Cuándo, cómo, y dónde?, lo decido yo.
"como te pones conmigo, creo que ni yo lo sé. Creo que en poco tiempo pasarías a un nivel que ni siquiera sabes que existe. Y yo creo ser un buen conductor para ti"
La fiesta de cumpleaños había sido un éxito. Todos habían participado, cantado y algunos hasta habían bailado. Ahora solo quedaban los cadáveres de algunas botellas de whisky, y dos o tres botellas de cerveza. Había llegado el momento, de retirarse a descansar. Cuando se marchó el penúltimo invitado, mi familia, se había despedido cariñosamente de mi viejo amigo, y de mí, como para que pudiéramos despedirnos tranquilamente, tal vez evocando algún recuerdo…
- Que bien lo pasamos, no? –rompió el silencio. Parece que estamos de suerte…..tenemos buena música, algo de energía, y un restito del buen amigo Juancito .
- Si, estuve algo nerviosa, pero no me puedo quejar. Todo fue de maravillas-suspiré, tomando el vaso que se me ofrecía.
- Ese baile con tu marido, fue todo un espectáculo. Y pensar, que siempre habías jurado no saber bailar – reclamó con picardía.
- Es que no sé bailar. Dicen que tengo buen oído, y lo único que hago, es dejarme llevar. Pero si observas bien, no bailo, solo me muevo, alrededor de Pablo, para compensar un poco su aturdimiento – me defendí.
- Joer! – protestó. Y por qué se aturde el tío ese?. Que no es más fácil, dejarse llevar y disfrutar de lo que le toca?.
- Es que bailar, nunca fue lo suyo. En cambio, yo…le puedo! Jajaj… Él dice que yo le pongo cara de …
- Guarra! – espetó
- Ayyyy, tampoco era para que me lo dijeras así – protesté entre risas.
- Es que te lo comes con la mirada. Ya quisiera yo que hubieras bailado así para mí, en aquella oportunidad – dijo recordando su propia fiesta.
- Jaa jajjajajj, hubiera sido un boom! La ex noviecita que viene tímidamente a la fiesta, saca a bailar al recién casado, y se le refriega hasta ponerlo a mil – comenté entre risas.
- Fui yo – interrumpió, con su mirada fría escrutando mi cuerpo.
Ya conocía yo esa mirada, y él sabía el efecto que tenía en mí. Creo que de hecho me lo hacía a propósito. Espera el momento justo, cuando yo estoy más relajada, y entonces….dos palabras, una mirada…y mi cuerpo se pone tenso, mi respiración se entrecorta, mi corazón se hace audible…
- Que fuiste tú? – pregunté, tratando de reponerme. Que fuiste tú, el qué?.
- Que fui yo, el que te sacó a bailar. Dijiste que la ex noviecita saca a bailar….bla, bla, bla…y no fue así. Fui yo, el que te sacó a bailar. Y no me canso de repetirlo…fue como bailar con Pinocho – rezongó una vez más.
Nuestros diálogos siempre habían sido así…una confianza extrema, que permitía eso…ir del flirteo, a la sinceridad más brutal. Supongo que es el resultado de relacionarse desde la niñez. Igualmente, pasaron ya más de treinta años, y no me acostumbro. Ni a la sinceridad de sus críticas, ni a sus manos cuando me tocan apasionadamente, ni a sus ojos cuando me miran con deseo. Así como me enojo cuando me bastardea, me desarmo cuando me toca, y me mojo cuando me mira.
- Te hubiera gustado que te bailoteara ese día, no? – pregunté, sosteniéndole la mirada.
- Mucho – asintió al instante, inmovilizándome con sus ojos.
La bebida se calentaba en mi mano, mientras trataba de mantener un diálogo cordial con mi último invitado. Él, parecía estar muy cómodo, y lejos de pensar en su retirada. Saboreaba cada trago de whisky, mirándome. Su boca tenía una leve sonrisa. Siempre esa calma, esa aparente frialdad. Parecía un león, vigilando a su presa. Nunca estaba apurado. Sus movimientos eran calculados. Creo que hasta adivinaba para que lado se movería el hielo, mientras se derretía en mi vaso. También intuye que mi hielo se derrite mucho más rápido que cualquier otro, mientras el vaso esté en mi mano, y mientras él me esté mirando. Levanta el vaso, siempre con su mirada clavada en la mía, en son de brindis.
