Cuando conocimos a los Voyeurs- Metiendo amigos
A ellos les encantaba ser voyeurs y a nosotros exhibirnos. Era como haber encontrado nuestro príncipe azul o nuestra bella durmiente. Esta vez nos presentan unos amigos que se llevan una alegría.
Conocer a Germán y Laura era lo mejor que nos había pasado en los últimos meses. Aunque ellos rozaban los cincuenta y nosotros teníamos treinta y pocos. Habiaos empezado una relación donde nos complementábamos de maravilla. A ellos les encantaba ser voyeurs y a nosotros exhibirnos. Era como haber encontrado nuestro príncipe azul o nuestra bella durmiente. Y el cuento había empezado bien, quizá con algunos misterios que descubrir entre nosotros y mucha incertidumbre en cuanto a sus intenciones reales.
Después que nos vieran haciendo el amor, ( Cuando conocimos a los Voyeurs-Primer encuentro ) nos invitaron a comer a su casa por primera vez. Estábamos ilusionados, tensos, excitados. Tendríamos la oportunidad de volver a exhibirnos delante de ellos y eso nos agradaba.
Serian las doce de la mañana cuando llegamos a su portal. Era una modesto chalet, de gusto urbano, con adornos muy familiares. En el exterior había una piscina con una pequeña barbacoa y un jardín poco cuidado. La idea de la reunión era planear otras acciones Voyeur-exhibicionistas, que ambas parejas teníamos en mente.
- Bien. Lo primero es organizarnos. Dijo con contundencia Germán, nuestro anfitrion. Nosotros organizamos, os contamos y vosotros lo ponéis en práctica.
- Claro. He apuntado todas las ideas ahora pensare como ponerlas en marcha y os voy comentando. No haremos nada si no estamos de acuerdo.
- Dime. ¿Qué sensaciones tenéis cuando estáis desnudos delante de la gente?
- Estando así me pongo muy cachondo. A ti te pasa lo mismo ¿verdad cariño?
- Claro. Me sube algo por el estomago.
- Comportaros naturales. Sentiros libres de hacer lo que os diga el cuerpo.
- ¿Y vosotros? ¿Por qué os gusta? Les pregunte yo
- Buena pregunta. Cosas del destino. Simplemente nos encanta ver a la gente practicando sexo.
- Explícaselo, no pasa nada. Tuvimos algunos problemas de pareja, el sexo no funcionaba bien, pero nos gustaba estar juntos, la familia, los hijos, el entorno, ya os iréis dando cuenta. Hace unos años nos sorprendimos mirando una pareja que se metía mano en plena calle, nos gusto. Luego fuimos a estos clubs de intercambio, y nos dimos cuenta que nos gustaba más mirar que tener sexo con otros, así que nos hemos convertido en unos mirones. Cuando os conocimos vimos que podíais ser ideales para realizar muchas de las fantasías que tenemos pendientes.
Laura se puso seria, guardo silencio unos segundos que parecieron eternos. De pronto con otra cara más relajada nos pregunto: - Y mostraros delante de otros que no seamos nosotros ¿os apetece?
- Depende. No vamos a ir en pelotas por ahí.
- No, hablo de aquí mismo con otros amigos.
- Bueno, podría estar bien.
- Pero ¿Que les vais a decir?, Va a ser extraño para ellos ¿no?
- ¿Tendrías inconveniente en dejaros tocar?
- ¡Uy! esto se calienta, me interese yo.
- No sé, dijo Mónica. Depende de quien sea y como lo haga. Es subir un nivel más del juego. ¿Por qué lo preguntas?
- Vale, no quiero forzar. Ante todo tenemos que pasarlo bien. Dijo Germán. Pero a veces las circunstancias implican algo más. Pero sin nada de sexo, solo caricias.
- El objetivo es acabar follando con nosotros ¿verdad? Me lo imaginaba dije yo un tanto malhumorado.
- Preguntas eso ahora. Vas a tener que adivinarlo. Si quieres sigues, si no, no hace falta que volváis.
