Cuando Dani encontró su macho 10

Siempre había sido una nenaza, pero un macho extraordinario descubre a Dani toda la mujercita que lleva dentro y le convierte en una "sissy" de primera.

Aún era el mes de abril, pero hacía un tiempo estupendo en Madrid, despejado, con sol y temperaturas casi de verano. De esto hace siete años y todavía funcionaba una sauna cerca de Delicias, un edificio entero, varios pisos de baños, cabinas, cuartos de proyección, bar, y una terraza al aire libre, fantástica para tomar el sol desnudo, pensando que podían verme desde edificios más altos, algo que me excitaba mucho, porque siempre me ha gustado exhibirme. Aquella tarde estaba allí, desnudo, boca abajo, recibiendo la caricia del sol en mi espalda, cuando una mano subió por mi muslo derecho, acariciándome, hasta llegar a las nalgas, que instintivamente levanté para recibir mejor la caricia. Poco a poco me di la vuelta para ver al que me manoseaba. Le sonreí.

Era un hombre de unos treinta años, fuerte, musculoso, no muy alto aunque más que yo, rubio, con gesto un poco de chico duro. Me di cuenta de que era extranjero, inglés, pensé, luego supe que acertadamente. Me devolvió la sonrisa.

Tienes un cuerpo bonito, así depilado eres toda una mujercita –me dijo.

Aunque con acento, hablaba bien el español. Me moví un poco insinuante en la tumbona, sintiendo su mano que ahora acariciaba mi vientre y subía despacio por mi pecho hasta mis pezones, ya tiesos por la excitación. Yo estaba recién depilado, todo el cuerpo, sólo me habían dejado, como me gusta, una especie de cola de conejo en el pubis, lo que resalta aún más las ingles bien depiladas.

¿Te gusto? –le pregunté.

Mucho, nenaza –me encantó que usara esa expresión, que siempre me dicen los chicos en México–. ¿Quieres que te monte un rato?

Sí que me apetece.

Mientras bajábamos al interior del edificio me acariciaba las nalgas, me tomaba por la cintura y me pellizcaba los pezones. Dejó caer el paño de la sauna y sentí la excitación en mi vientre al ver su polla tiesa, larga y gruesa. Cogió mi mano izquierda y la llevó a coger su polla, que apreté ya totalmente excitado y ansioso de notarla dentro de mí. No entró a una cabina, sino que se detuvo en una sala de proyección, donde muchas personas veían un vídeo porno. Me hizo ponerme de rodillas, metió su pene en mi boca y empezó a bombear con fuerza, golpeándome la garganta. Muchos habían dejado de mirar a la pantalla para ver nuestro espectáculo en vivo, incluso hicieron un pequeño corro alrededor.

Chupa bien, nenaza, quiero que me pongas la polla a reventar –me dijo, mientras me estrujaba los pezones con fuerza, haciéndome daño.

De pronto sacó el pene de mi boca y me ordenó ponerme en el suelo a cuatro patas, con el culo en pompa. Se puso detrás de mi y empezó a abrirme el culo con saliva, primero me metió dos dedos, luego tres y por fin me agarró las caderas con las manos y me embistió con dureza. Su polla penetró en mi ano a la primera embestida y no se detuvo hasta que noté sus huevos golpeando mis nalgas. Empezó a bombear como si fuera una taladradora, sacando y metiendo casi toda la polla en cada movimiento, mientras con las manos abiertas golpeaba con fuerza mis nalgas. Yo estaba ya excitado a tope y gemía en las embestidas, ansioso de que no parasen y fueran cada vez más duras.

¡Date la vuelta, nenaza, quiero verte boca arriba y con las piernas bien abiertas como la hembra que eres! –me gritó de repente, mientras sacaba su polla de mi culo.

