Cuando cogí a la asistenta (corregido)
Este relato es una historia absolutamente real que me sucedió hace bastantes años, aproximadamente más de veinte, varias veces he estado tentado de contarla pero nunca me había decidido hasta este momento y no sé porqué.
Este relato es una historia absolutamente real que me sucedió hace bastantes años, aproximadamente más de veinte, varias veces he estado tentado de contarla pero nunca me había decidido hasta este momento y no sé porqué. Recuerdo que por aquel entonces estaba estudiando en la universidad, pero todavía no había comenzado el nuevo curso, de hecho me acuerdo que sucedió a comienzos del mes de septiembre. Los escasos diálogos añadidos se encuentran reproducidos libremente, porque no los recuerdo exactamente con el paso de los años tal y como fueron, pero sin faltar nunca al contexto real a cómo sucedieron los hechos, si bien lo que escribo es lo que más o menos aquello que departimos. A medida que escribía y repasaba la narración, he recordado algunos pormenores que no he querido dejar pasar por alto.
Por problemas de salud mi madre tenía que ausentarse por las mañanas durante dos semanas, por este motivo contrató los servicios de una asistenta a través de una agencia de limpieza, y como era el único que podía quedarse al cuidado de la casa por las mañanas, por aquello del tiempo libre, me pidió que lo hiciera durante esos días después de que se marchara coincidiendo con la llegada de la asistenta. Así lo pactamos, y como todo muchacho joven comencé a montarme una película, estaba contento porque me quedaba a solas con la asistenta durante todas las mañanas, seguramente sería un pivón que estaría buenísima pensaba para mis adentros. Cosas de la edad.
Llegó el primer día, llamaron a la puerta y abrimos, estaba expectante, pero mi gozo quedó en un pozo pues quedé algo decepcionado, no era la chica joven guapísima y con cuerpazo que yo esperaba, por el contrario se presentó una mujer madura, cercana a los cuarenta o ya los habría franqueados, latina, atractiva más que guapa, de piel oscura sin llegar a ser mulata, morena con el pelo recogido por una cola, ojos negros, de 1,68 de altura aproximadamente, vestida con un pantalón vaquero y una camiseta azul de tirantas que dejaba ver bien su busto, pero a mi no me ponía en absoluto, la veía muy mayor, aunque con el paso del tiempo he notado que no era tan mayor, pero mis ojos jóvenes solamente veían una mujer que me doblaba en edad . Nos presentamos y cada uno a lo suyo, “me llamas cuando necesites algo…”, le dije educadamente aunque muy desencantado.
Pasaron los días, y nada ocurrió, exceptuado una escena casi cómica que ocurrió al tercer día. Cuando ella llegaba a casa la recibía mi madre antes de marcharse al hospital, yo mientras tanto permanecía acostado levantándome como hora y media o dos horas más tarde. Como aún hacia mucho calor, salí de la habitación desnudo cubriéndome únicamente con un slip, despertándome como se despiertan los hombres, con el plátano tieso, sin acordarme de la presencia se la asistenta y, al dirigirme al lavabo, me la encontré de frente en el pasillo, nos quedamos muy cortados, yo de esa guisa y ella mirándome el nabo bien empinado junto a los pelos rizados asomando por la parte superior de la prenda íntima. No podía apartar la mirada del mismo modo que un hombre no la puede retirar de las partes sexuales de una mujer. Por su cara noté cómo se sonrojó, no por ver un hombre erecto sino pienso que porque no me esperaba, me disculpé volviéndome nuevamente a la habitación dando vueltas a la cabeza por lo que hubiera podido llegar a pensar sobre mis pretensiones, seguramente que era un salido que se la quería beneficiar. Nada más lejos de mis pretensiones. Al rato volví a pedirle disculpas por lo sucedido y todo quedó ahí.
