Cuando Carlos se culea a Marianito

Marianito dispuesto a satisfacer todas las perversiones sexuales de su adorado macho, el hermoso, espectacular Carlos.

Cuando Carlos se culea a Marianito

La noche anterior me habían culeado francamente mal. Tan hondo, tan profundo y tantas veces seguidas que mi pobre culito reposaba en la cama totalmente hecho bolsa, en la cama, bajo el ventilador del techo, durmiendo una resaca de alcohol, música electrónica, machos y guasca que realmente no creía poder despertar. Me encanta dormir con el culo al aire, echando semen todavía por los cantos, y con un macho al lado con su poronga sobresaliendo por la bragueta del calzoncillo. Pero cuando oí el teléfono y tuve que despertar, puteé mal porque mis dos machos de la noche anterior, que tanto me habían culeado, que tanto me habían usado y hecho gritar como una puta marrana, se habían ido, dejándome solo con mi pobre culito, totalmente hecho mierda y sin fasos ni alcohol ni merca para endulzarme el despertar.

Apenas oí el teléfono y vi que mis dos machos se habían ido, me acomodé un poco el slip porque lo tenia a la altura de los pies y trastabillando llegué al fono. Si de endulzarme el despertar se trataba, realmente debo confesar que no podía haber tenido uno mejor. Me terminó de despabilar, e inmediatamente ponerme al palo, la voz de mi mejor macho: mi papi preferido, mi semental, mi potro, mi macho sensacional y colosal: Carlos.

—¿Cómo anda mi putito hermoso Marianito?

Su voz, tan profunda y varonil, tan de macho reo totalmente, me hacia imaginarlo a Carlos ya en sus calzoncillos blancos, con sus piernas peludas de macho de rugby y su pecho velludo totalmente oscuro, sacando la poronga por la bragueta del calzoncillo y diciéndome con su voz de macho autoritario e irresistible:

—Andá preparando el culo, Marianito, que te quiero usar.

Las pocas veces que me llamaba por teléfono, mi culo era el primero en enterarse. Me costaba no ponerme en posición de perrito ahí mismo y entraba a chupar el tubo del fono como si fuera el pene de Carlos, sacándolo por el calzoncillo y dispuesto a clavarme el ano como si fuera un agujero interminable. Y mi voz pasaba de machito antipático y soberbio —confieso que un poco lo soy— a la de un putito clamando poronga y piedad y más y más y más poronga de mi macho Carlos.

—Dispuesto a servir a mi macho y patrón, Carlos, más dispuesto y muerto por vos que nunca. Con el culo totalmente entregado a vos, Carlos, dispuesto a morir por tu garcha. Soy una perra puta totalmente hambrienta de tus patas, tu calzoncillo y sobre todo tu garcha, papi Carlos.

Y era cierto. Igual había dado en el clavo: sé cómo tratar a mi macho Carlos, sé que así terminé de convencerlo a Carlos de garcharme a mí esa tarde y no a cualquier otro puto de su colección. Sé que tengo que ser su puto entregado a sus más bajos instintos sexuales de varón, sé que estaba en su casa con ganas de trancarse a uno de sus putitos y había tenido el buen gusto de llamarme a mí y elegirme. Sé que podría haber elegido a otros que también habrían corrido urgente a casa de Carlos para dejarse recoger y bendecir por su torrente de guasca de macho hermoso y fabuloso, de macho hijo de puta conciente de su atractivo sexual irresistible, de sus prodigios de hombre maduro, totalmente potro, por el que todo puto que realmente lo sea no puede menos que suspirar toda la vida.

—Dale, puto, vení con el culo preparado que te voy a matar. Si como me palpito ya te re garcharon anoche y te lo dejaron hecho mierda mejor. Y no me hagas esperar, Marianito puto, que si demorás más de media hora en llegar al bulo llamo a otro puto.