- Por qué brindamos? O por quién? – rompo el silencio.
- Por el viaje – respondió.
- Ah, si. Fue bueno? Muy cansador? – pregunto, tontamente.
Los dos nos reímos. Nos sabemos. Nos predecimos. Yo sabía de qué viaje hablaba, y él sabía que yo haría esa mezcla de términos.
- Si, estuvo bien. Aunque agotador – contestó, siguiéndome el juego.
Es un juego que nos gusta, y lo seguimos de siempre….dejamos que la falsa confusión fluya….y nos divierte ver hasta dónde llega. A veces dá vueltas inesperadas, y cada uno de nosotros, aporta lo suyo, para tratar de dejar en offside al otro. A veces se torna duro, y otras, muy excitante, empantanante.
- Entonces? Vamos? – preguntó.
- Ya lo sabés. Vos me podés.
- Como está tu graduación hoy? – sondeó
- “necesitada, grado 8”, sería una buena definición – susurré.
- Mmmmmmmm - dejó salir un suspiro de deseo.
- Y sabés que me encanta, dejarme llevar – mi voz era casi un hilito
- Aunque te falte el aire? Me lo dijiste una vez, es un lugar sin atmósfera. Será seguro? – bromeó.
- Sos el único que logra llevarme a ese lugar…donde mis piernas flaquean… y mis sentidos, se desvanecen - dije, ya casi experimentando ese torbellino de emociones que acompañaban nuestros encuentros íntimos.
- Luego de tantos años, pensé que eras una folladora consumada – sonrió.
- Y eso? – consulté sorprendida.
- No sé, me salió eso ahora. Cuando te encontré, me había hecho otras ideas respecto a vos – recordó.- Te imaginaba fogosa…habiendo probado todo…o casi todo – dijo pensativo.
- Pues no – lo interrumpí . - te estaba esperando…
- Acá estoy – interrumpió él.
- Espero no haberte decepcionado demasiado – bromeé.
En su mirada no había decepción. Yo diría que me escrutaba. Su cabeza siempre va un paso adelante. Cada palabra, cada rincón, cada sensación, será la base de algún juego. No solamente tiene una habilidad especial para inventar cosas, sino que se deleita viendo mi reacción a su creatividad. A veces siento que soy su conejillo de indias, Una vez me dijo “como te pones conmigo, creo que ni yo lo sé. Creo que en poco tiempo pasarías a un nivel que ni siquiera sabes que existe. Y yo creo ser un buen conductor para ti”.
- Color? – preguntó, sacándome de mi ensimismamiento.
- Mmmm….rojo, o violeta – sabía que esa pregunta siempre hacía referencia a mi ropa interior.
- Si, así quedarán. Así te quedarán las nalgas, después de unos cachetes – dijo riendo, pues me había engañado.
- Y solo es un hilo dental que no será estorbo para ti – dije redoblando la apuesta.
- Uy, eso cambia un poco las cosas… solo el orden . No podré evitar hacerlo a un lado y metértela de un solo empujón….hasta….- sonrió con malicia.
Mi boca ya estaba en ese punto en que no se abre, porque prefiero escuchar y dejarme llevar, antes que interrumpir esas palabras que me endulzan los oídos… Mi cuerpo ya comenzaba a moverse en ese vaivén que presagia que estoy llegando al clímax. Silencio. Mis ojos ya se habían cerrado involuntariamente. Mi mano había empezado a recorrer mi cuerpo. Solo escucharlo me hacía vibrar. Y él era perfectamente consciente de lo que lograba hacer en mí. Solo se escucha el ruidito del hielo golpeando el cristal, cuando él bebe. Mi mano se desliza por dentro de mi pantalón, como en aquellas viejas sesiones de chat, en las que él me hablaba…y yo me autosatisfacía, o creía hacerlo, ya que sin su voz, era poco el grado de emociones que conseguía. Se tranca mi anillo, mi mano ya no puede seguir descendiendo hasta su meta. Rápidamente, y sin pensarlo, suelto el vaso, que cae estrepitosamente al piso, y me arranco el anillo, en un solo movimiento. Mi mano está finalmente en condiciones de reptar hasta mi coño. Necesito encontrarlo, es ese momento mágico en el que solo quiero llegar a meter un dedo, o dos, o tres, en una carrera de locos, como si dudara de que sigue allí, abierto, expectante, mojado. Algo interrumpe esa loca carrera. En el recorrido, he tocado sin querer algo que me reclama caricias. Ese pequeño punto está calentito, y ya no puedo dejar de tocarlo. Necesito otra mano. Él no ha dejado de observarme, pero ya no habla….