A nuestro alrededor, el corro de mirones había aumentado. Muchos tenían las pollas tiesas y se las meneaban mirándonos. Me puse boca arriba y abrí las piernas todo lo que podía, como si fuera una bailarina de ballet. Me las levantó así abiertas y me penetró con fuerza. En esa posición la penetración era más dolorosa, pero mi excitación era mayor que el dolor y recibía ansioso las embestidas, hasta que, con un pequeño rugido, se corrió dentro de mí. Cuando se levantó, yo quedé en el suelo, excitado, con las piernas abiertas, mientras caían sobre mi cara y mi cuerpo las corridas de varios de los mirones. Uno de ellos me levantó las piernas y me penetró nuevamente. Tres o cuatro más le siguieron, corriéndose con rapidez, hasta dejarme exhausto.

Unos minutos después me encontré de nuevo al inglés en las duchas.

¿Te gusta que te vean follando, verdad? ¿Cuánto te han follado después de mi?

No se, varios. Estaba demasiado caliente para saberlo. Los que quisieron hacerlo.

Además de hembra eres una puta. Cuantos más tíos te follen, mejor ¿verdad?

Cuando salimos ya bien limpios de las duchas me dio un azote cariñoso en las nalgas.

Me llamo Reg y estoy pasando unos días de vacaciones en Madrid con otro amigo. Nos vamos mañana. Estamos en un hotel de la Gran Vía. ¿Quieres pasar la noche con nosotros? Mi amigo también es activo y tiene un buen pollón. Te podemos echar los dos unos cuantos polvos, porque a los dos nos gustan las nenazas putitas como tu.

Siempre me ha gustado hacer de hembra para varios tíos, y la verdad es que Reg me había follado muy bien, así que acepté la invitación. En los vestuarios, Reg se echó a reir cuando vio mi ropa. Él iba muy normalito, con unos vaqueros y un polo. Yo llevaba sobre el tanga unos shorts blancos muy ajustados y cortísimos, prácticamente por las ingles, y una camiseta beige sin mangas, muy escotada y que me llegaba dos o tres dedos por encima del ombligo. Un cante, vamos, con el cuerpo y las piernas depiladas.

Los últimos días, yo iba con esa ropa a la sauna porque me gustaba salir de allí un poco después de medianoche, cuando ya estaban aparcados en Legazpi decenas de camiones y los camioneros hacían grupos y risas a la caza de maricas que follar. Me ponía a mil cuando me silbaban desde algún grupo, yo me acercaba moviendo las caderas como una tía, y diez o doce tiarrones se desahogaban conmigo follándome a lo bestia por la boca y el culo.

Esa noche, cuando salimos Reg y yo de la sauna, aún no había camiones porque era temprano, apenas las diez de la noche. Reg localizó por teléfono a su amigo, para decirle que íbamos al hotel. Quedaron que a eso de las once nos esperaría ya en la habitación-

Te va a gustar Bernie –me dijo–, es el macho ideal para una mujercita como tu.

Hacía una noche estupenda y como teníamos tiempo subimos caminando hasta Atocha y de allí a Gran Vía. El hotel estaba casi en la plaza de España, frente a un cine. Cuando llegamos eran más de las once. Pasé con Reg procurando no mirar al conserje y subimos en el ascensor a la tercera planta. Cuando llamamos a la puerta de la habitación yo sentía curiosidad por saber cómo era el que iba a compartirme esa noche con Reg, pero ni por un momento sospechaba lo que me encontré cuando se abrió la puerta y Bernie apareció, completamente desnudo, ante mí. Reg me dio un azote en las nalgas para que pasara y entramos a la habitación.

Aquí tienes a la nenaza, Ber –dijo Reg–, es toda una "sissy" y le van los tíos duros y la marcha.

Yo sabía que "sissy" es como llaman en Londres, en el ambiente gay, a los mariquitas totalmente femeninos y que se comportan con mujeres para los machos duros. Y desde luego Bernie era el máximo ejemplo de un macho duro: casi dos metros, cuadrado de musculatura, grueso (luego supe que pesaba casi 130 kilos)... vamos, como uno de esos terribles gigantes que salen en las películas de James Bond. Con todo, lo más impresionante de Bernie colgaba entre sus enormes muslos, una polla que así, flácida, era como el doble de larga y gruesa que la mía al máximo de tiesa. Y la sorpresa era que Bernie era negro, de origen jamaicano, me explicó Reg.