Corté inmediatamente para salir corriendo a la ducha. Ya lo conozco a Carlos: sé que no fui un maleducado por haberle cortado. Al bello ejemplar de macho animal varón que es Carlos no le importan los saludos, sólo quiere tener un puto a sus pies que no le haga esperar y no le importan las formalidades. Sólo le importa un puto dispuesto a servirlo en todo, que no tenga dramas en rebajarse, que dé la vida por chuparle el calzoncillo, el culo, las patas y sobre todo la verga, y que no haga mucho escándalo en dejarse culear cuantas veces el macho Carlos quiera, sin chistar ni hacer barullo por tener incrustado en la pobre humanidad de su culo hambriento una poronga de 22 cm. con ganas de taladrarte el ano hasta dejarte hecho un guiñapo inservible. Cuando por fin Carlos tuvo entre sus piernas de rugbier suficiente ano de puto y a su poronga infartante se le pasaron las ganas de morfar, te da un besito húmedo y lascivo en la boca, te deja medio gargajo de su espesa y sabrosísima saliva de macho en la lengua, y date por contento si te vuelve a llamar en 6 meses, con la misma orden terminante de que vayas a servirle la garcha sin demorar y bancándote cuantas veces Carlos quiera trincarte. Y ahí si preparate: a Carlos no le gustan las histeriqueadas. Ni le reclames nada, ni le hinches las bolas llamándolo todos los días ni le mandes mails babosos, que putos le sobran: sabe que es un macho hermoso, infartante, que todo puto pagaria lo que no tiene nomas por chuparle el calzoncillo o sentir en su lengua hambrienta una sola de las pesadas bolas llenas de leche espumeante de Carlos, pero no le gusta que te pongas pesado ni le rompas las bolas porque hace con un puto molesto lo que hace con sus pesados y olorosos excrementos: los termina de cagar por el culo, los tira por el inodoro y si te he visto no me acuerdo.

Como dije, me metí rápido en la ducha. Me enjaboné el culo y tenia tanta calentura de ir a verlo a Carlos que no pude sucumbir a la tentación de meterme primero el jabón y luego el mango de mi cepillo para lavarme la espalda hasta el fondo de mi ano. Primero, por la calentura de prepararme para que me usara Carlos; segundo, porque una vez que Carlos me agarraba me culeaba como un animal y se impacientaba si el puto tenia dramas por no tener el culo bien preparado para su morcilla de 22 cm., y tercero y fundamental, porque si no me echaba un polvo rápido y fulminante pensando en mi macho Carlos, él después no me iba a tener lo suficientemente caliente y puta para saberlo seguir bien en su sesión sexual, que suelen ser lo bastante largas y si el puto no tiene buen aguante o no está lo bastante inspirado para satisfacer sus instintos de varón, a Carlos se le corta el mambo y te manda a cagar. Me eché un polvo rápido entonces, masturbándome, y acto seguido me dispuse a cambiarme como a Carlos le gustaba. El siempre dice que le gusto cuando me pongo bien putito reo y barato. Elegí mis jeans mas baratos, rotosos y apretados; suerte que no me habia afeitado en dos dias; me puse bastante gel en el pelo; y corrí urgente y desesperado a mi habitacion a revisar los cajones de mi placard. Si hay algo en lo que Carlos es terminante y no admite malos entendidos, es en el tema de la ropa interior. Es un verdadero fetichista, calzoncillero de alma, como yo, así me había seducido, y también amante de los shortcitos. Suspiré como una yegua del alivio: estaban intactos mis shortcitos de rugby, blancos —bien hechos mierda, como le gustan a Carlos, bien sucios, transpirados y rotosos—, y unos implacables eslips ajustaditos Calvin Klein, también blancos. Mientras el shortcito de rugby tiene que ser bien mugriento, usado y lamentable, Carlos exige —y en eso también estoy de acuerdo con él— que los slips y calzoncillos del putito tienen que estar implacablemente limpios, ser siempre blancos o en su defecto de colores suaves como celeste o lila. Si me llego a poner algo mersa con pretensiones varoniles como verde o rojo chillón, Carlos no me culea nunca mas en la vida. Por su parte, los calzoncillos de Carlos tampoco tienen muchas variantes: son siempre de tela de camisa, generalmente blancos tipo milico —y tiene buena memoria: sabe que esos me resultan irresistibles y seguramente ya los tendría puestos—, y sino, algo no demasiado llamativo. Los calzoncillos de Carlos además tienen siempre manchas de suciedad y de guasca, a veces hasta de meo o de mierda en la parte del culo. Cuando está llamando a un puto para una sesión sexual con él, ya se está manoseando y hasta es posible que tire algunas gotas preseminales en el solsiyonca; por otra parte, Carlos cuando está en su casa está con shorts o las más de las veces en calzoncillos, todo el tiempo, así que se le ensucian, y le encanta, así como a sus putos nos encanta verlo a Carlos con sus calzoncillos de macho bien sucio.

