Cuando Conocí a Edgard
En el entretiempo del partido nos despedimos, ellos se encontraban desesperados por alcanzar a ver algo del juego, por lo que me dirigí totalmente sola a mi vehículo, caminé por calle Catedral pasando los grupos de peruanos que escuchaban el juego por radio en esa pequeña Lima en que se había convertido la Plaza de Armas de Santiago, me entretenía escuchar las discusiones, para mi sin sentido, que sostenían estos con los pocos chilenos que a esa hora aún circulaban por el sector.
En el entretiempo del partido nos despedimos, ellos se encontraban desesperados por alcanzar a ver algo del juego, por lo que me dirigí totalmente sola a mi vehículo, caminé por calle Catedral pasando los grupos de peruanos que escuchaban el juego por radio en esa pequeña Lima en que se había convertido la Plaza de Armas de Santiago, me entretenía escuchar las discusiones, para mi sin sentido, que sostenían estos con los pocos chilenos que a esa hora aún circulaban por el sector.
Casi sin darme cuenta, al pasar por una fuente de soda donde se agrupaba la colonia peruana frente a un televisor, abarrotada, al extremo que un gran grupo miraba desde la acera, solté un - gana Chile por dos goles -, los gritos - nooooo señorita - y silbidos no se hicieron esperar, avivándose nuevamente la discusión que no evitó que siguiese mi camino, realmente me encontraba de buen humor, pese a que hace más de una semana que no tenía sexo y más de tres meses que no tenía de aquel que me gustaba a mí.
Sentí que llamaban pero no me giré pues realmente no pensé que fuese a mí, hasta que un hombre mayor de marcado acento peruano me tomo del brazo, haciendo gestos para que le esperara mientras recuperaba el aliento. Sin ser descortés le pregunté qué ocurría, a lo cual sólo me señaló que había escuchado mi comentario y había pensado en invitarme a ver el partido, mis explicaciones para no ir, no parecían convencerlo y sin querer me vi enredada en una distendida discusión sobre los méritos y deméritos de cada selección para ganar el partido, en medio de esta, de pronto espeté:
Le apuesto que gana Chile.
Y que apuesta la señorita- Contestó.
Noté en su voz y su mirada un dejo de morbosidad que hizo que juntara fuertemente mis piernas al sentir que mi vagina tomaba vida propia como hace ya tiempo no lo hacía. Sin darle más tiempo giré sobre mis tacos impulsivamente y caminé en dirección a la fuente de soda a la vez que le decía:
-Todo lo que vez cholito-.
Sonriendo me alcanzó y caminamos siguiendo el tema del fútbol.
Como pudimos ingresamos al local, sentándonos con un grupo que compartía una jarra de cerveza, bebiendo entre los gritos y hayes cada vez que un ataque peruano era contenido por los chilenos, yo era la única que avivaba a Chile y recibía las festivas recriminaciones de los otros.
La cerveza hizo su efecto por lo que pasando entre medio de la concurrencia, que muchos aprovecharon para frotarse en mi culito me dirigí al baño, sentándome a orinar, me encontraba un poco mareada y encerrada en mis pensamientos, por lo que no me percaté de la llegada del que me había invitado, hasta que teniéndolo enfrente bajó el cierre de su pantalón y sacó su verga flácida frente a mi cara, sin decir nada, até mi pelo en una cola de caballo, descansando las manos apoyadas en mis piernas mientras seguía sentada, acerqué mi boca a su verga y comencé a chuparla, la mantenía en mi boca jugando con mi lengua en su glande, para luego dejarla salir suavemente notando como se endurecía entre mis labios. Sin dejar de chuparlo desabroché su pantalón dejándolo caer por sus piernas, una de mis manos acarició su muslo hasta introducirse en sus calzoncillos buscando sus testículos, mientras la otra lo masturbaba intercalando mis lamidas a todo lo largo de su miembro con chupadas profundas.
Tomó mi cabeza penetrando mi boca, obligándome a alojar la totalidad de su daga de carne en ella, escuchaba sus gemidos, su respiración entrecortada, sus insultos que lejos de ofenderme me excitaban aún más, mientras sentía sus movimientos en mi cara, fornicándome, buscando su placer hasta provocarme arcadas.
Me levanté y lo besé buscando su lengua, mientras sus manos iban de mis tetas a mi culo desesperadamente, sin dejar de besarlo saque mi chaquetita y la arrojé al piso, me separé un momento, levanté mi falda hasta mi cintura, giré para apoyarme en el WC, dejando a su vista y disposición mis nalgas y le dije: -métemelo-.