Días más tarde, ya metidos en la última semana, coincidí con ella mientras desayunaba. Era lunes, la observaba fijamente realizando las tareas de la casa, subida en una escalera de tijeras limpiando la parte superior de unos muebles, vestía el uniforme de la empresa, una bata color celeste que por arriba dejaba ver el comienzo del canalillo al quedar desabrochado algún botón y, por la parte inferior, le llegaba poco más abajo del medio muslo, aguzando la vista pude evidenciar como el botón inferior no estaba abrochado, es mas no existía, percibiendo buena parte de los muslos interiores en algún descuido al dejar la bata una buena rendija, esto sirvió para evidenciar como solamente llevaba debajo la ropa íntima, probablemente por el calor, que se cambiaba en mi casa seguramente en el cuarto de baño antes de ponerse a trabajar.
En un instante advertí como casi pierde el equilibrio, a punto estuvo de desplomarse hacia el suelo, con lo que amablemente me ofrecí a sujetarle la escalera para que de esta forma pudiese trabajar sin temor a precipitarse al suelo, lo aceptó amablemente, llevaba un rato sujetándole la escalera cuando para acomodarse elevó la pierna izquierda posándola varios escalones más arriba, desde mi posición inferior y gracias a la notable zancada y al ángulo dejado por la abertura que dejaba la bata podía verle de cerca la mayor parte de la anatomía de la pierna, hasta un poco mas del medio muslo, recreándome en los mismos casi hasta la entrepierna, desde los pies hasta cerca e la entrepierna, sin embargo no pude apreciar sus bragas, “ tienen que ser pequeñas” pensé para mis adentros, ni que decir tiene que mi lívido subió con creces observando aquellas carnes oscilantes hasta el punto de empalmarme generosamente, ganas me entraron de meter la meno y cosquillearla en sus partes; a los cinco minutos cambió la postura dándome la espalda, supuse que había percibido como por su descuido como la miraba lujuriosamente desde abajo, pero sin saberlo me brindó otro espectáculo, no sé si mejor, ya que me recreé con sus muslos traseros al empinarse así como con el atrayente movimiento del culo moviéndose de un lado hacia otro a medida que frotaba. Yo estaba que ardía… a mil.
A los pocos minutos volví a sentarme, me sosegué un poco, mientras tomaba el café no la perdía de vista, pensando en como me había equivocado, tampoco estaba tan mal la asistenta, todo lo contrario estaba buenísima si bien no era una mujer fina, debía de tener unas medidas cercanas a las de 100-65-97 aproximadamente, por decir algunas, por supuesto no era la jovencita perfecta que yo tenía idealizada, pero era una señora interesante a la que se le haría un favor, lo que había podido ver de su cuerpo me había agradado, las tetas estaban más que conforme de tamaño, y su culo comenzó a parecerme exquisito viéndolo moverse a la vez que frotaba y frotaba, la verdad es que gozaba de un soberbio culo que todo hombre querría coger. Empecé a mirarla con otros ojos, lascivos por supuesto, me deleité observando como limpiaba, como bajaba y subía las escaleras, como se agachaba, me volví a ponerme palote con un gran hormigueo en mis partes, cuando se agachó en pompa en demasía dejando el pandero elevado hasta quedar alzada la bata, dejándome ver nítidamente esta vez la parte inferior de las nalgas y las bragas oscuras, corroborando que eran pequeñas y apretadas, no lo hizo queriendo sino inconscientemente por lo natural de sus movimientos, pero mi polla no lo sabía y tuve que acudir apresuradamente al baño para hacerme un buen pajote en su honor, me masturbé cerrando los ojos para poder recordar mejor los involuntarios momentos eróticos que esta mujer me estaba ofreciendo con sus diferentes posturitas y, sobretodo, con aquella escena tan morbosa y erótica que me había regalado la señora que estaba tan solo a unos metros mas allá al otro lado de la puerta, y con la que iba a entablar conversación con toda naturalidad después de terminar de meneármela.
