Cual yegua al potrillo (2)
En este punto ya no podía concebir mi condición pasada. ¡Era imposible ya! ¿Cómo diablos había tolerado no sentirme deseada, complacida, saciada por tantos años? ¿¿Cómo diablos lo soportaba?! Si nunca había tenido estas comezones, estas fiebres en mis pezones, estas humedades en mis entrañas.
Nota de Autora: Si bien se trata de una historia real, los nombres han transmutado de la mano de la autora. Y tampoco hay garantía alguna de que la autora sea la protagonista. Por ello; recomiendo leer la historia en su contexto y olvidarse de lo demás. Quizás el misterio se revele al final de la serie.
NO.
Ahora no podía controlarme.
No podía detenerme por nada...
Y quien pensaría que un simple día significara tanto para mí. Era una adolescente! vieja con regresión seguramente... diría mi terapeuta. Pero era el día que me saciaba, que me contentaba, físicamente claro, con ese potente ejemplar adolescente trepado entre mis piernas, mis pechos mis carnes ansiosas... Viernes por la noche, si, ya entrada la madrugada, a la sombra del sueño de mi hijo, su amigo me esperaba implacable, noche tras noche. Con sigilo y astucia nunca vista me escapaba a ese viejo cuarto de Nati para buscarle, para gozarle.
Ay Natalia! Nati, Nati... La nueva capitana de la familia, joven fuerza moral que me generaba culpas de solo verla. No sé en que momento yo había sido destronada, como "gran matrona" de nuestro clan. Quizás su dinamismo, su energía, su autonomía. O quizás mi pasada época de llantos y sollozos infantiles por ese dejo de hombre que me marcó a fuego tanto a mi lado como en su abandono.
Y por ella acepté el irnos. En Febrero invertiríamos una buena racha de rentas agrícolas en menudo viaje. Acepté, y con Santiago, acompañamos a mi hija Nati y mi yerno Eduardo al cálido paraíso brasilero.
Ya en destino me percataba de mi infortunio. Se acabarían, al menos por unas semanas, esos Viernes por la madrugada... con mi joven amante.
En este punto ya no podía concebir mi condición pasada. ¡Era imposible ya! ¿Cómo diablos había tolerado no sentirme deseada, complacida, saciada por tantos años? ¿¿Cómo diablos lo soportaba?! Si nunca había tenido estas comezones, estas fiebres en mis pezones, estas humedades en mis entrañas. Ahora sí se me hacía un cuesta arriba, y la "visualidad" de merodear por esas playas poco me ayudaba.
Para fines de la segunda semana en Brasil ya me sentía famélica: Vieja vampira entre la arena reclama severa faena. Loca! Colgalo de cartel en la sombrilla a ver si alguien entra en cuenta...
Mis sueños eran tortuosos y temía decir barbaridades dormidas o hacer algún desmán con mi cuerpo inflamado de necesidades. Sueños de cuerpos espléndidos, de surfistas montando tablas, tremendos morochos en un mercado de carnes al aire libre. Sol, frutas, suaves olas marinas y traicioneras ropas de playa. Hmmm... sueños vaporosos, sueños húmedos...
Diez de la mañana y me desperté aturdida e incómoda: encharcada. No hubiera sido problema en mi casa, en mi cama. Pero compañerita de cuarto de mi hijo en este viaje, y de cama... Nati y su marido en su pieza. Mi hija parece haber heredado lo tacaña de su abuelo. Dos colchones para cuatro seres y el preludio de la desgracia. Claro! mandemos a la vieja castrada y ya asexuada a dormir con el adolescente... total es un saco de papas.
Diez de la mañana y encharcada. Mi Santi dormía perdido en su cansancio y yo mordiéndome los labios intentaba ventilar esa cama y desprenderme del bombachón de abuela: ambos húmedos con mis devenires nocturnos. Qué vergüenza! tamaño nudo en mi garganta...
Decidí tomar cartas en el asunto cuanto antes y administrarme alguna gratificación cuando me bañara, a la vuelta de la playa. Arma de doble filo quizás, ya que no siempre llego al orgasmo y a veces puedo terminar peor que como empezaba.
No pude. No esa mañana.
Frente a las aguas ya era otra mujer. Ver a Santiago me derivaba a la imagen de Martín en sádica analogía. Y en esos momentos de silencio contemplativo, cuando las percepciones se profundizan sin quererlo; le observaba.
Sería que anoche era él quien me provocaba? La piel caliente de su cuerpo, su resoplido sobre mi cuello... que el peso de sus piernas incómodas sobre las mías... sería?
Sería??