Agarré por la autopista a una velocidad totalmente inadmisible, pero no podía mas de poner mi culo de puto hambriento a disposición de Carlos, así que llegué al toque. Cuando llegué la puerta estaba abierta y no lo vi en el living a Carlos. Se ve que me escuchó porque escuché el raudal de su voz gruesa y potente de varón en celo gritándome desde el baño:

—Ah llegaste, puto, qué rápido, se ve que tenés una calentura de perra puta que no podés más. Estoy garcando, así que esperame.

Yo lo conozco bien a Carlos. El hecho de que estuviera cagando era parte del juego. Como soy un puto que lo adora y lo entiendo y conozco todas sus mañas (y las comparto y me encantan, doy la vida por satisfacerlo), por supuesto no esperé a mi macho en el living. Me hinqué y fui como un perrito arrastrándome a cuatro patas por la alfombra hasta el baño donde cagaba mi macho Carlos, con el motivo de mi vida alzándose erecto entre sus piernas de macho rugbier hermoso.

Sentado en el trono de su inodoro, ahí estaba Carlos y yo sabía qué decir para conseguir satisfacerlo y que me diera garcha ahí mismo.

—Perdoname Carlos, pero no puedo más. Soy tu puta, soy tu perra, te adoro, te amo, dejame sentir el aroma de tu culo de tu macho, dejame sentir el fierro de tu pene entre mis...

Carlos estaba satisfecho con mi actuación de puto ejemplar y yo no terminé de hablar que tenía mi salchicha de 22 cm. en mi boca de putito hambriento. Me encanta ser su mascota sexual, y lo entiendo muy bien a Carlos, sé cómo satisfacerlo y no defraudarlo, así que cuando mi macho se levantó, con mi mejor voz de puto desesperado le supliqué:

—Dejame limpiarte el culo, varón, dejame pasarte la lengua para extasiarme con el aroma de tu culo de macho.

—No seas puto enfermo, Marianito, andá a la catrera y prepará el culo que te voy a matar. Esperame ahí mientras me limpio el culo, dale puto.

Yo sé que él no quiere que le limpie el culo después de cagar y tampoco sé si lo haría si él me lo pidiera (aunque me encanta complacer a mi macho Carlos, creo que por supuesto le diría que sí), pero sí sé que le encanta tener a un puto a sus pies pidiéndoselo.

Mientras Carlos se limpiaba la mierda del culo, su vozarrón me llegó hasta el dormitorio donde yo ya estaba con mi shorcito y mi slip reglamentario.

—Y cerrá los ojos, puto.

Esa parte del juego tampoco era nueva, pero por supuesto lo complací. Cuando siento su aroma caliente y espeso de macho en el marco de la puerta, su vozarrón me hace vibrar el culo.

—¿Quién mierda te dio permiso de acostarte en la cama del macho, puto hijo de remil putas??? Ponete en posición de perra, Marianito, que te voy a tener que castigar. Y mantené los ojos cerrados porque sino cuando te fajo te reviento.

Realmente me hizo cagar de mierda el cabrón. Pero lo más raro fue el efecto sorpresa. Yo ya tenía el culo alzado, totalmente abierto, preparado para recibir la reprimenda de sus manazas de varón animal, pero lo que siento fue que Carlos preparó en su boca un gargajo bien espeso y me lo escupe en el culo y luego con su mano va untándome todo el orto con su saliva de varón infartante.

—Mantené los ojos cerrados, Marianito puto, que sino terminás en el hospital, hijo de remilputas. Y abrí la boca ahora.

Mi boca de puto se abrió bien sensual y grandecita para recibir el glande infartante de Carlos. Cuando el pene llegó cerca de mi jeta y yo ya esperaba sentir el impacto del pene disparándose por la bragueta del calzoncillo de Carlos, realmente el juego me puso mal. Inmediatamente saqué ese pene de mi boca, al tocarlo con mi mano lo rocé con el calzoncillo y yo sabía que tampoco ese calzoncillo era de Carlos, y le dije con mi peor voz:

—Carlos, esta no es tu pija. Tampoco es tu calzoncillo, Carlos, ¿qué carajo pasa acá mierda?

—Ahhhhhhhh, mirá, la putita quiere hacerse el machito. Mirá cómo putea el puto. ¿Estás enojado nene?

—Carlos, yo te quiero, te adoro, macho. Pero explicame por favor. A quién trajiste, yo te quiero y te sirvo a vos, qué estás haciendo Carlos.