- Perdona, no quería molestarte con la pregunta.
- No importa, lo entiendo. No nos conocemos lo suficiente. Solo se trata que llegado el momento surja una caricia, un ligero toqueteo, no más.
- Yo, dijo Mónica, para dejarme tocar, o bien estoy muy cachonda o me gusta la persona que va a tocarme.
- Ya probaremos, si os gusta bien, si no, no pasa nada. Añadió Laura
- Déjalo. Es la hora de hacer algo. Os podéis dar un baño mientras acabamos de preparar la comida.
- No hemos traído traje de baño.
- Hay otras opciones, ¿no?
Estaba claro, era la hora de enseñar carne, querían vernos desnudos de nuevo. Fantástico, pensé, iba a ser divertido. Así que les dimos el gusto. Nos quitamos la ropa y no dimos un estupendo baño en la piscina, a sabiendas de que nos observaban desde algún lado.
Nos besuqueamos en el agua y Mónica aprovecho para ponérmela dura restregando su culo contra mi paquete. Salí de la piscina con una enorme erección con la satisfacción de ser objeto de sus miradas. Ese era el morbo de estar con ellos, notar sus ojos en nosotros, sentirnos importantes. No somos una pareja de cine, Mónica es más bien bajita y yo soy bastante alto por lo que no vamos muy compensados en ese aspecto. Y aunque ella tiene una barriguita muy natural, sus enormes pechos superan la talla 110 (42F) destacan sobre todo.
Estábamos lanzados, nos encanta estar despojados de todo, ropa, tabúes, bloqueos, rutinas, sentimientos caducos. Nos sentíamos libres, dispuestos a cualquier propuesta. Queríamos darles una sorpresa y masturbarnos mientras tomábamos el sol. Esperábamos el momento oportuno, les íbamos a dar una nueva atracción en la que regocijarse. La mañana prometía.
Así que nos tumbamos en las hamacas como vinimos al mundo. Yo me puse mis cascos para oír música y Mónica con su sombrerito opto por la lectura. Pronto trajeron unos refrescos, nos sentíamos los agasajados como reyes, dominadores de la situación. Los teníamos en nuestras manos, o eso creíamos.
Pues el juego continuaba y los sorprendidos íbamos a ser nosotros. Después de nuestra conversación se les ocurrió llamar una pareja de amigos suyos, que aparecieron casi al instante.
Estábamos tan relajados que no oímos el timbre. El propio Germán fue a recibir a sus nuevos invitados: - Hola, ¿Qué tal?
- ¿A qué venía esa premura por vernos?
- ¿Te acuerdas cuando íbamos en rollo nudista?
- Claro. Cuando éramos jóvenes, ja, ja,ja
- Conocimos a una gente que le gusta el nudismo, hemos tenido muy buena relación con ellos últimamente ¡y! …
- ¿Y qué?
- Y están en nuestra piscina.
- Venga hombre. ¿en pelotas?
- Si, si.
- No me jodas.
- Ja, ja, ja. Vaya espectáculo. Digno de ver ¿Y vosotros también hacéis?
- Que va. Son ellos. Como no pueden practicarlo en otra parte nos hemos ofrecido. Y ahí están.
- ¿Y son atractivos?
- Ella tiene unos pechos enormes. Añadió Laura. Y él un buen porte. Ven, os va a encantar.
- Eso hay que verlo.
- Un espectáculo, te lo aseguro.
Al correr la cortina, nos vieron, Mónica estaba tumbada de espaldas mientras leía y yo cara arriba oyendo música. Quedaron impresionados por lo anormal de la situación, rieron y gastaron alguna broma soez. Los invitados, eran una pareja como Laura y Germán de unos cincuenta años, aparentemente bien avenidos y muy espontáneos.
- ¿Queréis conocerlos? Venid voy a presentároslos.
- Si, vamos.
