Cualquiera puede errar

Cleopatra regresa con su amante Marco Antonio a Alejandría. Mientras los sirvientes de la reina están enfrascado en multitud de asuntos. Algunos de ellos en relaciones mutuas prohibidas.

Vini, vidi, vinci 6: Cuiusvis hominis est errare

Una enorme flota romana se dirigía a Alejandría. Varias legiones romanas se trasladaban a la nueva sede. Eran las leales a Marco Antonio. La ciudad inaugurada por el gran Alejando Magno al tomar Egipto y liberarla del yugo Persa. Emplazada en un óptimo lugar

pues estaba al abrigo de las variaciones que pudiera tener el río Nilo, y por otro lado, lo suficientemente cerca de su curso como para que pudiesen llegar a través de sus aguas las mercancías destinadas al puerto, a través de un canal que unía el río con un lago cercano y el puerto.

El dique tenía una longitud de siete estadios conocido por ello como Heptastadio. La construcción del dique conformó dos puertos, a ambos lados.

En los amplios muelles del gran puerto atracaban barcos que habían surcado el Mediterráneo . Traían mercancías que se apilaban en los muelles.

Dejaron atrás una pequeña isla en el cual se construyó una de las maravillas. El gran Faro, la cual recogió su nombre debido al de la isla. La isla de Faros. Con el se informaba del islote así como la dirección hacia el puerto gracias a un fuego permanente que guiaba a los navegantes.

El legendario arquitecto Dinócrates realizo los diseños del trazado de la ciudad siguiendo un plan hipodámico: una gran plaza, una calle mayor de treinta metros de anchura y seis kilómetros de largo que atravesaba la ciudad, con calles paralelas y perpendiculares, cruzándose siempre en ángulo recto. Las calles tenían conducciones de agua por cañerías.

Era una ciudad opulenta. El palacio de los Ptlomeos que presidia la ciudad era de mármol con un gran jardín en el que había fuentes y estatuas. Al otro lado de ese jardín se levantaba otro edificio construido en mármol al que llamaban Museo. El museo tenía una gran biblioteca. Cerca de este edificio se levantaba el templo de Serapis. En el centro de la ciudad se hallaba la Asamblea, las plazas, los mercados, las basílicas, los baños, los gimnasios, los estadios y demás edificios públicos.

Los habitantes de esta magnífica ciudad eran en su mayoría griegos de todas las procedencias. También había una colonia judía y un barrio egipcio, de pescadores, el más pobre y abandonado de la gran urbe.

Alejandría se convirtió pronto en el centro de la cultura griega en la época helenística y contribuyó a helenizar al resto del país de tal manera que cuando llegaron los romanos todo Egipto era bilingüe. El arte y la arquitectura era lo único que se mantenía propiamente egipcio.

Uno de los barcos de la flota realizaba las maniobras de atraque en el puerto occidental. Se extendió la barandilla para que los ilustres pasajeros descendiesen.

  • Querido Marco Antonio. Permiteme que haga de Cicerone.
  • Será un honor que me presentes la ciudad.
  • Ven, subamos a mi carro. Te enseñare los lugares más importantes.
  • Algo recuerdo la ciudad cuando estuve hace unos años con Cesar.
  • Aún así apenas pudiste verla con detalle.

Al salir de las dependencias del puerto una multitud vino a festejar la llegada de su reina. También aclamaban al romano.

  • Es curioso. Que me rindan estos honores
  • Son los honores que se merece un rey. Su rey.
  • ¿Su rey?

Cleopatra respondió con un guiño.

  • Nos dirigimos al ágora. Allí a la derecha ves los templos. Aquí rendimos culto a los dioses egipcios y a los griegos. En el otro lado puedes ver la biblioteca. Allí están guardados todos los ejemplares que hemos conseguido reunir en casi dos siglos. Lo conseguimos gracias a la ley que permite confiscar toda obra que localizamos en los barcos atracados en el puerto. Le hacemos una copia y se la devolvemos.
  • Grandes edificaciones.
  • Pues no has visto nada. Quiero llevarte a la antigua Keops. Podrás ver la majestuosidad de las edificaciones del antiguo imperio. Especialmente las pirámides.
  • ¿Las pirámides? ¿Pero … qué son?
  • Amado mio. Las pirámides son tumbas
  • ¿Tumbas?- preguntó extrañado el romano.
  • Si, ¿por que pones esa cara?
  • De lo que recuerdo son enormes.
  • A la altura de los grandes faraones que guardan. Hombres y dioses que convirtieron este país en la potencia de hace miles de años.
  • O sea que son mausoleos.
  • Si, pero mucho más grandes que la maravilla griega.
  • Pues tal como tú los ha dicho. Eran. Pasado. Ahora Egipto está en decadencia. Roma gobernará el mundo.

Cleopatra oculto sus pensamientos. Pero no le agrado en nada el comentario de su invitado.

  • Pero mi amado rey. Podemos hacer cosas increíbles juntos. El poder de Roma y la sabiduría de Egipto. Unida al legado griego. Ya estamos llegando al palacio.