—Esta es mi voz, ¿no?

—Sí, por supuesto, Carlos.

Al rato llega volando el calzoncillo de Carlos a mi jeta de puta, todavía en posición de perrito sobre su cama.

—Este calzoncillo es mío, ¿no?

—Sí, por supuesto, Carlos. Si te lo regalé yo.

Al rato siento en mi cara la manaza de Carlos abriéndome la boca.

—¿Estas manos?

—Por supuesto, Carlos. Son las manos brutas del macho más macho.

Me termina de abrir la boca y siento de nuevo el pene pujando hasta mi garganta. A los segundos lo sacan.

—¿Esta pija?

—Noooooo, Carlos, esa pija no es tuya!!!

Confieso que me da un poco de pudor, pero yo no sabia que pensar, pero bueno... me eché a llorar como un bebé desesperado. No había escuchado a nadie mas, ni una sola pisada, ni una sola respiración de nadie mas. Carlos me había domado y entrenado bien como su puto, y sé perfectamente bien cómo reconocerlo a mi macho, tengo un oído inmejorable por la educación que Carlos me dio de tanto vendarme los ojos y hacerme hacer cosas para complacerlo con los ojos cerrados.

Yo lloraba y gritaba como un nene enloquecido:

—Noooooooo, Carlos, por favorrrr nooooo. Yo te quiero, te amo, Carlos, sos mi macho. Pero usame solo vos, no me entregués Carlos por favor, yo hago lo que vos me pidas, pero solamente vos, Carlos, solamente vos, yo te amo, no me hagas esto Carlos, buahhhhhhhhhh...

—OK, Marianito. La verdad me sorprendiste. No llores más, nene, acá está tu papá para cuidarte. Y vos, Gerardo, perdoname hermano. Te tenés que ir. De aquí en más en este juego quedamos sólo Marianito y yo.

Yo no entendí nada. Pero al decir esto la voz de Carlos había cambiado. Ya no era el macho autoritario, infartante y dominante de siempre; tan varonil como siempre, pero había sonado como un papi cariñoso, que nunca había sido. Y me encantó. Y también surtió su efecto, porque si bien seguía con los ojos cerrados, me había tranquilizado y ya no lloraba mas.

—Nene, abrí los ojos.

Lo que vi realmente me sorprendió. Carlos esperaba que su amigo Gerardo terminara de cambiarse, él y su amigo estaban ambos en calzoncillos y vi que también era un macho espectacular. Pero si bien en otra ocasión, antes de conocerlo a Carlos, habría muerto por dejarme culear por un macho como Gerardo, a mí realmente el único que me importaba era Carlos.

Como nunca antes lo había hecho, Carlos en calzoncillos se acuesta a mi lado y me deposita en la lengua, de premio, un chupón bien húmedo y machote. Me abraza y me dice:

—Nene, realmente me conmoviste. No solo tenes el mejor culo. En todo sentido, sos mi mejor puto. Ahora te tenes que tranquilizar, papi Carlos te va a traer un café y después te vas a dar una ducha. Eso si. Preparate que a la noche como que me llamo Carlos te voy a dar la garcha de tu vida. Y si te duele te la vas a tener que bancar.

Ahora con menor pudor, confieso de nuevo que me eché a llorar. Mientras le daba un sorbito al pene de Carlos emergiendo por la bragueta de su calzoncillo, le dije con toda la honestidad de mi alma:

—Lo único que me dolería, papá, es que un día no me dejaras ser más tu putito. Te amo, Carlos. Te amo.

De ahí en mas por momentos me dormía, pero como no podía dejar de pensar en mi macho Carlos y en cuanto lo amaba y lo deseaba, así estaba todo el tiempo prendido a la bragueta de su calzoncillo, a su pene parado como un fusil y no podía dejar de mamarlo. Carlos me amamantaba como un papá a su nene putito insaciable. En algún momento me tiró toda su leche de papá hermoso, toda su guasca espesa y hermosa de macho divino, pero como al pene de Carlos no lo largo ni muerto se la seguí chupando y mamando de su poronga de macho en celo hasta que se volvió a hinchar dentro de mi boca de putito sediento, y mientras acariciaba sus bolas y siempre por la bragueta de su calzoncillo de macho hermoso, mi papá Carlos volvió a darme su leche de papá generoso, de macho colosal, de macho hermoso, sus bolas acumulaban mi alimento y luego me escupía por la boca hasta que yo tragaba todo su semen espeso y fuerte pidiendo desde el fondo de mi garganta, más Carlos, más mi papi Carlos, dame mássss, Carlos, dame más guasca macho.