Corrió mi colales, apoyó la gruesa cabeza de su verga y ayudado de su mano comenzó a penetrarme, sentía abrirse mi vagina, sentía su miembro horadando mis carnes, hasta que introdujo su cabeza, sintiendo como mi concha abrazaba aquel precioso pedazo de carne, lo retiró para volver a penetrarme profundamente arrancándome un gritito de placer, se apoyaba en mis caderas, agarraba y apretaba mis nalgas, moviéndose rápidamente, buscando acabar.
-Si, siii, más, más, párteme, noooo pares, vamos ábrele la concha a esta puta chilena, párteme la zorra, sigue, sigue.; le alentaba a no dejar de penetrarme, me tomó de los hombros atrayéndome hacia su cuerpo con fuerza cada vez que se clavaba en mi concha, mis piernas se doblaron al sentir el orgasmo que recorría desde mi vagina a mi columna y explotaba en movimientos estertóreos de mi cuerpo.
Así de rodillas él siguió bombeándome, sus caderas chocaban con mis nalgas, una de sus manos se deslizó hacia mi nuca bajando mi cabeza hasta introducirla en el WC, mi vagina se inflamaba, su respiración y sudor me anunciaba su vaciamiento, cuando brutalmente sacó su verga y tomándome del pelo la introdujo en mi boca masturbándose con ella, mientras yo trataba de retenerlo para que acabase, sin embargo la sacó y sujetando mi cabeza echada hacia atrás, se masturbo hasta explotar en mi cara, llenándomela de leche que recogí con mis dedos y saboree mirándole agradecida.
Me levantó y tomando mi falda la deslizó por mis piernas, yo sólo le dejaba hacer cuando me dejó sólo con mi blusa, me llevó de los hombros empujándome hasta obligarme a sentar en el WC, tomó su verga, la apuntó a mi rostro y luego de unos segundos comenzó a orinarme, di un salto y me cubrí la cara con las manos para evitarlo, pero podía ver en su cara el placer de humillarme, baje mis manos eche atrás mi cabeza mientras él dirigía el chorro de pis de mi cara a mis tetas, trasluciendo mi blusa hasta que acabó.
No dijimos nada, él se vistió, yo por mi parte me saque la blusa, me puse la falda y la chaquetita que dejaba entrever casi la totalidad de mis pechos, lo tomé del brazo pues me esperaba y acercándome a su oído le dije: -quiero seguir culeando-.
No fue un misterio para nadie lo ocurrido, algunos miraban con envidia, otros con una mayor lejanía, nosotros nos sentamos y entre el fútbol, la cerveza y la conversación, Edgard y los otros comentaban abiertamente lo buenas putas que eran las rotas.
Su mano sobre mi hombro reposaba al interior de mi chaquetita, mientras la mía jugaba por sobre su pantalón en su verga, no dejaba de amasar mi pecho y apretar mi pezón que ya estaba a punto de explotar, acercándome a su oído le dije que la chaquetita molestaba, mientras con la otra mano solté los botones de la misma, la cual se abrió en su totalidad dejando mis senos a la vista de todos, lo que se tradujo en gritos incomprensibles y aplausos de los más cercanos, mientras a mi oído escuchaba a Edgard decirme que era muy puta.
De pronto todo estalló, el salto fue total, los gritos contenidos escaparon y se expandieron del televisor al local y de este a la calle, era gol de Perú, la cerveza salpicaba de los vasos, todos los de la meza me abrazaban, con disimulo o abiertamente agarraban mi culito, limpiaban mis senos mojados de cerveza, sobándolos y apretándolos, desde mi espalda sentí un abrazo y al retirarse mi chaquetita se deslizo por los hombros aprisionando mis brazos al lado de mi cuerpo, otro dejó caer cerveza sobre ellos bebiéndola desde mis pechos, eche mi cabeza hacía atrás apoyándome en quien me sostenía a mi espalda, dejando que varios bebieran de mis tetas hasta que la chaquetita terminó de abandonar mi cuerpo, dejando mi torso desnudo frente a los gritos del local. Hace mucho que no me sentía exhibida y hacerlo hacía que mi cuerpo temblase y mi vagina resumía líquidos por mis piernas, mientras no sólo Edgard me tocaba.
El partido terminó y entre nuevos gritos me acerque a Edgard y le dije -tu elijes-, no pareció entenderme, -qué elijo- me preguntó sorprendido,-cuantos y quienes nos acompañan- le dije mientras ajustaba mi chaquetita y ordenaba mi falda.