Cuando aparecieron en el jardín, nos sorprendimos y lo primero que se me ocurrió fue tapar mis partes con una toalla. Mónica, tapo su sexo con la mano y puso uno de sus brazos sobre los pechos intentando ocultar, sin mucho empeño, sus abundantes ubres. Nuestros anfitriones continuaban con el juego, su sorpresa era aun mejor que la nuestra. Laura sonreía picaronamente a mi mujer. Para las tres parejas era una situación controvertida, inesperada, de difícil reacción.
- Vaya no sabía que habría gente.
- Perdonad enseguida nos vestimos
- No os preocupéis, son amigos de confianza.
- También hemos sido nudistas. Seguid, no hay problema.
Aunque yo, pudoroso de mi, seguí con la toalla sobre mis entrepierna; mi mujer, sin reserva, abrió al mundo sus encantos permitiendo que contemplaran directamente su cuerpo, sin duda sus melones fueron el objetivo principal de las miradas.
Una vez hechas las presentaciones. Las mujeres volvieron dentro de la casa y los hombres se situaron con sus cervezas en una mesa próxima a nosotros. Evidentemente, la oportunidad de una escena así, merecía verse con detenimiento desde cerca.
Mi esposa tenía su oportunidad de lucimiento; le deleitaba sentirse mirada. Con toda intención, se insinuó delante de los hombres, sabía que sus grandes tetas eran un reclamo inigualable. Se levanto varias veces a arreglar su toalla, adoptó algunas posturas en las que voluptuosos pechos quedaron suspendidos, se movían y balanceaban suavemente, al dejarlos colgantes.
Toda una ostentación de la que incluso a mi me estaba alterando. Y a los señores, más todavía, que tanto sus miradas como su conversación se centraban en ella:- Vaya tetas tiene la tía, ¡Por dios! ¿De dónde la has sacado?
- Te gusta ¿eh?
- Me estoy poniendo cardiaco de verla.
- Mira ahora se pone de espaldas.
- Tiene un culazo grandísimo.
- Como las tetas. Ja, ja, ja.
- ¿Por qué te crees que te dije que vinieras?
- A esta tía hay que ponerla a cuatro patas. Y darle por detrás.
Mi mujer se daba cuenta del interés de los hombres por ella, de los cuchicheos, las miradas focalizadas en sus pechos. Le apetecía divertirse, se volvió hacia mí y me dijo: - Voy a jugar un poquito ¿Por qué no me dejas espacio? Estaba decidida, me gusto. Yo me estaba poniendo muy caliente y no me apetecía estar viendo a los hombres con mi pene al descubierto comenzando a ponerse morcillón.
Así que la deje disfrutar del inesperado contexto. Se acerco despacio a ellos; vestía solo un sombrero y unas sandalias con un pequeño tacón que pronunciaba el balanceo de sus enormes pechos en cada paso. Ellos, deleitados en el moviendo de la ubres, sonrieron cómplices, satisfechos de la frescura e inocencia de mi chica que con toda naturalidad se sentó frente a ellos.
Su busto quedo ligeramente por encima de la mesa, exuberante, turgente, llamativo, provocaba sin reparo las miradas de deseo, ambos se relamían ante la presencia de tan magníficos ejemplares a pocos centímetros de sus ojos.
- ¿Os molesta que este así? Observó de manera inocente. Creo que sería mejor que me pusiera algo encima ¿verdad? No quiero molestar.
- Que va. Estas preciosa. Siéntate con nosotros. Estábamos hablando de lo controvertido que es el mundo y la poca espontaneidad que hay hoy en día.
Fue en ese momento cuando fui a buscar a las mujeres, pensé en ponerme el bañador y no entrar en la cocina con la polla al aire, pero si los habían invitado para vernos desnudos, no tenían porque alarmarse. Así que mi rapada entrepierna y yo fuimos a mostrarnos delante de las damas.
- Hola, se acabo mi cerveza. Les dije.
- Hay más en la nevera, sírvete tu mismo
Las mujeres sonrieron al verme desnudo y pude observar una mirada de complicidad entre ellas.