Carlos se empeño en darme un café para despabilarme pero yo solo quería su leche. Como lo conozco a Carlos, sé que lo del café era un pretexto para dejar de darme leche un rato, la que tenia acumulada dentro de sus genitales preciosos sin querer desperdiciarla en mi garganta de nenito puto hambriento para dármela mejor por el culo, para trancarme bien el ano, para desfondarme el culo, culearme bien y que yo solo le sirviera para la garcha, que es lo que Carlos siempre quiere.

En algún momento se ve que medio como que duermo y veo entre mis ojos entrecerrados que Carlos se pone el calzoncillo y se dirige a la cocina. No se si quería hacerme el café pero yo no quería que mi macho Carlos se fuese de nuestra cama. Si me sacaban a Carlos en ese momento yo me ponía a llorar como una nena. Y eso fue un poco lo que hice. Empecé a gimotear:

—Carlos, mi amor, mi macho, mi papi, no dejes a tu nene solo. Tu nenito puto que te ama, macho. Veni Carlos, veni papiiiiiiiiiii, quiero ser tu nenito puto y que mi papá me dé la leche, Carlos, por favorrrrrrrrrr...

Y ahí nomás Carlos se enojó de nuevo y se puso como loco. Vino bramando desde la cocina y yo dije zas, ahora me da un par de patadas en el culo hasta hacerme chillar y al final me echa y nunca más me llama para garchar. Cualquier putito que se porta mal con Carlos y no satisface sus bajos instintos de macho dominante y exigente se va al carajo porque Carlos no quiere usarlo más.

—Oíme, puto del carajooooooooo, puto de mieeerdaaaaa, nena mal cogida, conchuda de cuarta... ¿que carajo te pasa se puede saber Marianito de mierdaaa hijo de remil putasss???

No podía dejar de llorar:

—Te amo, Carlos, no puedo mas. Te deseo, te amo, usame, garchame, escupime, fajame Carlos, soy tu puta, Carlos, quiero ser tu nenito puto. Voy a dejarme hacer lo que me pidas, papá, por favor, tu nenito puto te lo pide.

Y ahí nomás, parado al lado de la cama, hermoso y erecto en sus calzoncillos, mi papá Carlos, el hijo de puta de mi macho me agarra fuerte de la boca hasta casi sacármela y me empieza a sobrar.

—¿Querés esta poronga, puto?

—Siiiiii, Carlos, amo ese pene, dameloooo!!!

—¿Querés que te dé de comer tu papi, puto?

Y ahí nomás rejunta dentro de su boca de macho hermoso un buen gargajo de saliva y me lo escupe bien dentro de mi boca de putito anhelante, y me da tanto placer que mi macho Carlos me escupa que de ahí nomás se me abrió y dilató el culo de par en par, y yo relinchaba como una yegua.

—¿Querés lavarme este calzoncillo con la lengua, puta de mierda???

—Síiiiiiiiiiii

Y ahí nomás agarré su calzoncillo, se lo bajé a mi macho Carlos, y chupé y adoré ese calzoncillo delante de mi macho, lo besaba, lo mordía, lo empapaba todo con mi lengua de putito hambriento, me sorbía y comía todo ese calzoncillo sucio impregnado de los olores y los sabores de mi mejor papá sexual.

—Ahora lavame bien el culo, putaaaa...

—Sí, ya, Carlos, ya...

Se sentó arriba de mi jeta como si fuera a cagar y el mismo se abrió los cantos del culo para que yo le enjuagara bien el ano de Carlos que hice con fruición y suspirando bien putito como a mi macho le gusta.

—Tirame de la goma, puto, mientras le lavas el ano a tu papá Carlos...

—Sí, Carlos, dame la poronga mientras yo te enjuago el culo, mi amorrrr....

Empecé a masturbarlo mientras yo me seguía cogiendo a Carlos con la lengua. Mientras yo me deleitaba con el perfume de su culo de macho y me prendía con la mano a su pene de nuevo hinchado, Carlos como si nada me dice:

—Tanto entrenarte como puto, Marianito, tanto que te garché y culeé y reventé ese culo para que seas un hijo tan desagradecido. Y con los problemas que tiene tu padre, puta de mierda que sos.