Me había quedado como hipnotizado delante del gigantón, que sonreía divertido. No podía apartar la vista de aquella enorme polla, que se apoyaba en dos huevos del tamaño de limones. Mis pezones, tiesos, se marcaban en la camiseta, y Reg me apretó y retorció uno de ellos.

Despierta, nenaza, que te has quedado alelada –me dijo Reg, riendo–, esta noche sí que vas a disfrutar de un buen macho.

Reg se puso detrás de mi y pasando las manos por mis caderas me desabrochó el short y lo hizo caer al suelo. Luego me sacó la camiseta por la cabeza y yo quedé ante el gigante negro sin otra ropa que mi pequeño tanga. Mientras Bernie me contemplaba de arriba abajo, Reg apretaba su paquete entre mis nalgas y me acariciaba los pechos, el vientre y los muslos. Yo empezaba a estar muy excitado, cuando Bernie me cogió entre sus brazos, me apretó contra su corpachón y me dio un fuerte beso en la boca, estremeciéndome. Por un momento pensé que me iba a arrancar la lengua por la fuerza con que me succionaba. Las enormes y fuertes manos de Bernie empezaron a recorrer mi cuerpo. Noté algo duro y fuerte que crecía sobre mi vientre.

Me soltó y me aparte un poco. La polla de Bernie estaba tiesa y dura, gruesa como mi muñeca y de una longitud increíble, bastante más de un palmo, más de treinta centímetros como sabría en el futuro. Me asusté, era imposible que aquello pudiera entrar entero en mi culo. No me asustaba el grosor, a pesar de ser enorme. Más de un camionero me ha metido el puño y se que mi agujero se abre mucho. Pero la longitud me daba miedo. Reg se había apartado, se había quedado también desnudo y nos miraba divertido desde un sillón. Cogiéndome por las caderas Bernie me dio la vuelta, manejaba mi cuerpo como un juguete.

Está bien abierta la puta –dijo Bernie a Reg, mientras hundía dos dedos en mi ano. De un tirón me arrancó el pequeño tanga, rompiendo la cinta. Mi pene, más bien pequeñito, quedó al descubierto, ridículo en comparación con la inmensa polla de Bernie. Me excitó que hablara de mí en femenino. Reg se echó a reir y le siguió la corriente en el femenino.

Sí, claro, nos la hemos follado unos cuantos esta tarde, así que está bien abierta. Seguro que te la puedes tirar, aunque sea rompiéndola un poco el culo.

Yo no podía contener mis estremecimientos mientras los dedos de Bernie hurgaban en mi culo. De pronto solté un grito de dolor. Bernie acababa de meterme otro dedo e intentaba claramente dilatar mi agujero. Me llevó hacia la ventana de la habitación, que estaba abierta y me hizo apoyar las manos en la barandilla. La ventana daba a una calle lateral de la Gran Vía, por la que pasaba mucha gente. Me di cuenta de que la luz de la habitación estaba encendida y que cualquiera que levantase la cabeza podía verme desnudo y con el enorme negro detrás de mí.

Yo estaba doblado cara a la calle, apoyado en la barandilla de la ventana y con el culo en pompa. Los dedos de Bernie seguían dilatando mi agujero, mientras la otra mano me sujetaba por el vientre. Noté una sensación fluida en el ano. Bernie había cogido un tarro de algún tipo de vaselina y me estaba poniendo dosis generosas en el culo para favorecer su dilatación. Asustado, me di cuenta de que se acercaba el momento de la penetración. Reg se acercó con una pequeña almohada en la mano.

Toma, será mejor que muerdas esto, nenaza, para sofocar tus gritos.