- Hastaaaaaaa!!!!? – pregunto con desesperación. Se había interrumpido y yo ya no podía volver atrás.
- Hasta que grites, obvio! – contestó con soberbia, trayéndome a la realidad.
- Pero yo no grito, nunca grito – protesté.
- Peor para ti – con voz amenazante.- o tal vez…mejor!
Ahí estaba otra vez. Tiene ese extraño poder de llevarme al clímax, arrancarme algunos suspiros, y hasta jadeos, y traerme de vuelta a la realidad, para nuevamente decir dos palabras, y elevarme a un punto aún superior, y cuando me tiene en la cima, se deleita desconcertándome con un silencio…o tal vez una palabra.
- En algunas ocasiones, te haré gritar, y en otras, cuando comprobemos que tú, sí gritas, ya no te dejaré hacerlo.
Mi dedo continúa tocando mi clítoris, con renovados bríos. Y mi otra mano está intentando atravesar el jean para llegar a mi coñito.
- Quiero agarrarte por detrás, con fuerza –susurra, con esa voz que me puede.
- Con fuerza? – apenas me escucho.
- Mucha,…inmovilizarte…- continúa cadencioso.
- Creo que cuando me agarras, te salen brazos extra para sujetarme – intento aflojar la tensión.
- Cerrarte la boca, hasta que …yó, la necesite – sus labios parecen besarme con las palabras.
- Podría ahogarme, yo hablo inconteniblemente…y también me río…cuando estoy nerviosa – dije a la defensiva.
- Te amordazaré entonces, hasta que necesite de tu boca – sentenció.
Dentro de mi turbación, pude escuchar cuando apoyó el vaso sobre la mesa, y sentí que se aproximaba. Su calor me acariciaba, y su olor me envolvía. Aunque tenía los ojos cerrados, sentía su mirada en mí. Sabía que me observaba y aun así, no podía dejar de tocarme. Suponía que me iba a besar, ya que sentía su respiración en mi cara. Tal vez, iba a ayudarme a quitar el pantalón, que se había vuelto un cuasi cinturón de castidad, evitando que mis coño fuera penetrado por mis dedos. Lo que ansiaba ciertamente, era que él se hiciera cargo de tocarme, para yo tener las manos libres, y tomar con ellas, ese regalito que tanto se hacía desear. Llevaba meses sin verlo en mi pantalla. Algo debí haber hecho mal. De alguna manera, mi amo me había hecho acreedora al peor de los castigos….que era privarme de ver sus propias sesiones orgásmicas. Hoy finalmente podría tocarlo, tal vez contenerlo. No sabía qué era lo que tenía preparado para mí. Pero seguro que me encantaría. Esos segundos se hacen eternos, yo sigo luchando por complacerme, y él sigue privándome de sus besos, sus caricias, su voz. Si, puedo sentir su olor. Mi cabeza estaba apoyada en el respaldo de la silla, e involuntariamente, se levanta hacia él. Ansío besarlo, y sé que está a escasos centímetros, tal vez milímetros. Mis labios rozan su cuello, y en un movimiento que exigió gran destreza abdominal de mi parte, logro estamparle un beso.
Cual sapo que se convierte en príncipe con el beso de su amada, toda su dulzura y melosidad de hace segundos, parecieron desaparecer en un instante. En el mismo instante en que una mano me toma de mi coleta de caballo, y me levanta de la silla, y otra mano, me aprisiona por la cintura dejándome en el aire. Su boca se apoya vorazmente en mi cuello, y sus dientes me aprisionan, durante unos segundos, hasta que fui arrojada sobre el sofá. Intento acomodarme de este intempestivo ataque cuando siento el peso y la presión de su cuerpo encima de mí. Su boca ya no tiene la dulzura de hace minutos, sino la pasión que yo ansiaba volver a sentir. Con una mano, me toma, y me dá vuelta, dejándome boca arriba, para besarnos con la desesperación típica de dos amantes, que no se han tocado por casi un año. Sus manos recorren con avidez primero mi cuello, luego mis tetas, una de ellas se detiene en el huequito que las separa, como queriendo marcar un territorio. Todo su cuerpo está sobre mí, y casi no puedo respirar. Son solo unos segundos, en los que la desesperación por besarlo, me fuerzan a tratar de zafar de esa presión. Ese esfuerzo es totalmente inútil, ya que su cuerpo no cede ni un milímetro. Su mano desciende un poco por mi abdomen, ahora un poco más libre, y yo creo alcanzar el primer orgasmo de la noche, ya no puedo contenerlo…estoy temblando de pies a cabeza…siento que me voy, hasta que su otra mano, me toma con fuerza la cabeza, y me obliga a mirarlo. En su mirada hay furia, una furia que me encanta, que me seduce…y su voz es clara…solo dice –no!