Al rato regresé y entablé un diálogo con la asistenta, quería saber sobre ella, en realidad quería continuar allí para disfrutar de su cuerpo que, por primera vez, me pareció que estaba para mojar pan, tanto que ya me la había cascado en su honor, y es que con 20 ó 22 años uno no veía a una señora cuarentona como a una jovencita de su edad que, en mi torpe opinión de entonces, eran las que estaban realmente buenas y me subían la lívido Supe que llevaba ya algún tiempo en nuestro país, estaba casada como evidencié por la alianza matrimonial, y con un hijo más o menos de mi edad, me dijo, que no le gustaba estudiar y estaba trabajando con su padre. Reconozco que aquello me dejó pillado pues esta señora no tenía nada que ver con mi madre, con los días la consideraba más como mujer y ansiaba levantarme para poder verla. En los días sucesivos entablamos más conversaciones mientras me recreaba con sus tetas, culo, y piernas, por cierto seguía sin arreglar el tema del botón dándole más picante y morbo a su presencia
El penúltimo día, antes de marcharse, jueves, ocurrió lo imprevisto. Como a media mañana la encontré arrodillada en el salón, de espaldas fregando una mancha en el suelo, al inclinarse para frotarla y limpiarla proyectaba el cuerpo hacia adelante dejando ver íntegramente sus piernas y con generosidad el culo, distinguiéndose inclusive las braguitas amarillas que aquel día llevaba puestas, era un descuido natural. No reparó en mí, detenido tras ella a corta distancia observando como a cuatro patas movía aquel trasero con las bragas al aire, no tengo que deciros la excitación que alcancé empinándose la tranca a base de bien, con un cosquilleo excesivo, su culo redondo con algunas surcos propios de la edad moviéndose adelante y atrás me volvió loco, las bragas aunque no son las de hoy tampoco eran apretadas y cortas, metiéndose parte de la misma entre la rabadilla y, por supuesto, señalando considerablemente la pipa enterrándose la fina tela en la misma. Ufffff, Al ver aquel cuadro, me llevé una mano a mis partes y pensé en correr otra vez urgentemente al baño para pajearme de nuevo, pero ambicionaba algo más, hacía tiempo que no follaba y el cuerpo me pedía faena, allí parado detrás percibiéndola no se porqué decidí sacármela y, sin decirle nada, tirarme al ruedo agachándome detrás de ella y, casi por instinto y de sopetón, sin que lo esperase comencé a toquetearle y manosearle el culo en redonde, apretándole las nalgas desde abajo, “mmmmm, que culazo tienes…” , dije mientras se lo sobaba, pellizcaba la vulva y pasaba el dedo índice arriba y abajo a lo largo de la raja. Tenía la corazonada de que sería correspondido y, si no, le haría saber que era un malentendido por mi parte.
YO: “mmmmm, que culazo tienes…como me has puesto…no sabía que estabas tan rica…” .
ELLA: “Pero…pero, ¿Qué haces?”. Volviendo la cabeza bastante sorprendida hacia mí.
YO: “Pues, lo que ves…, veo que te está gustando porque ya has manchado las bragas de lo excitada que te has puesto, no me he equivocado contigo, pero si quieres lo dejo, no quisiera hacer nada sin tu consentimiento, no pretendo meterme en un lio…, mejor lo dejo”. Mientras decía esto me retiré un poco de su trasero.
ELLA: “Espera, espera…, la verdad es que me has dejado aturdida, mmmmmmm, te ha gustado mi culo por lo que veo…, no me lo esperaba…, ya puestos en faena sigue…, sigue…, me has puesto bastante cachonda…¿sabes…?”. Se sentía alagada, en el fondo pensé que ya puesto no quería dejar pasar la oportunidad y quería tener sexo con un hombre mucho más joven que ella.
YO: “Magnífica idea, quédate así a cuatro patas…así… mmmmm, que culo…que culazo tienes…”.
ELLA: “Espera…, me voy a poner cómoda…”.