Me volví un momento a mirar. Bernie había dejado de hurgar en mi culo y se estaba dando crema en el inmenso pollón, tieso como un palo. Mordí con fuerza la almohada y decidí que si me gustaban los machos tenía que ser capaz de darles placer por mucho que sufriera. Levanté todo lo que pude las nalgas para ofrecerme bien abierto a la polla del macho. Todo mi cuerpo temblaba cuando noté que el glande de Bernie se apoyaba en mi agujero abierto. Las dos manazas del jamaicano agarraron mis caderas como tenazas, inmovilizándome, y el enorme pene empezó a presionar en mi agujero, que se dilataba con facilidad y con un dolor soportable. La polla de Bernie iba penetrando despacio en mi culo, hasta que noté que se detenía, era imposible que entrara más.

Muerde bien ahora la almohada, puta –me lanzó Bernie–, y yo lo hice mientras el miedo volvía a hacer temblar mi cuerpo.

De repente, las manos de Bernie endurecieron su presión sobre mis caderas hasta dolerme, y antes de que pudiera pensar nada, con un tremendo empujón, desgarrándome el culo, me introdujo todo el resto de la polla, hasta golpear los huevos en mis nalgas. Por un momento creí desmayarme, mientras las lágrimas caían de mis ojos y la almohada sofocaba mi prolongado grito de dolor.

Tranquila, tranquila –me dijo susurrante Bernie–, aguanta un poco nenaza, ahora te dolerá menos enseguida. Ya está toda dentro, eres un coño de primera categoría, eres toda una "sissy" de verdad. A ti te puede follar un potro. Seguro que te gustaría que te follase un potro. Ahora te voy a llenar de leche de macho.

Poco a poco, Bernie empezó a mover la polla, entrando y saliendo de mi culo, primero muy poco, luego algo más, finalmente con una velocidad enorme, excitado con mis gemidos y lloriqueos. De repente noté que tenía los huevos aplastados contra mis nalgas y que la enorme polla se agitaba dentro de mi culo, mientras los chorros ardientes de semen penetraban en mis entrañas. Un intenso orgasmo empezó a cruzarme el cuerpo como con latigazos eléctricos que iban desde mi culo hasta los pezones, recorrían mi vientre, mis muslos y mi espalda. Apenas me di cuenta de que Reg, excitado a tope, había apartado mis manos de la barandilla, se había puesto ante mí con la polla tiesa y me follaba en la boca hasta correrse y hacerme tragar sus chorros de semen.

Muy despacio, la enorme polla de Bernie fue saliendo de mi culo. Yo apenas podía sostenerme de pie, Bernie me llevó hacia la cama y me dejé caer boca arriba. El semen chorreaba de mis labios y entre mis nalgas y los latigazos eléctricos que me recorrían el cuerpo fueron apaciguándose, dejándome exhausto.

Al cabo de unos minutos Bernie me dijo que me levantara y me llevaron al cuarto de baño. Reg me dijo que entrara en la bañera y que me pusiera de rodillas. Entonces, Bernie y Reg apuntaron sus pollas hacia mi cara y empezaron a mear. Yo permanecí de rodillas mientras la orina de los dos machos caía sobre mi cara y bajaba por mi cuerpo. De repente, Bernie me cogió por el pelo y me gritó: "¡Abre la boca, nenaza!". No me resistí, cerré los ojos, abrí la boca y los chorros calientes entraron en ella mientras oía las risas satisfechas de mis folladores.

Luego, cuando salía del hotel bien duchado y perfumado, más femenino que nunca con mi short (sin nada debajo, porque Bernie me había roto el tanga) y mi camiseta cortita, pensaba con pena que nunca volvería a ver al gigante jamaicano, ya que los dos se iban al día siguiente para Londres. Había sido, pensaba mientras notaba la excitación en mis nalgas y pezones, una noche extraordinaria. Ni por un momento imaginaba que estaba a punto de empezar a vivir, gracias a Bernie, un año fantástico, y que muy pronto esa "sissy" de primera que había descubierto dentro de mí iba a ser la nenaza de cientos de machos y a mostrar su cuerpo en innumerables fotos y vídeos.

(Espero vuestros comentarios... y lo que queráis... a este primer capítulo de una historia casi toda real en sissy38@mixmail.com )