—Qué hice mal, Carlos, decime por favor, qué problemas tenés. Tu putito se muere si a vos te falta algo, Carlos, decime ya por favorrr que estoy a tu disposición, yo soy tu puto, Carlos, qué hice mal...

No podía chuparle el ano a Carlos mientras hablaba y como había interrumpido mi labor de puto sirviendo a su macho, Carlos se ofuscó:

—Seguí chupando, puto, seguí chupando que es para lo único que servís.

Por supuesto seguí chupando, yo no podía despegarme del culo de Carlos y menos que menos de su pene infartante, a la espera de su próximo escupitajo de guasca caliente, pero me tenía intrigado en qué había defraudado a Carlos y tenía miedo de que no quisiera usarme más.

Mientras yo chupaba, Carlos se fue haciendo mas explícito:

—Portate bien, puta, y seguí chupando como un buen puto que sino me rajo un pedazo de pedo del orto en tu jeta, puto desagradecido, perra...

—Siiiiiiiii, Carlos, todo bien, cagate, te amo, yo me como tu mierda seria un honor para un puto como yo que su macho...

—Chupaaaaaaaaa y callate putooooooooo...

—Hummmmmm, siii, pero hummmmmmmmmmm...

—Chupaaaaaa... Si fueras un buen puto te dejarías culear por quien yo te pida, hija de puta, puto de mierda. Si sos mi puta te tenes que dejar usar. Estarías complaciendo a un macho que solo para eso están los putos. Yo que tengo un amigo que quiere trancarse a un puto para tirar guasca y vos haciéndote la puta fina. Encima mi amigo garpa bien y vos que no vales ni dos pesos haciéndote la...

—Pero yo te amo a vos, Carlos, solo a vos.

—Es lo que corresponde, puto. Tendrías que estar orgulloso de que un macho como yo te use. Si me amás tenés que hacer lo que yo te pida.

Dejé de chuparle el culo, él me miró sorprendido, me paré y le pregunté bien en la cara:

—¿Querés cagarme en la jeta, Carlos? ¿Querés mearme, escupirme, fajarme, querés que me desnude en la calle, querés que te la chupe en un colectivo??? Todo eso te doy mi palabra que lo hago porque te amo, Carlos, te amo...

—No quiero eso, puto boludo. Y nadie te dio permiso para que dejes de lavarme el culo.

—Pero Carlos...

—Callate puto. Te querés hacer el puto leal y sos un chetito conchudito forro y pelotudo. ¿Y si te pidiera que me garches por ejemplo?

Ahí mismo él se dio cuenta de que me había cagado en serio.

—Pero Carlos, no sabia que a vos te gustaba que...

—No, forro, no dije que me gusta que me garchen. Digo que si yo te lo pido y yo soy tu macho para vos que sos mi puto, eso es una orden. ¿Está claro?

—Si vos me lo pidieras yo trataría de hacerlo bien.

—Y si yo te digo que hay un par de amigos que andan buscando el culo de un puto y yo te presto a mis amigos...

Lo interrumpí: —Lo hago, Carlos, lo hago. Perdoname haber sido una puta tan soberbia. Soy tu puto, sos mi macho Carlos, y me dejo usar para lo que mi macho pida. Todo lo que sea para complacer a mi macho.

Me miró, se puso sus calzoncillos, escondió su hermoso culo de macho y su gran pene que era mi perdicion, y me miró bien gozador:

—Palabra eh?

—Sí, Carlos. Por supuesto. Y perdoname haber querido ser una puta exigente con vos que sos mi único macho.

—OK. Andá a la cama y ponete en cuatro con tu cara de puta mirando a la pared y ofreciendo el culo como un buen puto.

No sé cuántos me cogieron esa noche, porque al final no era uno solo. Creo que fueron cuatro, pero a lo mejor fueron tres y el segundo repitió porque parece que se quedó con hambre, pero no estoy seguro. Mientras ellos me garcharon me parece que Carlos estuvo mirando e inspeccionado. Por supuesto no gemí, por supuesto no disfruté, por supuesto sólo lo hice por él que era mi patrón, mi papá y mi macho. Era Carlos.