La cuadriga se dirigió a las cuadras donde uno de los sirvientes tomo las riendas. La reina y su invitado descendieron y se introdujeron en las dependencias del palacio.

  • ¿Que cosas quieres hacer?- continuo Marco Antonio
  • Tú y yo siendo aliados. Podemos conseguir lo que ambicionaba tu mentor. La gloria de Alejandro Magno. Tú has visto la tumba en la ciudad. Allí se dirigió a rendirle honores.
  • Me acuerdo le acompañe. Pero … - dijo nada convencido Marco Antonio – Creo que desistiré
  • ¿Por qué dices eso?
  • Sé que la idea de recuperar el antiguo imperio de tu antepasado fue tuya. Y la guerra contra los partos fue la que le costó la vida.
  • ¡No! ¡No! ¡No! Cesar fue asesinado. No cayo en manos de Partia. - respondió disgustada Cleopatra.
  • Y entonces que hago aquí. Debería ir en busca de Bruto y sus compinches.
  • Tampoco mi amor. - le dijo con voz sugerente la monarca.
  • No te entiendo, explicate
  • Deja que sea Octavio el que lo haga.
  • Pero si Octavio acaba con los rebeldes y yo no actúo. Mi prestigio se verá resentido.
  • Acaso aprecias a ese usurpador.
  • Para nada. Lo sabes. Es un mequetrefe que quiere aprovecharse de la situación para quedarse todo el poder. Tengo que acabar con él.
  • Pues que él haga el trabajo sucio. Y cuando sus fuerzas estén desgastadas atacale.
  • ¿Y que hago mientras tanto, quedarme aquí? Si dejo que mis legiones se echen a perder.
  • Deja que tus hombres se entretengan en los lupanares. Son famosos. Las putas de mi ciudad son las mejores a la hora de atender a un hombre. Especialmente en su especialidad. Mamar pollas- dijo socarronamente Cleopatra sacando su lengua lascivamente imitando una felación.
  • Pero amada mía. Si hago eso perderán la disciplina.
  • Pues entonces mandalos contra los Partos.
  • ¿Otra vez con esas? No- respondió enfadado y a gritos Marco Antonio. - A veces me siento un pelele. Una marioneta en tus manos. Esa es tu ambición. Yo ambiciono Roma. Yo tenia que ser el heredero del imperio. No ese niñato.

Marco Antonio se retiró furioso. Cleopatra comprendió que debía de dejar de presionar a su amante. Ya caería en sus redes. Con paciencia. Así que lo dejo ir.

~ ~ ~ ~

La llegada de nuevo de la reina provocó una actividad febril en los sirvientes de palacio. Pero tras varios días la situación se estabilizó permitiendo que la intensidad del trabajo decayera dándole posibilidades de solaz a todo el equipo de ayudantes de cámara, cocineros, amas de llave, …

De esta forma Shabaka decidió relajarse y se dirigió a una de las termas para el servicio. A Cleopatra quería que sus esclavos estuviesen aseados. Así que para disfrutar de un baño caliente gracias a un inteligente sistema de calderas ese baño publico permitía asearse a todos los componentes del palacio.

Shabaka estaba calmadamente enjabonándose hasta que oyó un ruido y entonces medio asustado se percató que unas manos suaves le ayudaban con la espalda. Se giro bruscamente y vio que se trataba de Iras. En un arranque de timidez se cubrió como pudo sus partes nobles.

  • Iras, por el amor de todos los dioses. ¿Que haces aquí? Esta es la terma de los hombres.
  • Vengo a ayudarte.
  • Marchate, por lo que más quieras.

Pero Iras no estaba por la labor de atender el ruego del joven egipcio. Y para acabar con sus reticencias tenía que estimularle mucho más. Con lo cual fue hacia su cuello a lamerlo.

  • Aquí estás muy sucio , aplicaré mi esponja preferida.
  • ¡Joder! ¡No! ¡Ahhhhh!

El gemido era muy claro. Iras se felicitaba en su foro interno viendo como su plan se estaba cumpliendo. Llevo sus manos al pecho del joven que estaba de frente a la pared. Le dedicó una delicadas caricias descendiendo por su vientre a su miembro que ante la situación se lo encontró endurecido pero aún sin estar en su auge.

  • ¿Pero que tenemos aquí? Si eres un travieso. Mira que se te ponga dura
  • Pero serás … Has venido al baño de hombres y me pones la mano en la polla y ¿Encima me lo echas en cara?
  • ¡Tontín! ¡Que eres un tontín! Lo que me siento es halagada

Irás descendió hasta el glande descapuchandolo delicadamente. Entonces comenzó un ligero movimiento sube baja con la mano. Volviendo de nuevo a lamerle el cuello.

  • ¿Te gusta la paja? ¿Eh?

Shabaka no podía articular palabra. Tenia los ojos cerrados y no quería resistirse. Solamente disfrutar de esas inesperadas atenciones de las que era objeto.

  • Vamos, ahora toca limpiar la parte delantera, por la espalda ya estás limpio.

Iras invito a su compañero a girarse poniéndose espalda contra pared.