Es una especie de tortura volver a la realidad. Y no me atrevo a dejar de mirarlo. Mis ojos son implorantes. Se queda inmóvil unos segundos, e impide que yo haga nada…Solo se escucha mi respiración muy irregular, y soltando aire a borbotones.
Cuando nota que ha controlado la situación, prosigue con el descenso de su mano, que hábilmente desabrocha mi pantalón. Suelta mi cabeza, para utilizar las dos manos, en un trabajo que normalmente me lleva más esfuerzo. De un solo tirón baja el pantalón y me deja con las piernas desnudas, luciendo mi pequeña tanguita, ya medio desacomodada, y los zapatos que me había regalado mi marido para mi cumpleaños.
Cuando me mira de arriba abajo, pienso que va a opinar sobre la tanguita….pero se detiene en los zapatos.
- Así te quiero, en tanguita, y con tacones – aprobó
Yo solo estaba concentrada en no dejarme llevar, para no arriesgarme a alcanzar mi orgasmo antes de tiempo. Pero no dejaba de temblar como una hoja. El seguía vestido, traía unos bermudas verdes, con un buzo blanco, que dejaba todo su torso muy marcado. Seguramente había estado haciendo pesas todo este tiempo, para poder lucir sus músculos en estos lares. Mi mirada recorría su cuerpo, deseándolo, creo que mojándome más y más. Me tenté y miré el lugar donde seguramente se encontraba mi regalo, y él debió notarlo, porque de un solo tirón, me hizo dar vuelta en seco, para quedar boca abajo, y tomando mis brazos, los juntó en mi espalda. Yo sentía que buscaba algo en el bolsillo de su pantalón. Se tiró cuan largo es, sobre mí, aprisionando mis brazos, para dejar su boca bien cerca de mi oreja. Con cuidado, me quitó el pelo de la cara, soplándolo, y con un renovado cariño, susurró en mi oído.
- Te lo dije, de camino a casa, pasé por la ferretería de Cno. Carrasco y traje lo que necesita una putita como vos. Pero no te preocupes, es de algodón. Lamentablemente, es algo fina, así que sugiero que no te resistas demasiado, así no te lastimo.
Otra vez comenzaba yo a moverme, o a intentarlo, tratando de frotar mi entrepierna contra el paño del sofá. Durante años me había quejado de ese sofá, viejo y rugoso, y ahora se me antojaba, cómodo, pero demasiado suave, para mis necesidades del momento.
Con la maestría propia de quien ha experimentado mucho con nudos, fui atada por los brazos, y besada largamente en toda la zona de la baja espalda. Tenía la cabeza girada hacia el lado de la mesa, y sentía como trataba de estirarse para alcanzar algo. Giré todo lo que pude para tratar de ver de qué se trataba, cuando resonó en toda la sala…
-PLAAAAAAAAAFFFF
Salté en el lugar, sin que se notara nada, ya que él continuaba sobre mis piernas, y mis brazos estaban inutilizados. Había recibido una nalgada de antología. Creo que la primera de mi vida. La sorpresa me shockeo unos segundos, hasta que abrí la boca para comenzar a protestar, y entonces…
-PLAAAAAAF, PLAAAAAAF, PLAAAAAAAF, PLAAAAAAAAAFFF.
