Cuando conocí a Jorge
Lo que ocurrió antes de mi anterior relato
Al final todo lo que tiene que ocurrir, ocurre.
Mi pequeño negocio de asesoría fiscal y jurídica, crecía cada día más, de trabajar yo sola, en un pequeño apartamento donde se me amontonaban los papeles, por fin había podido, alquilar una oficina, donde también pasaba las 24 horas prácticamente, pero era mucho más espacioso, mejor situado y donde por supuesto no tenía que pagar el alquiler, dejándome manosear por un viejo asqueroso con el beneplácito de su mujer. Había cerrado una etapa oscura de mi vida que no quería que se volviera a repetir. Me iba también que ya incluso tenía algún empleado. Un abogado experto en cuestiónes fiscales, una secretaria, un par de comerciales, que estaban a la caza continua de posibles clientes, y mi amiga Gladys, que era mi empleada del hogar. Yo, había aceptado, trasladarme a vivir, a un chalet, en el que mis padres habían vivido hacía muchos años, cuando yo era niña. Cuando se trasladaron a su nueva residencia, lo estuvieron alquilando durante un tiempo. Cuando mis hermanos se emanciparon de ellos, mis padres les regalaron una vivienda a cada uno, y el chalet decía mi madre que sería para mi, en cuanto se lo dijese. Mi orgullo me hacía negarme a ello, aunque la relación con mi padre había mejorado muchísimo, yo sabía que en su foro interno aún no aceptaba a su engendro, osea yo. Mi familia tenía unas fuertes convicciones religiosas, y aunque en un principio aceptarán que su niño mediano era gay, ni por lo más remoto se imaginaron, que ese error de la naturaleza se quisiera convertir en mujer a tiempo completo. Al final, mi padre, acepto, o fingió aceptar, que yo era así, y me ofrecía toda su ayuda y sus contactos para que mi pequeña empresa pudiera despegar. Fue tan grande su arrepentimiento, que tuve que aceptar la donación de la casa y trasladarme a ella. Por eso me llevé a Gladys, mi tiempo era limitado, necesitaba a alguien que pusiera cierto orden en mi vida, yo trabajaba como una burra, apenas tenía tiempo para cocinar, o incluso para lavarme las bragas. Tres veces a la semana, recibía mis dosis de hormonas, y al menos en una de ellas, debía de acostarme en silencio, con fuertes mareos y bastante descompuesta, pues gracias a Gladys, aquello fue más llevadero.
Mi vida sexual, era escasa, por no decir inexistente, no tenía tiempo para ello, y no era por falta de ganas. Yo siempre había sido muy puta, y me había encamado con cualquiera, pero ahora mi tiempo no daba para más. En un viaje relampago que había echo a otra ciudad, por un asunto de negocios, me encontré una noche a las ocho con todo echo, y mi vuelo no salía hasta el día siguiente. Decidí salir cerca de el Hotel, a tomar algo, y la luz se me encendió, follaria si se presentaba la ocasión.
Después de comer unos sándwiches, en una cafetería, me senté en una terraza, a tomar una copa. No llevaba ropa interior, los tejanos encima de mi piel, una camisa cortita blanca de botones, desabrochada exageradamente hasta mi canalillo, zapatos de tacon rosas, maquillada lo justo, y mi melena rubia suelta(natural y propia mía) Yo por aquel entonces tenía 25 años, no llegó al 1,70, y siempre he sido muy delgada, de cadera estrecha. Las últimas operaciones a las que me había sometido, era a realzar mi culo, que siempre había sido escaso. Las prótesis hacen maravillas y ahora lucia unas nalgas, bien marcadas y altas y el efecto que resultaba embutidas en los tejanos era espectacular. He de decir que por aquel tiempo, aún no había retocado mis labios ni mis mejillas, y aunque me consideraba guapa, no tiene nada que ver a como soy ahora. Lo confieso, soy adicta a los retoques estéticos de continuo. Ya si tenía mis tetazas, después de tanto tiempo de tratamiento, y unos retoques había alcanzado mi talla 100, era mi ilusión desde niña, y las lucia con escotes exagerados o como en esta ocasión sin cerrar los botones que la decencia exigía.
Yo siempre he sido sincera, y cuando un hombre se me acercaba, después de entablar conversación le contaba mi secreto, no quería malentendidos, unos continuaban, otros educadamente se retiraban, y otros salían huyendo, los hubo que me insultaron y me agredieron.