  • Es hora de que mi esponja limpie tus pezones.

  • ¡Joder! Tu lengua me vuelve loco.

  • Yo también estoy sucia. Echame una mano para limpiarme

  • Esta es un zona pública. Nos van a pillar.
  • He bloqueado la puerta. Así que puedes estar tranquilo.
  • Ahora te vas a enterar.
  • Venga limpiame bien.

Shabaka enjabono todo el cuerpo de la rubia griega que jadeaba lentamente ante el tacto de la piel de su objeto de deseo.

  • Sigue, sigue

  • Turno de mi esponja.

  • Así, así, lameme los pechos. Eso, eso. Devorame.

En ese momento la que estaba contra la pared era Iras que era “victima” del arranque de deseo del

joven. Las manos apretaban los pechos de forma que Iras se estremecía para luego descender al sexo de la rubia que abriendo sus piernas permitió acceder a su vagina. Los dedos hicieron contacto con el clítoris dándole un delicioso calambrazo de placer. El travieso índice se introdujo como quien no quiere la cosa en la vagina encontrándose Shabaka un calor y una humedad fascinantes.

  • Sigue, sigue. Eso es. Follame con tus dedos.

Los dedos chapoteaban realizando un cachondosimo sonido que reverberaba en las paredes del baño.

  • Ahora te pasaré la esponja.

El cunnigulis fue devastador de sensaciones e Iras tubo que sujetarse en las paredes ya que las piernas le fallaban. Pero con otra mano tomo la cabeza de Shabaka impeliendole a comerse su chocho con glotonería. La sinhueso rodeaba el capuchón del clítoris en una lamida que torturaba de delicias placenteras a Iras. Mientras los dedos seguían martilleando el interior de la mujer. No tardo en producirse lo inevitable. Un deseo tanto tiempo anhelado era realidad. Y el orgasmo fue devastador, estallando en un rio de fluidos que parecían ser recogidos con gula por el sirviente. Iras casi desmayada se dejo caer hasta que se sentó en la pared de la terma. Tras un breve respiro se levantó y como un resorte arrodillándose llevo su boca a la polla del joven. Shabaka no esperaba eso. Que una de sus compañeras le hiciese aquello que era un servicio de esclavas a sus dueños.

  • ¿Pero? ¿Que? No, no, levantate.
  • Tú me has hecho gozar. Ahora me toca a mí.
  • Somos compañeros. No, no tienes que hacer eso.
  • ¿Hacer que? ¿Mamártela, chupártela, comértela?

  • No digas esas cosas.

  • Shabaka, comprende una cosa. Yo te quiero. Estoy enamorada de ti. Y al hombre que yo quiero se la chupo con gusto. Para mi eres mi rey, el amo de mi corazón.

El egipcio no pudo decir nada ante esa confesión. Iras volvió a llevar su boca al glande al que le dedico unas generosas lamidas. La griega era un portento de la técnica y sabía lamer el agujero del prepucio para luego descender por todo el tronco lamiéndolo sin dejar ninguna superficie sin recorrer. Iras comenzó a lamer los testículos pero de forma suave, cual caricia. Una vez bien relamidos volvió en su recorrido. Ahora la boca se abrió de par en par para abarcar un grueso miembro. Con esfuerzos pudo poco a poco aumentar la profundidad teniendo mucha atención en apretar bien con los labios y con la mano en la base. El placer estaba siendo supremo para Shabaka que cerrando los ojos con fuerza trataba de evitar correrse de manera inmediata. Aquella felación era la primera que le hacían y le estaba haciendo tocar el cielo con los dedos. Iras sabía hacer bien la presión con las manos y la boca. Y su descenso por la longitud del instrumento continuaba hasta que alucinado Shabaka sintió como la nariz de Iras había contactado con su ingle. Se la estaba comiendo entera.

  • ¡Joder! ¿Como puedes hacer eso? ¡Dioses!

Iras solo balbuceaba mientras la saliva gorgoteaba. Shabaka percibía como su pene alcanzaba el cielo de la boca de Iras y más allá: la garganta.

  • ¡No aguanto más! - gritaba desesperado Shabaka – retírate que me vengo

Pero Iras no se detuvo sino que continuo su felación hasta que el clímax hizo acto de aparición en el egipcio que vertió su esencia sobre la boca de Iras que la recibía con devoción. Y también con placer ya que era su mayor pasión, hacer gozar a las personas que ama. Y ver como temblaba de gusto Shabaka, su amor, su dios, aunque ese amor implicase su perdición. Saboreo la leche de su amado que aunque amarga le parecía un majar.

  • Charmión es afortunada de tenerte.
  • ¡Charmión! ¡Oh Hathor! ¿Qué he hecho? Soy un estúpido

Shabaka se vistió a toda prisa ignorando a Iras que suplicaba su atención. Abrió la puerta y corrió a toda prisa a sus aposentos. Iras se desplomo a llorar lamentando su falta. No creía que Shabaka estuviese tan enamorado de su compañera.

Continuará...

P.D: Lamento haber tardado tanto en escribir.