Fueron solo cuatro más; golpeaba una y otra nalga; la segunda me dolió más que la primera, la tercera, un poco menos, aunque esa nalga aún ardía. La cuarta fue suave, y la última de la serie, fue golpe o fue caricia? No pude evitar sonreir, no sé si de nervios, de sorpresa, de dolor, o de placer….Y entonces, lancé una risita histérica. Qué me estaba pasando? Cómo es que no podía diferenciar dolor de placer? Esos pensamientos confusos, se apoderaron de mí, al punto que no noté, que él finalmente, había alcanzado lo que buscaba. Solo noté algo helado en ese huequito que se forma en el nacimiento de las dos nalgas, y como su lengua, saboreaba cada gota de whisky derramado en mi espalda. Ya perdí el control, no pude evitarlo. Estallé en un orgasmo que ni él pudo evitar. Mi cuerpo se tensó, mi cabeza golpeaba el sofá, ya que mis piernas seguían aprisionadas, mi punto más alto había sido alcanzado cuando sentí como me daban vuelta nuevamente, y su mano tomaba mi cuello. Casi no podía respirar, y su otra mano estaba buscando algo. No me dí cuenta pero él ya se había desnudado. Yo seguía teniendo mi tanguita, y una blusita blanca con botoncitos muy delicados, que yacía toda arrugada, alrededor de mis pechos. Apoyado sobre su lado izquierdo, sostenía mi cuello con una mano, y buscaba en mi entrepierna con la otra. Finalmente encontró el hilo de la tanga, y lo rompió de un tirón.
-aaaahhhhhhh – casi grité. Me había sorprendido.
Eso pareció recordarle que yo no debía hablar, ni decir nada, porque automáticamente, me tapó la boca con la suya. Nos besamos una vez más, apasionadamente. Parecíamos dos fieras salvajes, cuando sentí que un dedo, o dos , o tres, se metían en mi coño…. Y mis piernas se abrieron, cayendo una de ellas a un lado del sofá. Luego de minutos de besarnos, siendo penetrada una y otra vez por esos dedos…no sé cuantos, intentó alejar su boca de la mía, pero yo trataba de no terminar nunca ese beso. Comencé a temblar nuevamente, estallando en otro orgasmo que parecía no llegar, y prolongar ese momento exacto, justo un segundo antes de explotar. Creo que no era casualidad. Estaba manejando mi orgasmo con sus dedos. Mi placer era algo indescriptible, y tan pronto me permitió alcanzarlo, creo que me desmayé. Ya no podía ni abrir los ojos. Nunca había sentido algo así, ni tan seguidos. Mi pierna seguía colgando a un lado del sofá, ocasión que fue aprovechada.
Cuando poco a poco iba recuperándome, su mirada preocupada en la mía:
- Estás cómoda?
- Siiiiiii,- respondí casi sin pensar.
Ya no me acordaba de los brazos, ni sabía cómo iba vestida. Solo quería expresar mi gratitud, y así lo manifesté.
- Me gustaría acariciarte.
- Ya – fue toda su respuesta.
- Pero necesito las manos- protesté.
- O te callas, o te amordazo – frío y calculador.
Tomó un cuchillo de arriba de la mesa, y me lo pasó por la pierna derecha, luego pasó la parte de la ingle, y llegó a donde se ensanchan mucho mis caderas. Ese metal frío deslizándose por mi piel, me daba mucho gusto. Él me miraba amenazante. No surtía ese efecto en mí, ya que lo del cuchillo, no era una amenaza. Sabía que era un juego, supongo que efectos de la temperatura, pero que jamás me haría daño, porque nos queríamos mucho, y nos teníamos mucha confianza. Absoluta confianza. Sus ojos estaban en los mios. Me mira como quien mira su nueva adquisición. Siento que soy toda suya.
- Te tengo a mi merced – me miraba con orgullo.
Mi respiración era el único sonido que se escuchaba. Estaba otra vez delirando, pero de placer, y la punta del cuchillo recorría mi abdomen. Cada tanto se detenía, para apoyarse de lado, como aplicando una compresa fría en mi piel, que lejos de provocar fresco, me calentaba aún más. Finalmente, el cuchillo llega a su destino, y de un solo corte, desgarra, mi blusa y mi brasier, dejando mis senos oscilando. Mis pezones delatan mi estado, están oscuros, turgentes, pidiendo una caricia.