Arrodillada, nerviosa y excitada se despojó de la bata para quedarse en bragas y con el sujetador igualmente de color blanco, no se quedó absolutamente desnuda, en ese momento pude ver mejor el contorno de su cuerpo, su recia espalda, tenía algo de barriguita pero hasta eso me ponía, yo hice lo mismo pero quedándome en pelotas, “ahora ponte otra vez a cuatro patas” , volví a decirle y, rápidamente, me puse en acción antes de que se arrepintiese. Continué masajeándole las cachas, siguiendo por los muslos interiores frotándolos, estaba muy nerviosa no en vano estaba teniendo sexo mientras trabajaba y, al mismo tiempo, le estaba poniendo los cuernos a su marido con un hombre veinte años más joven que ella. Decidí introducirle dos dedos en el coño por debajo de las bragas, sin quitárselas, se estremecía y jadeaba esperando algo, comencé a masturbarla con los dedos debajo de las bragas, estaba muy nervioso también a cuatro y mi polla me colgaba vigorosa como la de un caballo, su sexo estaba ardiendo y chorreando, le di a chupar mis dedos impregnados de sus flujos, caliente como una perra se quitó el sujetador y lo arrojó al suelo varios metros por delante, aun recuerdo como se desplomaban y colgaban sus tetas con una gran aureola y pezones oscuros, sus ubres se movían agitadamente, en aquellos instantes resolví bajarle las bragas poco a poco, con parsimonia, y quedó ante mis ojos un gran conejo negro, gordo y muy carnoso con pelos del mismo color, aunque no era un bosque, tenía el vello algo recortado.
Separando los cachetes le abrí un poco la almejita e introduje la lengua en su interior rosadito que contrastaba con su piel canela, jugueteando con ella por todos lados palpándole el clítoris, me gustaba verla estremecerse y escucharla gemir y jadear fruto de la excitación y de la adrenalina del nerviosismo que tenía, saque la lengua del coño e inclinándome sobre ella pasé toda la gruesa tranca por todo su culo, recorriendo entera la rabadilla, dándole varios pollazos en el coño hasta que, sin avisarla, se la empotré hasta el fondo, le entró bien sin ninguna dificultad, me pareció que la saboreaba, no obstante era un nabo joven, gordo, y musculoso el que había traspasado su vagina, jadeante y nerviosa me dijo “cuando te vayas a correr, sácala pronto, no quiero problemas…¿me entiendes?” , claro que la entendía, yo tampoco quería tenerlos. Una vez en su interior la sostuve por las caderas y nalgas y emprendí un ligero bombeo que se hizo mas frenético e intensivo a medida que avanzaba la follada, aún me viene a la memoria como se movían sus tetas mientras yo resoplaba y escuchaba como gemía enérgicamente, no creo que fuese la primera vez que engañaba a su marido, no se lo pregunté, si bien las circunstancias la habían descolocado porque no esperaba ser follada por un joven de la edad de su hijo, recuerdo como me estimulaba este pensamiento.
Ella también trabajó lo suyo, moviendo apropiadamente y con energía el aceitunado culo, de abajo hacia arriba y viceversa, de la misma manera que de adelante hacia atrás, a veces apretaba las nalgas abriendo y cerrando las piernas, ¡que forma de follar!, se removía que daba gusto, era fogosa y follaba bien al menos mejor que yo en aquel tiempo, acostumbrado a las muchachas y novietas de mi edad que había tenido la dicha de coger, la experiencia era un grado y ella lo sabía exprimiéndome hasta apurarme, alcanzó el orgasmo antes que yo, se corrió varias veces, me incliné para sobarle los pechos y magrearle los rígidos pezones y fue aquí cuando empezó a gritar, apoyó los brazos en el suelo y quedó en pompa, mis ojos solo distinguían su pandero follándomela dándole duro a base de bien por el velludo coño, fue cuando advertí como me venían las convulsiones, haciéndole caso la saque rápidamente de su interior y, nada mas salir, mi polla comenzó a esparcir semen cayéndole un reguero de goterones en los muslos, las nalgas y la espalda, así como en el suelo, sin embargo se revolvió sobre si misma y me dijo que me tumbara, mi polla seguía rígida manando leche, “ahora te voy a limpiar el sable, para eso soy tu asistenta”, abatido en el suelo notaba como ingresaba y engullía mi polla en su boca ordeñándome despacito a medida que se tragaba la leche, fue una magnifica mamada la que efectuó, muy salivada y hasta la garganta, cuando finalizó me chupó la verga con la lengua varias veces desde el tronco hasta el glande y me comió los huevos. Yo permanecí callado, nervioso y agotado tumbado en el suelo de la salita de mí casa.
