Cuando comprendí lo puta que soy. Parte 3

Continúa la historia de aquella noche en la que descubrí lo puta que soy.

Esta es la tercera parte del relato Cuando comprendí lo puta que soy.

Estaba muy excitada, la noche había empezado fuerte, continuó y se fue elevando y no podía sentirme tan caliente. No quería pensar que pasaría cuando se me pasara y comenzara a sentirme mal por Luis. Pobre, no se merece eso. Por eso pensé en regalarme el mejor polvo de su vida en el asiento trasero de ese coche.

-          Ven aquí atrás y siéntate aquí.

Mandaba yo, el obedecía.

-          Uhhh que bien suena eso.

Contentó Luis mientras se sentaba donde hasta hace unos minutos estaba sentado su amigo Joel. Clavé mis rodillas en los asientos, dejando mi cuerpo sobre el suyo, dejando mi coño húmedo y ya penetrado sobre su polla para comenzar a contonearme al ritmo de una música inexistente.

-          Como estás hoy ¿No?

Susurró entre gemidos Luis, y yo casi muero de vergüenza, pero mi instinto fue ir de cara.

-          Luis, déjame sentirme guarra.

Y seguí besándole con mucha lengua, alternando besos y lametones en el cuello. Luis me agarraba el culo como si fuera a salir volando y tuviese que impedirlo, y me susurra.

-          Guarra.

No podría haber dicho otra cosa para humedecerme, esa palabra me retumbó en la cabeza a la vez que me palpitaba el coño.

Comencé a bajar por su pecho y al llegar a sus pantalones no perdí el tiempo, le quité los pantalones y los calzoncillos dejando su polla ya tiesa delante de mí. Se notaba que ya estaba muy caliente, pues ya bien podría follarme con eso ya. Aun así, yo quería sentirme guarra haciendo guarradas.

Bajé hasta los testículos para comenzar a sacar la lengua y lamerlos lentamente. Antes de comenzar a subir la lengua por el tronco, sin yo quererlo, susurré aquello que me retumbaba en la cabeza.

-          Guarra.

Luis lo oyó y no pudo evitar suspirar de placer. El decirlo me calentaba mucho más, y a él se excitaba que yo misma me llamara así. Ascendí mi lengua por la polla hasta llegar al capullo, donde comencé a dar lametones sobre él. Lo pasaba por mis labios húmedos a la par que daba golpecitos sobre ellos y volví a susurrar de forma muy lasciva.

-          Guarra.

Saqué la lengua lamiéndola y devorando la polla que ya estaba aún más dura y lubricando presemen. Comencé a subir y bajar besando el capullo cada vez que me la sacaba de la boca para respirar. Esa cosa estaba ya muy dura, y yo estaba demasiado cachonda para esperar más.

Me volví a subir sobre mi novio, esta vez sin sus pantalones, mi tanga llevaba rato retirado, pues mientras mamaba me estaba tocando indiscriminadamente. Y solo colocándome y dejándome caer comenzó a penetrarme. No podía darme más gusto. Comencé a moverme en círculos, contoneando mi cuerpo desinhibido totalmente mientras gemía de placer sin ningún tipo de pudor.

-          Guarra.

Volví a susurrarle al oído antes de introducirle la lengua en su oreja mientras le gemía de placer al notar como me la metía con mis movimientos de cadera. En círculos, votando, iba alternando cada pocos segundos aguantando un buen ritmo, estaba cachonda y gozando como una auténtica perra.

Notaba a mi novio muy excitado, me soltó el culo apoyando los brazos sobre el asiento, eso indicaba que estaba a punto de correrse y trataba de retrasar la eyaculación. Pero no se lo merecía, después de ser tan guarra no puedo negarle eso a mi novio, y decidí ponerme a mil para que se corriera a gusto conmigo.

Seguí contoneándome y gimiendo como si fuera una actriz porno, lo cierto es que me estaba encantando y sería sin duda, aunque breve el mejor polvo de la historia. Esa polla estaba dura, y notaba como comenzaba a endurecerse más, síntoma de que empieza a palpitar.

-          ¿Te gusta follarme?

Susurré entre gemido y gemido, mientras me bajaba el top para sacarme las tetas fuera y pegárselas a la boca para que me las lamiera como horas antes hizo su amigo. Pensar eso me volvió loca, estaba siendo muy guarra, y cada vez me gustaba más.

-          Si.

Contestó entre gemidos Luis. Su cara no podía ser más satisfactoria, nunca me había comportado de manera tan sexual, y pensé que, ya que iba a tener la mejor corrida de su vida, aprovecharla un poco y decirle sin tapujos lo que llevaba toda la noche pensando.

-          Follame, soy tu puta.

Y apreté los movimientos de cadera a la vez que gemía muy fuerte de placer y acercaba mis tetas a su cara mientras notaba como se corría dentro de mí coño, yo no bajaba el ritmo, pues, aunque él se estaba corriendo yo también estaba disfrutando como nunca en la vida. Jamás había estado más excitada.

Me tuvo que decir que parara. Mi gozo se había acabado, y viendo a Luis, comencé a sentirme un poco mal. A medida que pasaban los segundos me daba cuenta de lo que había pasado, lo que había hecho.

-          Déjame que te coma eso.

Me dijo lascivamente Luis. Quería dejarme satisfecha, y yo también quería, pero la culpa ya había hecho mella y decidí decirle que daba igual. No podía pensar en lo guarra que había sido con Joel, y en lo que podría pasar si se enterara Luis.

Nos fumamos un cigarro hablando poco y escuchando música, que menos mal que la puse, porque se me hizo eterno. La culpa no mellaba, y nos despedimos en mi calle, dudaba si decirle que subiera, aunque no serviría de nada, solamente para abrazarle, pero tampoco tenía fuerzas para eso.

Al cerrarse el portal, el coche de Luis arranca y veo como se marcha, espero unos segundos hasta que deja de percibirse la luz del coche en la calle. Suspiro y me dirijo al ascensor. Cuando de repente.

-          Miri Miri Miri.

Se oyen unos susurros y unos golpes no muy fuerte en el cristal de la puerta de la entrada del edificio. Es Joel.

-          ¿Qué coño haces aquí? Tío no sabes lo mal que me siento.

Le dije mientras me acercaba a la puerta, sin abrirla desde el otro lado del cristal.

-          Abre que tenemos que hablar. Además, aún tengo que follarte puta.

Abrí la puerta.