Dejando el cuchillo a un lado, se abalanza sobre ellos, y comienza primero a lamerlos. Su lengua es caliente, firme, experta. Comienza una serie de besitos suaves, que culminan en uno de mis pezones, aprisionándolo con sus labios, primero tironcitos suaves, cada vez más firmes, y luego mordisquitos. No pude evitar un quejido que no sé si era fruto de dolor o de un nuevo orgasmo que se avecinaba. Él, me mira reprendiéndome, y se separa unos centímetros, como para observarme. Pero su reacción es otra. Le da sendos golpecitos a mis pezones, haciéndome retorcer sobre el sofá.
Mi cuerpo ya está todo rojo, e implorante. No se hace esperar. Pasa una pierna por encima de mí, y siento como la punta de su polla, ya muy crecida, busca en mi entrepierna, para introducírmela toda y de un solo movimiento.
Estaba segura que no gritaba en esas circunstancias. No obstante, y sin que pudiera evitarlo, un grito surgió de mi garganta.
- SII, SSSSSIIIIIIIIIIIIIIIIIII, eso. Me gusta. No ppares, por favor….. No vayas a parar. – pedí.
Tenía una teta en cada mano, y parecía estar muy cómodo, tirando de ellas, para metérmela cada vez más rápido y más profundo. Creí estar delirando, cuando con la misma habilidad, y rapidez, la sacó de un solo tirón.
- Nooooooooooooooooo, por qué hiciste eso????- casi sollozando. – Me estaba gustando mucho.
- Querés que la vuelva a meter?- preguntó.
- Siiiii, por favor – asentí.
- Hasta el fondo? – pidió detalles.
- Siiii, y maás…. Pero por favor, dejame disfrutar de ella – rogué.
- Lo hago fuerte, y de una – casi, manifestando un deseo.
- Siiiii, pero ya….no te hagas el difícil – manifesté.
- Y ….quién decide cuándo, cómo, y dónde entra mi polla? – con una sonrisa en los labios?
- Tú, obviamente – contesté, con cierta incertidumbre.
En lugar de premiar mi buena contestación con una sonrisa, o una felicitación, en el mismo momento pasó un brazo por debajo de mi espalda, alcanzando el nudo de las cuerdas que sujetaban mis brazos, y tomándolo con destreza, tiró, haciéndome girar en el aire. A la vez que me dejó con la cara contra el asiento del sofá, me tomó por la cadera, y me levantó, dejando mi culo en clara exposición.
- Pero – intenté protestar.
- Ya te había dicho que me encanta tomarte de las caderas, y apoyarte tu culo contra mi polla? – es un asidero fenomenal.
- Yo decía….- esbocé.
No dio tiempo a nada, ya se había arrodillado atrás mío, y ya sus dedos, chorreando baba, estaban masajeando mi culo, mientras que su otra mano, no dejaba de masajearme, e introducirse una y otra vez en mi coño. Deben haber sido segundos, minutos, no sé. El tiempo había perdido sentido. Sentí como la punta de su polla, primero tanteaba mi agujerito virgen, y cuando intenté decir algo, ya había comenzado a penetrarme.
Me acordaba todas las veces que me habían dicho “relájate, la pasarás mejor”. Y haciendo uso de todo el control mental que podía, me dejé llevar, aflojando todo mi cuerpo. Creo que debió notar la falta de presión que yo oponía, porque de una, entró todo en mí. Un grito se ahogó en mis labios, cuando sentí un profundo dolor. Al instante, estaba cayendo en otro orgasmo, mi cuerpo comenzó a agitarse, sus dedos estaban separando magistralmente mis labios vaginales, a la vez que su polla, entraba y salía a su antojo de mi culo. Su otra mano, no dejaba de vibrar casi mecánicamente en mi coño. Creo que a través de mi coño, lograba acariciarse su polla. La sensación era increíble. Sentía su respiración agitada, y una especie de bufido que casi asustaba. Finalmente eyaculó, con un pseudo grito que resonó a mis espaldas, entreverado en mi pelo. Mi orgasmo contenido, estaba también por hacer explosión. Ya no podía sostenerme con las rodillas, y entonces sus manos me toman nuevamente de las caderas. Le pido que no deje de tocarme el clítoris, que ya casi acabo. Y rápidamente pone su mano sobre él. En el momento que todo el entorno comienza a desvanecerse, para sentir mi primer orgasmo con la polla metida en el culo… la saca
- Ahora no.- me dice sonriendo. – Yo digo cuándo, cómo, y en qué lugar, explotas tú.
Me dá un beso, me desata…y se marcha.