- ¿De verdad que no os molesta que estemos así?
- A nosotras no, y a nuestros maridos tampoco, se están poniendo las botas mirando a tu mujer. Esta noche pedirán guerra. “Ja, ja, ja”. Rieron ambas.
- No es la primera pilila que vemos, continuaron con las carcajadas
- Aunque gastas un buen aparato.
- Y esta morcillón. Parece que se alegra de vernos. Dijo la invitada de manera socarrona.
- Dime ¿Crees que todavía somos atractivas? Añadió Laura.
Me encantaba estar desnudo delante de esas dos cincuentonas y que me prestaran tanta atención. No creo que sus maridos les hicieran mucho caso, o al menos era la sensación que me daba por sus bromas sexuales. Ni me lo pensé, agarre mi rabo y suavemente ante su vista me puse a machacármela: - Claro que me gustáis. Me ponéis mucho. No os importa ¿verdad?
Allí estaba yo, delante de dos maduritas sacudiéndome la polla. Las señoras miraban y reían, perplejas y satisfechas por mi espontaneidad. Me encantaba estar exhibiéndome delante de ellas, totalmente desnudo delante de dos extrañas, sintiéndome protagonista, libre. Era una experiencia gratificante, las miraba y aumentaba la velocidad de mis manotadas, notaba cómo me iba a salir la leche, ante sus caras sonrientes. Al brotar, apunte sobre la mesa, dejando un rastro de semen por toda ella, aplaudieron gozosas con unas sonoras carcajadas.
Mientras yo me corría, mi mujer seguía en el jardín, sentada frente a ellos totalmente desnuda. Mostraba con desparpajo su cuerpo delante de los dos hombres que cada minuto que pasaban aumentaban sus pulsaciones. Ella percibía las miradas ensimismadas contemplando con deseo su fresca desnudez, desinhibida, libre, cada vez más dispuesta a dar otro paso, recorrían por su cabeza las palabras que le había dicho esa mañana el anfitrión “¿Estarías dispuesta a dejarte tocar?” Notaba su excitación y ser deseada, la conmovía. Por fin, veía cumplidas parte de sus fantasías.
La conversación no dejaba de ser intranscendente, solo la sensación de ser la protagonista la mantenía allí, se aburría, le apetecía algo más de acción. Decidió poner un poco de salsa a la reunión e intervino:- ¿Y vosotros hacéis nudismo?
- ¡Uy! hija, hace mucho que no. Respondió Germán.
- Y cuando hacíais veíais tetas como estas por ahí.
- Había de todo
- ¿Y qué te parecen las mías?
- Son muy bonitas
- ¿Has tocado alguna vez unas como estas?
Los hombres percibieron que sus preguntas no eran en vano, sonrieron esperando que algo sucediera, y así fue. Mónica se levanto, arqueo su espalda; las mamas pendieron frente al invitado y su culo quedo en pompa ante la vista de Germán.
El hombre, ante tal invitación, agarro con suavidad un pecho, lo apretó. Eran voluminosos, muy suaves, le gusto sostenerlo, juguetear con él. Luego fue a por el otro ambas manos sobaban los melones de la invitada. Eran unos esplendidos ejemplares, con un rojizo pezón que crecía ante sus caricias, la notaba cachonda. El hombre, que ni en el mejor de sus sueños hubiera imaginado esa situación, prosiguió emocionándose, transformando el manoseo, en lujurioso magreo. Se volvió hacia el anfitrión le hizo una mueca cómplice y lamio el rojo y puntiagudo pezón, primero uno y luego otro.
El anfitrión veía como su invitado devoraba las ubres de mi mujer, y aunque no entraba en sus planes tocar a mi esposa, no pudo aguantar ver su enorme culo en pompa frente a él y lo manoseo con ambas manos.