Al terminar, me levanté temblándome las piernas, permanecimos los dos desnudos y sudorosos en medio de la salita, la observé mejor mientras recogía sus prendas, tenía tetas de buen tamaño aunque algo caídas por la edad, la cintura si bien no era la de una chica de veinte años era muy agarrable y conservaba esa feminidad que tanto nos gusta, con ese poco de barriguita como ya he referido, las caderas algo anchotas, el culazo que derrochaba si bien algo caído, así como los vellos del pubis y la entrepierna sin ocultar la raja. Ella quedó mirándome con una sonrisa y para romper el hielo me dijo “ quién se imaginaba que terminaríamos así…, follando, ja, ja, ja…”, sin duda estaba más relajada. Es verdad, quién me lo iba a decir el día que llegó, con lo desencantado que quedé al verla.
Recogí mis ropajes y encaminé mis pasos hacia la ducha, me acuerdo como la invité a ducharse, pero renunció porque no quería que llegase alguien de mi familia y la viera con el pelo mojado, señal de que se había aseado sin permiso, lo que sí requirió era poder limpiarse de semen y flujos vaginales, por un lado por higiene puesto que no quería estar pegajosa y por otro no quería con el olor dar pistas a su marido e hijo de que la habían follado en el trabajo. Ambos desnudos pasamos al baño, me introduje en la ducha e insistí en que lo hiciera conmigo, “noooo, no insistas, seguro que con el roce echamos otro polvo… pero ¿es que no has tenido suficiente ración?” , declinando la invitación entre risas, sin embargo cogió jabón, se encaminó al bidé y de pie, vuelta de espaldas, en un gesto tan habitual como lleno de erotismo, se abrió de piernas levantando la derecha para apoyarla en el borde de la cubeta del bidé y, al inclinarse, dejo nuevamente a la vista el orificio del ano así como el gordo y carnoso conejo que disfrutaba, lo tenía mojado, brillante, y coloradito por las embestidas que había recibido en la follada, era el mismo coño en el que había introducido el nabo minutos antes, mientras tanto me recreaba mirando como se limpiaba los muslos, la espalda, y sobretodo la almeja, tanto que volvió a ponérseme tiesa y a sentir un gran hormigueo, sin poder evitarlo opté por hacerme una paja, no me importó que estuviese presente, se percató de lo que estaba haciendo y, sonriendo, se volvió para ver como me la cascaba, fue rico masturbarme ante su mirada y distinguiendo su cuerpo, con aquellas tetas y pelos del chocho en forma de triángulo invertido, mientras reía sin quitarme ojos, para terminar eyaculando cayendo el semen prácticamente a sus pies. Se vistió, salió del lavabo y limpió la corrida que permanecía en el suelo de la salita al tiempo que echaba ambientador para disipar el olor a sexo para así no levantar sospechas.
El día siguiente, viernes, era el último que estuvo en casa, me levanté temprano con la ilusión de poder fornicar de nuevo con ella, lo daba casi por hecho porque me dio la impresión de ser muy follona, de gustarle mucho. No pudo ser. Lamenté no haberme fijado antes en ella, quien sabe si la hubiese cogido en más ocasiones, estuvimos hablando de lo sucedido el día anterior, lo recordábamos con agrado y nos reímos pero no quiso pasar de ahí a pesar de mis intentos apretándole las nalgas en un descuido cuando tuve la menor oportunidad. Al terminar su trabajo, se despidió de mí y se marchó igual que llego, desde aquel lejano día no he vuelto a ver a esta señora, a la asistenta con la que eché un polvo y me comió la tranca en el suelo de mi casa. Aposté fuerte y terminé follándome a la asistenta.
Espero que les haya gustado, más que nunca espero comentarios