Allí sentada, acepte, la invitación a una consumición de 2 señores que estaban enfrente de mi, aunque ninguno de ellos me atraía. Si observe, que el camarero, un muchacho de apenas 20 años, pasaba de continuo por mi lado y se asomaba a mi escote. Era guapo, se le veía bien formado, y le empeze a zorrear, el muchacho enseguida entró al trapo, y se entretenía conmigo de conversación aún a pesar de que la gente le reclamaba. Segui zorreando al mismo tiempo, con los que me habían invitado, no era cuestión de cerrar puertas, soy prevenida. Al final se sentaron conmigo, y volvieron a invitarme, al camarero no le gustó mucho, pero yo le guiñe un ojo para tranquilizarlo.
La conversación con mis pretendientes fue subiendo de tono, roces, mi mano apoyada en sus muslos, secretos al oído. Lo estaba pasando bien, me gustaban esos juegos previos, me sentía una reina. Me hizo gracia, ver a uno de ellos, pelear para quitarse su alianza. Se lo dije.
Yo también tengo un secreto.
Eres casada?
Me rei a carcajadas, todo la terraza se volvió al oírme. Cuando me calme, le hablé al oído.
No soy mujer del todo, digamos que lo soy a un 90%.
Sus ojos pudieron salir disparados de sus órbitas, se apoyo en su amigo y se lo contó en voz baja. Este me miró, y dijo que si era cierto, era lo más logrado que había visto nunca, y que le gustaría ir conmigo a un sitio más íntimo, y que su amigo tambien. Decidí, que era mejor esto que el camarero, tal vez hubiera salido, pero estos 2 eran tiro seguro.
Fuimos a un hotel diferente al mío. Por precaucion no querían que supieran donde me alojaba. Ya en el ascensor, los 2 se tiraron sobre mí, como lobos, sus manos desabrocharon los 2 botones que quedaban en mi camisa, y devoraba mía tetas a dúo. Sus manos bajaban por mi culo y lo apretaban. Llegué a la habitación sin camisa y con el tejano desabrochado. Entonces actúe yo, les empeze a desnudar yo, mis manos se entretenían en sus rabos, no eran lo mejor que había visto, pero no estaban mal, ya en esa situación me arrodille y comenze lo que mejor se me daba. Engullia una y masturbaba la otra, cambiaba, las rozaba suavemente y las engullia al momento, jamás les habían comido la poya así, se encrespaban, se ponían de puntillas, sus manos apretaban mi cabeza, pellizcaban mis pezones, suspiraban. Los tumbe encima de la cama, y segui con mis felaciones, mis dedos les rozaban disimuladamente el ano, eso a los hombres les excita sobremanera. Saboreaba el presemen de ambos. Ellos miraban mi insignificante cosita, y procuraban no rozarla. Uno de ellos, no recuerdo cual, daba muestras de querer acabar, y yo se lo impedía, le acariciaba más lentamente y le hacía desacelerar, mientras el otro ya jugaba con mi ano, introducía sus dedos, y se admiraba de su dilatación. Le mire y le dije, que en un rato estarían sus dos poyas dentro de mi a la vez. El se sonrió y acepto con la mirada. Y yo inicie el trato. Tumbe al más impaciente y suavemente me subí encima de él, metiendo su rabo en mi culo suavemente, mi esfinter debía de dilatar aún más, mientras seguía mamándo la poya de el otro. Transcurridos un par de minutos, y sin mover mi culo para que el debajo no acabarà, hice que el de enfrente se pusiera a mi retaguardia, con mi mano dirigí su poya por encima de su amigo, y le hice el gesto de que apretara en mi culo. Poco a poco se fue abriendo camino y una vez que mi esfinter se acostumbro a los 2 invasores, comenze a moverme, a ellos les indique que se estuvieran quietos. Yo marcaba el ritmo, suave al principio y acelerando después. La poya de arriba me rozaba la próstata, y yo sabía que mi orgasmo no tardaría en llegar. Asi les notaba excitados, sus respiraciones se volvieron más rápidas, y los tres al mismo tiempo, explotamos, yo encima de mi amante de abajo y ellos dentro de mi. Cuando sus poyas, perdieron su fuerza se deslizaron fuera de mi, yo muy solicita, se las lave con mi lengua restando cualquier vestigio de semen, también limpie mi corrida de encima de mi amante.
Charlamos un rato más, nos vestimos y abandonamos el hotel. Nunca más supe de ellos. Me pidieron mi teléfono, y se lo di.
Al día siguiente conocí, en mi ciudad, a Jorge.
Besòs.