Mónica nunca espero llegar tanto, pero estaba excitada, le encanto sentirse palpada por dos tíos por todas partes, nunca antes lo había hecho. Estuvo un rato así, hasta que rezumando saliva, y con las manos marcadas en su pompis volvió a sentarse, emitiendo un suave gemido y una sonrisa.
El trió emanaba una alta tensión sexual, cualquier cosa podría ocurrir.
Sin decir una sola palabra, Mónica acerco la silla al invitado, con suma habilidad le saco la polla del bañador, descubriendo un pene duro, dispuesto para la batalla, primero lo acaricio, luego lo froto, hasta proporciónale una agradable masturbación de la que la cara del macho fue reflejo. El hombre quedo sorprendido y gozoso de que tan suaves manos le dieran placer: - Nos van a ver. Añadió temeroso.
- No te preocupes le dijo ella. La tienes muy dura. Sigue hablando como si no ocurriera nada. Déjame hacer.
No dejaba de haber sorpresas para todos. El anfitrión estaba estupefacto ante la reacción de mi mujer que le hacia una paja a su amigo con pericia. Intentaron disimular, volvieron a hablar de futbol, coches y negocios. Pero el sudor, y el ardor del momento les delataban, era casi imposible dejar de mirar esas hermosas domingas mientras lo masturbaban.
Mónica estaba cachondisima, enfrente de ellos con las tetas bailándole al ritmo de las manotadas, se sentía una golfa, libre de tapujos sexuales, con insultante atrevimiento ante sus conservadores amigos que de solo aspirar a mirarla habían conseguido. Le agarraba los huevos le frotaba todo el tallo. Le encantaba contemplar la cara del placer del hombre que de pronto detenía la conversación, se giraba hacia ella y le volvía a meter mano a las ubres, luego relamiéndose proseguía la charla con su amigo. Pero más le gustaba observar a Germán, la miraba escurridiza, con suspiros largos, incrédulos ante la predisposición de Mónica y temerosos de ser vistos. Reclinado en su silla, como el que se acomoda para ver una película, disfrutaba de la situación, del manoseo de tetas cada vez más repulsivo y la polla erecta de su amigo de la que deseaba ver brotar la leche.
- Acércate y te hago una paja a ti también. Tengo dos manos.
- No, se va a notar mucho. Negó Germán que tenía unas ganas locas de que lo masturbaran
- ¿Te gusta? Le dijo al invitado, mientras este le apretaba uno de los pechos
- Me encanta ¿Por qué no me la chupas?
- No te pases, no soy ninguna puta. Además está ahí tu mujer. Y antes que chuparla prefiero que me follen.
- ¿Y por qué no follamos aquí mismo?
- Seria buenísimo. Pero entonces,…
- Seguro que nos está viendo.
- Perdona. No quería molestarte. Pero me encantaría que lo hicieras. Haces las pajas tan bien. Y estas tetas están tan ricas. Me encanta que me agarres los huevos.
- Deja
- Me voy a correr ya.
- Tranquilo. Le dijo ella. Disfruta
La leche broto entre los espasmos y la cara de satisfacción del hombre que agarro las tetazas por última vez juntándolas con fuerza.
- Por dios que bueno.
- Para que digas que no te atiendo bien en esta casa
- Te ha gustado
- Me encanta.
Se hubiera metido la polla de aquel extraño allí mismo y hubiera votado salvaje encima de él. Pero lo dejo con el bañador salpicado por el semen, se levanto y en una corta carrera agarro su dildo y se lanzo a la piscina.
Germán se dio cuenta y no la perdía de vista. Observo como ella se acomodaba en una esquina y se daba gusto con el consolador hasta conseguir su orgasmo.
El encuentro resulto para todos mejor de lo esperado, pero nadie quiso decir nada. Después de lo ocurrido no nos apetecía quedarnos a comer y con una excusa, nos despedimos. Casi en la puerta Germán nos dijo - El sábado próximo queremos ir a la playa. ¿Queréis venir?
La pregunta no dejaba de ser una proposición para otro acto de exhibicionismo.
- Os llamaremos.