De lo único que me acuerdo es que la guita que le garparon por haber prestado a su puto se la guardó y después parecía satisfecho y tranquilo. Tanto fue así que me invitó a comer afuera. Después de comer me llevó a un pub gay donde había mucha joda y al rato iba a haber strippers. Yo no podía dejar de mirarlo a Carlos, estaba hermoso, más varonil y más hermoso que nunca, ahora que estaba satisfecho. Me trató bien. Y en algún momento cuando se hartó de manosearme el culo delante de todos, de mostrar a todo el mundo que yo era su pertenencia y su mascota sexual me dijo:

—Y ahora, puto, a cumplir tu palabra.

—Quéeee??? Carlos, tengo el culo reventado, me cogieron cuatro veces, Carlos, por favorrr, Car...

—Callate putaa!! Si además de culo y de lengua tuvieras cerebro. Te la pasás hablando y protestando, sos peor que una mina. Quiero que cumplas tu palabra de lo otro que hablamos. Arrodillate.

Entendí al toque. Dejé mi daiquiri sobre el mostrador, antes me bajé un poco un pantalón y el slip para que todos me vieran el culo, le bajé el pantalón a Carlos y agarrando su pene hermoso y al palo por la bragueta del calzoncillo, ante la vista de todo el mundo me metí entero el pene en la boca y empecé a chupar.

Carlos me agarró por la nuca y me iba dando instrucciones sobre donde detenerme más, donde pasar mas la lengua, ahora las bolas, ahora la cabeza, dale puto, chupa más ahí... Cuando yo creí que ya estaba para tirarme la guasca miré un poco a mi alrededor. Todos se reían, algunos aplaudían, pero ninguno dejaba de mirar lo que era un espectáculo impactante: la manera que mi macho Carlos hacía con su puto lo que, literalmente, le cantaban las bolas. Sus hermosas pelotas peludas de macho hermoso hijo de puta. Pero aunque conozco los tiempos de Carlos él no me tiró la guasca, aunque ya estaba pujando dentro de su poronga por salir y explotar.

—Me quiero sentar. Dale puto. Veni conmigo. Caminá como corresponde, como un perrito, en cuatro, arrastrate y mostrale el culo a todos mientras me seguís.

Carlos se sentó en un sofá que había por ahí. Yo lo seguí mostrando bien el culo y contoneándome como él me lo había ordenado. Tiro su pantalón por ahí y se sentó en calzoncillos, me llamó con los dedos como a un perro y me dijo, mostrándome su pene saliendo totalmente al palo por la bragueta del calzoncillo:

—Sentate arriba mío. Dale puto, yaaa, yaaa, sin demoras. Dale que te quiero culear.

Mientras yo feliz como una perra puta acomodaba mi contento culito sobre el arma todopoderosa de Carlos y él empezaba a clavármela, me agarró fuerte de la cabeza, me tiró un escupitajo en plena jeta, me dio un chupón, y cuando teníamos las dos bocas pegadas y empezó a despegármela un poco me dijo bien tiránico, hermoso, varonil, bien machazo:

—Y hacé como tenes que hacer, Marianito. No me defraudes, sé buen puto que si no no te uso nunca mas. ¿Está claro?

—Por supuesto, Carlos. No te voy a cagar, macho.

Y riéndose aprovechó y me respondió: —Pero si me dejás la poronga bien embarrada de mierda de puto, todo bien, jaja...

Con tres cuartas partes de su pene en mi culo, Carlos me agarró bien fuerte de la cadera, entrecerró un poco los ojos y disponiéndose a gozar, respiró fuerte y me clavó la totalidad de su fierro hasta el fondo del ano.

Y empecé:

—Aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhh. Sí, Carlos, síiiiiiiiii... Te amo, Carlos, más másss mássss. Haceme tu puta, Carlos, reventame, haceme mierda, haceme una concha, haceme un hijo Carlos. Ahhhhhhhhhhhh, siiiiiiiiii, te amo, Carlos, te amo, te amoooo...

Yo gritaba y me sacudía como lo que era: un puto feliz. Un puto feliz y contento de estar saciando el hambre sexual de mi macho Carlos. Tan sincero fui, tanto disfruté de que todos miraran a mi hermoso macho Carlos garchándome todopoderosamente y ofreciéndome como un espectáculo público, que cuando a la vuelta, ya en el auto de Carlos, saliéndome de mí, no pude contenerme y le metí de motu propio un inmenso, hermoso chupón en su hermosa boca de macho, sin poder parar de susurrarle y jurarle:

—Te amo, Carlos, te amo...

Marianito

yorsitoblanco@yahoo.com.ar