo podía destruir la felicidad que ambas sentíamos, nuestro amor se fortalecía día con día.

La vida no dejaba de sonreírnos pero… tu querido noviecito tuvo que aparecer en escena nuevamente cuando yo ni lo recordaba y creo que tú tampoco. A la semana siguiente de la mudanza Pierre vino a visitarte y al verte no tuvo mejor idea que saludarte con un besote en los labios que tú correspondiste. La sangre me hervía de la rabia pero tú ni te inmutaste. Los dejo solos para que conversen, Sophie voy a comprar algunas cosas que me hacen falta, te veo en la noche, au revoir, Pierre ... dije todo esto y me fui.

No sé cuánto tiempo estuvieron juntos ni que tan bien la pasaron pero yo no podía evitar sentir que los celos me mataran. Caminé durante todo el día, le di mil veces vuelta a La Place de la Concorde hasta que anocheció y me encontraste sentada senté a un lado de la fuente de Hittorff, estabas de la mano de Pierre.

Tu noviecito muy brillante notó que yo no tenía nada en las manos y dijo sarcásticamente: ¿compraste ropa para la mujer invisible? Jajaja. Obviamente a ti no te hizo nadita de gracia porque sabías bien lo que había ocurrido y trataste de disimular tu fastidio soltándote de su mano. Tú tomaste la mía y dijiste: vamos a casa Laurie? Yo sonreí frente a lo que consideré mi primera victoria así que me puse en pié y caminé a tu lado mientras Pierre no tuvo otra opción que caminar detrás.

Caminamos los 3 hasta el depa en donde tú dijiste au revoir, Pierre . A él no le hizo mucha gracia que lo despidieras así que se acercó a ti para besar tus labios y tú tuviste la genial idea de voltear y poner sólo tu mejilla. Pierre se fue no sin antes decirte: sueña conmigo ma belle princesse, así como yo lo haré contigo, Je táime.

Cerré presurosa la puerta, vaya que estaba empezando a detestar a este tipo sin embargo tú me tomaste de las manos y me besaste. Je t’aime Laurie. Perdóname mi familia no permitirá nuestro amor en cambio Pierre es mi novio y no lo voy a dejar,  .

Se me heló la sangre, me estabas diciendo que ese hombre era tu novio y que yo no pintaba nada en esta historia así que sencillamente me encerré en mi habitación la que recién utilizaba ya que nuestro lecho había sido en todo momento tu cama.

Esa noche no pude dormir pensando en que nuestro amor no tendría jamás futuro, que había sido una tonta al creer que me amabas como te amaba yo; entendí que tú siempre serías la misma que eras antes de estar conmigo y que era en vano esperar que las cosas cambiaran así que decidí dedicarme a los estudios y a no desaprovechar la beca que había conseguido.

A la mañana siguiente  al salir de mi habitación te encontré sentada en el suelo, pegada a la puerta. Traías mala cara, como de haber llorado muchísimo. Sentí que se me partía el alma en dos pero no podía dar marcha atrás así que sólo tomé mis cosas y salí rumbo a clases.

En el liceo no cruzamos palabra alguna, yo estaba decidida a hacer mi vida sin ti hasta que al volver del refrigerio encontré el pétalo de una rosa pegado a una hoja de papel que traía escrito: Je t’aime