Y de divagar me sobresalté al verle salir del agua. Agitada alcé la mirada automática que había mantenido sobre el mojado bulto de su sunga y caí en el ancho de sus caderas que también me perturbaba. Sucia! pensaba, todo en tu hijo parece ancho! Dos veces sucia! Basta... bajé la mirada.
Perdí por lenta; pienso que se dió cuenta. Percibió algo y cambió la cara.
Esto se desmadraba. Des-madraba! no podía ver en Santi un hombre, no debía! Y si moví el cuello para perderme en la sombra de mi yerno, fue en vano. Ese hombre de escasos 32 años no me animaba. Maldita... maldita desde adentro, desde las mismas entrañas.
Me dediqué a mirar botes, los de los pescadores mientras pasaban... pero una semilla lasciva y prohibida me había germinado por dentro. Y esperaba poder controlarla.
En las tres noches que nos quedaban mucho es si no pude pegar ni un ojo. Me lastimaban la piel sus manotazos. Me descarnaban sus inocentes apoyadas. No podía, ya no soportaba.
Llegué a mi casa, a la selva de mi casa para encontrar a la familia de mi empleada instalada. Entre retos y agradecimientos a Rosy le pedí que me dejara las cosas como estaban.
Martín y su familia empezaban sus vacaciones hacía días. Era Martes, me compuse y con cruda frialdad le dije; traémelo al Nachi que me hace falta!!! Já, claro que al cesped del patio le hacía falta pensó mi empleada.
Y vino a la siesta del Miércoles, el Nachi. Mi tortura de las siestas si me han leído. Dulce tortura...
El chico de la Rosy era para mí una de esas fantasías campestres de vieja amargada. Impresentable en maneras y lenguaje; atolondrado e inmaduro a ultranza. Lo compensaba, claro. Pero con sus dotes naturales en ese moreno cuerpo adolescente que se sudaba y se sudaba bajo el rayo del sol mientras trabajaba.
Sólo a una desauciada con alma de nueva puta se le ocurriría. Dedicarse a "tomar sol" entredesnuda y vestida frente a tamaño saco de hormonas. A sobarse las piernas y las nalgas frente a este crío aunque respetuoso, perfectamente brioso.
Y como no debía, de ninguna manera, me dediqué a ducharme largo rato en el baño de servicio al que sólo el servicio ingresaba... Puerta entreabierta... Fue casi una hora hasta que se me metió al baño con el pretexto de orinar. Claro, si rara vez los hombres orinan de costado al inodoro...
Y no hablaré de la cortinilla barata de plástico que nos separaba. Tampoco de como la corrí como al paso, "desprevinida". Para verle descargar en el WC, para que me viera los pezones endurecídos por el agua tan fría.
No hablaré de cómo rompió el hechizo del terror al despido propio y de su madre, y se mantuvo quieto mirándome. Con su miembro semierecto al aire, por lo que parecían horas, días... Me desmoronaba, el poder que yo ostentaba ahí toda vulnerable a su joven mirada, me carcomía en deseo, en ansias.
No hablaré de como se me metió en la ducha, resoplando de ansiedad, aterrorizado porque sabía lo que yo pretendía; pero entusiasmado con la posibilidad de probarme como mujer, como hembra.
Ayyy no diré! No diré como yo misma lo desnudaba en lo poco que ya vestía. Cómo no desearle así todo expuesto a mi lujuria. Al poco me baboseaba, gemía al lamerme...
No!
Al glotonearme los pechos como si nuevos fueran. Ahhh... me volvía a sentir deseada... sería complacida al fin... otra vez... después de tan pocas veces. Sí, eran pocas ya. La fuerza de mis entrañas era incontenible, insaciable... Ahhh.. sí
Me penetraba. En esa fontana de aguas frías frías me ensartó de igual a igual. Nadie arriba, nadie abajo... cómo me arqueaba. Mis piernas flaqueaban ante esos embates desesperados que no cesaban. Por un segundo me olvidé de todo... era fuego en mi cuenca inflamada, y de todo me olvidé. Pero... Ahhh... de tanta angustia y ansia me olvidaba.
Al "Tome Señora! tome señora! ah! ah! sí! se vé que le gusta..." del insolente éste que me dominaba; descubrí que mis orgasmos se sucedían como convulsiones. Desde ciertos puntos en lo alto de mi vagina... el largo erecto de este mocoso me obligaba a retorcer mi columna, y... me alzaba... una y otra vez como si nada.
Entre tinieblas pensé era uno de mis juegos con el rociador de mi ducha. Pero el calor intenso de su espeso semen me inundó. En esa seguidilla de disparos a mi matriz desmadrada;
des-madrada
salté,
salté el trecho; de vieja calentona a puta. Y pensé en Martín de nuevo. Y pensé en Santiago....
y estaba perdida; sí ya perdida entre carne que no se me diferenciaba...